Un gilipollas en la oficina 8
Respuestas
…Verdades:
Me he perdido muchas noches de fiesta en el pueblo, pero todas y cada una mis ausencias podrían quedar compensadas esta noche y casi ha sido así.
Al final no bebimos mucho, no cantamos y tampoco bailamos, pero sus sonrisas y esa extraña sensación de bienestar provocada por la súbita liberación de endorfinas en la oscuridad del callejón, son más que suficientes para estar contento.
Apenas son las 4 cuando llegamos a casa, silenciosos para no despertar a los dueños que se retirar un rato antes, mientras ella usa el servicio yo me cambio en la habitación y hacemos un cambio de puestos al finalizar cada uno su tarea. Tras terminar yo en el baño, pasito a pasito por el pasillo, no dejo de pensar en lo interesante que puede ser para mi compartir cama con Cris por primera vez.
En la habitación ella me espera sentada sobre la cama, con las piernas cruzadas como los indios y una cara más seria de lo que yo quisiera.
- ¿Qué pasa? – le pregunto sentándome a su lado.
- Tenemos una conversación pendiente – no es la frase, es como lo dice.
- ¿entonces quieres hablar ahora? – en un instante soy un manojo de nervios.
- Ni ahora ni en otro momento – sincera y sin rodeos – pero tu sí que quieres.
Asiento, pero estoy entre asustado, nervioso y acojonado (asustado y acojonado son dos estados de ánimo distintos para mi) por esa de que ella no quiere hablar.
- ¿Por qué no quieres hablar? – es una buena pregunta para empezar.
- Creo que no voy a darte las respuestas que quieres – Cris me mira seria.
- No sabes que voy a preguntarte – comento algo molesto.
- Si lo sé – está muy segura – me lo pusiste en el mensaje.
El mensaje sale a colación y ahora que lo menciona me he dado cuenta de que no os conté lo que había escrito, solo fue una pregunta que la otra noche rebotaba en la oquedad de mi cráneo de manera persistente, ¿qué somos?
- ¿y? – no reformulare la pregunta en voz alta.
- Nada – Cris no se hace esperar – no somo nada.
No diré que no había preparado para esa respuesta, tampoco diere que no es lo querría oír.
- No lo entiendo – intento justificarme – pensaba que…
- ¿Qué pensabas? – Cris me interrumpe – ¿que esto era algo más que un rollo?
El tono de voz me recuerda a aquel fatídico martes que empezó así, y termino de una forma completamente opuesta, pero esta vez no correré esa misma suerte.
- Tengo muy claro como eres desde el principio – ante mi silencio Cris se explica - ¿Qué ha cambiado?
- Han pasado muchas cosas – creo que no puede juzgarme igual que antes.
- Han pasado muchas cosas, pero no has cambiado – Cris aparta la mirada – y tampoco querría que cambiaras por mí.
- Y el día del guateque o la tarde en el parque – intento justificarme – y esta noche, de verdad que no significa nada.
- Mucho – me mira de nuevo a los ojos – y eso es lo malo.
- No lo entiendo – aguanto su mirada.
- No puedo permitirme confiar en ti – le brillan los ojos y no de felicidad.
- ¿confiar? – pregunto incrédulo – ¿es por la segunda norma?
- En parte si – Cris confirma – y en parte es por mí.
- Podemos dejar atrás todas las normas – es muy fácil en mi cabeza.
- Pero no lo que ya pasado – Cris me recuerda mis palabras.
- ¿es por Sofia? – pregunto frustrado – tu pusiste eso norma.
- Si y por eso no me enfado – Cris vuelve a subir el tono – pero tú la usaste y no tienes derechos a pedirme que confié en que no vulvas a hacerlo.
Tiene más razón que una santa y por eso duele así, porque las verdades duelen cuando son tan certeras, ahora tengo muy claro algo que se pondrá en duda más de una vez y no puedo garantizarle que no vaya a cagarla.
