Un frio viernes de Otoño

La directora de una agencia de modelos pondrá en un aprieto a una modelo.

Era un frío viernes de otoño. Por los ventanales de mi estudio podía ver caer una fina e insistente lluvia. Desde hacía dos días no entraba ningún encargo. Soy fotógrafo profesional y una pequeña disputa con mi principal cliente (una conocida agencia de modelos) me tenía apartado de toda oportunidad de ejercer mi profesión y mi pasión.

La disputa había surgido por un asunto con una de las modelos que me enviaba la agencia. Era una chica preciosa, de 18 años, a la que habían exigido que se realizara un book para poder trabajar con ella. Vino la chica a mi estudio y traía una nota en un sobre cerrado, para mi.

Abrí el sobre y leí la nota, era de la agencia. Querían retratos de cara, de busto, de perfil, de cuerpo entero, todo ello habitual en este tipo de trabajo. Pero lo que no era tan habitual, tratándose de una modelo sin experiencia, y me molestó bastante, es que le pedían fotos de desnudo.

Me encerré en mi despacho y llamé por teléfono a la directora de la agencia y traté de explicárselo, que la chica era novata, que nos podíamos meter en un problema. La respuesta fue "Antonio, tú sabrás lo que haces, pero esta chica quiere llegar muy alto y esa es la única forma de conseguirlo".

Tras hablar con Elena (así se llama la directora de la agencia) mantuve una pequeña charla con María (la modelo), me comentó que ella lo que deseaba era estudiar Medicina, que tenía muy buenas notas y que podría entrar en la Universidad, pero sus padres eran pobres de solemnidad y no podían costearle una carrera. Había conocido a Elena en una fiesta de una discoteca y la convenció para que se realizara un book para conocer su grado de fotogenia. Por lo que pude averiguar, María era una chica cariñosa, dulce y simpática. No era ambiciosa en absoluto, al menos no en el grado que pretendió darme a entender Elena, ni muchísimo menos en el grado de las modelos que solía mandarme.

Por todos estos motivos decidí que no habría desnudos. No porque la chica no me gustara (que era guapísima y tenía un cuerpo increíble), si no por un cierto pudor ético. Realicé un book bastante extenso, con cerca de doscientas fotografías, la verdad es que aquella cría tenía madera de modelo. Mostraba una naturalidad ante la cámara poco habitual. De hecho, tratándose de modelos sin experiencia, las primeras 20 ó 25 fotos suelen ser para tirarlas, hasta que la modelo se habitúa. Este no fue el caso de María. Desde la primera toma se desenvolvió como si hubiera estado posando toda su vida.

En apenas un par de horas tuve listo el álbum. Es un prodigio lo que se ha avanzado en fotografía con la técnica digital. Cámaras réflex que envían por infrarrojos las imágenes al ordenador, o incluso a la impresora, de manera que mientras haces una foto, se está imprimiendo la anterior.

Entregué el book a María para que se lo mostrara a Elena y ella se fue contentísima por el trabajo, y sobre todo, porque decidí no cobrarle nada (para que os hagáis una idea, por este trabajo podría haberle cobrado fácilmente unos 1.500 euros).

Elena me llamó y me dijo que era un desgraciado, que si no había entendido bien lo que me había dicho, y que no volviera a contar con ella para ningún encargo.

Todo esto había sucedido solamente dos días antes y me tenía bastante angustiado, ante todo porque yo era perfectamente consciente de la situación tan nefasta en la que me encontraba.

Durante varios años había trabajado, casi en exclusiva, para la agencia. Como ganaba bastante dinero no me había molestado en buscar otros clientes, y mi nivel de gasto había ido creciendo de una forma espectacular. En resumidas cuentas, que en breve no tendría ni para tabaco.

Mientras pensaba en todo esto sonó el timbré. Fui a abrir la puerta y me encontré con una chica espectacular. 1,80 metros de estatura, pelo moreno, ojos negros, labios carnosos, sonrisa profiden y con unas curvas en las que no importaría estrellarse.

