Un hombre grande

Continuaciónde "Nacer de Nuevo"... Mauro cuenta qué paso después que Nelsón se alejó de su vida y en particular su relación con Esteban un trabajador de la construcción, grande en todo sentido, en edad, etc... Muy interesante la historia, muestra la capacidad de Mauro para entenderse con hombres...

UN HOMBRE GRANDE

por Mauro

(Revisión de Eduardo de Altamirano)

Hola, estuve con ustedes a principios de año, narrándoles mi historia con Nelson… ¿La recuerdan?... La titulé Nacer de Nuevo y quien no la haya leído puede encontrarla entre las publicaciones de mi amigo, Eduardo de Altamirano, en esta misma página web…

Bueno, ahora quiero contarle que cuando me distancié de Nelson, comenzó para mí una nueva vida; por eso al relato de mi experiencia con él lo llamé Nacer de Nuevo… Del Mauro que había sido hasta que conocí a ese encantador brasilero no quedaba casi nada, mas allá de lo físico y lo físico estaba en plena evolución…

Asi es, Nelson supo despertar en mi el interés y la inquietud por mejorar al máximo el aspecto de mi cuerpo, que es más o menos lo mismo que cuidar mi salud… Con él no solo compartía sexo, sino también, y en buena medida, acciones que llevaban a optimizar mi estado… El era mi maestro… Un buen maestro, porque llevaba la gimnasia en el alma…

Cuando desapareció de mi vida, yo seguí yendo al gym con igual dedicación y, si se quiere, el mismo apasionamiento que cuando él estaba conmigo… La vanidad, quizá, concentraba mis inquietudes en mis piernas y en mi colita… Gozaba viendo como se torneaban y endurecían, sin perder tersura; por el contrario, parecían acrecentar día a día su firme delicadeza… No era para menos… Después de mis ejercicios, me prodigaba unos encremados hidratantes, nutrientes, etc., etc., capaces de convertir en seda un adoquín…

Otra de las cosas que Nelson me transmitió o estimuló fue la de afirmar y desarrollar la confianza en mí mismo… Hasta que lo conocí a él, debo confesar, yo era una persona  superinsegura… Cualquier adversidad me hacía trastabillar o retroceder… Con él y sus lecciones, comencé a cambiar y cuando él ya no estuvo,  continué en la misma dirección en que me había encaminado… En lo social, eso tuvo una repercusión sumamente beneficiosa para mí, porque me ayudo a salir del ensimismamiento en que vivía y a establecer lazos de amistad y compañerismo con chicas y chicos a quienes antes, de puro tímido y vergonzoso, no me animaba a tratar… En el fondo de todo estaba la oscura creencia de que, por ser gay, no valía nada o valía muy poco y que, por eso, a los demás era poco lo que podía interesarles… Ser gay, para mi subconsciente de entonces, era ser enfermo, pervertido, inferior, degenerado y todo eso con lo que la sociedad, la gente común nos venía machacando mañana, tarde y noche, todos los días de la vida…

Salir de ese error conceptual me llevó su tiempo; pero lo logré… Aprendí que ser gay no es nada del otro mundo y mucho menos algo de lo que uno deba avergonzarse… Es algo absolutamente natural, como ser alto o bajo, rubio o morocho, o preferir el pescado en lugar de la carne de vaca… Con la conciencia y el convencimiento de esto empecé a darle para adelante y no me fue tan mal que digamos…

Mi natural no es la promiscuidad… No deseo estar hoy con uno y mañana con otro… Nunca lo desee… Andar saltando de cama en cama no me hace feliz ni complace mis deseos… Lo mío apunta a cosas más o menos estables, donde la felicidad se pueda ir construyendo de a dos, con un solo afán… Esto no siempre es posible, porque hay que encontrar a quien quiera compartir algo con uno, así como ser encontrado para tal fin… Hasta hace no muchos años esto era una faena muy difícil, con cientos de trabas… Por suerte, la sociedad ha evolucionado y está evolucionando, y los gays, así como otras minorías sexuales, estamos dejando de ser los monstruos en que se nos tenían encasillados… El porvenir se nos presenta más venturoso…

Entonces, cuando yo rondaba los 20 años, la cosa era otra y el andar picoteando aquí y allá era la única opción que se nos presentaba si no queríamos –sexualmente- morirnos de hambre y dejar pasar nuestra juventud sin el placer de poseer o ser poseído por un alma gemela y un buen trozo que nos rizara los pelitos del culo…

Yo no escapé a ese destino… Concluida mi relación con Nelson y alentado por la forma de ver la vida y las oportunidades que él me enseñara, me dediqué a la búsqueda del ser que anhelaba, sin desperdiciar ninguna ocasión que se me presentara, porque en definitiva uno nunca sabe por dónde va a saltar la liebre y el Príncipe Azul se nos puede presentar vestido de Cartonero… ¡Si habrá casos!... Tal vez, mucho más de lo que imaginamos…

Así fue como pude conocer algunos hombre… ¿Cuántos?... Muchos menos de los que ustedes piensan y algunos más de los yo digo… Porque el objetivo era encontrar al ideal… Muchas de esas experiencias no fueron más allá de una noche… Otras perduraron por motivos, si se quiere, ajenos al sexo… Tal es el caso de un muchacho a quien conocí en el gym… Era todo un monumento… Lindo por donde se lo mirara, con un porte arrollador… Bien viril… Uno se hacía a la idea de que en la cama debía ser un matador al cien por ciento… Pues no, en la cama era un flato, un bofe… No tenía iniciativa para nada… Para mí, su libido estaba en falta… Nada lo calentaba… Era para patearlo; sin embargo, me lo banqué bastante porque me fascinaba mirarlo… Era una estatua… Como dije, un monumento… Y ya se sabe, a un monumento no se le pide que nos haga el amor… Debemos contentarnos con mirarlo y deleitarnos con las satisfacciones que le brinda a nuestra afición por la belleza… El era bello y ahí empezaba y terminaba todo…

También alterné con jovencitos, bien jovencitos y maduritos, bien maduritos… Algunos solteros, otros casados… Unos solventes, varios sequitos… No faltó algún dotado ni tampoco algún chiquitón… De todos y cada uno aprendí algo, y a todos, de una u otra forma les estoy agradecido… Tuve la suerte de que en general fueran buenas personas…

Sin embargo y a pesar de que no me faltaban machos con quien coger, una cosa era cierta: ninguno alcanzaba a satisfacerme por completo, como en su momento me satisfizo Nelson… Siempre me faltaban 10 centavos para el peso… No me quejaba ni me quejo porque otras cosas de mi vida, cosas muy importante llenaban esos huequitos y me hacían sentir espiritualmente bien…

Mi carrera universitaria prosiguió exitosamente y mi situación laboral se hizo cada vez más sólida… La empresa donde trabajaba se afianzaba día y a día, y eso podía apreciarse en los cambios edilicios que experimentaba… Yo compartía la oficina con dos compañeras muy buenas y trabajar allí con ellas era más que un trabajo, un placer… Un verdadero placer…

Fue en ese entonces cuando la firma decidió realizar una serie de refacciones a propósito de dotar a las dependencias de mayor confort y, sobre todo, de mayor funcionalidad… Las obras se hacían piso por piso para que la actividad general no se viera afectada… En ese entonces, mi gran preocupación era saber dónde debería meterme para trabajar cuando llegaran los obreros… En mi oficina había computadoras, impresoras y otros accesorios y no era fácil llevarlos de un lado a otro… Se necesitaba espacio… Todo estaba bastante confuso… Un día, mi Jefe me avisó que al siguiente vendrían de la constructora para hacer una evaluación… Me pidió que tuviera todo despejado y así hice… No tenía la menor idea acerca de lo que era la evaluación y mucho menos quién estaría a cargo de ella…

El día previsto, apareció nuevamente mi Jefe acompañado por un hombre mayor, de unos cuarenta años,  quien me impactó desde el mismísimo instante en que posé mi vista en él… Tal fue el impacto y la conmoción que me causó que, aturdido, no entendía un soto de lo que mi Jefe me decía… Estaba, lo que se dice “bloqueado”… No sé si mi Jefe se dio cuenta de lo que me sucedía… El hombre que lo acompañaba, si se dio cuenta… Se pusieron a hablar entre ellos acerca de lo que se iba a hacer y yo quedé al margen, pero, el hombre grande no dejaba de mirarme…

Era un morocho alto, fornido, con un aspecto de macho que mataba… Parecía provinciano, pero su voz, mejor dicho, su vozarrón no tenía ningún acento…El solo mirarlo me hacía correr frío por la espalda y hasta creo que me latía el culito… Después de decir cosas que francamente no entendí acerca del edificio y de lo que en principio había que hacer, sentenció que vendría al día siguiente bien temprano con el plano, para tomar algunas medidas… Preguntó si a las 8:30 habría alguien para recibirlo… Sobre el pucho, mi Jefe respondió: “si, va a estar Mauro (y me señaló a mi)”… Unos minutos después, ambos se retiraron… Yo empecé a serenarme y también a elucubrar y a hablar conmigo mismo…

Lo cierto era que el morocho me había fascinado y fantaseaba con la idea de tirarme un lance… “Total –me decía- más que decirte que no, ¿qué otra cosa puede pasar?”… Luego recapacitaba que justo era en mi lugar de trabajo y me preguntaba si no sería una imprudencia… Estaba loco, loquísimo… Y caliente, calentísimo…

Me impuse la obligación de estar al día siguiente a las 7:30, una hora y media antes en que habitualmente lo hacía… En Seguridad me preguntaron “si me había caído de la cama”… Ya en mi oficina, ubiqué las cosas como para que el morocho se pudiera desplazar sin tropezar con ningún obstáculo… Me preguntaba si vendría solo o acompañado… Rogaba que viniese solito…

Cuando ya eran las 8 pasadas, encendí la PC, me metí en Internet y, con el truco que usaba siempre para sortear la traba puesta desde la oficina del Administrador del Sistema, abrí una página que, si no me equivoco, todavía funciona… Se llama Cloland … Hasta el año pasado estaba… Para mí era un encanto… Uno se cansaba de ver hombres en bolas, haciendo las mil y una… La apertura de esa página no fue algo casual… Lo hice adrede… Pensaba dejarla abierta cuando el morocho llegara… En una de esas la veía y podía pasar algo… Si el morocho venía acompañado, apagaba la PC y a otra cosa…

A las 8:30 en punto llegó el morocho con un plano enrollado bajo el brazo, una carpeta, una cinta métrica y un extraño aparato cuya utilidad no podía imaginarme… Saludó… Le pregunté si podía ayudarlo en algo… Me pidió que lo ayudara a extender el plano sobre la mesa ejecutiva y acto seguido comenzó a tomar notas y medidas… Me pidió un destornillador… Como no tenía, le dí una lezna… Se subió a una silla e hizo un agujero en el techo… Quería ver en qué estado estaba el cielorraso… Lo encontró perfecto… En uno de los desplazamientos se ubicó frente al monitor y descubrió lo que yo había estado mirando… Sonriendo y medio como preguntándome me dijo: “Te gustan las cosas fuertes”… Por toda respuesta, me sonreí como asintiendo… El siguió con su cinta métrica y sus anotaciones… Después tomó el misterioso aparatito y comenzó a pasarlo por las paredes… Le pregunté para qué servía y me respondió: “para detectar metales”… Las instalaciones antiguas de agua, gas y electricidad se hacían en caños metálicos y el aparato permitía averiguar si en las paredes había cañerías…

Ya estaba por terminar el trabajo y yo no sabía qué hacer para llamar su atención… El morocho sabía que me gustaban las cosas fuertes… Pero, ¿qué seguía a partir de eso?... ¿Nada?... Yo no quería que la cosa quedara ahí y no sabía qué hacer para que no quedara ahí…

El morocho le puso fin a mi angustia… Sin ningún preámbulo me preguntó cuántos años tenía… Le pude haber dicho mi edad; pero, en lugar de eso le contesté con otra pregunta: “¿cuántos años cree que tengo?”… “No sé, pero sos un pendejo jovencito”… La franqueza y rapidez de la respuesta me hizo reír y no contuve la carcajada… Creo que mi reacción lo estimuló para seguir… Tras cartón me confesó: “Sabés una cosa, a mi me gustan mucho los pendejos”…

Demás está decir que esta declaración me produjo una conmoción tremenda… Fue tan grande que me costaba reaccionar… El morocho no esperó a que yo dijera algo… Enseguida, como puñalada de pícaro, agregó: “no estaría mal que vos y yo nos viéramos en otro lugar para conversar un poquito; se me ocurre que podríamos entendernos muy bien en cosas que nos interesan a los dos; ¿qué te parece?”…

Haciendo un esfuerzo titánico conseguí responderle: “Si, como no”… Era lo que necesitaba para decirme: “El lunes, cuando salgas de aquí (salís a las cuatro, ¿verdad?), podemos encontrarnos en el barcito de Independencia, acá a la vuelta. Yo te lo confirmo… Apenas alcancé a decirle: “Bueno”, cuando en el mismo momento entró mi Jefe y yo pasé a segundo plano… Más aún porque me apuré a cerrar la página de la web que seguía abierta… El morocho y mi Jefe cambiaron algunas palabras y, cuando el morocho se retiraba, se acercó a mí y me tendió la mano… Una mano grande, enorme y fuerte, muy fuerte… Yo le di mi mano y él me la apretó con todo… “Hasta el lunes” me dijo y esas palabras me sonaron como el anuncio de un huracán que estaba por arrasarme… Parecieron decirme “preparate porque no sabés la que te espera”…

Para el lunes a las cuatro de la tarde faltaban exactamente: ciento una horas… Para mí, esas 101 horas no fueron horas cualquiera… Fueron horas de goma… Se estiraban y no terminaban nunca de pasar… Pero, al fin, pasaron… Un ratito antes de que ese final llegara, el morocho se apareció por el pasillo donde habíamos ido a parar mi PC y todas mis cosas, y me hizo una seña, como diciéndome que se iba para el barcito de la calle Independencia, mejor dicho de la Avda. Independencia…

A las cuatro en punto levanté campamento y a toda prisa marché para el bar…  Mi oficina estaba en la calle Chile, de modo que lo único que tuve que hacer fue dar media vuelta a la manzana… Era una tarde espectacular… Yo cuidé de estar lo más bien arreglado posible… Llevaba un pantalón blanco bien ajustado y un camisa te con leche… Zapatos marrón habano, haciendo juego con la cartera LV que me regalaron mis compañeritas cuando cumplí los 25… El corazón me latía a mil… El morocho se había sentado en una mesa junto a la ventana… Lo vi antes de entrar… No tuve que buscarlo, fui directamente donde estaba él… Me recibió con una sonrisa… Yo me sentía una mariposa… “Me alegro que hayas venido” me dijo… Pedí un jugo y él continuó con su café… Permanecimos callados unos segundos… Yo no sabía qué decir… El, con toda naturalidad, tomó la palabra…

