Un futuro incierto...(3)

Lidiando con la odiosa frase que Alejandro pronunció: -"Mmm, está bien, sólo quiero sexo..."

El día que volví a ver a Alejandro, no mencionó nada acerca de esa extraña despedida; creo que yo tenía razón acerca de lo de los efectos del alcohol; sin embargo, él me saludó un poco más efusivo que siempre, pues ahora me sonreía y me abrazaba a la vez que volvía a decirme que me veía muy bien. Como de costumbre, repetimos la misma rutina de cada día, y respecto al trabajo, este ya casi estaba listo.

Así pasaron otros días y yo cada vez más, me hacía a la idea de que la relación que llevaba con Alejandro, sólo era de amistad y que de ahí no pasaría, pues no había obtenido casi ninguna otra respuesta que me mostrara un interés diferente al de la amistad, además, había descubierto que a pesar de que teníamos muchas cosas en común, teníamos muchas otras en las que diferíamos grandemente, lo cual me creaba confusión, pues aunque yo quería algo más que amistad con Alejandro, no estaba segura de querer una relación de noviazgo con él.

Llegó la noche de un viernes y estando conectados en el messenger, Alejandro sorpresivamente me confesó que a pesar de que había intentado evitarlo por todos los medios, yo le gustaba y no solamente por mi físico, sino por mi forma de ser; en ese momento mi corazón volvió a desbocarse pero mi mente tuvo en pequeño shock, pues yo ya me había convencido de que no le gustaba y ahora resultaba que sí, además ya había puesto en balanza nuestras similitudes y diferencias y ganaba la idea de que él no era mi mejor pretendiente. No supe qué contestarle y sólo atiné a decirle que gracias por permitirme ser esa persona que tanto le gustaba. No sabía qué más iba a decirme e intenté imaginar qué respondería, pero mi mente estaba en blanco, cuando de pronto me escribió: -me parece que esto es algo impersonal, sería mejor hablarlo en persona, ¿por qué mejor no salimos a tomar un café y platicamos más tranquilamente?. Yo le respondí que por mí estaba muy bien y acordamos salir al día siguiente. No pude dormir en toda la noche; imaginaba la situación y no pude conciliar el sueño; muchas ideas rebotaban en mi cabeza, pero en especial la idea de que él me pediría ser su novia, sin embargo, tampoco me abandonaba la idea de que él no era un “buen” prospecto para mí. Aún así pensé y pensé hasta que me dije a mi misma: -bueno, y ¿por qué no?, las cosas podrían resultar mejor de lo que esperas, y si sale mal, ¡lo puedes terminar y ya!. Esa conclusión me permitió dormir por un par de horas antes del gran día.

Llegó la mañana y a pesar de que casi no había dormido, no me sentía cansada, sino súper nerviosa y con muchas ansias de saber qué es lo que me iba a decir Alejandro. De nuevo elegí una blusita ajustada de color negro y unos jeans que me quedaran justitos, desayuné lo que pude y me encaminé a verlo.

Llegué a donde teníamos que encontrarnos, pero no lo veía hasta que de pronto sentí que sus brazos rodeaban mi cintura, me voltee a saludarlo y él se apartó delicadamente de mí para saludarme. Comenzamos a caminar hacia la cafetería a la que iríamos mientras me hacía la plática de cosas totalmente distintas a lo que habíamos platicado en la noche anterior. Llegamos a ese lugar que yo ya conocía y que me gustaba mucho y nos fuimos a sentar casi hasta el rincón. Esa cafetería siempre me ha gustado, pues en vez de sillas, tiene sillones muy cómodos con cubierta imitación cuero y luz tenue como iluminación; era el ambiente perfecto para hablar de cosas interesantes o románticas. Me senté en uno de esos cómodos sillones sin percatarme del todo que era para dos personas, pero Alejandro sí lo notó así que no tardó en cambiarse de lugar junto a mí. Llegó el mesero y nos ofreció la carta, la leímos rápidamente y le encargamos nuestro pedido. Alejandro y yo seguimos platicando de temas diversos, hasta que tocamos el tema de él y yo.

-¿Qué piensas de lo que te dije ayer?, me preguntó Alejandro.

-La verdad no me lo esperaba, no pensé que yo fuera a gustarte, contesté.

-Vaya, se me hace raro que no lo creyeras, pero… ¿soy correspondido?

-¿No lo has notado?, me gustaste desde el primer día que te vi, contesté sonrojándome más que nunca.

-¿En serio?, eso me pone muy feliz… por cierto, me encantas mucho más cuando te sonrojas…

En ese instante lo miré tímidamente a los ojos y sin esperármelo, Alejandro tomó suavemente mi rostro entre sus manos y sus labios se posaron sobre los míos, probándolos tiernamente, deslizándose con dulzura y tranquilidad. Miles de mariposas revoloteaban en mi estómago y mi corazón latía fuerte y acompasadamente. Seguimos besándonos dulcemente, cuando de pronto, el beso comenzó a tornarse apasionado; ahora su lengua acariciaba mis labios y buscó con avidez la mía; nuestras bocas se probaban y buscaban con gran pasión, mientras que Alejandro rodeaba mi cintura con sus brazos.