- Tienes razón – le confirma lo que ya sospecha– pongámosle fin a esto.
- Ya no he dicho eso – Cris protesta – podemos seguir como hasta ahora, nada serio.
- Para mí ya no es algo casual – soy sincero.
- Pero es algo – suena crispada.
Solo quería oír de su boca que para ella tampoco es algo casual, pero no ha sido así.
- Si seguimos así, siguiere haciéndote daño – también me lo hare a mi – y no quiero eso.
- Pero…
- Esta vez no hay peros – la corto – es lo mejor.
- ¿es lo quieres de verdad? – lo pregunta con resignación.
- No – simple y sincero.
Solo quiero besarla una última vez, pero sus labios son demasiado premio para lo que acaba de hacer, por lo que me conforma con estrecharla entre mis brazos para no ver sus ojos vidriosos y que ella no puede ver los míos, que están igual. Compartir una misma cama por primera vez, no ha sido para nada como soñaba, nos acostamos extrañamente separados, uno cada lado del colchón, de una forma casi antinatural para todo lo que ha pasado entre nosotros, pero lo normal después de lo conversación.
Boca arriba en la cama no dejo de darle vueltas a como cada vez pasa algo en mi vida escapo, sobre todo de las complicaciones derivadas de las relaciones, unas veces lo hago por mí y otras por ellas, esta vez lo hago por ambos, pero al final soy el villano de mi propia historia y mis decisiones, no las suyas, son las que no han conducido a esto.
Nos hemos despertado con el gallo.
Se ha levantado para recoger sus cosas, sin decir ni siquiera dar los buenos días, no penséis que le he pedido que se vaya, ha sido cosa suya y eso demuestras que al final, para ninguno de los 2 era solo un rollo. Puede que no fuera nada serio, pero ya sé que no quería ser el perrito faldero de alguien que no esperaba nada de mí.
Por una vez no voy a hacer la reflexión desde el punto de vista de un Gilipollas, lo hare desde el punto de vista de un cobarde.
Ernesto Mallo contaba que solo hay 2 tipos de cobardes, los que huyen hacia atrás y los que huyen hacia adelante, pero todos eligen huir en lugar de luchar.
Mis opciones eran huir de lo que soy o de lo que siento y no importaba hacían donde lo hiciera, no puedo escapar de mí mismo ni de lo que he hecho, no puede luchar contra ciertas cosas y menos si por quien se supone que debo luchar, no confía en mí.
…La comilona:
A rey muerto rey puesto, una mancha de mora con otra sale, un clavo saca a otro clavo y hasta ahí llega mi basto conocimiento de refranes en cuanto a lo que hacer si se te escapa una chica, que a grandes rasgas viene ser, fóllate a todo lo que se mueva y olvídate de ella, pero eso no se podía poner en el refranero que suena muy vulgar.
Fóllate a todo lo que se mueva y olvídate de ella, joder, soy todo un poeta.
Las fiestas de los pueblos están cargadas de tradiciones, partido de futbol, hogueras y múltiples chorradas varias, pero hay una que me gusta, la comilona y es que el día después de la verbena, todo el pueblo se reúne para comer juntos una paella tamaño industrial, cocinada entre todas las familias y regada con el mejor vino de 3€ de la región, un tinto peleón algo flojo pero que bien frio se bebe solo.
Tras escusarme con mis progenitores sobre porque Cris se ha marchado tan rápido, consigo dejara el tema de lado aplicando toda la indiferencia necesaria para que ni ellos quieran preguntar, pero antes he tenido que dar algunas explicaciones, creíbles según mi parecer, pero sé que mi madre no se las ha creído y que mi padre prefiere no discutirlas, tema zanjado.
Y aquí estoy amargándome en la mejor tradición del pueblo, con un vaso de vino en la mano y el plato de arroz casi vacío sobre mi regazo, sentado en una esquina, disimulando para evitar más preguntas incomodas.
