Un gilipollas en la oficina 11 y final.

La guinda del pastel.

Lo primero y antes de leer este ultimo capitulo, GRACIAS (si en mayúsculas) por el apoyo, por los consejos, por las criticas y sobre todo por dedicar un poco de vuestro tiempo a leer mis pequeñas locuras.

Lo segundo, este es mi final, se que no le gustara a todo el mundo, perdón si se me ha ido la mano y al leerlo os sube demasiado el azúcar, es un poco cursi y quizás, demasiado fácil para el camino recorrido, pero a mi personalmente me ha encantado escribirlo así.

…Después de la tormenta:

En un domingo cualquiera, Tony D'Amato, inspiraba a sus deprimidos muchachos con un discurso espectacular, explicándoles que la vida es cuestión de pulgadas, medio segundo más o menos y puedes perder o ganar esas pulgas (o milímetros), por descontado, perderlas o gana rlas es la diferencia entre quedarte como estas o encontrar algo por lo merece la pena vivir.

Esa referencia me viene que ni pintada, aunque este no ha sido un domingo cualquiera.

Medio segundo más o medio segundo menos, postergando deliberadamente toda decisión que no tenga que ver con estar un rato más sin hacer nada que no sea regalarnos besos y caricias, no marcara mucho la diferencia de cómo ha pasado este domingo y ya bien entrada la tarde y con la ropa ya seca, cruzamos el pueblo, cogidos de la mano hasta el coche, también por descontado con una mejor música para el viaje de vuelta (elegida por mi) y muy buen rollo, esta vez no hubo un “pero” a destiempo o una cagada por mi parte, fue un buen final de día.

Le lleve hasta la puerta de su casa, nos despedimos con un beso y hasta espere a verla desaparecer en el interior de la vivienda, como el caballero que no soy, las despedidas no molan, pero hoy es como que no me importa que se termine el día, tengo esa sensación de tendremos muchos más momentos así.

Ya solo en casa (a lo Macaulay Culkin) me replanteo cada cosa que ha pasado hoy, sé que soy raro, me como la cabeza para bien y para mal, supongo que es uno de mis “pocos” defectos… bueno, al menos haga lo que haga, no se me quita la sonrisa de la cara y eso que hago cosas tan tediosas como preparar el equipaje para el congreso, pero nada hace que se me quite el buen humor, creo que hasta sonreiré en sueños.

A primerísima hora aparco el coche en mi plaza, esto aun esta casi desierto y es una rara sensación esto de llegar pronto, por las plazas ocupadas supongo que solo los implicados en este último evento precongreso estamos en la oficina.

Cuando llego al lugar y hora indicado, soy el ultimo para no variar, ya me esperan el jefe, Carlos, Vane, Jaime y Cris, estos 2 últimos el uno al lado del otro, pero ya no me importa una mierda y la sonrisa, cómplice y disimulada, que intercambio con ella, me sobra para estar seguro, que se jodan los celos.

  • Buenos días – saludo a todos – bueno ¿empezamos o qué?
  • Que huevos tienes chaval – el jefe parece de buen humor – llegas el ultimo y metiendo prisa.
  • Soy 99% actitud – comentó divertido – y 1 % puntualidad.
  • Estos días tendrás oportunidad de demostrar esa actitud – El jefe no me contradice – venga vamos empezando que al final se nos echa el tiempo encima.

Damos un rápido repaso a todo lo que con más detalle se nos explicó a lo largo de la semana pasada y aun resumiendo, Jaime es como tomarse una puta caja entera de valeriana, que rollazo de tío. Después de él, como la otra vez, Cris nos da unas directrices de forma eficaz y simple, sin excederse ni un segundo, tras terminar ella, los 2 salen se la sala y, por último, Carlos, que no ha sido capaz de mirarme a la cara ni por segundo, nos da los billetes de tren y unas carpetas con la documentación necesaria.

  • Bueno, ya no podemos hacer más para prepararos – el jefe se pone en pie – ahora está en vuestras manos, suerte.

Le falta solo es el discurso motivador de 3 minutos y medio para hacerlo más de película, pero es de agradecer que nos anime, aunque sea presionándonos.

  • No vemos en la entrada – al salir me dirigió a Vanesa – tengo algo que hacer.
  • Vale – ella accede – pero no tardes, que al final perdemos el tren.

Una vez más recorro los pasillos camino del departamento de auditoria, esta vez más seguro que en ninguna de mis anteriores incursiones en tierra hostil (me va lo peliculero ¿vale?) tendré que ser discreto en cuanto a lo que diga o hago y además por propia decisión, es como seguir jugando con aquello primera norma que vuelve a estar vigente.

Al llegar, en la puerta, Jaime este hablando con ella, tendré que echarle un poco de morro para quitarlo del medio.

  • Perdona Cristina – me meto sin disimulo en la conversación – ¿podemos revisar una cosa de lo que comentaste hace un rato?
  • Claro – Cris me mira sonriendo – pasa y hablamos dentro.
  • Oye, está ocupada – Jaime protesta – ¿no tienes que irte?
  • Venga tío, solo serán 5 minutos – me muestro amigable – después ya le darás la chapa tranquilamente.

Dejándolo con la palabra en la boca paso al departamento siguiendo a Cris, pensando que, en lugar de sentirme celoso, esto es lo debería haber hecho cada vez que los vi juntos, habría sido todo mucho más fácil.

  • Buenos días – saludo a las demás integrantes del departamento.

Supongo que en el rato que hemos estado reunidos, los demás integrantes del plantel de la empresa han ido llegando a sus puestos, ellas saludan educadamente, una por una, como si lo tuvieran ensayado.

  • Gracias por quitármelo de encima – Cris sonríe divertida – pero después volverá con más ganas.
  • Sabes, toda la semana pasada – me da vergüenza admitir esto – me la pase con un nudo en el estómago cada vez que te veía con él.
  • ¿estabas celoso? – Cris finge escandalizarse.
  • Puede que un poquito – decirlo de otra forma es peor.
  • Que tonto – ella me coge la mano, para soltarla rápidamente – en realidad lo tenías tan fácil como hoy, solo tenías que atreverte.
  • No sentía que pudiera hacerlo – soy sincero – ya sabes por qué.
  • Si lo sé – pare que le cuesta mantenerse a una cierta distancia de mi – pero me habrías sido muy útil, Jaime es un pesado.
  • Bueno – brome un poco – espero que te las arregles sin mí estos días.
  • Claro que si – saca pecho muy segura - ¿lo dudas?
  • Para nada – ahora es a mí a quien le cuesta quedarse a distancia.

Tenemos la precaución de estar alejados como para que no se escuche lo que hablamos, pero los ojos que nos observan siguen ahí y debemos mantener la compostura.

  • Cris – Paula se acerca – aquí tienes lo que me pediste.
  • Gracias – Cris recoge los papeles.
  • Que Pau – Paula se toma ciertas confianzas – no vas a aguantarte sin verla unos días.
  • ¡oye! – Cris protesta – ¿qué quieres decir con eso?
  • Venga – Paula se ríe – que se os ve el plumero.
  • Solo estamos repasando cosas para el congreso – intento disimular vagamente.
  • Si claro – Paula exagera deliberadamente esa respuesta – tu no sonreirías así si te estuvieran dando alguna clase de lección.
  • Eso es cierto – Cris no puede evitar confírmalo.
  • Y tú – ahora Paula se dirige a Cris – no sonríes en general si no es con él.

Ambos nos quedamos callados, sabemos que tiene toda la razón, supongo que no podemos fingir ciertas cosas y Paula no ha calado de lleno, que se le va a hacer, día uno del plan para disimular y fracasamos a primera hora.

  • No pasa nada – Paula se da media vuelta para irse – no voy a chivarme.

Se va y ambos seguimos callados, seguros de que nuestro silencio ha confirmado todas las teorías que ella tenía, al final es como me pasa a menudo, la ausencia de negación es también una forma de confirmarlo.

  • Venga date prisa – Cris vuelva a hablar – vete o perderás el tren.
  • Voy a echarte de menos – le cojo la mano de la forma más disimulada que puedo.

Acaricia la palma de su mano con mi dedo pulgar, despacio y en círculos, con delicadeza.

  • ¿Qué haces? – ella me mira sonriendo.
  • Esta es mi forma de no comerte a besos ahora mismo – le devuelvo la sonrisa – creo que lo vi en alguna película.
  • Me gusta la idea – ella acaricia mis dedos de la misma forma – pues esta será mi forma de no abrazarte ahora mismo.
  • ¿nos vemos el sábado? – pregunto sin soltar su mano.

La pregunta por fácil que parezca, la ha dejado muda y miro a los lados por si alguien pudiera oírnos, pero en la sala todas siguen a los suyo.

  • Si no te apetece no pasa nada – ya somos mayorcitos para las obligaciones.
  • No, no es eso – Cris habla por fin – el sábado no puedo, ¿el domingo mejor?
  • Claro – solo faltaría – así el sábado iré al partido con los chicos.

Me sonríe como avergonzada y no sé porque, pero sea lo que sea, la verdad no me importa, soltando su mano nos despedimos con un sencillo adiós y una sonrisa en la cara, al pasar delante del puesto de Paula, ella me mira divertida, levantando el pulgar en señal de aprobación.

No voy a contar toda la semana en el congreso, no es relevante para nada, al final y aunque el hotel está bastante way, ha sido una dura semana de trabajo, pero desde luego que ha merecido la pena, creo que tanto la ingeniera como yo lo hemos petado.

...Voluntariedad:

La voluntariedad en lo que a trabajo se refiere, requiere de una actitud y un carácter especial, por eso apoyo a todas esas almas caritativas, que sin esperar nada a cambia lo dan todo para ayudar a los demás… Yo que voy a trabajar un sábado de forma voluntaria, por otro lado, soy el escalafón más estúpido del mundo laboral.

El gilipollas que hace horas extra y las apunta al techo.

Ayer llegamos muy tarde y solo paramos en la empresa a coger nuestros coches, a esas horas no quedaba nadie salvo el segurata y por descontado, Cris ya se había ido como todos los demás, esta mañana este lugar está casi tan vacío como ayer y solo se escucha el ruido de la fábrica, que, si bien trabajan los sábados, esas horas están dentro de horario y por tanto remunerado, para mi este “pequeño” esfuerzo es la contrapartida del congreso, una semana a gastos pagos (pero trabajando) en la capital.

Espero que sea poco más que responder unos emails y organizar entregas, quiero estar en el bar con los chicos antes del partido de las 16:00, es importante calentar antes de una actividad deportiva, aunque el esfuerzo físico lo hagan otros y yo solo vaya a empinar el codo.

