Un jovencito en mi balcón - Segunda parte

Adil vuelve a casa de Manuel, que está preparándose para cenar con su novio, el cual no sabe nada de aquella infidelidad con el jovencito negro.

(¡Tenéis que leer la primera parte, “Un jovencito en mi balcón” para empezar con esta!)

Abrí la puerta y ahí estaba otra vez él: Adil. El jovencito negro que se había colado en mi casa por el balcón y que había terminado follándome como nadie me había follado antes. ¡Menuda historia para contar me dejó! Aunque a quien no se la conté fue a mi novio, ese que me esperaba en la mesa con la cena recién hecha y unas velas encendidas.

-¡Cariño! –me llamó-. ¿Quién es?

Yo no supe que contestarle. Miré a Adil, que me sonreía con picardía. Qué guapo estaba. Llevaba unos pitillos negros que se ajustaban a sus piernas. No pude evitar imaginarme su paquete debajo de la bragueta. Una camisa blanca que contrastaba con su piel oscura, con más botones abiertos de la cuenta, que dejaban ver un poco de ese pecho terso y sin ni un solo pelo.

Le hice un gesto con la cabeza para que se marchara, pero a la vez le suplicaba con las manos que volviera otro día. Pero entonces apareció Mauro, mi novio.

-Manuel, ¿quién es? –volvió a preguntar. Y yo tuve que improvisar.

-Cariño, mira, este es Adil… me había olvidado por completo, es uno de mis alumnos en el instituto, le dije que se pasara para repasar unos temas que lleva un poco mal, ya no me acordaba.

Mauro sonrió y le dio la mano a Adil.

-Bueno, no pasa nada, que cene con nosotros y luego os ponéis con esos temas.

Rápidamente colocamos una silla y un plato para Adil y se sentó con nosotros en la mesa. Lo tenía justo enfrente, y a Mauro lo teníamos a un lado. Durante la cena, hablamos de cosas neutras. Pero yo notaba que Adil no dejaba de mirarme. Llegó un momento en que se descalzó de un pie y empezó a pasármelo por la pierna y a refrotármelo en el paquete. Yo la tenía durísima recordando a ese chico follándome con su pedazo de polla. Tenía el corazón a mil y ya no sabía ni qué decir. Menos mal que Mauro no se daba cuenta de nada y no dejaba de hablar.

Adil me echó una mirada pícara mientras cogía su copa de vino. Parecía un niño que iba a hacer algo travieso, y lo hizo. Tiró su copa de vino por la mesa, llenando su camisa blanca de vino… pero también el pantalón de mi novio.

-¡Vaya! –exclamó Mauro levantándose. Adil también se puso en pie. Yo seguí sentado porque si me levantaba ambos verían la pedazo de erección que tenía-. Bueno, Adil –siguió diciendo mi novio-, no pasa nada, ven por aquí y te doy una camiseta limpia. Si ponemos la camisa a remojo se irá la mancha de vino… y yo también tengo que cambiarme de pantalones.

Y se fueron los dos. Yo aproveché para acomodarme la polla dentro del calzoncillo. Y me bebí de un trago mi copa de vino para ver si me relajaba un poco. Pero solo podía imaginarme follando con Adil otra vez. Como aquel día.

Noté que Mauro y Adil estaban tardando bastante, y mi polla ya estaba volviendo a su estado flácido, así que fui a ver qué hacían. Y cuando llegué a la habitación me los encontré dándose un apasionado beso. Mauro sin pantalón y Adil sin camiseta.

-Pero bueno –exclamé.

-¡Manu! –Mauro se sorprendió al verme ahí-. Manu, lo siento, no es lo que parece…

Parecía realmente arrepentido de lo que había hecho. Pero entonces yo sonreí.

-¿No me invitáis a la fiesta? –dije.

Mi novio parecía no entender nada cuando dije eso, pero Mauro me agarró del brazo y me acercó a él. Me dio un beso salvaje, y en pocos segundos volvía a tener la polla preparada para cualquier cosa. Después de besarme a mí, Adil besó a Mauro, y parece que ya entendió lo que pasaba. Vi que la polla de mi novio también se había puesto dura debajo de sus calzoncillos de dibujos. Así que se los quité mientras besaba a Adil y empecé a comérsela.

