Un gran consuelo (2)
La aventura en que nos embarcamos después de la primera sesión de sexo no acabaría en la primera vez. Una ocasión social nos da la oportunidad para nuevamente perdernos en la lujuria y el sexo...
Después de la aventura que tuvimos mi madre y yo solos aquel domingo, se podría pensar que nuestra relación iba a ser diferente de alguna manera; pero no. De hecho y por algún tiempo dejamos de hablarnos con la misma confianza con la que nos habíamos tratado hasta ese momento. Para conservar las apariencias frente al resto de la familia, obviamente nos hablábamos normalmente y bromeábamos, pero en el fondo había supongo, un resto de sospecha mutua que nos hacía ponernos en guardia cada vez que nos topábamos. Dejamos por un tiempo también de sentarnos juntos en la noche, en el porche de la casa a tomar alguna bebida y charlar.
Dejé de preocuparme seriamente por las posibles consecuencias del asunto, y también me dije que esto no se repetiría, pero en el fondo no lo creía del todo pues descubrí en mi madre a una mujer ardiente y necesitada de lo mismo que yo podía a la vez necesitar y dar.
Casi un mes duró la situación que les describo; en una noche especialmente cálida mi madre preparó una jarra de sangría y me invitó a acompañarla al porche y platicar. Yo por mi parte ya me sentía incómodo con tantas reservas tanto de ella como mías y me pareció una buena oportunidad de hacer que las cosas quedaran como antes. Como antes de nuestra relación, quiero decir.
Mi padre se encontraba en ese momento preparando una documentación de un caso que estaba llevando en ese momento; mi hermana se encontraba con unas amigas por lo que mi madre y yo estábamos solos, descansando en el porche viendo pasar a la gente frente a nuestra casa. La conversación que empezó como intrascendente y superficial, lentamente derivó hacia mi status de soltería y si había conocido a alguna chica nueva desde mi desdichada experiencia con Sonia. En ese momento no me sentía de humor para embarcarme en otra relación y estaba disfrutando en ese momento de andar a mi aire y no tener el compromiso de visitar a una muchacha y consecuentemente visitar también a su familia. En ésas estábamos cuando me preguntó de sopetón:
- Y bueno, no es que piense mal pero...¿Dónde aprendiste a hacer eso?
Evidentemente estaba pensando en el 69 que hicimos pues pude notar que ella disfrutó locamente el sexo oral que le dí (de hecho la mayoría de las mujeres disfrutan mucho que les den esa clase de placer, y las predispone para mejores lances en la cama. Nota para todos los donjuanes aspirantes).
No le podía decir que con algunas de las amigas o novias que tuve y que las convencí para hacerlo. De hecho lo habíamos hecho con preferencia a la penentración en algunos de los casos, con el fin de preservar la virginidad de ellas. Además tampoco podía decirle a mi madre que de vez en vez había utilizado los servicios de algunas prostitutas.
Y tampoco poodría decirle que debido que, por haber frecuentado a algunas prostitutas ya algo mayores de edad, me había despertado el antojo de las mujeres mayores. Por lo que mis respuestas eran evasivas:
Esteee....caray pero cómo quieres que te diga, mamá. Por ahí, por ahí...
¿Cómo que por ahí?
Sí bueno, creo que lo ví también en una revista y por eso se me antojó.
La ví de reojo y me pareció por la expresión medio ausente de su rostro, que estaba rememorando ese momento cuando nos unimos por la fuerza de la lujuria, para saciar nuestra hambre animal de sexo. No comenté nada. Sin embargo ella no podía cambiar de tema.
Bueno, ¿y que te pareció lo de la otra vez? Tal vez no deberíamos pero ya que lo hicimos, déjame decirte con toda franqueza que lo disfruté mucho. Espero que así haya sido para tí también.
La verdad y dispensa que te lo diga así también francamente, me gustó mucho. Tanto que a veces en las noches cuando me acuesto y recuerdo todo lo que pasó, no puedo evitar a veces tocarme...
¡Beto!
Perdón, no pensé lo que decía...
Por tu bien y por el mío, creo que deberías empezar a reemplazar esas memorias, con experiencias frescas. Deberías salir de tu concha y salir por las tardes con amigos o con amigas, para que se te empiece a quitar eso de la cabeza. De todos modos ya van días que te la pasas encerrado.
-Sí, tal vez estamos pensando lo mismo pero desde que pasó lo de la ...Sonia, pues nomás no me dan ganas de salir.
Sal. Diviértete. Vete con tus cuates. La vida sigue su curso.
Hasta eso tienes razón.
Socarrona, el humor recuperado de nuevo:
Ojo, amiguito, que no te estoy dando permiso ni animando para que te me vayas de rabo verde ¿okey?
Ufa, pues entonces de qué se trata...
