Un interés repentio. (Capítulo I)

Repasaba mentalmente los pros y los contras de mi plan. El pensamiento que más me instaba a no llevarlo a cabo, era el hecho de que no tengo nada que ver con alguna de las dos. Yo no saldría beneficiada, en ningún aspecto y, sin embargo, ¿por qué siquiera me pasó por la mente hacer algo así?

Regina

Repasaba mentalmente los pros y los contras de mi plan. El pensamiento que más me instaba a no llevarlo a cabo, era el hecho de que no tengo nada que ver con alguna de las dos. Yo no saldría beneficiada, en ningún aspecto y, sin embargo, ¿por qué siquiera me pasó por la mente hacer algo así?

Entre el gentío de estudiantes, Julia estaba parada junto a la salida, estaba con su nuevo novio. Todo aquel y aquella que asistiera a ese instituto sabía quién era Julia Mistral. Por el contrario, muy pocos reconocían el nombre de Lorena Arroyo. Yo misma no lo conocía hace una semana, pero hice mis investigaciones y recaudé la suficiente información para determinar que era una chica más del montón. Ella era una año menor que Julia y yo, tenía muy buenas calificaciones y hablaba con pocas personas.

Desde mi privilegiada posición, observé que Lorena bajaba las escaleras. Si hubiera sido otro día rutinario, ella saldría de la escuela pasando junto a Julia, y ésta ni siquiera le dirigiría una mirada. Pero ese no era un día como cualquier otro.

Caminé hacia la salida, interceptaría a Lorena en cuanto estuviese lo suficientemente cerca de Julia. Unos chicos se acercaron a platicar conmigo, y yo fingí prestarles atención mientras veía Lorena atravesar el patio hacia nuestra dirección.

Me repetía que estaba haciendo un acto bueno. Lorena no merecía ser tratada así por Julia. Nadie merecía ser tratado así. Recordé la noche que las vi en la feria. Parecían una más de las parejas que se habían citado allí para divertirse. Tomadas de la mano caminaban, Julia sostenía un globo rosa, y Lorena abrazaba un peluche. Se veían felices, reían, se abrazaban y besaban de vez en vez. No sabía que a Julia le gustaban las chicas, aunque tampoco sabía que no le gustaran.

Cuando terminó el verano, y regresamos a clases, reconocí a Lorena, que vestía nuestro uniforme. No pensé que asistiera a nuestra escuela, nunca la había visto. Me sorprendió ver que Julia y ella se trataban con tal indiferencia que nadie pensaría que eran más de lo que dejaban ver. Posiblemente sólo querían mantener lo suyo en secreto, pero después me di cuanto de que sólo Julia quería mantener esa clandestinidad.

Me disculpé con los chicos con los que “hablaba” y me situé junto a Julia, que en ese momento se besaba apasionadamente con su novio. Noté la dolida mirada de Lorena al verlos, y me anticipé a su intento de desviar su camino lejos de ella. Me acerqué decidida a ella y junté mis labios con los suyos. En un inicio, sentí su resistencia a corresponderme, pero poco a poco nos sincronizamos en un dulce beso. Disfruté la delicadeza de sus labios, la suavidad con la que envolvía los míos provocó que me olvidara del lugar en donde estábamos. Fue hasta que el deseo de juntar más nuestros cuerpos llegó a mí, que recordé mi intención original. Me separé de ella, aunque no quería, y me sonrojé al observar que mantenía aun los ojos cerrados.

Al parecer, ella también había olvidado que estábamos muy cerca de Julia, porque cuando los abrió, buscó rápidamente la mirada de “su novia”. Eso me molestó. Ignoré a Julia y simplemente tomé la mano de Lorena para caminar hacia la salida. No me importaba que no nos dejaban de ver, sólo quería estar a solas con ella. ¿Qué me pasaba? Me detuve cuando estuvimos ya lejos del instituto. Solté su mano, no sabía qué decirle. No nos mirábamos, simplemente nos paramos ahí. Yo no era así. Yo era Regina Coll, las personas se sentían intimidadas por mí, no yo por ellas, mucho menos por alguien como Lorena Arroyo.

-De nada.- sonó más estúpido de lo que pretendía.

