Un inglés, un gallego, un uruguayo y dos heteros
No es un chiste. Son los protas de unas de las vacaciones más sexuales de mi vida.
Sé que muchos de los relatos que he escrito tienen un tono demasiado quejicoso que se ha convertido casi en un estilo de narrar. Prometo que no era ese mi objetivo, pero es lo que tiene escribir sobre las cosas que le pasan a uno, que por desgracia tienen como actores a tíos descerebrados que no dejan de sorprenderme (para mal, se entiende). Pero lógicamente no todo es malo, ya que de lo contrario me habría cortado las venas u otra parte de mi cuerpo para no caer nunca más en la tentación. Pero como digo, a veces mis relaciones no son tan infaustas, y aunque no debería ser motivo de celebración sino algo completamente natural y normal, por ello me he decidido a titular este relato como si de un chiste se tratara.
¿Qué hacen un inglés, un gallego, un uruguayo y dos heteros? Pues alegrarme las vacaciones. Unos días que había decidido tomarme con calma y relajación, si bien cada vez que voy al pueblo de Almería acabo todos los días borracho perdido. Así que una cosa es cómo me planteo mis vacas, y otra cómo acaban al final. Lo que sí tenía claro esta vez es que no me preocuparía por ligar, ni iría a ningún bar de ambiente ni nada por el estilo. Disfrutaría de la playa, mis amigos y poco más. Y así pasé los primeros días, si bien podría parecer aburrido, yo me divertí haciendo cosas sencillas, saliendo de día y acostándome temprano para aprovechar el siguiente. Pero el primer viernes llegó una amiga de Madrid con ganas de marcha. Estuvimos cenando los del grupo, pero tras llenar nuestras panzas todos excepto ella se marcharon a dormir. Le dije que me apetecía sólo una copa tranquilos en la zona del puerto, nada de discotecas o aglomeraciones en general. Nos sentamos y me pedí un Gin-tonic mientras contemplaba la vista al mar.
Nos interrumpió una mujer inglesa que estaba en la mesa de al lado para pedirnos un cigarro, y no sé cómo, al momento acabamos sentados con ellos, pues mi amiga, aunque chapurrea el inglés y le echa mucho morro, es demasiado sociable… Eran tres guiris: una pareja de unos cuarenta años que estaban borrachos como cubas y un chaval de veintimuchos que disimulaba mejor su estado etílico. María se sentó entre él y yo, por lo que al principio no pude entablar mucha conversación. Y digo esto, no porque tuviera alguna intención ya clara, sino porque los otros dos desvariaban demasiado y no eran siquiera capaces de escuchar. Tras unos chupitos la pareja anunció que se marchaba, pero el chaval me preguntó que si nosotros nos quedábamos. Le hubiera dicho que prefería irme a dormir ya si no hubiera sido porque el hombre más mayor mencionó que era gay. Fue un poco gracioso, y no supe interpretar si sincero, pues dijo algo así como “este es Liam, mi jefe, que es gay”. Pudiera ser que se refiriera a él así con ánimo de burla, pero ante la duda, decidí descubrirlo. Y entonces le dije que nos quedábamos.
