Un interés repentino (Cap. 4)

¿Bárbara? ¿Qué haces acá?

Regina

No sentí que fuera el momento de quedarme con ella. Sin embargo, la sensación de haber cometido un error me abordó desde que crucé su puerta. Cada paso que daba, carente de toda certeza, me hacía dudar temiblemente. ¿Qué me impidió regresarme? Que quería ser precavida esta vez.

Puse la tina a llenar, una vez llegué a mi casa. Ni mis papás ni mi hermano se encontraban, regresarían hasta el domingo en la mañana. Coloqué unas cuantas velas para no quedarme completamente a oscuras, y apagué las luces. Desnuda, me metía en el agua. No había ruido, yo y mis pensamientos nos quedamos a solas.

Recordé los motivos que me llevaron a cambiarme a una nueva preparatoria. Les insistí mucho a mis padres, hasta que aceptaron inscribirme en ese colegio. Bárbara había estudiado ahí, y aunque ella ya entraría a la universidad, deseaba inscribirme en ese lugar.

Bárbara se convirtió en una obsesión. La conocí a los doce años, en mi primer año de secundaria. No sé qué pasó,  pero muy pronto ella ocupaba mi mente la mayor parte del tiempo. Era la primera vez que me enamoraba, y aquella chica tres años mayor que yo me atraía incesantemente. No creí que me correspondería, imaginé que lo que sentía se quedaría en un amor platónico. Tal vez hubiera sido mejor así.

En mi antigua escuela, se llevaban a cabo reuniones de un grupo de alfabetización, conformado por estudiantes de toda la ciudad. Un día en que me quedé ya tarde, y una de esas reuniones finalizaba su sesión, conocí Bárbara.

Esperaba afuera de la escuela, sentada en la banqueta.

-Hola- escuché, a pesar de la música que sonaba a través de mis audífonos.

Alcé la vista, y una chica de cabello castaño y fleco, me sonreía.

Hola- contesté, tímidamente.

-¿Te importa si me siento?-dijo, señalando el espacio vacío a mi lado

-No…- me recorrí un poco, aunque en realidad no era necesario.

-¿Te quedaste a la reunión?- Negué con la cabeza.

-Sólo espero a mi papá, se le hizo tarde.

-Qué mal- torció un poco su boca, creo que como muestra de empatía.

Asentí, no estaba cómoda, más bien nerviosa. En mi interior, sentía las palpitaciones de mi corazón más aceleradas de lo usual. Y no miento, una clase de energía se acrecentaba dentro de mí.

-¿Qué escuchas?- En realidad nada, había bajado todo el volumen cuando se sentó. Pero, aún conservaba los audífonos puestos.

-¿Eh? Mmm…- miré la pantalla del ipod- Café Tacuba.

-¿En serio? ¿No eres muy chica para conocerlos?- Me encogí de hombros.

-Tengo doce… ¿Y tú?

-Quince.

-Tampoco eres tan grande- sonrió ante mi comentario.

-No, creo que no.

El sonido del claxon nos interrumpió, mi padre ya había llegado. Me levanté, dispuesta a irme con sólo un adiós con la mano como despedida.

-Espera… ¿Cómo te llamas?- me preguntó.

-Regina…

-Yo soy Bárbara.

Y pasaron los días. Cuando coincidían los días de reuniones de alfabetización y los días en que mi padre me recogía (quien rara vez llegaba a tiempo), Bárbara y yo nos veíamos. Con cada conversación, agarraba más confianza y seguridad para platicar con ella. En un inicio, me costó aceptar que me gustaba. Quería verla como a una amiga que caía muy bien. Así, me emocionaba cuando mi madre me decía que ella no pasaría por mí aquel día, y deseaba que Bárbara estuviera en mi escuela esa misma tarde. Cuando no, me desilusionaba enormemente.

¿En qué momento me di cuenta de que no la veía como una simple amistad? Su escuela no quedaba lejos de la mía, a lo mucho 15 minutos caminando. Intercambiamos celulares, y me dijo que le avisara cuando mi padre me recogiera, para así venir a acompañarme. Lo cual hizo. Con esto, me pregunté, ¿las amigas hacen esto por ellas?

Esas esperas a la hora de la salida, se convirtieron en salidas al cine y a comer. Bárbara tomaba mi mano para caminar, me convencí de que se trataba de un acto fraternal, al ser ella un poco mayor que yo. Y, ¿qué fue lo que me dije cuando nos besamos por primera vez? Bueno, en todo llega el momento en donde no es posible mentirte más…

El lunes, esperé a Lorena afuera del instituto. No habíamos terminado de hablar sobre la estrategia. La vi llegar, pero paso de largo, ignorándome y dirigiéndose directo hacia su salón.  Resignada, entré yo también al mío. Durante la primera clase, le envié un mensaje.

“Tenemos que hablar. Pide permiso para salir al baño dentro de 5 minutos”

No esperé mucho tiempo su contestación.

“No tenemos nada de qué hablar.”

