Un hombre Afortunado (invitada)
Hola amigos, les reenvio un correo que me hizo el favor de enviarme una lectora de mis relatos.
Un Hombre afortunado (Invitada)
Mi Vecino Lalo.
Hola: Me llamo Alicia y le mande y autorice a Lalocaliente, que reenviara este relato el cual, me sucedió hace algunos meses, soy Española de nacimiento, pero vivo en México desde hace muchos años, para que se den una idea, mis medidas son 110-65-110, pelo rojizo enchinado y ojos verdes, guerita, tengo 42 años y los relatos de Lalocaliente me han excitado mucho, que decidí escribir este para mandárselo, estamos en contacto el y yo y pronto nos vamos a encontrar en Cd. Juárez, Chih. Para un encuentro muy caliente, mi marido tiene en esa ciudad unos familiares y en septiembre los voy a visitar, ahí va a realizarse nuestro encuentro, luego les contare, pero vamos a empezar con mi relato.
Yo tuve una juventud muy buena. No me faltaban halagos por parte de nuestros amigos de pandilla y envidia por parte de algunas de ellas. Mis muslos, mis caderas y mis pechos, sobre todo mis pechos, hacían estragos y estoy segura de que por mi culpa, se derramaba mucha leche en el pueblo. No obstante hasta la noche de bodas no supe lo que era el sexo en toda su intensidad, aunque tocarnos con mi novio, lo hacíamos todos los días. La noche de bodas me lo hizo cinco veces y yo me corrí muchas más pero, volvamos al día de hoy. Mi marido, por su trabajo, pasa todo el día fuera de casa y mis hijos están ya casados y viven en otra ciudad por lo que me paso el día sola o me voy de escaparates, ya que la ropa es mi pasión. Tengo de todo y visto bastante bien.
También alguna que otra ves, me encuentro con alguna vecina para chismear o ir a dar la vuelta, precisamente hay un vecino como de 41 años, amigo de mi esposo y siempre me dedicaba piropos.
-Bendita la madera, de la que se hizo la cuna para mecer ese cuerpazo que tienes-mujer divina...decía.
Yo me limitaba a reír y alguna vez le dejaba recrearse y me dejaba mirar los muslazos que tengo mientras estaba sentado en el porche mirando como reparaban el auto viejo de mi marido. Era un juego inocente para mí pero que a él parecía calentarle. Una mañana entré en la casa de empeño que el tiene y dado que el es muy creativo y compone de todo, un día antes se me malogro mi nevera y le comente si tenia algún tiempo para ir a revisarla a mi casa. Yo vestía una falda azul, bastante estrecha, y una blusa blanca. Lalo, que así se llama, me miró de arriba a abajo y me dijo: - Alicia, yo te arreglo lo que tú quieras. - Déjate de bobadas y ven cuanto antes a repararme la nevera - le dije. - Voy después de comer y me invitas a café - me dijo mirándome los pechos que tengo, para mi gusto, demasiado grandes.
Al ir a salir de la casa de empeño pensé en tomarle un poco el pelo y darle argumentos suficientes para que se la pelara a mi salud. De espaldas a él hice como si me interesara una lavadora y me incliné hacia adelante. La tirantez de la tela le dibujó perfectamente toda la forma de mi pomposo culo. Luego, sin cambiar de postura y volviendo la cabeza, le miré unos segundos a los ojos y le pregunté el precio. Balbuceó no sé que cantidad, muy nervioso y colorado. Dándole las gracias, me incorporé y me fui hacia mi casa, sonriendo disimuladamente. Cuando llegué a casa hice lo de todos los días, después comí y al acabar me dispuse a ver una película porno. Al poco rato el film me estaba poniendo a cien. Me subí la falda, dejando los muslos al aire, y me pasé los dedos por encima de la braga, sintiendo los grandes labios de mi vagina en las puntas. Levanté la prenda y me toqué el biscocho desnudo, bien peludo sintiendo un gusto tremendo. Me rocé suavemente el clítoris un buen rato. Yo estaba mojada. Todo el triángulo de las bragas estaba húmedo. Me metí los dedos en mi vagina en forma de polla. ¡Que gusto!. Me desabroché la blusa un poco y me toqué los pechos. ¡Que caliente estaba!. Iba a sacarme una teta fuera del sujetador cuando, de pronto, sonó el interfono. Me quedé parada. Me había olvidado de Lalo. Tenía que ser él. Efectivamente, lo era. Me recompuse la ropa mientras él subía. Le abrí y pasamos a la cocina. Miro el frigorífico y al cabo de un rato me dijo: - Mira, cómprate uno nuevo, tengo una buena oferta... lo viejo hay que cambiarlo. Entonces le dije, sin saber porque : - Y yo que ya soy vieja, ¿qué tengo que hacer?. Lalo me miró desde donde estaba, agachado tras el frigorífico, y dijo en voz baja:
-Alicia... por favor tu no estas vieja, tu estas en la plenitud de tu vida, mamacita, estas como un tren...- Tú lo que tienes que hacer es... - se puso colorado sin atreverse a continuar pero recorrió mi cuerpo con sus ojos, deteniéndose a la altura de mi vientre. No se, si por mi calentura o por la confianza que le tenía la cuestión es que le dije: - ¿Qué es lo que tengo que hacer?. ¡Dímelo!. Lalo alzó la vista y algo debió ver en mi mirada pues me dijo: - Levántate la falda. Sin dejar de mirarle a los ojos, bajé mis manos y fui descubriendo lentamente mis rodillas, mis muslos... Sin levantarse, con los ojos como platos, me decía: - ¡Más... más... que buena estás... que muslos tienes...!. Dentro de mí notaba un hormigueo que nunca había sentido. Lalo vino hacia mí de rodillas. Mi falda ya estaba en la cintura. Jamás había estado así ante nadie. Me abrazó por las nalgas y metió su boca entre mis muslos. Eché un paso hacia atrás para apoyarme en la pared y apreté su cabeza con las dos manos. Me estaba besando las bragas mientras sus manos recorrían mis nalgas y los muslos. Estaba yo tan excitada que al notar como me bajaba las bragas por detrás, en vez de tratar de detenerlo como me pedía una parte de mi conciencia, le ayudé. La tenía a medio muslo y Lalo recorría con los dedos de una mano la enorme raja de mi culo mientras con la otra me tocaba la verija. Mirándome a los ojos, me preguntó: - ¿Quieres que te lo chupe?. Negué con la cabeza diciéndole que estaba sucio pero él, sin hacerme caso, pegó su boca a mi panochon y me hizo sentir la punta de su lengua recorriéndome toda la raja. Yo no quería gemir pero no podía evitarlo, sobre todo cuando noté que me llegaba el gusto y tuve que decirle que me corría. Bajé la mano para parar el dedo que jugaba con mi ano pero Lalo me lo metió hasta el fondo del agujero, al igual que los dos que me hurgaban por delante. Así me corrí, apoya en la pared, con las manos en la cabeza de Lalo y sus dedos bien metidos en mis dos agujeros. Nunca me había corrido así ni con un gusto tan intenso. Cuando acabé de orgasmear, él se puso de pie y me besó en la boca mientras me iba sacando la ropa. Me sobaba los pechos y chupaba mis pezones diciéndome: - He imaginado este momento muchas veces. Ahora te voy a Coger hasta que me saques toda la leche que he acumulado por ti, Alicia. Allí en medio de la cocina, desnudos por completo, se cogió la gorda y tiesa polla. Mientras sacaba el enorme capullo morado, me decía: - Míralo, míralo bien, ahora házmelo tú a mí, métetelo en la boca. Me acariciaba las caderas, bajaba su mano por mi pubis como queriendo alisar mi vello rizado, su polla chocaba con mis muslos y yo le decía, llena de excitación: - ¡Quiero sentirte dentro, dámelo pero en la cama!. - Espera, espera - decía él, mientras me besaba entre los pechos - ¿Qué prisas tienes?. Me cogió de los hombros y presionó hacia abajo. Me arrodillé ante él, cerré los ojos y me metí en la boca su gordo capullo. Lalo gemía. - ¡Sí... aaah... que lengua tienes! - exclamaba. Recorría yo con una mano sus nalgas, redondas y duras, y con la otra sujetaba aquella fenomenal estaca que tanto gusto me daba. Él me pasaba las manos por los hombros, me acariciaba los pechos hasta que me preguntó: - ¿Quieres tragártelo todo?. Pero yo, intuyendo que se iba a correr en mi boca, me la saqué y entre espasmos y suspiros de gusto, me llenó el cuello y los pechos, de leche. Como había hecho alguna vez con mi marido, lamí con