Un helado y un atrevimiento

Dos jóvenes que se animan a expresarse todo lo que sienten por el otro de una de las maneras más íntimas para demostrar afecto y todo por comer... helado.

-Max, Max, espérame gran tonto.

Un joven con flequillo demasiado largo corrió hasta abrazar a su amigo, un tal Max quien sonrió al ver a ese muchacho tan alegre y vivaz. A pesar de tener ya veinte años, todavía conservaba los rasgos y actitudes de un niño. Suspirando, se inclinó levemente, sacudiéndole el negro cabello con un guiño del ojo.

-Hola enano. Te tardaste, casi me voy sin ti.

-Sabes bien que no puedes vivir sin mi compañía.

Max, como toda respuesta, rió pues sabía que tenía razón. Dejó que su amigo caminase por delante de él, suspirando levemente. Jamás podría decirle lo que realmente sentía. No podría arriesgarse a perder su amistad de ya tantos años. Sacudió su cabeza, desprendiéndose de esas ideas tontas que rondaban en su cabeza y le quitaban el sueño. Soltó una carcajada y golpeó en las partes traseras a Nick, quien, ya acostumbrado, se limitó a emitir un quejido y seguir caminando.

Luego de unos diez minutos llegaron a la casa de Max, entraron y fueron directamente a su cuarto para evitar comentarios y miradas desaprobadoras de los padres. Aún cuando solo eran amigos, tanto su padre como su madre creían que debían pasar menos tiempo juntos para evitar… ‘situaciones en contra de lo correctamente moral’. Cada vez que debía pasar tiempo con sus padres, él juraba que algún día terminaría por escaparse de su casa.

Para su sorpresa, no estaban. En cambio, una nota le dejaba saber que no volverían hasta dentro de dos días, lo que le dejaba el fin de semana para él solo… bueno, él y Nick, por supuesto. Sonrió enormemente, aprovechando para guardarse un helado de palito sin que lo viese su amigo y se dirigió a su dormitorio.

Allí se encontraba él, desprendiéndose de su remera y dándole la espalda. No lo había escuchado. Max tragó saliva ante la visión de tan delicado y hermoso cuerpo, mordiéndose el labio. ¿Cómo se supone que resistiera sus impulsos si se le presentaba así? No era como si fuese la primera vez que lo veía desnudo ni mucho menos, pero ahora tenía la genuina oportunidad de atacarlo por detrás y sostenerlo para que no pudiera ofrecer resistencia. Hacer lo que quería. Besar su fino cuello, morder sus pezones con delicadeza. Tenerlo bajo su mando, jadeando con respiraciones rápidas y superficiales.

La erección que tenía ahora era demasiado visible. Respiró profundamente calmando su cabeza y se movió en completo silencio hasta abrazar por detrás a Nick, besando la línea de su mandíbula.

-Sabes, si no te cuidas, podría terminar atacándote cuando menos te lo esperas.

Su amigo se sobresaltó y giró sonrosado por la intervención de Max. Se aplastó contra la cama observándolo con temor, que luego continuó fingiendo para tentarlo. O al menos eso creía él porque ya bastante le costaba disimular su excitación sin que clavase esos ojos brillantes en los suyos. Frunció el ceño y descubrió el helado que traía tras la espalda, inclinándose sobre la cama para quedar a pocos centímetros del rostro de Nick.

-Vamos enano, no te hagas el asustado o no hay helado.

Le sonrió con malicia, invitándolo con la mirada a que lo probase. Lentamente comenzaban a notarse las gotas por el calor que lo derretía y el muchacho de pelo negro no pudo soportarlo más. Abrió su boca completamente, introduciéndolo hasta  la mitad sin quitar en ningún momento los ojos de los de Max. Este, sin poder creer lo que veía, alejó el helado de la boca de su amigo, solo para que Nick acompañase el movimiento y terminase sobre las manos y sus rodillas. Sintió su mano temblar. ¿Por qué hacía eso Nick? ¿Acaso sabía el efecto que tenía sobre él verlo en esa posición? Observar como lamía toda la superficie del helado y cerraba sus ojos, obviamente disfrutando del sabor lo estaba enloqueciendo. Necesitaba de toda su fuerza de voluntad para no arremeter contra él y hacer algo de lo que luego se arrepentiría.