Bueno…, primero quiero que sepas que me llamo Esteban…, tengo 41 años, soy casado, casado y separado, tengo dos hijos grandes (me case a los 17), vivo solo y en cuanto a sexo, como ya te comenté, me en-can-tan los pendejos, por supuesto, pasivos… Te digo que, ni bien te vi, me dije: este pibe es puto… No sé si me equivoco, pero me parece que te caí bien de entrada… Me mirabas con un hambre imposible… Mientras hablaba con tu Jefe, me decía: “a este pibe me lo tengo que ganar sea como sea”… La verdad es que no sabía un pomo cómo te podía ganar, pero estaba decidido a hacerlo… Yo soy así, cuando una cosa se me mete en la cabeza le doy y le doy hasta que lo consigo… Por suerte, vos me abriste el camino con eso de poner lo que pusiste la computadora… Era una trampita… Y bueno, yo no soy de hacerme rogar… Te dije lo que esperabas que te dijera, que me gustaban los putitos… ¡Si hubieras visto la cara que pusiste!... Parecías tan contento como si la tuvieras adentro…

Me hablaba como si hiciera años que nos conociéramos… Con una seguridad absoluta… Yo le sonreía y, a veces, asentía con la con la cabeza sus dichos… Esteban me envolvía con sus palabras de una forma absolutamente novedosa para mi… Novedosa y encantadora… Por primera alguien me decía “puto”, “putito” y, lejos de disgustarme, me sentía complacido… ¿Por qué?... Porque no me lo decía para insultarme, ni para agraviarme, ni para hacerme sentir mal, sino para que supiera que en mi condición de puto, de pibe que se la comía, yo ya había pasado a ser alguien que le pertenecía porque él lo quería asi, porque él era Macho, así, con mayúscula… Lo que nunca, no opuse ninguna resistencia… Dejé, gustoso, que Esteban fuera imponiendo su voluntad y me sometía a ella…

Ni con Nelson, que fue lo más perfecto que había tenido antes de conocer a Esteban, yo había experimentado la sensación que produce el sentirse poseído por un hombre… No pocos machos me habían cogido, algunos lo habían hecho técnicamente muy bien; pero ninguno me hizo sentir que quería poseerme, abarcarme, dominarme, convertirme en algo suyo… En algún pasaje de su monólogo inicial, recuerdo que dijo…

No sé por qué se me da por pensar que a vos no te han cogido bien, se me ocurre que nunca te han hecho sentir lo que es un Macho de verdad…  Hay algo en vos que parece estar diciendo que necesitas alguien que cuando te garche te deje 100 x 100 satisfecho, porque hasta ahora siempre te quedaste con las ganas de algo más…

Tal vez cuando me dijo esto lo que quería era ver cómo reaccionaba yo; pero, al margen de esta posibilidad, lo que yo debo decir es que Esteban dio precisamente en el blanco con sus dichos… De todos los hombres que hasta ese momento había conocido, ninguno me dejó completamente satisfecho… Con ninguno había experimentado una sensación de saciedad completa… Sin saber a ciencia cierta qué era lo que me faltaba, percibía que no estaba completamente satisfecho… Cualquiera hubiese podido decir que a mí no había poronga que me viniera bien… Pero, en realidad todas las porongas me venían bien; lo que sucedía es que ninguna me dejaba del todo satisfecho, ninguna me llenaba por completo…

Ahora, a la distancia, he descubierto que la verdad, la realidad era otra… Pero, en ese momento el entendimiento no me daba para comprender cabalmente lo que me ocurría…

Después de haber pasado más de una hora conversando con Esteban en el barcito, el morocho apuró los tiempos y quiso concretar ese mismo día… Sin ningún rodeo, me pidió de ir a coger… Con las ganas que me había dado todo su chamuyo, no estaba para decirle que no… Le propuse que fuéramos a mi departamento, que estaba relativamente más cerca de allí que el suyo, que según dijo estaba sobre la Av. Directorio, en el barrio de Floresta… No acepto, dijo que tenía el auto en un estacionamiento y por la autopista en un pedo se estaba en su casa… Así se hizo…

“Su departamento”, en realidad era una casa en la parte de atrás de un edificio de altos… Ni bien entramos, me agarró como un paquete, me levantó por el aire, con la fuerza que le daban sus largos 100 kilos de peso y su metro noventa y cinco de altura, y me estrujo contra su pecho que era una pared… Te voy a moldear a mi gusto , me dijo mientras me sacudía un terrible chupón sobre el cuello…

Inmediatamente me ordenó desnudarme para darnos un baño… Sin chistar me puse en bolas… El hizo otro tanto y ahí pude apreciar que no le faltaba nada, más bien le sobraba… Era una súper atractiva masa de músculos, sin un gramo de grasa, dotada de una pija y unos huevos que nada tenían que envidiarle a la dotación de Nelson… Al contrario, la de Esteban impresionaba como mas gruesota y en verdad lo era… Además, era un mono, lleno de pelos por todas partes…

Desnuditos los dos fuimos para el baño, donde no había bañera y si un pediluvio muy amplio, limitado por una mampara que hacía las veces de cortina… Ni por las tapas me imaginaba lo que vendría una vez que estuvimos bajo la ducha… Es más fácil contar lo que no me hizo que narrarles lo que me hizo… De pique, nomás, me empezó a cachetear las nalgas y a decirme cosas que me ponían como loco… Qué culito que tenés putito… Estás refuerte… ¿Sabés cómo te lo voy a dejar?... y un montón de cosas más… Después me hizo girar y ya frente a mí, me pellizcó los pezones hasta hacerme doler, no tanto como para que no pudiera soportarlo… Presionando sobre mis hombros, me obligó a arrodillarme para que le chupara la pija… De pronto me vi ante semejante poronga, dura como un garrote, yendo y viniendo y golpeando contra mi cara, mientras él me urgía… Chupa, putito, chupa como vos sabés… La verdad es que no se equivocaba, yo había aprendido a chupar verga… No voy a decir que soy un maestro, pero me defiendo muy bien… En un momento en que pude detener el vaivén de su poronga me la metí en la boca… Me encantó su sabor a hombre… Hice lo que a muchos sorprende… Conseguí que atravesara mi garganta, dejara atrás las amígdalas y se aventurara en mi esófago… A pesar de su enorme tamaño, la tuve toda entera dentro de mi cavidad bucal, aprentándosela con todo… Creo que Esteban también se sorprendió con esta habilidad mía que excedía los límites habituales de quienes gustamos de chupar pijas… Al menos sus palabras trasuntaban un poco de admiración… Como chupas la pija, yegüita; sos una artista; te la tragas toda como si nada... Vamos a ver si por el culo te entra igual, quiero partirte como un queso…

A los lectores como yo, que miden un metro sesenta escasos y pesen menos de sesenta kilos, les pido que imaginen lo que es tener frente a frente a un gorila de casi dos metros de altura y más de 100 kilos de peso, amenazándolo con que lo quiere partir como un queso… A mí, las piernas me temblaban un poco, pero, al mismo tiempo sentía una curiosidad compulsiva por saber que tanto podía hacerme semejante mono…

La cuestión fue que, terminado el baño, nos secamos y nos mandamos para la cama, que no era una cama, sino como tres camas en una… Mas rápido que yo, Esteban se despatarró primero sobre el colchón y cuando yo me subí, me agarró como un muñeco y me acovachó sobre su inmenso y peludo pecho… Volvieron los chirlos y otra cosa inesperada… No sé cómo me agarró de los pelos y dirigió mi cabeza de modo que mi boca se enfrentó con la suya y ahí nomás me enchufó un beso de lengua con una furia imposible de describir…

No todos los machos activos se avienen de buena gana a besar putos… Y mucho menos la primera vez en que se encaman… O los besos quedan completamente afuera, o se dan después de cierto tiempo, con cuentagotas, a desgano y en forma bastante light … Solo en casos muy contado hay besos con todas las de la ley… Por eso, cuando me besó Esteban con esa voracidad ardiente y descontrolada que lo caracteriza, puedo decir que descubrí lo que son los verdaderos besos: una llama poderosa que enciende los leños del amor…

Tras los besos brujos que me dio, que dentro de todo fueron bastante suavecitos, atacó con una pellizcada de pezones tremenda… Pellizcada y mordisqueo… Me remarcó por todas partes… Realmente parecía que quería devorarme… Muy, pero muy lejos de sentirme mal por todas las achurías del muy sinvergüenzón, yo me sentía en la gloria, totalmente copado… Me sentía buscado, deseado y, por último, poseído en forma absoluta…

Como era de imaginar, después de no sé cuantas idas y venidas, me ordenó que le mamara la poronga… La venía teniendo al palo casi desde el mismo instante en que entramos al baño… Para mí, chuparle la pija era algo maravillo… Me acomodé sobre su gigantesco y musculado vientre, y me le prendí a la verga con alma y vida… El aprovechó mi posición para cachetearme a lo loco… Cuando se cansó de chirlearme, se ensalivó los dedos y de a uno me los fue metiendo en el culo… Yo no dejaba de mamarle la dotación que, a esta altura, me entraba sin ninguna dificultad hasta el esófago… No la podía retener mucho tiempo porque me ahogaba, pero se la exprimía en forma…

Cuando consiguió meterme cuatro dedos en el orto; cuatro dedos que eran como cuatro pijas juntas, sentí que el culo me iba a estallar… Fue entonces cuando decidió que tenía que sentarme sobre su verga y, como correspondía a un buen súbdito, obedecí sin chistar… Me encantaba que me mandara así… Me monté sobre su poronga, dando espalda a su cara… Cuando me aprontaba para hacerlo, Esteban me embadurno el ojete con cualquier cantidad de crema y, también, se encremó la pija… No se puso forro… Yo no me atreví a pedirle que lo hiciera… Con gran susto corrí el tremendo riesgo…

Fue la primera vez que esa fabulosa verga me entró en el culo y, a decir verdad, fue como si se me cumpliera un sueño… Nunca antes me había sentido tan lleno… Me entró absolutamente toda, presionando en el interior de mis entrañas hasta causarme una especie de espasmo y sofocación que no conocía… En este momento culminante, Esteban me sujetó de las caderas y, como si yo fuera una cosa, empezó a moverme de adelante para atrás y de atrás para adelante, restregando mi culo contra su cuerpo y haciendo que mi pobre agujerito se abriese mas allá de todo lo imaginable… Me estaba partiendo…

Cuando se cansó de partirme el culo, me tendió sobre él, giró y yo quedé estirado en la cama, con todo el peso de su tremendo cuerpo sobre mi… Ahí empezó a machetearme sin asco… Me lo sacaba, tomaba impulso y me lo enterraba cada vez más adentro… Por momentos yo perdía la noción de todo… Creo que le pedía por Dios que acabará porque el dolor me superaba… Pero mis ruegos no lo detenían; al contrario, parecían exacerbarlo… Me decía de todo y ni el puto ni el putito se le caían de la boca, los repetía una y otra vez como un enajenado… Un enajenado que sabía lo que quería, porque no dejaba de señalar que yo era “su puto”, “su putito” y que “me iba a coger siempre”…

Cuando acabó, sentí los más grandes pijazos de mi vida, al tiempo que su semen se derramaba en mi interior y lubricaba las últimas entradas y salidas su colosal poronga… Destruido, se abandonó sobre mi…

No sé cómo logre escurrirme… Necesitaba respirar… La cama no se había roto de pedo… Cuando comenzó a recuperarse, se sentó en la cama y me ordenó que calentara agua para tomar unos mates… El se metió en el baño…

Preparé las cosas del mate y puse el agua a calentar a fuego lento para que no hirviera… Volví al dormitorio… Ya se había duchado y se estaba secando… Marcando un record de velocidad, me higienicé y me puse mi ajustado y pequeño slip… Nos encontramos nuevamente en la cocina… Como un troglodita se trenzó con una “lata” de galleta… Le cebé mate… No hablaba… Masticaba y chupaba el mate como una aspiradora… De repente rompió el silencio: tenés aguante, petizo, te la bancaste muy bien… No creí que fueras a resistir tanto… ¿Te duele el culo?... Ya se te va a pasar… Es cuestión de que te acostumbres…Yo te voy a moldear el orto… Vas a vez cómo te va a quedar… Hasta la mejor conchita te lo va a envidiar…

Yo me sentía feliz, profundamente feliz… El culo me dolía que era un espanto, pero sabía que no me iba a morir por eso… En cuanto llegara a casa me pondría un poco de lidocaína y un supositorio para la inflamación y listo el pollo…

El desgranó una confesión… Me dijo que solo cogiendo así como había cogido conmigo el quedaba verdaderamente satisfecho; de otra manera sentía que le faltaba algo… Y, entre otras cosas, resaltó me tenés que atender siempre así, petizo… No te vas a arrepentir… No le contesté nada, pero para mis adentros me decía que yo sería su hembra, tal y cual él quería…

Cuando le avise que me iría y le pregunté qué colectivo debía tomar, fue terminante: te llevo yo … Sabía que era inútil resistirse, así que no me opuse… Me trajo hasta la puerta de casa; pero, no bajó…

En casa me mandé la lidocaína y el supositorio de Anusol…Enseguida comenzaron a hacerme efecto… Iba a tener que aplicarme varios supositorios… El culo me latía bastante…

Al día siguiente Esteban se apareció por el rincón que hacía las veces de oficina… Estaban mis compañeritas… Se mostró como un gentleman el muy guacho… Por lo bajo me pregunto si nos veíamos a la tarde… También por lo bajo le respondí que estaba en coma… Se sonrió y me anticipo que me llamaría por teléfono a la noche…

Y así fue… A eso de las 8 me llamó… Por teléfono era más suave… Le conté que tenía el culo a la miseria y que me estaba poniendo supositorios cada 8 horas… Me urgió a que le dijera cuando iba a estar en condiciones para otra zalipa… Quise eludir una respuesta categórica, pero me apretó tanto que tuve que decirle que el jueves lo vería… Fue tajante, me anunció que el jueves, a las 8 de la noche de la noche estaría por mi departamento y me advirtió que debía prepararme porque quería atravesarme … La amenaza, lejos de amedrentarme, me excitó al mango… Trataba de imaginarme lo que podía llegar a hacerme y me venían ganas de tenerlo ya conmigo…

Por suerte, el miércoles y el jueves se me pasaron volando y a las 8 de este día se hizo presente en la puerta de mi departamento… Muy caballeroso, traía un paquetito consigo: sanguches de pan negro, como él dijo para después del acto criminal…

Estaba recién bañado y perfumadito… Yo también estaba bañado y perfumado… Le echó un vistazo al departamento y se enamoró de la cama… La voy a hacer hablar , dijo… Con toda naturalidad y sin usar las manos se sacó los mocasines y, tras ello, se desvistió hasta quedar solo con un slip que a duras penas albergaba su más que prominente dotación… Yo lo imité y me quité el pantaloncito y la sudadera que llevaba puestos y no quedé en slip, porque no tenía slip; quedé en pelotas…

Esteban quiso saber en qué condiciones se encontraba mi culo después de la paliza del lunes y ahí empezaron los forcejeos y las torturas… Me pellizcó, me mordió, me chuponeó por todas partes… Ni que decir de los chirlos que me surtió en las nalgas… En un momento dado, él estaba sentado en un sofá y yo, entre sus piernas, arrodillado, le mamaba aplicadamente la pija… ¡Qué cosa más linda!...  Por supuesto, todo este mambo iba regado de por toda clase de dichos, donde la sal de los “putos” y los “putitos” chorreaba por los cuatro costados… Me preguntaba con insistencia si me gustaba ser su putito y si iba a ser siempre su hembrita… Si por casualidad tardaba algún segundo más de la cuenta en responderle, me fustigaba urgiéndome para que le contestara… Le complacía escucharme decir que quería ser suya y a mí me encantaba decírselo, porque no era una cosa hueca, sino algo verdadera e intensamente sentido… Me alucinaba pertenecerle, saber que él era mi macho, mi dueño, el hombre que no necesitaba pedirme permiso para romperme el culo a su real antojo, el que me hacía chupar pija (algo que tanto me gustaba y me gusta) todo el tiempo que se le cantaran las pelotas…

Cuando fuimos a la cama, dirigiéndose a ella, repitió su advertencia: te voy a enseñar a hablar … En la cama me hizo poner en cuatro patas y tras acomodarme bien para que mi orto quedara bien a la altura de su verga, me la enterró casi de un saqué hasta los huevos… Me atravesó… Volví a sentir la misma sensación de plenitud de la primera vez… Me sentí totalmente lleno y mas también… Era como si además de ocupar todos los espacios de mi cuerpo, ocupara todos los espacios de mi alma…

Por eso, al cogerme, no solo me revolvía el físico, sino también el espíritu y eso es algo que nunca se puede expresar bien con palabras… ¡Es algo divino!, ¡algo que parece del otro mundo!...

