Un hombre con suerte

Relato de un hombre que pasa de ser una persona normal a ser un rico millonario caprichoso

JARDIEL PONCELA, ENRIQUE

(1901-1952) HUMORISTA

“LA MUJER PIERDE LA VIRGINIDAD CUANDO QUIERE Y EL HOMBRE CUANDO PUEDE”

UN HOMBRE CON SUERTE

El coche iba lanzado a gran velocidad, tanta, como lo empujaba su motor de 8 cilindros en V.- A su conductor lo hacía sentir como el rey de la autovía. Todos los vehículos que adelantaba, en unos segundos los perdía de vista en el retrovisor. Aquella maquina de correr, de haber llevado alas hubiese volado sin ningún esfuerzo. Su conductor, con la alegría que produce el estrenar un descapotable y con varias copas de whisky, que encima llevaba el pie del acelerador pisándolo hasta el fondo. Tanto, que ni podía oír el CD que sonaba a todo volumen; el aire que cortaba a aquella velocidad lo impedían. Más que un coche aquello era como un bólido de carreras. El unico y gran problema con que su conductor se enfrentaba era el encontrarse con algún otro vehículo mucho más lento haciendo un adelantamiento y más si era un camión de carga u otro similar. Entonces si que tenía que calcular las distancias; en cuestiones de segundos se encontraba encima de ellos como si estos hubiesen caído del cielo. Por dos veces estuvo cerca de embestirlos. Para Eleuterio, era una nueva y única experiencia; no comparable con nada.

Hasta solo hacía 48 horas, que de ser un hombre totalmente anónimo, había pasado en convertirse en un afortunado multimillonario con cientos de millones gracias al haber acertado en la loto euromillores. Cuando supo que el boleto estaba premiado y era el único acertante, se dirigió a la sucursal bancaria en donde tenía su cuenta, en la que nunca logro tener saldo alguno. Con lo que ganaba era imposible. Como máximo, en cuando llegaba a la paga doble si que tenía la oportunidad de ir a un puticlub, y tirarse toda la noche con la puta más barata; de lo contrario no lo hubiese podido hacer. – Cuando llegó a la puerta de la sucursal bancaria, ya eran las 7 de la tarde, hora en que allí de haber alguien seria la mujer de la limpieza. Para Eleuterio, aquello no era problema, con los 150 millones que cobraría, aquellas puertas tenían que estar abiertas. Cuando empezó a aporrearla al otro lado de esta, poco tardó en aparecer el director, indicándole con gestos que volviese al día siguiente laborable. Que aquello no eran horas de oficina. Pero este no estaba, para formalidades, ni horarios, ni de tonterías; Eleuterio, en aquellos momentos era un ciudadano importante. Muy importante, y sabía que para el ya no habían puertas cerradas, e incluso ni horarios. El tenia la llave que las habría todas, por bien cerradas que estuviesen. Pero el director no lo entendía así; este lo conocía como lo que era, un barrendero del ayuntamiento, un pobre diablo.

El director con malos gestos lo mandó a paseo. De detrás de los cristales de la puerta Eleuterio no podía saber lo que este le decía, pero a buen seguro que de todo menos guapo – Eleuterio insistía, golpeando cada vez más fuerte, tanto que parecía como si quisiese romper aquellos cristales que lo mantenían en la calle todo y siendo multimillonario.

El escándalo estaba servido. La gente que transitaba por la calle se iban arremolinando mirando aquella escena de la que no entendían nada. Quién fue – nadie supo, alguien llamó a la Policía, pero al cabo de unos minutos apareció el coche patrulla, estos sin pensárselo dos veces lo esposaron, entonces sí, que el director de la sucursal abrió la puerta. Eleuterio, si le pudo decir que necesitaba, ingresar el resguardo que llevaba y que en la T.V. vio que estaba premiado con cientos de millones de euros. Los transeúntes que veían aquel espectáculo, no pudieron por menos que aplaudirlo con ganas. No todos los días se podía ver a un acertante con estas cifras. Los Policías quitandole las esposas lo felicitaron. El director, cogiéndole por el hombro, como si fuesen buenos y antiguos amigos se lo llevó hacia dentro. Ahora aquel Barrendero ya era quizá el mejor cliente de la entidad. Eleuterio tenía la llave de todas las puertas. Ahora ya era un ciudadano ejemplar. El espejo en quien mirarse los ciudadanos de aquella pequeña capital de provincia.

