Un Intercambio de Ensueño
Dos maridos,conscientes de que sus mujeres estaban perdiendo su fogosidad sexual las convencen a probar un intercambio de parejas.y lo disfrutan torrencialmente.
Un Intercambio de Ensueño
Estaba cayendo la tarde y los peces habían dejado de picar. Aproveché un remanso en la corriente y me dispuse a limpiar de escamas los cuatro magníficos ejemplares de Lobina Negra que me había tocado en suerte atrapar. José, mi compañero de pesca y aventuras, viéndome empeñado en la tarea, me dejó también los cinco que él había cobrado. Para compensar la latosa tarea que me había recargado, se ofreció a realizar una larga caminata entre el pedregal que bordeaba el río, hasta nuestra camioneta de transporte en donde se encontraba una grande hielera y retornar con una doble ración de heladas cervezas con las cuales aderezar nuestra plática y aliviar nuestras sedientas gargantas.
Este era apenas el segundo día de los tres que habíamos destinado permanecer de pesca en ese lugar, por lo cual no teníamos mucha urgencia de cobrar mayor cantidad de peces, sí en cambio retornar al lugar donde estaba nuestro campamento y reforzar la gran carpa que habría de protegernos del aguacero que ya el viento nos estaba anticipando su pronto advenimiento. También, y eso lo sentía como un hecho absolutamente cierto, tenía la certeza de que lo que José realmente deseaba era retornar a la tranquilidad del campamento y reanudar la ardiente conversación que durante la noche y madrugada anterior habíamos sostenido, y en la que estábamos consintiendo en comprometernos a tratar de convencer a nuestras divinas esposas a participar, en exclusiva con nosotros, en un fabuloso y real intercambio sexual de nalgas y vergas para nuestro sagrado deleite.
En efecto, apenas terminamos el acondicionamiento del campamento y preparada y disfrutada la cena, José, mi amigo de toda la vida y leal compañero en nuestras carreras profesionales de arquitectura e ingeniería respectivamente, retomó de nuevo el curso de nuestras pláticas y resumiendo en pocas palabras los acuerdos nocturnos a que habíamos llegado, enfatizó : " Bueno Juan, anoche llegamos al mutuo acuerdo de que nuestra actividad sexual matrimonial, ha venido decayendo al través de los años, y ante el riesgo de convertirla en tediosa, consentimos en tratar de convencer a nuestras esposas a un auténtico intercambio sexual, pero ¿ qué tan seguros estamos de que ellas estén de acuerdo con nuestros planes.? Por mi parte, agregó José : desde hace un par de meses he venido tratando el tema con Laura, y aunque sólo lo aprueba cuanto gozamos en plena calentura cogiendo, tengo la confianza que llegado el momento cumplirá el deseo, y para que de una vez lo sepas, te anticipo que son precisamente tú y Martha la pareja con quienes nosotros aceptamos el intercambio ; por consiguiente solamente de ustedes depende el señalamiento de la fecha y lugar en que habremos de celebrar nuestro soñado primer intercambio.
La sorpresiva confesión de mi compañero de aventuras, causó un impacto centellante en mi imaginación, y de inmediato una visión de ardiente locura en la que la desnudez de nuestras respectivas esposas se entregaban a nuestros brazos, cruzó por mi mente y erectó mi verga. No tenía otra alternativa : estaba totalmente de acuerdo con la decisión de José, y además estaba absolutamente seguro que con la colaboración de Laura acabaría por vencer las últimas resistencias de mi mujer y terminaría por convencerla, pues sabía de sus grandes calenturas y de la forma despiadada en que solía enardecerme diciéndo cuando la estaba penetrando : " saca tantito tu verga, sácala, sácala tantito mi amor, deja que la otra, la que me está acariciando el culo también me goce; luego no te detengas, déjala me provoque un nuevo orgasmo, para que sientas mi vida al retornar a mi vagina, el increíble placer de realmente saborear un culo verdaderamente bien cogido. Esa era una de sus fantasías. No podía en consecuencia hacerme quedar mal, tenía confianza en comprometer sus nalgas por anticipado, naturalmente a cambio de las preciosas de Laurita que José me ofrecía..