  • No me lo creo – Paula me mira desde la puerta – trabajando un sábado, ¿estás bien tío?
  • Muy graciosa – pero con mucha razón.

Pasa sin pedir permiso, ni que le hiciera falta y se sienta a el otro lado de la mesa.

  • Oye eso de trabajar bien y tal – Paula mi mira más seria – pero ¿no se te va a hacer tarde?
  • No, creo que voy bien de tiempo – miro el reloj de la pantalla.
  • Yo creo que voy justa – Paula también mira la hora.
  • ¿tú también vas? – pregunto sorprendido.
  • ¿estas tonto? – parece molesta por la pregunta - ¿Cómo no voy a ir?
  • Bueno tía, no te enfades – no sé porque ese tono – no sabía que te gustara el futbol.

A Paula se le queda una cara rara, mezcla de sorpresa e incredulidad, desde luego que no entiendo por qué.

  • Para que quede claro – me mira fijamente mientras me lo pregunta - ¿A dónde vas tu esta tarde?
  • A ver el derbi – ahora soy yo el sorprendido – pensé que hablábamos de lo mismo.
  • ¿y la boda? – pregunta ella con calma.
  • ¿Qué boda? – no se dé qué me habla.
  • La de Rebeca – Paula lo dice como si fuera una obviedad – pensé que irías con Cris.

Joder eso debe ser lo que nunca llego a pedirme y por qué tenía el sábado ocupado, también por qué puso esa cara cuando le dije de quedar hoy.

  • Por tu cara – Paula me lee el gesto – deduzco que no sabias nada.
  • Nada – se lo confirmo.
  • Se supone que estáis bien ¿no? – Paula lo dice son paños calientes – o eso parecía el lunes.
  • Lo estamos – sé que lo estamos – o eso creo.
  • Y ¿seguro que nos has hecho nada? – ella tiene todo el derecho a realizar esa pregunta – que nos conocemos Pau.

Recuerdo perfectamente que no he hecho nada directamente, pero sé que eso de tomárnoslo con calma e ir despacio, de disfrutar un poco solos los 2 de esto que tenemos y de dejar fuera a terceras personas… no lo dije directamente ni con esta intención, pero esa afirmación dejaba fuera toda esa clase de eventos en los que se implica a mucha gente, precisamente como una boda.

  • No directamente – se lo cuento a Paula – pero dijo que por el momento quería que esto fuera solo de los 2, que evitáramos cierta clase de cosas, cosas como puede ser una boda.
  • Gilipollas – Paula no se corta – ella no quería ir sola para evitar las preguntan incomodas sobre Carlos.
  • No lo sabía – me defiendo como puedo – ella no me dijo nada.
  • ¿Recuerdas la noche que acabo borracha en tu casa? – Paula pregunta algo fácil de responder – pues esa noche celebramos las despedía de soltera de Rebe.
  • Como no voy a recordarla – y además la recuerdo con una sonrisa.
  • Esa noche se pasó un poco con las copas y estuvo dándonos la vara sobre si pedirte o no que la acompañaras – lo que dice Paula me fastidia bastante – cuando hablamos contigo, pensamos que al estar pedo, había ido a decírtelo.

¿Porque no me lo dijo? Soy gilipollas y también egoísta al quererla solo para mí un poco más, pero si me lo hubiera dicho… no me importa tener que compartir lo que tenemos, hacerlo público o gritarlo a los cuatro vientos, espero estar aun a tiempo de hacerlo mejor, porque al final eso es lo que le dije, que esta vez, pasara lo que pasara, lo haría mejor.

  • ¿Sería muy raro que me plante allí de sorpresa? – pregunto – sé que es raro, pero creo que tengo que ir.
  • Raro eres tú y no te decimos nada – Paula me mira airada – pero no, no sería tan raro.
  • No sé dónde es – un pequeño fallo - ¿me puedes llevar?
  • Claro que puedo – ella responde rápido – pero ¿no tenías planes?
  • A la mierda el futbol – me pongo en pie – Cris es más importante.
  • Me vas a emocionar – Paula usa el sarcasmo – ya sabía yo que no podías ser tan gilipollas como pareces.
  • Gracias – no estoy seguro de que sea un piropo – supongo.
  • Oye – me para en seco antes de llegar a la puerta – ¿no pensaras ir así vestido?
  • No – la duda ofende – tengo la camiseta de mi equipo en el coche.
  • ¿me estas vacilando? – Paula me mira incrédula
  • Pues claro – la duda ofende – tengo tiempo de ir a casa a cambiarme ¿no?
  • Claro – Paula me baja las revoluciones – ya también tengo que prepárame o ¿crees que voy a ir con el uniforme?

Esa camisa cutre le sienta casi también como a Cris, pero no es ropa para una boda, quedamos en que cuando ella esté preparada, pasara a por mí e iremos juntos, también me advierte que como no me vista adecuadamente, me dejara en tierra y sin más explicaciones, le paso mi dirección y me a voy a preparar.

No soy muy de eventos nupciales y evito por encima de todo las ceremonias religiosas, pero los cocteles y las barras libras (los barrar son lo mío) sí que me gustan, aunque hace mucho que no voy a ninguna, sí que tengo un traje.

Bueno, no es un traje, es él traje.

Me costó un ojo de la cara, pero merece cada céntimo pagado (lo sé, hablo como las novias de los programas de televisión) y desde luego que me queda muy bien, bueno que voy a decir de mí mismo, con lo mucho que yo me quiero.

Al final entre una cosa y otra, el tiempo se me escapa y cuando Paula toca el timbre estoy aun terminando de afeitarme, adiós barba de 3 días (o más) perfectamente cuidada, ha sido un placer verte crecer poco a poco.

  • Pasa que termino rápido – Le abro la puerta con la toalla húmeda enrollada a la cintura.
  • Joder tío – Paula protesta – pero mira que eres lento.

Paula lleva un vestido rosa palo, muy repipi para ella, no creo que lo haya sido de su propia elección.

  • ¿dama de honor? – pregunto mirándola de arriba abajo.
  • Por desgracia – Paula hace un sutil pero burlón gesto para presumir de vestido – se supone que no debeos hacer sombra a la novia.
  • Estas muy guapa de rosita – mi tono delata de sobra el sarcasmo.
  • No me vaciles gilipollas – me mira con odio y alza el puño – y pasa a vestirte.

Escapo rápidamente cumpliendo sus órdenes antes de que se enfade de verdad, ya solo me queda vestirme y frente al espejo me visto prenda a prenda, en mi imaginación es como si las partes de la armadura de Ironman fueran cubriendo poco a poco mis extremidades, vale, no es una armadura, pero estoy tan elegante como Tony Stark. Termino de colocarme el cuello de la camisa y la americana del traje, me siento como el príncipe azul (será por el color del traje) que no soy, pero viendo el reflejo, puedo pasar perfectamente por uno.

  • Oye ¿pajarita o corbata? – pregunto saliendo al salón.
  • Vaya – Paula me mira de arriba abajo – visto así, hasta pareces un buen partido.
  • Gracias – un piropo de Paula vale doble – venga, ¿qué me pongo?
  • Pajarita – señala su opción – la corbata con smoking es de paletos.

Frente al espejo de la sala, me coloco la pajarita y reviso también que todos los pelos de mi cabeza estén perfectamente colocados donde deben, puede que no venga a cuento recordarlo, pero por si lo pensáis, ahora mismo soy como los petardos que se ponían corbata para ir al guateque.

  • Joder tío, estas perfecto así – Paula se desespera – venga vámonos.

Casi me arrastra lejos del espejo, maldiciendo entre dientes con palabras demasiado feas para reproducir por escrito y que desde luego no son propias de una señorita (ni de ninguna ser humano decente), pero cualquiera se atreve a corregirla con esa mala ostia.

… A las puertas de la iglesia:

No sé si ha sido un viaje corto o largo, pero se me ha hecho eterno en la tartana que Paula tiene por coche, si lo se cojo el mío y la llevo yo, hace ruidos raros, se caliente si acelera demasiado y huele a naftalina, dice que era el coche de su abuelo y que le tiene cariño, que no piensa deshacerse de él.

Espero volver a casa en otro vehículo distinto.

Para el evento han reservado en una casona antigua que tiene capilla, restaurante y jardines, es uno de esos sitios donde la gente pierde la cabeza por casarse, de los que o reservas con mucha antelación o si no, celebras la boda en el McDonald’s, que por otro lado es más barato y seguro que más especial, no creo que nadie se case allí… joder, me imagino que los anillos de compromiso vendría con el happy meal, que en lugar de tarta, podrían mcflurry nupcial y los camareros pasarían por las mesas preguntando si queremos los bigmac con o sin pepinillo… Lo sé, estoy divagando, deben ser por los nervios y encima no dejo de pensar en que, si no me lo dijo, que pensara cuando me vea aparecer.

Ahora ya es tarde para echarse atrás, Paula acaba de aparcar y me bajo del coche en modo automático, casi sin pensarlo, como un puto robot.

  • Oye Pau – Paula se acerca por mi derecha - ¿estás bien?
  • Si si – intento no parecer nervioso – si
  • Una vez más para que me lo crea – Paula se ríe de mí.
  • Si – contesto – de verdad, solo estoy un poco nervioso.
  • No sé porque – ella le resta importancia – cuando te vea sonreirá como una boba, como cada vez que te mira.

Se que me sonríe mucho y yo estoy más que encantado con esa situación, pero no pensaba que los demás se dieran tanta cuenta de ello y eso me hace sentir vergüenza, aunque me hace feliz también, es contradictorio… como todo mi yo en general.

Esperamos a la puerta de la capilla, entre los demás invitados de los cuales no conozco a nadie, por suerte la novia aún no ha llegado y la gente la espera con lo móviles en la mano (en otros tiempos estarían con cámaras) para inmortalizar su triunfal entrada.

Paula se echa un cigarrillo tan ricamente, comparándola conmigo, es todo lo contrario a mi estado de nervios, que hace que hasta me tiemblen las canillas.

  • ¡Paula! – Cris aparece a nuestra espalada – por fin llegas, venga tira eso y entra con las demás damas antes de que llegue Rebeca.

Con pura agilidad le quita el pitillo de la boca y lo pisotea en el suelo, apagándolo.

  • Ya voy – Paula obedece resignada.
  • Paula, que te dejas a tu acompañante – Cris llama la atención de Paula que pasa de ella – bueno, tu siéntate donde te…

No me había mirado ni por un segundo mientras metía en vereda a Paula, supongo que no me esperaba en ese lugar y eso hacia más difícil que se fijara en mí, pero ahora que me ve, se ha quedado muda.

