Un herbolario con muchos secretos en Madrid

La dueña de un herbolario aprovecha el cierre de su pequeña tienda para masturbarse junto a la puerta, lo que no sabe es que su dependienta no ha cerrado bien y va a ser descubierta mientras se corre y grabada por unas ancianas muy cabronas.

En una calle de un barrio céntrico de Madrid una pequeña tienda brillaba con luz propia como tantos días. Las dependientas sonreían amablemente a sus clientes y éstas cada vez que iban a comprar sentían que una energía positiva protegía ese lugar.

Esa mañana la chica que había tras el mostrador era Belén, una mujer de unos treinta y algo años, de ojos azules y bonita sonrisa.

Estaba colocando algunos productos en una de las estanterías del fondo cuando entró su jefa, una atractiva mujer de treinta y siete años, pelo largo con un flequillo simpático. Era delgadita, de pinchos firmes y poseía una inocencia en su mirada que endulzaba todo a su paso.

Se llama Raquel.

Entró somos siempre regalando unos caramelos ecológicos a todas las mujeres y hombres que estaban en su tienda y luego con la mirada indicó a Belén que entraba en su despacho.

La pequeña habitación con paredes rosas tenía una puerta que daba al patio vecinal. Había perdido la cuenta de las plantas que había colocado ya y que cuidaba con cariño todos los días. Asomó la cabeza y los saludó mientras acariciaba las hojas a algunas.

Después se tumbó en una mesa camilla que usaba para tratar a sus clientes y para dar algún que otro masaje. Respiró profundamente cerrando los ojos y se desvistió lanzando la ropa por toda la sala.

Acarició su cuerpo lentamente. Primero rozó tímidamente sus endurecidos pezones, después rodeo los pequeños senos con la punta de sus deseos para terminar bajando a la vagina. El pelo de su pubis estaba alborotado, lo apartó y frotó sus labios. Taras comprobar que aun estaban ligeramente resistentes al tacto  humedeció los dedos con la lengua y volvió a repetir el acto girando en pequeños círculos los dedos.

La maquinaria del placer empezaba a hacer acto de presencia. Sintió la primera descarga muscular que le hizo levantar el tronco como un resorte empujando hacia fuera y retrocediendo cada vez mas deprisa. A ciegas tanteo hasta dar con una bolsa azul clarito colgada de un lateral de la camilla y extrajo unáenorme consolador con el que empezó a jugar entrando y saliendo levemente en el agujero que empezaba a pedir ser penetrado.

Cuando aquello empezó a vibrar alrededor de su clitoris el mundo empezó a tener mayor sentido. Notaba como perdía parte de la conciencia entrando en unplacer inexplicable que le aceleraba la respiración. Aguantaba las ganas de gemir y gritar, agarró con fuerza el lateral de la mesa camilla y se estremeció como una serpiente.

En pleno apogeo llamaron a la puerta y desde fuer Belén le dijo algo.

-Raquel, ya es la hora de irme, ¿estás bien? He oido unos ruidos extraños.

-No te preocupes, -tragó saliva, -estooy… bien… Vale, mmm uf, uf, mañana nos vemos.

Un par de minutos después escuchó la puerta de la tienda cerrarse. Entonces se pudo en pie, salió de la habitación y recorrió desnuda las dos galerías.

Afuera la gente cruzaba por la calle. Nadie podía sospechar que dentro, en la pequeña y simpática tienda su dueña estaba desnuda con un enorme consolador.

Cuando llegó junto a la ventana enrejada con corazones blancos se sentó en el suelo y empezó a introducírselo con suavidad.

-Dios, como lo necesitaba. Mmm, ah, esto es lo mejor que hay.

Los párpados caían sin fuerzas, los pezones se levantaban desafiantes y su cuerpo se retorcía como un reptil por el parqué. Ya tumbada boca arriba levantada y bajaba la pelvis a base espasmos que no día controlar. Su mente se vació por completo dejándose llevar.

La cabeza le daba vueltas, levantó las piernas y se lo introdujo en el ano. Raquel sintió un agudo pinchazo que la excitó aun mas. Empujó todo lo que pudo soportar encogiendo su delgado cuerpo.

Estaba corriéndose, sentía como su vagina comenzaba a gotear.

Pero en ese momento la puerta se abrió.

-¿Raquel bonita? ¿Me he dado el bolso?, perdona que te… la recién llegada, una mujer de unos setenta años giró la cabeza a su izquierda y lo que en un principio era una grata sonrisa se convirtió en estremecimiento. -Te moleste… ¡Oh dios santo Raquel, ¿qué haces? ¡Que guardara! ¡Cochina!

Raquel la miraba sin entender nada mientras su cuerpo se estremeció de placer. Durante unos minutos no pudo volver en si. La anciana la observaba con desprecio hasta que comenzó a reírse, justo cuando entraron tres amigas mas que no empezaron alanzar carcajadas mientras luchaban con el móvil para grabarla.

-¿Qué hacen señoras? -Balbuceó como pudo. -No me , joooder, uf, uf, no me graben.

-Joder que zorra eres Raquel. Pensar que este herbolario parecía ungular santo jajajajaja

Raquel empezó a lanzar una pequeña babilla hacia un lado desde el suelo mientras sentía como se corría antes las señoras con el consolado clavado hasta el fondo en el ano y vibrando a toda velocidad. Apretó los pies, encogió los finos dedos y sus rodillas se flexionaron. Una mezcla de extrañas sensaciones inundaban su mente como una nebulosa. Las. Mujeres parecían machas a contra luz y empezaba a dudar de su existencia con lo que se dejó llevar por el brutal placer que la poseía.

Recordó la última follada en la tienda y con se corrieron en su cara, y eso fue lo único real hasta que despertó.

Aquel día Javi la penetró por detrás frente al escaparate. Era Domingo y poca gente paseaba a esa horas con lo cual aquello se hizo m as y mas excitante. Nadie les descubrió. Gimieron como dos animales. Los gritos se escucharon por toda la calle pero nadie bajó a comprobar que hacían. Aquel pensamiento la ayudó a temrinar de correrse y al despertar..

Allí no había nadie, pero la puerta estaba abierta y el sonido de la calle se hizo mas palpable de lo habitual. Ciertamente sofocada corrió a cerra la puerta. Justo en ese momento un par de adolescentes estaban mirando un móvil entre carcajadas. Uno de ellos la señaló.

-Mira, jaja, es cierto, ¡es ella!