Ya, mal educado! Se te olvida con quién hablas.
Ufa...
Amigos de nuevo, le conté el sensacional chiste totalmente nuevo y totalmente blanco que me habían contado hace dos días y que me moría por contarle a alguen. Charlamos de otras cosas más y en general lo pasamos bomba.
Quince días después, nos llegó la invitación a la boda de alguna pariente de mi madre. Por algún motivo mi papá no se llevaba bien con la familia de mi madre (algo que ver con que no daba sus servicios gratis), por lo que al percatarse de quién enviaba la invitación, gruñó como cuando lo contrarían. Mi madre se consternó al ver la reacción de mi papá, que casi de seguro era la antesala a su negativa a asistir. Un par de días mi madre se vió mortificada porque pensaba que tampoco ella asistiría, hasta que me atreví a sugerirle tímidamente, que bien podría yo acompañarla en lugar de mi padre. Esto le pareció conveniente ya que por lo menos ella me podría disciplinar a no beber más de la cuenta si es que bebía algo, y en consecuencia podría disfrutar un viaje tranquilo a casa...lo que no ocurría cuando mi padre bebía y manejaba.
El día del festejo era sábado. Me dió oportunidad de llevar un traje a la tintorería y de estrenar camisa y zapatos. A mí realmente me gusta vestirme de traje por lo que aprovechaba para tomar por los pelos cualquier oportunidad de ir como pavo real moviendo mis mejores plumas ante las damas. Después de bañarme me vestí y elegí con mucho cuidado una corbata gris para hacer juego con el traje.
Mi madre se vistió soberbia: vestido negro no muy largo, con la espalda y los hombros descubiertos, unos zapatos negros, un collar de perlas, reloj de oro en una muñeca y una pulsera de perlas a juego en la otra. Para mi satisfacción, eligió no hacerse uno de esos peinados llenos de rizos y chongos que muchas personas consideran indispensables para salir a cualquier evento social y que le roban a una la mitad de la tarde en la peluquería para hacérselos. El vestido sin ser abiertamente provocativo sin embargo dejaba ver algunos contornos del cuerpo generoso de mi madre.
Caballerosamente, abrí la puerta de mi coche para que entrara mi madre, e hice alarde de modales de manejo todo el camino. Medio liberado, me permití encender un cigarrillo mientras manejaba y puse en el estéreo del auto un disco de música clásica que sabía que a mi madre le gustaba. El aire estaba fresco y pudimos viajar con las ventanillas bajadas.
El salón. Realmente no puse mucha atención en el salón y sus ocupantes, excepto por algunos primos que, según su opinión parecía yo más novio que el novio, porque el contrayente había escogido un ridículo traje con el saco casi hasta las rodillas que lo hacía parecer uno de los músicos. Bailé con algunas de las muchachas que estaban ahí y para mi madre también me hice de algo de tiempo para bailar con ella.
En las melodías lentas y románticas la tomé de la cintura y la abracé para que quedara cerca de mí. Sus ojos grandes quedaron a centímetros de los míos y podía sentir su cuerpo cálido en mis brazos y su aliento en mi cuello. Aunque sentía otra vez la llama del deseo al estar junto a ella, bailando a media luz, me porté impecablemente, sin olvidar que estábamos rodeados de una multitud, no pocos de los cuales eran familia y que obviamente no dejarían de fijarse en lo que hacíamos.
Por fin, la salida. La boda demoró como hasta la una de la mañana; nos parecía grosero irnos antes de modo que estuvimos todavía para felicitar a los nuevos esposos. Salimos tomados del brazo hasta el coche.
En el camino de regreso mi madre se recostó junto de mí, y manejé lentamente, disfrutando la noche, y pasé un brazo sobre los hombros de ella. En un momento que estábamos parados volteé hacia ella y le dí un beso en la mejilla. Mi madre medio amodorrada se dejó hacer pero inmediatamente después me miró con la sorpresa retratada en sus ojos. Me volví a sentir atrevido y cuando me miraba le dí un beso en la boca.
Mmm, ayyy hijo...
¿Qué, mamá?
Mira, yo me siento muy rico así como estamos y todo, pero compórtate.
Es que, ¿sabes? estás muy guapa y ahorita me siento muy a gusto. No quiero ofenderte y por favor comprende, pero a pesar de todo me gustas y te deseo. Claro que no me voy a propasar, si tú no lo quieres.
Sentí que estaba ganando la batalla porque aunque su boca decía no, sus ojos decían sí. Tomé su mano y la guié hasta mi entrepierna, que para entonces ya tenía una erección a medio camino. No dijo nada pero soltó un suspiro, por lo que aproveché para besarla largamente en la boca. Nuestras lenguas se encontraron y nuevamente fuimos una pareja de amantes atenazados por el deseo. En lugar de ir a la casa, enfilé con el coche a un hotel discreto y que sabía por experiencia previa, era muy agradable.
