Un gran maduro
Este es un homenaje a un hombre maduro, recio, que me hizo descubrir mi sexualidad. A mis 22 años salí a estudiar al extranjero, en donde lo conocí y me hizo conocer un sexo desconocido para mí, llevándome al paroxismo del placer.
Un gran maduro
Resumen: Este es un homenaje a un hombre maduro, recio, que me hizo descubrir mi sexualidad. A mis 22 años salí a estudiar al extranjero, en donde lo conocí y me hizo conocer un sexo desconocido para mí, llevándome al paroxismo del placer.
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Iba yo muy feliz; acababa de terminar mi carrera profesional y conseguí una beca para estudiar un posgrado en el extranjero, en Vancouver, Canadá.
Iba llegando a esta ciudad luego de un viaje muy largo; aquí apenas comenzaba la tarde y en un taxi me fui hasta la casa en donde la universidad me había conseguido un cuarto para vivir.
Yo tenía en esos entonces apenas 22 años, iba para los 23, y aunque no era sexualmente muy activa, desde que venía en el avión me había estado sintiendo…, ¡cachonda!.
Llegué. La señora de la casa era una señora de unos cincuenta años, delgada, alta (para mí), de 1.70 m, jovial de carácter, fumadora. Me recibió sonriente, pero con una alegría típica de los sajones, fría, al menos para nosotros los latinos.
Me mostró mi habitación, que tenía su baño ahí mismo, me mostró la casa, agradable, toda de madera, y luego me invitó a tomar un té. Le dije que venía cansada del viaje y entonces me ofreció una infusión “especial”, para relajarme y descansar mejor. La acepté, la bebí, me gustó.
Luego de esa “infusión”, poco antes de las 3 de la tarde, me fui a mi habitación y sin cambiarme, así de pants deportivos, como había viajado en el avión, así me recosté sobre de la cama y me quedé profundamente dormida, hasta que unas risas y sonidos que provenían de la sala, me hicieron despertar. Vi el reloj: eran las 7 p.m. ¡Me había dormido cuatro horas!, y me seguía sintiendo…, cachonda, caliente, excitada.
Me asomé hacia la sala y la señora Dorothy me miró y me llamó:
- ¡Ven…!, te quiero presentar a unos buenos amigos.
Eran dos hombres, como de la edad de la señora: Ted y Steve, más altos que ella, fornidos, robustos.
Se hicieron las presentaciones y también comenzó el interrogatorio: que de donde era, qué edad tenía, a qué me dedicaba, etc., hasta que a Dorothy se le ocurrió invitarnos a cenar, ¡un delicioso pollo rostizado!, que acababa de pedir por teléfono.
Cenamos con vino. Los hombres bromeaban conmigo, al igual que Dorothy; yo era la “botana”. Ellos hablaban algo de español, muy limitado, que estuvieron presumiéndome a cada instante. Me daba gusto, me hacían sentirme bien, los tres.
Al terminar de cenar, se sirvieron los digestivos. Me preguntaron qué cosa quería, pero en realidad, no lo acostumbraba, así que nomás los miré.
Nos regresamos a la sala y seguimos platicando, hasta que a Ted se le ocurrió que fuéramos a un Pub, a beber unos tragos. Los otros dijeron que sí. Yo dije que estaba muy poco presentable, pues seguía aun con los pants deportivos, pero Dorothy me entendió y ella misma dijo que también se iba a cambiar.
Me di un baño rápido pero no me daba tiempo de sacar mis cosas, por lo que Dorothy fue en mi auxilio y me prestó una de sus minifaldas, que no me quedaba tan corta pues soy 10 cm menos alta que ella. Me la vi en el espejo; me daba por encima de la rodilla y…, ¡me seguía sintiendo excitada y cachonda!.
Me puse un top que llevaba y me enfundé una chamarra ligera, de Dorothy. No me puse medias pues no hacía frío; aunque ya era septiembre, aun estábamos en verano.
Fuimos al Pub. Pidieron cervezas. Yo pedí un té helado. Estuvieron platicando, entre ellos, a ratos conmigo, a ratos con la gente de a los lados; en fin, pasamos un rato ahí, en realidad a lo más una media hora, el tiempo de acabarse una cerveza, hasta que me preguntaron si quería yo algo más; les dije que no y entonces nos salimos del sitio.
Nos fuimos al auto. Al ir caminando hacia el auto Steve abrazó a Dorothy y nosotros, que veníamos atrás de ellos, hicimos lo mismo: Ted me pasó el brazo por encima de mis hombros y yo no me opuse. La noche había refrescado y…, nos instalamos en la parte de atrás de ese auto; adelante iban Dorothy y Steve.
Nos fuimos de regreso a la casa. En el camino Ted me pasó de nuevo su brazo sobre de mis hombros y me jaló suavemente hacia él. Yo, sin siquiera meditarlo, me dejé ir sobre de él y le recargué mi cabeza en su hombro. Ted se sonrió y comenzó a entonar una vieja canción de Paul Anka, que en ocasiones escuchaban mis padres: “Put your head on my shoulders” (Tu cabeza en mi hombro).
