Un Final Inesperado (II)
Estela quería más de mí, y yo de ella. Aquí nuestro segundo round.
Era la una de la tarde, llevaba desde las once pensando en Estela. Quería verla, quería ver todas las marcas que le dejé en su cuerpo la noche anterior, aun me quedaba una hora de trabajo, en la que no pasaron desapercibidos los arañazos y chupetones de mi cuello, estaba al borde de la locura, estaba preguntándome si ella estaba igual de ansiosa que yo.
Por agradecimiento divino o algo así, mi jefe me dio permiso para salir antes. No llamé a Estela como dije que haría, sino que fui a buscarla a su casa directamente. Ella sabía que no la llamaría, y cuando llegué, estaba acabando de arreglarse. Di dos golpes a la puerta y entré. Estaba preciosa, y ni si quiera tuvo que esforzarse. Era verano y hacia mucho calor, ver a Estela con aquel vestido no ayudaba, aunque no fuera ni la mitad de sugerente que el de la noche anterior.
No pude evitar acercarme a ella mientras recogía un poco. La rodeé por la cintura, la acerqué a mi y la besé suavemente. Rodeó mi cuello con sus brazos y me entregaba su lengua a la vez que mordía mi labio inferior. Me estaba empezando a calentar, y no sabía si era una buena idea follármela aquí mismo antes de ir a comer. Desabrochó mi camisa, y eso me dijo que ella también quería, no la dejé terminar cuando me la quité de golpe por la cabeza, ella posó sus manos en mi pecho, estaba jadeando y aún no la había tocado. Acercó sus labios y me empezó a besar y morder el torso. Primero la clavícula, luego el pecho, los pezones, el estómago… Me estaba haciendo reaccionar, pero decidí dejarla llevar la batuta. Estaba disfrutando de provocar eso en mí, y por un momento pensé que me iba a dejar así, que no iba a apagar lo que ella había encendido.
— Tengo una sorpresa para ti. — Me quedé quieto, mirándola extrañado. Se acercó nuevamente y me besó. — Pero no te la daré ahora, después de acabar lo que hemos empezado si. — Llevó mis manos a su cintura, me seguía besando con deseo, y yo la besaba a ella. Mi corazón latía con fuerza cuando ni yo mismo me di cuenta de que le había desabrochado el vestido y se lo había quitado. Sin la embriaguez de anoche, la veía todavía más sexy. Me sentó en el sofá, me desabrochó el pantalón y bajó mis calzoncillos junto a ellos hasta los tobillos.
— Quítame las bragas. — Así lo hice cuando se sentó en la mesa justo delante de mí, abrió sus piernas enseñándome su precioso y brillante coño. Llevo una de sus manos a él y se sacó un par de bolas chinas. En cuanto lo vi, entendí a la perfección porque no paraba de apretar sus piernas. Estaba a punto de perder mi control para dejarla dominar a ella, pero empecé a perder la batalla cuando se puso a cuatro patas y vi que llevaba un plug casi imperceptible. Empezó a masturbarse el culo con él, delante de mí, su espalda se arqueaba de forma que sus pezones rozaban la mesa. — ¿Te gusta lo que ves? — Asentí, no quería hablar, quería mirarla, estaba provocándome, la polla me dolía de la excitación pese a que estaba libre. Se quitó el plug del todo, lo dejó junto a las bolas chinas y se acercó a mi. Colocó su mano en mi abdomen y trazó caricias por todo mi pecho. — Me encanta que vayas de dominador, pero ahora mismo te estés dejando dominar, provocar y controlar por mí. De hecho, míratela, roja, hinchada, diez palabras y actos más y sin tocarte te corres. El calienta coños está siendo calentado, y no te importa lo más mínimo. Ya te dije que me las pagarías por follarme el culo sin que te diera permiso, ¿y sabes cómo lo harás? Vamos a jugar a un juego, te prohíbo correrte durante tres días, si lo haces, te lo haré pasar muy mal jugando a calentar y enfriar sin dejarte tocarme. Antes de irnos a comer, te habré dejado por lo menos a dos veces