Un incesto de película

El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla.

-¿El pito de un hombre va en proporción con la altura, papá?

Esteban, Steve, para los amigos, era un maduro, moreno, de pelo rizo, ojos marrones, musculado a lo Schwarzenegger, de dos metro seis centímetros, ex jugador de baloncesto en un equipo de segunda fila, dejó de untar mantequilla en la tostada, miro a su hija, y le respondió:

-Come y calla.

-¡¿Lo tienes pequeño?!

-¡Qué no quiero hablar contigo de esas cosas, diantre!

-Diantre. ¡Qué antiguo!

Esteban se armó de paciencia.

-Come y calla.

Popotitos le hizo un saludo militar con la mano, y le dijo:

-¡Si, señor!

Esteban y Popotitos, a la que llamaba así su madre porque así la llamara a ella la suya. Estaban en pijama desayunando en la cocina de su chalet gallego. El pijama de Popotitos lo formaban un pantalón con cuadros negros y blancos y una camiseta blanca con el escudo del Deportivo de la Coruña. El de Esteban era todo marrón, pantalón y parte de arriba. Ambos estaban descalzos porque las escaleras y todos los pisos de las habitaciones, a excepción de la cocina y el baño, estaban alfombrados. No tenían servicio durante el fin de semana, fin de semana que Nieves, la madre de Popotitos, pasaba en Grecia con su nuevo amante, un jardinero veinte años menor que ella y que recientemente había entrado a su servicio.

Esteban vio que su hija tenía mucho peligro. No le conocía novio y supuso que aquella pregunta iba a ser la primera de muchas preguntas indiscretas durante ese fin de semana.

Popotitos era una joven muy hermosa, medía un metro sesenta centímetros, su cabello rubio y largo le llegaba al culo, sus ojos eran del color del mar, sus piernas estaban bien torneadas, sus tetas eran medianas, tirando a grandes, su culo suntuoso y sus caderas generosas.

Ese sábado, después de comer, Esteban se sentó en el sofá y estiró las piernas parta tomar la siesta, Popotitos colocó su cabeza sobre su regazo, flexionó las rodillas sobre el sofá y se puso a leer un libro: La novia de Frankenstein, de Almudena Grandes. Un cuarto de hora más tarde sintió algo duro en su nuca. Puso los pies sobre la alfombra y vio el tremendo bulto que tenía su padre en el pijama. Se ve que Esteban estaba teniendo un sueño húmedo. El pijama era uno de esos que tienen botones. Popotitos, con manos temblorosas fue abriéndolos y salió a flote una verga de unos 18 cm, gorda y con la cabeza descapullada. Popotitos no tuviera novio, pero porno en la PC ya había mirado el suyo. No se lo pensó dos veces. Cogió la verga con su pequeña mano y muy despacito y muy suavecito, para no despertar a su padre, comenzó a masturbarlo. Un par de minutos después miraba asombrada cómo del meato salía aguadilla que bajaba y mojaba su mano. Su coñito, al igual que la polla no paraba de lubricar. Ganas le dieron de lamer aquella cabeza gorda, pero se contuvo, se contuvo un par de minutos, pues después pasó la lengua por el meato. Fue la gota que colmó el vaso, ya que del meato salió un chorro de leche que impactó en su paladar. Retiró la cabeza, sorprendida. Luego vio bajar la leche por la polla abajo. Su coñito latía y se acababa de encharcar. Cuando estaba acabando de correrse, Esteban, abrió los ojos y vio a su hija con la polla en la mano mirándola cómo si fuese la octava maravilla del mudo. Le chilló:

-¡¡¡Qué coño haces, María Isabel!!

Popotitos llevo un susto que hizo que soltara la polla y que cayese sentada sobre la alfombra. Se levantó, echó a correr, se metió en su habitación y se cerró con llave.

A la hora de cenar Esteban llamó a su puerta, y le dijo:

-A cenar.

-No me apetece.

-Ya me pasó el enfado. ¡No hagas que me enfade de nuevo!

-Es que tengo vergüenza.

-No haber hecho lo que hiciste. Ven a cenar.

-Me visto y voy.

Al rato llegaba Popotitos a la cocina con unos vaqueros ceñidos, un top negro muy escotado y unos zapatos de tacón alto a juego con el top. El cabello lo traía recogido en una coleta, las cejas bien arregladas, sus pestañas parecían más largas, los ojos los tenía pintados de azul y las uñas y los labios pintados de rojo. Era preciosa, y la cabrona lo sabía. Lo de la vergüenza era una mentira tan grande cómo una catedral. Se vistiera para matar y la víctima era su padre. Esteban, sentado a la mesa, le preguntó:

-¿Con quién quedaste?

-No voy a salir, me vestí para cenar contigo.

Esteban vio venir la tempestad.