Tan pronto como entraron en el despacho del director – era un viernes por la tarde – Eleuterio le dijo a este que le extendiese un talon de ventanilla por importe de 50.000 €. – Igual que cuando este aporreaba la puerta, el director se puso rojo como un tomate.

Tendrá que venir el lunes Sr. Eleuterio – le dijo este, casi atragantándosele las palabras. Como comprenderá a estas horas no puedo hacer, nada. – Eleuterio, todo y siendo un barrendero, muy tonto no lo era. – Bueno, en este caso ya volveré el lunes – le dijo a este, al tiempo que se ponía otra vez en el bolsillo el reguardo del boleto premiado. El director, esta vez además de rojo, se puso como un flan de huevo. – Se da cuenta de que podría perderlo o sufrir un accidente llevando tamaña cantidad de dinero encima – le dijo este temblando.

Eleuterio, esta vez con más aplomo, le dijo que si lo atropellaban y muriese, nadie lo lloraría. Pero que el, lo que quería era que al día siguiente sábado, llevarse del concesionario un coche que ya tenía apalabrado, y disfrutar locamente el fin de semana – no se preocupe, Sr. Director, que el lunes a primera hora estaré en la sucursal. – le dijo sonriéndole ladinamente.-

Eleuterio, al salir del banco, se acercó a otro para ver si alguien lo atendía. Con aquella gran suma, alguien habría que le abriese las puertas. Dentro de este, estaba la Sra. De la limpieza dando brillo a los suelos de aquella entidad. En cuando este llamó la buena Sra. Abrió la puerta y con la reja entre ambos que les separaba le preguntó que deseaba. Cuando Eleuterio le dijo que quería imgresar aquella colosal fortuna, esta con el movil que llevaba en el bolsillo llamó a un número. Solo diez minutos después estaba allí el director. Este, como si fuese algo rutinario se lo llevó al despacho. Cuando Eleuterio le dijo que quería un tslon de ventanilla con aquella cantidad para al día siguiente comprar un coche, este le hizo un talón de su propia cuenta con el importe. Después de un cajón del escritorio y abriéndolo con una llave saco un paquete que contenía 20.000 € aun sin estrenar y se lo entregó – Tenga Sr. Eleuterio. – le dijo este con cara de satisfacción. ¿tendrá bastante para el fin de semana? – le dijo jovialmente. – Eleuterio, después de ponérselos en el bolsillo de la chaqueta y como si aquello fuese algo rutinario le dijo que esperaba que sí. Cuando se despidieron, el director le deseó un muy buen fin de semana.

Al día siguiente sábado en el concesionario tenía ya preparado aquel formidable automóvil americano descapotable para lanzarse a la aventura y gozar lo que nunca pudo. Tan pronto como llegó a la capital. -  eran ya las 14h. – buscó un buen restaurante, y allí de entrante pidió una gran bandeja de ostras, acompañadas de un moet-chandom que tenía casi 30 años. Cuando terminó con aquel banquete al camarero que le sirvió le preguntó a donde podía ir que hubiesen hermosas damas, costasen lo que costasen. El camarero, enseguida comprendió que a aquel cliente, no le faltaba dinero. Este lo envió a un piso en donde solo iban las famosas y los multimillonarios, en donde una consumición costaba lo que el ganaba cada dos días barriendo las calles. Pero ahora ya no era cuestión de costes si no de placeres.

Ahora, ni las puertas de las bancos se le resistían. En cuando llegó a aquel principesco piso, no daba crédito a lo que veía. En una de aquellas señoriales salas, sentada estaba una actriz que la había visto en varias películas; sin pensárselo se le acercó como si hubiese sido el Robert Deniro en una de sus actuaciones. Eleuterio, sentándose al lado de ella le preguntó que podían hacer en una tarde de sábado para sentirse felices – la dama, sonriéndole como hacía en sus películas le contestó que dependía de lo que quisiese.