Durante el viaje de regreso, fuimos afinando los planes. Acordamos que cada quien por su lado haría con su mujer los preparativos que estimara necesarios, pero que no les diríamos que nosotros ya teníamos pactado y convenido " prestarnos mutuamente " sus fabulosas nalgas y disfrutarlas a plenitud. Aprovechando para llevar a la realidad nuestros eróticos planes, la celebración del Décimo Quinto Congreso de Ingeniería Comparada que se habría de celebrarse próximamente en la ciudad de Houston, Texas, a la cual dada nuestra especialidad profesional, nos convenía asistir, naturalmente acompañados de nuestras hermosas esposas. Mientras, en tanto transcurrían los siete días que mediaban para emprender nuestro viaje, nos comprometimos a no hablar con nuestras mujeres de ningún tema de contenido sexual. Era fundamental que llegáramos absolutamente enteros y cargados.
Llegamos al enorme aeropuerto y apenas entrando a la sección de acceso a equipajes, encontramos a una edecan del congreso informándonos en relación al hotel destinado a congresistas, pero Martha ya conocedora de que en esa forma se contraen demasiados compromisos, rechazó la invitación por tener reservación comprometida, quedando en consecuencia libres de las actividades del congreso, todo lo cual fue muy alegremente aprobado por Laurita, permitiéndome sospechar que ellas parecían tener una idea especial para aprovechar el viaje. Y en verdad que no estaba equivocado, pues apenas tomamos posesión de la elegante suite que teníamos en reserva y ya deseaban que nos fuéramos por otros rumbos, hubímos de convencerlas que al menos deberíamos de asistir a la apertura y cocktail del congreso y luego sí, con no menos de cuatro copas de fina champaña en la espalda, les soltaríamos la rienda y quedaríamos a su entera disposición y sin límite de tiempo. Y así fue.........
Estando ya en el ascensor rumbo a un famoso centro de diversión nocturna, Martha mi mujer, que ya se había achispado con las copas de champaña de la bienvenida, tomó iniciativa y nos dijo : " Miren ya tendremos tiempo de visitar ese u otros lugares, porqué no ahora mejor aprovechamos las ricas viandas y vinos que tenemos en nuestra suite, ahí decidiremos qué hacer mañana. Los cuatro estuvimos de acuerdo, y tan pronto llegamos a la privacidad de nuestras habitaciones cambiamos la ropa formal por otra más cómoda, escogímos cada uno de nosotros la bebida que más alborotó nuestros sentidos, y nos quedamos callados, sin pronunciar una sola palabra; se daba la impresión que los cuatro sabíamos de lo que deseábamos hablar, pero nadie lo decía, tan sólo nos veíamos y bebíamos de nuestra copa. De pronto, con un profundo respiro, como si en ello le fuere la vida, Laura dirigiéndose a mi, me dijo : " tengo algo qué preguntarte Juan, pero necesito me digas la verdad, quiero saber aquí delante de mi esposo, si es cierto o no que tú, desde hace mucho tiempo, tienes el sueño de llega r cogerme y obligarme a que te mame la verga. Dime por favor si ello es o no cierto, porque es el caso que mi esposo me ha confesado que su más cara ilusión es la misma que tú tienes para conmigo y quiere cogerse a tu mujer y no nada más eso, sino que también sueña que mientras se la esté cogiendo vaginalmente, tú a ella le estés mamando el clítoris para que ella goce más y mejor se mueva cuando mi esposo la esté penetrando. Dime Juan, es cierto todo eso que te he dicho, o te atreves a negarlo. Dímelo Juan, dímelo, quiero saber toda la verdad, porque de no ser cierto entonces no sé lo que voy a hacer con mi marido que quiere cogerse a tu mujer, y sobre todo también lo que debo decidir yo misma, pues desde que Martha me comentó el gran tamaño y resistencia de tu verga, es fecha que se me humedece la vagina y mojo los calzones cada vez que imagino tu instrumento..
