Un gilipollas en la oficina 6
El día después.
…Resaca:
¿Sabéis que es lo peor de la resaca? Que realmente nunca sabes por donde te va a atacar, de verdad, cada borrachera puede traer nuevos síntomas… síntomas que se multiplican y empeoran con la edad.
Ayer me costó la vida arrastrar a Sofia desde el taxi hasta la cama, más dormida que despierta y apenas llegamos ella solita se desplomo sobre la capa, zapatos fuera y una sabana para que no se quede fría… y unas ganas terribles de mirar debajo de su vestido.
Ha sido una noche larga, corta y sin ganas de dormir, con la cabeza muy lejos de este sofá de mierda cuando la luz del sol da comienzo a un nuevo día parece que no he pegado ojo, remoloneo dando vueltas de un lado a otro un buen rato, pero me pica la curiosidad y con todo el sigilo posible me acero a la habitación y echo un vistazo desde el marco de la puerta.
Completamente dormida sobre un revoltijo de sabanas, con el vestido ligeramente subido y las braguitas negras con encaje a la vista, sería una imagen casi onírica y para recordar, si no fuera por los ronquidos antinaturales que salen de ser tan angelical, pura ironía.
Después de cansarme de espiar, he visitado el baño y el reflejo que el espejo ofrece de mi cara no es tan excelente como de costumbre, pero me da un toque a los Bruce Willis, muy de tipo duro con un morado con toques verdosos y amarillentos alrededor del ojo derecho, que baja ligeramente hacia el pómulo, hay que reconocerlo, el cabrón de Carlos tiene puntería.
Estando en el baño, mi instinto arácnido se activa al oír algo acercándose, pero ya es tarde y algo se aferra a mí.
- Menos mal que eres tú – Sofia se me abraza con fuerza.
Parece que se le ha olvidado el enfado de estos últimos días.
- Vaya – respondo sorprendido – nunca te habías alegrado tanto de verme.
- Lo siento – no sé por qué Sofia se disculpa – me asuste al despertarme en un sitio desconocido.
Ha aflojado, pero no se suelta, mantiene su cabeza en mi hombro y para que negarlo, no me molesta, es más la rodeo con mis brazos cerrando el abrazo, pero con mucha precaución.
- Tengo lagunas de lo que hice ayer – comenta preocupada – no sé cómo llegue aquí.
- Te traje yo – es una respuesta obvia – pero lo mío me costó.
- Cuando bebo soy una bala perdida – confirma mis sospechas – lo sien…Buargggg
Si hablamos de lo raro que era el abrazo, que vomite sobre mi hombro no lo hace más normal y tras la primera arcada sobre mí, la segunda cae en mitad del baño y la tercera acierta ya en el retrete. Creo que es lo menos excitante que me ha pasado con una mujer (o no), mientras se deja la vida en el proceso, yo intento sujetarle la frente y el pelo, como hacia mi madre conmigo.
15 minutos después y previo cambio de ropa y de fregar del estropicio, la he dejado en el baño, con lo necesario para darse una ducha, no puedo negar que este pequeño pota-incidente me recuerda a mis borracheras de adolescencia y todas las veces que me vomite a mí mismo y algún que otro colega (y ellos a mí, era reciproco) en el transcurso de algún botellón.
No era tan frecuente ni asqueroso como suena el escribirlo.
Ahora me lamento de no tener un agujerito para espiar mi propia ducha, mientras me la imagino desnuda en medio de vapor y burbujas, con el agua resbalando por su pelo, sus manos enjabonan su piel suaaave…
Como si una de eses burbujas imaginaria hubiese reventado, recuerdo que su vestido está en la lavadora y no tiene otra cosa para ponerse que no esté pringado de vomito, busco por la habitación la camiseta que le había dejado a Cris y que lleva desaparecida desde entonces, busco y rebusco hasta que dejo de oír el ruido de la ducha y salgo rápido hacia el salón.
Unos minutos después aparece vestida con una de mis camisas (de las buenas, no de las viejas) con un par de botones sueltos, descalza y con más de media pierna (mucho más) destapada.
- Gracias – dice abrazándome de nuevo – ayer debí aguarte la fiesta.
- De nada – respondo con educación – pero en realidad conseguí lo que quería.
- ¿un puñetazo en la cara? – pregunta con malicia.
- Llevarme a una chica guapa a casa – no puedo evitar meter fichas.