Yo también sonreí y entonces Ted me acarició mis cabellos. Se me hizo muy lindo y muy tierno a la vez, pero…, mi calentura se me volvió a presentar y sentí que se me comenzaba a mojar mi rajada. ¿Por qué…?, si ese hombre no me estaba provocando, simplemente ibas como dos conocidos. Además…, ¡era de la edad de mis padres!, incluso algunos años mayor…
Me recosté sobre de su costado izquierdo y él me llevaba abrazada con ese brazo, el izquierdo, mientras que con su mano derecha me acariciaba mis cabellos, mi cabeza, mi carita.
No supe exactamente en qué momento su mano emigró de mi cara a mi pecho y cuando me pude dar cuenta, él me estaba estimulando deliciosamente mi seno, el izquierdo, el pezón, que se encontraba ya muy erecto y muy rígido de la excitación que tenía.
No le dije yo nada, lo dejé que siguiera. No llevaba brasier, llevaba solamente un top muy ligero y…, ¡me sentía tremendamente excitada!.
Tampoco supe exactamente en qué momento su mano emigró de mi pecho a mis piernas, y cuando me pude dar cuenta, me estaba acariciando deliciosamente mi muslo, el izquierdo, debajo de la faldita que yo llevaba.
Quizás se me olvidó describirme al inicio de mi relato, pero lo hago en este momento. Soy una mujer morena, de ojos negros, rasgados, tipo oriental, cara agradable, 1.59m, delgada, de todo: piernas delgadas, talle delgado, espalda delgada, senos medianos, pompas pequeñas, aunque muy firmes, al igual que mis senos. Mi sexo es muy abultado, mi vulva, mis labios vaginales son muy carnosos, mi clítoris se me erecta muy fuertemente, parece una lengüita muy roja cuando estoy muy caliente.
Bueno, regresando al relato, su mano comenzó a acariciarme mi muslo izquierdo, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, de la rodilla al nacimiento de mis pompas, hasta que en una de esas llegó a toparse con la orilla elástica de mi pantaleta. Me recorrió toda esa orilla con sus dedos hasta llegar a mi entrepierna, que comenzó a acariciar sobre mi pantaleta. ¡Sentía cosquillitas!. ¡Deseaba que continuara!.
Ese hombre leyó mi pensamiento y me introdujo su dedo por debajo del elástico de mi pantaleta, comenzando a acariciar directamente mi sexo, mi pelambrera, mis labios vaginales, a jugar con ellos, a acariciarlos, hasta que…, me retiró su mano; la olió y luego me la dio a oler:
= ¡estás completamente venida…, estás completamente mojada…!.
Me dio pena y vergüenza que se hubiera dado cuenta de eso, y no pude más que reconocerle que:
- ¡sí…, es que estoy muy caliente…!.
Y volví a colocarle mi cabeza en su pecho.
Ya no volvió a acariciarme mi sexo, se fue acariciando mis senos y mis pezones, por encima del top, hasta que llegamos a casa.
Me bajé del auto con las piernas temblando: ¡iba toda completamente venida!, ¡estaba tremendamente caliente!.
Dorothy abrazó a Steve y se fueron delante de nosotros. Entramos. Ellos sin decir palabra se fueron a la recámara de Dorothy y Ted me cargó entre sus brazos, y así cargada me llevó hasta mi habitación.
Iba con las piernas muy temblorosas; un escalofrío helado me recorría mi vientre y mi sexo; aún no sabía cómo había yo aceptado acostarme con ese individuo, ¡que acababa de conocer!, ¡de la edad de mis padres, un poco mayor!. Se me hacía “gordo” y calvo, varonil a pesar de su edad, ¡pero no era guapo!, sin embargo…, ¡andaba tremendamente excitada...!.
Lo primero que vi fue esa cama, donde me depositó con mucho cuidado ese hombre; ¡se me hizo un nudo en mi garganta!, sobre todo cuando voltié a verlo a él y descubrí esa mirada lúbrica con la que recorría mi cuerpo, entregado, rendido a sus deseos, los más libidinosos que se le notaban tenía.
Se sentó al lado mío, sobre de la cama, y sin decirme ni media palabra, me metió sus manos peludas bajo mi falda y comenzó a acariciarme mis nalgas, mi vientre. Luego me abrió ampliamente mis piernas y me empezó a acariciar mi sexo otra vez, por encima de mis pantaletas.
Con las piernas abiertas me dejaba tocar cómo a él le diera la gana; tan solo cerraba los ojos y me concentraba en sus tocamientos; ¡tan sólo deseaba que le siguiera, que me diera placer!. Tenía pena y vergüenza pero…
= ¡Te juro que te voy a hacer que te vengas como no te lo imaginas aún...!. ¡Quítate tus pantis...!.
Procedí a obedecerlo y metí mis manos bajo mi falda; me la arqueé un poco del cuerpo y flexionando mi cintura, me hice deslizar mis pantaletas a lo largo de mis piernas. Levanté un pie y después el otro para sacarlas completamente. ¡Ahora estaba sin pantaletas!, bajo la mirada de ese hombre, que me seguía detallando con su mirada. Ahora admiraba mi monte de venus, mi pelambrera, mi sexo, ¡con mucho deseo!, y de manera libidinosa:
= ¡ahora la falda, vamos!, ¿qué esperas?.
