Un futuro incierto...(2)
Las cosas empiezan a tornarse románticas entre Alejandro y yo, pero ¿será sólo mi imaginación o será verdad?
Después de días de compartir pláticas y anécdotas con Alejandro ambos nos habíamos caído muy bien, habíamos logrado conocer varias cosas uno del otro y la pequeña relación que teníamos como compañeros de clase, se había tornado en una relación linda que parecía amistad.
También habíamos conseguido bastante información para el trabajo que debíamos de hacer, pero queríamos darle el toque final, así que un lunes después de terminar las clases, fuimos a la biblioteca y buscamos algunos libros sobre “Magia y erotismo”, pues habíamos decidido trabajar sobre las actitudes que tenían algunas culturas del mundo ante la sexualidad.
Nos sentamos en una de las mesitas para hojear los pocos libros que conseguimos sobre el tema y comencé a ponerme un poco nerviosa al sentirme tan cerca de Alejandro, pues nuestras sillas estaban muy juntas y su pierna rozaba la mía debajo de la mesa. Me sonrío y tomó un libro abriéndolo en una página al azar y después de unos segundos de observar la página, me leyó un párrafo que decía: “¿Qué tiene la sexualidad que desencadena un ansia tan profunda, el anhelo de alcanzar algo mayor, el deseo que no cesa?”, y con su sonrisa un tanto pícara después de haberse mordido el labio inferior, me invitó a seguir leyendo con él la página. Yo leí unos fragmentos en voz alta y posteriormente él hizo lo mismo, mientras me miraba con un aire de complicidad y curiosidad.
Por debajo de la mesa, sentía cómo rozaba su pierna suavemente con la mía, sin despegarla ni un solo momento, y por encima de la mesa, la tersura de su brazo acariciaba el mío. Por momentos podía sentir la mirada traviesa y tierna de Alejandro sobre mí, y de reojo lo confirmaba, aunque si llegaba a cacharlo en el acto, disimuladamente apartaba su mirada de mí y decía algo para distraer mi atención. Justo en esos momentos, sentía que algo cálido y lindo crecía en mi corazón, pero no podía saber qué era exactamente.
En los días que habían pasado, podía sentir un poquito cada vez, que algo entre él y yo crecía, y no era precisamente amistad. Para mí resultaba un tanto emocionante y desconcertante a la vez, pues meses atrás yo había terminado una relación y aún no la había superado por completo, pero Alejandro había llegado de improviso y ya casi ni me acordaba del dolor que a veces me causaba pensar en mi anterior relación. Era sorprendente el grado en que podía olvidarme de todo con tan sólo pensar en la sonrisa de Alejandro y en lo cómoda y feliz que me sentía estando a su lado. ¿Él tenía esa misma sensación si llegaba a pensar en mí?, no lo sé…
Terminamos de revisar los libros sobre ese interesante tema y los devolvimos; justo después de eso, Alejandro me dijo: -¡Hey!, ahora que lo recuerdo, ¿te gustaría acompañarme a una fiesta?, el novio de Ilse hará una en su casa, ya conoces a Ilse, va con nosotros en Medición y evaluación (así se llamaba una materia), ella es una de mis mejores amigas y además, estará Bere, Natalia y Rosa… Mi interior me dijo: ¡qué bien!, ¡claro que quieres ir con él!, ¡dile que sí!, además irán esas chicas que te caen muy bien, ¿qué problema habría?; así que no lo dudé y acepté gustosamente, mientras observaba como la sonrisa de Alejandro crecía. Volvimos a irnos juntos hacia el metro y me dio un poco más de detalles sobre la fiesta. Yo estaba muy emocionada de poder ir, aunque una parte de mí se sentía un poco nerviosa, pues era la primera vez que vería a Alejandro fuera de la escuela.