Causo el efecto contrario al esperado, pues se separa de mi cuerpo con cierta premura, pero se mantiene a menos de un paso.
- Pero yo no era la chica a la que ibas a llevarte – comenta mirando al suelo – Cristina tenía todas las papeletas.
- Ella tenia amañado el sorteo, si – no voy a negarlo.
- Lo siento – una vez más se disculpa – te jodí los planes con tu chica.
- Tu no has hecho nada que no tenga arreglo – en todo caso la culpa seria de Ana – y Cris no es mi chica.
- ¿Entonces te llevaste un puñetazo por nada? – pregunta molesta.
- Digo que no estamos saliendo – respondo rápidamente – no que no me ganara el puñetazo.
En realidad, no me gane nada, pero los celos posesivos de algunos son peor que mis gilipolleces y si enfadarse por mis provocaciones podría ser justo, romperme la cara no.
- ¿Vas a explicármelo esta vez? – ahora lo pregunta sin rastro de enfado en su voz – o es complicado.
- Bueno, es realidad no es complicado – no al menos de contar – tenemos sexo y normas, y contarlo infringe una de esas normas.
Lo sinceridad, por muy sincera y verdadera que sea, no siempre es a gusto de todos. Lo que para unos es fácil, para otros es lo contrario y por mucho que deseara saber la verdad, por mucho que lo sospechara, el confirmarlo no parece que le reporte ninguna felicidad.
- ¿fue porque te dije no podías con ella? – Sofia pregunta con cierta aflicción.
- Para nada – contesto veloz.
No puede creerme que sienta que tiene alguna responsabilidad sobre lo que ha ocurrido, con esa carita de preocupación esta muy linda y como gesto de afectuoso le acaricio la mejilla. Puede que me imaginara muchas veces el traérmela a casa, que hace solo unos momentos pensar en ella desnuda en la ducha, por unos segundos me había olvidado de todo eso. Ahora con mi mano acariciando su cara semioculta por el pelo húmedo y lo poco probable que era este momento después de los últimos días, solo pienso en una cosa.
La beso.
Y la beso por cada vez que me quedé a medio camino de sus labios, por cada momento interrumpido, por cada vez que soñé con hacerlo y por todas las veces que no tuve huevos de intentarlo, la beso por todo eso y porque sí, porque es lo único que quiero hacer en este momento.
- Perdona – ahora me disculpo yo – pero me moría por hacerlo.
Tibio, corto, lento o casto, definen a la perfección este leve contacto entre nuestros labios, pero decepcionante es la palabra que se grava a fuego en mi mente al ver su cara.
- Oye siento estrope… - con un dedo en mis labios me silencia.
- Yo también me moría porque lo hicieras – responde con una leve sonrisa.
Me devuelve ese corto, tibio, lento, casto y casi perezoso beso de una forma tierna y casi rozando la timidez, timidez que para mi ya no existe después de este momento y guardo toda precaución para otro día, besando con todo el interés y la pasión que un tuvimos en esos primeros dos besos, siendo correspondido sin reservas ante mi atrevimiento.
Caminados de espalda, sin dejar de regalarnos los besos que se nos quedaron en el tintero de tantas ocasiones en las que debí hacer algo más, hasta caer sentado sobre el sofá… que tendrá este sofá que siempre termino arrinconado contra su respaldo por una mujer, no me quejo, pero ahora creo que no puedo cambiarlo por uno nuevo o mejor. Sin hacerse de rogar se sube de rodillas sobre mis piernas, sentándose sobre mí, a unos escasos centímetro de mi incipiente erección, marcada en el pantalón pero lejos de su vista. Seguimos comiéndonos a besos, mientras uno a uno van cayendo los botones de mi camisa (la mía sí) que ahora cubre sus encantos, eliminado el último botón con tirón que abre de par en par la prenda, dejando los besos mientras ella se retira el revuelto cabello hacia atrás de una forma demasiado sexi para lo trivial del gesto y yo miro con agrado lo que la camisa ha dejado a la vista, un conjunto de lencería negro semitransparente en las zonas de encaje que le queda de muerte, mi mano acaricia desde la cintura, arrastrando mi palma por su abdomen para agarrar una de sus tetas.
Sonríe ante mi descaro y vuelve a besarme, ella tenía tantas ganas de hacer como yo, de que este momento dejara de ser fantasía y se volviera real.
Sus caderas se mueven hacia adelante, contoneándose con inquietud, acompasas con los movimientos que mis manos, ahora sobre su trasero, le marcan, chocando de frente con mi erección y dejando su sexo sobre la mío, deteniéndonos por un momento ante este encuentro.
