Un gran amor del ayer
Conoci una hermosa mujer a mis 18 años cuando ella tenía 35, hoy a sus 38 aun se ve hermosa y tengo ganas de ella...
Un gran amor del ayer
Hace pocos años, tres más o menos, mantuve una relación con una mujer maravillosa, Eloísa, de 35 años de edad, yo andaba por los 18, una mujer pequeña, de 160 centímetros de estatura, contextura media, piel blanca, cabello colorado, una mujer del clóset, rodeada por los principios religiosos de su familia, donde yo no tenía cabida. Por amor a ella pude amañarme y fingir ante su familia que era una mujercita heterosexual que la religión de ellos obliga y lo aceptamos de esa forma ante los demás pero no ante nosotras mismas, teníamos una doble moral como quien dice algo. Eloísa tenía dos hijas de un compromiso fallido, Tatiana de 17 y Carla de 14.
Acostumbraba ir a visitarla con frecuencia, intercambiamos opiniones y experiencias, era una excelente profesora de educación primaria y yo una recién ingresante estudiante universitaria. Su familia no perdía tiempo de involucrarme en sus débiles principios religiosos y tendenciosas historias de heterosexuales, aceptando todo de muy buen agrado con la hipocresía que la sociedad me enseña. No fue sino un verano, que había dejado en su centro de enseñanza pendientes de evaluación por lo que sus padres marcharon al campo de paseo con sus hijas, dos meses sola en casa.
Ahora mis visitas se hacían diarias, a toda hora. Dentro de la casa y a puerta cerrada, nos bañábamos juntas, caminábamos por la casa en ropa íntima, algunas veces desnudas, nos dábamos sendos abrazos, apasionados besos y muchas caricias, en la segunda semana del primer mes, prácticamente me mude a su casa. Hacíamos vida de pareja y muchas y variadas formas de sexo rico y maravilloso.
Me acuerdo una noche, de mucho calor, dormíamos juntas en ropa intima, bien abrazaditas una de la otra, dándonos besitos, acariciando nuestros cuerpos, sintiendo sus labios, sus pechos, sus nalgas. Me dijo que nos quedáramos desnudas y durmiéramos así. Apagamos las luces y nos dispusimos a dormir, pero no podíamos conciliar el sueño, nos dábamos vueltas en la misma cama, simplemente no podíamos controlar nuestros deseos. Me di vuelta frente a ella, rodee mis brazos a su cintura, subiendo hasta su espalda, juntamos nuestras bocas, rozamos nuestras lenguas, pegando mis pechos a los suyos; metí mi mano entre la cama y su cuerpo, ella levantó una de sus piernas y pude meter la mía entre las de ella, que me la aprisionó bien, con mi otro brazo la jalaba hacia mi cuerpo en un interminable beso, lleno de lujuria, de deseo, deseo de pertenecernos la una a la otra. Ella se echó en la cama y con la palma de mis manos recorrí todo su admirable cuerpo, luego mis labios y mi lengua se posesionaron de los suyos y empezaron a moverse hacia los lados por sus mejillas, llegando hasta el pabellón de su oreja que las mordía suavemente con los dientes e introducía toda mi lengua en él mientras el resto de mi cuerpo se movía, refregándome en ella como si nos quisiéramos arrancar la piel, sobándole mis pechos, mi coño, ella con sus manos me apretaba las nalgas cogidas una por cada mano, me las abría tratando de introducir un dedo en mi culo y mi boca se deshacía en la de ella. Me bajé a sus pechos y empecé a darles una lamida por el contorno de sus tetas, mi mano se perdía entre su coño y se lo frotaba con muchas ganas, mis dedos en el borde de la raja de su coño completamente estirados frotándole de arriba hacia abajo.