- Te veo muy solitario – Alba se sienta a mi lado - ¿ya no te acompaña tu chica?
Tan rápido como ella se sienta, yo me levanto dejando el plato en la papelera y parándome solo a rellenar el vaso, para caminar lejos del jaleo, no tengo ganas de comentar nada sobre mi vida y menos con ella.
- Oye – Alba me alcanza - ¿se puede saber que te he hecho?
Como respuesta, solo camino sin detenerme, esperando que se canse de seguirme.
- ¿Después de 15 años no vas a decir nada? – ella se para a mi espalda - ¿algo sobre porque te fuiste sin ni siquiera despedirte?
Que ella se pare es como invitarme a dejarla atrás, estoy muy bien sin tener que darle explicaciones a mi pasado.
- Que gilipollas te has vuelto – me grita sin moverse – eres el mismo puto crio de mierda.
- ¿puto crio de mierda? – me paro en seco – no tienes ni idea.
- Pues explícamelo – Alba sigue gritando – creo que me lo debes.
- Mira niña, lo primero es que no te debo nada – en 2 zancadas me encarado con ella – y lo segundo, si de verdad quieres saber porque me fui, haz memoria sobre que paso hace 15 años.
- Paso que te largaste sin explicaciones – la chulería con la que me encara me pone de los nervios – y me dejaste como si nada, está claro que ni te importaba.
- Piénsatelo 2 veces antes de seguir hablando – removamos la mierda – vamos, ¿Qué es lo último que recuerdas de mí?
- Que estabas castigado – Alba sigue sin ceder – y que ni saliste el día de la hoguera.
- Error – es un gustazo decírselo – sí que salí.
- Mentira – de verdad no se da cuenta – yo no te vi.
- Pero yo a ti si – hay va la bomba – y no te vi sola.
Pálida como un cadáver, la expresión de su cara ha mudado de enfurecida a avergonzada, callada y con los ojos abiertos como platos.
- ¿Vas a preguntar que vi? – ya nada me para – o ¿ya sabes por dónde voy?
- Yo… bueno… - se le traban las palabras – no sabía… que bueno… que lo habías visto.
- Pues ahora ya lo sabes – comento fríamente – ya perdí mucho tiempo contigo, no voy perder ni un segundo más.
Y me doy la vuelta para largarme de este puto sitio, dejando por fin mi pasado atrás, ese pasado con aun con lágrimas en los ojos y consciente de lo que hizo, sigue teniendo la misma cara de no haber roto un plato.
Me reafirmo en decir que por ella abrí lo ojos, por lo que algo si le debo, el no confiar en ninguna chica bonita y para una en la quiero confiar, es ella la que no lo hace mí, además de una forma muy sensata ¿Qué le puede esperar si se queda al lado de un gilipollas?
Ya os lo respondo yo, nada bueno.
…El fondo del Vaso:
Que si el vaso medio lleno, que medio vacío o que si todo depende de cómo lo mires, mentiras baratas para mentes débiles, él vaso siempre debe estar vacío y si no lo está, te bebes todo lo que queda en él.
A penas hora y media después de tener una amigable charla con Alba, estoy en mi bar favorito, con una jarra de cerveza más grande que mi cabeza en la mano, sorbiendo los retos de espuma que quedan en el fondo.
Si, he escapado de nuevo y aunque no huyo de lo mismo, huir es huir.
Estoy subiendo una foto de la jarra vacía a Instagram, #gilipollas y a la red, junto a toda mi colección de vasos vacíos de diferentes líquidos espirituosos, de toda clase, color y forma.
- ¿No se supone que estabas en el pueblo? – el Chino pide 2 al llegar.
- Estaba – contestó chocándole la mano – pero estoy mejor lejos de allí.
- Ya será para menos – chocamos la jarras recién servidas - ¡salud y dinero!
Nunca incluimos el amor en nuestros brindis.
- Que poco queda para volver a currar – dice el chino tras el primer trago – que poco dura lo buena.