Yo contestaré por él, intervino Martha. Todo eso que has dicho es cierto, pues cuando Juan me está cogiendo y quiere calentarme mucho más, retira su verga de mi vagina y, volviendo a meterla, me dice que la verga que siento restregar en mi culo no es la suya, sino la de tu José, penetrándome entonces con cierta violencia, tratando en esa forma de aparentar que son dos hombres quienes me están felizmente cogiendo y haciéndome gozar divinamente. Pero ahora ya no son sueños Laura, aquí tenemos a nuestros señores vergones, así que ya sabiendo los cuatro lo que realmente deseamos, vamos pues a cogernos. Ustedes dirán cómo y por donde empezamos. Siguiendo la corriente, Laurita sugirió : tú Juan ¿ cómo te gustaría iniciar nuestra fiesta ? Acepté el reto y me decidí por invitarlos a tomarnos un par de tragos y empezar a desnudarnos por completo, y cuando finalmente lo estuvimos los cuatro, verdaderamente vivimos unos instantes maravillosos : las mujeres enmudecieron emocionadas cuando pudieron contemplar a plenitud frente a sus rostros nuestras erectas vergas, que en heroico descaro se erguían majestuosas presumiendo su virilidad ante su hermosa desnudez : en tanto que ellas dedicaban toda su lúbrica atención a los nuevos soberbios ejemplares que aparecían ante sus ojos, y que muy pronto habrían gloriosamente penetrar en sus entrañas; haciéndonos vivir en esos instantes un escenario de tremendo erotismo largamente contenido en nuestros pensamientos y que ahora finalmente convertíamos en realidad .
Pasados los primeros minutos del increíble agasajo que significaba encontrarnos desnudos y felices de estar dispuestos a disfrutar de nuestra sexualidad, me atreví a opinar que no debíamos ajustarnos a ningún programa especial, sino simplemente comportarnos con absoluta libertad y dejar correr los acontecimientos en la forma en que se fueran presentando, respetando en todo momento el sentir y deseo de nuestras mujeres, lo cual mereció la aprobación general, y un aplauso de Laurita, que coquetamente se desprendió de los brazos de su marido acudiendo a los míos, para con ansias verdaderas, acompasadamente empezó a acariciar mi verga con sus delicadas manos y sintiéndola erecta a plenitud, se tumbó de rodillas en la alfombra y al tiempo mismo que musitaba : " quiero morder este fierro con mis dientes "con sus labios en toda su extensión lo acariciaba hasta llegar a mis huevos y así trastornar mis sentidos. La conducta de Laura fue el detonante para que José y Martha siguieran nuestros pasos, pero un instante antes de iniciar la faena, mi mujer con el pretexto de besar mis labios me soltó la frase : " mirame bien amor mío, quiero que después me digas qué es lo que sentiste al verme mamar la verga de José ", y con una pícara sonrisa se alejó de mis brazos para irse a refugiar en los de su nuevo amante. Sentí el terrible flagelo de los celos, pero me contuve. Recordé que sobre ello muchísimo habíamos hablado y debíamos controlar esos sentimientos. No lo estábamos haciendo por amor, tan sólo era un ejercicio sexual para encender nuestra hormonas y luego disfrutar nuestros excesos, recordándolos en la intimidad de nuestra recámara nupcial.
La boca de Laura en mis testículos me hizo volver a la realidad. Acaricié su rostro entre mis piernas y enderezando su cuerpo la elevé en mis brazos, y al tiempo mismo en que besaba sus ardientes labios, la llevé a la cama. Nívea y sedosa su piel, turgentes y arrogantes sus senos, hicieron me rindiera ante semejante belleza de mujer, por lo que conteniendo la terrible excitación que al contacto de su piel me provocaba, muy delicadamente con la punta de mi lengua acaricié con suavidad la dureza enervante de sus cálidos pezones, que irradiaban el intenso calor de la lujuria que en ese momento estallaba, pero que había encendido cuando al transportarla de mis brazos a la cama, los 22 cms. de mi verga endurecida, se estrelló en su pubis para rebotar luego y terminar encajado entre sus piernas, mientras mis labios tomaban posesión de sus ardientes pezones y Laura totalmente entregada, besaba mi boca, mordía mi cuello y mi rostro por entero, exigiendo más caricias, las cuales prometía concedérselas todas.
