Un Intercambio de Ensueño (2)

Después de haber aprobado el Intercambio y la forma de su desculamiento, las esposas acordaron también sobre la doble penetracion.

Un Intercambio de Ensueño 2

Abrazados y felices, recordando en suave murmullo de voces, las caricias que sin límite alguno nos habíamos prodigado durante la fabulosa ejecución de la gran cogida de nalgas y vergas en alternancia, nos inclinamos a disfrutar de una larga siesta que se prolongó por un poco más de tres horas, y más tarde de un agradable baño de agua fresca en la elegante jacuzzi de nuestra suite, a fin de cobrar nuevas energías y abandonar el hotel en busca de distracción y una buena cena que nos ayudara a retribuir las energías gastadas.

Era sábado por la noche, y hasta en el mismo hotel se vivía un verdadero ambiente de fiesta que en gran medida colaboraba con el nuestro, manteniéndonos en el supremo grado de calentura indispensable para llevar adelante nuestra encantadora y erótica jornada, la cual nos era imposible apartar de nuestra pensamiento, pues los cuatro la sabíamos inconclusa, y de hecho, mediante caricias despistadas a los genitales de unas a otros, o de sabias palabras lujuriosas pronunciadas con prudencia al oído de las damas, nos agasajábamos pensando en los inimaginables placeres que muy en breve

habríamos de disfrutar.

Por tal motivo solamente aceptamos varias copas de cortesía que la administración del hotel nos obsequió durante nuestra estancia en el bar, decidiendo por el momento olvidarnos del agradable ambiente y retornar a nuestras habitaciones, en las que apenas llegar sustituimos nuestras ropas formales por otras más cómodas y entramos de lleno a cambiar impresiones sobre el plan sexual que deseábamos llevar a la práctica. Hablando nuestras mujeres una primero y otra después, se aclararon todas sus dudas, pero fue Laurita quien afirmando ser ella la más afectada, nos amenazó de golpe y porrazo en no participar en la ejecución de una de las fantasías que mayor interés teníamos en disfrutar, refiriéndose a : " la triple venida " , pero antes de que le diéramos alguna respuesta, Martha intervino diciendo : " creo Laura que planteaste las cosas al revés. No, -refutó ella- por supuesto que hablé derecho, al revés es como me la quieren meter". Grandes carcajadas provocó su oportuna y divertida respuesta, pero mi mujer retomó la palabra explicando : miren señores, el problema está así, " ustedes desde hace mucho tiempo, -no sé desde cuánto tú José- pero mi marido desde hace más de dos años y sobre todo durante los últimos tres o cuatro meses, alegando dizque yo me estaba volviendo muy fría en lo sexual, empezó a calentarme la cabeza haciéndome imaginar a otro hombre en la cama y que me cogían una y otra vez entre los dos, hasta dejarme totalmente satisfecha. Claro está que esa fantasía repetida cien veces, logró por hacer gran impacto en mi mente, despertándome el deseo de vivir esa experiencia, terminando por finalmente aceptarla por dos razones : la primera porque adoro a mi marido, y si así él lo quería y lo disfruta, consideré debíamos disfrutarlo juntos; y ahora que me consta lo mucho que gozamos juntos, estoy convencida de que si sabemos cuidarnos y mutuamente protegernos, hemos encontrado una bendita solución a muchos problemas de nuestra vida cotidiana. .

Exactamente lo mismo sucedió conmigo, -abundó Laura- así me fue José calentando poco a poco, inclusive se atrevió escogerme a tu Juan como mi pareja en la cama, lo cual acepté encantada, siempre y cuando tú también aceptaras a José contigo; pero no es eso a lo que hacía referencia sino a que tu estás sobradamente tranquila porque ya Juan te rompió el culo, pero yo soy virgencita y no me puedo imaginar cómo podría soportar en mi culito ese par de vergotas paradas que estoy viendo. ¡ Me dan miedo ¡.