De allí nos marchamos a una discoteca (ya no me importaban las multitudes, pues no me despegaría del inglés). María ligó con un yogurín y propusieron irnos a la playa los cuatro. Liam dudó al principio porque necesitaba un taxi para volver a casa de sus amigos, pero le dije que podría quedarse tanto en la mía como en la de mi amiga. Dijo que en mi house , así que la cosa parecía estar clara. Hasta entonces no hubo mención a nada, ni besos ni achuchones; sólo una charla típica sobre trabajo y esas cosas. En la playa, descubrí que su cuerpo no era tan perfecto como se intuía debajo de la ropa. Un torso poco definido, sin nada de vello, ni tampoco michelines. Parecía una tabla blanca deslumbrante. El ligue de mi amiga sí que se me antojó más apetecible: moreno, algo fibroso, con un hilillo de pelo por debajo del ombligo… Yo creo que Liam notó que me le quedé mirando porque me preguntó si me gustaba. No respondí y él matizó: “he is cute”. Fue mi turno para deshacerme de la camisa e imagino que Liam, si acaso me miró en aquel momento, se llevaría la misma decepción. Al lado del otro chaval yo tampoco era gran cosa, pero al menos yo era gay, y me tocaba dejárselo claro haciendo un comentario -ahora sí- sobre el maromo de María. El guiri se limitó a sonreír. Nos bañamos y al principio él se puso a nadar yéndose al fondo, mientras los demás nos quedábamos en la orilla riéndonos de él, pues no pegaba nada. Durante un instante me sentí incómodo, ya que ellos se empezaron a dar el lote y me quedé solo. Opté por salirme a fumar un cigarro. Liam llegó al rato y se sentó en la orilla a mi lado tras hacer un comentario sobre la pareja que se besaba dentro del agua. Le dije que me había salido porque me sentí violento y él me invitó a entrar de nuevo para imitarles. Así que de nuevo en el agua, el inglés y yo nos besamos por fin. Al principio fueron besos más bien normalitos, pero se tornaron algo más pasionales cuando nuestras lenguas se juntaron y Liam comenzó a sobarme el culo. Así estuvimos un rato, sin hacer nada más. Aunque mojados, los cuatro estábamos con el calentón, por lo que apenas nos secamos con lo que pudimos y nos marchamos. Dejé a María y a su amigo en su casa y Liam y yo nos fuimos para la mía.
Aunque yo entiendo el inglés perfectamente, no hubo necesidad de decir nada. Me dirigí al dormitorio y me acompañó. Nos besamos otra vez y follamos. Siempre me había hecho ilusión acostarme con un angloparlante por ver cómo me defendía con la lengua en ese trance. Ahora que lo pienso es una tontería, porque apenas pasamos del “oh yeah”, “I like it, man” y cosas así. A pesar de que no conocíamos nuestros roles, tampoco hizo falta tener que definirlos. Liam se lanzó a mi verga para comérmela, pero no durante mucho tiempo, pues luego me ofreció la suya. Tras esto, hicimos el sesenta y nueve, nos besamos de nuevo y poco más. Acabamos corriéndonos con ayuda de las manos, pero cada uno su propia polla. ¿Estilo inglés? Pues no sé, pero me pareció bien. Dormimos un rato, tomamos café sobre las 12 y se fue para la casa de sus amigos. Ni nos dimos teléfono ni nos citamos para repetir. Eso sí, se despidió con mucha educación como buen británico, dándome las gracias y tendiéndome la mano. Fue algo raro como otras veces, pero esta vez debido a diferentes culturas, no por ser un descerebrado. El caso es que me dio igual la despedida porque Liam me había alegrado la noche y ya.
Tocaba volver a la rutina de mis vacaciones, y era la hora ideal para irse a tomar unas cañas. Les conté a mis amigos y se alegraron por mí. María no dio señales de vida hasta bien entrada la tarde, si bien no la vi más, porque se marchaba al día siguiente y optó por quedarse en casa descansando (luego descubrí que descansar lo hizo poco, pues su ligue se quedó en su casa más tiempo que el mío).
Que hubiera ligado de esa forma despertó mi libido e hizo replantearme las vacaciones. Lo malo era que sin María no tenía muchas oportunidades de salir por la noche, pues el resto de los amigos que estaban allí son poco fiesteros. Recuperé viejas aplicaciones del móvil, reabrí el Badoo y volví a usar los chats. Sí, a pesar del polvo con el inglés, me encontraba bastante salido. Pero como casi siempre ocurre en estos casos, Internet y demás derivados están plagados de descerebrados que no tienen las cosas claras. Yo sí, y lo que buscaba era sexo sin más para los días que me quedaban en la playa. La primera noche tuve una suerte relativa. Desde lo cómodo de mi sofá me dediqué de ir de una web a otra y de app en app. Descubrí una sección en Skout en la que la mayoría de tíos buscan intercambiarse fotos de sus pollas o llamarse por Skype . Esto no me atraía, y de hecho nunca antes me había dado por hacerle fotos a mi verga, pero un tío me llamó la atención y me decidí. Me pidió hablar por Skype , y aunque le comenté acerca de mi timidez, él aceptó. Sin embargo, cuando comenzó a decirme guarradas me sentí aún más cortado y no supe seguirle el juego. Le pedí disculpas y colgamos. A pesar de todo me excité, pero me hice una triste paja y ahí acabó la cosa. La noche siguiente quise repetir y probé de nuevo con un gallego que me cayó bien. Con él no hablé mucho por Skype , simplemente enfocamos nuestros móviles a nuestras pollas y nos hicimos cada uno una gayola mientras nos veíamos mutuamente. Me gustó que no habláramos mucho, aunque él sí que decía cosas como “sigue así” y ya al final en plan “avisa cuando quieras que nos corramos”, momento en el que yo me solté un poco más y lancé un gemido más intenso. El orgasmo fue mejor de lo que esperaba, la verdad, y no pasó como una paja más que me pueda hacer yo viendo porno. Algo tendrá.
