Un interés repentino (Cap. 3)

Quédate...

Regina

Han pasado dos días desde que hablé con Lorena. La he visto en la escuela pero, como lo mejor que podría hacer ahorita es no acercarme a ella (al menos, no en público), me he quedado en los descansos adentro del salón, con la intención de no darle más motivos a los demás para creer lo contrario de lo que queremos que crean. ¿Lo que acabo de decir tiene sentido? He de decir que la situación me confunde bastante.

A ver, el objetivo es que Lorena quedé dentro del closet, ¿no? Entonces, el problema no es que la relacionen conmigo sentimentalmente, sino lo que eso implica: que a ella le gustan las mujeres. Siendo así, creo que puede ser que yo le guste…

¿Cómo ocultar la verdad? Con mentiras. ¿Qué mentira podría ocultar que Lorena es lesbiana? Que actúe 100% heterosexual. En ese aspecto, no pienso aceptar completamente la culpa de lo que ahora sucede. Ella me ha criticado por dejarme guiar por estereotipos de telenovela, pero como yo, hay muchos. Es decir, si hubiera besado a alguien como Julia, ¿los rumores serían igual de fuertes? La realidad es que la sociedad está más que llena de prejuicios, y (honestamente) Lorena desprende cierta vibra.

Si tanto le preocupa la opinión ajena, o al menos lo suficiente para guiar su vida acorde a ello, ¡entonces que no vista como la gente piensa que las lesbianas visten! Sé que estoy diciendo estupideces, pero en mi lógica lo que digo tiene sentido. Tantas ganas tiene de ocultarse, ¿no? Que lo haga en toda regla. Que no ande con ninguna mujer, ni en secreto, y que esté con algún chico, aunque no lo quiera… En pocas palabras, que se meta hasta el fondo del armario.

Tengo que hablar con ella, he encontrado la solución perfecta a nuestro problema.

Julia

La campana sonó, volteé a ver a Regina y seguía en su propio mundo. Está viendo la ventana, ensimismada en sus pensamientos. No sé si avisarle que la clase ya finalizó, no quiero perturbar su aire ensoñador.

-Jul, unos cuantos vamos a mi casa, ¿vienes?- Andrea era de las pocas personas a las que podía considerar mis amigos.

-Claro, ¿los veo abajo?- Ella asintió, y salió del salón.

Conforme los demás iban saliendo, Regina y yo nos quedamos solas. Había estado fingiendo acomodar mis cosas dentro de la mochila para que no sospecharan. Regina ya no miraba por la ventana, ahora estaba con los brazos cruzados sobre el pupitre, y con su cara metida entre ellos.

-¿Regina? Ya terminó la clase.

Ella alzó la cabeza, me dio una sonrisa cortes y se levantó de la banca. Aparentemente ya había guardado sus cosas, si es que siquiera las sacó. Con el fin de evitar un momento incómodo, me dispuse a irme de allí.

-Julia, espera- Me detuve a un paso de salir.- ¿Podrías decirle a Lorena que necesito hablar con ella?

¿Qué me quedaba? Tan sólo decirle que sí. Me dio su número y continué caminando. En la puerta de salida, ya me esperaban los chicos, entre ellos Marco. Tomados de la mano, nos dirigimos a lo de Andrea. Una vez allí, le avisaría a Lorena que Regina la buscaba. Ese día sólo la vi una vez, durante el receso. Tenía un libro bajo el brazo, y esperaba en la fila de la cafetería. Sabía lo que pediría: un café descafeinado, un mollete y un panque de pasas. Llevaba tanto tiempo pidiendo eso, cada viernes, que me pregunté cuándo se hartaría de comerlo. Pero ella era así, muy rutinaria.

Una vez llegamos a la casa, nos pasamos directo al jardín. Nos acomodamos en el pasto y aproveché para mandarle un mensaje a Lorena.

“Ya no te vi a la salida :( ¿Tuviste la última clase? Yo estoy en casa de una amiga. De Andrea, ya te había platicado de ella, muy buena onda.”

Dejé mi celular a un lado de mí. Marco y un amigo suyo traían una heladera con cervezas. La colocaron en medio, y nos pasaron una cada quien. Mi celular vibró.