Abría muy grande mi boca para devorar sus tetas y cuando la cerraba mis labios se juntaban a sus pezones jalando hacia arriba en un suave plop, ruido de mis labios en sus pezones para después darle cariñitos y masajitos con mi lengua, bordeando todo su pezón, cambiando y alternando de pecho en pecho y mis manos en su coño y uno de mis dedos pugnaban por entrar en él. Ella a su vez tenía su mano en mi coño y con la izquierda acariciaba mi espalda, tenía dos de sus dedos levantados de manera que se me clavaban al coño y yo me movía en ellos como si se tratara de una rica verga pero sus dedos eran más juguetones. Luego me aparté de ella y me di vuelta quedando mi coño cerca de su boca y el suyo al alcance de la mía. Ella abría las piernas lo más que podía y yo las mías cerca de su boca. Con mis dos brazos me agarré a sus piernas y le lamí el coño de arriba hacia abajo mientras refregaba el mío en su bocas. Con mi lengua le escarbaba por los costados de su coño debajo de sus labios vaginales tratando de encontrar su clítoris y lamiendo la entrada de su coño. Una vez que lo hice aparté una de mis manos de sus piernas, la derecha, junté dos de mis dedos, el medio y el anular, los puse erectos, mi mano izquierda cruzaba su pierna izquierda y mis dedos le abrían el coño por ese lado, los dedos de mi mano derecha entraban y salían de su coño con rapidez, mi lengua golpeaba su clítoris, se lo acariciaba, se lo mordía con mis labios. Sentía en mi coño los dedos de Eloísa que me penetraban constantemente, me movía de arriba hacia abajo sacándome y metiéndome sus grandes dedos, hasta que empecé a mover incesantemente de atrás hacia adelante con mis dedos y mi lengua en su coño, y exploté del gusto abriendo su boca golosa mientras con mi boca degustaba sus flujos, unos espléndidos orgasmos. Después de este maravilloso sexo dormimos plácidamente como dos niñas buenas. Así la pasamos muy bien durante estos interminables días, teniendo sexo a toda hora y en cada rincón de la casa. Pero un día, haciendo gala de nuestro más grande amor, la tenía arrinconada a una pared de la sala, estábamos en ropa íntima, la mañana empezaba a abrirse paso y su tía haciendo uso de su llave, una de las copias de la puerta, abrió la puerta y nos encontró abrazadas una a la otra, acariciándonos y besándonos. Puso el grito y la mirada hacia arriba, se enfrentó a su sobrina, aproveché el momento para terminar de vestirme e irme a mi casa. Esa mañana fue nuestra última sesión de amor y sexo, extrañaba sus caricias y su cuerpo junto al mío.
El día de hoy, cuenta con 38 años, sus hijas, Tatiana y Carla con 20 y 17 años, yo con 21 años. Aún luce hermosa como aquella vez, vive ahora lejos de su familia entrometida, en un departamento propio, sin dependencia familiar de ningún tipo. He visitado su casa, luce radiante, cuando nos hallamos a solas, lejos de sus hijas, nos prodigamos caricias y besitos, aún se resiste un poco pero al final las acepta, rememorando encuentros pasados. Sus hijas han sido muy mimadas por ella, por lo que son algo aniñadas para su edad, la mayor de 20 años tiene un cuerpo admirable, piel blanca, cabello largo y ondulado, cuerpo delgado, con pecas en el rostro y gran parte de su cuerpo que la hacen excitante, tratan de llamarme tía, haciéndome sentir la hermana menor de su madre, pero yo no las dejo, pues casi tienen mi edad y no se los permitiría, son una dulzura. Cuando me quedo a solas con Tatiana, la tomo de sus manos, las siento suaves, con mis dedos alejo su cabello de sus orejas, acariciándoselo con cariños, tocando su barbilla con mis dedos, acariciando sus mejillas diciéndole lo linda que está. Cuando estoy sentada en el mueble grande pongo una pierna estirada a lo largo del mueble y la otra doblada con el pie en el suelo y la llamo para conversar, sentándola junto a mi chocando sus nalgas con mi pierna en el mueble y pegando su pierna derecha a la mía que está en la esquina del mueble, de modo que mis manos se posesionan de sus muslos y los acaricio con avidez pero con gran disimulo sosteniendo nuestras miradas en la conversación que sostengamos, excitándome con su hermoso cuerpo, esto lo hacemos en nuestros pequeños momentos a solas, parece que ella disfruta mucho de mis caricias, porque me da sonrisas pícaras y complacientes.
En una de esas tardes de visita, su mami Eloísa, salió por poco más de una hora, mientras Carla veía conmigo la televisión y Tatiana se hallaba en el baño. Cuando ella salía del baño, con su toallita puesta, coqueta y siempre alegre, decidía llamarle para decirle algo, ella me replicó:
- Ven para acá mientras me cambio porque me voy a la universidad.
No me hice menos y fui hacia ella, allí en el cuarto se despojó de la toalla quedándose totalmente desnuda, estaba preciosa. Seguidamente tomó su calzoncito y se lo puso, yo aproveché un poco la situación:
- Déjame acomodarte un poco corazón.
