Un gol en la primera parte
Estoy a punto de disfrutar en televisión de un partido de mi equipo cuando vienen unos vecinos pesados, pero, más que a ver el partido, vienen a disfrutar de mi madre.
Esta historia transcurrió hace bastantes años.
En aquella época yo tenía 18 años y mi madre 39, morena y con muy buen cuerpo.
Es un miércoles por la tarde y estoy en mi habitación estudiando un poco a la espera de ver un partido de futbol que echan por televisión en unos pocos minutos.
Mi madre también está en casa, pero mi padre no viene en toda la semana, ya que está trabajando fuera de Madrid.
Llaman a la puerta y oigo a mi madre abrirla.
Se pone a hablar con alguien, me parece oír varias voces.
Dan unos golpecitos en mi puerta, es mi madre.
Me dice que han venido los vecinos a ver el partido con nosotros. Lo que me sienta a cuerno quemado. Me prometía una jornada de futbol sin aguantar a nadie.
Estos vecinos son un matrimonio sin hijos, de unos cuarenta y tantos años, que suelen últimamente venir a ver el futbol con nosotros cuando lo echan en televisión.
Ni a mis padres ni a mi nos gusta su compañía, pero nadie se atreve a decirles que no vengan. Tampoco se quien les invitó la primera vez, pero seguramente fueron ellos mismos los que se invitaron al ser tan aprovechados. Son los que les das la mano y se toman el brazo.
En esta ocasión están dispuestos a ver el partido aunque no esté mi padre.
Me avisan que el partido comienza, por lo que tengo que salir si no quiero quedarme sin verlo.
Saludo a los vecinos que están ya aposentados en el salón delante del televisor con sus bebidas.
La vecina lleva una escayola en la pierna, se la rompió.
Nos sentamos a ver el partido.
Mi madre aprovecha que hay corte en el juego y se levanta a preparar algo de picar.
La verdad es que a mi madre nunca la ha gustado el futbol pero se queda a verlo por no hacer un feo a los vecinos.
El juego se reanuda.
Veo al vecino algo inquieto, dice que va a ayudar a mi madre a traer las cosas y sale del salón.
Después de unos minutos, como el vecino no viene me levanto y voy también a la cocina.
Camino por el pasillo, la veo a ella de espaldas preparando algo.
Aparece él, de espaldas a mí, se acerca a ella, la pone una mano sobre el culo, ella se lo quita con el brazo.
El vecino se pone en cuclillas detrás de mi madre, abre un cajón a la altura de sus tobillos, hace como si cogiera algo y mete una de sus manos debajo de las faldas de ella, la baja las bragas.
Ella se quiere apartar, pero la sujeta y sube la mano que la ha bajado las bragas por debajo la falda tanto que debe haber llegado al conejito, por el salto que pega mi madre.
Sin querer hago ruido y comienzan a darse la vuelta para mirar.
Me escondo rápidamente en la primera puerta que encuentro, el dormitorio de mis padres, y cierro la puerta. Espero que no me hayan visto.
Aguanto sin moverme un momento, sin saber que hacer sin que me vean.
Les oigo que pasan con cosas para picar.
Recuerdo que mi padre guarda aquí una bufanda del equipo de futbol. Ya tengo una excusa para que no sospechen que les he visto.
La cojo, me la pongo al cuello y salgo del dormitorio.
Entro al salón, están todos sentados, con platos encima de la mesa con cosas para picar.
Mi madre está muy cortada.
El vecino, como si no pasara nada, me comenta muy alegre la última jugada del equipo.
Continuamos viendo el partido mientras picamos un poco.
Mi madre prácticamente está muda, no habla casi nada, tiene las piernas muy juntas.
Me doy cuenta que posiblemente no lleve bragas, que se las haya quitado el vecino.
Hay una ocasión de gol, la televisión ruge, los vecinos también.
El vecino hace un movimiento con la mano y tira el vaso que tiene en ese momento mi madre en la mano encima de su vestido.
Está empapada.
El vecino coge servilletas e intenta limpiarlo, aprovechando para sobarla los muslos y las tetas.