- Demasiado poco – corroboro pensando en algo distinto.
- Bueno, ponme al día – comienza el interrogatorio.
Y entre trago y trago, hago un poco de terapia con mi colega, que puede ser muy útil sobre todo si está bien regada con cerveza. Le cuento todo (no, lo de Alba no) lo que ha pasado estos últimos días, desde el primer encuentro con Cris y hasta esta mañana, sin omitir las escenas para mayores de 16, pero sin recrearme en los detalles más morbosos.
- A ver que me entere – el Chino saca conclusiones – ¿te has follado a Cris varias veces?
- Si – respondo.
- ¿te has follado a Paula? – continuamos para bingo.
- Si – vuelvo a responder.
- ¿tienes no sé qué rollo raro con Alizee? – enumera los eventos con los dedos.
- Si – tercera respuesta positiva.
- ¿y te enrollaste con Sofia? – última pregunta.
- Exacto – todo afirmativo.
- ¿A ti qué coño te pasa tío? – el Chino parece hasta ofendido – ¿te follas a media oficina y te quejas solo por una?
No tengo respuesta para esa pregunta, pero si respondiera haciendo uso de mi cabeza y no solo de mi polla, le diría que no solo es sexo, que al final el placer solo son unos minutos y que las sonrisas, las caricias y los momentos fuera de la cama son más dulces de lo que parece, pero, ya he dicho que soy un gilipollas (lo he dicho tantas veces que ya ni tiene sentido) y lo soy tanto que hasta ignoro mi propia forma de pensar, en ocasiones no me aguanto ni a mí mismo.
- De vicio – comento pidiendo 2 mas – me quejo de vicio.
- Si, vicio tiene mucho cabrón – el Chino protesta – si yo fuera tú, me follaría a todas las que pudiera.
- Te follas a todas las que puedes – le respondo riendo – aunque no puedas con ninguna.
- Que hijo de puta – se ríe mientras brindamos de nuevo - ¡salud y dinero!
La liviana espuma vuela por los aires tras chocar las jarras llenas, que se vacían por alguna clase de coincidencia misteriosa, justo después de brindar.
- Queda 3 días para volver a currar –comenta secándose los labios – ya sabes lo que toca.
- Yo no tengo que cumplir ningún castigo – le reprocho su insinuación.
- Oooo si – suena casi ofendido por la duda – eres culpable de rechazar sexo sin compromiso con Cristina.
- Eso no es justo – protesto airadamente.
- Me da igual – el Chino se pone serio – tienes 3 días de penitencia.
No hay nada más que discutir, él no va ceder y esta absurda pero bonita tradición me permite poner en práctica ese bonito refrán que me he sacado de la manga, asique para coger fuerzas que mejor que una sucesión de jarras de cerveza chocando antes de ser bebidas.
…3 días de Penitencia:
Cuando Ismael (el Chino) y yo nos conocimos, éramos unos jovenzuelos desbocados, alocados e inconscientes, lo suficientemente estúpidos para crear reglas estúpidas como la penitencia.
Me pondré teológico una última vez (para nada) para explicar en que consiste esta tontería, según los cristinos es el acto de pedir perdón a dios y ser perdonado, pero en nuestro caso no solo hay que pedir perdón, también hacer algo para enmendar la ofensa. No éramos muy originales y al final todo terminaba en borracheras épicas, ligues de una noche y resacas de campeonato.
Es justo lo que necesito, o lo creo que necesito, en este momento.
Beberé lo justo y necesario, probablemente también beberé más de lo necesario y beberé un poco más, pero lo que voy hacer es sacarme el clavo, quitarme la mancha de mora y buscar una nueva reina.
Pero solo voy a incidir en la parte importante, lo que el doctor gilipollas se auto recetado, follar hasta reventar.
Primer día: rubia canija.
Rubia, escuálida y con esa carita aniñada yo diría que veintipocos, creo que aun huele a nenuco, pero ya sabéis lo que dicen, si pesa más que un pollo, me la follo.