En eso intervino José diciendo : te lo iba explicar martha, pero no le has dado tiempo de hacerlo. Es cierto, continuó Martha, anoche en la cama, José me habló de eso y de sus intentos fracasados de lograrlo, pero creo que hoy mismo a ésas vergas las vas a disfrutar desde el principio, sobre todo si aceptas sea mi Juan quien dé cumplimiento a esa felíz faena, ya que a mí, que le tenía un pavor espantoso, atendiéndome despacio, mucho cariño y comedimiento, logró penetrarme y gozarlo desde la primera vez. No me atrevo a decirte que absolutamente sin dolor, pues lo hay un poco al principio, pero después lo vas a gozar inmensamente; por lo demás, para que te vayas de preparando, tú y yo vámonos al baño a aplicarnos un lavado intestinal. Es básico para la salud de los cuatro, sus vergas no tendrán obstrucciones y nosotras ningún dolor por esa causa. Vamos pues al baño Lauris.

Mientras ellas estaban en el baño, nosotros acordamos calentarlas y hacerlas disfrutar al máximo. De nuevo, en un principio, José se haría cargo de mi mujer y yo de Lauris, ya que José me concedió el honor de la primera lechada a esa nalga que constituía mi admiración, cediéndole a cambio el nuevecito de mi mujer, que en verdad apenas tenía un mes de haberlo adiestrado a soportar mi verga, pues fue entonces cuando la convencí a tener el intercambio de nalgas, considerándome por consiguiente obligado a tomar su virginidad cular, pues de otra forma de no lograrlo despacio y sin dolor, Martha no me permitiría volver a intentarlo y seguramente perderíamos la oportunidad de hacer realidad el intercambio y la posibilidad de gozar con nuestras esposas la gran cogida con doble penetración que tanto añorábamos realizar.

Le explicaba a José la forma en que esperaba llevar al cabo en forma indolora el desvirgamiento cular de Lauris, y lo que él debía hacer cuando lo intentara con Martha, interrumpiéndome para decirme : es increíble Juan, tan sólo hemos hablado de la forma en que las vamos a coger, y mira nomás cómo traemos de paradas las vergas, parece como que ni siquiera nos las han tocado, y te aseguro que así andan ellas de calientes. Qué que, que quiénes andan calientes,, y entonces se nos aparecieron ellas, salían del baño luciendo una hermosa vestimenta de tela transparente que les permitía lucir espléndidamente sus bellos cuerpazos de hembras en plenitud. De inmediato las tomamos en brazos, ahora sí, por el momento, cada una con su cada cual, las empezamos a besar y acariciarlas todas, llevando José a Laurita hasta la cama,y yo a mi mujer al enorme sofá, - en una especie de auto-sufrimiento- pues era el lugar donde la tarde anterior, la vi con sus preciosas nalgas al viento en la posición de perrito, ser soberbiamente penetrada por la verga de José, al mismo tiempo que Lauris y yo en la cama, fundíamos nuestros cuerpos en un incendiario 69, jurándome que la verga que en ese instante acariciaba con sus labios, era la que desde hacía tiempo había soñado algún día le rompería el culo. Y ahora, encontrándome con mi mujer en el mismo lugar en que un día antes la había contemplado cogiendo, hice memoria de la escena y teniéndola ahora desnuda y caliente entre mis brazos, con infinita desesperación y una lluvia de besos, recorrí su cuerpo entero, pero al apoderarse mis labios de sus endurecidos pezones y sentir a mi verga convertida en salvaje ariete intentando clavarse entre sus nalgas, recordé el compromiso adquirido y suspendí el ataque, pues habíamos acordado que no debíamos cogerlas, sino únicamente calentarlas al máximo, dejándolas sin probar verga, retornarlas nuevamente en el intercambio a nuestros brazos a fin de que en ese estado anímico quedasen prepararlas y dispuestas para la ardiente celebración de la ceremonia de rompimiento de sus culos . Y así lo hicimos : en ese instante José me llamó a la cama para que me hiciera cargo de las nalgas de Laurita y, naturalmente en justa reciprocidad concertada, le entregara las de mi esposa, para el mismo efecto.

