Un hombre malo
Lo que queremos no siempre es lo que necesitamos.
Ella quería un hombre malo. Así, como suena. Un hombre insoportable, insaciable, neurótico. Tan horrible como ella. Un tipo con fantasmas del pasado y esqueletos en el armario que la pegara, que la vejara, que se riera. Que le dijera las mismas cosas terribles que mamá, que la sermoneara como papá. Que la ridiculizara como en la escuela. Que la humillara, pero a diario. Que sus maldades fueran -a ser posible- constantes. Que la pisara, arañara y mordiera veinte veces al día. Mejor treinta.
Que la odiara, pero que no la dejase.
Que la insultara, pero llamase por teléfono (y dijera, de tanto en tanto, alguna cosa dulce. Un"te quiero", por ejemplo, que lo justificase todo.) Quería, más que nada en el mundo, una constante en su vida.
La certeza de tener algo terrible, pero seguro.
Algo por lo que temblar a las nueve en punto. A la dos de la mañana. Una persona por la que sacrificarse.
Alguien lo bastante desagradable para que no se lo disputase ninguna. Un problema, sí, pero para toda la vida.
Poder llorar sistemática y puntualmente. Llamarlo suyo. Suyo. Suyo...
Pero lo que de verdad necesitaba, en lugar de collares, látigos y cuerdas
era
un
psicólogo.
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Porque el BDSM no es para todo el mundo, ni arregla problema alguno. No es una tabla de salvación ni la panacea. Si no sabes lo que buscas, entonces es posible que estés buscando... problemas.
Me apetecía remarcar las tres últimas palabras así, como un recurso estilístico, pero no sé qué tal queda...
Un saludo a todos, y dejad un COMENTARIO si queréis ayudar.