Un gran viaje...

Parece que Juan y Eva han hecho buenas migas, y también hacen otras cosas bien...

Bueno, parece que mi relato anterior fue bien, gracias por las votaciones, así que voy a ver si consigo lo mismo con el nuevo.

Después de la magnífica noche en la disco, Juan y Eva se veían muy a menudo, casi siempre con resultados similares a la primera noche que se conocieron. Esta es la historia de una de las primeras veces que quedaron solos.

Era un soleado domingo, Juan pasó a buscar a Eva a su pueblo, a unos 20 km de su casa. Llevaba dos días sin verla y echaba de menos su aroma, su voz sensual, sus caricias, sus labios... La noche anterior casi no durmió de los nervios, se despertó temprano, silbando; desayunó y se duchó. Sentía en calor del sol que se colaba por la ventana y bañaba su cuerpo desnudo mientras el agua caía sobre él, mientras se duchaba no paraba de pensar en Eva, su mente voló, aterrizando donde estaría en breve su cuerpo. Tuvo una erección recordando los momentos que tuvo con ella, y no pudo evitar masturbarse. Su mano derecha bajó a su polla, dura como la piedra, y la rodeó, moviéndose lentamente arriba y abajo, imaginaba que en lugar de su mano eran los labios de Eva los que lo masturbaban, los que procuraban tanto placer; poco a poco aumentó la velocidad, acompañando cada movimiento con un gemido, el agua facilitaba los movimientos, haciéndolo más fluido. Tuvo que agarrarse cuando los espasmos del orgasmo le hicieron tambalear mientras se le escapaba un grito de placer al correrse.

Por alguna casualidad cósmica, mientras Juan fantaseaba con Eva, ésta, aún en la cama, hacía lo propio. Había soñado con Juan, con sus fuertes brazos rodeándola por los hombros mientras sus labios sellaban los suyos con un cálido beso y sus lenguas bailaban juntas; de su boca pasó a besar su cuello, jugando también con su oreja, mordisqueando el lóbulo. Su lengua bajó hasta sus redondos y suaves pechos, lamiendo sus pezones hasta dejarlos erectos, dando pequeños bocados y haciéndola gemir, su lengua fue dejando un surco de baba hasta su ombligo, donde los besos sustituyeron a los lametones, uno especialmente húmedo, suave y largo llegó a su clitoris...Se despertó empapada en sudor y su pequeña braguita también estaba mojada, aunque no de sudor. El calor que la invadía en sueños no se disipó, así que decidió terminar lo que la onírica boca de Juan había empezado, porque no quería follarse a Juan en el portal de su casa (al menos no a plena luz del día y con los vecinos mirando); sus manos acariciaron sus pechos, dando pequeños pellizcos a los pezones hasta endurecerlos, bajó lentamente hasta su braguita, empezó a acariciarse por encima, mojando sus dedos, los gemidos aumentaban la intensidad a medida que aumentaba el movimiento de las manos de Eva. Se quitó la minúscula prenda de tela que cubría su desnudez y empezó a acariciarse frenética el clitoris, necesitaba correrse y lo necesitaba ya; mientras el dedo corazón de la mano derecha frotaba su pequeña protuberancia, su dedo corazón e índice de la mano izquierda entraban en su coño, cubriéndose de fluidos. Tardó un par de minutos en correrse a ese ritmo, y después de ese gran despertar saltó de la cama y se fue a la ducha.

Media hora después de esta "mutua masturbación a distancia", sus labios se encontraron en el mundo físico, fue un beso de película. Sus ojos se encontraron y no dejaron de mirarse salvo cuando se cerraron al unísono al abrirse sus labios y unirse. Abrazados se fueron hacia el coche de Juan, que les esperaba en la esquina.

Te echaba de menos – dijo Juan ruborizándose.

Yo a ti también – dijo Eva apretándole con sus estilizados y blancos brazos.

Juan, con una sonrisa, besó su cabeza. Le abrió la puerta del coche y Eva se buscó la forma de poner el culo en pompa cerca de Juan, que se lo acarició por encima del pantalón vaquero ceñido que llevaba; mientras rodeaba el coche para entrar, Eva no pudo evitar fijarse en el incipiente bulto que se empezaba a despertar en su pantalón. Y decidió ser un poco mala...

El plan original de ambos era ir a un romántico parque que había cerca, pero Eva sugirió en el último momento ir a otro parque que, casualmente, estaba mucho más lejos, y según ella, más solitario e íntimo. Juan le contestó con un guiño y una sonrisa, estaba muy pillado por esta chica.

Arrancó el coche y en cinco minutos estaban de camino, en una carretera comarcal, dejada de la mano de Dios, que según Eva era el camino más rápido.

¡Uf! - exclamó Eva – que calor hace aquí.