No sé cuánto tiempo me estuvo macheteando, cada vez con más fuerza, con más furia… Sentía el orto abierto como una flor… Y a pesar de los dolores, que no eran tantos porque me había untado con un poco de lidocaína, tengo claro que le pedía que me rompiera el culo… Le rogaba por Dios que me abriera el orto, que me diera bien fuerte… ¿Qué?: PIJA… Mas pija me daba y mas pija quería… Éramos dos descontrolados…

Como la primera vez, cuando acabó, me inundó de leche… Obviamente esos tremendos huevos que tenía en dos fábricas de leche que nada tenían que envidiarle a “La Serenísima”… Cuando me la sacó del todo, el culo me latía más que el corazón y me sentía feliz, muy feliz, totalmente feliz… Ese hombre grande me había hecho sentir lo que yo era…

Luego, deje, transitoriamente, de ser su putito, su hembrita y pasé a ser su mucama… Después de la ducha, le serví los sanguchitos de pan negro que él había traído y le exprimí todas las naranjas que había en la heladera para facilitarle la ingesta…

Ser su sirvienta me resultaba encantador… No había cosa mejor para mí que mimarlo, cuidarlo, atenderlo como si fuera un bebé… A él que era un ropero… Un ropero lleno de dulzura, a pesar de sus chirlos y mordeduras… No por nada se dice “porque te quiero te aporreo”…

Así comenzamos una relación que permanentemente se hacía más profunda y nos ligaba de una forma que yo jamás hubiese imaginado… Mi único deseo era satisfacerlo a él… Hacía lo que él quería y, no sé por qué misterio, lo que a él no le gustaba o no le interesaba, a mi tampoco… No sé si puede decirse que era su esclavo… No lo sé porque yo sentía que él me amaba y que quería hacerme sentir lo que ningún otro hombre podía hacerme sentir…

Recuerdo que cuando ya llevábamos más de dos años de noviazgo me hizo vivir una experiencia única… Única y absolutamente inesperada… Se aproximaba el fin del milenio y con ese motivo y, además, que River se había consagrado campeón, Esteban organizó un asadito en su casa, donde fueron invitados tres amigotes suyos de su misma talla y edad, y, por lo que supe después, con sus mismas aficiones… A ese asadito yo también fui invitado en carácter de mucamita para hacer las ensaladas, poner la mesa, llevar el pan, servir el vino y hacer que esos terribles machos se sintieran a sus anchas…

Yo cumplía con mi papel cuidando que Esteban no tuviera nada que reprocharme… Él fue el asador y es justo decir que el asado le salió de 10… Las bestias esas no dejaron ni el piolín de los chorizos… Comían como lima nueva… No solo comían, sino también tomaban… Las botellitas de tres cuarto de Bianchi borgoña bajaban a lo loco… En un momento en que yo estaba parado junto a Esteban, él me tomó de la cintura, me apretó fuerte, y le preguntó a Damián, el más pintón de los tres, si yo le gustaba… El loco no se hizo rogar, dijo que “yo estaba para un servicio especial”… Entonces, Esteban, dirigiéndose a mí, me ordenó que lo llevara al dormitorio y le diera lo que pidiera… Dudé en obedecer, pero Damián se levantó y vino hacia mí… No tuve más remedio que hacer lo que se me había ordenado… No era que el tipo no me gustara; por separado todos estaban para darles un mazazo por el bocho; pero, la cosa salía de lo normal… En el dormitorio, Damián probó que no sufría de inhibiciones… Tuve que desnudarme y, a lo bestia, empezó a hacerme de todo… La verdad, no me disgustaba… Se excitó muchísimo con mi colita y quiso llenarme sin demoras… Se le paraba muy bien y me entró como si nada… Era más chica que la Esteban… Para que me ensartara me había puesto en cuatro patitas; una vez que la tuve toda adentro me estiré sobre la cama y el loco me empezó a machetear con todo… En eso estábamos cuando irrumpieron los otros dos invitados, Hugo y Marcelo… Esteban los mandó para que también me hicieran el orto… Como les será fácil imaginar, yo no estaba en situación de discutir nada… Con un mono encima rompiéndome el culo, lo único que me cabía era pedirle a Dios que me ayudara a salir con vida de semejante trance…

Hugo y Marcelo se pusieron en bolas y se subieron a la cama que, por suerte era como tres camas juntas… De haber sido una cama comunacha se hubiese hecho pelota con semejantes monstruos encima… A partir de ahí, todo fue una locura… Se la tenía que chupar a uno mientras otro me hacía el orto, sin descuidar al tercero a quien le agarraba la pija… El culo me dolía, la boca me dolía… Hasta las manos me dolían… Los muy guachos me trataban como un paquete… Yo iba de uno a otro como bola sin manija… Por fin parecieron ponerse de acuerdo y, de a uno, fueron acabando y llenándome el orto de leche… Quedé lo que se dice destrozado…

Yo fui el último en abandonar la cama para ducharme… Estuve un buen tiempo bajo la ducha fría… Cuando volví a la galería donde se había servido la mesa del asado, los cuatro estaban chupando cerveza, comiendo maní, exultantes de alegría… Fue verme aparecer a mí para estallar en bienvenidas… Me senté junto a Esteban y me sumé al coro… Lo que no hice fue seguirle la corriente con el chupi… Para mí un copón de cerveza fue más que suficiente… Esteban tampoco se excedió… Además, antes de empezar creo que se tomó unas cucharadas de aceite y se comió algún par de huevos duros, de esos que siempre se encuentran en su heladera… Cerca de la una de la mañana, los invitados emprendieron la retirada… Yo me quedé porque Esteban quiso que me quedara… Para mí fue obvio que tenía algún plan secreto…

Efectivamente era así… Después de acomodar un poco las cosas que se habían utilizado en la festichola, nos fuimos a dormir… Antes de meterse en la cama, Esteban se bañó… Tras el baño apareció en la pieza perfumado y en pelotas… Tenía ganas de guerra… Por mucho que unas horitas antes me habían hecho el orto tres monos fenomenales, yo no le podía decir que no y no quería decirle que no, porque ese hombre era todo para mi…

Esteban se desplomó en la cama y arrancó con sus castigos y amenazas… Lo primero que dijo fue ahora vas a saber quién es el Macho que te coge mejor, putito… Esa advertencia explicaba sin dudas el por qué me había hecho coger por tres machos… Quería demostrarme que él cogía mejor que nadie… Y vaya si lo probó… Estuvo casi dos horas haciéndome el amor… Me dio una paliza tan tremenda que quedé como si me hubiera pasado por encima no un hombre, sino un batallón… El culo me ardía a más no poder… Como no tenía a mano ni lidocaína ni los supositorios de Anusol, debía recurrir al agua fría… Como no se me calmaba, metí unos cubitos de hielo en una bolsita de nylon, la envolví en un trapo y me la apliqué en el culo… Después de un buen rato se me alivió… Esteban dormía y roncaba a pata suelta… Yo era feliz… Me sentía el Biencogido…

Nuestros posteriores encuentros, tanto en su casa como en mi departamento fueron momentos eróticos de muy alto voltaje… Esteban deseaba meterse con todo dentro mío y yo hacía todo lo posible para que se metiera… Recuerdo muy bien que, sin pensarlo previamente, un día en que me estaba dando pija de la manera más salvaje que puede imaginarse, empecé a pedirle que me hiciera un hijo… ¡Quería que me embarazara!... No era un deseo consciente; era algo muy profundo, visceral, que estaba en todos y cada uno de los puntos de mi ser, más allá de mi razón y de mi entendimiento… Quería sentir que su verga me preñaba… Soñaba o alucinaba con que dentro de mi cuerpo podía desarrollarse algo que sería obra suya… Hacía fuerza para que mi culo se abriera y su pija me entrara hasta el punto donde debía depositar su semen para dejarme embarazada… ¿Puede hablarse de locura?...

No se… Lo que si se es que, después que acabamos, Esteban me dijo que me había garchado como para dejarme embarazado; de modo que si de locura era la cosa: los dos estábamos locos, profundamente locos de una locura de amor, inspirado por un amor de locura…

Una locura de amor que duró más de cuatro años, hasta que pasé los 31 y que el tiempo, que todo lo cura, mata o hace olvidar, en este caso, curó… Nos separamos en buenos términos y no volvimos a vernos más… No hubo una razón para la separación… Creo que la llama del amor se apagó solita… Calculo que habrá encontrado otro amor mas fogoso que yo… Siempre lo recuerdo… Él, ¿me recordará?...

Hasta cualquier momento

Nota: Los datos y detalles de esta historia son míos, de Mauro; el armado literario le corresponde a mi amigo Eduardo de Altamirano, a quien deben escribirle si quieren hacer algún comentario sobre el relato… Su correo-e es decubitoventrala@yahoo.com.ar . También pueden hacerlo a su otro correo-e buenjovato@yahoo.com.ar

UN HOMBRE GRANDE

por Mauro

(Revisión de Eduardo de Altamirano)

Hola, estuve con ustedes a principios de año, narrándoles mi historia con Nelson… ¿La recuerdan?... La titulé Nacer de Nuevo y quien no la haya leído puede encontrarla entre las publicaciones de mi amigo, Eduardo de Altamirano, en esta misma página web…

Bueno, ahora quiero contarle que cuando me distancié de Nelson, comenzó para mí una nueva vida; por eso al relato de mi experiencia con él lo llamé Nacer de Nuevo… Del Mauro que había sido hasta que conocí a ese encantador brasilero no quedaba casi nada, mas allá de lo físico y lo físico estaba en plena evolución…

Asi es, Nelson supo despertar en mi el interés y la inquietud por mejorar al máximo el aspecto de mi cuerpo, que es más o menos lo mismo que cuidar mi salud… Con él no solo compartía sexo, sino también, y en buena medida, acciones que llevaban a optimizar mi estado… El era mi maestro… Un buen maestro, porque llevaba la gimnasia en el alma…

Cuando desapareció de mi vida, yo seguí yendo al gym con igual dedicación y, si se quiere, el mismo apasionamiento que cuando él estaba conmigo… La vanidad, quizá, concentraba mis inquietudes en mis piernas y en mi colita… Gozaba viendo como se torneaban y endurecían, sin perder tersura; por el contrario, parecían acrecentar día a día su firme delicadeza… No era para menos… Después de mis ejercicios, me prodigaba unos encremados hidratantes, nutrientes, etc., etc., capaces de convertir en seda un adoquín…

Otra de las cosas que Nelson me transmitió o estimuló fue la de afirmar y desarrollar la confianza en mí mismo… Hasta que lo conocí a él, debo confesar, yo era una persona  superinsegura… Cualquier adversidad me hacía trastabillar o retroceder… Con él y sus lecciones, comencé a cambiar y cuando él ya no estuvo,  continué en la misma dirección en que me había encaminado… En lo social, eso tuvo una repercusión sumamente beneficiosa para mí, porque me ayudo a salir del ensimismamiento en que vivía y a establecer lazos de amistad y compañerismo con chicas y chicos a quienes antes, de puro tímido y vergonzoso, no me animaba a tratar… En el fondo de todo estaba la oscura creencia de que, por ser gay, no valía nada o valía muy poco y que, por eso, a los demás era poco lo que podía interesarles… Ser gay, para mi subconsciente de entonces, era ser enfermo, pervertido, inferior, degenerado y todo eso con lo que la sociedad, la gente común nos venía machacando mañana, tarde y noche, todos los días de la vida…

Salir de ese error conceptual me llevó su tiempo; pero lo logré… Aprendí que ser gay no es nada del otro mundo y mucho menos algo de lo que uno deba avergonzarse… Es algo absolutamente natural, como ser alto o bajo, rubio o morocho, o preferir el pescado en lugar de la carne de vaca… Con la conciencia y el convencimiento de esto empecé a darle para adelante y no me fue tan mal que digamos…

Mi natural no es la promiscuidad… No deseo estar hoy con uno y mañana con otro… Nunca lo desee… Andar saltando de cama en cama no me hace feliz ni complace mis deseos… Lo mío apunta a cosas más o menos estables, donde la felicidad se pueda ir construyendo de a dos, con un solo afán… Esto no siempre es posible, porque hay que encontrar a quien quiera compartir algo con uno, así como ser encontrado para tal fin… Hasta hace no muchos años esto era una faena muy difícil, con cientos de trabas… Por suerte, la sociedad ha evolucionado y está evolucionando, y los gays, así como otras minorías sexuales, estamos dejando de ser los monstruos en que se nos tenían encasillados… El porvenir se nos presenta más venturoso…

Entonces, cuando yo rondaba los 20 años, la cosa era otra y el andar picoteando aquí y allá era la única opción que se nos presentaba si no queríamos –sexualmente- morirnos de hambre y dejar pasar nuestra juventud sin el placer de poseer o ser poseído por un alma gemela y un buen trozo que nos rizara los pelitos del culo…

Yo no escapé a ese destino… Concluida mi relación con Nelson y alentado por la forma de ver la vida y las oportunidades que él me enseñara, me dediqué a la búsqueda del ser que anhelaba, sin desperdiciar ninguna ocasión que se me presentara, porque en definitiva uno nunca sabe por dónde va a saltar la liebre y el Príncipe Azul se nos puede presentar vestido de Cartonero… ¡Si habrá casos!... Tal vez, mucho más de lo que imaginamos…