la punta de la lengua la rajita del capullo, llevándome la última gotita de semen. Lalo me ayudó a levantarme diciéndome: - Venga, ahora si que vamos a la cama. Se me abrazó por detrás, dejándome sentir su polla, no del todo erecta, en mis nalgas y así lo llevé hasta una habitación. Me tumbé en la cama y él se me echó encima, besándome y acariciándome toda. - Ahora verás - me dijo agarrándose la polla y pasándomela por la raja. Lo apreté de las nalgas y sentí como empezaba a penetrarme despacio. Abrí los muslos y le rodeé con mis brazos. - ¿Te gusta mi polla, Alicia... te gusta como te la meto? - me preguntaba. Estas palabras me excitaban de tal manera que le contestaba que era suya, que quería tenerla siempre dentro. Cuando sentí que me corría traté de rotar mis caderas pero él, notándolo, me dijo: - ¡Espera, que te lo doy yo también, espera... aaah... toma... ya... aaah...!. Le abracé fuerte con brazos y piernas mientras la leche recorría mis entrañas y yo me corría profundamente. Quedamos los dos hechos un ovillo hasta que Lalo, sin mirarme, me preguntó: - ¿Sientes haberlo hecho?. Después de besarlo en la boca, le dije: - Sí y no... lo único que quiero es que me lo des de vez en cuando, como hoy, ¿de acuerdo?. Permanecimos un rato en la cama, abrazados, acariciándonos y besándonos. Me encontraba muy bien entre su brazos. Aquella enorme polla entre mis manos, una polla que tanto gusto me había dado y que yo sabía que ya era mía, me excitaba. Me entretuve en acariciársela de abajo a arriba, jugando con la otra mano, con sus gordos huevos. Al poco rato vi, con alegría, que aquello iba engordando entre mis dedos. Sin que él me lo dijera, me incorporé y me coloqué encima de Lalo haciendo que la punta de su capullo coincidiera con la raja de mi biscocho. Luego empecé a sentarme metiéndomela dentro de mí lentamente hasta quedarme sentada en sus muslos y con la verga enteramente en mis entrañas. Lalo tenía sus dos manos en mis nalgas y mientras yo le cabalgaba, me las abría y cerraba, pasando de vez en cuando, uno de sus dedos por mi ano. De pronto, apretó y me lo metió entero en el culo. Lancé un chillido, más de sorpresa que de dolor, y me corrí en este justo instante. Mi marido me la había metido en el culo dos o tres veces en toda nuestra vida de casados pero jamás el dedo mientras me follaba. Por eso siempre me había hecho daño y nunca me había dado placer. Al contrario de lo que, por dos veces, me había hecho Lalo. Eso estaba pensando mientras los últimos espasmos de mi orgasmo me recorrían el cuerpo, cuando Lalo, agarrándome fuerte por la cintura, me dio la vuelta quedando él encima de mí, con su polla bien metida en mi coño. Tras darme tres o cuatro embestidas, me cogió de los tobillos y me levantó las piernas hasta clavar mis rodillas en mis tetas. En esta postura yo no podía estar más abierta. Sentía su verga golpearme, por dentro, hasta el ombligo. Sin esperármelo, Lalo me sacó la verga del coño y en el acto noté como su capullo me apretaba el agujero del culo. Asustada, tensé los músculos de las piernas para escapar pero Lalo, apoyando todo su cuerpo, hizo que su poderosa polla entrara en mi culo hasta los cojones. Lancé un fuerte alarido. El dolor había sido muy fuerte. Me dio la sensación de que mi ano se abría en dos. De que todo mi culo se abría en dos. - Me la has chupado, te la he metido en el coño y ahora la tengo toda dentro de tu culo - me decía Lalo empezando a moverse lentamente por mi dolorido canal rectal - Jamás pensé poder realizar mi sueño contigo y mira por donde lo estoy haciendo. Me has hecho el más afortunado de los hombres. Yo no podía contestarle. Sólo gemía. Entonces Lalo llevó una mano a mi coño que, por mi postura, tenía totalmente abierto y a su entera disposición. Mientras me iba dando por el culo sin prisas, dejándome sentir toda la longitud de la tranca deslizarse dentro y fuera de mi cuerpo, la punta de sus dedos acariciaban los labios de mi coño hasta que