- Perdón – digo sintiendo que mi excitación igual la ha cohibido.
- No hay nada que perdonar – contesta Sofia muy segura – sería una decepción que te pasara esto con mis besos.
Damos fin a la momentánea pausa con otra beso, mientras ya sin ninguna disimula Sofia restriega sus braguitas sobre mi pene, causando un placer mas que interesante y por el cual en mi adolescencia habría manchado los pantalones, ella solita sabe como moverse sin min indicaciones y mis manos no debe estar lobre demasiado tiempo.
Tiro de la camisa hacia atrás para eliminarla de la ecuación y ella echa hacia atrás los brzas colaborando, busco el cierro des sujetador a su espalda y ella divertida ante mi incometencia me muestra que se abre por delante, lanzando la prenda al otro lado del salón. Mi lengua sube desde su ombligo hasta llegar a uno de sus pechos, no importa cual, después de este ira el otro y como con impaciencia su endurecido pezón, mientras mis dedos buscan en el interior e sus bragas y ella eleva sus caderas dejándose hacer, lanzando un gemido al aire cuando mi dedo corazón penetra su húmedo interior y ella mismo comienza a cabalgarlo.
¿sabéis por que las mujeres se enamoran del corazón? Si, porque es el dedo más largo.
Su mano encuentra la forma de colarse en mis pantalones sin mucha dificultad y con mi completa colaboración, pelando mi poya cargada de líquidos preseminales, usando su mano para masturbarme con el mismo interés que yo pongo en hacerle lo mismo a ella, sudando, gimiendo y besándonos, locos por la lujuria.
… Oh, oh!Sweet child of mine Oh, oh, oh, oh! Sweet love of mine…
La perfección musical del tono de llamada de mi móvil sobre la mesa interrumpe el momento, pero no es la música lo que termina con todo, es el nombre que aparece en la pantalla, “Cris auditoria” y como despertando un mal sueño, Sofia se escapa de mis caricas y me priva de las suyas, tapándose como puede con las manos, muerta de vergüenza por algo que hace solo unos segundos la volvía loca, huyendo por el pasillo.
Se ha ido con el vestido húmedo y el pelo igual, con los rastros del calentó en las mejillas y con tanta prisa que no ha mirado atrás.
Y me ha dejado con la poya como acero valyrio.
Sentado aun el sofá, no me he movido de ahí mientras trataba de retenerla en vano, con menos interés del que debería, pero es llamada no solo la ha asustado a ella, también pesa sobre mi conciencia.
Finalmente encuentro el valor para devolverle la ignorada llamada a Cris.
- Buenos días – saluda ella al otro lado de la línea.
- Buenos – respondo.
- Me preguntaba si hoy quería tomar algo con una rubia – dice muy contenta.
- ¿Qué rubia? – pregunto haciéndome el despistado – conozco a muchas.
- La única que te aguanta – Cris no es muy de bromitas.
- Justamente esa es mi favorita – respondo para salvar la situación.
Una vez acordado los termino y horarios, cuelgo una llamada que en cualquier otro momento seria fantástica pero que ahora solo me trae a la cabeza dudas, sobre todo de como mirar a la cara después de todo lo que ha pasado esta mañana, de si decírselo o no y si aún amparado por esa segunda norma tan útil ahora, ella lo entenderá.
…Plan de tarde:
¿se puede tener remordimientos por algo que casi fue, pero no llego a ser? Ya tengo la respuesta, pero sigo sin saber que debo hacer al respecto.
Hemos quedado en un parquecito de la zona centro, es como un oasis en un desierto de hormigón y cemento, rodeado completamente por edificios altos. La espero a la sombre de árbol y aunque es mi ciudad el calor del verano no es muy sofocante, los bombones se derriten al sol y yo tengo que tomar precauciones por mi bien, así como estoy, apoyado en el árbol y con unas gafas de sol para disimular la magulladura, podría pasar por un agente secreto a la espera de intercambiar códigos nucleares. No son códigos, pero ella es una verdadera bomba rubia que capta toda mi atención cuando la veo aparecer a lo lejos, con un vestido veraniego y la melena rubia recogida en una trenza, brilla más que la luz del sol.
- Hola – saluda al llegar a mi lado – déjame ver ese ojo.
- Hola – respondo sonriendo – no, estoy más guapo con gafas.