Esta con un par más de jovenzuelas (usara la palabra jovenzuelas me hace viejo), sé que alguien en alguna serie ha hecho lo que voy a hacer yo ahora, no sé en cual, probablemente sea un cliché muy rehusado, pero un clásico nunca muere.
Espero unos segundos mirándola hasta que por azar o por suerte (o por esperar como un idiota) sus ojos se cruzan con los míos, sonrió y ella sonríe, acto seguido aparto la vista. Toca esperar de nuevo, pero esta vez es poco lo que tarde en volver a mirar y yo finjo que mira a otro lado, pero la veo claramente, para la tercera ocasión que fuerzo un encuentro entre nuestras miradas me marco un guiño de ojos y ya no deja de mirar hasta que yo me giro, para pedir 2 bebidas.
Pasito a pasito, suave suavecito, me voy acercando lento lentito, pero sin mirarla ni un poquito.
- ¿puedo invitarte a algo? – al llegar al grupo lanzo la pregunta.
Pero no a la rubita, se la lanzo a la chica a su derecha, mientras le acerco el botellín de cerveza. Lo que viene después es una presentación grupal, ignorando deliberadamente a la rubia e incorporando a la conversación, metiéndome en media de las 2 y haciendo un excesivo caso a todo lo que sale de la boca de la amiga. Por último, me despido fingiendo alguna clase de evento aleatoria (como una llamada de teléfono) y me aparto lo justo del grupo, vigilando desde la distancia hasta que sucede, el inocente corderito se separa de la manada y queda a merced del depredador.
Solo tengo esperar unos segundos hasta que me ve y se acerca, es superior a ella, no puede evitar saber porque no la elegí, si claramente era la más atractiva de entre sus amigas.
- Hola – me saludo a llegar mi lado.
- Hola Sara – ese no es su nombre.
- Sandra – dice molesta – me llamo Sandra.
- Si eso Sandra, perdona – finjo a la perfección el despiste – dime ¿Qué necesitas?
- Nada, nada – se toca el pelo al hablar, buena señal – sabes, mi amiga se ha ido, pero si quieres podemos tomar algo nosotros.
Mentirosa, desde mi posición controlo la salida y sé que no se han ido, que no sirva como precedente, pero la chica guapa del grupo suele ser la hembra alfa y no soporta que las demás reciban la atención que cree merecer para ella misma, no siempre es cierto, pero cuanto más joven es la presa más probable es que se cumpla esta teoría.
- Qué pena – falsos lamentos para adornarme - ¿tú no podrás darme su número?
Es vital continuar con la pantomima y también es importante seguir un poco el juego por lo que me muevo en dirección a la barra, pero de tal forma que mi camino pase si o si por donde estaba su grupo.
- Supongo – dice parándome rápidamente – pero porque no salimos para hablar más tranquilos.
Me coge la mano y me lleva en dirección opuesta a mi destino, asegurándose de que no pueda ver a sus amigas, también olvidando esa proposición de beber algo. Salimos a la cálida noche veraniega y por el mismo callejo que me lleve a Paula, me dejo arrinconar tras un contenedor pegando a mi espalda la pared mientras ella se acerca bastante más de lo necesario para hablar.
- Sabes – Sandra saca todas sus armas – no se si quiero darte el número.
- ¿Por qué? – finjo sorpresa – juro que soy un buen chico.
- Espero que no seas bueno – dice muy segura – además te lo pasaras mejor conmigo.
Ningún hombre es su sano juicio pondría en duda esas palabras en una situación así y menos si es lo que estaba buscando, ella no tarde nada en demuéstramelo y yo menos en aprovecharme de la situación. Me besa sin reservas, con su lengua en mi boca desde el primer segundo, devorándome con mi total complicidad. Es muy distinto a los ensayos de mejor a beso con Cris, pero es muy bueno, la bastante para dejarme llevar, aunque he cometido el error de pensar en ella, asique para distráeme agarro su durito y escuálido culo, un poco huesudo pero fácil de abarcar con mis manos. Lo aprieto, amaso y sobo a conciencia, con todo el interés que una tarea así requiere.