En los momentos en que conducía a mi esposa a la enorme cama de los sacrificios, me convencí de que en realidad ambas mujeres se encontraban en el más alto nivel de lujuria, en el que nunca antes en el plan de pareja matrimonial les habríamos jamás podido despertar. Fue Martha luciendo toda su escultural desnudez, quien con sus delicadas manos me tomó por sorpresa de mi erecta verga y me hizo caminar hasta donde Lauris se encontraba recostada y colocándosela frente al rostro, le dijo : ésta es mi verga adorada y ahora se adueñará de tu lindo culito, disfrútala, porque cuando la de tu marido, como fiera desatada esté eyaculando dentro del mío, sus descargas seminales en nuestros culos nos convertirán querida Lauris, para siempre, en " hermanas de leche ", y podremos disfrutarlos cada vez que lo queramos. Gocémoslo pues, - lo dijo – y dándome un cariñoso besito en la cabeza del glande, me dejó en los ardientes brazos de Laurita, y ella a refugiarse en los de José, que desesperado y caliente le besaba las nalgas, mostrándole su pene enardecido.

Al mismo tiempo que acariciaba el desnudo cuerpo de Laurita, la fui llevando hasta uno de los extremos de la cama en donde se encontraba una pila de almohadones y escogiendo el más grande y suave tela, la tendí de espalda para solazarme en la contemplación de su bellísima anatomía y comérmela a besos después. Empecé por su rostro continuando a los retadores pezones de sus erguidos senos, pero no pude quedarme mucho tiempo en ellos. Lauris con sus manos me tomó por el cuello, y separando sus torneadas piernas, me permitió tan sólo por un instante, acariciar con mis labios el terso bosquecillo de dorados vellos adornaban su deliciosa concha, para luego con emocionada desesperación, acompañando su voz a la acción, empujando mi rostro a su ardiente grieta, suplicaba : " ya querido, por favor cógeme, mámame, hazme lo que quieras, pero ya no te detengas, por favor ......" Obediente a sus deseos, haciendo un esfuerzo, dada la posición en que me encontraba, logré levantarla un poco de la parte media de su cuerpo y acomodarla sobre una de los grandes almohadones de la cama, logrando se elevaran ante mi rostro sus inquietantes y poderosas nalgas que al separar sus piernas me mostraron su magna hermosura vaginal, la que ataqué de inmediato acariciando con mis labios la hendidura sagrada, y con la punta de mi lengua su enardecido clítoris, que emergía orgulloso y retador en medio de sus labios vaginales; pero en el instante en que pretendía atraparlo con mis dientes, el fabuloso culito de Lauris apareció anhelante ante mis ojos, me sentí obligado a cambiar la dirección de mi caricia, y estrellé el filo de mi lengua en la florecita cular cuyo desvirgamiento era mi destino.

Laurita también así lo adivinó e inmediatamente giró su bella estructura corporal, dejando a disposición de ataque su hermoso nalgatorio. Y precisamente, cuando me disponía a iniciar los preparativos de penetración, mi mujer, acompañada de José, se acercó a nosotros en busca de la misma medicina. Y esa reunión, del todo imprevista, se convirtió en un escenario de preciosa fantasía : " estábamos contemplando dos lindas hembras, poseedoras de dos pares de nalgas de verdadero escándalo ( para el gusto más exigente de cualquier hombre en el mundo ) que de rodillas y reclinando su cuerpo hasta hacer descansar sus senos en la cama, exaltaban la belleza de sus glúteos y mostraban ante nuestras ardientes miradas, la radiante donosura de sus culos. Ante tan extraordinario panorama, sin poder contenernos, nos dedicamos a besar y acariciar en todas las formas imaginables las divinas aberturas de nuestras mujeres, procediendo en secreto a la debida lubricación de sus culitos en preparación de su inminente sagrado sacrificio, ocupándose cada quien de su respectiva víctima. Hecho lo anterior, coloqué a Laurita de espaldas con sus nalgas elevadas sobre la almohada, ofreciéndome el rostro virginal de su culito, que en esa postura, la del misionero, ofrece sin discusión alguna, la más adecuada para romper la virginidad posterior de una mujer. Muy suave sin apresuramiento alguno, fui introduciendo un dedo y luego dos en el hoyito sin que Lauris se sintiera lastimada, aprovechando el momento aplicarle en el abierto agujerito una pequeñísima ración de lubricante liquido, y desde luego iniciar con ello el avance de mi verga hacia la profundidad, provocándose la primera queja que ella misma neutralizó, pidiéndome no me detuviera, recargando con fuerza su cuerpo contra el pene, que limpiamente se adentró hasta el fondo, desapareciendo por completo entre sus nalgas. . Así, con la verga erecta y sepultada, permanecimos sin movernos en la misma postura durante largos minutos, pensando que a pesar de la victoria alcanzada todavía no era tiempo de iniciarla gran cogida.