Ya dentro de la habitación despertó nuestra lujuria con toda su fuerza. Nos abrazamos y nos besamos en cuanto cerramos la puerta. Mis manos no cesaban de acariciar ese cuerpo opulento, curvilíneo y generoso de mi madre. Al desnudarnos nos encaramos frente al espejo, yo detrás de ella con sus senos en mis manos. La imagen de su pubis depilado, sus senos grandes y ligeramente caídos, sus caderas abundantes y mi imagen detrás de ella acariciándola, era más de lo que podía soportar. El primer encuentro estuvo marcado por la prisa y la culpa de haberlo tenido en nuestra misma casa, pero ahora teníamos la noche por delante. No me privaría de nada esa noche.
La giré para que quedáramos frente a frente y me incliné para besar sus senos y mamar sus pezones; las manos de mi madre se ocuparon de mi verga y yo le acariciaba las nalgas. Tanto era nuestro deseo que olvidamos momentáneamente la cama y nos abrazamos y acariciamos ahí mismo, de pie a la mitad de la habitación. Nos dijimos las cosas de se dicen los amantes cuando están enfrascados en el trance amoroso, y aún más, hacíamos valer nuestra condición de madre e hijo a fin de excitarnos más, diciéndonos cosas como "madre, mi cielo, preciosa", y "sigue, sigue hijo, hazme gozar".
Después de un larguísimo rato que estuvimos así, nos fuimos a la cama. Mi lujuria me sugería mil cosas que hacer con mi madre, y ella por su parte, rendido todo escrúpulo, sería mi sirvienta para someterse a las cosas que mi imaginación me dictase. Me tendí nuevamente de espaldas y cuando ella se disponía a chupar mi pene, le dije que se sentara en mi cara. Sin decir nada más, ella se sentó exactamente como yo quería, con su vagina en contacto con mi boca y mis manos libres para acariciarle las nalgas y los senos. Clavé mi lengua en su vagina y besé los labios de su vulva, acaricié su clítoris que en su dureza rivalizaba a mi miembro. Mi madre loca de placer y de gozo se movía como si la estuviera penetrando y a mí me enardecía ver sus nalgas agitarse encima de mi cara. Ella se inclinó ligeramente para tomar mi verga y masturbarme, y yo abrí sus nalgas para alcanzar su culo con mi lengua, un culo apretado y caliente que hizo a mi madre lanzar un grito sofocado a medias al sentir como la sodomizaba con mi lengua. Todo el cuerpo de ella olía a talco y al perfume que se había puesto, mezclado con el aroma de su sexo que estaba húmedo en anticipación a recibir mi miembro. Ella también, pujaba y su calentura la hacía decir cosas sucias y excitantes..."cabrón, eres un cabrón caliente, sigue mamando mi culo, méteme tu lengua en mi coño, cálmame la calentura, cómeme"..."sí, mamita, tienes un coño muy rico y un culo mejor, me lo voy a comer todo". Ella se recostó completamente en mí para mamar mi palo, su boca giraba y giraba en torno a mi miembro y me hacía subir a la cima del placer. La hice meterse mis testículos en la boca, cosa a la que ella reaccionó con presteza y los besó y lamió mientras me masturbaba. Mis embestidas con la lengua en su coño no tardaron en hacer su efecto y la sentí apoyarse con todo su peso en mi cara, con mi lengua toda dentro de su vagina, moviéndose con urgencia de venirse. Pero yo ya no pude aguantar y solté mi semen dentro de su boca. Mis estertores al eyacular provocaron su orgasmo también y se vino en mi boca, con largos suspiros. Sentí como sus jugos inundaban mi boca. Nos volteamos y nos besamos descaradamente en la boca, con nuestras lenguas bañadas en mi semen y sus fluidos, bailando en nuestras bocas. Mi verga no había terminado de eyacular y todavía alcancé a derramar algo de mi semen sobre su vulva caliente.
Después de esta primera acometida nos quedamos como desmayados, abrazados estrechamente. Sin decir nada sus ojos me agradecían por el lance al cual nos habíamos sometido. Nos aseamos brevemente y nos tendimos en la cama para descansar un rato, porque la noche no había acabado ahí. Nuestra calentura no se enfriaba así de rápido.