Así fue como pude conocer algunos hombre… ¿Cuántos?... Muchos menos de los que ustedes piensan y algunos más de los yo digo… Porque el objetivo era encontrar al ideal… Muchas de esas experiencias no fueron más allá de una noche… Otras perduraron por motivos, si se quiere, ajenos al sexo… Tal es el caso de un muchacho a quien conocí en el gym… Era todo un monumento… Lindo por donde se lo mirara, con un porte arrollador… Bien viril… Uno se hacía a la idea de que en la cama debía ser un matador al cien por ciento… Pues no, en la cama era un flato, un bofe… No tenía iniciativa para nada… Para mí, su libido estaba en falta… Nada lo calentaba… Era para patearlo; sin embargo, me lo banqué bastante porque me fascinaba mirarlo… Era una estatua… Como dije, un monumento… Y ya se sabe, a un monumento no se le pide que nos haga el amor… Debemos contentarnos con mirarlo y deleitarnos con las satisfacciones que le brinda a nuestra afición por la belleza… El era bello y ahí empezaba y terminaba todo…

También alterné con jovencitos, bien jovencitos y maduritos, bien maduritos… Algunos solteros, otros casados… Unos solventes, varios sequitos… No faltó algún dotado ni tampoco algún chiquitón… De todos y cada uno aprendí algo, y a todos, de una u otra forma les estoy agradecido… Tuve la suerte de que en general fueran buenas personas…

Sin embargo y a pesar de que no me faltaban machos con quien coger, una cosa era cierta: ninguno alcanzaba a satisfacerme por completo, como en su momento me satisfizo Nelson… Siempre me faltaban 10 centavos para el peso… No me quejaba ni me quejo porque otras cosas de mi vida, cosas muy importante llenaban esos huequitos y me hacían sentir espiritualmente bien…

Mi carrera universitaria prosiguió exitosamente y mi situación laboral se hizo cada vez más sólida… La empresa donde trabajaba se afianzaba día y a día, y eso podía apreciarse en los cambios edilicios que experimentaba… Yo compartía la oficina con dos compañeras muy buenas y trabajar allí con ellas era más que un trabajo, un placer… Un verdadero placer…

Fue en ese entonces cuando la firma decidió realizar una serie de refacciones a propósito de dotar a las dependencias de mayor confort y, sobre todo, de mayor funcionalidad… Las obras se hacían piso por piso para que la actividad general no se viera afectada… En ese entonces, mi gran preocupación era saber dónde debería meterme para trabajar cuando llegaran los obreros… En mi oficina había computadoras, impresoras y otros accesorios y no era fácil llevarlos de un lado a otro… Se necesitaba espacio… Todo estaba bastante confuso… Un día, mi Jefe me avisó que al siguiente vendrían de la constructora para hacer una evaluación… Me pidió que tuviera todo despejado y así hice… No tenía la menor idea acerca de lo que era la evaluación y mucho menos quién estaría a cargo de ella…

El día previsto, apareció nuevamente mi Jefe acompañado por un hombre mayor, de unos cuarenta años,  quien me impactó desde el mismísimo instante en que posé mi vista en él… Tal fue el impacto y la conmoción que me causó que, aturdido, no entendía un soto de lo que mi Jefe me decía… Estaba, lo que se dice “bloqueado”… No sé si mi Jefe se dio cuenta de lo que me sucedía… El hombre que lo acompañaba, si se dio cuenta… Se pusieron a hablar entre ellos acerca de lo que se iba a hacer y yo quedé al margen, pero, el hombre grande no dejaba de mirarme…

Era un morocho alto, fornido, con un aspecto de macho que mataba… Parecía provinciano, pero su voz, mejor dicho, su vozarrón no tenía ningún acento…El solo mirarlo me hacía correr frío por la espalda y hasta creo que me latía el culito… Después de decir cosas que francamente no entendí acerca del edificio y de lo que en principio había que hacer, sentenció que vendría al día siguiente bien temprano con el plano, para tomar algunas medidas… Preguntó si a las 8:30 habría alguien para recibirlo… Sobre el pucho, mi Jefe respondió: “si, va a estar Mauro (y me señaló a mi)”… Unos minutos después, ambos se retiraron… Yo empecé a serenarme y también a elucubrar y a hablar conmigo mismo…

Lo cierto era que el morocho me había fascinado y fantaseaba con la idea de tirarme un lance… “Total –me decía- más que decirte que no, ¿qué otra cosa puede pasar?”… Luego recapacitaba que justo era en mi lugar de trabajo y me preguntaba si no sería una imprudencia… Estaba loco, loquísimo… Y caliente, calentísimo…

Me impuse la obligación de estar al día siguiente a las 7:30, una hora y media antes en que habitualmente lo hacía… En Seguridad me preguntaron “si me había caído de la cama”… Ya en mi oficina, ubiqué las cosas como para que el morocho se pudiera desplazar sin tropezar con ningún obstáculo… Me preguntaba si vendría solo o acompañado… Rogaba que viniese solito…

Cuando ya eran las 8 pasadas, encendí la PC, me metí en Internet y, con el truco que usaba siempre para sortear la traba puesta desde la oficina del Administrador del Sistema, abrí una página que, si no me equivoco, todavía funciona… Se llama Cloland … Hasta el año pasado estaba… Para mí era un encanto… Uno se cansaba de ver hombres en bolas, haciendo las mil y una… La apertura de esa página no fue algo casual… Lo hice adrede… Pensaba dejarla abierta cuando el morocho llegara… En una de esas la veía y podía pasar algo… Si el morocho venía acompañado, apagaba la PC y a otra cosa…

A las 8:30 en punto llegó el morocho con un plano enrollado bajo el brazo, una carpeta, una cinta métrica y un extraño aparato cuya utilidad no podía imaginarme… Saludó… Le pregunté si podía ayudarlo en algo… Me pidió que lo ayudara a extender el plano sobre la mesa ejecutiva y acto seguido comenzó a tomar notas y medidas… Me pidió un destornillador… Como no tenía, le dí una lezna… Se subió a una silla e hizo un agujero en el techo… Quería ver en qué estado estaba el cielorraso… Lo encontró perfecto… En uno de los desplazamientos se ubicó frente al monitor y descubrió lo que yo había estado mirando… Sonriendo y medio como preguntándome me dijo: “Te gustan las cosas fuertes”… Por toda respuesta, me sonreí como asintiendo… El siguió con su cinta métrica y sus anotaciones… Después tomó el misterioso aparatito y comenzó a pasarlo por las paredes… Le pregunté para qué servía y me respondió: “para detectar metales”… Las instalaciones antiguas de agua, gas y electricidad se hacían en caños metálicos y el aparato permitía averiguar si en las paredes había cañerías…

Ya estaba por terminar el trabajo y yo no sabía qué hacer para llamar su atención… El morocho sabía que me gustaban las cosas fuertes… Pero, ¿qué seguía a partir de eso?... ¿Nada?... Yo no quería que la cosa quedara ahí y no sabía qué hacer para que no quedara ahí…

El morocho le puso fin a mi angustia… Sin ningún preámbulo me preguntó cuántos años tenía… Le pude haber dicho mi edad; pero, en lugar de eso le contesté con otra pregunta: “¿cuántos años cree que tengo?”… “No sé, pero sos un pendejo jovencito”… La franqueza y rapidez de la respuesta me hizo reír y no contuve la carcajada… Creo que mi reacción lo estimuló para seguir… Tras cartón me confesó: “Sabés una cosa, a mi me gustan mucho los pendejos”…

Demás está decir que esta declaración me produjo una conmoción tremenda… Fue tan grande que me costaba reaccionar… El morocho no esperó a que yo dijera algo… Enseguida, como puñalada de pícaro, agregó: “no estaría mal que vos y yo nos viéramos en otro lugar para conversar un poquito; se me ocurre que podríamos entendernos muy bien en cosas que nos interesan a los dos; ¿qué te parece?”…

Haciendo un esfuerzo titánico conseguí responderle: “Si, como no”… Era lo que necesitaba para decirme: “El lunes, cuando salgas de aquí (salís a las cuatro, ¿verdad?), podemos encontrarnos en el barcito de Independencia, acá a la vuelta. Yo te lo confirmo… Apenas alcancé a decirle: “Bueno”, cuando en el mismo momento entró mi Jefe y yo pasé a segundo plano… Más aún porque me apuré a cerrar la página de la web que seguía abierta… El morocho y mi Jefe cambiaron algunas palabras y, cuando el morocho se retiraba, se acercó a mí y me tendió la mano… Una mano grande, enorme y fuerte, muy fuerte… Yo le di mi mano y él me la apretó con todo… “Hasta el lunes” me dijo y esas palabras me sonaron como el anuncio de un huracán que estaba por arrasarme… Parecieron decirme “preparate porque no sabés la que te espera”…

Para el lunes a las cuatro de la tarde faltaban exactamente: ciento una horas… Para mí, esas 101 horas no fueron horas cualquiera… Fueron horas de goma… Se estiraban y no terminaban nunca de pasar… Pero, al fin, pasaron… Un ratito antes de que ese final llegara, el morocho se apareció por el pasillo donde habíamos ido a parar mi PC y todas mis cosas, y me hizo una seña, como diciéndome que se iba para el barcito de la calle Independencia, mejor dicho de la Avda. Independencia…

A las cuatro en punto levanté campamento y a toda prisa marché para el bar…  Mi oficina estaba en la calle Chile, de modo que lo único que tuve que hacer fue dar media vuelta a la manzana… Era una tarde espectacular… Yo cuidé de estar lo más bien arreglado posible… Llevaba un pantalón blanco bien ajustado y un camisa te con leche… Zapatos marrón habano, haciendo juego con la cartera LV que me regalaron mis compañeritas cuando cumplí los 25… El corazón me latía a mil… El morocho se había sentado en una mesa junto a la ventana… Lo vi antes de entrar… No tuve que buscarlo, fui directamente donde estaba él… Me recibió con una sonrisa… Yo me sentía una mariposa… “Me alegro que hayas venido” me dijo… Pedí un jugo y él continuó con su café… Permanecimos callados unos segundos… Yo no sabía qué decir… El, con toda naturalidad, tomó la palabra…

Bueno…, primero quiero que sepas que me llamo Esteban…, tengo 41 años, soy casado, casado y separado, tengo dos hijos grandes (me case a los 17), vivo solo y en cuanto a sexo, como ya te comenté, me en-can-tan los pendejos, por supuesto, pasivos… Te digo que, ni bien te vi, me dije: este pibe es puto… No sé si me equivoco, pero me parece que te caí bien de entrada… Me mirabas con un hambre imposible… Mientras hablaba con tu Jefe, me decía: “a este pibe me lo tengo que ganar sea como sea”… La verdad es que no sabía un pomo cómo te podía ganar, pero estaba decidido a hacerlo… Yo soy así, cuando una cosa se me mete en la cabeza le doy y le doy hasta que lo consigo… Por suerte, vos me abriste el camino con eso de poner lo que pusiste la computadora… Era una trampita… Y bueno, yo no soy de hacerme rogar… Te dije lo que esperabas que te dijera, que me gustaban los putitos… ¡Si hubieras visto la cara que pusiste!... Parecías tan contento como si la tuvieras adentro…

Me hablaba como si hiciera años que nos conociéramos… Con una seguridad absoluta… Yo le sonreía y, a veces, asentía con la con la cabeza sus dichos… Esteban me envolvía con sus palabras de una forma absolutamente novedosa para mi… Novedosa y encantadora… Por primera alguien me decía “puto”, “putito” y, lejos de disgustarme, me sentía complacido… ¿Por qué?... Porque no me lo decía para insultarme, ni para agraviarme, ni para hacerme sentir mal, sino para que supiera que en mi condición de puto, de pibe que se la comía, yo ya había pasado a ser alguien que le pertenecía porque él lo quería asi, porque él era Macho, así, con mayúscula… Lo que nunca, no opuse ninguna resistencia… Dejé, gustoso, que Esteban fuera imponiendo su voluntad y me sometía a ella…

Ni con Nelson, que fue lo más perfecto que había tenido antes de conocer a Esteban, yo había experimentado la sensación que produce el sentirse poseído por un hombre… No pocos machos me habían cogido, algunos lo habían hecho técnicamente muy bien; pero ninguno me hizo sentir que quería poseerme, abarcarme, dominarme, convertirme en algo suyo… En algún pasaje de su monólogo inicial, recuerdo que dijo…

No sé por qué se me da por pensar que a vos no te han cogido bien, se me ocurre que nunca te han hecho sentir lo que es un Macho de verdad…  Hay algo en vos que parece estar diciendo que necesitas alguien que cuando te garche te deje 100 x 100 satisfecho, porque hasta ahora siempre te quedaste con las ganas de algo más…

Tal vez cuando me dijo esto lo que quería era ver cómo reaccionaba yo; pero, al margen de esta posibilidad, lo que yo debo decir es que Esteban dio precisamente en el blanco con sus dichos… De todos los hombres que hasta ese momento había conocido, ninguno me dejó completamente satisfecho… Con ninguno había experimentado una sensación de saciedad completa… Sin saber a ciencia cierta qué era lo que me faltaba, percibía que no estaba completamente satisfecho… Cualquiera hubiese podido decir que a mí no había poronga que me viniera bien… Pero, en realidad todas las porongas me venían bien; lo que sucedía es que ninguna me dejaba del todo satisfecho, ninguna me llenaba por completo…

Ahora, a la distancia, he descubierto que la verdad, la realidad era otra… Pero, en ese momento el entendimiento no me daba para comprender cabalmente lo que me ocurría…

Después de haber pasado más de una hora conversando con Esteban en el barcito, el morocho apuró los tiempos y quiso concretar ese mismo día… Sin ningún rodeo, me pidió de ir a coger… Con las ganas que me había dado todo su chamuyo, no estaba para decirle que no… Le propuse que fuéramos a mi departamento, que estaba relativamente más cerca de allí que el suyo, que según dijo estaba sobre la Av. Directorio, en el barrio de Floresta… No acepto, dijo que tenía el auto en un estacionamiento y por la autopista en un pedo se estaba en su casa… Así se hizo…

“Su departamento”, en realidad era una casa en la parte de atrás de un edificio de altos… Ni bien entramos, me agarró como un paquete, me levantó por el aire, con la fuerza que le daban sus largos 100 kilos de peso y su metro noventa y cinco de altura, y me estrujo contra su pecho que era una pared… Te voy a moldear a mi gusto , me dijo mientras me sacudía un terrible chupón sobre el cuello…

Inmediatamente me ordenó desnudarme para darnos un baño… Sin chistar me puse en bolas… El hizo otro tanto y ahí pude apreciar que no le faltaba nada, más bien le sobraba… Era una súper atractiva masa de músculos, sin un gramo de grasa, dotada de una pija y unos huevos que nada tenían que envidiarle a la dotación de Nelson… Al contrario, la de Esteban impresionaba como mas gruesota y en verdad lo era… Además, era un mono, lleno de pelos por todas partes…