Y la victoria había sido doble, ya que José adoptando la misma pose que yo utilicé para la cogida indolora del culo de su mujer, fue el mismo que, afortunadamente, utilizó con la mía, y por consiguiente ambas estaban preparadas para soportar la ardiente y viril agresión de sus maridos.

No hubo necesidad de mayores explicaciones, ambas mujeres, adivinando nuestros deseos, - que quizá fueran también los suyos – decidieron que por ésta vez deberíamos coger en cuartos separados, más tarde dijeron, conoceríamos razones.. Nadie tuvo inconveniente. Martha y José se quedaron en la gigante y nosotros, corriendo –estábamos supercalientes- nos fuimos a la privada con ventanales al jardín. Apenas llegar, nos arrojamos en brazos, besándonos con verdadera desesperación, acariciándonos todo, como si nunca antes hubiéramos tenido oportunidad de hacerlo, así eran las ansias terribles que ambos sentíamos por mutuamente sexualmente poseernos; y ya, en ese momento, lo íbamos a realizar .

Pedí a Laurita subir a la cama y permanecer de pié, en tanto que yo en igual forma, pero sobre la alfombra del piso, me colocaba de frente a sus caderas, mientras ella separando sus piernas, me permitía urgar con mi lengua en su vagina. Empecé a hacerlo, pero era tal la emoción que en ella provocaba, que no podía mantenerse en equilibrio, por lo que opté por tomarla firmemente por las caderas y ella de mis manos, logrando entonces sí con mi lengua, buscar y buscar hasta encontrar su clítoris, venciéndolo en su morada y hacer a Laura desfallecer en mis brazos.

Pero era mi verga la que no había tenido descarga alguna, y sintiéndola furiosa por entrar a la pelea, acariciando de Laurita sus nalgas, la coloqué de hinojos para iniciar el asedio a su culito, llegaron a nosotros la otra pareja y mi esposa, coquetamente –para seguir en competencia, alineó sus nalgas junto a las de Lauris, disponiéndose a la cogida.

Las dos quedaron en perfecta posición, también nosotros. victimas y victimarios a igual distancia, podíamos tocarnos unos a otros . Creo que los dos acometimos la tarea en igual forma : con ardientes besos en cada hemisferio, y enseguida una suave caricia durante la aplicación de lubricante, haciéndolo muy despacio para evitar cerraran su esfínter. Apenas contaba tres horas de haber desvirgado a Lauris, y ya sabía cómo le gustaba se lo hiciera y además, todo lo que podía con deleite soportar. De manera que la tomé con firmeza de sus caderas para que no hiciera movimiento equivocado alguno y vigorosamente apunté la cabeza de mi endurecida verga a la entrada del culo, que al ella sentirlo, dejó escapar un "hay" no de dolor, sino de miedo, que sin embargo hizo que su esposo José se estremeciera, y a mí también volver la vista sobre el de mi mujer, tratando de adivinar lo que aquella verga le podría estar haciendo. Pero no viendo nada que me alarmara, continué con la presión sobre el de Lauris, y sintiendo que tenía vía libre completa, se la dejé caer entera de una vez y para siempre, mi verga la había conquistado Sentí que sus nalgas suavemente empezaron a moverse buscando acomodar su ritmo con el mío, y lo que se inició con un leve movimiento, muy despacio .al principio y más rápido después, concluyó acometiendo a mi verga con toda la energía de sus hermosas nalgas, exigiéndo con ello una urgente eyaculación seminal, que a gritos me pedía retardara, rogando lo hiciera porque deseaba venirse junto conmigo, y lo logramos, en un mar de voces, quejidos y brama de macho y lágrimas de hembra satisfecha. Sin duda, fueron quizá también las guturales exclamaciones proferidas por mi esposa Martha cuando también se corría, sin hacer descanso, las que desataron en nosotros la furia sexual con la que todos, unos y otros nos acometíamos.