Me levanté de la cama; Ted solamente me acarició mis tetitas por encima del top, de manera fugaz y luego de esa caricia pasé mis manos por detrás de mi cuerpo y me desabroché la falda y la dejé caer hacia el piso. La mirada del hombre, totalmente libidinosa, seguía clavada sobre de mi sexo, sobre mi pubis, sobre mis pelos.
Ted se dedicó a escudriñarme con su mirada, disfrutando de mi piel delicada, de la cual él estaba a punto de hacer todo lo que él quisiera.
Empezó a girar a mi alrededor, para contemplar mis caderas y mis asentaderas. Finalmente me miró mi sexo, con mucho detalle, especialmente mis pelos, que me los acariciaba con su mano abierta, me los palpaba y dos veces me clavó su dedo central en mi rajadita, estimulando de paso mi clítoris; ¡estaba feliz el cabrón!.
= ¡Ahora vas a aprender a coger..., te voy a gozar a mi antojo...!.
Me sentó en la cama y me empujó de espaldas; se hincó enfrente de mí y me levantó las piernas; se quedó admirándome ese ángulo y luego me pegó su boca y comenzó a besarme mi sexo y mi ano. ¡Me sobresalté de la emoción!: ¡nunca me habían “besado” mi sexo!, ¡y mucho menos mi ano!.
Solté un suspiro muy largo y cerré los ojos, emocionada con lo que me imaginaba que me iba a “hacer” ese hombre.
Poco a poco comenzó a separarme los labios de mi vagina:
= ¡Que bruta..., que sabrosa estás, condenada...!
¡Estaba caliente; estaba exageradamente caliente…!. El hecho de estar siendo observada así, de esa manera, me produjo un efecto muy raro, un escalofrío se apoderó de mi cuerpo, apreté los dientes y cerré los ojos de nuevo; Ted me seguía detallando de por allá..., y enmedio de resoplidos, con la mirada enloquecida, comenzó a recorrer todo mi sexo, a estimularme mis labios vaginales, interiores y exteriores, a estimularme mi clítoris y a introducirme su dedo enmedio de mis dos nalguitas.
Comencé a suspirar, a gemir, ¡a venirme!, y Ted se sonrió:
= ¿te vienes con esa caricia...?; ¡eso no es nada, ya verás al ratito lo que le hago a las putas como tú...!.
Se inclinó entre mis rodillas, levantadas hasta muy por arriba. Me estremecí por completo en cuanto sentí su aliento acercarse a mi sexo y di un salto de la emoción, que pude controlar casi en el acto, cuando uno de sus dedos vino a tocarme mi sexo, comenzando a jugar con mis pelos y deteniéndose sobre mi rajadita.
- ¡Aaaaggghhh…, Teeed…, síiii…, aaaggghhh…!
Abrí la boca y solté de nuevo un gemido: ¡me estaba “viniendo” de nuevo!.
Estaba sobre esa cama, “patas arriba”, con las piernas muy separadas. ¡Estaba temblando de la calentura…!; el dedo se introducía por mis pelos y jugaba con ellos; bajaba por una ingle y regresaba a la otra, jugaba con mis labios vaginales, hasta que finalmente se introdujo en mi vagina, sacándome un nuevo gemido muy placentero:
- ¡Aaaaggghhh…!
= ¡levanta tu culo puta...!.
¡En qué momento me fui a acomodar de esa forma!; ¡le enseñé todo mi culo!. De inmediato me puso un dedo por ahí y comenzó a recorrerlo:
= ya ves cómo te meto la mano por todos lados...
Y efectivamente, comenzó a meterme un dedo en el ano, en el recto, en mi culo:
= y dos dedos...
primero uno, luego dos...; se volvieron a salir y emigraron hacia el hoyo de arriba, y de ahí nuevamente hacia abajo.
- ¡Aaaaggghhh…!
En cada recorrido, un nuevo orgasmo se apoderaba de mí. Eso que me estaba haciendo era verdaderamente nuevo para mí, ¡y me estaba gustando!, ¡lo estaba disfrutando!.
Ted se puso de rodillas; su rostro, muy colorado, era de un tipo demasiado rasposo, hirsuto, y se me había colocado enmedio de mis piernas abiertas, directo a mi rajadita, muy fina y muy delicada.
Empecé a sentirle su aliento hirviente, ¡que me quemaba mi vulva!. ¡Unos espasmos recorrieron mi piel y mi cuerpo...!:
- ¡Aaaaggghhh…!,
¡me acababa de provocar un nuevo orgasmo otra vez!.
Me empezó a introducir sus dos manos; primero me introdujo su índice, en el centro de mi ano, entre esas dos masas de carne. Lo apoyó, lo empujó y empezó a penetrar..., hasta adentro. Con su otra mano comenzó a estimularme mi sexo, me giraba su palma abierta sobre toda mi vulva, separándome los labios de mi vagina y luego, me hundió uno de sus dedos por ese lugar; luego me lo sacó y me metió dos dedos al mismo tiempo, haciéndolos entrar y salir. Durante todo ese tiempo me estuvo bombeando por mis dos orificios, con sus dos manos.
- ¡Aaaaggghhh…!
¡Tenía invadidos mis dos agujeros!; empezaba a jalar aire abriendo la boca, ¡sentía que me hacía mucha falta!.