Metí mis dedos entre los pliegues de su calzón, jalando los bordes hacia afuera mis dedos rozaron sus suaves nalgas, me tomé todo el tiempo. Después al acomodarle el sujetador, metí mis dedos entre sus pechos, cogiendo entre ellos sus pequeñas y duras tetitas, poniéndolas derechas en su sujetador.
- Ya ves corazón, ahora lucirás más bella y coqueta, los chicos te mirarán más.
Y le di una pequeña palmada en sus nalgas mientras hablaba sobre temas intrascendentes de la academia y demás, le advertí que quedara entre nosotras, pues su mami se molestaría por haberla puesto más linda y más coqueta a lo que ella aceptó. Ella me sonreía levemente. Dejé que terminara de vestirse y salí a la sala donde estaba su rebelde hermana Carla, con quien no había hecho buenas migas, pero estaba tan entretenida con la madre y con la hija mayor para detenerme a pensar en una niña rebelde.
Siendo la tarde joven aun, no estando Tatiana y Carla, estaba Eloísa a solas conmigo, me decidí por todo con ella, fui hacia la cocina donde estaba, me puse detrás de ella, metí mis manos bajo su vestido, dentro de su calzón y empecé una intensa masturbada, ella levantaba la mirada hacia arriba, cerraba los ojos, gemía delicadamente, mi otra mano se metía entre sus tetas, mis labios y mis dientes mordían su cuello, no me detuve hasta que sentí mis dedos encharcados en su coño muy mojadito por las metidas y sacadas de mis dedos. Toda la tarde tuvimos sexo como dos adolescentes descubriendo el placer hasta una hora antes que llegaran sus bellas hijas.
Mis tardes era muy placenteras al lado de Eloísa pero aun no se me daba la oportunidad de estar a solas con Tatiana, mi paciencia dio frutos pues Eloísa salió a atender un cliente pues entregaba productos de belleza a domicilio, sobretodo si el cliente era nuevo y había que abordarla, lo cual me dio muchas ideas. Ya a solas con sus hijas, y con Tatiana en su habitación, fui hacia donde ella a repetir la rutina de ayudarle a cambiarse y se nos hizo algo más natural y me quedé con ella hasta que estuvo totalmente vestida, nos sentamos un rato en la cama prosiguiendo nuestras charla, diciéndole además que cada vez estaba más linda, casi de manera inconsciente y casual puse mi mano izquierda en su hombro izquierdo, con mi mano derecha acaricié su mejilla izquierda me acerqué un poco más a ella y le di un cálido beso en sus virginales labios. Su rostro enrojeció, ella se apartó de mí, me miró fijamente sin decirme nada y con el pretexto de hacerse tarde salió rápido de la habitación con dirección a la sala. Me fui un rato al baño dando tiempo que se relajara un poco. Al salir del baño y estar en la sala, mi mirada buscó la suya, la cual rehuía, y bajaba la mirada como arreglando sus cosas para la universidad, me acerqué a ella pegué mi coño a sus nalgas, tomé el mismo libro que ella con la intención de acariciar su mano, a lo que me rehuyó nuevamente lanzándome miradas de desconcierto, alejándose un poco de mi lado.
Tiempo después llegó Eloísa, donde todo parecía normal entre nosotras, al tiempo que Tatiana se disponía a salir y Carla se preparaba pasa ir a clases también. Al estar en la puerta, Tatiana me lanzó una mirada inquisidora, como queriéndome preguntar que me proponía con ella, yo la miré fijamente y desde donde estaba sin que me vieran las demás le lancé un beso voladito y cortito. Ella me miró, bajó la cabeza y sonrió para si, mirando el piso y salió. Esa tarde a Eloísa la tomé de una forma salvaje tratando de imaginar que era a Tatiana a quien se lo hacía, le mordí sus tetas causándole dolorcillo, le apreté el coño, la puse de costado, le apreté las nalgas como si las quisiera arrancar de su culo, le arañé las piernas, la apretaba con vehemencia a mi cuerpo, la estrujaba toda. Le devoraba sus tetas, le metía mis dedos al coño torpemente, quería explotar con ella en un segundo. Ella tuvo que detenerme:
- Cálmate amor, que me haces daño. Tú sabes que soy tuya, no tienes que ser salvaje conmigo.
- Lo siento amor, pero es que te deseo tanto y tantas veces.
- Lo sé amor, por eso me hace feliz tenerte en casa conmigo.
En el fondo de mi, tenía la imagen de Tatiana en mi mente y la sonrisa que me rehuyó, presumiendo una aceptación de mis caricias, mi mente divagaba en mil planes para hacerla mía, tanto o más que a su hermosa madre.