-¿Qué no puedes comer como una persona normal?

Soltó el dulce y se arrojó sobre la cama, tapándose los ojos con el brazo y su erección con el otro. Estaba seguro de que su amigo no la notaría, tenía práctica en disimularlas cuando estaba alrededor de él. ¿Hacía cuanto tiempo se sentía de esta manera? Demasiado. Y nunca había sido capaz de ser sincero. No podía. No quería perder a una de las pocas personas que se habían mantenido a su lado a pesar de todo.

-Lo siento… solo estaba jugando.

Suspiró, levantando su brazo. La cara apenada de Nick era suficiente para ablandarle el corazón y sonreírle, volviendo a despeinar su cabello.

-Eres como un nene. Mira, te ensucias además.

Efectivamente, tenía unas gotas del helado en la mejilla, suficientemente cerca del labio como para que, cuando Max se acercó a limpiarlo con su lengua, rozó los suaves y tiernos labios de Nick. Este, ahora rojo como un tomate y tensionado también tartamudeó sin saber que hacer. Por un segundo temió haberse excedido pero ya estaba hecho. No podía volver atrás y para ser honestos, no quería tampoco. Ya se había acercado bastante. ¿Podría? ¿Podría besarlo? Quería hacerlo. Su cerebro gritaba que lo hiciese. Después de todo, ¿qué daño haría un pequeño, un diminuto y rápido beso? Se observaron a los ojos intentando adivinar las intenciones del otro por unos segundos antes de, lentamente, volver a sus posiciones normales.

-Jeje, sí… lo soy.

Podía sentir el nerviosismo en la voz de su amigo. Suspiró, pasando su mano por el cabello, lamentando haberse pasado de la raya. ¿Cómo le explicaría eso? No había excusa coherente para lo que acababa de hacer.

-Oye, Nick, yo… Mira, lo siento ¿si? No quería ponerte incómodo ni nada.

Su amigo volvió a tensarse. Levantó la mirada hasta él, con algo en los ojos que no pudo explicar. Luego, con lo último del helado, lo ensució a él en el cuello, pasando luego a lamerlo con lentitud y asegurándose de no dejar nada.

Oficialmente, no tenía idea de lo que ocurría. Era como si su cerebro se negase a procesar tal información por lo improbable de la situación y, mientras su mente se mantenía en blanco, su cuerpo reaccionaba de la peor manera posible: Queriendo más. Con algo parecido a un gruñido, se sacudió de encima a Nick y lo acorraló entre él y la cama, respirando agitadamente. Seguramente era un error. Seguramente estaba interpretando todo de la peor manera posible. Pero ya no podía seguir callándose, no era saludable. Nick tenía derecho a saber…

Su amigo no forcejeó por escapar, ni tampoco emitió sonido alguno. Se limitaba a mirarlo, paciente, esperando. Aún así, su boca se encontraba levemente abierta, en expectación de que algo pasase y pronto. Algo cuyo simple pensamiento lo estaba haciéndose ruborizar. Max aprovechó esto para sonreírle nuevamente con malicia, lamiéndose ahora los labios, provocando una fuerte exhalación por parte de Nick.

-¿Qué ocurre… enano?

No lo dejó contestar, acortó la distancia entre ellos, besándolo profundamente, lo quisiese este o no. Se sorprendió, y bastante, cuando su amigo lo atrajo todavía más contra él, tomándolo del cuello para evitar que se separase.

Confundido o no, aprovecharía la oportunidad. Aplastó su cuerpo contra él, dejándole ver por primera vez la erección que no había perdido en todo este tiempo, y su respuesta fue Nick, arqueando las caderas y mordiendo su labio inferior. No necesitaba más.