Di una muy buena bocanada de aire; eché mi cabeza hacia atrás, me mordí los labios y cerré fuertemente mis ojos para concentrarme en lo que me estaba pasando. Los pasajes de mi sexualidad, tan poco explotada por mí, pasaban prontos por mi memoria y..., separaba mucho mis piernas, dejándome acariciar, bastante gustosa, mi sexo y mi ano.
Ted me devoraba con su mirada, excitándose más y más de tan solo mirarme cómo me estaba gustando su masturbación.
Soltó un pujido muy fuerte y aceleró sus movimientos sobre mi cuerpo
= ¡ándale, ábrete bien, muchachita caliente...!
Sentía mi cuerpo verdaderamente caliente, y mi vientre se puso a girar en redondo a pesar de mí misma; mi vagina empezó a dilatarse y a contraerse, símbolo de que estaba excitada; excitada y deseando desesperadamente tener sexo, que me hicieran sentirme mujer, quienquiera que fuera, era un hombre, y ¡estaba necesitando de un hombre!.
Me mordí los labios y cerré mis puños apretando con mucha fuerza la sábana. El hombre ese, Ted, me estaba masturbando con mucha paciencia. Su cara estaba toda roja, congestionada por el alcohol y por aquella emoción de tener a una “jovencita” con él. ¡Quería comerme totalmente!, ¡tenerme de por todos lados!, ¡hacerme rabiar de placer...!, ¡y lo estaba logrando!.
Me sentía muy débil y a su entera merced: ¡estaba entregada a ese hombre!. Mi vientre estaba caliente y estaba "fluyendo" como si fuera una llave de agua: ¡estaba ya lista pa'lo que quería hacer conmigo!:
= ¿ya ves...?, ya estás toda venida..., ¡muchachita caliente!. ¿Ya ves como sí te gusta ésta cosa...?.
Y comenzó a bombearme con mucha fuerza sobre de mi chochito, todo muy dilatado, caliente y venido. Mi cráter anal estaba igualmente distendido y humedecido
= ¡estás toda venida…, hasta del culo…, pinche muchachita caliente!, ¡qué pinche manera de calentarte!.
Sus dedos entraban repetidamente en mis dos aberturas, hasta que me hizo gemir:
- ¡Aaaaggghhh…!.
¿Placer…?. ¡Sí…, era un nuevo placer…!. No lo sabía en ese instante, pero estaba descubriendo el placer de sexuar, sin el complemento de amar. ¡El placer…!; ¡todo mi sexo estaba inflamado!. En cuanto Ted me pasaba sus dedos por la mitad de mi rajadita, sin tener que insistir, los labios de mi vagina se abrían solitos, mi clítoris se erectaba y mis fluidos se me escapaban sin yo consentirlo. Él me acariciaba con mucha maestría.
Estaba yo ahí, boca arriba, despaturrada, con mi vulva muy ofrecida, pero Ted ya no me tocaba: ¡estaba disfrutando con mirarme toda entregada!, disfrutando mi sexo y mis nalgas, que había deseado desde que me miró por primera vez y que los estaba gozando en este momento. Yo no me movía; su mirada estaba clavada en mi panochita y..., con sólo esa mirada tan depravada y degenerada, hizo que me volviera a venir yo solita...
- ¡Aaaaggghhh…!.
Ted se agachó y avanzó su boca hacia mi rajadita; me metió un dedo de nuevo entre mis labios vaginales y me lo deslizó desde ahí hasta mi rajada trasera, enmedio de mis dos nalgas, para luego inclinarse un poco más y empezarme a mamar mi chochito, jugueteándome mi clítoris con su lengua.
- ¡Aaaaggghhh…!.
Sentí una onda que me recorría todo el cuerpo, desde ese lugar hasta mi cabeza, hasta la punta de mis cabellos, pasándome a todo lo largo de mi columna vertebral.
- ¡Aaaaggghhh…!.
No pude aguantarme y solté un gemido que fue casi un grito de placer, de un placer ¡muy enorme y desconocido!, que me estaba absorbiendo en ese momento, y al que le daba la bienvenida, pues estaba segura que lo iba a adoptar para siempre.
Sentí que mi esfínter se "comía" ese dedo que se le insinuaba, y me estaba haciendo vibrar. Sentí cómo se abría mi vagina ante la intromisión de esa mano. Sentí una cosa tibia que se movía en el fondo de mi vientre y..., un placer infinito me llenaba mi culo y mi sexo.
El hombre me estaba chupando mis labios y clítoris con su lengua, muy ágil y hábil, eflorándola, apoyándola, a todo lo largo y a todo lo ancho, insistente. ¡Estaba saboreando, paladeando con toda tranquilidad mi chochito, húmedo, caliente!, y casi virgen.
Su lengua comenzaba desde abajo, e iba subiendo a todo lo largo de mi rajadita, hasta llegar a mi clítoris, ávido y duro, deseoso y ansioso.
- ¡Aaaaggghhh…!.
Volví a gemir y a gritar de placer, sin poder contenerme. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, al ritmo de mi respiración; mis caderas se hacían p'adelante saliendo al encuentro de aquella boca que me sabía estimular. ¡Estaba siendo presa de un enorme deseo!, multiplicado al por mayor; ¡me sentía fundir, de deseo y de placer! y..., volví a empujarle mi sexo contra su cara, para que me lo siguiera mamando.
- ¡Sí Ted sí…, sigue así…, más…, más…, dame más…!.