“Hola! Sí la tuve, pero me la salté… era educación física. Mmm, ¿Andrea es la que vomitó en el cuarto de tus papás? Hahaha”

Reí, internamente, al recordar aquel incidente. Había montado una fiesta en mi casa para celebrar el fin de curso…precisamente había sido aquella vez cuando  conocí a Marco. Él era primo de un amigo del instituto, Alexis; se cambiaría el siguiente año a nuestra escuela, y quería conocer a algunos antes de entrar. Giré a verlo, hablaba y reía, era bastante carismático, no le costaba trabajo caer bien. Se percató de que lo observaba, y se acercó a darme beso en los labios.

“Es ella, efectivamente jajaja. Pero se quedó a ayudarme a limpiar, ¿sabes cuántas personas hacen eso? A la mayoría les vale. Por cierto, Regina necesita hablar contigo… ¿Qué quieres que le diga?”

Suspiré, no me sentía cómoda siendo una mensajera entre ellas.

-¡Julia! Si no guardas tu celular ya, lo esconderemos….- Todos apoyaron la moción de Marisol, sabía que eran capaces, por lo que lo metí en mi mochila. Tenían razón, casi no había participado en la conversación.

-Ya, lo siento… ¿de qué hablaban?

-Más bien, dinos tú con quién hablabas. Tu novio está a tu lado.

Marco me agarró la mano y me sonrió de manera cómplice. Sin reproches, ni sospechas. Era una gran persona, tal vez había sido eso lo que me animó a aceptar andar con él. No me gustaba que personas que no tenían mucho que ver conmigo, se tomaran la confianza de interrogarme como Marisol lo estaba haciendo.

-Déjenla ser, no es de nuestra incumbencia- Andrea intervino, mostrándome su apoyo con una sonrisa también.

-Sí, mejor hablemos de otra cosa- Me relajé ante el intento de cambio de tema.- ¿Qué opinan de lo de Regina con esa chica de quinto?

-La verdad, es que sí se veía medio bi- ¿A mí también se me notaria lo “bi”?, pensé.

-Mientras los hombres tengamos alguna oportunidad con ella, por mí mejor que también le vayan las mujeres. Así podríamos hacer un trío.- Comentó un imbécil del cual ignoro su nombre, orgulloso de lo que afirmó como una “ventaja”.

-¿Alguien sabe cómo se llama su novia?- preguntó Marisol. Definitivamente estaba perdiendo puntos conmigo.

-Quién sabe, pero está bien buena- Otra vez el mismo imbécil.

-Creo que se llama Érica.

-Según yo, se llamaba Priscila- Me causó gracia esto, ya que ella odiaba ese nombre

-Lorena… eh, me parece- ¡Demonios!, lo dije en automático.

Todavía no había leído su respuesta. Discretamente, metí la mano en la mochila y agarré el celular. Marco se reía de mi intento de discreción, aparentemente no lo fui tanto. También me reí de la situación, esta clase de momentos íntimos entre él y yo también me agradaban.

Lorena aún no había contestado. Me aventuré a preguntarle lo que en realidad quería saber.

“¿Quieres que le diga que vaya a tu casa?”

Su cuarto era nuestro rincón en el mundo. Allí, fuimos todo lo que quisimos. Me gustaba saber que yo era la única que había entrado ahí; el pintar dibujos y escribir en su pared, había sido como traer algo mío a su lugar; mi ropa y libros que yacían en su segundo cajón, eran una remembranza de otra clase de hogar en la cual disfrutaba refugiarme. Y sí, quería saber si Lorena dejaría que Regina entrara ahí.

Esperaba la vibración que acompañaría a su respuesta, en segundos ansiosos no sabía si ocultaba mi inquietud. Regresé mi atención a mi alrededor, ellos aún seguían enfrascados en el mismo tópico.

-Desde que llegó, Regina siempre fue muy reservada. Y de pronto, ¡Zaz! Se anda besuqueando a su novia en plena salida del instituto. Hasta parecía que lo había hecho a propósito para que los demás las vieran- Alexis parecía en verdad entusiasmado con la plática.

Por fin el celular vibró. ¿Por qué habrá tardado tanto en responder?

“Sí, dile que se pase esta noche. ¿Puedes darle mi número para que me hable y le explique la dirección? Gracias ;) Voy a cenar, ¿hablamos cuando regreses a tu casa? Te quiero infinito.”