En medio del intenso placer que con Laura compartía, escuché unos arrebatados jadeos y otras exclamaciones inteligibles que nos obligó a virar nuestro rostro hacia el otro extremo de la enorme Super King Size que ambas parejas ocupábamos como tálamo nupcial y pudimos darnos el lujo de contemplar a nuestras respectivas parejas en pleno ejercicio del amor. Martha, mi hembra, había hecho acostar a José de espaldas a la orilla de la cama, y ella de rodillas sobre una almohada en el piso alfombrado, lo trataba de mantener quieto con las piernas flexionadas y abiertas, mientras le daba una soberbia mamada a su enardecido instrumento, al que con su lengua recorría en toda su extensión en forma muy semejante a como Laura lo había hecho hacía unos minutos con la mía; pero al darse cuenta mi mujer de que la estaba observando, por unos instantes dejó de hacerlo y nos comentó : " éstos episodios no son más que preliminares para irnos adaptando al gusto, y así también lo deben hacer ustedes para disfrutarlo todo entre plática y caricias, para luego más delante, que al fin tenemos tiempo, podremos entregarnos a la verdadera y soñada jodienda.
Pedimos excusas por nuestra inesperada interrupción, pero nadie resintió molestia, por el contrario: nos sirvió como breve receso en la calentura para cambiar impresiones y consumir vinos y tragos, dedicando una breve caricia en las nalgas de nuestras correspondientes esposas, y enseguida reanudar el combate, pero antes de hacerlo, ratificamos que toda nuestra actividad sexual, para nuestra propia satisfacción y personal deleite visual, deberíamos tratar de mantenerla principalmente unos frente a los otros, aclarando que si en algún momento, por la razón que fuere, cualquiera de las parejas deseaban tenerlo en la segunda recámara de la suite, se tenía libertad absoluta de hacerlo, sin obligación alguna de brindar mayor explicación.
Mientras manteníamos esa pequeña charla, mi Martha y Laurita parecían marchar al unísono, ya que no obstante participar activas en las pláticas, no dejaban un sólo instante de mantenerse aferradas a nuestras respectivas vergas : mi mujer acariciando con sus manos el miembro y testículos de José, en tanto que Laura recargaba en el mío con evidente placer sus monumentales nalgas, provocándome una continua y salvaje erección ; pero inmediatamente se concluyó el intercambio de opiniones, mi mujer , ansiosa de sexo, materialmente arrastró a José al grande sofá estratégicamente colocado a un costado de la cama gigante, dejándome en libertad de tomar el sitio y llevarme a Laurita a quien yo desesperaba por acariciarla por entero, y particularmente posesionarme de sus preciosísimas nalgas, que ejercían sobre mi mente y cuerpo un poderoso embrujo. La tendí a lo largo de la cama y mientras que con una de mis manos me apoderaba de la turgencia de sus senos, con la otra acariciaba sus torneados muslos y piernas permitiendo a mis ojos extasiarse en su maravillosa desnudez , destacando en forma notable su divino promontorio púbico, fabulosamente decorado por una mata de vello castaño claro de una sedosidad extraordinaria enmarcaban la grieta vaginal de tan suprema hembra; y cuando mis labios y lengua dirigía al encuentro de su clítoris, parecían agradecer mi visita al dócilmente acariciar mis mejillas y excitar mi lengua en la búsqueda y captura placentera de su clítoris, logrando con mis sabias caricias vaginales enardecer a Laurita, quien en un rápido movimiento de su cuerpo colocó su vértice vaginal sobre mi rostro y el suyo entre mis piernas, apoderándose por completo de mi verga, violentamente introducirla en su boca y llevarla hasta la profundidad de su garganta, desde donde inició una rítmica sucesión de enardecidos movimientos de sus labios en mi glande, haciéndome disfrutar de la más soberbia mamada de mi vida, que provocó una pavorosa descarga seminal le bañara el rostro y que sólo pude terminar y contener cuando abracé mi verga entre sus senos.
Pero ahora debía contener a Laura en su lujuria, la cambié de postura y haciéndole reclinar sus rodillas en la cama, me ofreció la más espectacular visión de sus hermosísimas nalgas, las cuales empecé a besar y morder con deleite, pero no podía entretenerme en prodigarle mis caricias por más tiempo, me urgía complacerla y que sintiera la ardiente potencia de mi verga en su vagina, y así lo hice, convirtiendo sus leves quejidos placenteros en una múltiple sucesión de gritos y voces incoherentes, de esos que sólo saben pronunciar las hembras cuando son sexualmente satisfechas.