- Dámelas cobarde – Cris extiende la mano – o te las quito yo.
Se que es perfectamente capaz de quitármelas por la fuerza, asique se las entrego en mano sin más excusas, ella cierra las patillas y las introduce en el cuello de mi camiseta.
- No esta tan mal – dice mientras acaricia mi cara con mimo.
- Me da un toque de tío duro – presumo de mis cicatrices de guerra.
- Para nada – Cris corta mi chulería – tengo algo para ti.
Rebusca en la pequeña mochila que lleva a la espalda y saca un diminuto tubo de plástico, desenrosca la tapa y con un dedo coge un poco de la sustancia que sale de ahí, para acercarlo a mi ojo.
- ¡eh! – reculo por inercia - ¿Qué es eso?
- Estate quieto – dice mientras intenta aplicar la sustancia – no seas crio.
Cierro los ojos y aguanto la respiración, pero la deja actuar. Con mucho cuidado extiende la sustancia sobre mi cara, cubriendo la zona afectada con delicadeza y aunque me duele cuando toca, la sensación de frio que provoca en la magulladura, es muy agradable.
- Hule raro – digo al no poder contener más la respiración.
- Quejica – responde al terminar – te hará bien.
No puedo negar que esa crema alivia bastante el dolorcillo que tenía en la cara.
- Gracias – cedo ante ella – pero un beso también habría estado bien.
- Pero que tonto eres – dice limpiándose los restos de crema del dedo.
Sin reprocharme más me da un beso en la mejilla, del lado bueno de la cara, del otro lado habría probado la crema y si huele mal, sabrá peor. Pasemos un rato a la sombra de los árboles, comentado todo lo que paso anoche, desde el momento roca hasta el puño de Carlos y al llegar a Sofia comentamos como termino la noche, pero inevitablemente llegamos ha como a amanecido la resacosa y me quedo en silencio unos segundos, ahora ya sé que no voy a mentirle, no necesito hacerlo y además nada bueno saldría de ello.
Le cuento sin rodeos lo que ha pasado y como ha pasado, desde el baño hasta el sofá, ahorrándome más de un detalle innecesario.
- No pasa nada – dice tragando saliva – para eso está la segunda norma ¿no?
Un no pasa nada en labios de una mujer puede significar de todo, pero en este caso y aunque intenta sonreír tras decir eso y lo consigue, por primera vez la sonrisa que aparece en su cara no me para el corazón.
- ¿seguro? – su sonrisa me genera dudas.
- Seguro – responde sin cambiar la expresión – ya te lo dije, le gustas.
Y esa es la última frase dedicada a este tema, no voy negar esta vez sus palabras y no creo que ella quiera más información sobre el tema. En medio del silencio después de la confesión, pasemos un rato más, hasta llegar a un local que está pegado al parque, es la azotea de uno de esos altos edificios que lo rodean. Los minutos que pasamos en un viejo y lento ascensor, pienso en todos esos videos subidos de tono (porno) que he visto y en que pasarlos uno al lado del otro en silencio, es peor que una charla sobre el clima.
El sitio es increíble, tanto por sus vistas como por la decoración y además hay bastante espacio libre en la barra, pero Cris no me da opción ni de proponerlo, ya que rápidamente elige una mesita en la esquina de la terraza, bajo una sobrilla y con un solo sofá de mimbre como asiento.
Juntos sí, pero no revueltos, manteniendo una distancia prudente uno cada lado del sofá.
Pedimos algo refrescante para beber, cerveza claro esta y recuperamos las conversaciones triviales, dejando atrás el tema Sofia y compartiendo anécdotas e historias, conociéndonos mejor, dándole un poco de trasfondo a todo lo que ha pasado entre nosotros esto últimos días.
- Y ¿corriste alrededor de la sombrilla? – Cris se ríe imaginado la situación – ¿con un chihuahua persiguiéndote?
- No te rías que yo lo pase mal – finjo molestarme por su risa – y era un crio cuando paso.
- Y sigues siendo un crio – dice mirándome a la cara – un crio que se ha peleado en el recreo.
- Por la chica guapa del curso – respondo ante su referencia a mi ojo morado.
Se pone muy colorada para lo cutre del piropo, no he perdido mi toque y es algo que aprovecho para reducir un poco más las distancias que nos separaba, que entre cañas y conversaciones ya se había acortado bastante. Sentada de medio lado con las piernas cruzadas y el vaso de cerveza en la mano, mira como la acorralo contra la esquina del sofá, actúo como el depredador, pero ella no es una presa y se deja acorralar, soy yo el que cae en su trampa, una y otra vez… pero si los hombres tropiezan 2 veces con la misma piedra, los gilipollas tropezamos con esa piedra tantas veces como queremos.