Leí, y releí una y otra vez el mensaje. ¿Debía responderle? No quería hacerlo. No recordaba haber sentido tanto frío recorrer mis huesos antes ¿Se vería muy mal si estrellaba mi teléfono contra la pared? De un trago, me acabé lo que quedaba en mi botella. Me levanté y tomé otra cerveza. Los demás habían dejado de platicar, ahora bailaban con una música que, para mí, parecía haber aparecido de pronto. Marco permanecía sentado, antes de jalarlo para bailar, le mandé el mensaje a Regina y lo apagué.

Regina

“Llegas a la casa, y a la izquierda hay un callejón. Caminas por él, y te toparás con una barda de madera, la sexta y séptima tablas, de izquierda a derecha, se pueden mover. Entra por ese hueco, y casi luego luego está un cuarto que parece hibernado. Ese es mi cuarto, te espero… trata de no hacer ruido.”

Seguí las indicaciones de Lorena. Al estar en su patio, traté de andar lo más silenciosa que pude. Estaba oscuro, eran poco más de las siete de la noche. En la planta baja de la casa, sólo un cuarto estaba iluminado por la luz que la televisión irradiaba. Llegué a su cuarto y no sabía si tocar, o simplemente entrar. Mejor llamar antes, golpeé suavemente la puerta. A los poco segundos, ella abrió. Entré rápido, como si estuviera en una misión secreta, no me agradaba la sensación.

-¿Quieres sentarte?- jaló la silla de su escritorio.

-¿Por qué no?- quería parecer relajada, como si esto fuera algo típico entre nosotras.

Lorena rió, divertida. Parecido a cuando estúpidamente le dije “de nada”, pero sin la frialdad de aquella vez.

-¿Y de qué querías hablar?- se sentó en su cama, y alcanzó la botella de agua arriba de su buró, para tomar de ella.

-Primero, decirte que tengo ya la solución. En segunda, he estado reflexionando, y no pienso ser la única culpable de esto.

Lorena casi escupe el agua. Me miró, con los ojos entrecerrados. Tal vez se preguntaba si estaba bromeando. Al darse cuenta de que no, apareció esa Lorena molesta que conocí desde casi el principio.

-¿Y yo qué tengo que ver con lo que hiciste? A parte de ser la afectada, claro.

-Tal vez, no algo que hayas hecho adrede. Pero, cualquiera con un gaydar se da cuenta de que no eres hetero… El resto tal vez se pueda dar cuenta también, pero por sus prejuicios.

-¿Estás diciendo que parezco lesbiana? ¿Es en serio? Pensé que ya habíamos hablado de tu problema con los estereotipos.

-Sí, ya sé. No creas que no noté tu ironía y burla al llamarme la última vez “chica popular”. Pero, verás, ese no es sólo mi problema, es del mundo. Y si quieres que esto funcione, tendrás que seguir mi plan. ¿Me pasas un cuaderno y una pluma? Por favor…

Lorena lo dudó unos instantes, pero sacó las cosas de su mochila y me las extendió.

-Muy bien, a esto lo llamo un “Proceso de heterización”- empecé a explicarle mi plan, al par que escribía.- Tú lo que quieres es que “los otros” no vean que te gustan las mujeres. Nuestro objetivo es “darles ese gusto”, por así decirlo.  Esos otros, no abarcan toda la población, pero sí a todos aquellos que opinan sobre lo que es normal y está bien, su palabra la tomaremos como ley. ¿Entendido?

Lorena simplemente asintió, me parece que no sabía bien cómo reaccionar a mi (perfecto) plan.

-Tú imagen y acciones se basaran en lo que ellos piensan. Sin embargo, como no he hecho un sondeo de opinión, nos guiaremos por intuición.

Suspiró, y se puso en pie. Aún tenía puesto el uniforme. Lorena era muy bella. No era tan alta, y tenía un bonito cuerpo. Me gustaba el color de su cabello, con diferentes matices de castaño. No lo traía largo, tampoco muy corto, lo peinaba con un estilo rebelde que le daba un toque atractivo.

-Compraremos una camisa con una talla menos, para que te quede muy ceñida al cuerpo. También, sería bueno que te subieras un poco más la falda y así enseñaras más las piernas. Los zapatos son importantes, ¿sabes caminar con tacones?

Ella negó con la cabeza, sin mucha expresión en su rostro, a decir verdad.