  • Me ha traído ella – rompo el silencio – pero no soy su acompañante.
  • ¿Qué haces aquí? – Cris sigue sorprendida – pensaba que ibas al partido.
  • Me surgieron cosas más importantes – me acerco a ella – estas muy guapa.

Viste de etiqueta por descontado, no como Paula, su vestido no lo ha elegido otra, lo que ella lleva puesto le va perfecto, en color dorado y beige, con escote palabra de honor (ya comenté que no necesita tirantes para sostener los escotes ¿verdad?) termina por encima de la rodilla con un ligero vuelo y lleva unas sandalias de tacón que realzan sus piernas.

  • ¿cosas más importantes? – Cris pregunta sin dejar de mirare sorprendida.
  • Tu eres importante – confieso sintiendo colorcete en las mejillas mientras se enrojecen.

Solo sonríe como Paula predijo, sin decir nada me abraza y yo correspondo su iniciativa sin dudarlo.

  • Oye rubia – la hablo al oído - ¿Por qué no me lo dijiste?
  • Al principio no estábamos bien como para hacerlo – Cris se sincera hablándome como yo a ella – y el domingo, bueno, dijiste que no querías hacer este tipo de cosas.
  • Siento ser tan tonto – parezco idiota al darme cuenta de lo simple que era la respuesta.
  • No sabias nada – ella me besa la mejilla dando por terminado el abrazo – y en realidad me gustaba la idea de ser solo los 2.
  • Bueno – la mira a la cara – ahora somos los 2 en medio de un montón de gente.
  • También me vale – Cris sonríe con ganas – pero ¿sabes que aquí está toda mi familia?
  • Me lo imaginaba – se me suben los nervios a la cabeza – pero ya sabes que cuando quiero, puedo ser un encanto.
  • Me conformo con que no sea muy gilipollas – solo ella me insulta con tanta elegancia.
  • Lo intentare – soy sincero.

Me agarra la mano, entrelazando sus dedos con los míos, en medio de la multitud podemos pasar desapercibidos, pero al entra juntos en la iglesia y de la mano, más allá de toda connotación de carácter nupcial, podría parecer otra cosa.

  • Oye, una cosa – Cris se para a la puerta - ¿tan importante soy que no has dudado para nada en hacer esto?
  • Si que he dudado – lo es más de lo que puedo decir – pero eres más importante que mis dudas.

Ella me mira a la cara, ladeando su cabeza a un lado, sin las gafas el verde de sus ojos es demasiado intenso para aguantarle la mirada, ni las lentillas lo enturbian y sonríe sin decir nada, me agarra la mano con más fuerza, tirando de mi hacia el interior del templo y al cruzar el umbral de la puerta, noto como un olorcillo a chamuscado, creo que somos yo y mis pecados ardiendo al pisar el santo suelo del lugar.

…El Coctel:

La ceremonia ha sido muy bonita y que yo lo reconozca tiene mucho valor, odio los eventos cristianos, me repelen sobremanera y más si estos están relacionados con el amor o con el falso concepto de amor que venden los creyentes.

Por fortuna no me he quemado por completo, solo me he cocinado al punto, bueno bueno.

Lo único malo de la ceremonia ha sido no poder gritar “yo objeto” cuando el cura pregunto esa de si alguien se opone que hable ahora o que calle para siempre, a ver, no es que me oponga a nada, pero tiene que ser tan divertidísimo gritarlo.

Divertido menos para los novios claro y seguro que a Cris tampoco se reiría de la situación.

También estoy seguro de que, si se me ocurre decirlo, el padre de la novia me habría matado, desde que entre a la iglesia con la hija que no se casa de la mano, me mira malamente y la verdad es que el verde de esos ojos me acojona de verdad, todavía no he hecho nada para enfadarlo (o eso creo), aunque con mi historial es importante recalcar el “todavía”.

Al final y recalquemos la palabra “final” como símil de un encadenamiento perpetua a una sola persona, por voluntad propia y de por vida, eso solo puede ser amor verdadero o locura transitoria… joder que me enrollo, al final, sellan el pacto con un si rotundo por parte de ambos y se besan, de forma casi tímida, supongo que cohibidos por las miradas indiscretas. Tras concluir la ceremonia, salimos a los jardines trasero, donde nos sirven un coctel (guateque) que consiste en varios aperitivos y bebidas refrescantes o espirituosas, a cada cual le corresponde elegir con que matar la sed.

Cris se ha alejado al salir y en parte es de agradecer, junto a ella llamo la atención de su familia, solo nadie me saluda, mucho más tranquilo.

  • Mira lo que traigo – Cris vuelve con una copa en cada mano – cava ¿no te suena de algo?
  • Creo que si me suena – sonrió mientras cojo una de las copas.
  • Espero que hoy no te den un puñetazo – Cris finge golpearme mientras se ríe.
  • No te pases rubia – bloqueo su puño con mi mano.
  • ¿puñetazo? – el padre de la novia hace acto de presencia – ¿rubia? ¿Qué clase de conversación es esa?
  • ¡papa! – Cris protesta – no empieces.

La seriedad de la cara de Cris al reprochar a su padre, me trae cientos de recuerdas de todas las veces que me reprocho a mi cada cosa que hacía mal, que bonitos momentos vivimos.

  • Solo bromeaba – Alfonso habla sin cambiar su serio semblante – como dijiste que estaba ocupado, pensé que no vendría.
  • Bueno, tenía algo de lio – improviso sobre la marcha – pero mi lio seguirá mañana esperando a que lo solucione.
  • No es bueno dejar las cosas para mañana – ese tono es casi letal – ¿no piensas lo mismo hija?

Se de sobra lo que piensa Cristina sobre el verbo procrastinar y también se lo que opina de mi sana costumbre de ponerlo en práctica, aunque sea como en esta ocasión de forma figurada, pero no la dejo hablar.

  • Por ciertas cosas importantes – me dirijo directamente a el – sí que merece la pena aplazarlo todo.
  • Pau tiene razón papa – Cris me defiende – el trabajo no lo es todo.
  • No es que no esté de acuerdo hija – Alfonso cambia el tono – pero me sorprende que lo digas tu.
  • Bueno – Cris habla con dudas – a veces en bueno cambiar de opinión.
  • Si este chico consigue hacerte cambiar de opinión – él me mira de medio lado – puede que hasta termine por caerme bien.
  • Si piensas eso, es que no me conoces aun – me arrepiento de esas palabras en el mismo momento que salen de mi boca.

Cris me mira entre riéndose por la torpeza y escandalizada por la estupidez, no le queda nada que aguantar.

  • Bueno – Alfonso no le da importancia – por lo menos pareces sincero.

De todas las conclusiones que podía sacar de mi cagada, esta es la más indulgente, con una palmada en el hombro y un beso a su hija, Alfonso nos deja solos, al menos por un momento ya que si bien era de esperar que la familia de Cris se interesara por ella y que yo tengo que ser majo, agradable y educado ante todos y cada uno de ellos, es solo un pequeño pago por estar a su lado.

Al final solo son un número indeterminado de besos en las mejillas, algún que otro tirón de mofletes y muchos nombres que no recordare por demasiado tiempo.

…La cena:

Me he puesto morado a aperitivos y cava durante el guateque, digo el coctel, saltándome la advertencia más repetida por mi madre durante mi infancia, no comes nada antes de cenar.

Menos mal que tengo un agujero negro por estómago.

He cometido el error de sepárame de Cris otra vez, bueno no es un error desde el punto de vista de pasar desapercibido, ella ha ido a ayudar a su hermana con el vestido en el baño y yo me tomo la última copa de cava mientras busco la mesa. No sé si por fortuna o por otra cosa, pero Cris había indicado que iría con acompañante, que ese fuera Carlos y no yo, no cambia el hecho que de que hay una mesa con una silla para mí, la mesa número 5.

Al lado de la mesa presidencial, junto a las damas de honor y amigas varias de la pareja, lo que podríamos llamar la mesa joven del evento, con mantelería blanco y centro de flores en medio de la mesa, como todas las demás del comedor y completamente vacía aún.

Me mantengo a una cierta distancia de la mesa, no quiero elegir sitio el primero, asique mientas la gente va entrando y ocupando sus lugares, yo merodeo entre ellos, saludando muy educadamente, sin parame con nadie y sin alejarme demasiado de mi sitio. Veo a los padres de Cris sentarse en la mesa principal, ella me saluda con la manita y el me mira seriamente (otra vez) mientras se colocan en sus sitios, junto con otra pareja de una cierta edad (por no decir viejos) que deben ser los padres del novio.

También veo como los primeros comensales de mi mesa se van sentando, 2 damas de honor vestidas con el mismo vestido que lleva Paula, me animo socializar y me acerco a una de las sillas, de lado apuesto a las que están ocupadas.

  • Perdona – una de las chicas me habla – ¿estás seguro de que esta es tu mesa?
  • No lo sé – contesto – no se leer, me he sentado por intuición.
  • Que borde – ella protesta – a ver gilipollas ¿por quién vienes? ¿por la novia o por el novio?
  • ¿yo? – me auto señaló con el dedo índice – vengo por la barra libre.
  • Madre del amor hermoso – suspira en señal de protesta – a ver gilipollas, ¿tienes acompañante? Puede que ella te espere en la mesa correcta.

Me encanta cuando me llaman gilipollas sin conocerme o es que se me ve el plumero demasiado rápido, no lo sé, pero, en cualquier caso, no vamos a fingir ahora que no lo soy.

  • Igual vengo solo – sonrió con mi mejor gesto – ¿esta no es la mesa de los solteros?
  • No, no lo es – la chica protesta con los brazos en jarra – esa es la mesa 7.
  • Y ¿seguro que esta no es la 7? – me cuesta aguantar la risa.
  • ¿eres tonto a que te pasa? – coge el cartelito con los nombres – es la 5 y si tu nombre no está ahí, esta no es tu mesa.

Cojo el cartelito que con tanta desesperación me ofrece, veo el nombre de Paula, el de Cris y varios más, entre ellos el de Carlos, que es el sito que me corresponde.

  • Soy Carlos – lo digo sin pensar en que no mola nada pasar por él.
  • Se que no eres Carlos – me mira malamente tra tra– tu eres gilipollas, pero no tanto como ese estirado.
  • Vaya, no sé si sentirme alagado o no – es la primera vez que piensa que hay alguien más gilipollas que yo – pero estoy de acuerdo con tu opinión sobre Carlos.
  • Si lo conoces, sabrás que no va a venir – ella me sigue mirando mal – ese cabrón se arrepentirá toda la vida de perder a Cristina.
  • Volvemos a estar de acuerdo – celebro compartir tantas opiniones con ella – ahora en serio, me llamo Pau.