¿Eso era todo? Estaba confundida, sin entender del todo su actitud. No sabía si no quería que nos vieran juntas en la escuela, o si estaba enojada porque no me había quedado con ella el viernes.

“Oh, ¿entonces prefieres que pase a tu salón y le inventé alguna excusa a tu profesor para que te deje salir?”

Indudablemente, no lo aceptaría; habiendo ya rumores sobre nosotras, ¿qué pensarían sus compañeros, al ver a su supuesta novia pedir permiso para que saliera con ella de la clase? Sabía que no era justo o correcto presionarla se esa forma, pero funcionaba.

“En 5, en el baño del tercer piso.”

Sonreí, orgullosa.

Al entrar al baño, Lorena ya estaba ahí.

-¿Qué quieres?- otra vez, la fría Lorena.

-No me hablaste así cuando pediste que me quedara- Un golpe bajo, lo sé. Pero, ¿cómo no ponerme a la defensiva con semejante actitud?

Ella me fulminó con la mirada, y procedió a abrir la puerta para irse.

-Espera…- la detuve del brazo, cerrando la puerta con mi otra mano.- Perdón… es sólo que me enoja que me trates así, después de lo que pasó…

-Nada pasó.

-¿Ves a lo que me refiero? ¿Qué pasa?

-Nada- ella se deshizo de mi agarre y me dio la espalda.

-¿Es porque no me quedé…?

-Por supuesto que no- se volteó, bruscamente. Después, su sonrisa irónica hiso su aparición- ¿Qué creías? ¿Qué quería acostarme contigo?- Ahora ella se acercaba peligrosa y lentamente. Me arrinconó contra la puerta, y colocó ambas manos a los lados de mi cabeza, quedando de esta forma muy cerca de mí.- Te dije que no te confundieras…

Se separó de mí en un segundo, y me dio nuevamente la espalda.

-¿Entonces, por qué lo hiciste?- no dejaría que se volviera a meter en su caparazón.

-Porque estaba lloviendo, obviamente.

-Y, a ti parece que no te importa lo que pase conmigo- no pude evitar sentirme dolida ante esta afirmación.

-Se llama educación…

-¿Educación? ¡Por favor! ¿Hace cuánto que no tienes sexo? Porque dudo que después de Julia hayas estado con alguien más, mientras ella tiene a Marco…

-Cállate- al fin se giró para encararme- eso es algo que a ti ni te va ni te viene.

-Pues, te equivocas. Créeme que me importa más de lo que piensas.

-¿De eso querías venir a hablar?

-No, no terminamos de hablar del plan.

-Ah, eso. ¿No creerías que te haría caso, no?

-¿Por qué no? ¿Tienes una idea mejor?- Mi paciencia estaba tocando fondo.

-No, pero la tuya es simplemente ridícula.

-Qué te parece si mejor lo discutimos con Julia.

-Perfecto, quedé de almorzar con ella en la cafetería.

-Bien… El timbre ya sonará, ¿nos vamos?

-Después de ti- dijo ésto, señalándome la puerta.

Salí de ahí, frustrada. Si Lorena pensaba que permitiría que siguiera tratándome de esa manera, estaba muy equivocada.

Julia

Desperté a alistarme para la escuela, mi madre ya se había ido; ella se la pasaba trabajando. Y sí, “no me falta nada”. Pero, en ocasiones solamente quería ser una chica de 17 años como otras y que mi madre estuviera al pendiente de que comiera las veces necesarias al día, que conociera los horarios en los que estoy en casa, y que se interesara en las personas con las que paso tiempo.

No me malinterpreten, no es que quiera ser una niña a la que le indiquen todo el tiempo qué y qué no puede hacer. Desde chica aprendí a cocinar, creí que eso haría sentir orgullosa a mi mamá, el saber que podía ocuparme de mí misma. A veces quisiera no haber hecho eso y muchas cosas más, tal vez así ella no lo habría tomado como un hincapié para ausentarse cada vez más y más de la casa, y de mi vida.

Una vez estando en el transporte público, recibí una llamada de Lorena. Contesté sin muchas ganas, tampoco podía evitarla.

-Hola…

-¡Hey! ¿Qué te pasó el viernes? Tu celular me mandaba a buzón.

-Sí, me quedé sin batería.

-¿Y te divertiste?

-Sí, estuvo… interesante.

-Espero que interesante en un sentido positivo.

Me quedé callada, realmente no me sentía con ganas de platicar, pero ella llenó el silencio.

-En fin, no creerás el plan con el que salió Regina. En verdad, parece que se la pasa en un mundo de fantasía… creo que eso es lo que me desespera de ella.

-Ya…

-¿Qué tienes? Andas muy cortante.

-Nada, debe ser el cansancio. Estuve cruda todo el fin, no salí de mi casa.

-Pensé que me llamarías…

-¿Por qué? Ya no somos nada- Me sorprendí de lo agresividad de mi tono, y lo inesperado de mi respuesta.

-Somos amigas…- Parecía desconcertada ante mi actitud.

-Las amigas no se besan- le recriminé.