¿le vibra la entrepierna con mis atenciones o es su móvil?
Soy un crack, pero hacer que los chochitos vibren sin bajarles los pantalones todavía no está entre mis superpoderes y separándose de mis atenciones, saca su teléfono del bolsillo y contesta.
- En el baño – solo escucho la mitad de la conversación – voy enseguida.
Cuelga y comienza a hacerse una coleta recogiendo su pelo con una goma, del mismo sitio que salió el coletero, saca un condón que me ofrece.
- Tengo un poco de prisa – dice tan tranquila - ¿vamos al grano?
Sin necesidad de responder, intercambiamos sitios, quedando ella contra la pared mientras me abro el pantalón y me pongo el preservativo, ella se arremanga el vestido, se aparta las bragas y se acaricia con mimo la entrepierna. Doy un par de meneos extra a mi erecto miembro y levantado sus caderas, ella encamina mi polla al interior de su sexo, doy un último tirón para penetrarla, mientras sus piernas se entrelazan a mi cintura. Como ya había comentado pesa poco y en cada empujón de mis caderas se eleva deslizándose contra la pared, acallando sus gemidos sobre mi hombro, tan disimulados como excitante. De primeras la lubricación es escasa y la cadencia de mis movimientos lenta, pero la fricción es de lo más agradable, vaya joyita de coño tiene la canija.
La humedad crece con cada meneo, a la par que sus gemidos pegados a mi hombro, que besa y succiona dejándome marca, me da unos desafortunados lametones en la boca, que no son para nada mi rollo, y vuelve a la seguridad de mi cuello cambiando de lado, temblando de gusto, respirando de forma acelerada, apretando su sexo sobre el mío, mordiendo para dejarme una marca distinta en el otro hombro.
Ahora misma esta condenadamente estrecha y parece que me succiona cada vez que llego al fondo, lo que hace que cueste sacarla mínimamente. Me esté destrozando del gusto y no tardamos mucho en corrernos sin casi movernos. Nos separamos con cierta dificultad, al sacarla de su interior es como si descorchara una botella de vino, con sonoro chof un reguero de fluidos.
El condón vuela hacia alguna esquina del callejo, mientras miramos a los lados, más interesados es que nos vean salir que en nos vieran follar y ya en la frente del local, intercambiamos un beso, el número de teléfono, el suyo no el de la otra y la vergüenza al descubrir a sus amigas en la puerta, no sé si molestas por su desaparición o por el motivo de desaparecer.
No me importa, necesito rehidratarme antes de irme a casa, por mi seguridad ya sabéis que no podemos descuidar la salud.
Dia uno, ha sido como arrancarme un clavo.
Segundo día: pelirroja sexi.
Larga melena pelirroja, pecosa y voluptuosa, con esa pinta de guiri parece incluso más joven que la rubia, pero ya sabéis lo que dicen, si hay césped se puede jugar.
Esta noche voy a ser ese otro tío, el que se lleva a la chica sin importar nada, nada como, por ejemplo, que ya este “pillada”.
En mi defensa diré que tengo ciertas reglas (muchas reglas en realidad) para ser el otro, empezando por distinguir quienes son parejas de verdad, sé que con Cris fue diferente, pero antes de ella nunca me había metido entre una pareja que de verdad tiene algo y después de ella no lo hare de nuevo. Es bueno no perder el tiempo metiéndose entre 2 que se gustan, pero nadie dice nada de no aprovecharse del pringado que esta con una chica a la que le ha tocado aguantarlo.
Pensareis acertadamente que fue los mismo que me paso con Alba y hay quien piensa eso de no hacerle a los demás que lo que no quieras para ti, yo soy más de hacerle a los demás lo a mí ya me hicieron.