Desnuditos los dos fuimos para el baño, donde no había bañera y si un pediluvio muy amplio, limitado por una mampara que hacía las veces de cortina… Ni por las tapas me imaginaba lo que vendría una vez que estuvimos bajo la ducha… Es más fácil contar lo que no me hizo que narrarles lo que me hizo… De pique, nomás, me empezó a cachetear las nalgas y a decirme cosas que me ponían como loco… Qué culito que tenés putito… Estás refuerte… ¿Sabés cómo te lo voy a dejar?... y un montón de cosas más… Después me hizo girar y ya frente a mí, me pellizcó los pezones hasta hacerme doler, no tanto como para que no pudiera soportarlo… Presionando sobre mis hombros, me obligó a arrodillarme para que le chupara la pija… De pronto me vi ante semejante poronga, dura como un garrote, yendo y viniendo y golpeando contra mi cara, mientras él me urgía… Chupa, putito, chupa como vos sabés… La verdad es que no se equivocaba, yo había aprendido a chupar verga… No voy a decir que soy un maestro, pero me defiendo muy bien… En un momento en que pude detener el vaivén de su poronga me la metí en la boca… Me encantó su sabor a hombre… Hice lo que a muchos sorprende… Conseguí que atravesara mi garganta, dejara atrás las amígdalas y se aventurara en mi esófago… A pesar de su enorme tamaño, la tuve toda entera dentro de mi cavidad bucal, aprentándosela con todo… Creo que Esteban también se sorprendió con esta habilidad mía que excedía los límites habituales de quienes gustamos de chupar pijas… Al menos sus palabras trasuntaban un poco de admiración… Como chupas la pija, yegüita; sos una artista; te la tragas toda como si nada... Vamos a ver si por el culo te entra igual, quiero partirte como un queso…

A los lectores como yo, que miden un metro sesenta escasos y pesen menos de sesenta kilos, les pido que imaginen lo que es tener frente a frente a un gorila de casi dos metros de altura y más de 100 kilos de peso, amenazándolo con que lo quiere partir como un queso… A mí, las piernas me temblaban un poco, pero, al mismo tiempo sentía una curiosidad compulsiva por saber que tanto podía hacerme semejante mono…

La cuestión fue que, terminado el baño, nos secamos y nos mandamos para la cama, que no era una cama, sino como tres camas en una… Mas rápido que yo, Esteban se despatarró primero sobre el colchón y cuando yo me subí, me agarró como un muñeco y me acovachó sobre su inmenso y peludo pecho… Volvieron los chirlos y otra cosa inesperada… No sé cómo me agarró de los pelos y dirigió mi cabeza de modo que mi boca se enfrentó con la suya y ahí nomás me enchufó un beso de lengua con una furia imposible de describir…

No todos los machos activos se avienen de buena gana a besar putos… Y mucho menos la primera vez en que se encaman… O los besos quedan completamente afuera, o se dan después de cierto tiempo, con cuentagotas, a desgano y en forma bastante light … Solo en casos muy contado hay besos con todas las de la ley… Por eso, cuando me besó Esteban con esa voracidad ardiente y descontrolada que lo caracteriza, puedo decir que descubrí lo que son los verdaderos besos: una llama poderosa que enciende los leños del amor…

Tras los besos brujos que me dio, que dentro de todo fueron bastante suavecitos, atacó con una pellizcada de pezones tremenda… Pellizcada y mordisqueo… Me remarcó por todas partes… Realmente parecía que quería devorarme… Muy, pero muy lejos de sentirme mal por todas las achurías del muy sinvergüenzón, yo me sentía en la gloria, totalmente copado… Me sentía buscado, deseado y, por último, poseído en forma absoluta…

Como era de imaginar, después de no sé cuantas idas y venidas, me ordenó que le mamara la poronga… La venía teniendo al palo casi desde el mismo instante en que entramos al baño… Para mí, chuparle la pija era algo maravillo… Me acomodé sobre su gigantesco y musculado vientre, y me le prendí a la verga con alma y vida… El aprovechó mi posición para cachetearme a lo loco… Cuando se cansó de chirlearme, se ensalivó los dedos y de a uno me los fue metiendo en el culo… Yo no dejaba de mamarle la dotación que, a esta altura, me entraba sin ninguna dificultad hasta el esófago… No la podía retener mucho tiempo porque me ahogaba, pero se la exprimía en forma…

Cuando consiguió meterme cuatro dedos en el orto; cuatro dedos que eran como cuatro pijas juntas, sentí que el culo me iba a estallar… Fue entonces cuando decidió que tenía que sentarme sobre su verga y, como correspondía a un buen súbdito, obedecí sin chistar… Me encantaba que me mandara así… Me monté sobre su poronga, dando espalda a su cara… Cuando me aprontaba para hacerlo, Esteban me embadurno el ojete con cualquier cantidad de crema y, también, se encremó la pija… No se puso forro… Yo no me atreví a pedirle que lo hiciera… Con gran susto corrí el tremendo riesgo…

Fue la primera vez que esa fabulosa verga me entró en el culo y, a decir verdad, fue como si se me cumpliera un sueño… Nunca antes me había sentido tan lleno… Me entró absolutamente toda, presionando en el interior de mis entrañas hasta causarme una especie de espasmo y sofocación que no conocía… En este momento culminante, Esteban me sujetó de las caderas y, como si yo fuera una cosa, empezó a moverme de adelante para atrás y de atrás para adelante, restregando mi culo contra su cuerpo y haciendo que mi pobre agujerito se abriese mas allá de todo lo imaginable… Me estaba partiendo…

Cuando se cansó de partirme el culo, me tendió sobre él, giró y yo quedé estirado en la cama, con todo el peso de su tremendo cuerpo sobre mi… Ahí empezó a machetearme sin asco… Me lo sacaba, tomaba impulso y me lo enterraba cada vez más adentro… Por momentos yo perdía la noción de todo… Creo que le pedía por Dios que acabará porque el dolor me superaba… Pero mis ruegos no lo detenían; al contrario, parecían exacerbarlo… Me decía de todo y ni el puto ni el putito se le caían de la boca, los repetía una y otra vez como un enajenado… Un enajenado que sabía lo que quería, porque no dejaba de señalar que yo era “su puto”, “su putito” y que “me iba a coger siempre”…

Cuando acabó, sentí los más grandes pijazos de mi vida, al tiempo que su semen se derramaba en mi interior y lubricaba las últimas entradas y salidas su colosal poronga… Destruido, se abandonó sobre mi…

No sé cómo logre escurrirme… Necesitaba respirar… La cama no se había roto de pedo… Cuando comenzó a recuperarse, se sentó en la cama y me ordenó que calentara agua para tomar unos mates… El se metió en el baño…

Preparé las cosas del mate y puse el agua a calentar a fuego lento para que no hirviera… Volví al dormitorio… Ya se había duchado y se estaba secando… Marcando un record de velocidad, me higienicé y me puse mi ajustado y pequeño slip… Nos encontramos nuevamente en la cocina… Como un troglodita se trenzó con una “lata” de galleta… Le cebé mate… No hablaba… Masticaba y chupaba el mate como una aspiradora… De repente rompió el silencio: tenés aguante, petizo, te la bancaste muy bien… No creí que fueras a resistir tanto… ¿Te duele el culo?... Ya se te va a pasar… Es cuestión de que te acostumbres…Yo te voy a moldear el orto… Vas a vez cómo te va a quedar… Hasta la mejor conchita te lo va a envidiar…

Yo me sentía feliz, profundamente feliz… El culo me dolía que era un espanto, pero sabía que no me iba a morir por eso… En cuanto llegara a casa me pondría un poco de lidocaína y un supositorio para la inflamación y listo el pollo…

El desgranó una confesión… Me dijo que solo cogiendo así como había cogido conmigo el quedaba verdaderamente satisfecho; de otra manera sentía que le faltaba algo… Y, entre otras cosas, resaltó me tenés que atender siempre así, petizo… No te vas a arrepentir… No le contesté nada, pero para mis adentros me decía que yo sería su hembra, tal y cual él quería…

Cuando le avise que me iría y le pregunté qué colectivo debía tomar, fue terminante: te llevo yo … Sabía que era inútil resistirse, así que no me opuse… Me trajo hasta la puerta de casa; pero, no bajó…

En casa me mandé la lidocaína y el supositorio de Anusol…Enseguida comenzaron a hacerme efecto… Iba a tener que aplicarme varios supositorios… El culo me latía bastante…

Al día siguiente Esteban se apareció por el rincón que hacía las veces de oficina… Estaban mis compañeritas… Se mostró como un gentleman el muy guacho… Por lo bajo me pregunto si nos veíamos a la tarde… También por lo bajo le respondí que estaba en coma… Se sonrió y me anticipo que me llamaría por teléfono a la noche…

Y así fue… A eso de las 8 me llamó… Por teléfono era más suave… Le conté que tenía el culo a la miseria y que me estaba poniendo supositorios cada 8 horas… Me urgió a que le dijera cuando iba a estar en condiciones para otra zalipa… Quise eludir una respuesta categórica, pero me apretó tanto que tuve que decirle que el jueves lo vería… Fue tajante, me anunció que el jueves, a las 8 de la noche de la noche estaría por mi departamento y me advirtió que debía prepararme porque quería atravesarme … La amenaza, lejos de amedrentarme, me excitó al mango… Trataba de imaginarme lo que podía llegar a hacerme y me venían ganas de tenerlo ya conmigo…

Por suerte, el miércoles y el jueves se me pasaron volando y a las 8 de este día se hizo presente en la puerta de mi departamento… Muy caballeroso, traía un paquetito consigo: sanguches de pan negro, como él dijo para después del acto criminal…

Estaba recién bañado y perfumadito… Yo también estaba bañado y perfumado… Le echó un vistazo al departamento y se enamoró de la cama… La voy a hacer hablar , dijo… Con toda naturalidad y sin usar las manos se sacó los mocasines y, tras ello, se desvistió hasta quedar solo con un slip que a duras penas albergaba su más que prominente dotación… Yo lo imité y me quité el pantaloncito y la sudadera que llevaba puestos y no quedé en slip, porque no tenía slip; quedé en pelotas…

Esteban quiso saber en qué condiciones se encontraba mi culo después de la paliza del lunes y ahí empezaron los forcejeos y las torturas… Me pellizcó, me mordió, me chuponeó por todas partes… Ni que decir de los chirlos que me surtió en las nalgas… En un momento dado, él estaba sentado en un sofá y yo, entre sus piernas, arrodillado, le mamaba aplicadamente la pija… ¡Qué cosa más linda!...  Por supuesto, todo este mambo iba regado de por toda clase de dichos, donde la sal de los “putos” y los “putitos” chorreaba por los cuatro costados… Me preguntaba con insistencia si me gustaba ser su putito y si iba a ser siempre su hembrita… Si por casualidad tardaba algún segundo más de la cuenta en responderle, me fustigaba urgiéndome para que le contestara… Le complacía escucharme decir que quería ser suya y a mí me encantaba decírselo, porque no era una cosa hueca, sino algo verdadera e intensamente sentido… Me alucinaba pertenecerle, saber que él era mi macho, mi dueño, el hombre que no necesitaba pedirme permiso para romperme el culo a su real antojo, el que me hacía chupar pija (algo que tanto me gustaba y me gusta) todo el tiempo que se le cantaran las pelotas…

Cuando fuimos a la cama, dirigiéndose a ella, repitió su advertencia: te voy a enseñar a hablar … En la cama me hizo poner en cuatro patas y tras acomodarme bien para que mi orto quedara bien a la altura de su verga, me la enterró casi de un saqué hasta los huevos… Me atravesó… Volví a sentir la misma sensación de plenitud de la primera vez… Me sentí totalmente lleno y mas también… Era como si además de ocupar todos los espacios de mi cuerpo, ocupara todos los espacios de mi alma…

Por eso, al cogerme, no solo me revolvía el físico, sino también el espíritu y eso es algo que nunca se puede expresar bien con palabras… ¡Es algo divino!, ¡algo que parece del otro mundo!...

No sé cuánto tiempo me estuvo macheteando, cada vez con más fuerza, con más furia… Sentía el orto abierto como una flor… Y a pesar de los dolores, que no eran tantos porque me había untado con un poco de lidocaína, tengo claro que le pedía que me rompiera el culo… Le rogaba por Dios que me abriera el orto, que me diera bien fuerte… ¿Qué?: PIJA… Mas pija me daba y mas pija quería… Éramos dos descontrolados…

Como la primera vez, cuando acabó, me inundó de leche… Obviamente esos tremendos huevos que tenía en dos fábricas de leche que nada tenían que envidiarle a “La Serenísima”… Cuando me la sacó del todo, el culo me latía más que el corazón y me sentía feliz, muy feliz, totalmente feliz… Ese hombre grande me había hecho sentir lo que yo era…

Luego, deje, transitoriamente, de ser su putito, su hembrita y pasé a ser su mucama… Después de la ducha, le serví los sanguchitos de pan negro que él había traído y le exprimí todas las naranjas que había en la heladera para facilitarle la ingesta…

Ser su sirvienta me resultaba encantador… No había cosa mejor para mí que mimarlo, cuidarlo, atenderlo como si fuera un bebé… A él que era un ropero… Un ropero lleno de dulzura, a pesar de sus chirlos y mordeduras… No por nada se dice “porque te quiero te aporreo”…

Así comenzamos una relación que permanentemente se hacía más profunda y nos ligaba de una forma que yo jamás hubiese imaginado… Mi único deseo era satisfacerlo a él… Hacía lo que él quería y, no sé por qué misterio, lo que a él no le gustaba o no le interesaba, a mi tampoco… No sé si puede decirse que era su esclavo… No lo sé porque yo sentía que él me amaba y que quería hacerme sentir lo que ningún otro hombre podía hacerme sentir…

Recuerdo que cuando ya llevábamos más de dos años de noviazgo me hizo vivir una experiencia única… Única y absolutamente inesperada… Se aproximaba el fin del milenio y con ese motivo y, además, que River se había consagrado campeón, Esteban organizó un asadito en su casa, donde fueron invitados tres amigotes suyos de su misma talla y edad, y, por lo que supe después, con sus mismas aficiones… A ese asadito yo también fui invitado en carácter de mucamita para hacer las ensaladas, poner la mesa, llevar el pan, servir el vino y hacer que esos terribles machos se sintieran a sus anchas…

Yo cumplía con mi papel cuidando que Esteban no tuviera nada que reprocharme… Él fue el asador y es justo decir que el asado le salió de 10… Las bestias esas no dejaron ni el piolín de los chorizos… Comían como lima nueva… No solo comían, sino también tomaban… Las botellitas de tres cuarto de Bianchi borgoña bajaban a lo loco… En un momento en que yo estaba parado junto a Esteban, él me tomó de la cintura, me apretó fuerte, y le preguntó a Damián, el más pintón de los tres, si yo le gustaba… El loco no se hizo rogar, dijo que “yo estaba para un servicio especial”… Entonces, Esteban, dirigiéndose a mí, me ordenó que lo llevara al dormitorio y le diera lo que pidiera… Dudé en obedecer, pero Damián se levantó y vino hacia mí… No tuve más remedio que hacer lo que se me había ordenado… No era que el tipo no me gustara; por separado todos estaban para darles un mazazo por el bocho; pero, la cosa salía de lo normal… En el dormitorio, Damián probó que no sufría de inhibiciones… Tuve que desnudarme y, a lo bestia, empezó a hacerme de todo… La verdad, no me disgustaba… Se excitó muchísimo con mi colita y quiso llenarme sin demoras… Se le paraba muy bien y me entró como si nada… Era más chica que la Esteban… Para que me ensartara me había puesto en cuatro patitas; una vez que la tuve toda adentro me estiré sobre la cama y el loco me empezó a machetear con todo… En eso estábamos cuando irrumpieron los otros dos invitados, Hugo y Marcelo… Esteban los mandó para que también me hicieran el orto… Como les será fácil imaginar, yo no estaba en situación de discutir nada… Con un mono encima rompiéndome el culo, lo único que me cabía era pedirle a Dios que me ayudara a salir con vida de semejante trance…