En ese momento, Ted me tomó todo mi sexo, entero, en su boca, lo besó, lo mamó, succionó. Su lengua me perforó con mucha profundidad dentro de mi vagina ardiente e inundada;
- ¡Aaaaggghhh…!.
Volvió a salir y separó todavía más los pliegues de mi vagina, abriéndome deliciosamente. Me mordisqueaba toda mi vulva con una serie de gruñidos obscenos.
= ¡Ggggrrr…!.
Creí que me desmayaba y, estando casi entre sueños, me olvidé completamente de todo: de mi familia, mis novios pasados, ¡hasta de mis estudios!. Me olvidé de los remordimientos que podía tener en ese momento por tener sexo con alguien completamente desconocido, pues se me metía por mi vientre una sensación..., ¡deliciosa!, que me estaba haciendo descender a la infamia y el envilecimiento...
Estaba girando mis caderas de manera automática; mis mejillas, mis senos, mi ano..., ¡todo estaba que ardía!.
Unas gotas, que más que gotas me parecían unos chorros, se escurrían a lo largo de mi sexo, totalmente mojado.
= ¡Te estás viniendo a lo grande, muchacha…!.
En ese momento, Ted se enderezó y me tomó mi sexo con una de sus manos, apretándolo fuertemente.
= ¡Te vienes de manera sensacional …!.
Sentí que me dilataba completamente, de un lado hasta el otro, desde mi sexo hasta mi culito. No pude contenerme y grité.
- ¡Aaaaggghhh…!.
Un temblor incesante se apoderó de mi cuerpo y comencé a venirme de manera increíble, sobre la mano de Ted.
Después de ello, perdí totalmente mis fuerzas y me dejé caer sobre de la cama, toda despaturrada. El líquido de mis venidas se me escurría por todas mis piernas y estaba manchando la sábana e inundando mi cama...
- ¡Aaaahhh…!.
Suspiré toda apenada y media turbada: ¡este condenado Ted me había llevado al paroxismo, me había hecho descubrir un sexo “fuerte”, que no conocía!.
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El hombre sonrió, satisfecho:
= a esto es a lo que yo le llamo saber disfrutar..., ¡pinche muchachita caliente...!, ¡se ve que te gusta que te den para dentro...!.
Desvié la mirada y me puse muy colorada ante esas palabras; traté luego de levantarme pero:
= ¡quédate ahí cabrona!, ¿p'adonde vas...?. ¿y yo, a qué hora me voy a dar gusto; a poco crees que nomás vine a que masturbarte...?.
¡Mira nomás como estoy; esto te lo voy a tener que meter...!. ¡Ándale, mira mi pito...!, ¿no me digas que esto te hace temblar...?,
¡será de placer...!.
Se había abierto su bragueta y me mostraba su pito, en plena erección, agarrándoselo con una mano y poniéndomelo en dirección hacia a mí, que no podía quitarle los ojos de encima. El muy condenado me lo pensaba meter..., ¡estaba listo para penetrarme...!.
Hasta el día de hoy el único pito que había yo tenido, era aquel de Rodrigo, un ex – novio que había tenido en la facultad, pero..., de manera increíble, luego de aquella ansiedad tan atroz que había sentido al llegar, cuando me trajo cargando hasta llegar a mi cama, el tan solo mirar ese pene me produjo una descarga en mi bajo vientre, me sentí que fundía todita de "por ahí"; sentía un "hormigueo" en todas mis piernas.
El pene de Rodrigo era moreno, delgado, no largo y..., hasta ese momento yo había creído que todos los penes eran iguales, pero no: este pito era grueso, blanco - rosado, muy ancho y con la cabeza muy amoratada; rugoso y con unas venas azules en los costados; lustroso. Tragué saliva tan solo al mirarlo; ¡sentía un deseo inmenso que me recorría todo mi vientre y mi sexo!. Estaba maravillada con ese pene…, estaba deseosa de tenerlo en mi vientre, de sentirlo, de descubrir su textura, su calor, sus “bondades”.
Me puse rígida cuando vi que Ted dirigía su pito contra mi sexo mojado; cuando sentí tan cerca de mi cara la cara del hombre aquel..., su mirada de degenerado..., sus labios húmedos.
Empujó su camote contra mi clítoris, tremendamente erecto, y comenzó a frotarlo en contra de él. ¡Me hizo estremecerme de la emoción!; mi corazón empezó a latir fuertemente y unas sensaciones muy placenteras comenzaron a apoderarse de mí.
Un poco más hacia abajo de ese lugar, mis labios se le abrieron como si nomás lo hubieran estado esperando, abriéndose paso por mi hoyito caliente, entre mis mucosas rosas y todas “venidas” y mojadas por mi calentura.
- ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.
Comencé a soltar de gemidos y a girar mis caderas, de una impaciencia que me hacía avergonzarme por la excitación que traía.
Ted comenzó a deslizar su pene entre mis pelos y yo..., gritaba, imploraba, gemía y suspiraba de la excitación.
- ¡Aaaaggghhh…, sí…, sí…, Ted…, sí…, por favor…, sí…, dámela…, agh…!, ¡sí…, dámela…, agh…, por favooor…!.
Su cabezota, dura y caliente, se paseaba entre los labios de mi vagina, hasta que por fin tomó su lugar y comenzó a hundirse muy lentamente, empujada por la fuerza y el peso del Ted, que se acostaba sobre de mí.