Lorena sólo me vio como si estuviera bromeando. Una risa irónica salió de ella, se dio la vuelta y se alejó lentamente de mí. No la detendría. No pasaron muchos pasos cuando paró su andar, y se acercó nuevamente a mí. No esperaba la abofeteada, mucho menos el frío tono en el que me dijo:

-No sé qué mierdas te dio por hacer lo que hiciste, pero no se volverá a repetir.

Julia

-¿Amor? ¿Estás bien?

La mano de Marco buscaba llamar mi atención. Yo sólo seguía pensando en Lorena y en Regina. Tenía tantas ganas de irme a mi casa y encerrarme en mi cuarto, sólo quería llorar. ¿Qué se creía Lorena?

-Sí, estoy bien.- le sonreí, aunque no sé si lo convencí. Me levanté de la mesa, estábamos en la cocina de su casa.- Eh, tengo que irme, ¿hablamos en la noche?

Marco no dijo nada, simplemente me abrazó. No podía quedarme más tiempo así, no podría reprimir más mi dolor.- Sabes que estoy aquí, las 24 horas.- Asentí, lo besé y salí de allí.

Necesitaba hablar con Lorena, así que tomé el autobús que me dejaba en su casa. Al llegar, tomé el callejón que estaba al lado y que llevaba hacia su patio trasero. Lorena había aflojado un par de tablas de la barda para que pudiera moverlas y pasar por ahí. ¿Cuántas veces había hecho aquello los últimos ocho meses? ¿Cuántas veces lo seguiría haciendo?

La habitación de Lorena era independiente a la casa, se encontraba en un cuarto que había sido construido inicialmente para fungir como un pequeño invernadero. Abrí la puerta rápidamente y entré. Aun no llegaba. Una molestia me recorrió al imaginar que seguía con Regina. Me senté en la cama y abrí el cajón de su buró: Lorena guardaba allí fotos de nosotras y cositas que le había regalado. Tomé el anillo que hasta hace dos semanas siempre se encontraba en su mano, el mío todavía no me lo había quitado.

La puerta se abrió y Lorena entró. No parecía sorprendida de verme ahí. Cerró la puerta delicadamente y se acercó.

-Julia, te juró que no sé que sucedió. Yo en mi vida le había hablado, sabes que nunca haría algo así.- Se sentó en la cama y tomó mi mano entre las suyas. No sabía qué creer. Regresé su anillo al cajón, y lo cerré.

-Pero, entonces qué. ¿Regina te besó sin motivo alguno?... ¿Sabes? Ni siquiera eso importa, puedes estar con quien quieras, más ahora que… más ahora que terminamos. Lo que me duele es que en el tiempo que estuvimos juntas, ni siquiera quisiste que te tomara de la mano en público, y sólo han pasado dos semanas desde nuestra ruptura, ¡y con Regina no te importa lo que piensen los demás!

-¡Es que no fue así! Yo iba hacia la salida, cuando te vi con Marco. Sólo quería irme rápido, y no sé en qué momento ella se acercó a mí. No reaccioné hasta después que…

-Hasta después que se separaron. Sí, estaba  allí.

-Lo siento, Julia. En verdad.

No quería, más me dolió saber que sí había sentido algo con el beso. Preferí omitir ese detalle.

-¿Y por qué te fuiste con ella?

Se encogió de hombros. Para ese instante nuestras manos ya no estaban juntas.

-¡Dios! Todo fue tan rápido… creo que sólo deseaba irme y ya. Si sirve de consuelo, la abofeteé antes de venir para acá.

-No sé…

-Julia, por favor. Te juro que nunca te haría algo así.

Acepté su beso. Quería borrar el sabor de Regina en sus labios. Me recosté en la cama y ella se situó sobre mí. Con mis piernas abracé su cadera, la pegué más a mí, si era posible. Habían pasado 15 días desde que estuvimos tan cerca. La extrañaba tanto. Ella empezó a empujar su pelvis contra la mía, quería sentirla completamente. Iba a desabrochar su cinturón, pero escuchamos que su madre la llamaba. Nos separamos y Lorena suspiró, frustrada.

-Lo siento…

Tomé su cara entre mis manos, era hermosa.

-Te amo, infinitamente. Ve, después hablamos.

Ella asintió, y se dirigió hacia la puerta. Antes de abrirla, volteó y me sonrió. Tras irse, recordé el día en que me atreví a hablarle. No quería que las cosas terminaran mal entre nosotras… ni siquiera quería que acabaran, no ahora.