Sin poder destrabarme de sus nalgas, pues me encontraba disfrutando del divino furor de sus orgasmos, me había impedido saber de mi esposa y José, a pesar de que en plena acción se encontraban muy cerca de nosotros en la misma cama, en ese instante como si hasta entonces ambos hubiéramos advertido que no nos habíamos contemplado cogiendo, las miradas de nuestros ojos se cruzaron, la de Martha en mi verga que penetraba un culo distinto al suyo; y las mías en el poderoso ariete de José, -casi tan grande como el mío- que bien apalancado en las fabulosas nalgas de mi mujer, descansaba sus abiertas piernas sobre los hombros de José, mientras que éste le bañaba las entrañas con un venida tan salvaje como la que yo le estaba recetando a su mujer. Al ver ese espectáculo le dije a Martha que me la quería coger, pero se negó diciendo que tenían 24 horas para gozar solas con sus nuevo maridos y que sería hasta el día siguiente cuando podríamos alternar los cuatro en las cogidas, agregando :: " Eso fue lo que convinieron el día de pesca, cuando aprobaron el sabroso intercambio de nuestras nalgas y sus vergas, pues bien ya lo tienen, aprovéchenlo.
Al día siguiente, sábado nos levantamos tarde, y después de un baño principesco, nos fuimos a un muy recomendado restaurante que en verdad cumplió con la fama que le precede, pero rápido como si realmente estuviéramos en viaje de recien casados, alegremente retornamos al hotel, y previo un par de brindis para ordenar pensamientos, acordamos que en razón a la forma con que estábamos disfrutando nuestra enardecida entrega sexual, era muy posible decidiéramos tomar a nuestras damas por el culo, por lo que para evitar en lo posible lastimarlas y proteger su salud, era conveniente que una a otra se aplicaran un edema antes de empezar la faena, oyéndose de repente la clara voz de Laurita diciendo : " y para ustedes también, porque si ustedes me meten su cosa, yo a ustedes les meto el dedo ", y todos soltamos la carcajada.
Inmediatamente concluyeron las medidas sanitarias, no tardamos diéz minutos de estar totalmente desnudos y en brazos de nuestras parejas en intercambio, teníamos verdaderas ansias por nuevamente empezar a cogerlas. En realidad estaban salvajemente buenas nuestras mujeres. Ya lo comprobaría más tarde, tenía la absoluta certeza de que José, igual que yo, no nos arrepentiríamos de sufrir y gozar el intercambio, puesto que las veíamos disfrutarlo con locura, y la prueba de ello era irrefutable, la tenía ante mis ojos al ver a Martha que mantenía verga en mano a José de pié y sentada ella a la orilla de la cama, acariciándole con fervor el resplandeciente garrote e invitándolo subir a la cama, en tanto ella misma se colocaba de rodillas mostrando sus hermosas nalgas y el sonrosado colorido de su grieta, que temblando de amor se aprestaba a soportar el empuje de su colosal ariete, y a Laurita que también emocionada ante tan maravillosa escena, se arrodilló y emparejando su cuerpo con las nalgas de mi esposa, a voces suplicaba que ambos maridos las cogiéramos en forma alterna. . Queremos sentir a los dos cogiendo, - decía y saber qué se siente ser penetradas simultáneamente por esas dos vergas de distinto calibre.
Y les dimos gusto. Empezamos primero por brindar toda clase caricias a sus senos, piernas y nalgas, hasta que por fin José inició el asalto a la vagina de mi esposa, y enseguida mi verga, en fiel y justa correspondencia a los estragos que la de José causaba en Martha, la mía tomó puntería y de una media estocada, para gozarla despacio, e ir poco a poco aumentando la cogida, fui penetrando a Laura hasta convencerme que mis huevos acariciaban su culo. Y en ese punto, cuando más calientes nos encontrábamos los cuatro, iniciámos la alternancia de nuestras vergas en sus vaginas y la cogida se convirtió en locura; fueron incontables el número de veces que nuestras vergas entraron y salieron, alternativamente, de tan ricas y fabulosas nalgas, hasta que finalmente la descarga seminal definitiva concluyó en la misma forma en que habíamos iniciado la cogida: la mía en las nalgas de Laurita, y la de José en las inmaculadas de mi esposa, todo ello sin considerar los multiples chispazos que derramamos durante la alternancia de vergas.
Necesitábamos descanso pues todavía faltaba nos cumplieran la promesa de que nos iban a descular y sobre todo cogernos en trío; pero ya eso lo escribiré mañana.
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