Me levanto y le ofrezco la mano de forma educada, los 2 besos como presentación no conviene usarlos después de putearla, ella me la estrecha con dudas (la mano no otra parte) sin dejar de mirarme de forma rara.

  • Yo soy Coral – lo dice dudando – pero en serio, si esta no es tu mesa, vete dejando sitio a los demás.
  • Si es su mesa – Paula aparece – y que no te engañe, se llama Paulino.
  • Pau para las amigas – miro ofendido a Paula.
  • ¿tú lo conoces? – Coral pregunta dubitativa.
  • Es el acompañante de Cris – aclara todas las dudas – este es con el que nos dio la chapa el día de la despedida.

Ante la revelación, la saludo menando los dedos de la mano y sonriendo, espero no causar una mala impresión así de primera, seria inaudito en mí.

  • Eres un poco vacilón ¿no? – Coral se sienta en su sitio más relajada ya.
  • Mas bien gilipollas – sonrió al decirlo – me calaste a la primera.
  • Y al parecer – Cris se sienta a mi derecha – está orgulloso de serlo.

Sin contradecirla (tiene toda la razón), beso su mejilla con afecto, le comería la boca, pero sus padres están demasiado cerca.

El banquete es copioso, abundante o excesivo, depende de a qué clase de persona le preguntes, pero un tragón como yo, es la justa media de comida y creedme que, a pesar del coctel, podría seguir comiendo sin parar por puro capricho. La compañía ha sido amena, la charla entretenida y regadas con un poco de vino (las lenguas siempre están más sueltas con un poco de vino) que hace que las palabras se peguen al paladar, pero que salgan con más elocuencia y siempre es más divertido que los ambientes serios o pedantes, todos preferimos la chanza y la juerga.

Paso a paso o plato a plato, vamos cumpliendo con cada tradición típica de los rituales de compromiso, son constantes los gritos como ese tan típico de “que se besen los novios” o ese otro de “que vivan los novios” y muchas más por el estilo, pero de entre todos esos clichés típicos de las bodas, hay uno que es casi hasta especial o más mítico, el sorteo del ramo.

Antes de la tarta nupcial y de los bailes, mientras sirven una copa a modo acompañamiento del café, los novios se levantan de la mesa, anunciando a los 4 vientos lo que va a pasar a continuación, provocando que todas las mujeres de la sala, las solteras y las que ha venido acompañas, pero no llevan anillo al dedo, todas se alteren una forma excesiva, bueno todas no.

A mi izquierda Paula pasa del tema mientras bebe con calma su copazo y a mi derecha, Cris mira como todas las chicas de la sala se levanta y coge mi mano bajo el mantel con fuerza, sin decirlo en voz alta, está claro que quiere competir por ese codiciado objeto, pero le da vergüenza admitirlo o teme que, si lo coge, eso implique un cambio para nosotros.

  • Levántate y coge ese ramo – se lo susurro al oído.
  • Estás loco – Cris no puede evitar sonreír con la idea – ¿sabes lo que implicaría esa tradición?
  • Absolutamente nada – solo nosotros decidimos que hacer o que no – seremos lo que queramos ser, no lo que otros piensen o crean y menos lo que un ramo de flores insinué.

Me besa la boca sin dejar de sonreír y se levanta, junto a todas las demás mujeres, colocadas de forma totalmente aleatoria, pero agrupadas en el centro del salón

  • Me sorprende lo que has madurado – Paula me mira alegremente – ¿de verdad has cambiado tanto?
  • No es cambiar, es elegir – no soy tan distinto – a veces solo hace falta un buen motivo para elegir bien.
  • ¿entonces sigues siendo un gilipollas? – ella se ríe al comentarlo.
  • Absolutamente – no nada que objetar – un gilipollas con mucha suerte.

Brindamos por mis palabras, chocando los vasos, dirigiendo las miradas a la vorágine de sangre, vísceras y entrañas, golpes, insultos y trozos de tela volando por los aires, algún que otro diente saltado, improperios variados y miembros seccionados, todo eso antes incluso de que Rebeca se dé la vuelta para lanzar el ramo, esto, señoras y señores, es como un puto circo romano. No compiten por la libertad, por el orgullo de una victoria apoteósica o por su vida, solo por el absurdo consentimiento de la divina suerte para casarse con sus parejas y presumir de ello delante de un montón de gente a la que casi ni conocen, no soy para nada una voz autorizada para hablar de lo que la gente hace por sentirse protagonista por 5 minutos y menos para cuestionar cualquier conducta irracional con respecta a nada, pero eso no puede evitar que esto me resulte algo tan alocado.

Pero tengo que reconocer que me divierte ver como Cris, con lo sobria y racional que es, pierde la calma para arrancar unos cuantos mechones de pelo, es tremendamente divertido.

Vale, no hay sangre, vísceras o violencia excesiva, pero estoy seguro de que alguna de ellas se ha llevado un codazo en el fragor de la batalla y al final del incontable grupo de féminas alborotadas, en medio de la decepción de todas menos una de ellas, la figura de una rubia preciosa se alza en medio, triunfante y con el ramo en la mano que alza al viento para demostrar su victoria.

El abrazo de su hermana, los aplausos de los invitados y las miraditas cómplices que toda la sala nos dirigen cuando Cris vuelve a la mesa y me coge de la mano, sin importar nada las miradas expectantes que nos dirigen, ella lleva el ramo en la mano y yo el culo del vaso manchado de wiski, somos una foto en blanco y negro, una imagen borrosa y una promesa de actuar de la forma correcta, salimos juntos a los jardines iluminados por faroles, olvidando hacer lo que las tradiciones cuentan que deberíamos hacer.

Caminamos en silencio por una senda de piedra, la brisa nocturna eriza la piel blanca de Cris, algo que puedo solucionar elegantemente cubriendo sus hombros con mi chaqueta, ojalá todo fuera tan fácil de arreglar.

Al final de la senda, solo hay un cenador adornado con flores, sé que no hay un sitio mejor para sentarnos un rato, aunque sea en las escaleras del atrio y en efecto la hago, me siento en el tercer escalón, mientras Cris se sienta un escalón por debajo, entre mis piernas, dándome la espalada y sin mirarme.

  • Me lo estoy pasando genial – Cris habla y sin verla sé que sonríe.
  • Yo también – mis dedos acarician su nuca con delicadeza – enhorabuena por el ramo.
  • Gracias – encoge el cuello – para, me haces cosquillas.

Coge mi mano para detenerme, posándola sobre su hombro y con su mano sobre la mía.

  • Sigo sin dejar de pensar en esto que tenemos – Cris se sincera – los días buenos son tan buenos.
  • Pero no todos los días son así – es duro reconocerlos, pero es mejor que fingir - ¿verdad?
  • Ojalá lo fueran – Cris aprieta mi mano – pero, aunque quiero hacerlo, no paro de pensar en todos los días malos o en los días que no sé cómo son.
  • ¿los días que no sabes cómo son? – la pregunta se las trae.
  • Ya sabes, entre mis idas y tus venidas – agacha su cabeza – cada vez que yo digo algo que nos aleja o tus haces algo que mejor no describo.

Son tantas pequeñas historias, todas ellas igual de estúpidas y todas forzadas por pensar con una parte de mi anatomía que no es la cabeza o peor, por despecho, por enfado o por orgullo, pero sobre todo por miedo, miedo a sentirme otra vez desengañado por alguien a quien quiero, miedo a ser otra vez el juguete que Alba rompió.

  • De todos los días que no sabes – intento darle algo de sentido a esto – ¿pregúntame lo que quieras?
  • ¿lo que quiera? – Cris gira la cabeza para mirarme - ¿vas darme excusas surrealistas como cuando intentabas tapar sus cagadas laborales?
  • Para nada – solo hay un camino para que esto funcione – no se empieza nada sobre una base de mentiras.
  • ¿empezar algo? – Cris me sonríe por un momento – me gusta cómo suena eso, pero creo que ya tenemos algo
  • Si – le devuelvo la sonrisa – pero no quiero quedarme solo en “algo”.

Por un momento su sonrisa vuelve a parar el tiempo y al igual que cualquier otro momento anterior, en este segundo sostenido en el tiempo, nos separan las mismas dudas que llevan flotando a nuestro alrededor desde el principio.

  • ¿seguro que quieres jugar a esto? – Cris me da una última advertencia – quizás digas cosas que no me gusten.
  • Puedo decir la verdad y que no te guste o puedo fingir que no importa lo que pasara en cada una de esos días – no podemos avanzar sin resolverlo – pero sí importa y nunca tendremos nada de verdad sin hacer esto.
  • Si eso es un sí, deberíamos empezar – ahora es ella quien luce pensativa – veamos ¿Cuántos años tienes?
  • Esas no son las preguntas que esperaba – me pilla por sorpresa.
  • Venga, con lo peliculeros que eres – ella se lo toma de forma relajada – es como con el polígrafo, pequeñas preguntas para calibrar.
  • Vale, 33 años – respondo sin más excusas.
  • Viejo – me hiere el orgullo - ¿nombre completo?
  • Paulino Ruiz Cañete – seguimos por el camino fácil.
  • Me gusta más Pau – a ella y a mí nos sientan bien los diminutivos – ¿con cuantas chicas has estado?
  • Se más concreta – es una buena excusa para no decirlo – no llevo la cuenta a largo plazo.

Cris ha cambiado el gesto, ya no sonríe de la misma forma que con las preguntas fáciles, no sabe si de verdad está haciendo lo correcto, se saldrá algo bueno de remover la basura.

  • ¿con cuantas has estado este último mes? – Cris lo pregunta con la boca pequeña.
  • 6 – a corto plazo sí que lo tengo controlado.

Solo es una cifra y depende con que parte de mi anatomía piense va desde astronómica a normalita, pero no soy yo (ni ninguna parte de mi anotomía) él que va a juzgar ese número.

  • 6 – Cris repite el número – en tu opinión ¿son muchas o pocas?
  • Son las que son – no es una evasiva sin más – no son medallitas que ponerme ni clavos en mi ataúd.
  • Eso no es una respuesta – Cris habla de forma agresiva – ¿lo disfrutaste?
  • Si – respondo seco y cortante.
  • Ahí no has dudado – parece que mi respuesta la molesta - ¿volverías a hacerlo?
  • No – igual de seco – fue divertido, pero mirando hacia atrás, ahora sé que no me compensaría repetirlo
  • Si ya lo has hecho una vez – le tiembla la voz – ¿Puedo confiar en que no lo hagas de nuevo?

Me mira por encima del hombro, sujetando mi mano sobre él, esperando una respuesta que no se darle, ahora sus ojos son como cuando le dije lo que paso con Sofia y por supuesto que la sonrisa se ha borrado de su cara.