Y no descansamos, era tal la excitación sexual que habíamos encontrado, que ellas mismas insistieron en seguir cogiendo, y mi esposa Martha la que niveló el partido, diciendo : " Cógeme ahora papacito, aprovecha que traigo de leche recargado el culo; acuérdate que tú mismo me dijiste que un amigo tuyo te había confesado que era maravilloso coger a una mujer, después de que otra verga le bañara las entrañas. Ahora podrás saber si aquello era cierto, cógeme papi " Y apenas terminó de decirlo, tanto ella como Laura que todavía permanecían enculadas a nosotros, nos pidieron el cambio de vergas, y -queriéndolo o no- ambos tomamos real conocimiento de la demoníaca excitació mental y física que en nuestro cerebro se genera, cuando en el instante mismo de iniciar la penetración, se percibe y adivina la inquietante presencia seminal de una verga extraña en nuestros dominios. Y era el caso que, precisamente en razón a la experiencia que ahora estábamos viviendo, corroborábamos que en esos enfebrecidos momentos, también se sufre una verdadera alternancia de encontrados sentimientos : dolor y celos; desesperación y coraje; placer intenso y furia instantáneamente perdonada como consecuencia de la incondicional retribución que sin limitación alguna ambas parejas teníamos concertado; compromiso que teníamos legalmente firmado con la leche de nuestras vergas, descargada en los respectivos culos de nuestras esposas.

Repentinamente, Laurita interrumpió nuestras sexuales divagaciones, reclamando : " Bueno, ¿ y hasta cuando nos va a llegar el día en que los dos hombres dediquen toda su atención a una sola mujer, y en ese caso, qué es lo que hace la otra, quedarse mirando ? Es cierto, -convinimos- pero no es problema, afirmó José. Ustedes mismas decidirán quién es la que se sienta más caliente para empezar, y la que se quede esperando turno podrá besar y acariciar nuestros testículos mientras desempeñamos nuestra misión. Pues ahora mismo y a mí primero - respondió Martha - porque ando muy caliente con tu marido que se está muriendo por cogerme vaginalmente, y mi esposo ansioso en saber si disfruto la doble penetración.... déjamelos a mí un tantito; y luego, ya en el camino, para que veas que soy pareja y no quiero ser aprovechada, me les desmonto de repente y entras tú en remuda. Ya verás la santa cogida que les vamos a dar. Y como nadie opuso objeción alguna, Martha, poniéndose de pié, luciendo encueradamente majestuosa, se dirigió a la barra de bebidas y degustó una doble ración de champaña, para luego, con rostro feliz, retó a José anunciándole :: " Ahora sí, acuéstese mi niño con su verga bien parada, porque me le voy a encaramar encima, me la mete y me coge bonito, para que doblemente lo goce mi marido mientras me disfruta por el culo. Háganmelo todo despacito, quiero realmente disfrutarlos.