Veinticuatro horas después estaba yo en la misma posición tumbado en el sofá desnudo y con el móvil en la mano. Conocí a un tío en el chat, congeniamos y nos dimos los números de teléfono para hablar por WhatsApp . Así estuvimos un rato. En una de esas, le di sin querer a grabar audio, y le pedí disculpas por ello. “Vaya, me vas a privar de escuchar tu voz” y con la tontería acabó llamándome, si bien le pedí que me diera cinco minutos para darme una ducha por el asfixiante calor que hacía. “Te acompaño”, escribió.
-Así que una ducha, ¿eh? -me dijo al rato de estar hablando.
-Es que hace un calor…
-Ya, ya…
-Sí, voy a ponerme un Gin-tonic.
-Invítame -sugirió bromeando.
-Claro, vente -seguí con la broma, pero en serio lo deseaba.
-No me lo digas dos veces…
-No, sólo te lo diré una.
-Uy que borde -yo me reí-. ¿Pero me puedo quedar a dormir?
-Claro.
-Más que nada, porque mira qué hora es. Y entre que voy se me va un rato.
-Es lo suyo, no te vas a volver a las tantas. Y si bebes…
-Bueno, lo del Gin-tonic era broma. Me atraía más la ducha…
-Con este calor que hace seguro que me tengo que dar otra pronto.
-¿Me esperas?
-Claro.
Y le esperé. Lo de la ducha fue una escusa, porque al final no lo hicimos. Llegó, se sentó en el salón, conversamos un par de frases (no quise más porque le dije que me pareció argentino y se molestó ya que me aclaró orgulloso que era uruguayo con cierto tono de fastidio). El caso es que nos fuimos a la cama y allí nos besamos y acariciamos un buen rato. A veces no es necesario un aquí te pillo, y total, no había prisa. Tanto es así, que al final acabamos corriéndonos haciéndole cada uno una paja al otro (va a ser que no es sólo el estilo inglés). Yo pensé que sería el principio, pero el pavo se levantó, me preguntó por el baño, agarró su ropa del suelo y se metió. Me fui al salón y me encendí un cigarro. Cuando salió del aseo, y desde la misma puerta, me anunció que se iba.
-¿Te vas? -le pregunté sorprendido, pues me había pedido quedarse.
-Sí, es que ya te he dicho antes que mañana tenía cosas que hacer…
-Ok, hasta luego -le interrumpí sin siquiera levantarme del sillón porque no vi necesario que pusiera escusas ni a mí me apetecía escucharlas.
Y ya nunca más supe de él. Pero bueno, al menos me llevé otro orgasmo. Creo que la noche siguiente me di tregua porque mis amigos se quedaron a tomar una copa tras la cena y llegué tarde a casa. Pero a la siguiente lo volví a intentar. Conocí a un hombre que me pareció interesante hasta que me dijo que era hetero. Aun así, insistió en quedar. Le dije que se viniera a mi casa, pero no quiso porque decía que no podía verle nadie, que estaba casado, que tenía familia cerca de donde yo vivía… Propuso ir a una playa, y yo rehusé la idea. ¿Para qué iba a estar incómodo en un sitio público teniendo una casa para mí solo? Se fue a dormir porque madrugaba citándome para hablar y ver si podíamos quedar a una hora que él supiese que su familia no iba a estar, o entrando por el garaje o qué sé yo. Como aún era pronto para mí, seguí usando las apps y el chat. Conocí a otro chico, pero también resultó ser hetero, así que no le di coba. Pero él me volvió a escribir y, bueno, acabamos por darnos el número de teléfono. Me aseguró que nunca se había liado con un tío, que estaba en el chat para conocer gente del ambiente que le llevara a algún sitio gay, y que si quedábamos no iba a ocurrir nada.