Hugo y Marcelo se pusieron en bolas y se subieron a la cama que, por suerte era como tres camas juntas… De haber sido una cama comunacha se hubiese hecho pelota con semejantes monstruos encima… A partir de ahí, todo fue una locura… Se la tenía que chupar a uno mientras otro me hacía el orto, sin descuidar al tercero a quien le agarraba la pija… El culo me dolía, la boca me dolía… Hasta las manos me dolían… Los muy guachos me trataban como un paquete… Yo iba de uno a otro como bola sin manija… Por fin parecieron ponerse de acuerdo y, de a uno, fueron acabando y llenándome el orto de leche… Quedé lo que se dice destrozado…

Yo fui el último en abandonar la cama para ducharme… Estuve un buen tiempo bajo la ducha fría… Cuando volví a la galería donde se había servido la mesa del asado, los cuatro estaban chupando cerveza, comiendo maní, exultantes de alegría… Fue verme aparecer a mí para estallar en bienvenidas… Me senté junto a Esteban y me sumé al coro… Lo que no hice fue seguirle la corriente con el chupi… Para mí un copón de cerveza fue más que suficiente… Esteban tampoco se excedió… Además, antes de empezar creo que se tomó unas cucharadas de aceite y se comió algún par de huevos duros, de esos que siempre se encuentran en su heladera… Cerca de la una de la mañana, los invitados emprendieron la retirada… Yo me quedé porque Esteban quiso que me quedara… Para mí fue obvio que tenía algún plan secreto…

Efectivamente era así… Después de acomodar un poco las cosas que se habían utilizado en la festichola, nos fuimos a dormir… Antes de meterse en la cama, Esteban se bañó… Tras el baño apareció en la pieza perfumado y en pelotas… Tenía ganas de guerra… Por mucho que unas horitas antes me habían hecho el orto tres monos fenomenales, yo no le podía decir que no y no quería decirle que no, porque ese hombre era todo para mi…

Esteban se desplomó en la cama y arrancó con sus castigos y amenazas… Lo primero que dijo fue ahora vas a saber quién es el Macho que te coge mejor, putito… Esa advertencia explicaba sin dudas el por qué me había hecho coger por tres machos… Quería demostrarme que él cogía mejor que nadie… Y vaya si lo probó… Estuvo casi dos horas haciéndome el amor… Me dio una paliza tan tremenda que quedé como si me hubiera pasado por encima no un hombre, sino un batallón… El culo me ardía a más no poder… Como no tenía a mano ni lidocaína ni los supositorios de Anusol, debía recurrir al agua fría… Como no se me calmaba, metí unos cubitos de hielo en una bolsita de nylon, la envolví en un trapo y me la apliqué en el culo… Después de un buen rato se me alivió… Esteban dormía y roncaba a pata suelta… Yo era feliz… Me sentía el Biencogido…

Nuestros posteriores encuentros, tanto en su casa como en mi departamento fueron momentos eróticos de muy alto voltaje… Esteban deseaba meterse con todo dentro mío y yo hacía todo lo posible para que se metiera… Recuerdo muy bien que, sin pensarlo previamente, un día en que me estaba dando pija de la manera más salvaje que puede imaginarse, empecé a pedirle que me hiciera un hijo… ¡Quería que me embarazara!... No era un deseo consciente; era algo muy profundo, visceral, que estaba en todos y cada uno de los puntos de mi ser, más allá de mi razón y de mi entendimiento… Quería sentir que su verga me preñaba… Soñaba o alucinaba con que dentro de mi cuerpo podía desarrollarse algo que sería obra suya… Hacía fuerza para que mi culo se abriera y su pija me entrara hasta el punto donde debía depositar su semen para dejarme embarazada… ¿Puede hablarse de locura?...

No se… Lo que si se es que, después que acabamos, Esteban me dijo que me había garchado como para dejarme embarazado; de modo que si de locura era la cosa: los dos estábamos locos, profundamente locos de una locura de amor, inspirado por un amor de locura…

Una locura de amor que duró más de cuatro años, hasta que pasé los 31 y que el tiempo, que todo lo cura, mata o hace olvidar, en este caso, curó… Nos separamos en buenos términos y no volvimos a vernos más… No hubo una razón para la separación… Creo que la llama del amor se apagó solita… Calculo que habrá encontrado otro amor mas fogoso que yo… Siempre lo recuerdo… Él, ¿me recordará?...

Hasta cualquier momento

Nota: Los datos y detalles de esta historia son míos, de Mauro; el armado literario le corresponde a mi amigo Eduardo de Altamirano, a quien deben escribirle si quieren hacer algún comentario sobre el relato… Su correo-e es decubitoventrala@yahoo.com.ar . También pueden hacerlo a su otro correo-e buenjovato@yahoo.com.ar

UN HOMBRE GRANDE

por Mauro

(Revisión de Eduardo de Altamirano)

Hola, estuve con ustedes a principios de año, narrándoles mi historia con Nelson… ¿La recuerdan?... La titulé Nacer de Nuevo y quien no la haya leído puede encontrarla entre las publicaciones de mi amigo, Eduardo de Altamirano, en esta misma página web…

Bueno, ahora quiero contarle que cuando me distancié de Nelson, comenzó para mí una nueva vida; por eso al relato de mi experiencia con él lo llamé Nacer de Nuevo… Del Mauro que había sido hasta que conocí a ese encantador brasilero no quedaba casi nada, mas allá de lo físico y lo físico estaba en plena evolución…

Asi es, Nelson supo despertar en mi el interés y la inquietud por mejorar al máximo el aspecto de mi cuerpo, que es más o menos lo mismo que cuidar mi salud… Con él no solo compartía sexo, sino también, y en buena medida, acciones que llevaban a optimizar mi estado… El era mi maestro… Un buen maestro, porque llevaba la gimnasia en el alma…

Cuando desapareció de mi vida, yo seguí yendo al gym con igual dedicación y, si se quiere, el mismo apasionamiento que cuando él estaba conmigo… La vanidad, quizá, concentraba mis inquietudes en mis piernas y en mi colita… Gozaba viendo como se torneaban y endurecían, sin perder tersura; por el contrario, parecían acrecentar día a día su firme delicadeza… No era para menos… Después de mis ejercicios, me prodigaba unos encremados hidratantes, nutrientes, etc., etc., capaces de convertir en seda un adoquín…

Otra de las cosas que Nelson me transmitió o estimuló fue la de afirmar y desarrollar la confianza en mí mismo… Hasta que lo conocí a él, debo confesar, yo era una persona  superinsegura… Cualquier adversidad me hacía trastabillar o retroceder… Con él y sus lecciones, comencé a cambiar y cuando él ya no estuvo,  continué en la misma dirección en que me había encaminado… En lo social, eso tuvo una repercusión sumamente beneficiosa para mí, porque me ayudo a salir del ensimismamiento en que vivía y a establecer lazos de amistad y compañerismo con chicas y chicos a quienes antes, de puro tímido y vergonzoso, no me animaba a tratar… En el fondo de todo estaba la oscura creencia de que, por ser gay, no valía nada o valía muy poco y que, por eso, a los demás era poco lo que podía interesarles… Ser gay, para mi subconsciente de entonces, era ser enfermo, pervertido, inferior, degenerado y todo eso con lo que la sociedad, la gente común nos venía machacando mañana, tarde y noche, todos los días de la vida…

Salir de ese error conceptual me llevó su tiempo; pero lo logré… Aprendí que ser gay no es nada del otro mundo y mucho menos algo de lo que uno deba avergonzarse… Es algo absolutamente natural, como ser alto o bajo, rubio o morocho, o preferir el pescado en lugar de la carne de vaca… Con la conciencia y el convencimiento de esto empecé a darle para adelante y no me fue tan mal que digamos…

Mi natural no es la promiscuidad… No deseo estar hoy con uno y mañana con otro… Nunca lo desee… Andar saltando de cama en cama no me hace feliz ni complace mis deseos… Lo mío apunta a cosas más o menos estables, donde la felicidad se pueda ir construyendo de a dos, con un solo afán… Esto no siempre es posible, porque hay que encontrar a quien quiera compartir algo con uno, así como ser encontrado para tal fin… Hasta hace no muchos años esto era una faena muy difícil, con cientos de trabas… Por suerte, la sociedad ha evolucionado y está evolucionando, y los gays, así como otras minorías sexuales, estamos dejando de ser los monstruos en que se nos tenían encasillados… El porvenir se nos presenta más venturoso…

Entonces, cuando yo rondaba los 20 años, la cosa era otra y el andar picoteando aquí y allá era la única opción que se nos presentaba si no queríamos –sexualmente- morirnos de hambre y dejar pasar nuestra juventud sin el placer de poseer o ser poseído por un alma gemela y un buen trozo que nos rizara los pelitos del culo…

Yo no escapé a ese destino… Concluida mi relación con Nelson y alentado por la forma de ver la vida y las oportunidades que él me enseñara, me dediqué a la búsqueda del ser que anhelaba, sin desperdiciar ninguna ocasión que se me presentara, porque en definitiva uno nunca sabe por dónde va a saltar la liebre y el Príncipe Azul se nos puede presentar vestido de Cartonero… ¡Si habrá casos!... Tal vez, mucho más de lo que imaginamos…

Así fue como pude conocer algunos hombre… ¿Cuántos?... Muchos menos de los que ustedes piensan y algunos más de los yo digo… Porque el objetivo era encontrar al ideal… Muchas de esas experiencias no fueron más allá de una noche… Otras perduraron por motivos, si se quiere, ajenos al sexo… Tal es el caso de un muchacho a quien conocí en el gym… Era todo un monumento… Lindo por donde se lo mirara, con un porte arrollador… Bien viril… Uno se hacía a la idea de que en la cama debía ser un matador al cien por ciento… Pues no, en la cama era un flato, un bofe… No tenía iniciativa para nada… Para mí, su libido estaba en falta… Nada lo calentaba… Era para patearlo; sin embargo, me lo banqué bastante porque me fascinaba mirarlo… Era una estatua… Como dije, un monumento… Y ya se sabe, a un monumento no se le pide que nos haga el amor… Debemos contentarnos con mirarlo y deleitarnos con las satisfacciones que le brinda a nuestra afición por la belleza… El era bello y ahí empezaba y terminaba todo…

También alterné con jovencitos, bien jovencitos y maduritos, bien maduritos… Algunos solteros, otros casados… Unos solventes, varios sequitos… No faltó algún dotado ni tampoco algún chiquitón… De todos y cada uno aprendí algo, y a todos, de una u otra forma les estoy agradecido… Tuve la suerte de que en general fueran buenas personas…

Sin embargo y a pesar de que no me faltaban machos con quien coger, una cosa era cierta: ninguno alcanzaba a satisfacerme por completo, como en su momento me satisfizo Nelson… Siempre me faltaban 10 centavos para el peso… No me quejaba ni me quejo porque otras cosas de mi vida, cosas muy importante llenaban esos huequitos y me hacían sentir espiritualmente bien…

Mi carrera universitaria prosiguió exitosamente y mi situación laboral se hizo cada vez más sólida… La empresa donde trabajaba se afianzaba día y a día, y eso podía apreciarse en los cambios edilicios que experimentaba… Yo compartía la oficina con dos compañeras muy buenas y trabajar allí con ellas era más que un trabajo, un placer… Un verdadero placer…

Fue en ese entonces cuando la firma decidió realizar una serie de refacciones a propósito de dotar a las dependencias de mayor confort y, sobre todo, de mayor funcionalidad… Las obras se hacían piso por piso para que la actividad general no se viera afectada… En ese entonces, mi gran preocupación era saber dónde debería meterme para trabajar cuando llegaran los obreros… En mi oficina había computadoras, impresoras y otros accesorios y no era fácil llevarlos de un lado a otro… Se necesitaba espacio… Todo estaba bastante confuso… Un día, mi Jefe me avisó que al siguiente vendrían de la constructora para hacer una evaluación… Me pidió que tuviera todo despejado y así hice… No tenía la menor idea acerca de lo que era la evaluación y mucho menos quién estaría a cargo de ella…

El día previsto, apareció nuevamente mi Jefe acompañado por un hombre mayor, de unos cuarenta años,  quien me impactó desde el mismísimo instante en que posé mi vista en él… Tal fue el impacto y la conmoción que me causó que, aturdido, no entendía un soto de lo que mi Jefe me decía… Estaba, lo que se dice “bloqueado”… No sé si mi Jefe se dio cuenta de lo que me sucedía… El hombre que lo acompañaba, si se dio cuenta… Se pusieron a hablar entre ellos acerca de lo que se iba a hacer y yo quedé al margen, pero, el hombre grande no dejaba de mirarme…

Era un morocho alto, fornido, con un aspecto de macho que mataba… Parecía provinciano, pero su voz, mejor dicho, su vozarrón no tenía ningún acento…El solo mirarlo me hacía correr frío por la espalda y hasta creo que me latía el culito… Después de decir cosas que francamente no entendí acerca del edificio y de lo que en principio había que hacer, sentenció que vendría al día siguiente bien temprano con el plano, para tomar algunas medidas… Preguntó si a las 8:30 habría alguien para recibirlo… Sobre el pucho, mi Jefe respondió: “si, va a estar Mauro (y me señaló a mi)”… Unos minutos después, ambos se retiraron… Yo empecé a serenarme y también a elucubrar y a hablar conmigo mismo…

Lo cierto era que el morocho me había fascinado y fantaseaba con la idea de tirarme un lance… “Total –me decía- más que decirte que no, ¿qué otra cosa puede pasar?”… Luego recapacitaba que justo era en mi lugar de trabajo y me preguntaba si no sería una imprudencia… Estaba loco, loquísimo… Y caliente, calentísimo…

Me impuse la obligación de estar al día siguiente a las 7:30, una hora y media antes en que habitualmente lo hacía… En Seguridad me preguntaron “si me había caído de la cama”… Ya en mi oficina, ubiqué las cosas como para que el morocho se pudiera desplazar sin tropezar con ningún obstáculo… Me preguntaba si vendría solo o acompañado… Rogaba que viniese solito…

Cuando ya eran las 8 pasadas, encendí la PC, me metí en Internet y, con el truco que usaba siempre para sortear la traba puesta desde la oficina del Administrador del Sistema, abrí una página que, si no me equivoco, todavía funciona… Se llama Cloland … Hasta el año pasado estaba… Para mí era un encanto… Uno se cansaba de ver hombres en bolas, haciendo las mil y una… La apertura de esa página no fue algo casual… Lo hice adrede… Pensaba dejarla abierta cuando el morocho llegara… En una de esas la veía y podía pasar algo… Si el morocho venía acompañado, apagaba la PC y a otra cosa…