  • Quiero confiar en ti – Cris traga saliva para hablar mientras yo no digo nada – pero no lo pones fácil.
  • No soy fácil en ningún aspecto de mi vida – para que mentir – y no tengo respuesta para la confianza.
  • Se que no tienes respuesta, también sé que no me mientes – ella mi mira sin cambiar el gesto – me gusta que seas sincero, pero eso no cambia los cosas que han pasado.
  • Tienes razón, no puedo cambiarlo – ojalá pudiera – no quiero escusarme, pero lo hice porque no sabía lo que quería.
  • ¿no sabias lo que querías? – Cris me habla de forma acusadora – ¿y ahora ya sabes lo que quieres?
  • A ti – no tengo dudas.

Ella se queda callada y yo solo necesito decirle todas las cosas que ella ha cambiado sin ni siquiera proponérselo, sin que yo me diera cuenta de que lo hacía.

  • ¿nunca te he dicho lo cobarde que soy? – sé que lo he dicho muchas veces, pero a ella no – es una de las muchas cosas que no te he dicho, como tampoco te dije lo mucho que gusta despertarme con las cosquillas de tu pelo en la nariz o lo valiente que me siento cuando me coges de la mano.

Cris no dice nada y a mí me puede la presión, me desespero al no poder descifrar su gesto, al no saber si al final de este estúpido momento, tendré un motivo para no ser el gilipollas que he sido tanto tiempo.

  • Cris, yo… no puede pedir que me creas – le cojo la mano con fuerza – no lo merezco, no te merezco a ti.
  • Tonto – Cris habla con hilo de voz muy bajo – ¿Por qué eres tan tonto?
  • No debería sorprenderte – solo puedo seguir explicándome – soy tan tonto que intente no enamorarme de ti durante mucho tiempo.
  • ¿Cómo? – Cris se ha quedado con esa última afirmación
  • Tan tonto que ni si quiera he sido capaz de decirlo directamente – soy patético – estoy irremediablemente enmarado de ti.

Acaricio su cara, mirando sus ojos vidriosos y su gesto crispado, por muy bonita que puede ser una confesión como esa, si viene de la persona que sistemáticamente ha puesto a prueba tu moral durante tanto tiempo, desde mucho antes de que pasara nada entre nosotros y aun después de que pasara, esas palabras pierden toda la magia.

  • Necesito saber por qué de mi – Cris ya no suena enfadada – y no de las otras.
  • Tú no huiste de mis gilipolleces – es la mayor verdad – lo normal es que cuando una chica de acerca lo suficiente, la aparte de mi con mi gran repertorio de cagadas, algunas de ellas hechas con toda la intención.
  • ¿ha todas las echaste de tu lado? – es más sorpresa que molestia - ¿Por qué?
  • Por miedo – me siento vulnerable al sincerarme.
  • ¿miedo a que? – Cris mi mira seriamente.
  • A volver a romperme – me cuesta decirlo en voz alta – después de Alba, no elegí ser así por coincidencia, lo hice para evitar que me volviera a pasar lo mismo.
  • Eso es como decir que todas somos iguales – Cris me reprocha con ironía – que todas somos las malas de la historia, pero quizás, solo quizás, estés muy equivocado.
  • Ahora lo sé – ella me la ha enseñado – tú me has demostrado todo lo equivocado que estaba, gracias por quedarte.

Cris me mira sonrojada, no sé si por la confesión o por el alago, o en el peor de los casos, avergonzada por la indescriptible actitud que ralla entre la estupidez infantil y la inconsciencia deliberada de mis conductas posteriores. Si lo pienso detenidamente, solo debí desconfiar de una mujer y no huir de todas las demás, así Alba habría sido la única mala de esta historia, pero ahora tras todo lo que yo he hecho, soy tan malo como ella o peor.

  • Antes me preguntaste si eras tan importante como para que no tenga dudas – lo dijo a las puertas de una iglesia – tengo dudas de cada cosa que hace referencias a ti, de todas, pero al final todo se soluciona si te veo sonreír, no solo eres importante, eres especial.
  • Soy tan especial – ella suena casi triste – que al final hiciste lo mismo que con otras.
  • Eso no es verdad – no lo es en ningún caso – eres tan especial, que prefiero perderte que mentirte

Le vuelvo a acariciar la cara, dirigiendo su mirada a la mía.

  • Eres tan especial – me repito para recalcar la verdad – que no me importo contarte cosas de mí que ni mis amigos o mi familia saben.

Me muevo para sentarme a su lado, bajando al mismo escalón.

  • Eres tan especial – lo digo por tercera vez – que, si no quieres nada mas de mí, desapareceré de tu vida y aunque me duela, siempre será mejor que hacerte más daño.

Trago saliva, eligiendo de entre todas cosas que la hacen especial, cual decir ahora.

  • Eres tan especi…

Ella me calla de la mejor de todas las formas, con sus labios sobre los míos, con beso corto como solo ella sabe darme, quedando su rostro a escasos milímetro del mío.

  • No quiero que te vayas de mi vida – Cris habla y siento su aliento en mi nariz – ya te dije una vez que no te dejaría ir.
  • No voy a…
  • Cállate, ya has dicho suficiente – ella tapa mi boca con la mano esta vez – fuiste un polvo de una noche, fuiste un encanto cuando yo no lo fui, fuiste el que se tomó la segunda norma al pie de la letra, pero también el que puso la tercera.

Me mira a los ojos, serena y segura, sin parpadear y sin mudar ese gesto indescifrable.

  • Tu consigues que cada beso sea un motivo para besarte otra vez – Cris sonríe un poco más con cada palabra – haces que me tiemble las piernas de miedo y me palpite el corazón de emoción solo con tenerte cerca, todo a la vez.

Me acaricia el rostro, levantado la prohibición de hablar al destapar mi boca, pero ahora quiero oírla a ella.

  • Me sacas de mis casillas por sistema y me haces sonreír como nadie – en su rostro tiene dibujado un buen ejemplo – me gustas hasta cuando te sale la vena gilipollas, puedo dormir a tu lado, aunque sea un sofá de mierda y despertarme son una sonrisa.

Me besa de una forma pausa, larga y sencilla, sellando mi boca son la suya de forma tierna, con sus ojos tan cerrados como los míos.

  • Yo también estoy perdidamente enamorada de ti – se sincera casi sin dejar de besarme – y voy a seguir con esto, sin mirar atrás, hagamos que esto sea algo de verdad.

Acaricio su nuca y atraigo su cara recorriendo el corto espacio entre nuestros labios, besando su boca lentamente, recreándome con cada pequeña mordida, con el sabor de su piel, con su lengua en mi boca, dejando que la pasión sustituya al mimo y a la ternura, por unos segundos nos devoramos mutuamente.

  • Tenemos que volver – Cris me frena en seco – o nos perderemos la fiesta.
  • Claro – finjo que la fiesta está dentro y no es sus labios – vamos.

Le cajo la mano, ayudándola a ponerse en pie sobre esos afilados tacones que también le sientan, deshacemos el camino que nos llevó aquí, ella sigue llevando el ramo y yo el vaso vacío, pero volvemos de una forma completamente distinta.

…El Primer Baile:

Creo que para este momento voy a sacarme de la manga el baile más romántico de todas las películas de animación, la bella y la bestia, ella con un precioso vestido amarillo y el con su velludo cuerpo bien despiojado, bailando al son de la canción de una tetera, todo muy realista, cuerdo y mentalmente sano, si señor.

Ni Rebeca es la bella, ni su flamante esposo es la bestia (aunque no va mal de pelo), pero como un recurrente cliché de boda, hacen su primer baile como matrimonia al son de la misma canción.

Casi nos lo perdemos por esa charla que hemos tenido, pero habría merecido la pena perdérselo, ahora los observamos casi desde la última fila, junto a todos los demás y es una escena preciosa, con una mezcla entre la luz tenue y los reflejos de los flashes de todos los fotógrafos aficiones, hasta a mí me resulta emotivo. El baile termina con un bonito beso y acto seguido el pincha, pone otra canción lenta, los novios comienzan a bailar de nuevo y es como una invitación a que todo el que quiera unirse lo haga, veo a los respectivos padres de los novios salir a la pista y de nuevo Cris me coge la mano con fuerza, vamos a tener que mejorar eso atrevernos a pedir las cosas.

  • ¿bailamos? – vuelvo a hablarle al oído.
  • Solo si tú quieres – Cris me lo pide sin pedir.
  • Claro – la llevo hacia la pista de baile – una vez te dije que bailaba de puta madre, ahora te lo voy a demostrar.

Al pasar al lado de nuestra mesa, yo poso el vaso y Cris le tira el ramo a Paula, que lo coge el vuelo en segunda ronda, no sé si de esa forma tiene el mismo significado.

Al llegar a la pista, bajo las miradas de toda la sala, ya que pocas son aún las parejas que han decidido unirse, con delicadeza mi mano izquierda se posa en su cadera, mientras con la derecha acaricio su brazo hasta llegar a la mano, agarrándola. Nos miramos a la cara, ambos sonriendo y comienzo a marcar el compás de 3 por 4 del vals que suena por los altavoces, una pieza más clásica que la inicial para un segundo baile o un primer baile, como lo es para Cris y para mí.

Poco a poco perdemos el paso propio de esa pieza y aunque parezca mentira, en medio de inmenso salón lleno de gente, solo estamos los 2, uno junto al otro.

Mis manos pasan a sus caderas y las suyas rodeando mi cuello, tan cerca que noto sus latidos en mi propio pecho, es más un abrazo que un paso de baile, pero eso sí, nos movemos con ritmo al son de la música. Tenerla tan cerca, oler su perfume, sentir su respiración o la suavidad de su piel sobre la mía, son cosas que ya no quiero perderme más y que no voy a perderme más, es demasiado fácil acostumbrase a lo bueno.

  • Si te quedas un segundo más tan cerca de mi – le hablo al oído – puede que ya nunca te deje alejarte.
  • Si paso un segundo más así – Cris me responde de la misma forma – no podrías alejarme, aunque quisieras hacerlo.

Somo cómplices de un momento perfecto, pero como todos lo momentos, los mejores y las más terribles, tiene un final y este acaba con los últimos acordes de la música y un bonito a plauso, no aplauden por nosotros, pero como si lo hicieran.

  • ¿es raro que nos quedemos así sin música? – seguimos sin cambiar de posición.
  • Mucho – Cris se ríe – pero no quiero soltarte.

