Un hombre corriente
Hasta a las personas corrientes pueden pasarle cosas formidables
Soy un hombre corriente. De esos hombres a los que no dedicarías un segundo vistazo. De esos hombres a los que sus vecinos ven llegar y no esperan para coger el ascensor. De esos hombres que piden perdón por todo. De esos hombres que avergüenzan a su familia en los momentos importantes cometiendo alguna torpeza. Mi mujer piensa que soy aburrido. La mayoría pensaría que soy un pusilánime.Así era hasta que apareció Tere.
Tere_777 apareció en mi vida como un rayo de luz en un mitad de una carretera oscura. La conocí en un foro de aficionados a la pintura. Una afición aburrida para un hombre aburrido. Empezamos hablando sobre técnicas, sobre materiales y diferentes artistas y en poco tiempo sucedió que chateábamos a diario. Yo estaba entusiasmado con tener una amiga sí, que me sacara de la tristeza diaria que suponía el tener una hija lejos de casa y una mujer que no me tenía en consideración. Soñaba con conocerla, aunque temía ese momento de la misma manera en que lo ansiaba. Solo sabía que era una mujer alegre y divertida, a la que le gustaba salir los fines de semana. Pero no sabía mucho más de ella. Y me daba miedo averiguar que estuviese casada. La liquidación de material en una tienda de pintura cercana a mi casa me permitió conocerla en persona.
Le compré unas acuarelas carísimas a mitad de precio. Y pensamos que estaría bien conocernos para pintar al aire libre. Durante la media hora que se retrasó llegué a pensar que no se presentaría. Lo recuerdo perfectamente
-¿Adolfo?-Una voz me llamó a mi espalda.
-¿Sí?-pregunté-¿Disculpa?-pregunté al ver a la jovencita que se encontraba delante de mí.
-Soy Teresa-sonrió ella-Tere_777.
-No puede ser-dije yo. Y ella se echó a reír-¿Eres su hija?
-Mi madre se llama Conchi-confesó ella-¿Te encuentras bien?
-¿Qué?-preguntó-Ay, ay. Sí, cariño, perdona-de repente esbozó una sonrisa forzada y extendió la mano para saludarla. Ella frunció un poco el ceño, extrañada y se avalanzó para darle dos besos-¡Pensaba que eras más mayor, perdona! ¡Pero si eres una niña!
-Bueno, tampoco es para tanto. ¿Qué estás pintando?
-Ese kiosko de allí. El señor de los globos me está volviendo loco. ¡Ay, sí, tus acuarelas!
-¡Gracias!-dijo. Dejó la mochila que llevaba en el suelo y empezó a sacar el material que iba a necesitar para pintar al aire libre. La mañana fue, al final, maravillosa y entretenida. Tere me dejó a deber ocho euros y la promesa de que me pagaría el resto. Lo cierto es que me daba igual. Incluso mi mujer, que de normal ignoraba mi estado de ánimo, se dio cuenta de mi bajón. Está mal decirlo, pero esperaba tener algo con Tere y salir del tedio que era mi matrimonio. Mientras me duchaba pensé que habría preferido que ella estuviese casada, porque al menos habría sido alcanzable. Pero Tere ni siquiera era mayor de edad. En algunos países le faltarían años para poder beber alcohol. ¡Qué desastre!
A pesar de que creía que no la volvería a ver, me encontré con un mensaje privado suyo en el foro esa misma tarde. La semana siguiente quedamos en otro parque para seguir pintando.
El 10 de Marzo quedamos en mi casa. Recuerdo que me avergoncé de mi mujer cuando la saludó mientras se pintaba a toda prisa para irse a jugar al bingo con sus amigas. Le había ofrecido a Tere darle clases sobre pintura al óleo y ahorrarle un dinero en la academia de pintura. Cuando las dos se encontraron, su mujer ni siquiera prestó atención a la chiquilla y fue muy desconsiderada, como era siempre. Lo único que la había alegrado era mi mentirijilla que le dije, asegurándole que iba a cobrar por esas clases de pintura.
Josefina se marchó a las cuatro y cuarto, y nosotros nos metimos en el cuarto donde yo tenía todas mis pinturas. A ella le gustaban los bodegones, así que había preparado una imagen y un frutero para que pudiésemos pintar juntos como más nos gustase. Teresa dejó su mochila en el suelo, sacó sus cosas de pinturas. Recuerdo aquella conversación.
-Tu mujer es...
-Una bruja-terminé-Perdónala.
-No pasa nada.
-Aunque te lo conté, es peor cuando pasa en persona-dije. Durante nuestras conversaciones por internet, esas en las que ella no me había dicho su edad, yo sí le había dicho cómo era mi matrimonio.
-Adolfo, ¿yo te gusto?
-Pues claro, muchísimo. Ahora mismo eres mi persona favorita en el mundo.
-Me refiero a si te gusto de verdad. ¿Te acostarías conmigo?
-¿Qué?-la miré y vi que me miraba. Se acercó a mi y me besó. Yo solo era un botijillo medio calvo, con la piel floja y un estado físico penoso. Ella era un bombón-¿Qué haces?
-Esto-dijo. Y empezó a sobarme el pecho mientras me besaba.
-Escucha, Teresa, ¡Uohhh!-dije cuando llevó mi mano a su pecho-Estás confundida, equivocada, tú eres...-pero esta vez condujo mi mano debajo de su falda.