introdujo uno de ellos y buscándome el clítoris, empezó a masturbarme. Pensé que con el dolor de mi culo nunca me llegaría el placer, pero me equivocaba. Al poco rato mis gemidos de dolor eran suspiros de placer. Un placer mínimo pero placer al fin y al cabo que iba cubriendo el dolor de mi ano. Unos instantes después, el placer era mayor que el sufrimiento y empecé a notar que si seguía así pronto me iba a correr. Y efectivamente, me corrí. Me corrí chillando como una loca, gritando como si me mataran. Nunca había sentido lo que en aquellos instantes me partía el cuerpo desde el culo hasta la cabeza, desde el coño hasta el corazón. - ¡Mi amor, me muero... me matas...! - le decía yo enloquecida - ¡Que gusto tan infernal... te quiero, soy tuya... enteramente tuya... haz de mí lo que quieras pero dame siempre este placer!. Al poco rato y supongo que debido a las contracciones de mi ano sobre su polla Lalo se corrió lanzando una soberbia descarga en mis entrañas. Salió de mí dejándome rota sobre la cama y tan destrozada estaba que cuando me metió su polla en la boca para que se la limpiara, lo hice sin acordarme que me la acababa de sacar del culo.
Me quedé dormida, sin enterarme de cuando Lalo se fue de casa pero, afortunadamente, desperté antes de que llegara mi marido y pude arreglar la habitación y luego ducharme. Lo que no pude disimular fue el andar espatarrada por el dolor que me hacía el agujero del culo pero lo arreglé diciéndole a mi marido, cuando me preguntó que me ocurría, que me había salido una almorrana. Por haber dormido por la tarde, me costó bastante dormirme por la noche así que pasé las horas recordando todo lo sucedido. Lalo me había descubierto un mundo de sexo que yo desconocía. En un momento de placer intenso le había dicho que yo era suya y pensaba cumplirlo. Mientras mi marido no se enterara, pues tampoco se lo merecía, mi cuerpo sería de Lalo para que lo usara y lo hiciera gozar de aquella manera que parecía volverme loca. A la tarde del día siguiente llamaron al interfono. Era de nuevo Lalo. La verdad es que yo soñaba con que volviera. Ahora ya no podía esperarlo como un ligue sino como una necesidad. Mi sexo necesitaba su polla. Quería ser follada por él, recibir su leche en mis entrañas y regalarle mis orgasmos. - Que paso, muñeca, que te pareció lo de ayer, nada mas que te quedaste dormida y no pude ya hablar contigo, dormías como un angelito y no quise molestarte al irme, estas arrepentida o que? - me dijo, tras besarme en la boca y acariciar mi culo. Sabía a lo que venía, y no respondí solo me deje llevar cuando me giró, poniendo mis manos sobre la mesa de la cocina, mi coño empezó a chorrear líquidos. Subió mi falda hasta la cintura, bajó mi braga hasta las rodillas y en el acto noté la dureza y grosor de su capullo contra la raja de mi coño. Mientras me penetraba me dijo: - Desde ahora no te pongas más bragas. Quiero tenerte siempre dispuesta, con tu biscochito y el agujero de tu culo a mi disposición. Estas palabras y el movimiento de entrada y salida en mi coño, que él iba aumentando progresivamente, me llevaron a un orgasmo brutal que me hizo gritar mientras caía sobre la mesa. En el acto me la sacó del coño, apretó mi ano y me la enchufó en el culo. Me hizo daño pero mucho menos que el día anterior. Cuando la tuvo entera dentro de mí, llevó su mano a mi coño, acarició mi Panocha y le regale otra corrida brutal mientras él me llenaba el culo con su leche. En la actualidad tengo el culo abierto como mi coño, disfruto con mis dos agujeros y soy la mujer más feliz del mundo. Una cosa es mi marido y otra Lalo. Este me proporciona placer, algo que el pobre de mi marido ya no puede darme y lo más importante es que ahora vuelvo a sentirme una mujer deseada al mismo tiempo que yo también siento deseos por alguien, además que las cosas de la casa siempre están bien reparadas, el frigorífico, las llaves del agua, el calentador y mi culo.
Con Cariño para mi amigo Lalocaliente.