Silencio.

-¿Y si mejor nos vemos para platicar?-lo dijo suavemente.

-¿En tu casa o en la mía?- Seguía siendo cortante.

-¿Te parece que comamos juntas en el descanso?

-Creí que no querías que nos vieran juntas- en definitiva, no estaba de humor.

-Eso era antes…

-¿Cuando éramos algo?

-¿Quieres parar con eso?- Sonaba a que empezaba a cansarse.

-Te veo en la cafetería.

-Ok. Nos vemos.

-Adiós- suspiré al colgar.

Cuando el camión llegó a la parada afuera del instituto, más de la mitad de los que estábamos ahí nos bajamos. Observé que Marco caminaba en mi dirección.

-¿Qué tal la cruda?

-Ruda, ¿y tú?- conversábamos, mientras nos dirigíamos a la entrada.

-Me recupero bastante rápido. Por cierto, en las vacaciones de diciembre vendrán mis amigos de Morelia.

-¿En serio?

-Sí, por fin conocerás a Clara... blah, blah, blah.

Mi atención se enfocó en Regina, que estaba parada afuera junto a la puerta. Miraba de un lado a otro, buscando algo o a alguien. Me dispuse a entrar rápido al colegio, sólo quería que las clases empezarán ya, y que este día terminara rápido. Pero, lo que no quería, sucedió. Cuando me acercaba a la puerta, Lorena apareció y Regina pretendió acercársele. Pensé que lo mejor sería pasar rápido junto a ellas… Sin embargo, Lorena pasó de largo, mientras Regina parecía sorprendida. Y yo, no era la única que lo había notado.

-¿Problemas en el paraíso?- escuché decir a unas chicas que iban delante de mí.aa

-¿Quién crees que sea el chico de la relación?- Qué tontería, me alejé de ellas.

Las horas transcurrieron, y el descanso llegó. ¿Estaba nerviosa? ¿O ansiosa? Después de casi un año de pretender dentro del colegio no conocerla, comer con ella como si nada, me parecía muy raro. Al entrar a la cafetería, ella ya estaba sentada en una de las mesas. Le indiqué con una seña que pasaría a comprar algo antes.

Al tener mi comida ya, giré para verla y Regina estaba a su lado. ¿Acaso se trataba de algo que las dos querían decirme? Agarré con fuerza mi bandeja, fuese lo que fuese, podría aguantar. Yo era fuerte, me lo había demostrado, incontable veces, desde pequeña.

-Hola- las saludé.

-Hola- respondieron al unísono.

Marco, Andrea, Marisol y los demás me veían desde una de las mesas contiguas, extrañados por verme con ellas. Esperé a que alguna de las dos comenzara a hablar.

-Bueno, a Regina se le ha ocurrido una idea. Exagerada, pero algo es algo.

-¿Quisieras dejar de comportarte tan grosera conmigo? Bien podría sólo dar vuelta a la página, y olvidarme de todo esto- Regina se veía realmente molesta.

-¿Te recuerdo quien comenzó con todo?

-Regina tiene razón. Intenta ayudarte- la interrumpí. Hasta yo notaba que Lorena se estaba pasando.

-Como sea…- me miró enojada por no haberla apoyado.

Regina continuó ante la incomodidad del momento.

-Entonces, le decía que podría cambiar su apariencia, como crearse un personaje. ¿Tú crees que la forma de vestir en alguien afecta en la percepción que proyecta al resto?

-¿Hablando de la orientación sexual? Puede ser…

-Pensaba que podría ayudar a Lorena vestirse un poco más femenina. Tal vez te parezca muy absurdo, pero...

-No, entiendo tu punto. Y, bueno, no perdemos nada- le sonreí, haciéndole saber que la apoyaba.

-Aunque tal vez nos estamos mal viajando, y a los demás no les importó nada lo del beso- comentó Regina, Lorena permanecía en silencio.

-Lamento decirlo, pero he escuchado varios comentarios al respecto, y por la manera en la que nos ven ahora mismo, parece ser que si le dan mucha importancia a lo que pasa con los demás…- Y era verdad, nos dirigían miradas desde la mayoría de las mesas alrededor.

-Odio la  escuela- soltó Lorena.

-Tranquila, en la universidad cambia- escuché una voz detrás de mí. Volteé a ver de quién se trataba.

Era una chica de, más o menos, 20 años. Tenía el cabello largo y ondulado. Vestía unos jeans y una camisa sin mangas blanca. Noté un tatuaje en su muñeca izquierda, aunque no pude distinguir qué era. Una perforación en su nariz, y sus ojos color verde, resaltan su belleza.

-¿Bárbara? ¿Qué haces acá?- preguntó Lorena.

NOTA

HombreFX: Me alegra que te haya gustado :)

aurora la diosa: Gracias por tus palabras. Y sí, Lorena está reprimiendo mucho, ¿pero hasta cuándo? ¡Saludos! :D

luciapolvos: ¡Gracias por escribir! Espero que sígas disfrutando la historia. :)