Me separo un poquito, lo mínimo imprescindible para besar su mejilla con decisión y afecto, cojo su mano y caminamos lejos de la pista de baile, de vuelta a la mesa donde los demás se toman una copa tranquilamente.

Me repetiré para decir que la vida es cuestión de pulgadas, si llegas un segundo tarde lo pierdes todo, pero a veces, solo a veces, la vida te da la oportunidad de llegar en el momento perfecto y no creo que nosotros tuviéramos otro momento que no fuera este, cada cosa que está pasando hoy es justo como debería ser o al menos como yo deseo que sea, si existe el karma no estoy muy seguro de porque con mi historia, me da esta oportunidad de hacer las cosas de otra forma, no lo sé, pero me siento muy feliz de vivir este momento y muy ridículo de casi cargarla por no saber decir las cosas a tiempo.

  • ¿te traigo algo de beber? – me muero de sed.
  • Agua por favor – me sonríe mientras se sienta con los demás.

No cuestionare su decisión de tomarse un agua en mitad de una fiesta, no digo nada y solo le doy un tierno beso antes de ir hacia la barra.

Camino entre las mesas como en mitad de una jungla llena de miradas, de gente que me saluda y me sonríe, sé que antes me presentaron a muchos de ellos, pero ya no sé cómo se llaman y no importa para nada. Ya en la barra espero pacientemente a que me atiendan, no hay nada como el alcohol gratuito para que la gente se amontone a pedir cosas, lo sé por propia experiencia y me relajo con el codo sobre la superficie de mármol, esta es casi una postura natural para mí.

Como la gacela joven de la manada, la inexperta o principiante, me relajo demasiado, pero en mitad de la sabana africana si te despistas mueras y no puede evitar ser la presa perfecta.

  • Bueno – Alfonso me sorprende por la retaguardia - ¿qué intenciones tienes para con mi hija?

Su serio semblante, los ojos verdes y ese mentón afilado, le dan cierta apariencia felina o de león, que, además acaba de arrinconar a una estúpida gacela que nerviosa mira los lados buscando una escapatoria imposible.

  • ¿Qué intenciones piensas que tengo? – evasiva a la gallega.
  • Se supone que eso tienes que decírmelo tu – el responde de una forma molesta – no quiero que mi hija elija mal otra vez.
  • Supongo que te refieres a Carlos – necesito aclara esa duda.
  • Si, y tú no eres tan diferente a el – Alfonso me mira serio – al principio él también era agradable y majo, pero con el tiempo paso a ser una carga para Cristina.

Me duele sentirme comparado con Carlos, pero no necesito parame a reprocharle, puede que tengas algunas similitudes, pero somos muy diferentes de base.

  • Alfonso, no me conoces – dejo claro que no me puede comparar – no soy un príncipe azul de cuento de hadas, pero antes de hacerle daño a Cris otra vez…
  • ¿otra vez? – casi sonríe con maldad al pillarme.
  • Otra vez si – intento arreglarlo sin mentir – no lo sabes, pero todo lo que ha pasado con tu hija hasta llegar aquí, no fue un camino de rosas y no lo fue, porque no soy perfecto, tuve dudas, la cague e intenté arreglarlo.

Mi mira seria y me acojono al pensar la increíble diferencia entre los verdes ojos de Cris y los de su padre, tan iguales y tan cargados de diferentes sensaciones, en unos me pierdo por placer y en los otros me hundo un mar de horrores indescriptibles.

  • No eres perfecto, vaya, al final no te pareces tanto a Carlos – Alfonso marca una mueca muy conocida para mí en su boca – él tenía un concepto excelentísimo de sí mismo.
  • Ya no creo que lo tenga – sé que se ha dado cuento de eso – él sabe que no aparecerá otra chica como tu hija en su vida, sabe lo gilipollas que fue.

Usar mi apelativo favorito para describir a una persona que me cae bien mal, me duele en el alma, pero es la forma menos vulgar que se me acurre de definirlo, vaya tela.

  • Hay algo que si tengo que reconocerte – Alfonso aligera el frio rostro de cara – no la veía sonreís tanto desde que era una niña.

El me señala la mesa, donde Cris sonríe mientras habla con las demás chicas de la mesa, no sé lo que les cuenta, pero sea lo que sea, es un recuerdo feliz y no puedo evitar sonreír yo también al verla así.

  • Ahora en seria – Alfonso me arrincona de nuevo – ¿Qué intenciones tienes?
  • No lo sé aun – es cierto que nos queda mucho por ver – pero la quiero y sea lo que sea, procurare que nunca deje de sonreír así.
  • ¿no me prometes que siempre será feliz? – Alfonso vuelve a mirarme serio – Carlos me lo prometió nadas más conocerme.
  • No puedo prometerlo – ni prometerlo ni cumplirlo – pero voy a estar con ellas en los días bueno como hoy y también estaré a su lado en los malos, apoyándola en todo lo que necesite.

No soy capaz de mirarle a los ojos, no sé qué esperaba que le contestara, me siento como un niño en mitad de un examen oral, buscando las respuestas correctas en los cordones de mis zapatos.

  • Me vale – Alfonso muda el gesto, no es agradable, pero ya no me acojona – bueno, cumple tu palabra y ve disfrutar de un día bueno con ella.

Solo me da una palmada en la espalda y se va, sin más preguntas ni reproches, dejándome con el gesto torcido, solo las palabras del camarero pregúntame que deber servirme me espabilan y con mi segundo wiski en una mano y una botella agua en la otra, deshago el mismo camino que me llevo a la barra, cruzándome con las mismas personas y las mismas miradas, hasta llegar de nuevo a su lado, al sitio donde más quiero estar.

…Una noche más:

Un par de copas más, un par de bailes más, un par de sonrisas más y más de esas 3 primeras cosas que tan bien me sientan, sobre todo en la compañía adecuada, juro por dios que esta vez no me refiero solo a Cris, en general el ambiente es fantástico, supongo que así deben ser las bodas.

Las bodas de los demás, que por muy bien que me lo pase o por mucho que quiera a Cris, esto del matrimonio no es para mí.

He dicho querer, he dicho mucho y he dicho su nombre, no me juzguéis demasiado.

He bailado con la novia, con la madre de la novia, con la hermana de la novia (varias veces) y hasta he bailado con Paula, con todas sus puyas o vaciles sobre lo pringado que parezco con todo el buen rollo que he derrochado hoy, pero ¿sabéis qué? Que estoy muy orgulloso de ser ese pringado que se lo pasa bien sin comerse el tarro, lo de gilipollas lo dejamos para los ratos libres y para el día a día, para la vida cotidiana, creo que he cumplido a raja tabla eso de no ser demasiado yo (demasiado gilipollas) para esta noche ser un encanto de persona.

Quizás sea un poco hipócrita, quizás sí, pero quiero creer que lo soy por bien.

Es domingo de madrugada, hace una semana más a menos a estas horas, una rubia algo bebida me despertó en mitad de la noche para entrar en mi vida de nuevo, para quedarse y cambiar un poquito mi forma de ver las cosas, aunque ya la había cambiado poco a poco antes de ese momento, sin darme cuenta de cómo la hacía o sin darme cuenta yo de lo que cambiaba en mí.

Ahora, una semana después, la acompaño a su habitación porque si, este puto macro complejo para el ocio nupcial también es hotel, no sé quién es el puto genio que lo ha montado, pero fijo que nada en una cámara fuerte llena de oro, como el tío gilito.

Ella va descalza y con las zaparos en una mano, supongo ha sido demasiado trote para aguantar los tacones más tiempo, aun lleva mi chaqueta por los hombros, aunque ahora no hace frio y también lleva una sonrisa en la cara que ha sido perpetua desde que nos confesamos lo que sentíamos por el otro, esa misma sonrisa esta dibujada en mi cara de una forma tan persistente como en la cara de Cris.

  • Ha sido una noche fantástica – nos paramos frente a una de las puertas – es una pena que se termine.

Tiro ligeramente de la solapa de la americana, acercándome más a ella.

  • ¿Quién dice que se ha terminado? – Cris agarra con fuerza la chaqueta – ¿tienes prisa?
  • ¿yo? Ninguna – es cierto – pero es Paula quien marca los plazos, ella es la conductora designada.
  • Bueno – Cris pone cara de niña mala – puede que Paula ya se haya marchado.
  • ¿Cómo? – no me lo creo – pero si me dijo que me esperaría.
  • Ella iba a esperarte – sigue con esa carita de delincuente – pero yo le dije que no lo hiciera.

Si no fuera por la bonita que esta con esa cara de pilla, me enfadaría por tener que pedir un taxi, pero ¿Quién podría enfadarse con una cosa tan bella? Lo sé, soy un blandengue.

  • Parece que me toca pedir un taxi – me resigno sin enfadarme.
  • La malo es que hasta aquí – parece que ella se ríe de la situación – no llegan los taxis.
  • ¿en serio? – es frustrante que se fastidie la noche así – que mierda.
  • ¿Cómo puedes se tan tonto? – Cris me acaricia la cara – ¿Qué más tengo que hacer para que te des cuenta de quiero que pases la noche conmigo?

No lo había pensado ni por un momento, no estaba en mis planes (aunque si en mis sueños), pero en todo caso, esta es la mejor forma de ponerle una guinda a la noche.

  • Creo que decírmelo directamente – me dejo camelar por sus gestos.
  • Tonto – Cris adorna sus palabras con un beso.

Un beso largo y sencillo, mordiéndome el labio inferior al separarse, con eso sonrisa imborrable en la cara.

  • ¿entonces te quedas? – Cris me tiene cogido por el cuello de la camisa.
  • Lo tengo casi decidido – me hago un poco el duro – pero necesito algo más para terminar de convencerme.

Ella tira de mi camisa y me besa de nuevo, con mucha más intención que la anterior o con más pasión, pasando la punta de su lengua por mis labios y juntado su boca con la mía para terminar comiéndonos los labios.

  • ¿ahora ya lo tienes claro? – Cris no deja de sonreír y por supuesto que no me deja apartarme ni un milímetro.
  • ¡clarísimo! – no hay posibilidad de dudar.

Cris entra en la habitación y o, sorpresa, yo la sigo sin esperar ni un segundo cerrando tras de mí, perdiéndome en el interior del cuarto, pero más perdido estoy por ella y no me preocupa en absoluto.

La habitación es una mezcla entre rustica y minimalista o lo que viene siendo cama, mesillas, armario y nada más, una puertecita para separa el aseo y el espacio justo para moverse sin chocar con los muebles, todo muy cuqui. Cris se pierde momentáneamente por esa puertecilla no si antes devolverme la chaqueta y arrojar los zapatos hacia una esquina y yo me siento en el borde de la cama, viendo sus andares hasta lo que me es posible.