Espera, que te pongo el aire – ofreció Juan.

No te preocupes, mejor me quito la camiseta – al ver la cara de Juan añadió – no vas a ver nada que no hayas visto ya, no te molesta ¿no?

Para nada – se apresuró a responder – ¡tú misma!

Bien, así cojo un poco de color.

Y dicho ésto se deshizo de la camiseta negra que cubría su cuerpo perfecto, a Juan se le iban los ojos solos a las tetas de Eva, que parecían querer salir del sujetador rojo que llevaba la chica.

Mira mejor a la carretera, ¿no, guapo? - Sugirió Eva con una sonrisa.

Claro, claro. Perdona. - Contestó sonrojándose Juan.

Eva le miró por encima de sus grandes gafas de sol y decidió avanzar un poco más. Se quitó el sujetador, liberando a sus dos rehenes.

¿Qué haces? - Preguntó Juan.

No quiero tener marcas, no quedan bien. - Contestó Eva de la forma más natural del mundo.

Pudo comprobar que el bulto en el pantalón del chico no solo seguía allí, si no que ahora era mucho más grande. Estaba muy caliente y se lanzó. Una mano empezó a acariciar el cuello del chico, bajando por el pecho, colándose entre los botones de la camisa, que iba desabrochando con gran habilidad; se quedó un rato notando como la respiración y el pulso de Juan aumentaban considerablemente, siguió bajando y llegó a su pantalón. Desabrochó el cinturón, el botón y bajó la cremallera.

¿Qué estás haciendo? - Preguntó entre suspiros Juan.

Nada.... - Fue la respuesta de Eva, mientras metía la mano en su pantalón.

Agarró la polla dura del chico por encima de los calzoncillos, la tenía muy dura. Mientras la mano izquierda de Eva había hecho todo esto, la derecha no había estado quietecita; se había encargado de abrir su pantalón y empezar a acariciarse. Por fin se la sacó, Juan se levantó un poco del asiento y se bajó los pantalones, facilitando el trabajo. Eva se colocó a cuatro patas en el asiento, utilizando las dos manos para masturbar a Juan, que utilizaba su mano derecha para acariciar todo el cuerpo de Eva, sus pechos, su culo redondo y duro y su coño, ya que se había quitado el pantalón y solo llevaba un pequeño tanga a juego con el desaparecido sujetador.

La chica bajó su cabeza y empezó a besar el miembro de Juan, que dejó escapar un gemido cuando notó el calor y la humedad de la boca de Eva alrededor de su polla. Se la metía poco a poco, lamiendo con dedicación cada centímetro de piel, haciéndole sentir un placer espectacular. Mientras tanto, los dedos de Juan se había abierto camino en el cuerpo de Eva hasta llegar a su zona más húmeda, acariciando los labios, mojándose con los fluidos de la chica y metiendo uno de ellos, arrancando ahogados gemidos, sintiéndose animado por la cantidad de líquido transparente que bañaba su mano, introdujo la punta del dedo índice en el culo de Eva. Notó la contracción del ano por la inesperada invasión, seguida de la relajación producida por el placer que le proporcionaba sentir dos dedos entregados a su placer. Tradujo ese placer que sentía en movimientos de lengua en la polla de Juan y caricias en sus huevos.

El chico iba a estallar, era la mejor mamada que le habían hecho, por un momento estuvo a punto de perder el control del coche, pero por suerte fue capaz de reaccionar a tiempo y volver a su carril. Había metido dos dedos en cada orificio de Eva, que gritaba de placer en la polla de Juan, aumentando el placer que éste sentía.

Me corro, me corro... - Gemía Juan.

La respuesta de Eva fue aumentar la fuerza con que movía sus labios arriba y abajo y la velocidad con que su lengua recorría la polla de Juan. Pocos segundos después, Juan se corrió en la boca de Eva con un grito, mientras seguía masturbando a la chica, que al tener la boca llena de la leche de Juan no pudo gritar al llegar al orgasmo; se tragó la corrida de Juan, le limpió con la lengua los restos que quedaban en la polla, mientras Juan seguía metiendo sus dedos, pero ya lentamente, con cariño, provocándole un segundo orgasmo, que ya si pudo gemir a gusto, liberando su placer.

Se levantó y se besaron apasionadamente. El resto del viaje se lo pasaron desnudos, sintiendo el calor del sol en la piel, aprovechando que no venía nadie en la carretera. Cuando estaban llegando al parque se detuvieron a un lado de la carretera, donde estuvieron un rato abrazados, sintiendo sus cuerpos desnudos y besándose.

El día en el parque fue genial, pero eso es otra historia.

Espero que hayas disfrutado leyéndola tanto como yo escribiéndola, si os gusta haré más.