-Sé qué estás en una edad muy difícil...

No lo dejó terminar. Le preguntó:

-¿Por qué lo dices?

-Por la manera que te has vestido. Las mujeres se visten así para gustar a los hombres, y que yo sepa el único hombre que te va a ver soy yo.

Caminando mientras contoneaba las caderas, le dijo:

-Eres muy perspicaz. ¿Y te gusto?

Esteban se limpió la boca con una servilleta, echó un vaso de vino tinto, y le dijo.

-No te voy a consentir esa clase de comportamiento.

Popotitos hacía tiempo que le tenía tomada la medida a su padre y sabía que no le iba a levantar la mano, así que le dijo:

-Te gusto.

Popotitos, de pie, también se echó un vaso de vino tinto. Esteban, le dijo:

-¿Qué haces? Si tú siempre bebes agua para comer.

Bebió un sorbo, apoyó las dos manos en la mesa, se inclinó, y mostrándole parte de sus tetas, le dijo:

-Esta noche quiero hacer muchas cosas que nunca hice... Cómo hacerle una cubana a un hombre, cómo mamársela..

-Ahora mismo debía sacar el cinto y ponerte el culo negro.

Cómo la voz de Esteban distaba mucho de ser autoritaria, Popotitos le echó una mirada de mujer fatal, de esas que excitan, y después le dijo:

-No llevas cinto, papá, y es una pena porque me gustaría que me dieras con él en el culo, pero me podías azotar con tus manos -sonrió con picardía-. Fui mala, muy mala -caminó hasta ponerse a sus espaldas.

-Sabía que algo así iba a suceder. Cuanto antes lo zanjemos, mejor. Mira, hija, ni te voy a dar en culo, ni me vas a hacer una cubana, ni vas a mamar mi polla, en esta casa solo hay una y...

Popotitos le dijo al oído:

-Hay dos, papá, pero el otro ya lo chupé. Se lo cojo prestado a mamá.

Esteban se había llevado una gran sorpresa. Giró la cabeza, y le preguntó:

-¡¿Qué coges qué?!

Le puso las manos sobre los hombros y frotó las tetas en su cabeza.

-El consolador de mamá. ¿Es que no sabías que tiene uno?

Esteban pensaba que quería meter cizaña.

-Mientes.

Popotitos se sentó a la mesa justo enfrente de su padre, y le dijo:

-Vete a mirar en el cajón de abajo del mueble donde guarda su ropa interior, donde tiene las pilas de bragas, debajo de todo, a mano izquierda, mira allí.

No le quedó más remedio que creerla.

-¡¿Y qué hace tu madre con un consolador?!

-Lo mismo que yo, consolarse. Tenemos el mismo novio.

Esteban se estaba poniendo cachondo. Lo excitaba

saber que su mujer y su hija se masturbaban. Le dijo:

-Así nunca tiene ganas.

-¿Miramos después una porno juntos, papá?

-¡¿Qué?! ¿También miras porno?

-En el PC de mamá. Miro todas las películas que ve ella, desde lésbico a hard core.

-¡Soy un cornudo!

Popotitos le habló cómo si fuera un niño.

-Virtual, papá, solo virtual. Si no quieres que miremos una porno... ¿Jugamos a que somos dos completos desconocidos?

Esteban no estaba para juegos.

-¡No!

Se levantó de la mesa. Si pilla allí a la mujer la lleva a la habitación yse la folla aunque fuese a la fuerza. Se sentó en el sofá, Popotitos, que lo había seguido se sentó a su lado, y le dijo:

-¿Es qué usted no te haces pajas, señor?

-Déjalo ya. No voy a jugar

-¿Es usted un machista, señor?

-No, yo las hago cuando ella no quiere tener relaciones sexuales conmigo.

-Follar, señor, se dice follar. Seguro que no la folla bien, por eso se consuela de otra manera. ¿Quiere qué le enseñe a hacer feliz a una mujer?

A Esteban le dio la risa.

-¡Manda huevos! Mi hija me quiere aprender a hacer hijos.

Popotitos cogió la coleta con la mano derecha, pasó las puntas de los pelos por una teta, después por la otra, y sonriendo, le dijo:

-Una cosa es hacer hijos y otra muy distinta satisfacer a una mujer plenamente, señor.

Puso las puntas de los pelos de la coleta en el cuello, y le dijo:

-Empiece por aquí.

-¡¿Qué?!

-Que empiece a jugar conmigo por aquí. Yo le iré diciendo todo lo que le debe hacer a una mujer para dejarla satisfecha.

Esteban estaba confundido y con la polla morcillona.

-¿Primero una porno, ahora esto...?

-Será mejor que una porno, señor.

-Nos estamos metiendo en un terreno pantanoso.

-¡No sabe bien cómo tengo el coñito de pantanoso! ¿Cómo quiere que le llame, señor?