Y al rato quedamos. Me vino a recoger en su coche y al verle me entró un escalofrío. ¡Qué bueno estaba! Un policía local guapísimo, cachas y con estilo. En definitiva, un tío bastante diferente a lo que me suelo encontrar. Pero su segunda o tercera frase fue en relación a mis kilos de más, lo que me sentó bastante mal.
-Pues para y me bajo -le propuse.
-No, no. Perdona. Si me da igual, no va a pasar nada.
El muy gilipollas encima me dijo eso de que no iba a pasar nada. ¿Por? ¿Porque no estaba tan cachas como él? Me pareció un anormal, aunque pidió disculpas aduciendo a sus nervios. Me fié. Me dijo que quería ir a un bar de ambiente y le indiqué. Pero al llegar a la entrada vio que había una puerta cerrada a la que había que llamar en plan antro o quizá se fijaría en los esperpentos que fumaban cerca; el caso es que se arrepintió. Le comenté que había uno más light al doblar la esquina. Ese le gustó más. Me pedí una copa y él una botella de agua. No hablamos mucho, la verdad, porque no tuvimos demasiado feeling . Yo fantaseaba por lo atractivo que me resultaba físicamente, pero sabía que no iba a pasar nada. Tras el bar me pidió que fuéramos a una zona de cruising . La primera era un bosque que de nuevo le desagradó y no quiso adentrarse ni siquiera con el coche. La segunda es una pequeña rotonda al lado de una playa con chalets a los lados. Aparcó y nos quedamos allí para que viera cómo iba la cosa. Me pareció bastante extraño, porque si de verdad él no quería sexo sino conocer primero bien a alguien tal como me dijo, no sé para qué narices quería ver una zona de cruising . Menos mal que vio acercarse a un coche de policía patrullando y nos marchamos. Me llevó ya a mi casa y nos despedimos sin más. Muy guapo, sí; pero otro descerebrado que no sabe lo que quiere.
Me levanté muerto de sueño porque había quedado para ir a la playa. No iba a consentir que mis ¿citas? nocturnas me impidieran seguir con mi ritmo vacacional. Eso sí, aquella tarde opté por irme a casa después de comer y echarme una siesta. Sin embargo, el indeciso de la noche anterior me escribió por Skype y nos pasamos un buen rato charlando, aunque todo parecía que no iba a llevar a nada. Insistió en la idea de la playa e incluso irnos a una zona de cruising , pero no transigí. Le dije que se viniera a última hora de la noche a mi casa cuando ya no hubiera nadie por la calle, pero rechazó la idea porque no podía volver muy tarde, ya que vivía con su mujer. Todo era muy raro. Al final, el plan de que le recogiera en mi coche y entráramos por el garaje le convenció. Moreno, de un metro setenta y pico y más mayor que yo, no se acercaba en belleza al de la noche anterior, pero tenía su punto; además del morbo de que fuera hetero, algo que no me resulta a priori una ventaja, aunque reconozco que en lo sexual se comportan de una forma especial. Por las fotos que le enseñé él ya me había dicho que yo le parecía atractivo, y como yo siempre soy sincero para que luego no haya sorpresas, mis michelines y que mi polla no sea nada del otro mundo no le frenaron.