"Hola, Antonio", me dijo aquella preciosidad. Yo le respondí "Hola, María". Ella se quedó apoyada en el quicio de la puerta, sonriéndome. El sol brillaba sobre su pelo y en ese momento me di cuenta de que con la luz del natural se le notaban unos leves reflejos cobrizos, totalmente imperceptibles con la luz de los focos. Traía un vestido de fiesta negro, con un gran escote, que hacía pensar que el paraíso se encontraba tras él. De repente su sonrisa desapareció y comenzó a llorar.

Nunca he podido resistir el llanto de una mujer. Noto como si el corazón se me encogiera y se me fuera a partir. Le puse la mano sobre el hombro, queriendo darle consuelo. Le dije "anda, entra y me cuentas lo que te pasa". Entramos en la recepción del estudio y cerré la puerta. Ella me abrazó, pero no dijo nada. Estuvimos abrazados en silencio durante un buen rato, pero a mi me pareció solo un segundo. Un torbellino de sentimientos se arremolinaban en mi mente, por un lado el sabor salado de sus lágrimas, por otro lado el olor a melocotón que despedía su pelo, por otro su estrecha cintura, pero también sentir su dolor, su respiración entrecortada sobre mi cuello y sus lágrimas cayendo sobre aquellos labios rojos, gruesos y suaves.

Al rato nos separamos y me dijo "Gracias, ya estoy mejor". Noté que era verdad porque dejó de llorar. Le pregunté si quería hablar de ello y me dijo que sería mejor en otro momento. Decidí que sería mejor no insistir y le ofrecí un café. Ella aceptó.

La llevé a mi despacho y me senté junto a ella. Pensé que le daría más confianza si me sentaba a su lado que si me sentaba en mi sillón y ponía la mesa por medio.

Mientras tomábamos el café le pregunté por el trabajo. Normalmente Elena me llamaba para preguntarme cómo era la chica y solía fiarse de mi instinto respecto a las modelos. En este caso no había sido así, de forma que tendría que saberlo por María. Se quedó pensativa, mirando el fondo de la taza. Se volvió hacia mi y comenzó a relatar su historia.

El martes, cuando terminaste de prepararme el book, me dirigí a la agencia. Allí me estaba esperando Elena. Estuvo viendo las fotos y mientras las veía se la notaba encantada. Pero cuando terminó me preguntó si no tenía más. Al ver mi cara de extrañeza me comentó que esperaba otra cosa de ti. "Yo no sé a qué se refería. Y quiero que me lo expliques".

Me miraba fijamente a los ojos, con una calidez que me hizo agachar la vista. No podía soportar esa mirada. Insistió, "Antonio, quiero una explicación y la quiero YA".

Volví a mirarla a los ojos y le pregunté "¿No te has dado cuenta de nada, verdad?". Vi que sus ojos se estaban humedeciendo. Estaba a punto de llorar, pero quería evitarlo a toda costa. Ella había intuido algo raro, pero era incapaz de esclarecerlo por sí sola.

Sentí la necesidad de aclarárselo todo, de darle una explicación clara y, sobre todo, de pedirle disculpas por lo que podía haberle pasado y decirle que se fuera, que se olvidara de la agencia y de mi. Decidí que había llegado el momento de romper con el pasado y comenzar una nueva vida. Y le conté toda la verdad sobre la agencia y sobre mi.

"María, todo comenzó hace tres años. Yo era reportero de un periódico local de mala muerte. No ganaba dinero ni para ropa, y leí un anuncio en el que se solicitaba un fotógrafo de retratos. Aunque el retrato no era mi especialidad, tenía fotos muy buenas de casi todos los políticos locales. Y tras entrevistarme con Elena decidió darme el trabajo".

María me dijo irónicamente que era una historia muy bonita, pero que qué tenía que ver con ella. Decidí proseguir.

"Estuve trabajando para ella durante seis meses. El trabajo era fácil, bonito y se ganaba mucho dinero. Simplemente ella me mandaba chicas y yo tenía que fotografiarlas en mi estudio".

Me dijo que ya se había dado cuenta, que si no era eso lo que había hecho precisamente con ella. Decidí continuar.