Me aflojo un poco el ultimo botón de la camisa y me aflojo la pajarita, me recuesto hacia atrás apoyándome sobre los brazos, cabeza atrás y ojos cerrados, relajándome un poco tras un día tan movidito. En mi cabeza se cuela de nuevo el sonido de esos pasitos descalzos que tan loco me vuelven, acompañado del peso liviano de mi musa sentándose sobre mis piernas y sus dedos deslizándose por mi cuello.

  • ¿cansado? – Cris me habla casi en voz baja.
  • Solo un poco – levanto la cabeza para mirarla.
  • Yo también estoy un poco cansada – estira sus brazos mientras bosteza.

Parece de coña, pero hasta bosteza con elegancia, es realmente absurdo… bueno o es absurdo o soy yo que estoy loco por ella. La cojo por sus caderas mientas me pongo mas vertical y ella al terminar de estirarse, pone sus manos en mis hombros, quedando nuestras caras enfrentadas a solo un beso de distancia, un beso que no tarda en llegar.

  • Ummmm – ella se pasa la lengua por los labios – tus besos saben a wiski.
  • Y ¿no te gusta el wiski? – brome mientras la beso de nuevo.
  • Me gusta besarte – Cris solo sonríe al decirlo – lo demás no me importa.

Nos fundimos en largo beso, compartiendo nuestros labios con o sin sabor, recorriéndolos de lado a lado de la cara, sin pararnos a respirar.

Le muerdo el labio inferior y la estiro con delicadeza, mientras ella se ríe y al soltarlo, Cris me muerde el moflete con algo mas de fuerza de lo necesario, dándome pequeños besos para la cara hasta alcanzar de nuevo mi boca, nos tomamos con calma esto de pasar lo noche juntos. Busco con ganas agarra por encima de la tela uno de sus pechos y lo acaricio con mimo o cuidado, dependiendo de como quieras contarlo, pero me toma toda la calma necesaria para disfrutar de semejante maravilla, ella me quita la pajarita y la lanza por los aires, suelta poco a poco los botones de mi camisa y la baja, obligándome a soltar su teta, dejándola a medio brazo y manteniéndola deliberadamente en esa postura, inmovilizándome.

  • ¡Te tengo! – presume de su captura.
  • Me tienes completamente loco – respondo sonriente.
  • ¿sí? – Cris me devuelva la sonrisa.

Solo asiento con la cabeza sin decir nada y me giro con rapidez, volteándola sobre la cama, quedando ella boca arriba y yo entre sus piernas, con rapidez y al verse mis brazos libres, agarro los suyo por las muñecas, poniéndolos sobre su cabeza, dominado por un momento la situación.

  • ¡pillada! – ahora soy yo quien presume.
  • ¡oye! – ella protesta – eso no vale.
  • Yo creo que si – pongo cara de pillo.

Sin relajar la fuerza que mantiene sus brozas prisiones, hago uso de mi ventaja, besando poquito a poquito su escote, desde un hombro hasta el otro, lamiendo despacito su piel, pasando por su cuello y su mentón, insinuando un beso en la boca para en ultimo momento cambiar de dirección, repartiendo pequeños besitos por toda su cara.

  • Paaara – Cris se ríe mientras no deja de forcejear.
  • Solo tienes que decir las palabras mágicas – para un segundo mi ataque para hablarle.
  • Me tienes pillada – ella lo reconoce a regañadientes – soy toda tuya.

Con una sonrisa en la cara y satisfecho de mi triunfo, giro de nuevo sobra la cama, arrastrando su cuerpo sobre el mío, soltándola y dejándola con toda la ventaja posible, sentada sobre mí, con sus manos apoyadas en me pecho.

  • Que fácil era – sonríe contenta – y ahora ¿que impide que te aprese?
  • Absueltamente nada – solo la miro tranquilamente.
  • Podría hacerte muchas maldades – Cris pone cara de mala.
  • Eso me encantaría – no le tengo ningún miedo.

Ambos nos reímos de la tontería que tenemos, pero sobre todo por lo fácil que es disfrutar este momento, sin culpas, sin mentiras o sin barreras, podemos sencillamente vivirlo sin mas y con la libertad de hacerlo de la formas más ridícula o romántica que queramos, despacio o deprisa o como nos de la gana de hacerlo.

  • Entonces – pregunto levantándome sobre los codos – ¿Qué vas a hacerme?
  • Te voy a comer – Cris se muerde el labio.

Sin decir nada más, ella se acuesta sobre mi haciendo honor a su palabra y empezando por comerme la boca sin disciplina, sin modeles y sin cuidado, olvidando todo atisbo de modales, me devora los labios rápido, mordiendo, chupando y succionando cada trozo de piel a su alcance, jugando a ofrecerme su lengua para esconderla igual de rápido, repartiendo sonrisa entre cada muerdo, mirandinos a los ojos entre besos, repartiendo pasión a ambos bandos de esta guerra con un final feliz pactado para los 2.

Bajo su brazo, busco la cremallera del vestido, bajándola con prisa y sin disimulo, arrugo la prenda al bajarla de un tirón a su cintura, dejando al aire un sostén en el mismo tono que el vestido, discreto y sin tirante, claramente forzado al verse superado por semejantes monumentos, que están apunto de reventar la tela. Cris es cómplice de mis intenciones, suelta el broche a su espalda, liberando ante mi esas maravillas, surcadas por las marcas de la prenda que las retenía, pero perfectamente turgentes y desafiando como siempre toda ley lógica de la gravedad, tardo nada y menos en volver a girar sobre ella, dejándola de nuevo bajo mi cuerpo y aunque estoy desesperado por llegar a sus pezones, Cris me para por un segundo para terminar de quitarme la camisa, que sale volando como sus zapatos.

Después de eso, solo se deja hacer, compartiendo sus labios al principio y dejando que mi boca recorra su cuello, marcándolo deliberadamente con un sonoro chupetón, mordiéndole el hombro y repartiendo besos de camino a el endurecido pezón de una de sus tetas, la otra tendrá que esperar unos segundos antes de recibir el mismo tratamiento, pero mientras tanto, mi mano acaricia con esmero para que no se cele demasiado. La textura de su pezón en mi boca en pura fantasía, notar como se endurece un poco mas con cada succión, escuchando los gemidos discreteos que Cristina suelta con cada mordisquito, ella caricia mi pelo, mientras yo disfruto de su anotomía.

Buscando aprobación para seguir con todo aquello que deseo hacer, la mira por un segundo y ella conceda con una sonrisa mientras asiente con su cabecita.

Mis manos agarran el arrugado vestido y ella levanta sus caderas, para dejarme retirar la prenda sacándola para las piernas, dejándola solo con unas braguitas a juego con el sujetador, pero tardo nada y menos en llevarlas por el mismo camino que el vestido, dejándola como dios la trajo al mundo.

De nuevo me coloco entre sus piernas, cubriendo de besas su piel hasta llegar a su boca y bajando de nuevo hasta llegar a su ombligo y bajando más, besando la cara interior de sus muslos, viendo cómo se eriza la piel que mis labios acarician, insinuando un camino que primero me lleva a besar su pubis depilado, recorriendo con cariño mediante pequeños muerdos el exterior de su sexo, bajando por la ingle, haciendo que desee sobre manera que haga algo más  que insinuar mis intenciones y me demuestra sus ganas con su mano en cabeza, guiándome sin disimulo a donde ella necesita que actúe, para mí sus deseos son órdenes y convierto esos pequeños arrumacos en mordiscos sobre sus labios, en succiones sobre cada pliegue de su sexo, en besos sobre su clítoris y aventuro mis dedos en su interior, penetrando despacio, haciendo una y otra vez el mismo ritual de actos, mordiendo, succionando, besando y penetrando, sin detenerme y cada vez más rápido o de forma más continua, su mano presionando mi cabeza cada vez más entre sus piernas, es la señal que necesito para saber que voy por buen camino.

Sus piernas nerviosas, se cierran y abren sobre mi cabeza, sus gemidos acallados por la mano que tapa su boca, el aumento de la humedad y los espasmos de su cadera, se corre en mi boca con ganas y espasmo, reteniendo mi cara entre sus muslos, casi negándome la respiración.

Con mi barbilla sobre su pubis veo como intenta recuperar la respiración con los últimos espasmos en las piernas, suspirando con los ojos cerrados.

Deja mi privilegiado posición para tumbarme a su lado, ella me mira mientras lo hago y no dice nada, pero de gira para ponerse de lado y ofrecerme tantos besos como yo este dispuesto a robar de su boca, besando despacio mientras aun respira de forma acelerada. Ella acaricia mi pecho, dibujando una línea con la yema de su dedo índice, que baja desde mi cuello, pasando por mi ombligo y se solo se detiene a soltar el botón de mis pantalones, para colarse después entre mi piel y la goma de mi ropa interior, agarrando con fuerzas mi miembro y sacándola de su encierro, pelándolo y comenzando a subir y bajar por su longitud, muy despacio, con más cariño que pasión.

Igual que yo antes, ella se levanta por un segundo para terminar de desnudarme e imitando mis formas, Cris va insinuando con la misma intención el camino que va a seguir, pero lo hace con menos teatralidad y de forma más directa, posando sus labios sobre la base de mi pene y para no variar, agarrando con fuerza mis pelotas, mientras reparte pequeños besitos por el endurecido tronco, dando alguna que otro bocado sin usar las dientes, besando la misma punta y comiendo poco a poco la enrojecida cabecita, haciendo que encoja los dedos de los pies con el placer que me da.

Sus labios rodean mi pene, bajando y subiendo, parándose en la punta, juagando con su lengua, haciendo ver el cielo, no dura demasiado, mejor, si sigue un poco mas estallo antes de tiempo en su boca y aun me quedan más caprichos que cumplir.

Sin pedir, pero deseándolo, ella avanza un poco sobre mi cuerpo, quedando mi erección entre sus pechos y ella me sonríe, mientras sube y baja muy despacio, masturbándome con sus tetas, es una imagen que solo una embolia podría borrarme de la mente.

Vale, con esa comparación me he pasado, lo siento.

Tras unas cuantas idas y venidas más, ella termina de subir y me besa, mientras se sienta sobre mi entrepierna, dejando su sexo sobre el mío y realizando el mismo vaivén que con sus pechos, restriego su húmedo coñito sobre mi erecta polla.