-No puedo olvidar que eres mi hija, María Isabel.

-Nadie lo va a saber, papá. Te juro que voy a guardar el secreto mientras viva. ¿Cómo quieres que te llame?

Esteban, entregó la cuchara. Le respondió:

-Llámame cómo quieras.

-Vale, te llamaré León, tú llámame Fantasía.

Esteban ya se pusiera cachondo lo que le contara de la mujer, y aún se puso más imaginando cómo tendría de mojado el coño su hija. Besó donde tenía el dedo y después la miró en busca de su aprobación.Popotitos, le dijo:

-Así no se hace.

Popotitos besó a su padre en el cuello, y besando lamiendo y chupando fue subiendo hasta la oreja, le mordió el lóbulo y le metió la lengua dentro. Esteban ya estaba empalmado y Popotitos vio la chepa en el pijama:

-Hazme lo que le hice en los dos lados del cuello, León.

-¿Quién te aprendió a hacer eso, Fantasía?

-Una amiga.

Esteban iba de sorpresa en sorpresa.

-¡¿Eres lesbiana?!

-Pues no lo sé, León. Me gusta comer un chocho y que me coman el mío -le abrió los botones del pantalón del pijama-. Después de tener relaciones sexuales contigo te lo diré.

Popotitos le cogió una de las manoplas a su padre, una manopla que hacía tres de sus manos, se la metió debajo del top y comenzó a menear su verga.

Cuando Esteban acabó de jugar con el cuello, le preguntó:

-¿Y ahora qué quieres que te haga, Fantasía?

-Desnúdate.

Esteban se quitó el pijama. Tenía más pelo en la espalda del que tienen la mayoría de los hombres en el pecho. Parecía un gorila, pero a Popotitos le gustaba que fuera peludo. Al estar desnudo, le volvió a preguntar:

-¿Y ahora que quieres que te haga, Fantasía?

Le dio un pico, y le dijo:

-Y yo qué sé, León. Quería seducirte y ya te seduje.

Se le quedó mirando a los ojos en espera de que la comiera a besos, pero Esteban, en vez de comerle la boca, le levantó el top y su lengua lamió y chupó el pezón y la areola rosada de su dura teta izquierda, la derecha se la cogió entera con la manopla y se la magreó. Mamando y magreando Popotitos se fue encendiendo, pero echaba algo de menos, así que le dijo:

-Bésame, León.

La besó. Fue cómo si la besara King Kong. La boca de Popotitos desapareció dentro de la boca de Esteban. Su enorme lengua le llenó la boca. Popotitos abrió el botón de sus jeans, bajó la cremallera, levantó el culo y se bajó un poquito los pantalones. Esteban le quitó el top y le acabó de bajar los pantalones. Vio su coñito pelado y salivó. Popotitos se acostó sobre el sofá. La enorme lengua de Esteban lamió repetidas veces el ojete, el coñito lleno de babas, el clítoris y parte de los pelos del monte de venus. Popotitos se retorcía de placer sintiendo las lamidas. Poco después, con las manos de Esteban cubriendo sus tetas, se vino, diciendo:

-¡Me corro, León!

Al acabar de correrse, con Esteban sentado de nuevo a su lado, siguió con el juego. Le dijo:

-Tenías ganas de estar conmigo, León, no lo niegues. ¿Qué es lo qué más te gusta que te hagan?

Esteban, no le respondió, le cogió la cabeza con su manopla y le llevó la boca a la verga empalmada. Popotitos cogió su coleta, rodeó la cabeza con ella y lo masturbó unos instantes, después, recordó cómo mamaban y cómo la meneaban en los vídeos porno que viera y le hizo a su padre una mamada sublime... Esteban, cuando se iba a correr, la quitó, le cogió la cabeza y se corrió por su frente, por sus mejillas, por sus labios y después lamió toda la leche y acabó dándole un beso con lengua.

Al acabar de besarla, Popotitos, le dijo:

-Eres un guarro de cojones, papá.

Esteban salto cómo un tigre.

-¡¿Qué lenguaje es ese para una señorita?!

Popotitos no entendía nada.

-No me jodas, papá. ¿Te acabas te papar tu propia leche y me dices que cuide mi lenguaje?

-Papar. ¿Dónde aprendiste a hablar así?

-Déjate de hostias, papá. ¿Quieres que folle cómo una remilgada o cómo una zorra?

Esteban vio que su hija tenía razón. Estaba follando, no en una reunión social. Le dijo:

-Haz lo que quieras.

-Eso ya está mejor, León.