Pero por muy chulo que quede, no lo hago apropósito.
Las manos van al pan o en este caso a la parte desnuda de sus muslos, agarrando con firmeza, ella solo sonríe con sus mofletes aun enrojecidos, cerrando los ojos a la espera, una espera excesivamente corta que termina en un intento más de convertirse en el mejor beso. Sus labios ya no saben a cava, pero la efervescencia espumosa de la cerveza ha dejado un regusto amargo sobre ellos y si es sobre sus labios, todo es mejor que el cava, beso cada milímetro lentamente descubriendo cada surco sobre su superficie, de comisura a comisura, disfrutando cada roce y cada mordida.
- ¿Voy mejorando? – pregunto casi sobre sus labios.
- No está mal – comenta seria – pero tienes que practicar más.
Y es un placer practicar todo lo que necesite, pasamos el resto de la tarde compartiendo besos, cervezas y risas, como una pareja cualquiera en una cita más, salvo que no somos pareja y esto no es una cita, hacía mucho tiempo que no pasaba un rato así con una mujer, de tan buen rollo y sin preocupaciones o expectativas interesadas sobre que podría hacer después de ser el tío majo y agradable, que tantas veces fingí ser por propio beneficio.
- Se nos está haciendo un poco tarde – Cris y su sensatez.
- ¿en casa de tus padres tiene toque de queda? – chinchar es lo mío.
- Gilipollas – responde halagándome – mañana me voy de viaje con mi hermana.
- Genial – respondo – seguro que te hacen falta un poco relax.
- Mucho relax – no puede ser más sincera – pero significar que estaremos unos días sin vernos.
- En ese caso – comento levantándome y le extendiendo mi mano – ¿me dejas acompañarte a casa?
Como respuesta una sonrisa y su mano sobre la mía para levantarse, pagamos la cuenta a medias y no porque no quiere invitarla, pero ella se ha negado justificándose es la igualdad mientras caminamos hacia la salida.
¿sabéis que clase de personas cuenta el tiempo que tarda un ascensor en subir o bajar? Si la respuesta es un gilipollas, habéis acertado.
- Tres minutos y medido – comento en cuanto las puertas del ascensor se cierran.
- ¿Qué? – pregunta Cris extrañada.
Como respuesta la arrincono contra el espejo al fondo de estrecho habitáculo, el moviente que es más brusco que grácil, parece que incluso hace templar el mecanismo.
- Esper… - no la dejo terminar y con un beso sello sus labios.
Todo conato de rebeldía contra mis actos muere en mi boca y mi total ausencia de vergüenza ante la posibilidad que alguien detenga este ascensor en otro piso y mis cálculos de tiempo sean errores, nos pillen o no, la tengo donde quiero y no voy a dejar pasar la oportunidad. Ante el ímpetu de mis besos, Cris se deja llevar agarrando con firmeza mi cara, mi mano busca de nuevo ese desnudo muslo y se desliza a través del vestido hasta agarrar con fuerza su trasero, escapo de sus labios por un segundo para comer su cuello a mordisco, mientras uso mi mano libre para agarrar uno de sus pechos, este triple ataque “ pechoculocuello ” arranca un pequeño gemido de sus labios, rápidamente acallado de nuevo por las míos. Nos devoramos con vehemencia y pasión, intercambio carias y magreos en ambos bandos y ante su permisividad le beso una teta a través del escote, mirándole directamente a los ojos, llenos de deseo, en correspondencia agarra la disimula erección dentro de mis jeans, acariciando toda su extensión.
- Ya casi – comento parando un poco.
- ¿ya te vas a correr? – pregunta con decepción.
- No, ya casi llegamos a la planta baja – termino de sepárame dolido ante duda sobre mi aguante.
Ambos nos reímos por la confusión y aprovechamos los ultimo segundo para disimular los frutos de mi descaro y su complicidad. Coloco como puedo la erección de medio lado en mis gallumbos para que sea lo menos visible y ella baja el vestido levantado, colocando también el escote que mis caprichosas manos han explorado a conciencia y endereza las torcidas gafas. Ligeramente despeinados y con el rubor propio de la pasión, escuchamos ese característico sonido de campanilla que emite el ascensor al llegar a destino.