Casi al anochecer, él me mandó un mensaje a mi celular escribiéndome: Gracias por el grato momento que pasamos en la biblioteca, la verdad me encantó. Ojalá se repita. Un beso. Mi corazón casi se me sale del pecho, pues al leer dichas palabras se puso a latir como caballo desbocado, lo que me indicaba que yo estaba muy feliz de saber que Alejandro se la había pasado muy bien conmigo y que yo me había enamorado sin haberme dado cuenta. Estuve pensativa casi toda la noche, sin poder pegar el ojo; ¿cómo me había enamorado de Alejandro en tan poco tiempo?, y ¿ahora qué iba a hacer?, ¿qué es lo que quiero realmente con él?...
Pocos días pasaron con esas preguntas en mi cabeza hasta que llegó el día de la fiesta. Me puse un atuendo con el que me sentía segura y atractiva: una blusita ajustada de color negro y un pantalón de mezclilla entubado. Ambas prendas dejaban apreciar las curvas de mi cuerpo y me hacían sentir más deseable. Yo bien sabía que el color negro le gustaba mucho a Alejandro, así que a propósito me había vestido así, y la verdad me sentía muy satisfecha con mi aspecto después de haberme mirado al espejo. Y antes de retirarme del espejo me miré a los ojos y me dije a mi misma: ¿y por qué no?, no está mal volver a enamorarme, tal vez algo lindo esté esperándome. Así fue como acepté el estar irremediablemente enamorada de Alejandro.
Me encaminé hacia el lugar de reunión, pues Alejando y yo, habíamos acordado que para llegar a casa del novio de Ilse juntos, nos viéramos cerca de la facultad y cuando llegué, allí estaba Alejandro, con su sonrisa tan brillante y blanca esperándome. Me saludó de beso en la mejilla y me dijo al oído: qué guapa te ves. Sentí un cosquilleo agradable en mi interior y no pude evitar sonreírle pícaramente mientras le agradecía.
Llegamos a la casa del novio de Ilse y la fiesta ya estaba tomando forma; ahí estaban las chicas que me caían muy bien, el novio de Ilse terminando de preparar la comida e Ilse ayudándole a poner todo en la mesa. Alejandro y yo nos acomedimos a ayudar y así todo quedó preparado más rápidamente.
Las bebidas alcohólicas no podían faltar sobre la mesa y como el ponche es una bebida muy rica en tiempos de frío (que era la que prevalecía en ese tiempo) también estaba disponible. Todos los invitados nos servimos gustosos dicha bebida y otros aprovechamos las bebidas embriagantes para combinarlas con la primera.
No recuerdo cuántos vasos llevaba yo, pero el alcohol, parecía no hacerme ningún efecto; creo que las mariposas en el estómago y el ritmo cardiaco acelerado en mi cuerpo ocasionados por la cercanía de Alejandro, podían mucho más que el alcohol. Así pasaron los minutos y las horas, mientras todos nos divertíamos en la reunión, hasta que llegó el momento de irme, pues ya estaba anocheciendo y debía volver a mi departamento a adelantar mis labores escolares. Le comenté esto a Alejandro y él me respondió que él también debía hacer lo mismo. Él ya tenía un poco de copas encima pero lo disimuló muy bien; tomamos nuestras cosas, nos despedimos de todo y nos marchamos. Tomamos el camión que nos dejaría en el metro y nos sentamos hasta la parte trasera del camión. Alejandro rodeó mi hombro con su brazo y con el otro, me tomó de la mano como si fuera muy natural mientras seguía platicando conmigo; mis manos comenzaron a humedecerse por los nervios; afortunadamente creo que él no lo notó. Al llegar al metro, sabíamos que debíamos despedirnos, pues mientras que él tenía que ir hacia el norte, yo tenía que ir hacia el sur, pero en vez de despedirse con un beso en mi mejilla, me besó en la comisura de los labios y después de eso, me dijo: Me encantas…
Mi corazón se paró por un momento y yo no daba crédito a lo que pasaba; como pude terminé de despedirme y tomé rumbo hacia donde iba, mientras miles de pensamientos cruzaban por mi cabeza, por ejemplo, el recordar que Alejandro sí estaba bajo los efectos del alcohol y que seguramente por eso, había hecho y dicho lo que acababa de pasar; ¿o acaso era verdad?