- ¡Aaaaggghhh…, sí…, sí…, Ted…, así…, así…, dámela…, así…, agh…!,
Abrí mis piernas un poco más, aunque ya estaban bastante abiertas y lancé mis caderas contra "ese" atacante que me penetraba y que deslizaba hasta el fondo. Sentí como sus "huevos" venían a estrellarse contra de mis nalguitas y sus pelos me hacían cosquillas. ¡Me vine de manera inmediata!. ¡Tremendamente deliciosa aquella venida instantánea que tuve!.
- ¡Aaaaggghhh…, Teeedddd…, me vengooo…, me vengooo…, me vengooo!
Una deliciosa sensación se apoderaba de mí: esa sensación de bienestar y satisfacción que se había apoderado de todo mi ser. Mi sexo, mojado y caliente, ávido de placer, vibraba alrededor de ese "regalo de carne dura", que me llenaba y colmaba.
Lo recibí con una soberana venida y un calorcito que me recorrió mi vientre abierto, como fruta madura, y que se me subió hasta los senos y mis mejillas.
Su pito se puso a bombearme, entrando y saliendo. Sus golpes continuos y con tanta velocidad me tenían encantada;
- ¡Ted…, ooohhh Ted…, síiii…, así…, máaas…, asíiii…, síiii…!.
Gemía y meneaba la cabeza de un lado hacia otro; ¡me estaba entregando con verdadera pasión y delicia!, pero también con una gran sorpresa de estarme entregando de esa manera a ese tipo desconocido y a ese pene extraño, que me penetraba tan rico. ¡Cada empujón lo sentía que me llegaba hasta el fondo de mi vientre y me causaba un placer indecible!, ¡que me llegaba hasta el corazón!. Gemía, gritaba, pujaba y suspiraba pidiéndole más.
- ¡Sí Ted…, continúa…, síiii…gueleee…, así…, síiii…, dame máaas…!.
El hombre estaba acostado sobre de mí; nuestros sexos estaban pegados y se meneaban al mismo tiempo pa' todos lados. ¡Me estaba viniendo una vez y otra vez y otra vez, sin tener pa' cuando acabar!.
Dejaba que me bombeara a su antojo, yo lo disfrutaba de manera amplificada; sentía a mi corazón latir con potencia. ¡No era más que una hembra en la cópula!, la cual estaba sintiendo cómo, a partir de la punta de ese pene tan grande salía y crecía, se amplificaba, agigantándose dentro de mí un gran orgasmo, tan pero tan intenso, que sentía que me ahogaba, pero que afortunadamente tuvo salida nuevamente por mi vagina, por donde lo expulsé por completo, enmedio de espasmos y convulsiones de puro placer.
- ¡Teeeddd…, me vengo…, de nuevo…, me vengo…, Teeeddd…, me vengo!
Ted no pudo quedar insensible a mis contracciones ni a mis chorros de placer que le estaba descargando sobre su pene, así que, empezó a descargarme su semen en mis entrañas.
= ¡Ggggrrr…, aaaggghhh…, gggrrr…!.
Sentía que me inundaba con chorros y chorros, a más no poder. Su calor era inmensamente gratificante. Se mezclaban dentro de mí su esperma y mis venidas.
Ted se quedó unos momentos dentro de mí, después de venirse; ambos estábamos sin aliento, jalando aire con la boca abierta y con los ojos en blanco. Luego de ello, él se zafó de mi sexo y yo solté un suspiro de desilusión.
= ¡estás verdaderamente sabrosa, muchacha…, coges de una manera muy rica, espontánea, vivaz…!. ¡Te has estado viniendo como una llave
totalmente abierta..., como una puta caliente..., como una degenerada..., culera..., cabrona, me encanta cómo te vienes...!.
No estaba acostumbrada a todas esas "expresiones" de Ted; a manifestarme su bienestar, su placer. Rodrigo, mi ex novio, las tres veces que tuvimos sexo disfrutaba de mí de manera silenciosa; terminaba igualmente callado que cuando me penetraba y luego de salía, sin decirme ni media palabra.
Esas palabras de Ted me atraían, las sentía como halagos. Busqué recargarme contra de la cabecera de aquella cama, con mis piernas más sueltas y respirando profundamente y de una manera más larga. Ya se me había ido el placer y solo restaba la vergüenza de habérmele entregado a ese desconocido, así como así. Pensaba en Rodrigo, en mi ex; pensaba que yo había gozado en los brazos de otro, al que no le tenía ningún amor, a un perfecto desconocido. ¡Nunca creí que eso fuera posible!. Entonces..., ¿podía gozar con cualquiera...?. ¡Sí…, ahora estaba segura de ello!.
Solté un suspiro profundo al acordarme de la educación tan “estricta” que me habían dado mis padres y cómo la acababa de tirar por ahí, al aceptar copular con aquel perfecto desconocido, al no detener los avances que me había comenzado a hacer ese hombre, ¡al provocar a ese hombre a que tuviera sexo conmigo!.