-Pues aprenderás. Tus uñas, déjalas un poco largas, y siempre llévalas pintadas. De preferencia, ve con un profesional. Y el maquillaje… creo que con uno discreto y femenino, servirá. Mínimo, aplicar brillo en tus labios. Lo más importante, amas el rosa, más que a tu propia vida. Para ti, todo se ve mejor con rosa.

-¿Amo el rosa más que a los hombres?- sonrió.

-Mmm, ahí se la llevan….

Su risa se quedó grabada en mi cabeza, provocársela era ahora una de mis cosas favoritas.

-Agradecerás haberme conocido junto a mis estereotipos hollywoodenses.

-¿Y tendré que ser homofóbica?

-No, creo que produciría un efecto negativo. Puede ser que piensen que tratas de ocultarte…

Me fulminó con la mirada al captar el sarcasmo en mi comentario. La ignoré.

-Ahora, el porte…

Junté mi cuerpo al suyo. Posé mi mano en su espalda baja, y la atraje un poco más a mí. La escuché tragar saliva.

-Saca más la pompa. ¿Sientes está curva aquí?- La acaricié con mis dedos, aún en su espalda baja.- Es sexy.

Noté su no tan disimulada sonrisa. Esta vez, ella también me miraba a los ojos. Llevé mi mano a su cara, y le acaricié la mejilla. Bajé delicadamente hacia su mentón, y lo alcé.

-Recuerda, tu cuello erguido y la frente en alto. Eres hermosa, lo sabes y todos a tu alrededor.

-¿Por qué haces esto? Sabes que estoy con Julia…- preguntó en un susurro.

-¿Lo estás? Porque ella me dijo que lo habían dejado…

Lorena no respondió, y se sentó de nuevo en su cama. Me senté junto a ella. Pensé en Bárbara. ¿Por qué me sentía tan atraída por las personas que sostienen tantos secretos? Tal  vez, lo mejor sería estar con una chica con la cual salir abrazadas a la calle, envueltas en la bandera gay.

-Sólo quiero decirte algo. No sé qué pasa con tu familia, o el por qué tanto misterio. No sé si te pueden llevar a un campamento cristiano, o con un psiquiatra, desheredarte… o, en el peor de los casos, atentar contra tu vida. Y entiendo la posición de Julia, respeta tu decisión, creo que yo haría lo mismo. Pero si yo fuera tu novia, estaría de tal modo que sabrías que haré todo por que estés bien. Si tu familia te deja de hablar, te abrazaría y repetiría que te aman, que las creencias son difíciles de cambiar, pero que el tiempo todo lo arregla. Y si te corrieran de tu casa, encontraríamos un lugar, y una solución para los problemas de dinero...

Sus sollozos me interrumpieron. Lorena mantenía la cabeza gacha, y volteada hacia el lado contario a mi lado. Me levanté, y me coloqué frente a ella. Acaricié su cabello, y ella rodeó mi cintura con sus brazos. Enterró su cabeza en mi abdomen, y su llanto al fin salió. Podía sentir cómo agarraba con sus manos mi camisa, cerrándolas en un puño, con fuerza.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Cuando Lorena se calmó, una lluvia afuera empezó a caer.

-¿Tienes sombrilla?- me preguntó, mientras se limpiaba las lágrimas. Saqué unos pañuelos, y se lo di.

-No… ¿me prestas uno?

No respondió, en cambio miraba el pañuelo que sus manos sujetaban.

-Quédate…

¿Había escuchado bien? Mi corazón dio un vuelco. Sin embargo…

-¿Sabes por qué me comporto así cuando estoy contigo? Porque me gustas...-suspiré, no era fácil decírlo- Llegará otro momento para utilizar el pretexto de la lluvia.

No sabía si estaba enojada. Pero, no levantó la vista de sus manos, ni cuando la besé en la mejilla, ni cuando salí de ahí.

NOTA

¡Gracias por sus comentarios!: sony, Picxis, HombreFX, aurora la diosa, y Arrwork. :)

Espero, disfruten este capítulo. Si es posible, subiré capítulo(s) entre semana. Sin embargo, también es posible que, en cambio, suba un capítulo largo el fin de semana. Estoy disfrutando escribir esta historia, pero por ahora la universidad es mi principal prioridad, por lo que no siempre contaré con tanto tiempo "libre".  Lo que sí, pretenderé tener una constancia en las actualizaciones. Un abrazo.