"Cuando Elena tuvo cierta confianza conmigo me propuso ir un poco más lejos. Si veía que alguna chica tenía verdaderas cualidades volvía a mandármela para que yo comprobara hasta qué punto estaba dispuesta. En casi todos los casos las chicas acababan desnudas bajo los focos de mi estudio, y en muchos casos terminaban acostándose conmigo".

La mirada de María se me clavaba en el cerebro y su expresión, en parte de incredulidad y en parte de repugnancia, me dolía más que si me hubiera abofeteado. Ya no había vuelta atrás, debía terminar la historia y dejar que ella se marchara para siempre.

"Todas las chicas que se acostaban conmigo pasaban a formar parte de un grupo especial. Las enviaban a fiestas de ricachones y como acompañantes de alto standing. Por ese trabajo les pagaban muchísimo dinero. A mi nunca me lo dijeron claramente, pero siempre he creído que detrás de todo este tema hay una trama de prostitución"

María ya no me miraba. Estaba mirando el suelo, con la cara tapada por sus manos y estaba sollozando. Pensé que era el momento de pedirle disculpas.

"Cuando tu entraste al estudio pensé que eras la chica más hermosa que había visto jamás. Y cuando hablé contigo y me contaste tus sueños y tu deseo de futuro decidí que no podía permitir que te destrozaran como he visto destrozar a tantas otras".

"¿Porqué no me lo contaste todo entonces?" me preguntó sollozando. La pregunta era buena, realmente yo mismo me la había hecho mil veces desde hacía dos días. Solo podía disculparme con ella por no haber sido totalmente franco. Intenté ayudarla convenciendo a Elena, pero ésta lo único que veía en María eran billetes de 500 euros, con toda seguridad muchos billetes.

"Lo siento, María, era mi trabajo y no podía hablar claramente. Ahora que ya no trabajo para la agencia te lo puedo contar todo. Solo te pido que seas discreta y no se lo digas a nadie, porque seguramente Elena iría a la cárcel por proxenetismo, y yo iría detrás por gilipollas."

María había vuelto a levantar su cara. En su rostro podía adivinarse un destello de pena y de dolor. Yo no entendía qué me estaba pasando. En los últimos treinta meses me había acostado con más de trescientas chicas jóvenes y hermosas, por las que no había sentido absolutamente nada que no fuera placer. Y sin embargo, había sido capaz de enviar mi futuro y mi vida entera a la mierda por una chica con la que ni siquiera me había acostado, a la que, de hecho, ni siquiera había visto desnuda. Había puesto mi vida en sus manos al contarle detalladamente toda esta historia.

Pero todavía quedaba un asunto que, al menos para mi, no estaba claro en absoluto. ¿Porqué había ido María a buscarme, llorando como una cría y anímicamente destrozada?. Pensé que ahora era yo quien le pediría explicaciones, y ella me contó la siguiente historia.

"El miércoles por la tarde me llamó Elena. Quería presentarme a un joven empresario de textiles que estaba interesado en que yo promocionara su línea de ropa. Se trataba de ropa deportiva y el empresario me quería conocer personalmente antes de contratarme. Estuvimos charlando Elena, Andrés (el empresario) y yo durante, al menos tres horas. Pero la charla era totalmente banal, no tenía nada que ver con lo profesional."

Hizo una pequeña pausa para limpiarse una lágrima que le había llegado al labio. En aquel momento me habría lanzado hacia ella para comérmela a besos, para acariciar toda su cara, para expulsar de su cabeza todo el dolor que la tenía acongojada. Pero me contuve al pensar que ella me culpaba a mí, al menos en parte, por lo que le hubiera pasado.

"Tras la charla, era ya tarde y Andrés nos propuso ir a cenar a un restaurante cercano. Elena rehusó con la excusa de que al día siguiente tendría mucho trabajo. Pero me insistió en que le acompañara yo. Así que Andrés y yo nos fuimos al restaurante. Durante la cena estuvimos hablando de los temas más variados, de lo difícil que estaba la vida, le conté mi intención de estudiar medicina. El me contó que tenía treinta años, que le resultaba difícil encontrar una chica que se fijara en sus cualidades como persona y no en su dinero, lo cual me pareció un poco extraño ya que era un hombre culto y bastante agraciado."