Encendí la televisión y nos tendimos, yo de espaldas y ella encima mío, de espaldas también. Sus nalgas grandes aprisionaron mi verga, que de inmediato se empezó a erguir de nuevo. Yo jugaba con una mano con sus senos y su vulva y con la otra manejaba el control remoto de la televisión para sintonizar un canal en el cual ponían películas porno, un servicio adicional del hotel como incentivo para sus clientes. La película que vimos en ese momento tenía una escena de lesbianas, dos rubias de senos enormes que estaban en ese momento enfrascadas en un 69 como el que nosotros acabábamos de hacer. Cuando una de ellas se empinó para que la otra le mamara el culo, sentí cómo mi madre se empezaba a mojar. ¡Era bisexual! Me pregunté que otras cosas sería mi mamita querida...
Su mano tomó la mía y me enseñó la manera de cómo se masturbaba. La tele mostraba a una trigueña unirse a la acción; se colocaba un pene de hule para penetrar a una de las rubias, a la cual tendió de espaldas y la hizo abrirse de piernas para meterle el miembro de hule. La otra rubia contemplaba la escena, metiéndose un consolador. Los movimientos masturbatorios de mi madre aumentaron de ritmo y sentí como sus nalgas se apretaban más en torno a mi verga. Mi madre suspiró y me dijo "ahora sí mijo, méteme tu verga". No me hice de rogar y la puse en cuatro, de frente al televisor para no perdernos nada de la acción. Mi verga encontró fácilmente el camino dentro de ella, pues ya estaba de nuevo plenamente lubricada. Yo sentía lo rico, lo caliente, lo apretado y húmedo del coño de mi madre. La tele mostraba ahora a una de las rubias colocarse el pene de hule y lubricar abundantemente el culo de la trigueña para metérselo por ahí. La otra rubia abría las piernas y se colocaba en posición para que la trigueña se comiera su coño mientras era penetrada por detrás. Mi madre, con mi verga dentro de ella y viendo la pantalla, jadeaba y pujaba como si de un parto se tratara. Yo notaba cómo se excitaba viendo el trío lésbico y me animé a preguntarle:
¿Te gusta lo que están haciendo ellas?
Noooo...siiii...están muy ricoo...
¿Te gustaría estar así alguna vez, con otra mujer?
Aaayyy...siiii...tú no dejes de cojerme, hijo...
¿Quieres estar un día cogiéndote a otra?
Lo que tú quieras, mi rey, pero no te detengas, dale...
Pensar en cómo se vería mi madre comiéndole el coño a otra mujer, la película porno y mis propias embestidas, me llevaban rápido hacia otra eyaculación. Acosté de espaldas a mi madre mientras le cerraba las piernas de modo que mis testículos podrían estar en contacto con sus nalgas y además apretarían más su vagina. Mi orgasmo se acercaba y se lo anuncié a mi madre:
Ya, ya, mamá, no aguanto más, me voy a venir...
Sí, sí hijo, córrete, suelta esa leche en mi coño.
Te los voy a echar todos mamá, te voy a bañar y te voy a preñar...
Maaaas, máaaas....dame mas verga, hijo, mi amor, cógeme y vente rico...
Ella se vino antes que yo. Nuestros gritos y la posibilidad de nuevos placeres nos precipitaron al orgasmo. Sentía como la otra vez, cómo los músculos de su vagina se tensaban en torno a mi miembro palpitante mientras ella gritaba su orgasmo en un escandaloso "aaaaaaay". Sus movimientos agitados y espasmódicos no tardaron también en hacerme eyacular en esa vagina, yo también me movía como poseído taladrándola incontrolablemente hasta el orgasmo. Nos colapsamos nuevamente, y ese rato que no percibimos nada, a su modo fué algo de lo mejor.
Era tarde cuando nos bañamos para vestirnos y retirarnos. Nos bañamos juntos e intenté, recuperada mi erección, de metérsela por el culo pero ella no accedió. De todos modos me dejó masturbarme y se empinó para mi semen le llegara s su culo. Nos terminamos de bañar y nos fuimos. Tras de nosotros el cuarto quedaba embebido del aroma del sexo.
No dijimos nada más en el camino ni en la casa. A la mañana siguiente obviamente todavía estábamos ojerosos y pretextamos que nos habíamos ido a la casa de la novia a continuar el festejo.
Ahora sí no hubo cambio de humor en el trato que nos dábamos, y ambos esperábamos la oportunidad para revolcarnos juntos de nuevo. De ahí en delante nos tuvimos que esforzar para seguir comportándonos normalmente frente a los demás, pero era un hecho que un nuevo vínculo de sexo se había forjado entre nosotros. No sabíamos cuándo, pero sí estábamos seguros que nos volveríamos a ver en esas circunstancias.
Además, mi descubrimiento de la bisexualidad de mi madre me daba nuevas ideas para practicar la próxima vez que estuviéramos juntos. Mi madre se sorprendería cuando le presentara a una amiga especial...
Espero que hayan disfrutado con este relato como yo difruté escribiéndolo (a veces con una mano...) y para los amigos que me pedían la continuación espero queden complacidos.
Bocaccio Jr.