-Cuando pienso en ti se me moja todo-dijo-Cada noche me masturbo, y cada mañana tengo que volver a masturbarme.
-¡Esto no está bien!-grité. Y salí del cuarto de la pintura, huyendo. Me refugié en el comedor. Ella salió unos minutos después, los dos estábamos más tranquilos.
-Quizás no deberíamos seguir siendo amigos.
-Porque te parece raro.
-Porque es ilegal.
-No es ilegal si yo lo deseo. Y lo quiero. Y tú también.
-No, no...
-Estás empalmado-Me tapé la erección con un cojín-No tenemos que follar si no quieres-Me ofusqué cuando esuché la palabra follar, lo confieso-¿Lo único que te frena es mi edad?-Yo asentí-Podemos ir despacio-añadió-¿Puedo sentarme a tu lado?-Acepté, porque me moría de ganas de tenerla cerca. Me besó en la mejilla y me acarició el cuello. Ella era un cisne y yo... un buitre. Pero sus tetillas turgentes y redondas como ciruelas me rozaban el brazo. Le puse la mano en la rodilla y se la acaricié. Y solo con ello, ella gimió-Más, por favor, más-Se quitó la camiseta y el sujetador y me enseñó sus tetillas. Y cuando cerré los ojos, avergonzado ante tanta belleza y juventud, ella me las puso en la boca. Yo las besé y luego las lamí y succioné. Ella se masturbaba mientras yo le comía las tetas-Házmelo tú, me pidió sentada en mi regazo-Hazme un dedo.
-Tere...-pero no pude evitarlo. Le pasé el dedo índice por la rajita, mojada y suave. Chorreaba. Le froté el dorso de la mano y le pellizqué el clítoris.
-¿Te gusta mi conejito?-me preguntó.
-Mucho-confesé-¿Qui... quiere que...?
-Sí, sí a todo-la puse de pie y le levanté la falda. Nunca había visto un coño depilado. Y no había visto un chochete tan joven jamás. Mi mujer y yo nos casamos a los veinticinco y ya era diferente. Le toqué el clítoris salido con la punta de la lengua, y ella dio un saltito.
-Nunca lo he hecho.
-¿Qué?
-Nunca he chupado un chocho. Nunca he hecho un cunnilingus
-Cielo...-dijo ella acariciándome el pelo-Lame mi clítoris, chúpame la rajita y méteme la lengua. Adolfo, hazme lo que quieras. Me encantará-Y eso hice. Le di un lamentón en el clítoris, como a un helado. Y ella se estremeció. A los pocos segundos sabía cómo hacerlo, quería comérmela, era delicioso, un manjar. Le lamí el coñito de arriba a abajo, haciendo mucho ruido, babeándole todo el chochete. Mis babas se mezclaban con su flujo, que le corría pierna abajo de tanto que había. Y mis gruñidos y pedorretas se mezclaban con sus gemidos de gatita-Adolfo, Adolfo... oh Adolfo, cariño, mi amor, Adolfo... me corro, me corro... mmmmm-Se corrió en mi boca de manera gloriosa. Sus manos habían despeinado mi poco pelo, acariciado mi calva, desabrochado mi camisa y revuelto mi ropa. Hasta las gafas las llevaba torcidas cuando acabé-Lo has hecho muy bien, Adolfo.
-Gra... gracias.
-¿Nunca lo habías hecho, de verdad?
-Nunca-Ella frunció los labios.
-Dime que tu mujer te la ha chupado alguna vez-Sé que me puse rojo como un tomate-Me lo temía-Tere se arrodilló delante de mi. Intenté hacerla levantar, pero no hubo manera-Voy a chupártela, Adolfo. Por favor...-me suplicó. Dejé que me bajara los pantalones y los calzoncillos. Me cogió la polla dura con las manos y se la metió en la boca. Fue una explosión de gusto. Su boca húmeda y caliente succionando mi verga-Relájate, disfruta-dijo mientras me pajeaba. Chupó la punta y lamió todo el tronco, mientras me masajeaba los huevos-Estás bien dotado-Era encantadora incluso entonces. No la tenía pequeña, pero tampoco era espectacular. Siguió chupando como si en el mundo no hubiese nada que le gustase más. Los movimientos de su mano acompañaban a los de su boca, la punta de su lengua jugueteó con la punta de mi polla, haciendo que pareciese que me iba a mear de gusto y me besó las venas hinchadas. Teresa me succionó los huevos mientras me la cascaba con sus manos delicadas, y luego se la metió de nuevo en la boca, hasta que se atragantó. Chupaba arriba y abajo, succionando el glande. Empezó a chupar más rápido, más fuerte, con más succión, más ritmo, más saliva... y lo sentí.
-Para, para-la avisé. Pero ella se la tragó con más ganas. Me derramé en su garganta. Ella se atragantó con mi semen y se llenó la barbilla con leche blanca.
Debo confesar que me arrepentí nada más acabar. Pero ella no dejó que durase mucho. Me besó, y se rió mientras se vestía.
-¡Vamos a pintar, que nos hemos distraído mucho!-rió. Me subí los calzoncillos y los pantalones como hipnotizado. Cuando llegué tambaleándome a la habitación me esperaban una ración de sonrisas, abrazos, besos y cariños.
Nuestra relación fue a más. Pero ya os iré contando.
Fin... por el momento