Se separó unos segundos, observando a los ojos de su amigo. A ese quien lo había acompañado desde que podía recordar. A ese a quien había podido recurrir en todo momento. Observó a los ojos de ese muchacho molesto, vivaz, alegre y sonriente que ahora, todo sonrosado y expulsando aire por entre sus labios, lo obligaba a querer hacerlo suyo.

-¿Estás seguro de esto?

Asintió y el muchacho de cabello marrón y ojos acaramelados sonrió, inclinándose para besarlo en los labios nuevamente. Lentamente arrastró sus dedos por la suave piel del pecho, disfrutando con los gemidos que profería su amigo. Se tomaba su tiempo, sin deseo en apresurar algo con lo que había soñado y fantaseado innumerables veces. Por el contrario, se dedicaba a dejar su diminuta marca en cada centímetro que encontraba accesible. Mordió y besó su cuello, provocando que Nick lo tomase de los cabellos reteniéndolo allí y chocando sus caderas nuevamente en un espasmo producido por le placer. Luego se concentró en sus hombros, repitiendo la acción de su cuello y por último sus pezones los cuales rozó con los dientes logrando que se endurecieran a lo cual rió contra la piel, estremeciéndola.

-Eres una mujer enano… Mírate, todo sudoroso y jadeante.

Su respuesta fue un jadeo más potente y un leve temblor en el labio inferior de Nick. Con una sonrisa pequeña siguió descendiendo por el cuerpo de su amigo, dejando besos y mordidas hasta que se encontró con la tela del pantalón. Sin perder tiempo se deshizo de ellos y también de la ropa interior, dejando a un atractivo muchacho de pelo negro completamente desnudo sobre su cama. Se quedó sin aliento.

Una cosa era cambiarse en la misma habitación, molestarlo al tocar su trasero con un golpe o abrazarlo cuando se congelaba por olvidarse el abrigo, pero ahora… ahora tenía ese cuerpo terso y delgado a su completa disposición, respirando agitadamente, mordiéndose tiernamente el pulgar mientras lo incitaba con la mirada a seguir. ¿Cómo no perder el control ante eso?

Bajó sus propios pantalones y su amigo no perdió el tiempo. Se incorporó y, antes de que Max pudiese reaccionar, tomó su miembro lamiéndolo como si fuese el helado que antes había estado comiendo. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no caer por la repentina debilitación de sus piernas. Nick pudo sentir la reacción y lo introdujo por completo dentro de su boca, asegurándose de que su lengua entrase en contacto con su glande por el mayor tiempo posible.

Gruñó. Gruñó y se aferró al cabello de su amigo intentando controlar la ola de espasmos que lo recorrían y arqueaban su espalda. Involuntariamente tomó un puñado del cabello de Nick, tirando de este y con su mano libre, arañó la suave piel de su espalda. Se preocupó por unos segundos pero, al ver que, en lugar de quejarse, solo aumentaba la velocidad con la cual succionaba su miembro, volvió a repetirlo, gimiendo a cada momento. No podía tolerarlo más.

Lo empujó contra las sábanas, con la cara pegada al colchón y las caderas elevadas. Su amigo no se resistió en lo más mínimo, simplemente lo observó, con ojos suplicantes y leves jadeos que se escapaban por sus labios. Era demasiado.

Max lamió dos de sus dedos, cubriéndolos con abundante saliva y los llevó hasta la entrada de Nick, acariciando la zona con cuidado y una sonrisa enorme. Podía sentir por como su amigo apegaba las caderas a su mano que lo deseaba tanto como él. Quizás por eso apenas si introdujo la yema de sus dedos, quizás por eso disfrutó con la lentitud exasperante con la que iba introduciendo sus dedos dentro del cuerpo de Nick. Este prácticamente chillaba contra la tela, ahogando así su frustración. Solamente cuando sintió que Max comenzaba a mover los dedos se calló. En parte pues seguía jadeando y gimiendo. Los retiró y llevó hasta la boca de Nick, obligándolo a lamerlos, sin encontrar resistencia alguna.

-Max...