Gilipollas número uno de la clase.
Me acerco al pobre desgraciado y la pelirroja, con una simple pero sencilla pregunta.
- Perdona tío, ¿tienes mechero? – interrumpo la conversación que tienen.
Me meto literalmente entre los 2, asegurándome de que ella me vea y que al le fastidia lo que hago.
- No “tío” no fumo – el pringado se pone chulito.
- Vaya – me giro para mirarla a ella – ¿y tú tienes?
- No lo siento – responde.
Me quedo un rato solo mirándola con decisión, provocando que se sonrojo ligeramente.
- Ya lo has odio no tiene – la voz del tipo a mi espalda suena algo tímida.
- Sabes en realidad no fumo – lo ignoro a él y le hablo a ella.
- Vale – sonríe poniendo sus mejillas a juego con el pelo.
- ¿te puedes marchar? – su dedito golpeando mi hombro no me gusta nada.
- Relájate campeón – le aparto la mano de mala forma – la he odio.
Se que dije que no soy un tipo duro, pero seguro que habéis escuchado (estoy a tope con los refranes) eso de que, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, lo que en mi humilde versión seria que en la tierra de los pringaos, el gilipollas es el rey.
Yo deje de ser un pringao hace 15 años (o eso me digo a mí mismo), espero que él puede dejar de serlo en algún momento y que al igual que yo, aprenda algo de lo que estoy haciendo.
- Lo siento – sus manos levantadas marcan una distancia conmigo.
- Así me gusta – le doy una palmada en el hombro – ya os dejo en paz parejita.
- Nos somos pareja – ella respondo con rapidez.
Ahora soy yo el que levanta las manos en señal de disculpa, sin decir nada más y me recojo entre las sombrar, para observar desde una distancia prudencial como mi actuación causa efecto. La duda es una semillita maldita que crece en todas direcciones de una forma caótica, llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso, yo lo he vivo en primera persona y, aun así, la uso a conveniencia.
Si ella no tenía claro que hacía con ese chico, ahora es más evidente que no va terminar bien, bien para el que quizás para mí sí… ¿está muy mal hacer lo que yo hago? Hasta ahora nunca me lo había preguntado.
Ya tendré tiempo de un examen de conciencia cuando me haya sacado la mancha de mora, la duda ya ha florecido y el chaval se ha quedado sin ligue por mi actuación, contamos hasta diez y me acerco a la barra, lo suficientemente lejos para no parecer demasiado obvio, pero lo suficientemente cerca para que me vea con facilidad. La observo por el rabillo del ojo hasta que creo que me mira y entonces me vuelvo hacia ella, es un juego sencillo, si aparta la mira malo, pero si la mantiene premio.
Sus ojos están clavados en los míos.
1 segundo, 2 taburetes, 3 copas, 4 sonrisas y 5 metros de distancia a pie del baño, son todas las cifras que yo… que él no consiguió ajustar para llevarse el premio gordo.
Es la segunda vez que visito este baño acompañado, esta vez con unas expectativas mucho más optimistas, pienso de nuevo en Cris, pero no es a ella a la que me como a besos.
Su boca sabe a cerveza y a limón, su cuello, a sal y sudor, huele a perfume y a humo, muchos pequeños detalles para céntrame en algo mejor que mis recuerdos, sus manos, entre ansiosas y torpes, buscando sin éxito la bestia tras la cremallera. Resulta evidente que su experiencia puede estar ligada en longitud de su corta edad, mejor marco yo el compás, retirando sus manos y dejándola con cara de indecisión. Con cierta delicadeza la ayudo a subirse al frio mármol entre los lavamanos y la beso despacio, pero con pasión, más de la que un polvo de baño requiere, pero su torpeza me inspira cierta ternura, mis labios siguen el camino de sus pecas bajo su mentón, por su cuello y hasta el escote de su camiseta, besando cada manchita y recorriendo con mi lengua el canalillo entre sus pechos, estirando el cuello de la prenda.