Hizo otra pausa y tras un pequeño suspiro me dijo "en fin, creo que todo esto no es asunto tuyo y que lo mejor es que me marche ahora".

Le cogí la mano y le dije, "todo esto si es asunto mío. Al fin y al cabo yo podía haberte evitado un susto y no lo hice".

Ella siguió contando su historia, "Tras la cena nos fuimos a un bar de copas. Allí Andrés tomó al menos cuatro cubatas seguidos. Llevaba encima una borrachera monumental. Yo, al ver el estado en el que se encontraba y que empezaba a mostrarse algo grosero le dije que me marchaba en taxi, pero no me dejó. Insistió en llevarme en su coche. Yo no quería ir con él, pero tampoco quería perder el trabajo, así que acepté su proposición, al fin y al cabo estaba tan borracho que no creía que pudiera conmigo."

"Subimos en su coche y yo le fui guiando hacia mi casa, al principio seguía mis indicaciones, pero en cierto momento comenzó a hacer como si no me hubiera entendido y tomaba direcciones erróneas. Me llevó a un descampado y allí detuvo el coche".

En este punto del relato noté como me apretaba la mano con fuerza. Lloraba abiertamente, sin importarle que yo la viera. No intentaba taparse la cara ni nada por el estilo. Tras unos segundos prosiguió.

"Le dije que qué estaba haciendo. El me respondió que había pagado mucho dinero a Elena por acostarse conmigo, y que lo iba a hacer por las buenas o por las malas. Sentí miedo. Estaba como loco. Yo salí del coche y comencé a correr, pero logró alcanzarme y me llevó otra vez dentro del coche. Me tapaba la boca con una mano para que no gritara, y me subió el vestido con la otra. Yo pataleaba, le mordí la mano y conseguí soltarme, de nuevo corrí y otra vez me alcanzó. Esta vez me agarró por los pechos. Me los apretaba con fuerza, me dolía tanto que creí que me iba a desmayar. Apoyó mi estómago sobre el capó de su coche y se apoyó en mi espalda. No me podía mover, casi no podía respirar y quería morirme. Volvió a subirme el vestido y comencé de nuevo a patalear, el me quitó los zapatos de un manotazo para evitar que le lastimara con los tacones y me agarró el dedo gordo del pie. Me dijo que me arrancaría el dedo si no paraba de dar patadas y yo le creí. El dolor era insoportable. Cada vez veía menos salidas. Gritar era inútil, no había nadie cerca que me pudiera ayudar. Correr era inútil, él me alcanzaría y haría conmigo lo que quisiera. Intentar golpearle era inútil, el cabrón era muy ágil y se zafaba de todas mis embestidas. Así que extenuada, dejé de luchar".

Ahora era yo el que estaba alucinado. Esa loca de Elena se había pasado mucho, muchísimo. Cobrar a un cliente por unos servicios que no había contratado con la chica es de estar para el manicomio. Esa idiota quería acabar en la cárcel, o algo peor, sabiendo la catadura de los individuos con los que se codeaba.

María continuó contando aquella terrible historia. "Cuando Andrés vio que mi resistencia había disminuido me arranco el tanga. Su mano me recorría las nalgas mientras con el otro brazo me tenía inmovilizada. Comenzó a apretar mis glúteos. Me dolía bastante, pero más me dolió cuando dirigió su dedo índice hacia mi ano y me lo introdujo hasta el fondo. Lo hizo de golpe y yo creí que me moría de dolor. El jadeaba y solo decía <>. Se separó de mi para desnudarse y en ese momento volví a correr. No pensaba permitir que ese cabrón volviera a tocarme."

En ese instante mi corazón latía con una fuerza increíble. Tenía ganas de matar a aquel cabrón, y también a la puta de Elena por lo que le habían hecho a esta cría.