A las 8:30 en punto llegó el morocho con un plano enrollado bajo el brazo, una carpeta, una cinta métrica y un extraño aparato cuya utilidad no podía imaginarme… Saludó… Le pregunté si podía ayudarlo en algo… Me pidió que lo ayudara a extender el plano sobre la mesa ejecutiva y acto seguido comenzó a tomar notas y medidas… Me pidió un destornillador… Como no tenía, le dí una lezna… Se subió a una silla e hizo un agujero en el techo… Quería ver en qué estado estaba el cielorraso… Lo encontró perfecto… En uno de los desplazamientos se ubicó frente al monitor y descubrió lo que yo había estado mirando… Sonriendo y medio como preguntándome me dijo: “Te gustan las cosas fuertes”… Por toda respuesta, me sonreí como asintiendo… El siguió con su cinta métrica y sus anotaciones… Después tomó el misterioso aparatito y comenzó a pasarlo por las paredes… Le pregunté para qué servía y me respondió: “para detectar metales”… Las instalaciones antiguas de agua, gas y electricidad se hacían en caños metálicos y el aparato permitía averiguar si en las paredes había cañerías…

Ya estaba por terminar el trabajo y yo no sabía qué hacer para llamar su atención… El morocho sabía que me gustaban las cosas fuertes… Pero, ¿qué seguía a partir de eso?... ¿Nada?... Yo no quería que la cosa quedara ahí y no sabía qué hacer para que no quedara ahí…

El morocho le puso fin a mi angustia… Sin ningún preámbulo me preguntó cuántos años tenía… Le pude haber dicho mi edad; pero, en lugar de eso le contesté con otra pregunta: “¿cuántos años cree que tengo?”… “No sé, pero sos un pendejo jovencito”… La franqueza y rapidez de la respuesta me hizo reír y no contuve la carcajada… Creo que mi reacción lo estimuló para seguir… Tras cartón me confesó: “Sabés una cosa, a mi me gustan mucho los pendejos”…

Demás está decir que esta declaración me produjo una conmoción tremenda… Fue tan grande que me costaba reaccionar… El morocho no esperó a que yo dijera algo… Enseguida, como puñalada de pícaro, agregó: “no estaría mal que vos y yo nos viéramos en otro lugar para conversar un poquito; se me ocurre que podríamos entendernos muy bien en cosas que nos interesan a los dos; ¿qué te parece?”…

Haciendo un esfuerzo titánico conseguí responderle: “Si, como no”… Era lo que necesitaba para decirme: “El lunes, cuando salgas de aquí (salís a las cuatro, ¿verdad?), podemos encontrarnos en el barcito de Independencia, acá a la vuelta. Yo te lo confirmo… Apenas alcancé a decirle: “Bueno”, cuando en el mismo momento entró mi Jefe y yo pasé a segundo plano… Más aún porque me apuré a cerrar la página de la web que seguía abierta… El morocho y mi Jefe cambiaron algunas palabras y, cuando el morocho se retiraba, se acercó a mí y me tendió la mano… Una mano grande, enorme y fuerte, muy fuerte… Yo le di mi mano y él me la apretó con todo… “Hasta el lunes” me dijo y esas palabras me sonaron como el anuncio de un huracán que estaba por arrasarme… Parecieron decirme “preparate porque no sabés la que te espera”…

Para el lunes a las cuatro de la tarde faltaban exactamente: ciento una horas… Para mí, esas 101 horas no fueron horas cualquiera… Fueron horas de goma… Se estiraban y no terminaban nunca de pasar… Pero, al fin, pasaron… Un ratito antes de que ese final llegara, el morocho se apareció por el pasillo donde habíamos ido a parar mi PC y todas mis cosas, y me hizo una seña, como diciéndome que se iba para el barcito de la calle Independencia, mejor dicho de la Avda. Independencia…

A las cuatro en punto levanté campamento y a toda prisa marché para el bar…  Mi oficina estaba en la calle Chile, de modo que lo único que tuve que hacer fue dar media vuelta a la manzana… Era una tarde espectacular… Yo cuidé de estar lo más bien arreglado posible… Llevaba un pantalón blanco bien ajustado y un camisa te con leche… Zapatos marrón habano, haciendo juego con la cartera LV que me regalaron mis compañeritas cuando cumplí los 25… El corazón me latía a mil… El morocho se había sentado en una mesa junto a la ventana… Lo vi antes de entrar… No tuve que buscarlo, fui directamente donde estaba él… Me recibió con una sonrisa… Yo me sentía una mariposa… “Me alegro que hayas venido” me dijo… Pedí un jugo y él continuó con su café… Permanecimos callados unos segundos… Yo no sabía qué decir… El, con toda naturalidad, tomó la palabra…

Bueno…, primero quiero que sepas que me llamo Esteban…, tengo 41 años, soy casado, casado y separado, tengo dos hijos grandes (me case a los 17), vivo solo y en cuanto a sexo, como ya te comenté, me en-can-tan los pendejos, por supuesto, pasivos… Te digo que, ni bien te vi, me dije: este pibe es puto… No sé si me equivoco, pero me parece que te caí bien de entrada… Me mirabas con un hambre imposible… Mientras hablaba con tu Jefe, me decía: “a este pibe me lo tengo que ganar sea como sea”… La verdad es que no sabía un pomo cómo te podía ganar, pero estaba decidido a hacerlo… Yo soy así, cuando una cosa se me mete en la cabeza le doy y le doy hasta que lo consigo… Por suerte, vos me abriste el camino con eso de poner lo que pusiste la computadora… Era una trampita… Y bueno, yo no soy de hacerme rogar… Te dije lo que esperabas que te dijera, que me gustaban los putitos… ¡Si hubieras visto la cara que pusiste!... Parecías tan contento como si la tuvieras adentro…

Me hablaba como si hiciera años que nos conociéramos… Con una seguridad absoluta… Yo le sonreía y, a veces, asentía con la con la cabeza sus dichos… Esteban me envolvía con sus palabras de una forma absolutamente novedosa para mi… Novedosa y encantadora… Por primera alguien me decía “puto”, “putito” y, lejos de disgustarme, me sentía complacido… ¿Por qué?... Porque no me lo decía para insultarme, ni para agraviarme, ni para hacerme sentir mal, sino para que supiera que en mi condición de puto, de pibe que se la comía, yo ya había pasado a ser alguien que le pertenecía porque él lo quería asi, porque él era Macho, así, con mayúscula… Lo que nunca, no opuse ninguna resistencia… Dejé, gustoso, que Esteban fuera imponiendo su voluntad y me sometía a ella…

Ni con Nelson, que fue lo más perfecto que había tenido antes de conocer a Esteban, yo había experimentado la sensación que produce el sentirse poseído por un hombre… No pocos machos me habían cogido, algunos lo habían hecho técnicamente muy bien; pero ninguno me hizo sentir que quería poseerme, abarcarme, dominarme, convertirme en algo suyo… En algún pasaje de su monólogo inicial, recuerdo que dijo…

No sé por qué se me da por pensar que a vos no te han cogido bien, se me ocurre que nunca te han hecho sentir lo que es un Macho de verdad…  Hay algo en vos que parece estar diciendo que necesitas alguien que cuando te garche te deje 100 x 100 satisfecho, porque hasta ahora siempre te quedaste con las ganas de algo más…

Tal vez cuando me dijo esto lo que quería era ver cómo reaccionaba yo; pero, al margen de esta posibilidad, lo que yo debo decir es que Esteban dio precisamente en el blanco con sus dichos… De todos los hombres que hasta ese momento había conocido, ninguno me dejó completamente satisfecho… Con ninguno había experimentado una sensación de saciedad completa… Sin saber a ciencia cierta qué era lo que me faltaba, percibía que no estaba completamente satisfecho… Cualquiera hubiese podido decir que a mí no había poronga que me viniera bien… Pero, en realidad todas las porongas me venían bien; lo que sucedía es que ninguna me dejaba del todo satisfecho, ninguna me llenaba por completo…

Ahora, a la distancia, he descubierto que la verdad, la realidad era otra… Pero, en ese momento el entendimiento no me daba para comprender cabalmente lo que me ocurría…

Después de haber pasado más de una hora conversando con Esteban en el barcito, el morocho apuró los tiempos y quiso concretar ese mismo día… Sin ningún rodeo, me pidió de ir a coger… Con las ganas que me había dado todo su chamuyo, no estaba para decirle que no… Le propuse que fuéramos a mi departamento, que estaba relativamente más cerca de allí que el suyo, que según dijo estaba sobre la Av. Directorio, en el barrio de Floresta… No acepto, dijo que tenía el auto en un estacionamiento y por la autopista en un pedo se estaba en su casa… Así se hizo…

“Su departamento”, en realidad era una casa en la parte de atrás de un edificio de altos… Ni bien entramos, me agarró como un paquete, me levantó por el aire, con la fuerza que le daban sus largos 100 kilos de peso y su metro noventa y cinco de altura, y me estrujo contra su pecho que era una pared… Te voy a moldear a mi gusto , me dijo mientras me sacudía un terrible chupón sobre el cuello…

Inmediatamente me ordenó desnudarme para darnos un baño… Sin chistar me puse en bolas… El hizo otro tanto y ahí pude apreciar que no le faltaba nada, más bien le sobraba… Era una súper atractiva masa de músculos, sin un gramo de grasa, dotada de una pija y unos huevos que nada tenían que envidiarle a la dotación de Nelson… Al contrario, la de Esteban impresionaba como mas gruesota y en verdad lo era… Además, era un mono, lleno de pelos por todas partes…

Desnuditos los dos fuimos para el baño, donde no había bañera y si un pediluvio muy amplio, limitado por una mampara que hacía las veces de cortina… Ni por las tapas me imaginaba lo que vendría una vez que estuvimos bajo la ducha… Es más fácil contar lo que no me hizo que narrarles lo que me hizo… De pique, nomás, me empezó a cachetear las nalgas y a decirme cosas que me ponían como loco… Qué culito que tenés putito… Estás refuerte… ¿Sabés cómo te lo voy a dejar?... y un montón de cosas más… Después me hizo girar y ya frente a mí, me pellizcó los pezones hasta hacerme doler, no tanto como para que no pudiera soportarlo… Presionando sobre mis hombros, me obligó a arrodillarme para que le chupara la pija… De pronto me vi ante semejante poronga, dura como un garrote, yendo y viniendo y golpeando contra mi cara, mientras él me urgía… Chupa, putito, chupa como vos sabés… La verdad es que no se equivocaba, yo había aprendido a chupar verga… No voy a decir que soy un maestro, pero me defiendo muy bien… En un momento en que pude detener el vaivén de su poronga me la metí en la boca… Me encantó su sabor a hombre… Hice lo que a muchos sorprende… Conseguí que atravesara mi garganta, dejara atrás las amígdalas y se aventurara en mi esófago… A pesar de su enorme tamaño, la tuve toda entera dentro de mi cavidad bucal, aprentándosela con todo… Creo que Esteban también se sorprendió con esta habilidad mía que excedía los límites habituales de quienes gustamos de chupar pijas… Al menos sus palabras trasuntaban un poco de admiración… Como chupas la pija, yegüita; sos una artista; te la tragas toda como si nada... Vamos a ver si por el culo te entra igual, quiero partirte como un queso…

A los lectores como yo, que miden un metro sesenta escasos y pesen menos de sesenta kilos, les pido que imaginen lo que es tener frente a frente a un gorila de casi dos metros de altura y más de 100 kilos de peso, amenazándolo con que lo quiere partir como un queso… A mí, las piernas me temblaban un poco, pero, al mismo tiempo sentía una curiosidad compulsiva por saber que tanto podía hacerme semejante mono…

La cuestión fue que, terminado el baño, nos secamos y nos mandamos para la cama, que no era una cama, sino como tres camas en una… Mas rápido que yo, Esteban se despatarró primero sobre el colchón y cuando yo me subí, me agarró como un muñeco y me acovachó sobre su inmenso y peludo pecho… Volvieron los chirlos y otra cosa inesperada… No sé cómo me agarró de los pelos y dirigió mi cabeza de modo que mi boca se enfrentó con la suya y ahí nomás me enchufó un beso de lengua con una furia imposible de describir…

No todos los machos activos se avienen de buena gana a besar putos… Y mucho menos la primera vez en que se encaman… O los besos quedan completamente afuera, o se dan después de cierto tiempo, con cuentagotas, a desgano y en forma bastante light … Solo en casos muy contado hay besos con todas las de la ley… Por eso, cuando me besó Esteban con esa voracidad ardiente y descontrolada que lo caracteriza, puedo decir que descubrí lo que son los verdaderos besos: una llama poderosa que enciende los leños del amor…

Tras los besos brujos que me dio, que dentro de todo fueron bastante suavecitos, atacó con una pellizcada de pezones tremenda… Pellizcada y mordisqueo… Me remarcó por todas partes… Realmente parecía que quería devorarme… Muy, pero muy lejos de sentirme mal por todas las achurías del muy sinvergüenzón, yo me sentía en la gloria, totalmente copado… Me sentía buscado, deseado y, por último, poseído en forma absoluta…

Como era de imaginar, después de no sé cuantas idas y venidas, me ordenó que le mamara la poronga… La venía teniendo al palo casi desde el mismo instante en que entramos al baño… Para mí, chuparle la pija era algo maravillo… Me acomodé sobre su gigantesco y musculado vientre, y me le prendí a la verga con alma y vida… El aprovechó mi posición para cachetearme a lo loco… Cuando se cansó de chirlearme, se ensalivó los dedos y de a uno me los fue metiendo en el culo… Yo no dejaba de mamarle la dotación que, a esta altura, me entraba sin ninguna dificultad hasta el esófago… No la podía retener mucho tiempo porque me ahogaba, pero se la exprimía en forma…

Cuando consiguió meterme cuatro dedos en el orto; cuatro dedos que eran como cuatro pijas juntas, sentí que el culo me iba a estallar… Fue entonces cuando decidió que tenía que sentarme sobre su verga y, como correspondía a un buen súbdito, obedecí sin chistar… Me encantaba que me mandara así… Me monté sobre su poronga, dando espalda a su cara… Cuando me aprontaba para hacerlo, Esteban me embadurno el ojete con cualquier cantidad de crema y, también, se encremó la pija… No se puso forro… Yo no me atreví a pedirle que lo hiciera… Con gran susto corrí el tremendo riesgo…

Fue la primera vez que esa fabulosa verga me entró en el culo y, a decir verdad, fue como si se me cumpliera un sueño… Nunca antes me había sentido tan lleno… Me entró absolutamente toda, presionando en el interior de mis entrañas hasta causarme una especie de espasmo y sofocación que no conocía… En este momento culminante, Esteban me sujetó de las caderas y, como si yo fuera una cosa, empezó a moverme de adelante para atrás y de atrás para adelante, restregando mi culo contra su cuerpo y haciendo que mi pobre agujerito se abriese mas allá de todo lo imaginable… Me estaba partiendo…