Durante un rato seguimos frotándonos, mientras no regalamos una infinidad de besos de todas las clases, también nos mordemos con cuidado y cariño, dándonos pequeñas dentelladas en cada centímetro de piel disponible. Al final en uno de esos vaivenes, como era de esperar, mi pene da con el lugar indicado y entra en su interior, de la forma mas natural posible, pues no cambia nada en el plan, seguimos comiéndonos a cachos, aunque ahora en logar de rozarnos, lo que hacemos es follar, porque nos movemos, válgame la redundancia… pero como un hombre sabio dijo, si no hay moviente, no es follar, aunque la tengas hundida hasta las pelotas.

Cris marca el ritmo de la follada, tan despacio y con tanta pausa, como cuando solo nos rozábamos, disfrutando de cada penetración.

Sujetándose sobre sus brazos, despega su cuerpo del mío, aumentado un poco la velocidad, ahora no nos besos, pero el ver su carita enrojecida y congestionada por el placer que ambos disfrutamos, viendo en primera fila como suspira con cada penetración, con los ojos cerrados, es casi, solo casi, tan bueno como sus besos.

Aunque me encantaría sostener este momento en un bucle temporal infinito, el placer que compartimos va en aumento y con ese aumento, se reduce mi aguante.

Giro de nuevo sobre la cama, volcando su cuerpo sobre el colchón de forma casi brusca, sin sacarla ni por un segundo, ella se sobre salta y yo le doy un tierno besito antes, de comenzar a follarla con mas fuerza, porque igual antes con tanta parsimonia lo que hacíamos no era exactamente follar, solo algún otro símil mas romántico, pero para lo que me resta, necesito darlo todo y Cris al principio se sorprende, pero tarda menos y nada en gozar de mis enérgicas acometidas sobre sus sexo a golpe de cadera.

A ambos nos falta el aire, los chispazos de placer nos acalambran ciertos músculos, haciendo que las penetraciones sean completamente arrítmicas e intermitentes y mientras a Cris se le tensa el vientre y gime sin vergüenza alguna, a mi se contraen las nalgas mientras compartimos un orgasmo maravilloso, estallando en su interior, compartiendo un ultimo beso largo y sencillos, solo labio sobre labios, mientras el placer nos recorre el cuerpo mientras la primeras luces del alba se cuelan entras las cortinas.

…Domingo otra vez:

Como si fuera el juego de la oca, cambiando el de “oca en oca” por el de “domingo en domingo” nos hemos movido por el tablero de la semana, colocando cada ficha en su lugar.

La ficha rubia se durmió abrazada a la ficha gilipollas, no son exactamente colores, pero nos entendemos

Caímos rendidos sobre la cama, compartiendo el lecho por segunda vez y anoche no hubo nada que pudiera mantenernos a cada una en una esquina distinta de la cama, enroscados en extraño abrazo en el que seria imposible distinguir que parte del cuerpo pertenece a que persona, nos dormimos rápidamente.

El suave roce de un objeto no identificado sobre mi nariz consigue despertarme con una sonrisa, nada nuevo ¿verdad? Al conseguir entreabrir los ojos, me sorprendo al ver que este sutil roce, no es para nada fortuito, Cris esta usando una de sus largos mechones para jugar con mí, cada vez más arrugada, nariz.

  • Oye – protesto somnoliento – déjame dormir un poco más.
  • No – Cris sigue agitando sus rubios cabellos sobre mi cara – no te quejes, que se que te gusta despertar así.
  • Me encanta – lo reconozco – pero tengo sueño.

Ella para de agitar sus pelos sobre mi cara, se tumba a mi lado y como por arte de magia, toda la luz que su cuerpo retenía al interponerse entras la ventana y yo, cae sobre mis ojos, impidiendo todo intento de volver a dormirme, me incorporo y la miro molesto, porque se que ha sido ella la que ha abierto las cortinas, pero todo intento de reprimenda muere ahogado por la visión de su desnudo cuerpo, surcado por la luz de la mañana.

Esto me recuerdo al inicio de una canción de Fran Perea, pero aquí no hay nada de incesto, aunque si Cris fuera mi hermana, seguro que la habría.

Movidas aparte, ella me mira sonriendo y a mi se pasa cualquier mal, busco su cuerpo con mi mano, acariciando su piel y agarrando sin disimulo el mismo pecho que sujetaba mientas me dormía abrazado a su cuerpo, beso su boca con delicadez y ella me entrega sus labios sin reservas.

  • Cristina hija – la voz de Alfonso al otro lado de la puerta me corta el rollo – ¿ya estas despierta?
  • Si si – altera, Cris abandona mi boca para contestar – buenos días padre.
  • Buenos días hija – Alfonso responde cordial – cuando estés lista, baja que te esperamos para tomar una café.
  • Claro, enseguida voy – Cris sale rápida de la cama.

Miro como ella rebusca por el suelo su ropa interior y me rio en silencio de la situación.

  • Como supongo que no has dormido sola – las palabras de Alfonso me paran el corazón – despiértalo y que venga también.
  • Claro – Cris me mira divertida – ahora vamos.

Pálido como un muerto, me levanto para buscar las prendes que anoche tan alegremente desperdigue por la habitación, por reírme de ella, ahora yo tengo que hacer lo mismo.

Nos vestimos, colocando como mejor podemos la arrugada ropa del otro, ella se pone el mismo vestido, pero se calza unas bailarinas, el calzado de emergencia que tenía para sustituir a los tacones, pero que no llego a usar y yo paso de la pajarita, dejando un par de botones sueltos y las mangas de la camisa remangadas, también paso de la americana, lo que me da un aspecto más informal.

Abandonamos nuestro provisional nido de amor, cogidos de la mano en lo que creo que va ser un gesto de los más repetido cuando caminemos juntos, avanzando por el pasillo vacío, hacia la cafetería, por el camino nos encontramos con Rebeca y su recién estrenado marido, Álvaro, se llama Álvaro, que no lo había llamado por nombre todavía.

  • Buenos días parejita – la aguda voz de Rebeca es casi molesta – veo que habéis tenido una noche tan buena como la nuestras.

No se si la suya fue tan buena, pero si estuvo a la altura de la nuestra, vaya mierda de noche de bodas tuvo que ser.

  • ¿Por qué lo dices? – Cris resulta casi ingenua con esa pregunta.
  • ¿No te has mirado el cuello? – Rebeca y su pareja se ríen de la inocencia de Cris.

Ella se lleva la mano el cuello y seguro que ahora mismo en su cabeza resuena el sonoro chupetón con el anoche la marque, me mira molesta y yo solo puedo reírme de la situación.

  • Tonto, no te rías – me golpea el hombro - ¿Qué van a pensar mis padres?
  • Nada que no piensen ya – sigo riéndome mientras lo digo.
  • ¿Qué quieres decir? – Cris protesta prosiguiendo con su enfado.
  • Que tu padre ya se imaginaba que habíamos dormido juntos – le aclaro mi anterior frase – y no creo que piense que me quede solo a dormir.

Cris se queda callada, relaja un poco el gesto y destapa el morado chupetón, que no podía haberme salido más redondito.

  • Álvaro – Rebeca llama la atención de su marido – has visto que parejita tan buena hacen, si hasta llevan los chupetones a juego.

El matrimonia se ríe de una verdad que había ignorado hasta ahora, Cris también dejo su huella en mi cuello y lo había olvidado, ambos nos miramos un poco sorprendidos, pero como cada vez que cruzamos miradas, intercambiamos sonrisas cómplices y se no olvida cualquier enfado y mas si es por una tontería así.

Nos cogemos de nuevo de la mano, caminando detrás de la pareja protagonista de este fin de semana o eso es lo que ellos creen, que yo no tengo tan claro que ellos de verdad lo fueran, camino otra vez junto a mi rubia de ensaño, mientras ambos presumimos de las medallas en forma de chupetón que no regalamos anoche.

…Epilogo:

Lunes, 8:00 de la mañana, 18 grados a la sombra, exterior de Manufacturas Castillo, dos personas se bajan del coche que han compartido para llegar a su lugar de trabajo.

Se cogen fuerte de la mano, no han tardado ni una semana en arrepentirse de querer ser dueños de la historia que comparten, no por querer presumir de lo que tienen, tampoco por hacerlo mas fácil, solo por que no necesitan esconderse nadie.

De la mano, Cris y Pau caminan por el hall de la empresa, ante la mirada incrédula de Sara, desde el mostrador de recepción, acompañados por el extraño gesto de aprobación de recursos humanos, cuando al cruzarse Laura en su camino, les guiña un ojo. En las escaleras se cruzan con una Francesita algo mal encarada, que presume de un gran taco de papeles en un claro gesto de hacer cumplir con las deudas pendientes, mas arriba la mirada entre envidiosa y contenta del Chino, los sigue por el pasillo.

La incrédula, pero feliz reacción de Javi cuando los ve de la mano no tiene precio, los gestos de las chicas de auditoria son algunos de sorpresa, otras de emoción y otras, como la de Paula que ya estaba al tanto, son de complicidad. La sonrisa a medias de Sofia cuando se cruzan con ella, hace que ambos recuerden lo diferente que podría haber sido esta historia, la emoción poco contenida de Ana, que casi salta de lo comenta que se la ve, les saca una sonrisa mas amplia de la que ya traían.

Encarando el ultimo tramo hasta el destino final de su trayecto, ambos se dirigen a la sala de juntas, ella tiene una reunión allí y él solo la acompaña por placer, la puerta esta abierta y los demás participantes en ese evento de carácter tan aburrido, pueden ver desde lejos como la pareja se va acercando paso a paso.

Carlos aparta la mirada con cierto fastidio, el jefe supremo, los mira sin ningún gesto que denote lo que piensa, pero como dice por ahí, si no hay negación, es como si hubiera aprobación, la única presencia femenina en la sala, Begoña, los mira con cierto cariño casi maternal y, por último, Jaime representa en su rostro el mejor de los gestos de indiferencia, acallando cualquier otra emoción negativa que la pareja le puede sugerir.

Ambos se paran ante la puerta.

  • Creo que con esto llegara para que Jaime deje de meterme fichas – Cris susurra esas palabras al oído de Pau.
  • No lo sé – él contesta de la misma forma – mejor nos aseguramos.

Sin pedir permiso, ni que le hiciera falta, Pau besa a Cris en los labios y lo hace con decisión, pero guardándose la pasión para un momento de mayor intimidad. Tras el beso ella lo mira sonriendo y se da la vuelta para entrar a la sala, pero Pau la retiene del brazo y ella se gira de nuevo.

  • Te quiero rubia – el dice lo que los 2 saben.
  • Ya también te quiero gilipollas – y ella le da la respuesta esperada.

"... c'est fini"

Gracias otra vez leerme, a pesar de todos los pequeños (y grandes) fallos en la redacción, solo espero que este final sea lo que yo espero que sea, un último y bonito capitulo, que como dije al principio, me ha encantado escribir.

Alfred