Sin embargo, el hombre aún no había terminado conmigo; me hizo seguirlo hasta el baño, para bañarnos, y ahí me ordenó que me desnudara completamente, cosa que dudé en acatar, pues, llena de remordimientos de mi infancia y la educación de mis padres, todavía me quedaba un algo de pudor en mi ser:
= ¡'órale, encuérate, que quiero disfrutar de tus “bubis”, de tus senos…!.
Comencé a retirarme mi top... Ted clavó su mirada sobre de mis senos; me puse muy roja y él se soltó a reír:
= ¡vaya que eres divertida...; acabamos de tener sexo y ahora te vienes a hacer la santita y no quieres enseñarme tus “bubis”. Además...,
estás toda batida de ahí, de enmedio de tus piernas...!.
Me metí al baño a lavarme mi sexo, y el muy condenado de Ted, que también estaba en la regadera lavándose su pene, se puso a mirarme mientras me lavaba. Terminé limpiándome con una toalla entre mis piernas.
Mientras él se lavaba yo tampoco podía dejar de mirarle a su pene, ¡que me había dado tanto placer...!. Ted se dio cuenta de aquellas miradas y se puso a fanfarronear:
= ¡te gusta mi pito!, ¿verdad...?. ¡Ni quien pudiera decirlo…, con ese aire de mosca muerta que tienes...!.
Bajé la mirada, sintiendo morir de pena ante esas palabras..., ¡pero mis pezones se enderezaban...!. No respondí, más bien me quedé toda estática, de pie, esperando la continuación de esa “velada". Sentía que el deseo se me volvía a presentar:
= ¡estás caliente de nuevo...!, ¿verdad...?. ¡Vete a acostar que ahí te voy...!
El hombre se desnudó, mostrándome su anatomía: en realidad no era "gordo", como yo había creído al principio. Era un hombre grueso, “cilíndrico”; su espalda era algo encorvada, pero muy ancha, que notaba fortaleza y trabajo de gimnasio. Su torso estaba lleno de vellos y tenía marcados sus pectorales, sus piernas eran igualmente gruesas, sin embargo, yo solo le miraba solamente su "fierro"..., que ya se le mostraba “dispuesto” y me fui a acostar en la cama, con mucha docilidad.
Ted llegó a estimularme mis senos, a acariciármelos, a motivarme mis pezoncitos..., los cuales se endurecieron y se erectaron rígidamente:
= ¡por lo visto esto te gusta también...!.
Permanecí acostada durante todo ese tiempo, inerte, sin hacer movimiento alguno, pasiva... ¡Me hizo todo cuanto le vino en gana!.
Entre más se “entusiasmaba conmigo, me tocaba con más fuerza, tanto que me comenzó a lastimar, pero esa fortaleza con la que me tocaba, ¡me calentaba muchísimo…!.
Sentía que mis fosas nasales se me empezaban a dilatar: ¡señal inequívoca de mi estado superlativo de excitación...!. Mi respiración se volvía entrecortada y me estremecía con los labios a medio cerrar...
Luego de ello, sentí como me colocó su boca sobre de mis senos, con su lengua acariciándome los pezones; me los mordisqueaba muy hábilmente y me seguía calentando todavía mucho más...
Bajó su mano hasta alcanzarme mi sexo y me lo comenzó a acariciar y a golpear. ¡Me retorcí por completo y me arqueé hacia adelante!; mi vulva me picoteaba, ¡pero de puro placer!, ¡me estaba viniendo a cántaros llenos!. Mis mejillas, mis senos, mi culo, mi sexo: ¡toda entera estaba caliente otra vez!.
Su boca seguía prendida de mis chichitas de mis senos pequeños, y me mordisqueaba mis pezones enmedio de sus labios, entre sus dientes. Unas ondas de placer se difundían por todo mi cuerpo...
Me estaba estimulando por todo mi cuerpo. Me giraba y volvía a girar para todos lados..., exploraba mi sexo con mucha acuciosidad, con dedos y lengua por todas sus comisuras... Me había separado con mucho cuidado y con sus dos manos todos mis pelitos, para dejar solita a mi rajadita y a mi botoncito de arriba, mi clítoris, que me mordisqueaba deliciosamente entre sus labios.
¡No pude aguantar ese tratamiento y me vine...!, inundando de nuevo mis piernas, mi vientre y todas mis nalgas, además de la cama. ¡Mi ano también había sido inundado con esta “venida”!.
En esa habitación reinaba un aroma muy fuerte a sexo... ¡que me hacía enloquecer...!; era mío y de aquel hombre, entremezclados...
Ahora comenzó a pasearme su pene parado sobre de mi cara, mis ojos, mis orejas, mis labios. Ahí comenzó a empujar con algo de fuerza y me hizo que abriera mi boca, para adentrarse en su interior. ¡Era la primera vez que mamaba yo un pene!. Con Rodrigo jamás se me pudo ocurrir, aunque lo platicara con las amigas y lo mirara en algunas películas.
También me lo paseó por mis senos, sobre mis pezones erectos y de ahí fue siguiendo por todo mi cuerpo, hasta llegar a mi estómago y más tarde sobre mi vientre y mi sexo; ¡especialmente me estuvo paseando su pito sobre toda mi rajadita y mi clítoris...!. ¡Me tenía muy caliente ese hombre!.
Tenía ganas de muchas cosas muy asquerosas, muy depravadas y llenas de bestialidad. No pensaba más que en la fornicación y nada más que en ese pene parado. Comencé a gimotear y a desear que me la metiera.