Abandonamos el edificio sin más sobresalto, disfrutando del delito sin castigo, como unos Bonnie y Clyde de andar por casa, triunfales es sus pequeñas fechorías.
- Eso no se hace – me dice al oído mientras se agarra a mi brazo.
- Si a esta genial – comentó muy serio.
- Claro que si – responde Cris – lo que no se hace es dejarlo a medias.
Con esa maravillosa afirmación y con un ángel agarrado a mi brazo, cruzamos el parque en la dirección que ella traza, paseando de camino a su casa.
…Un paseo:
Un paseo, hacia ningún lugar, damos un rodeo y llegamos a su portal… permitidme versionar a los hermanos Muñoz, tengo poco estilo, pero queda bien como entradilla.
A penas hemos recorrido un par de manzanas cuando llegamos a destino, son tan pocas las manzanas como las palabras que hemos intercambiado en este rato, caminando juntos ante las miradas cómplices de los extraños que nos cruzamos, se que algunos me envían por la compañía y espero que otras piensen los mismo de Cris al ir agarrada de mi brazo, que solo se ha separado al detenernos.
- Hemos llegado – dice ella, aunque si nos detenemos será por algo.
- Eso parece – es una conversación de besugos.
Con tan buen porte que tenemos ambos, ahí parados delante de la puerta, podríamos ser como estatuas de alguna deidad griega, no es novedad lo mucho que me quiero a mí mismo ¿verdad?
- ¿Y ahora qué? – me pregunta de una forma absurdamente tímida.
- ¿una despedida de película? – para peliculero yo.
- ¿y eso como es? – a Cris le pica la curiosidad.
Si algo habéis aprendido de mis tácticas, sabéis a lo que llevan muchas de ellas y no necesito explicar por qué a este le he llamado “una despedida de película” porque eso sería como hacer spoilers, no os explico a vosotros ni tampoco a ella, tan solo la beso (que novedad) mientras acaricio su mejilla y esta vez soy yo quien hace de este momento un simple aperitivo, esta vez soy yo él le da un beso cortito.
- ¿Ya está? – pregunta ligeramente decepcionada – sigue sin ser el mejor beso.
- Dejémoslo en un “continuara” – sigo el rollo cinéfilo.
Es una satisfacción saber que no soy el único al que le sabe a poco algún beso, pero aun sigo quedándome embobado ante esa sonrisa que una vez más comparte conmigo.
- ¡Que tierno! – una aguda voz termina con el momento.
Apartando la mano de su cara, me giro para ver a una chica rubia de media melena, muy parecida a Cris, más joven que ella y no tan bella, y a su espalda una pareja. La mujer me mira con intereses o curiosidad y el más bien con indiferencia o desdén, pero esos verdes ojos llenos de seriedad, son iguales a los de Cris.
- Rebe – Cris da un paso atrás separándose de mi – ¿qué hace aquí?
- Vine a ver a los papas antes de viajar – contesto señalando a la pareja - ¿no nos presentas?
Solo me quedado con la palabra “papas” y su dedo señalando hacia atrás.
- Eh, si claro – comienza Cris con indecisión – esta es Rebeca, mi hermana.
- Encantado – respondo dándole un beso en cada mejilla.
- Y ellos son mis padres – continua con las presentaciones – Pilar y Alfonso.
La mujer me da 2 besos como su hija, quizás con más entusiasmo del que esperaría de una situación tan repentina y sin inmutarse un pelo el me da un fuerte apretón de manos.
- Íbamos a tomar algo – dice Rebeca – veniros los 2.
- ¡no! – respondemos ambos al unisonó.
Sorprendidos por nuestra repentina complicidad, por un segundo nos miramos y sonreímos el uno para el otro.
- Yo ya tengo que irme – digo reculando.
- Si, él tiene cosas que hacer – Cris apuntala mi excusa.
Sin alargar demasiado las despedidas, le doy 2 besos a Cris de la forma más casta, pura y nada sexual que puedo, encaminándome en la dirección contraria a la que ellos se dirigen, independientemente de que vaya en sentido contrario a mi casa.
Al final parece que, si tuvimos algo propio de una película, ya que este incomoda momento parece sacado de una comedia romántica de sábado por la tarde, pero con mejores actores y un final que previsiblemente será más propio de una peli de suspense, con un giro de guion que aún no está escrito y que tiene es vilo en primer lugar al protagonista.