No sé si fue la comodidad del sillón, la tenue luz que a penas iluminaba la cafetería, o la pasión con la que me estaba besando Alejandro, que comencé a excitarme y en segundos, mi ropa interior había ganado humedad. Mientras tanto, Alejandro bajó lentamente una de sus manos a la bolsa trasera de mi pantalón, esperando aprobación o desaprobación, pero para mí, la calidez de sus besos y el calor de sus manos sobre mí, estaban llevándome a una adictiva sensación de placer, así que no me importó que en la primera “cita” formal se atreviera a hacer lo que estaba haciendo. Esto pareció haberlo entendido y sin darme cuenta, en pocos segundos su otra mano se deslizaba suavemente por debajo de mi blusa hacia mi sostén; sentí un delicioso escalofrío cuando su mano logró evadir la tela de dicha prenda y la tesura de sus dedos acarició mi pecho desnudo; mis pezones ya habían reaccionado ante tan agradable caricia y Alejandro no perdió la oportunidad de jugar con uno de ellos.

Cuando recordé que estábamos en un lugar público, me sonrojé, pues nunca había permitido que me tocaran de esa forma en un lugar de este tipo, donde la gente pudiera ver lo que pasaba, sin embargo, en ese momento no me importaba mucho, pues no había casi gente en la cafetería y nosotros estábamos un poco ocultos hasta el rincón, así que me dí la libertad de disfrutar las caricias y el calor que emanaba el cuerpo de Alejandro. Mientras él se deleitaba ahora con ambas manos con mis pechos, yo acaricié su torso y deslicé mis manos hacia sus muslos, los cuales estaban tensos; me encantó sentir esa fortaleza. Repentinamente, Alejandro deslizó una de sus manos sobre mi torso, mi ombligo y la piel debajo de éste, hasta que sin esperarlo, la situó justo encima del cierre de mis jeans, hizo un poco de presión y yo dejé escapar un tímido gemido, pues justo debajo de esa parte, mi clítoris se encontraba ya inflamado por la excitación. Realmente me había puesto mucho más cachonda con ese toqueteo.

Aprovechando que Alejandro se había atrevido a llegar un poco más lejos y que yo tenía mis manos sobre sus muslos, deslicé una cuidadosamente hacia el cierre de su pantalón, y pude sentir con certeza, que su falo se encontraba erecto y muy caliente debajo de sus jeans. La sensación que le provoqué al haber acariciado esa zona, hizo que se estremeciera un poco, pero en ningún momento, dejó de besarme y de acariciarme como lo estaba haciendo, lo cual hizo que me prendiera aún más.

De pronto, dejó de besarme y con su voz entrecortada me dijo: -¿Quisieras ir a un lugar más privado?; la pregunta me trajo de nuevo a la realidad: era nuestra “primera cita” y ¿él sólo quería sexo? Me quedé en un estado parecido al shock sin poderle responder nada por unos segundos, pero después me armé de valor dándole otro beso y le dije:

-Ya me has dicho que te gusto, pero no me has dicho de qué forma te gusto, ¿qué deseas de mí?.

-No lo sé con certeza, me gustas mucho y te considero más que como una amiga… (Hizo una pausa y me miró a los ojos) Sin embargo, no creo estar listo para una relación formal, tal vez en un futuro lo esté, pero por el momento no lo estoy.

Esas palabras enfriaron mi corazón por unos segundos, pero después éste recobró el calor cuando una parte de mí se sintió aliviada al saber que no tendría que luchar conmigo misma al intentar decidirme de si tener una relación formal con él o no. Pero no negaré que sus palabras me hicieron sentir un tanto desilusionada y triste, pues con lo que me había dicho y la forma en la que se había comportado minutos antes, lo único que podía decirme era que Alejandro sólo buscaba sexo conmigo.

Nuevamente tomé valor y le dije: -Bueno, creo que te entiendo; pero sé honesto conmigo y dime si sólo quieres sexo.

-Mmm, está bien, sólo quiero sexo. Hizo una pequeña pausa, que después interrumpió diciendo: -¡No!, la verdad es que también quisiera que nuestra amistad creciera y se perfeccionara.

Lo que me estaba diciendo Alejandro me irritó, pues no tenía en claro lo que quería  conmigo. Creo que en ese momento me desilusioné aún más, aunque surgía una gran contradicción en mi mente: si se suponía que yo no lo veía por completo como un prospecto potencial y que no me gustaba del todo, ¿por qué me entristecía que sólo quisiera sexo conmigo?