Le ofrecí algo de beber, pero Alfonso quería ir al grano. Ya me había dicho que le iba mucho eso de los toqueteos, caricias, besos… Vamos, casi lo mismo que tuve con el uruguayo. Hubiese preferido algo más cañero, pero ya no había marcha atrás. Buscó solo la habitación y se metió para desnudarse poco después. Le seguí y en lo que yo me quitaba el bañador él ya estaba sentado sobre la cama en bolas enseñándome su flácida verga. Me senté a su lado y comenzó a tocarme y lamerme el cuello y los lóbulos de las orejas. Yo no hice nada en un principio y me dejé llevar. Después me agarró de la cabeza y la dirigió hasta su pecho. Interpreté que quería que le lamiese los pezones y así lo hice. Dibujé círculos con mi lengua alrededor de ellos, los mordisqueé mientras él gemía, y por iniciativa propia me deslicé con los labios hasta su ombligo para luego subir otra vez. Notaba cómo su respiración se aceleraba y las exhalaciones que amortiguaban los gemidos.
De nuevo me sujetó la cabeza y la empujó hasta la altura de su polla. La olí y sentí el brillo de las primeras gotas que soltaba. Despacio, puse la punta de mi lengua sobre su capullo y Alfonso se encogió y emitió un sollozo más sonoro. Gracias a su precum y mi saliva, la lengua resbalaba por su tronco hasta llegar a los huevos. Repetí los mismos movimientos varias veces. Luego intenté agarrar su pellejo con mis labios y estirarlo al tiempo que dejaba caer mi lengua dentro de él hasta notar su ardiente glande. Cuando bajé otra vez hasta oler sus huevos, Alfonso se reposicionó con la intención de que tuviera un mejor acceso a ellos y así tragármelos. Primero los chupé, después me metí uno en la boca, y con ayuda de la mano me tragué los dos. Aproveché y me ayudé de los dedos para juguetear con la piel sobrante de su polla acariciándole el capullo, cubriéndoselo con el pellejo o apartándolo del todo. Imagino que estaría disfrutando tanto o más que yo, si bien no supe si deseaba ya que me la comiese entera. A mí me costaba resistirme y, aunque soy muy paciente chupando pollas, eso de no sentirla entera, caliente y dura dentro de mis tragaderas no me pone tanto.
No esperé instrucciones y sin avisarle llevé mi boca hasta su capullo y por fin la absorbí. Volvió a estremecerse mientras la succionaba como mejor podía. Bien dura, y con un tamaño tirando a grande, la verga de Alfonso me resultaba de lo más apetecible. Él permaneció sin moverse acariciándome el cabello de vez en cuando o rozándose sus pezones al ritmo de unos acompasados gemidos. Para no caer en algo monótono y sin la intención de avivar el ritmo, retomé sus huevos, así como lamerle el tronco o chupársela sólo por un lado. El conjunto de su polla, sus huevos y mi boca daban aún mucho juego, y como había avisado que le iban las cosas tranquilas y, como digo, yo soy muy paciente, continuamos en esa misma postura durante un buen rato hasta que me apartó anunciándome que si no iba a correrse. Le dije que podía hacerlo, pero prefirió que me pusiera a su lado para besarme, morderme el lóbulo, jugar con su lengua y la mía… Yo puse la mano en su polla para acariciársela, pero me la apartó y la llevó a sus pezones. Poco después vi que se tocaba su propia verga. “¿Más pajas?”, pensé, porque vaya semanita de masturbaciones… Y acerté, porque me propuso que nos corriéramos ya. Yo apenas había estimulado mi propia polla, pero la mamada que le hice me calentó tanto, y que me coman la oreja ayuda bastante a excitarme, por lo que no necesitaría mucho más tiempo.
Pero finalmente él se corrió antes. Sus jadeos acompañaron a sus convulsiones y me fijé en cómo soltaba unos vigorosos chorros de lefa que llegaron hasta su barbilla. Tuve la intención de acercarme a probarlo, pero Alfonso de adelantó y volvió a besarme en el cuello, por lo que noté su espeso líquido en mi mejilla. Mi corrida pasó más desapercibida para él, aunque la anuncié intensificando los gemidos hasta acabar en un largo suspiro.