Su respiración se agita con mis intervenciones, enrojeciendo hasta el extremo sus mejillas, encondiendo la vergüenza tras sus pestañas.
Mis manos sueltan el botón de sus pantalones, tirando de ellos, arrastrando en el proceso sus bragas más allá de sus rodillas, dejado sus nalgas desnudas sobre la fría superficie y ella reacción tentado de nuevo el botón de los míos, con más fortuna y éxito que antes, acariciando la verga marcada en la tela. Con un preservativo de cosecha propia en la mano, pido sin palabras su consentimiento para proseguir y ante su aceptación la abro para colocármelo. Levanto sus piernas semiprisioneras de sus pantalones, apoyando ambas sobre mi hombro derecho, dejando completamente a la vista su rasurado conejito, sin ningún pelo a la vista, froto mi encapuchado miembro entre sus pliegues, haciéndola suspirar, acomodando la cabeza a la entrada y presionando hasta llegar al final.
No, no es su primera vez, por si os lo estabais preguntando, creo que solo está nerviosa.
La intención de hacerlo despacito con buena letra va perdiendo fuerza con cada movimiento, con la humedad y el calor, con cada gemido o suspiro, con sus ojos clavados en los míos y sobre todo con las ganas de follarla hasta reventar, no sé, así como ejemplo. Con cada penetración golpea el vidrio del espejo y en medio de la lujuriosa danza que bailamos a liberado una de sus piernas del pantalón y la braga, abriéndose bien para facilitar mis movimientos, cada vez más brutos y rápidos, estoy llegando a mi limite, con una mano tengo bien agarrada una teta y con la otra sujeto una de sus piernas.
Termino antes que ella llenado el condón, pero sigo bombeando hasta que ella termina unos segundos después, entre espasmódicos movimientos de piernas y gemidos ahogados.
Recomponer nuestras vestimentas, algo para mí no es nada del otro mundo, en cambio ella para tremendamente avergonzada de lo acaba de pasar y eso, por desgracia me resulta gracioso, será por eso de mala persona.
- ¿Estás bien? – pregunto divertido.
- Si si – responde apresurada – es que no suelo hacer estas cosas.
- ¿usar el baño? – vuelvo a bromear – que maravilla.
- Gilipollas – me lo dice ofendida – no tiene gracia.
- Si que la tiene – no puedo evitar reírme.
Mi risa es contagiosa y aunque se moleste no puede evitar partirse el culo en el proceso, intercambiamos números y sale del baño, con una sonrisa en la cara y yo me miro en el espejo, pensado que me he limpiado la mancha de mora.
Tercer día: ...
Estoy hecho mierda, pero he salido al bar a tomar una cerveza por pura inercia, mi cuerpo se mueve por orgullo y otros sentimientos menos loables, pero no por la necesidad de salir de fiesta.
La resaca no ha desaparecido en todo el día, ni con jamón del bueno ni con cerveza de la mejor, pero nada me para, o nada para mi obsesión por no pensar en ella. Al final el ultimo día antes de tener que volver a verla se me ha hecho corto y esto noche antes del volver a trabajar, será aún más corta.
Parafraseando a Javi, esta noche no tengo al chichi para farolillos y como nadie me sabe que lo piensa, mi dignidad está intacta.
No, esta noche no voy a ni a buscar a una chica, aunque hay más de una candidata deseable, pero empiezo a pensar que lo que hago no solucionara nada y que por muy republicano que sea, tendré que asimilar que, al menso hoy, no voy a poder exiliar a la reina.
Mañana será otro día, otra penitencia distinta, pero inevitable.
Me a costado mucho terminar este capítulo y no estoy para seguro de lo que he escrito, siento que la segunda parte de este capitulo es una fantasmada demasiado irreal que he rescrito más de una vez, pero eso queda a vuestro juicio.
Gracias por leerme.