Cuando se cansó de partirme el culo, me tendió sobre él, giró y yo quedé estirado en la cama, con todo el peso de su tremendo cuerpo sobre mi… Ahí empezó a machetearme sin asco… Me lo sacaba, tomaba impulso y me lo enterraba cada vez más adentro… Por momentos yo perdía la noción de todo… Creo que le pedía por Dios que acabará porque el dolor me superaba… Pero mis ruegos no lo detenían; al contrario, parecían exacerbarlo… Me decía de todo y ni el puto ni el putito se le caían de la boca, los repetía una y otra vez como un enajenado… Un enajenado que sabía lo que quería, porque no dejaba de señalar que yo era “su puto”, “su putito” y que “me iba a coger siempre”…

Cuando acabó, sentí los más grandes pijazos de mi vida, al tiempo que su semen se derramaba en mi interior y lubricaba las últimas entradas y salidas su colosal poronga… Destruido, se abandonó sobre mi…

No sé cómo logre escurrirme… Necesitaba respirar… La cama no se había roto de pedo… Cuando comenzó a recuperarse, se sentó en la cama y me ordenó que calentara agua para tomar unos mates… El se metió en el baño…

Preparé las cosas del mate y puse el agua a calentar a fuego lento para que no hirviera… Volví al dormitorio… Ya se había duchado y se estaba secando… Marcando un record de velocidad, me higienicé y me puse mi ajustado y pequeño slip… Nos encontramos nuevamente en la cocina… Como un troglodita se trenzó con una “lata” de galleta… Le cebé mate… No hablaba… Masticaba y chupaba el mate como una aspiradora… De repente rompió el silencio: tenés aguante, petizo, te la bancaste muy bien… No creí que fueras a resistir tanto… ¿Te duele el culo?... Ya se te va a pasar… Es cuestión de que te acostumbres…Yo te voy a moldear el orto… Vas a vez cómo te va a quedar… Hasta la mejor conchita te lo va a envidiar…

Yo me sentía feliz, profundamente feliz… El culo me dolía que era un espanto, pero sabía que no me iba a morir por eso… En cuanto llegara a casa me pondría un poco de lidocaína y un supositorio para la inflamación y listo el pollo…

El desgranó una confesión… Me dijo que solo cogiendo así como había cogido conmigo el quedaba verdaderamente satisfecho; de otra manera sentía que le faltaba algo… Y, entre otras cosas, resaltó me tenés que atender siempre así, petizo… No te vas a arrepentir… No le contesté nada, pero para mis adentros me decía que yo sería su hembra, tal y cual él quería…

Cuando le avise que me iría y le pregunté qué colectivo debía tomar, fue terminante: te llevo yo … Sabía que era inútil resistirse, así que no me opuse… Me trajo hasta la puerta de casa; pero, no bajó…

En casa me mandé la lidocaína y el supositorio de Anusol…Enseguida comenzaron a hacerme efecto… Iba a tener que aplicarme varios supositorios… El culo me latía bastante…

Al día siguiente Esteban se apareció por el rincón que hacía las veces de oficina… Estaban mis compañeritas… Se mostró como un gentleman el muy guacho… Por lo bajo me pregunto si nos veíamos a la tarde… También por lo bajo le respondí que estaba en coma… Se sonrió y me anticipo que me llamaría por teléfono a la noche…

Y así fue… A eso de las 8 me llamó… Por teléfono era más suave… Le conté que tenía el culo a la miseria y que me estaba poniendo supositorios cada 8 horas… Me urgió a que le dijera cuando iba a estar en condiciones para otra zalipa… Quise eludir una respuesta categórica, pero me apretó tanto que tuve que decirle que el jueves lo vería… Fue tajante, me anunció que el jueves, a las 8 de la noche de la noche estaría por mi departamento y me advirtió que debía prepararme porque quería atravesarme … La amenaza, lejos de amedrentarme, me excitó al mango… Trataba de imaginarme lo que podía llegar a hacerme y me venían ganas de tenerlo ya conmigo…

Por suerte, el miércoles y el jueves se me pasaron volando y a las 8 de este día se hizo presente en la puerta de mi departamento… Muy caballeroso, traía un paquetito consigo: sanguches de pan negro, como él dijo para después del acto criminal…

Estaba recién bañado y perfumadito… Yo también estaba bañado y perfumado… Le echó un vistazo al departamento y se enamoró de la cama… La voy a hacer hablar , dijo… Con toda naturalidad y sin usar las manos se sacó los mocasines y, tras ello, se desvistió hasta quedar solo con un slip que a duras penas albergaba su más que prominente dotación… Yo lo imité y me quité el pantaloncito y la sudadera que llevaba puestos y no quedé en slip, porque no tenía slip; quedé en pelotas…

Esteban quiso saber en qué condiciones se encontraba mi culo después de la paliza del lunes y ahí empezaron los forcejeos y las torturas… Me pellizcó, me mordió, me chuponeó por todas partes… Ni que decir de los chirlos que me surtió en las nalgas… En un momento dado, él estaba sentado en un sofá y yo, entre sus piernas, arrodillado, le mamaba aplicadamente la pija… ¡Qué cosa más linda!...  Por supuesto, todo este mambo iba regado de por toda clase de dichos, donde la sal de los “putos” y los “putitos” chorreaba por los cuatro costados… Me preguntaba con insistencia si me gustaba ser su putito y si iba a ser siempre su hembrita… Si por casualidad tardaba algún segundo más de la cuenta en responderle, me fustigaba urgiéndome para que le contestara… Le complacía escucharme decir que quería ser suya y a mí me encantaba decírselo, porque no era una cosa hueca, sino algo verdadera e intensamente sentido… Me alucinaba pertenecerle, saber que él era mi macho, mi dueño, el hombre que no necesitaba pedirme permiso para romperme el culo a su real antojo, el que me hacía chupar pija (algo que tanto me gustaba y me gusta) todo el tiempo que se le cantaran las pelotas…

Cuando fuimos a la cama, dirigiéndose a ella, repitió su advertencia: te voy a enseñar a hablar … En la cama me hizo poner en cuatro patas y tras acomodarme bien para que mi orto quedara bien a la altura de su verga, me la enterró casi de un saqué hasta los huevos… Me atravesó… Volví a sentir la misma sensación de plenitud de la primera vez… Me sentí totalmente lleno y mas también… Era como si además de ocupar todos los espacios de mi cuerpo, ocupara todos los espacios de mi alma…

Por eso, al cogerme, no solo me revolvía el físico, sino también el espíritu y eso es algo que nunca se puede expresar bien con palabras… ¡Es algo divino!, ¡algo que parece del otro mundo!...

No sé cuánto tiempo me estuvo macheteando, cada vez con más fuerza, con más furia… Sentía el orto abierto como una flor… Y a pesar de los dolores, que no eran tantos porque me había untado con un poco de lidocaína, tengo claro que le pedía que me rompiera el culo… Le rogaba por Dios que me abriera el orto, que me diera bien fuerte… ¿Qué?: PIJA… Mas pija me daba y mas pija quería… Éramos dos descontrolados…

Como la primera vez, cuando acabó, me inundó de leche… Obviamente esos tremendos huevos que tenía en dos fábricas de leche que nada tenían que envidiarle a “La Serenísima”… Cuando me la sacó del todo, el culo me latía más que el corazón y me sentía feliz, muy feliz, totalmente feliz… Ese hombre grande me había hecho sentir lo que yo era…

Luego, deje, transitoriamente, de ser su putito, su hembrita y pasé a ser su mucama… Después de la ducha, le serví los sanguchitos de pan negro que él había traído y le exprimí todas las naranjas que había en la heladera para facilitarle la ingesta…

Ser su sirvienta me resultaba encantador… No había cosa mejor para mí que mimarlo, cuidarlo, atenderlo como si fuera un bebé… A él que era un ropero… Un ropero lleno de dulzura, a pesar de sus chirlos y mordeduras… No por nada se dice “porque te quiero te aporreo”…

Así comenzamos una relación que permanentemente se hacía más profunda y nos ligaba de una forma que yo jamás hubiese imaginado… Mi único deseo era satisfacerlo a él… Hacía lo que él quería y, no sé por qué misterio, lo que a él no le gustaba o no le interesaba, a mi tampoco… No sé si puede decirse que era su esclavo… No lo sé porque yo sentía que él me amaba y que quería hacerme sentir lo que ningún otro hombre podía hacerme sentir…

Recuerdo que cuando ya llevábamos más de dos años de noviazgo me hizo vivir una experiencia única… Única y absolutamente inesperada… Se aproximaba el fin del milenio y con ese motivo y, además, que River se había consagrado campeón, Esteban organizó un asadito en su casa, donde fueron invitados tres amigotes suyos de su misma talla y edad, y, por lo que supe después, con sus mismas aficiones… A ese asadito yo también fui invitado en carácter de mucamita para hacer las ensaladas, poner la mesa, llevar el pan, servir el vino y hacer que esos terribles machos se sintieran a sus anchas…

Yo cumplía con mi papel cuidando que Esteban no tuviera nada que reprocharme… Él fue el asador y es justo decir que el asado le salió de 10… Las bestias esas no dejaron ni el piolín de los chorizos… Comían como lima nueva… No solo comían, sino también tomaban… Las botellitas de tres cuarto de Bianchi borgoña bajaban a lo loco… En un momento en que yo estaba parado junto a Esteban, él me tomó de la cintura, me apretó fuerte, y le preguntó a Damián, el más pintón de los tres, si yo le gustaba… El loco no se hizo rogar, dijo que “yo estaba para un servicio especial”… Entonces, Esteban, dirigiéndose a mí, me ordenó que lo llevara al dormitorio y le diera lo que pidiera… Dudé en obedecer, pero Damián se levantó y vino hacia mí… No tuve más remedio que hacer lo que se me había ordenado… No era que el tipo no me gustara; por separado todos estaban para darles un mazazo por el bocho; pero, la cosa salía de lo normal… En el dormitorio, Damián probó que no sufría de inhibiciones… Tuve que desnudarme y, a lo bestia, empezó a hacerme de todo… La verdad, no me disgustaba… Se excitó muchísimo con mi colita y quiso llenarme sin demoras… Se le paraba muy bien y me entró como si nada… Era más chica que la Esteban… Para que me ensartara me había puesto en cuatro patitas; una vez que la tuve toda adentro me estiré sobre la cama y el loco me empezó a machetear con todo… En eso estábamos cuando irrumpieron los otros dos invitados, Hugo y Marcelo… Esteban los mandó para que también me hicieran el orto… Como les será fácil imaginar, yo no estaba en situación de discutir nada… Con un mono encima rompiéndome el culo, lo único que me cabía era pedirle a Dios que me ayudara a salir con vida de semejante trance…

Hugo y Marcelo se pusieron en bolas y se subieron a la cama que, por suerte era como tres camas juntas… De haber sido una cama comunacha se hubiese hecho pelota con semejantes monstruos encima… A partir de ahí, todo fue una locura… Se la tenía que chupar a uno mientras otro me hacía el orto, sin descuidar al tercero a quien le agarraba la pija… El culo me dolía, la boca me dolía… Hasta las manos me dolían… Los muy guachos me trataban como un paquete… Yo iba de uno a otro como bola sin manija… Por fin parecieron ponerse de acuerdo y, de a uno, fueron acabando y llenándome el orto de leche… Quedé lo que se dice destrozado…

Yo fui el último en abandonar la cama para ducharme… Estuve un buen tiempo bajo la ducha fría… Cuando volví a la galería donde se había servido la mesa del asado, los cuatro estaban chupando cerveza, comiendo maní, exultantes de alegría… Fue verme aparecer a mí para estallar en bienvenidas… Me senté junto a Esteban y me sumé al coro… Lo que no hice fue seguirle la corriente con el chupi… Para mí un copón de cerveza fue más que suficiente… Esteban tampoco se excedió… Además, antes de empezar creo que se tomó unas cucharadas de aceite y se comió algún par de huevos duros, de esos que siempre se encuentran en su heladera… Cerca de la una de la mañana, los invitados emprendieron la retirada… Yo me quedé porque Esteban quiso que me quedara… Para mí fue obvio que tenía algún plan secreto…

Efectivamente era así… Después de acomodar un poco las cosas que se habían utilizado en la festichola, nos fuimos a dormir… Antes de meterse en la cama, Esteban se bañó… Tras el baño apareció en la pieza perfumado y en pelotas… Tenía ganas de guerra… Por mucho que unas horitas antes me habían hecho el orto tres monos fenomenales, yo no le podía decir que no y no quería decirle que no, porque ese hombre era todo para mi…

Esteban se desplomó en la cama y arrancó con sus castigos y amenazas… Lo primero que dijo fue ahora vas a saber quién es el Macho que te coge mejor, putito… Esa advertencia explicaba sin dudas el por qué me había hecho coger por tres machos… Quería demostrarme que él cogía mejor que nadie… Y vaya si lo probó… Estuvo casi dos horas haciéndome el amor… Me dio una paliza tan tremenda que quedé como si me hubiera pasado por encima no un hombre, sino un batallón… El culo me ardía a más no poder… Como no tenía a mano ni lidocaína ni los supositorios de Anusol, debía recurrir al agua fría… Como no se me calmaba, metí unos cubitos de hielo en una bolsita de nylon, la envolví en un trapo y me la apliqué en el culo… Después de un buen rato se me alivió… Esteban dormía y roncaba a pata suelta… Yo era feliz… Me sentía el Biencogido…

Nuestros posteriores encuentros, tanto en su casa como en mi departamento fueron momentos eróticos de muy alto voltaje… Esteban deseaba meterse con todo dentro mío y yo hacía todo lo posible para que se metiera… Recuerdo muy bien que, sin pensarlo previamente, un día en que me estaba dando pija de la manera más salvaje que puede imaginarse, empecé a pedirle que me hiciera un hijo… ¡Quería que me embarazara!... No era un deseo consciente; era algo muy profundo, visceral, que estaba en todos y cada uno de los puntos de mi ser, más allá de mi razón y de mi entendimiento… Quería sentir que su verga me preñaba… Soñaba o alucinaba con que dentro de mi cuerpo podía desarrollarse algo que sería obra suya… Hacía fuerza para que mi culo se abriera y su pija me entrara hasta el punto donde debía depositar su semen para dejarme embarazada… ¿Puede hablarse de locura?...

No se… Lo que si se es que, después que acabamos, Esteban me dijo que me había garchado como para dejarme embarazado; de modo que si de locura era la cosa: los dos estábamos locos, profundamente locos de una locura de amor, inspirado por un amor de locura…

Una locura de amor que duró más de cuatro años, hasta que pasé los 31 y que el tiempo, que todo lo cura, mata o hace olvidar, en este caso, curó… Nos separamos en buenos términos y no volvimos a vernos más… No hubo una razón para la separación… Creo que la llama del amor se apagó solita… Calculo que habrá encontrado otro amor mas fogoso que yo… Siempre lo recuerdo… Él, ¿me recordará?...

Hasta cualquier momento

Nota: Los datos y detalles de esta historia son míos, de Mauro; el armado literario le corresponde a mi amigo Eduardo de Altamirano, a quien deben escribirle si quieren hacer algún comentario sobre el relato… Su correo-e es decubitoventrala@yahoo.com.ar . También pueden hacerlo a su otro correo-e buenjovato@yahoo.com.ar