Y otro suspiro solté cuando se fue argumentando que tenía prisa por su mujer. El de esta vez tenía, otro cariz, claro está. Y es que Alfonso me gustó, habíamos congeniado bien cuando hablamos exceptuando el mareo que me supuso tener que evitar a la familia y esos rollos que a priori no estaba dispuesto a pasar. Pero el momento sexual estuvo bien a pesar de que no fue gran cosa, pero sentí una conexión especial. Insisto, no sé muy bien por qué. Menos mal que al despedirse (con un beso en los labios) me propuso repetir antes de que me volviera a Madrid. Y repetimos.
Porque al día siguiente por la tarde decidió no ir a la piscina a nadar como hace habitualmente para volver a mi casa. Rehicimos nuestros pasos: le recogí a las afueras del pueblo y entré con mi coche en el garaje. Una vez en casa, me besó con mayor pasión que el día anterior. Ya me había comentado por Skype que un primer contacto le gusta tal como lo hicimos: con calma rollo sobeteos, caricias y una mamada, pero que podía ser más cañero. Eso me puso a mil, pues me imaginé a Alfonso follándome la boca, petándome el culo… Y ese segundo día por la tarde, además teníamos más tiempo. A él parecía faltarle horas, pues como digo nada más entrar me besó con efusividad y se desvistió raudo. Ni pude ofrecerle un café, ya que me dirigió a mi propia habitación. Comenzamos casi como el día anterior, me acarició los pezones, hizo que yo rozara los suyos, me lamió el cuello, las orejas, me besó bastante más (y mejor) que la otra vez… Incluso probó a chuparme la verga, cosa que reconoció no le entusiasmaba. Ya sabéis que a mí sí, así que le aparté y se la mamé yo a él. No quise repetir lo mismo, y me aferré a ese comentario de que podía ser más cañero. Busqué la posición propicia para que me pudiera follar la boca con facilidad, haciendo que sus embestidas pudiesen ser rápidas y firmes. Así, me tumbé y le posicioné con su apetecible verga frente a mi cara. Al contrario que el día de antes, se me antojaba que llevaba yo la iniciativa. No miento cuando escribo en mis relatos que soy un tipo tímido y cortado, pero sólo al principio. Y como matizaba antes, Alfonso me gustaba especialmente. Sin importarle mis directrices, comenzó a meter su polla en mi boca imponiendo él su propio ritmo. Al principio no muy vivo ni brusco, así que le animé poniéndole las manos sobre sus nalgas. Pilló la indirecta y aceleró sus embestidas hasta que me dejaba sin aliento y necesitaba recuperar fuerzas sin su polla dentro de mí. Apenas unos segundos bastaban para tragármela de nuevo. Sin embargo, para él también suponía un esfuerzo y haciéndomelo saber aligeró el ritmo relajando un poco la posición, pero pudiendo acceder ahora a mi polla con una de sus manos. Y así, mientras yo seguía disfrutando comiéndome la suya, Alfonso se escupía en la mano o pasaba los dedos por mi boca para lubricarla y pajearme.
Su aguante era encomiable, y todo apuntaba a que acabaría corriéndose en esa misma postura. Era una situación tan ideal que no hizo falta decir nada, sabedores ambos que ese día no había tanta prisa y aún nos quedaba tarde por delante. Se apartó entonces para correrse, abandonando mi boca y apartando su mano de mi verga. Estaba tan excitado que me puse yo a machacármela mientras él se ayudaba unos segundos hasta descargar con furia su espeso líquido en mi vientre, si bien no pudo evitar que uno de los trallazos alcanzara mi cara. En ese instante de exaltación estando yo apunto, saqué la lengua y probé el ácido líquido que me supo de maravilla, siendo el colofón perfecto para que me corriera. Nos quedamos ya relajados sobre la cama y Alfonso siguió besándome y lamiéndome como si no fuera a dar tregua. Y yo rompí ese mágico momento para escabullirme a por un cigarro. Alfonso aprovechó para ir a lavarse un poco. Digo un poco porque sabíamos que esa tarde habría más.