Ella le rechaza, se pone de pies, coge servilletas y comienza a secarse el vestido con ellas, pero el vestido está muy mojado como para secarse así.
La vecina la dice que vaya a cambiarse, a que espera.
Mi madre se queda quieta un momento, como si se lo pensara, dice muy rápido que va a cambiarse y sale del salón casi corriendo.
El vecino va detrás.
Yo les sigo rápido detrás.
Mi madre se mete en el dormitorio, va a cerrar la puerta, pero él la empuja y entra.
Yo voy detrás, pero el vecino me cierra la puerta en las narices.
Oigo que echa el cerrojo.
Intento abrir la puerta pero no puedo, está cerrada por dentro.
Oigo ruidos dentro, voces, ropas rasgarse, la cama.
Se me ocurre que puedo ver lo que ocurre desde la terraza, donde hay una ventana que da al dormitorio.
Vuelvo rápido sobre mis pasos y entro en el salón para ir a la terraza, pero la vecina me coge la mano, el brazo.
Me dice rápidamente, me grita casi, que esto es lo mejor para todos, que ella necesita que la echen unos buenos polvos, que el vecino es un semental que siempre está deseando follar, que yo aprendería mucho viéndolos sin que ella se entere, y que la vecina descansaría un poco.
Tiro de la mano para soltarme, forcejeamos, se cae al suelo, me suelto y corro hacia la terraza.
La vecina me grita que no les moleste, que les deje follar.
Entro en la terraza, miro por la ventana, por debajo de la persiana a medio bajar.
Les veo encima de la cama de matrimonio.
El vecino está arriba, mi madre debajo.
El vecino con los pantalones bajados, le veo el culo peludo.
Mi madre con el vestido roto, abierto totalmente por delante, no lleva nada debajo.
Están forcejeando.
El vecino la sujeta las muñecas, se encuentra entre las piernas de mi madre que intenta cerrarlas, intenta metérsela, follársela.
Veo las tetas de mi madre, grandes con pezones como pitones, su conejito con poco pelo, aparecer y desaparecer debajo del vecino.
El vecino consigue metérsela, me ha parecido oírla gemir a pesar del volumen de la televisión.
Comienza a cabalgar sobre ella, con fuerza, con ganas.
La cama no para de hacer ruido, como si fuera a desmontarse, a romperse, chocando su cabecera contra la pared una y otra vez.
Las tetas de mi madre no paran de moverse hacia adelante y hacia atrás, adelante y atrás.
El vecino la sujeta las muñecas con una mano y aprovecha con la otra para sobarla las tetas, para meterla los dedos en la boca.
La chupa las tetas, se las besa.
Las tetas empiezan a tener ya un color casi rojo de tanto magrearlas. Su boca también.
La televisión ruge gol, y el vecino grita de placer. Su orgasmo coincide con el gol del equipo.
Me doy cuenta que llevo todo este tiempo paralizado viendo como violan a mi madre, sin hacer nada más.
Miro hacia abajo y veo que yo también me he corrido, coincidiendo con el gol.
El vecino se levanta, le veo el cipote lleno de esperma.
Mi madre está quieta en la cama, con las piernas abiertas, enseñando unas tetas coloradas y enormes con pezones apuntando al techo, su conejo rezuma esperma.
Veo que el vecino me echa una mirada cómplice mientras sonríe y acaba de colocarse el pantalón.
Me doy cuenta de lo ocurrido, me siento abrumado y asustado.
Me siento en el suelo de la terraza, debajo de la ventana, con las piernas dobladas debajo de la barbilla y cogidas con los brazos.
Oigo a los vecinos gritarnos que se van a su casa, que ya es muy tarde y aprovechan que ya ha acabado la primera parte para acabar de verlo en su casa, que muchas gracias y buenas noches.
Al rato oigo el ruido del colchón y de la cama, mi madre se está levantando.
Ruido de puertas abrirse y cerrarse, la ducha, se está duchando.
Continúo sentado en el suelo, no se me ocurre nada que hacer ni ninguna excusa que darla.
La primera parte del partido ya ha acabado con un gol, veremos como se desenvuelve la segunda parte.