- ¡Agh…, ya…, agh…, ya…, agh…, métela yaaa…!.
Me colocó de a "perrito", con la cabeza contra una almohada y mis nalgas al aire:
= ¡vas a ver..., te voy a encular..., vas a sentir cómo se te va a ir dilatando todo tu esfínter!.
Mi corazón se detuvo un instante y luego se puso a marchar muy a "la carrera", sin embargo, no me moví, me quedé como él me había colocado.
Me tomó de mis nalgas y me las empezó a apretar con muchísima fuerza:
- ¡Aaaayyy…, Teeeddd…, me duele…, me lastimaaasss…, aaayyy…!.
Solté un grito de dolor y una exclamación dolorosa, misma que acallé contra de aquella almohada y luego gemí un poco más suavemente, pero seguí con mis caderas hacia arriba, a la merced de su pene.
Me separó las nalgas con sus dos manos y con un dedo me empezó a acariciar el esfínter de mi ano, midiéndole con ese mismo dedo su elasticidad y su temperatura. Luego, me lo metió todo entero, ¡hasta adentro!, y de inmediato lo retiró.
Mi ano, esforzado de ésta manera, se abrió de inmediato, como una boquita. Tenía la impresión de que todo mi culo se abría por completo; tenía taquicardia y me vine otra vez
- ¡Aaaaggghhh…, Teeeddd…, me estoy volviendo a veniiiiiiiiiiiiirrr…!.
Y luego..., su pene, me lo empezó a frotar "por ahí". Lo insinuó entre mi vulva, toda totalmente batida, arrancándome una serie de gemidos y de jadeos.
- ¡Ted…, ya…, Ted…, agh…, agh…, Ted…!.
Luego me la empujó con fuerza contra de mi "rondela" y me sacó otro pujido
- ¡Agh…, ya…, aaayyy…, agh…!,
y luego un grito, ahogado de nuevo por esa almohada.
Empujé mis caderas más hacia atrás, ¡hacia el miembro que me iba a empalar...!.
Con la mejilla contra las sábanas, cerré los ojos y los volví a abrir..., ¡muy grandemente!: su pene me estaba entrando muy lentamente dentro de mi ano, que cede y lo absorbe; luego de la cabecita siguió lo demás..., todo su pene..., ¡hasta los testículos!, que sentí cómo se estrellaban contra mi rajadita, ¡completamente batida!, de la calentura que ya traía.
Se detuvo por un momento y luego volvió a arremeter con movimiento de va y viene en mi culo, por medio de movimientos largos y llenos de dinamismo, que me levantaban de todas mis caderas a cada golpe.
Era muy depravado y hasta repugnante el dejarse coger así..., ¡como perra!, pero ese instrumento me perforaba de manera tan deliciosa…, ¡que me hacía estremecer...!.
Respiraba entrecortadamente y a mucha velocidad; gemía y me mordía toda mi mano. Disfrutaba con mucho placer esta verga que me perforaba los intestinos... ¡También Ted le pujaba y soltaba gruñidos bestiales!.
= ¡Ufff…, gggrrr…, Ufff…, agh…!
Me dejaba encular, perforar por esos golpes de su vergota parada, que se hacían cada vez más furiosos y desordenados.
Sin darme cuenta le levantaba más y más mis caderas, para ofrecerle un mejor ángulo de penetración enmedio de mis nalguitas y disfrutar mejor de esa penetración.
Mi complacencia ante sus ataques lo tenía enloquecido; comenzó a acelerar y volvió a gritar una serie de majaderías.
= ¡Eres una puta…, muy puta…, sabrosa…, tan puta…!.
Me empujaba con mucha fuerza estrellándome mi cabeza en contra de aquella sábana, hasta venirse dentro de mí, aventándome sus chorros de esperma caliente en mi recto.
Yo también me puse a gritar de placer, y luego de unos instantes, me dejé caer exhausta sobre la cama.
- ¡Oooohhh…, aaahhh…, agh…, agh…, agh…!.
En cuanto me empezó a pasar el placer, comencé a sentir mucha vergüenza por lo que acababa de hacer y sobretodo: ¡por haber obtenido tanto placer!.
Me quedé en esa posición, con la cara contra el colchón, con las nalgas p'arriba y con mis piernas abiertas. Ted se puso a reír y me asentó una nalgada:
= ¡quédate como estás..., déjame verte de nuevo esas nalgas tan ricas que tienes...!. ¡Qué culo...!. ¡Me encantas muchacha…, me encantas, putita!, y me pasó una mano sobre de mis asentaderas, para terminar por hundirme un dedo en mi rajadita, cosa que me hizo gemir.
- ¡Aaaaggghhh…!.
= ¡Con ese aire de inocencia que tienes...!, ¡es increíble!; ¡no te muevas...!, ¡eres una puta muy rica...!, ¡estás sabrosísima!.
¡Lo sabes gozar a lo grande..., te veniste cuanto quisiste; no hacías más que abrir las patas, y querías otra vez... y otra vez!. Si quieres más de mi verga…, ya no hay, para mí ya fue más que suficiente... ¡Vámonos a dormir, muchachita caliente... Si quieres de nuevo..., tendrá que ser otro día, pues yo ya no puedo conmigo…, ¡me dejaste agotado…!.