Ya sólo quedaba que Alfonso me follara. Él pensó lo mismo, pues al rato de acabarme el cigarro me colocó a cuatro patas y comenzó a comerme el culo. Sentir su lengua me obligó a emitir un sonoro gemido. Sus manos apartaron las nalgas con firmeza y sentí que me escupía para después lamerlo de nuevo. Las pollas no le gustarán, pero un buen ojete sí, pues estuvo bastante tiempo procurándome un intenso placer. Dejó uno de los cachetes y aprecié que fue para estimularse la polla y que estuviera bien dura antes de metérmela. Escuchaba cómo se escupía y mis ganas de ser follado por ese cuarentón se acrecentaban. Por fin sentí la punta rozando mi agujero. Le costó entrar y aquí aprecié que retomáramos la parsimonia del primer día. Eso sí, duró poco una vez Alfonso acopló su verga en mi ano y el mete y saca se convirtió en un movimiento rítmico y estable. Pero al igual que con la boca, Alfonso aligeró al ritmo al tiempo que yo se lo agradecí con gemidos más sonoros. Y es que no pronunciamos palabra alguna, ni para pedir más o comentar que nos gustaba ni para sugerir cambios de postura. Así que como la larga mamada del día anterior o la follada de boca de hacía unos minutos, daba la impresión de que seguiríamos así hasta que Alfonso se corriera.
Acerté; noté su espesa leche esta vez dentro de mi culo y cómo después se deslizaba por mis nalgas. El cabrón me la sacó de golpe, pero es que me la volvió a meter de forma suave como queriendo introducir de nuevo el líquido, pues sentía cómo me rozaba con su verga el cachete y luego la arrastraba torturándome hasta meterla de nuevo. Y si creí que no habría más sorpresas, mi amante se agachó y me comió el culo otra vez probando su propio néctar. Y para colofón, mientras lo hacía agarró mi polla y la pajeó con un aguante envidiable sin parar de lamerme el ano hasta que me corrí encima de la sábana. Ambos nos desplomamos sin importarnos el pringue que íbamos a liar. Busqué un cigarro y hablamos un rato:
-¿Qué lástima no haberte conocido unos días antes? ¿Cuándo dices que te vas? -me preguntó.
-El domingo por la mañana.
-Oh, vete por la tarde.
-¿Por?
-Porque por la mañana vendré a la playa con mi mujer y a veces me escapo andando a la zona de cruising mientras ella toma el sol.
-¿Y no sospecha?
-No, sabe que a mí tumbarme no me mola, y me doy mis paseos. Podemos vernos allí.
-No, ya te dije que en lugares públicos…
-Es que no sé si nos dará tiempo a venir hasta aquí.
-Bueno, ¿y mañana?
-Mañana es imposible; vamos a pasar el día donde mis suegros.
-Qué pena.
-Lo sé, porque me está encantando haberte conocido. ¿Nos veremos en Madrid cuando vaya?
-¿Cuándo me dijiste?
-En agosto. Ya te escribiré el nombre del hotel. Por la mañana tendré reuniones, pero nos podemos pasar la tarde y la noche follando.
-Buff, suena muy bien.
-Ya ves, qué ganas.
-Bueno, no queda tanto para agosto.
-Se me va a hacer eterno… ¿Entonces lo del domingo? -insistió.
-Muy arriesgado. Y además prefiero salir temprano y comer en Madrid.
-Ya sé yo lo que te gusta a ti comer…
Y sí, me avisó de que teníamos aún tiempo y volví a comerle la polla. Se marchó con otro beso impaciente por vernos en Madrid. Creí que los dos días que me quedaban de estar allí no pensaría más en sexo. Me equivoqué. Esa noche desde luego no, pero el sábado, y quizá por ser la última, decidí que volvería a tener sexo telefónico o por Skype , pues mi casa de Madrid no era tan íntima como la de la playa en cuanto a vecinos. Logré mi objetivo y cayó otra paja mientras me decía guarradas con un tío de Londres tras habernos enseñado las pollas por Skout . Me pareció que en inglés resultaba menos violento y más fácil, así que acabé corriéndome por enésima vez durante unas de las vacaciones más sexuales que recuerdo. Hasta septiembre no tengo más, pero ya estamos en agosto y Alfonso ya me ha mandado fechas y dirección de hotel…