Mi novio también estaba bien dotado, pero nada que ver con la polla negra de Adil. Mauro se quitó la camiseta, y Adil lo tiró sobre la cama. Mauro también tenía un buen cuerpo. No tenía músculos marcados, pero sí tenía unos buenos pectorales peludos. En general era muy peludo, a mí me gustaba comerle la polla hundiendo mi nariz en su vello púbico.

Adil se quitó los pantalones y vi que llevaba los calzoncillos rojos que tuve que dejarle la otra vez. Le quedaban perfectos, y me puso cachondo pensar que llevaba mi ropa interior, pero se los quité rápidamente antes de Mauro los reconociera. Volví a admirar el cuerpo de Adil: totalmente negro, casi sin pelo por el cuerpo, con unos abdominales de infarto y una espalda que solo quería arañar mientras le follaba. Mauro también quedó impresionado por ese cuerpo.

Adil le dio la vuelta a Mauro y empezó a comerle el culo. Yo me di cuenta de que era el único que seguía completamente vestido. Así que me quité la camisa rápidamente y me bajé los pantalones. Esta vez llevaba unos calzoncillos amarillo fosforito, que también me quité en cuestión de segundos.

Adil ya había terminado de lubricar con su lengua el ano de Mauro, así que lo colocó a cuatro patas delante de él para empezar a meterle la polla por el culo. Yo me coloqué delante de Mauro y le metí la polla en la boca. Adil le embestía por detrás, y mi polla en su boca apenas le dejaba gemir. La imagen que yo tenía delante me hacía estar canchondísimo: el perfecto cuerpo de Adil moviéndose con velocidad mientras se follaba por el culo a mi novio, y a pesar de su cara de esfuerzo conservaba esa belleza juvenil y negra. No pude evitar correrme enseguida en la boca de Mauro. Y entonces Adil decidió que era mi turno. Esta vez fui yo el que se puso a cuatro patas, y Adil me metió su polla por el culo. Pero Mauro no estaba dispuesto a quedarse fuera, así que se puso detrás de Adil y le metió su polla por el culo. Así Mauro empotraba a Adil y Adil me empotraba a mí. Los tres unidos. Inseparables. Gozando juntos.

Escuché a Mauro gritar cuando se corrió en el culo de Adil. Y cuando Adil empezó a decir que se iba a correr, yo no quería perderme ese espectáculo. Así que me puse de rodillas en el suelo, con Mauro a mi lado, y Adil empezó a pajearse sobre nosotros. Cuando se corrió, tuvo semen para los dos. Nos bañó con su espesa y abundante leche, que nos chorreó por la cara y el pecho. Después nos tumbamos los tres en la cama y estábamos tan exhaustos que nos quedamos dormidos.

Cuando me desperté en mitad de la noche a mi lado solo estaba Mauro. Me levanté para beber un vaso de agua. Tenía la cara llena de semen reseco. Entonces vi que Adil estaba en el balcón. Me lavé un poco la cara y salí con él. Estaba fumándose un cigarro en calzoncillos. Volvía a llevar mis calzoncillos rojos, y le quedaban perfectos. Le miré detenidamente un rato, para no olvidar ese cuerpo perfecto.

-Quiero tener tu leche solo para mí- le dije.

Y allí mismo, en el balcón donde nos conocimos, se bajó los calzoncillos y empecé a pajearle otra vez. No me podía creer que se le volviera a poner tan grande y tan dura después del polvo que habíamos echado antes. Le pajeé con deseo y furia, y él no tardó en volver a correrse dentro de mi boca. Me tragué toda su dulce leche, que me picó en la garganta. Y le besé con cariño, metiéndole mi lengua llena de semen en su boca.

Volvimos a la cama y volvimos a dormirnos juntos los tres. Y, desde luego, esa no fue la última noche que pasamos con Adil. Mi jovencito negro.

¿Os gustaría que os contara más historias con él?