Se levantó del sofá y se sentó sobré el regazo de su padre. Tenía el coño encharcado y lo frotó a lo largo de la verga mientras lo besaba, acariciaba su cabello y lo miraba con cara de chica buena... Eso hizo hasta que se le volvió a poner dura. Cuando ya miraba para arriba con el ojo solo, Popotitos bajó el culo y se fue metiendo la verga, verga que entraba cómo el corcho en una botella, a presión. Lo metió despacito, milímetro a milímetro, entre besos y gemidos. El viajé de la verga al fondo el coño fue alucinante para Popotitos, por dos razones, una por que cuando iba por la mitad se corrió cómo un pajarito y le dio piquitos a su padre, y poco antes de llegar al fondo se corrió cómo una loba y le devoró la lengua. Después lo siguió follando, y para continuar con el juego, le preguntó:

-¿Habías entrado antes en un chocho tan fresco, León?

-No, nunca había estado con una cosita tan dulce, Fantasía.

-Espero que este sea el principio de una bonita amistad.

-¿Te gusta esa fase de Casablanca?

-Sí, queda bien en esta casa putas.

-¡Qué cabrona!

-Mira quien habla. El cornudo virtual.

-No hagas sangre, coño.

Popotitos ya estaba a punto de nuevo.

-Me voy a correr otra vez, León.

Esteban no se quedaba atrás.

-Me voy a correr yo antes, Fantasía.

Popotitos aceleró los movimientos de culo, y al empezar a correrse, le dijo a su padre:

-¡Tonto el último!

La tonta fue ella porque cando lo dijo ya su padre se había corrido dentro de ella. Quedó exhausta. Tenía su cabeza apoyada entre el pecho y el hombro de Esteban y su corazón latía con fuerza. La puso de pie sobré el sofá, la cogió por las caderas y le comió el coño. Su lengua, cómo si fuese una pala comenzó a lamer su leche y los jugos de la corrida de su hija. Popotitos miraba la guarrería que le estaba haciendo su padre, y le dijo:

-¡Joder que cerdo eres!

Cerró los ojos y pensó que era Laura, su mejor amiga, la que le estaba comiendo el coño. Veía su cara y sentía su lengua lamiendo sus jugos y la leche de su padre. Eran las manos de su padre en su cintura las de su amiga cómo también era el cabello que estaba acariciando el de su amiga. Al rato sintió que le venía, movió la pelvis de abajo arriba, y le dijo a su amiga:

-¡Me corro en tu boca!

Esteban sintió sus jugos calentitos caer sobre su lengua, sintió sus jadeos y vio cómo todo el cuerpo de su hija se sacudía con el placer que sentía.

Cuando Popotitos se sentó de nuevo en el sofá, roja cómo un tomate maduro. Se dio aire con las dos manos, y le dijo:

-¡Qué cosa más rica sentí!

-El fin justifica los medios.

Popotitos se puso de uñas.

-¡De eso nada, lo de ser cerdo no tuvo nada que ver! ¿Quieres saber lo que sentí al verte lamer? Mejor, no te lo digo

-Entendido, no volveré a ser tan guarro.

Poco más tarde, le dijo:

-Fóllame de pié, León.

Esteban se levantó. Su polla estaba morcillona. Popotitos se agachó un poquitín y le besó, lamió y chupó los huevos, que eran cómo los que ponen las gallinas, y le meneó y mamó la verga, Esteban le cogió una mano, le separó un dedo y se lo llevó al ojete. Quería que su hija le follara el culo con él, Popotitos pilló la idea a la primera, humedeció el dedo medio en su coñito y se lo metió en el culo. Fue metérselo y la verga se puso dura. Lamió y chupó huevos, y chupó, mamó y meneó la verga, luego se levantó, Esteban, la besó largamente, después la cogió en alto en peso, ella rodeó el cuello de su padre con sus brazos y la verga entró en su coño cómo un tiro. Le dijo:

-Dame duro, León.

-Jamás pensé que lo diría pero eres pura fantasía, hija.

-Me gustó oír eso.

Esteban, que la estaba sujetando por los muslos, subiéndola y bajándola sobre su polla, la folló a lo bestia. Otra vez parecía que era King Kong quien estaba follando a la chica, solo que a esta chica el coñito ya se le había vuelto coño y ese coño, pasado un tiempo ya echaba por fuera y goteaba sobre la alfombra. Esta vez tardó en correrse, pero cuando lo hizo se corrió gritando, gritos que ahogó Esteban metiendo su lengua de buey en la boca y llenándole el coño de leche. A acabar de correrse, aún con la polla dentro de su coño, le dijo:

-Ponme despacito sobre el sofá para que no caiga nada de mi coñito y dame sexo oral, papá.

Esteban se inclinó y la puso sobre el sofá... Pasó su lengua por aquel pocito de vicio, y después le preguntó:

-¿No decías que no te gustaba que fuera tan guarro?

Popotitos lo cogió por los pelos, le llevo la boca al coño, y después le dijo:

-Come y calla.

Quique.