Un helado de nata
La misma situación contada tal y como cada uno la sintió. La primera parte, escrita por él y la segunda por mi.
- UN HELADO DE NATA -
Desde los ojos de E.G
Durante todo el día había estado pendiente del reloj que se empecinaba en no andar.
Había quedado con ella a las 6 de la tarde para tomar un café y no quería admitir que estaba nervioso. ¿Nervioso yo? No, nada de eso, si acaso impaciente.
Pero todo llega y allí estaba ella, sentada frente a mí en aquella cafetería. Nos habíamos saludado con un leve roce en los labios y ahora yo la miraba mientras hablaba.
Se había quitado la chaqueta y lucía una camisa blanca, de cuello, cerrada con botones espaciados que dejaban amplias ventanas que incitaban a asomarse, los tres primeros, abiertos, me regalaban una amplia zona escapular y el inicio de los pechos. Llevaba un pantalón de franela fina de color gris que apenas había tenido tiempo de ver.
Y luego, sus gafas. Siempre sentí un cierto morbo por las chicas que usan gafas y nunca supe porqué. Pero esta vez, en aquel instante lo vi con claridad. Supe que quería desnudarla lentamente, y aquellas gafas, eran una prenda más con la que disfrutar. De igual forma que imaginaba desabrocharla el sujetador y pasar las yemas de mis dedos sobre la piel aún ligeramente marcada por él, también me imaginé que la retiraba sus gafas con mis dos manos y luego posaba mis labios sobre las dos pequeñas marcas dejadas a ambos lados de su nariz....
De pronto su voz, al pronunciar mi nombre, me sacó de mi éxtasis. Fran, que quieres tomar? Allí estaban ella y el camarero mirándome. Un café solo, por favor. Yo, helado por favor, un helado de nata.
Ella comenzó de nuevo a hablarme, sobre su viaje, sobre donde había aparcado...y de nuevo su voz se fue haciendo cada vez más lejana.
Había retirado ligeramente su silla de la mesa y ahora podía ver sus caderas y sus muslos hasta la rodilla. La visión de su culo, ligeramente abierto sobre la silla por su propio peso, me excitó. Tenía las piernas pegadas y aquel conjunto de caderas, culo, pubis y muslos se convirtió en un manantial de deseo. Imaginé mi mano estirada, con los dedos juntos, que se hundía en aquella fuente que manaba, formando un surco en el agua, el surco que dibujaba la línea entre sus muslos, la línea que se estrellaba contra su pubis.
De pronto sus piernas se separaron. La miré a los ojos y comprendí que ella llevaba ya rato callada observándome. Su mirada sobre mí me inundó de su leve sonrisa y adiviné que quería participar de mi deseo y que sus muslos, ahora, estaban abiertos para mi. La fina tela de su pantalón, tensada por la presión del cuerpo, dibujaba con toda precisión sus dos labios, separados por una línea vertical en la que se hundía el tejido; todo ello transmitía una sensación sin duda blanda y suave al tacto.
Volví a buscar su mirada, necesitaba su mirada. Y allí la tenía, sobre mí, siempre con su leve sonrisa. Se llevaba a la boca la cuchara con el helado sin dejar de mirarme. A medida que la intensidad de nuestra mirada aumentaba, su cuchara se entretenía más en la boca. Ahora lo hacía penetrando sus labios con una ligera presión, succionando luego hasta marcar dos hoyuelos en sus mejillas y girando lentamente la cucharilla dentro de la boca. Tomó una nueva cucharada de su copa, sin mover sus ojos de los míos y se la acercó a los labios. Esta vez, sabiamente, dejó que una gota de nata, resbalara de su boca dejando un rastro blanco hasta su mentón.
Esperó a que yo lo mirara unos segundos antes de lamerlo con su lengua, en un gesto voluptuoso lleno de intención.
Nuestros ojos seguían penetrándose mutuamente. Bajo el mantel, coloqué mi mano abierta sobre mi bragueta a punto de explotar. Me acaricié penetrándola con la mirada y en ese momento volví a recordar que en el sexo, el orgasmo no es el final de nada, si no el comienzo de todo. Y aquello fue sólo el comienzo.
Desde los ojos de A.N.R
El rato que estuvimos en la cafetería, lo pasamos mirándonos. Apenas salieron palabras de nuestras bocas...no eran necesarias. Ya habíamos tenido posibilidades de hablar en el pasado, ahora queríamos disfrutarnos, sentirnos...
Su cercanía era para mi casi un tormento. Las piernas me temblaban, por mezclarse dentro de mi los nervios, la impaciencia, el deseo...pero intentaba no dejar que el notase todo eso, aunque creo que en mis ojos debía estar viéndolo claramente...
Sentía su mirada pasear por mi cuerpo, recorriendo sus caminos. Comenzaba en mis propios ojos, de forma intensa, como si quisiera adivinar sus pensamientos, bajaba por mis mejillas hasta mis labios, en los cuales se detenía momentáneamente para seguir deslizándose por mi cuello hasta el canalillo de mis pechos el cual quedaba visible por el escote de la camisa. Esa mirada era como un dedo acariciando mi piel sin despegarse un momento...Y no se detenía en mis pechos; los recorría para bajar luego a mi vientre hasta llegar al triangulo de mi pubis, hasta mis caderas...y volver a subir hasta llegar de nuevo a mis ojos...
Yo notaba que el rubor subía a mis mejillas y el calor se distribuía por todo mi cuerpo, centrándose sobre todo en estas y en mi entrepierna...
Deseaba tocarle, pero no me atrevía, me limitaba a comer mi helado, saboreándolo como si en realidad fuese su piel lo que tocaba mis labios. Jugaba con el helado dentro de mi boca con mi lengua como si lo que estuviese saboreando fuese su sabor...
Cada vez que llevaba la taza del café a sus labios, yo anhelaba que fuesen mis labios los que estuviesen entre los suyos.¿ Cómo se podía tener celos de una simple taza de café...?
En una ocasión en la que sentí su mirada en mi pubis, de forma casi inconsciente, abrí las piernas. Era casi como un ofrecimiento... Quería sentir el calor de sus ojos allí y que él lo disfrutara, que pudiese observarme sin reservas...
Cuando en algún momento, vi su mano desaparecer bajo el mantel, pensé que iba a tocarme y mi piel se erizó ante la expectativa, pero su mano no llegó y supe que se estaba acariciando así mismo. Esa idea, me excitó y quise que fuese mi mano la que estuviese sobre la parte más sensible de su cuerpo. Deseaba acariciar su polla, quería sentirla crecer bajo mi mano y anhelaba también que el sintiese la humedad que mi cuerpo expulsaba debido a mi excitación...
Sus ojos no me abandonaban mientras se tocaba y ya no pude más...Tenía que tocar su piel...Alargué la mano por encima de la mesa y con dos dedos llegue a sus labios, recorriéndolos, primero el de arriba de derecha a izquierda y luego el de abajo de izquierda a derecha. Lo hice muy tímidamente, apenas un roce...
Pero al menos...le había tocado...
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