"Cuando había recorrido al menos quinientos metros vi que Andrés se había caído, así que aproveche para seguir corriendo hasta llegar a la autopista. Un camionero me recogió y me ha traído hasta aquí" Ese fue el final del relato.

Le dije que si iba a presentar denuncia. Que yo la acompañaría y que contaría todo el tema de la agencia. No pensaba en mi, solo pensaba en cómo entre aquel bastardo y aquella zorra habían acabado con la inocencia de la chica más maravillosa que yo había conocido nunca. Y que aquello no debía quedar impune.

Me dijo que no serviría de nada y que no se iba a meter en más líos solo para vengarse de aquellos dos. En el estudio hay una ducha, que se utiliza cuando las sesiones son largas, o en algunas ocasiones que me quedo a dormir allí, así que le dije que si quería ducharse y cambiarse (también suelo tener ropa de estilo casual para las modelos que no traen la ropa adecuada). Me dijo que sí y que si podía descansar un rato en algún sitio. En el estudio no tengo cama, pero si un sofá bastante cómodo que es el que utilizo cuando me quedo allí a dormir y para "probar" a las modelos. No me hacía gracia que ella tuviera que dormir en el mismo sitio donde tantas putitas se habían revolcado, pero era lo único que tenía así que se lo ofrecí.

La acompañé al vestuario y le escogí ropa de su talla, luego saqué del estante jabón líquido y champú para que pudiera asearse. Me dirigí a la puerta y la cerré desde fuera. La oí llamarme y me extrañó, volví a entrar y ella me pidió una toalla. Se había dado cuenta al desnudarse de que no tenía toalla. Estaba frente a mi, con el vestido puesto delante, tratando de ocultarse. He vivido situaciones parecidas en muchas ocasiones, pero esta fue muy especial.

La forma de esconderse tras el vestido, con gran parte de sus pechos descubiertos por la falta de tela, con sus caderas desnudas y apenas tapándose el pubis. Un calor sofocante me invadió. No era un sentimiento sexual. Era el dolor por ver las marcas que aquel cabrón había dejado en sus caderas. Ella lo notó y volvió a llorar. No me pude contener y me acerque a ella, abrazándola y besando su cara centímetro a centímetro. Al abrazarla noté un sentimiento de paz muy reconfortante. Era como si hubiera estado esperando aquello toda mi vida.

Ella dejó caer el vestido y me abrazó fuerte. Me pidió que no la dejara sola. Al acariciar su espalda noté como se encogía al pasar mi mano por sus cardenales. Le di la vuelta y observé toda su espalda, todo su trasero y sus piernas amoratadas por la lucha con el bastardo de Andrés. Me fijé en un fino hilillo de sangre que salía de su ano y resbalaba por su pierna y decidí que Andrés tenía que pagar por lo que había hecho.

Le dije que se duchara y me fui a mi despacho. Cerré la puerta para que María no pudiera oirme y llamé a Elena. Le pedí la dirección de Andrés y me dijo riéndose que yo estaba loco. Le respondí que más loca estaba ella por permitir que uno de sus clientes violara a una de sus modelos, que si todo aquello se conocía iríamos todos a la cárcel y que me tenía que asegurar de que Andrés no iba a ir por ahí contando su "hazaña". Me preguntó cómo lo sabía y le repliqué que lo sabía y punto, que me diera la dirección. Elena es una tía rastrera, pesetera y bajuna, pero no es idiota. Se convenció de que yo hablaba en serio, así que decidió darme la dirección.

Por mi anterior trabajo de reportero tenía contactos en todos los ambientes de la ciudad, desde los más famosos hasta los menos afortunados y, por supuesto, había cierta gente de catadura moral muy dudosa que me debía favores. Hice un par de llamadas para encargar un "trabajito especial".

Al dia siguiente en todos los periódicos de mi ciudad aparecía en portada una noticia que decía lo siguiente: "Joven empresario local brutalmente agredido y violado en su domicilio. Se desconoce a los agresores". Por supuesto a este titular le acompañaba una fotografía del agredido al ingresar en el hospital con el culo al aire.