Y lo que siempre había sido tan sólo un sueño, se convirtió en realidad. Ví a mi mujer separar sus piernas y acuclillarse sobre el cuerpo de José, dirigiendo su preciosa y dorada grieta hacia la encumbrada y endurecida pértiga que conocería de sus intimidades; al tiempo que ajustando espacio, se inclinaba hacia delante hasta hacer rebotar sus senos en la cara de José, logrando con ello hacer resaltar sus hermosas nalgas, colocándolas en el preciso lugar en que mi falo desfallecía en su espera. La recibí con gran cariño, dándole de besos en su sonrosado culito, revisándolo cuidadosamente a fin de conocer si había sufrido algún grave deterioro durante la inaugural experiencia, y no habiendo encontrado ninguno, previa una sabia salivación de su divino culito, tomé a mi mujer por las caderas y cuando escuché los primeros "ayes", señal de que se había iniciado la penetración vaginal, a mi verga ya enfebrecida y ardiente, la hice penetrar con lujuria en su orgulloso culazo.. Al realizar esa maniobra, sentí encontrarme, glande con glande, con el de José, separados tal vez tan solo por la suave piel de ambos conductos; por lo que decidí, sobre la marcha, penetrarla cuando él saliera y viceversa. Apenas lo hice, José también lo entendió, y en adelante pudimos accionar de acuerdo: entraba suavemente una verga y salia la otra, en perfecta armonía, convirtiendo aquello en auténtica erótica locura, sobre todo cuando Martha, desquiciando de placer, a gritos nos anunciaba que debíamos desenchufarnos de vagina y culo para cambiarlos por los de Laurita. Y así, casi escurriendo leche cambiamos posiciones, horadando yo ahora la vagina de la mujer de Pepe, y él apropiándose por vez primera de su recién inaugurado culito

Y vaya que nos resultó igualmente fabuloso el cambio de nalgas. Fue tanto como entrar de un paraíso a otro, en el que al cerrar los ojos para centrar la mente y grabar el deleite que estás viviendo, no te atreves a volver a abrirlos por el temor a que todo desaparezca y lo que estás gozando deje de ser realidad, y se te convierta en sueño. Precisamente en ese estado me encontraba cuando la amorosa y seductora grieta de Laura se fue abriendo poco a poco, manteniendo firmemente flexionadas sus piernas, mantenía justa distancia entre sus labios vaginales y la cabeza de mi enderezada verga, para de esa manera impedir la penetrara de golpe. Pero su marido estaba atrás de ella, apuntando con decisión al precioso culo de su esposa, al que nunca antes había podido tomar, ( según me lo había confesado cuando andábamos de pesca ) y ahora iba por fin a poseerlo. Tranquila mi amor, -le decía- te voy a penetrar suavemente, ábrete, no cierres el esfínter ahora. Y así hablándole, José se sintió abrazado de pasión, perdió control de sí mismo y de un solo y enérgico esfuerzo se apoderó del soberbio culo de su esposa, arremetiendo con fuerza sobre sus nalgas y lograr un doble efecto : él, sepultar su fierro de un sólo golpe y por entero, y a mí, disfrutar de un cálido sentón que la vagina de Laurita se dio en mi erecta verga, obligándola a quedarse quieta, sin moverse, a fin de darle sobrada oportunidad a su marido de que la gozara en el enculamiento; pero no pudo soportarlo mucho tiempo y empezó a jinetear sobre sus nalgas, haciendo que la cama trepidara por el estrujamiento violento de cuerpos y vergas en erección, provocando anticipadamente los efectos de la doble penetración que su mujer soportaba, hasta finalmente, en medio de un recio pronunciamiento de voces inteligibles, Laurita soportó con euforia exaltada la descarga simultánea de las dos vergas, hasta quedar los tres abrazados y exhaustos de tan sensacional cogida. Todo ello aconteció ante la ansiosa mirada de Martha, que lujuriosamente emocionada por la extremadamente erótica exhibición que había presenciado, nos excitaba copa de champaña en mano, a brindar por el éxito alcanzado, diciendo : " Vengan, así encuerados como estamos, a brindar por la soberbia cogida que nos hemos dado y por nuestra cariñosa amistad, que para la eternidad perdure ".

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