de acabar. — Su forma de querer pagármelas me gustaba, me lo estaba poniendo difícil, pero ni de lejos iba a quejarme por ello, es más, me pasaría toda la vida sin un solo orgasmo con tal de verla tan segura de sí misma, eso era lo que más me estaba poniendo. Me besó, se puso recta, se acercó a la mesa y volvió a coger el plug, me lo entregó y esperé órdenes mientras sacaba un bote de lubricante. — Pónmelo sin tocar nada que no sea el plug. — Así lo hice, no soltó ni un suspiro, estaba muy cachondo ante esa situación y no me iba a quejar por ello. Volvió a mirarme, con desprecio, un desprecio de que no esperaba que fuera a aceptar el trato sin rechistar, pero sé que le gustaba, tenía las piernas igual de mojadas que el coño. Se sentó a mi lado en el sofá, estaba tenso, no sabía que sería lo siguiente. Me volvió a mirar, con el mismo desprecio, pero se lanzó a besarme. Yo la besaba, me volvía loco no poder tocarla sin su permiso, pero me gustaba. Se colocó a horcajadas sobre mi sin tocarme la polla, me seguía besando, con lengua, con pasión, arañaba mi pecho, mordía mi cuello, me tiraba del pelo, estaba llevándome a otro nivel. — Voy a follarte, así que colócatela. — Una descarga eléctrica me recorrió la columna hasta mi glande. Empezó a descender sobre ella. Suspiraba, echaba la cabeza hacia atrás, me seguía tirando del pelo, me besaba y cuando la tuvo toda dentro me miró. — Córrete, ahora, sin más. — Quería obedecerla, pero no sabía como podía conseguir eso. Imaginé todo cuanto pude, pero no podía correrme, necesitaba sentirlo.
—No puedo. — Sonrío y empezó a subir y a bajar, dejándome al borde de salir de ella y entonces lo comprendí, quería ponerme a prueba, y mi subconsciente me había salvado el trasero. Estaba follándome muy lento, como sabía que me llevaría al límite, pero le falló la táctica porque gracias al plug estalló al tercer descenso. Estuvo contrayéndose a mi alrededor durante 5 minutos, estaba teniendo orgasmos uno detrás del otro, jadeaba contra mi pecho y yo estaba al borde de desobedecerla gracias a la presión que estaba generando sobre mi polla.
— Esteban, lo siento, siento haberte intentado hacer esto. — Se recostó contra mi pecho. La abracé dudoso, le levanté la cabeza y la besé. Ella también estaba abrazándome y aproveché eso para darle lo que quería. La tumbé con cuidado en el sofá.
— ¿Te lo quito? — Negó con la cabeza. Me puse sobre ella, la besé, mi polla estaba rozando su clítoris. — No te preocupes, tenías razón, me dijiste que no, pero no puedes negar que te gustó. — Sonrió dándome la razón, me encantaba que, incluso siendo mala, era buena, y quería recompensárselo. Volví a besarla, me coloqué en su entrada, la miré a los ojos y antes de perderme en su interior supe que había ganado mucho más que unos buenos polvos.
Empecé a entrar en ella despacio, para que tanto ella como yo grabáramos esa sensación en nuestra mente, nos estábamos mirando fijamente, ella tenía sus brazos alrededor de mi cuello, yo tenía mis manos a ambos lados de ella, y nuestras bocas estaban perfectamente colocadas para besarnos. Aumenté el ritmo, mi polla tenía mucha presión, pero aun así hice todo lo posible para que ella se corriera primero, notaba como se tensaba bajo mi peso, sus uñas clavándose en mi espalda, su lengua humedeciendo sus labios. Estaba haciéndole el amor, no me la estaba follando, y ella lo sabía, sabía que me estaba entregando a ella, lo supo desde que la abracé anoche por primera vez, lo sé. Estábamos a dos envestidas más de corrernos. Esas dos envestidas se las di bien fuertes mientras iba bajando el ritmo contra más nos corríamos. Tenia sus uñas clavadas en mi pecho, los ojos cerrados, la boca entreabierta, y yo aun estaba follándola y vaciándome en su interior cuando ella acabó.