Eleuterio que ya empezaba a sentirse en su papel de multimillonario le contestó que le gustaría clavársela por el culo. Ella, riéndole la gracia le dijo que no acostumbraba a hacerlo. La dama, que lo tenía tan grade y hermoso como si fuese una escultura del famoso Botero, incluso se sintió ofendida ante aquella petición más bien algo vulgar. Y mas tratándose de una artista de cine aunque estuviese en el declive de su carrera.

Eleuterio, todo y yendo algo caliente por los brebajes tomados en la comida, se puso la mano en el bolsillo y sacándose 2 billetes de 500 € se los puso en su escote. – Esto es una propina, el importe lo pagaré después – le dijo este con el aplomo del gran Humphrey Bogart. La dama, levántose y cogiéndole por el brazo se lo llevó a su habitación. Cuando quedó desnuda pudo admirar mejor aquel culo que era una obra maestra de la naturaleza. A Eleuterio le costaba creer que por allí nadie entrase, por que todo y que este tenía un rabo como una zanahoria de grande, la entro sin dificultad. Lo que este no podía esperar era que aquella dama le respondiese como la más grande zorra que nunca conociese en todos los garitos de baja esteta como había visitado. Esta, borracha de lujuria, le repetía continuamente lo de - ¡hijo puta, destrózamelo bien! En aquellos momentos e igual como le había pasado al empezar a conducir su rojo descapotable, se sintió el mas feliz de los mortales. Y ya para colmo sodomizar a una artista del cine.

La artista, que no esperaba encontrarse con un semental como aquel, después de la enculada le ofreció su poblado bosque delantero. Eleuterio, al que le gustaban más aquellas zorras que 100 Kgs. de ostras, volvió otra vez a embestirla con su mango parecido a una maza de mortero. Ella, igual que cuando la enculó, volvió a soltar todo su reportorio de obscenidades. Se le notaba que quizá en aquel refinado ambiente no llegaban elementos como aquel Barrendero convertido en millonario. La artista y el Eleuterio terminaron la sesión cuando ya era hora de cenar. Esta le dijo que esperaba volverlo a ver, más bien pronto. No debía ser por el dinero, por que en cunado se despidieron hizo lo que pocas veces hacían aquellas señoras al besarle en los labios como una enamorada.

Cuando llegó a la calle, el bueno del Eleuterio al pasar por delante de un escaparate, se miró en el cristal para ver que tenía ahora que antes no tuviese. Después, pensándolo mejor, no tuvo más remedio que decirse que 160 millones de €, posiblemente aumentasen el atractivo hasta de un barrendero. Y no andaba equivocado.

Después de un día tan movido, buscó habitación en un hotel  de 5 estrellas. Entonces comprendió el valor de aquellos billetes de 500 €.

Al día siguiente domingo, y a solo 50 Km. De la Capital vio las luces de varios colores escondidas de un puticlub. Eran las 12:30 horas de la mañana.

Todo y sabiendo lo que allí podía encontrar, entró. A aquellas horas tenían que ser señoras más bien con algún año de más.

No se equivocó. Las dos únicas que había, la una era una mujer árabe, de unos 50 -52 años, que todo y pesando unos cuantos, Kg. de más, estaba más que sabrosona. La otra era el prototipo de aquellos ambientes de 2º o 3º división. A la mujer árabe no tuvo necesidad de enseñarle ningún billete de 500 €. Esta por 100 – se comportó como una amante de las de gentes bien. Como ella estaba con ganas de hacer feliz a un hombre, cosa poco habitual en aquel ambiente. Eleuterio gozó tanto, como con la artista del día anterior. Esta adnegada dama, sabía bien donde tenía que poner la lengua, y lo hacía con un pasión que no era fingida.

Cuando Eleuterio le metió su Príapo por su poderoso culo, de sus labios fueron saliendo palabras y más palabras de lo que parecía un dialecto africano. Ella, cuando ya Eleuterio daba señales de agotamiento, le dio una capsula para hacerle recuperar fuerzas. Al cabo de varios minutos, este ya estaba otra vez en acción. Eleuterio, le fue succionando sus negros pezones, de unas mamas como melones, y en cuando notó que ella le respondía, se lanzó a una alocada cabalgada como si encima de ella tuviese que llegar al cielo.

El hombre del descapotable, ahora ya empezaba a saber lo que era ser multimillonario.