Se atragantó al oír la seductora voz llena de súplica que era capaz de adoptar su amigo cuando estaba excitado. Sonrió, dispuesto a complacerlo. Se colocó detrás de él, asegurándose de elevar bien sus caderas y comenzando a penetrarlo con lentitud. Esperaba alguna queja, algún signo de dolor, pero solo recibió una profunda exhalación por parte de Nick. Sí que sabía como manipularlo, tuvo que resistir el impulso de penetrarlo completamente en ese momento. Cuando, una eternidad después, se encontró completamente dentro de él, se inclinó para morder su clavícula comenzando a moverse.

Adoptando un ritmo lento al principio, estaba claro que no iba a ser suficiente. Nick se aferraba a las sábanas y las retorcía con cada estocada de Max, las cuales eran cada vez más profundas. Más certeras. Aprovechando que ambos se encontraban nadando en un mar de puro placer, tomó del cuello al morocho, ahorcándolo con delicadeza. Casi no pudo creer cuando Nick comenzó a mover sus caderas a un ritmo desenfrenado, gimiendo con fuerza cada vez que se movía. La falta de aire estaba logrando que su amigo perdiese la cabeza, la disminución de oxígeno hacía que su mente se tornase blanco y lo único que pudiera hacer era gritar.

-Más… más fuerte… más…

Su voz ahora chillona por la mano que le impedía el habla correctamente, era desesperada. Max lo incorporó, pegando así su propio pecho con la espalda de Nick, sin soltar su cuello completamente. Se acercó a su oído, ahora que tenía total acceso y le susurró de una manera que pudo sentir los escalofríos recorriendo a su amigo.

-Di que eres mío. Di que me perteneces.

-L-lo soy. Soy tuyo… solo tuyo…

Sonrió, sintiendo como una cierta tranquilidad lo invadía. Un sentimiento que lo hacía feliz, más allá de estar teniendo relaciones con la persona que había fantaseado desde que se había dado cuenta que le gustaban los hombres.

Volvió a arañar el pecho de Nick, succionando su cuello ahora con fuerzas. Las manos de su amigo volvieron a retenerlo, jalando sus cabellos y estirando la cabeza para el otro lado con tal de darle más superficie. Podía sentir como se estremecía cuando acompañaba sus mordidas con las profundas penetraciones que ahora lograba por la posición en la que estaban. No se detuvo hasta que pudo tomar el miembro de Nick, comenzando a masturbarlo al mismo tiempo que aumentaba el ritmo de sus caderas. Pretendía hacer que llegase al éxtasis de la mejor manera posible.

Sus propios jadeos fueron en aumento a medida que sentía como su cuerpo era recorrido por ese familiar calor y como perdía el hilo de sus pensamientos con mayor facilidad. Ahora se encontraba incapaz de hacer nada salvo enredar sus dedos entre los cabellos de su amigo y usar el resto de sus fuerzas para llegar tan profundo como era posible, siendo su recompensa los grititos de que emitía Nick quien hacía todo lo que podía para acallarlos, sin éxito alguno. No tardó mucho en sentir como las paredes de su interior se comenzaban a contraer y sabía que estaba por llegar a ese punto donde el placer simplemente estalla en un descontrol desenfrenado, por lo que salió por completo de su interior, solo para volver a entrar con fuerza, repitiendo el movimiento. Así, con un gemido final, ambos se apegaron el uno al otro mientras dejaban que las endorfinas y el placer los recorriesen, disfrutando de lo que tanto habían esperado.

Se dejaron caer sobre la cama, sin importarles por el desorden que habían creado, por el sudor que ahora bajaba por sus cuerpos, refrescándolos, ni nada en absoluto. Solo importaba que estaban ellos dos, juntos al fin, confesándose con un acto lo que ninguno había tenido el valor de decir.

Nick se movió, logrando quedar así sobre el pecho de Max, sonriéndole. Este no pudo más que devolverle la sonrisa.

-¿Por qué no me lo habías dicho antes?

-¿Lo sabías?

-Lo suponía. Pero no quería estar equivocado…

-No importa eso. Importa que ahora estamos tú y yo, y nadie más.

Se dieron un corto beso, sabiendo que, a partir de ahora, ya no serían más ‘solo amigos’.