Un Final Inesperado

De una fiesta como cualquier otra a la cama de una amiga bien sexy. Nunca me había fijado en Estela, pero aquel vestidito de tubo hizo cambiar de opinión a mi polla.

Como soy nuevo me presento. Me llamo Esteban. Mido 1.80, soy moreno, ojos negros, barba de una semana perfectamente perfilada, no estoy gordo pero tampoco delgado, a simple vista parezco musculado pero no lo estoy tanto. En lo que al tema sexual se refiere, estoy bastante bien dotado, 23 centímetros de polla y bastante gruesa que nunca ha dejado a ninguna chica insatisfecha.

Esto ocurrió hace dos meses. Estaba de fiesta con unas amigas. Siempre me ha gustado beber y aquella noche no iba a ser la excepción. Llevábamos dos horas en el pub cuando una de mis amigas quería irse a casa porque se estaba aburriendo. Había ido con las otras chicas así que le ofrecí las llaves de mi coche ya que yo sería incapaz de conducir pues ya estaba más que borracho.

Llegamos al coche y me pidió las llaves, intenté sacarlas del bolsillo pero no fui capaz así que lo intentó ella. No sé si fue sin querer o no pero sentí una sutil caricia en mi polla que aún estando borracho noté a la perfección.

Cuándo dio con las llaves se puso al volante. Salimos del aparcamiento y mientras ella llevaba la mirada fija en la carretera, me tomé unos minutos para mirarla ya que nunca me había fijado en ella.

No podía verla del todo bien pero lo que veía a mi polla le gustaba. Tenía la cara bonita, parecía un ángel pero en el fondo de sus ojos color avellana había un atisbo de perversión que no recuerdo haber visto antes.

Era una gordibuena más buena que gorda, estaba tremendamente buena si, caderas anchas, culo firme, piernas suaves a la vista, tetas no excesivamente grandes, y su piel perfectamente bronceada. Su pelo ondulado reposaba sobre sus hombros desnudos. El vestido de noche que llevaba se acomodaba a sus preciosas curvas.

Mi polla estaba reaccionado de una forma bestial a semejante imagen.

— ¿Que tanto miras? — Me miró durante un instante con una sonrisa pícara. No era capaz de articular palabra. Bajé la ventanilla para que me diera un poco el aire y para quitarme la imagen de Estela desnuda de mi cabeza.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que creí que las palabras que acababa de pensar solo se habían quedado en un pensamiento.

— Vuelve a repetirlo. — Paró el coche en una estación de servicio cerrada y me miró una vez más.

— Estás jodidamente buena. — Atravesó el poco espacio que quedaba entre nosotros y clavó sus labios en los míos. Abrió la boca y colé mi lengua dentro. Llevó su mano a mi pelo y tiró de el. Empezaba a estar tremendamente cachondo. Me mordió el labio inferior y se separó de mi unos segundos.

— Me gustas Esteban, llevo dos años pensando en ti cada noche. — Me quedé boquiabierto, mirándola, mientras ella arrancaba de nuevo y se ponía en marcha como si no hubiese pasado nada.

Al rato llegamos a su casa, bajamos del coche, nos dedicamos unas miradas un tanto nerviosas. Finalmente me despedí de ella y subí al coche. Arranqué y cuando me disponía a dar marcha atrás metió la mano por la ventanilla y me agarró de la oreja.

— ¿Qué coño haces? — Dije muy mal humorado. La miré a los ojos y vi que su mirada no temblaba aún habiéndole gritado.

— Si piensas que te voy a dejar conducir borracho vas listo. Sal del coche y pasa para dentro. — Me sentí un perro obedeciendo a su dueña, pero aunque el que acostumbraba dominar era yo, aquello me gustó.

Una vez dentro, me pasó un vaso se agua a la vez que me sentaba en el sofá. Ella se sirvió un refresco y se sentó a mi lado, rozando su rodilla contra mi pierna. Se quitó los tacones y los dejó al lado de la mesa de centro. Sin pensarlo mucho apoyé mi mano en su pierna. Se quedó completamente quieta mientras yo trazaba pequeños círculos justo donde acababa su corto vestido. Se estaba poniendo tensa, la estaba excitando con tan poco que me sentí todopoderoso por un instante.

— Eres un cabrón calienta coños. — Su manera tan peculiar de insultarme me puso a cien. Mi polla amenazaba con reventarme el pantalón, de hecho me dolía de tan intensa fricción. Empecé a subir mi mano camino de su vagina pero cuando apenas faltaban unos centímetros, cuando ya notaba el calor emanando de su centro, ella me detuvo. Se levantó y movió su redondo culo hasta llegar a la escalera. — Espérame aquí, ahora vuelvo. — Asentí cuándo ella ya se había perdido en el piso de arriba.

Diez minutos más tarde bajó, yo estaba de pie, incómodo, me dolía la polla y ella no ayudaba. Se había puesto, bueno, más bien, se había quitado el vestido. Llevaba un sujetador de encaje negro, con transparencias justo donde caían sus enormes pezones, cosa que me decía que estaba hecho a medida, al igual que el sexy tanga también negro de encaje. Apenas tapaba su coño perfectamente depilado.

Se acercaba a mi caminando de forma sugerente. Sus curvas a la vista lucían mucho mejor que encerradas en un vestido de tubo. Sus tetas rebotaban a casa paso que daba. Estaba empezando a perder la razón. Al llegar a mi posición me besó, con lengua, me tiraba del pelo nuevamente y la presión en mi polla aumentaba de forma significativa.

Era ella quien llevaba el control. Estaba buscando mis puntos sensibles. Primero me dio un beso húmedo en cada lóbulo, siguió besando la nuez de mi cuello, la clavícula, y cuando no pude resistir más la tortura, la detuve. Me quité la camiseta, la besé, le desabroché el sujetador y empecé a besar y morder sus preciosos pezones. Poco a poco me iba llevando a la escalera.

Al llegar arriba, sin pensarlo, la tiré a la cama, puse todo mi peso encima para inmovilizarla, le agarraba las muñecas con fuerza mientras besaba sus pezones. Con una de sus manos llevaba mi cabeza a su vagina. Decidí darle algo de libertad, abrí sus piernas, ella las puso alrededor de mi cuello mientras yo devoraba su clítoris y entraba en ella con mi lengua. Gemía mi nombre a medida que estaba más cerca de correrse.

— Sigue cabrón, haz que me corra, ohh si.

Estaba corriéndose y teniendo un squirt de época mientras intentaba cerrar sus piernas para aliviarse pero yo se lo impedía. Estela temblaba bajo mi cuerpo, sus pezones rozaban mi pecho y el bulto bajo mi pantalón quedaba a la altura de su estómago. Contra más me pegaba a ella, más altos eran sus suspiros.

Cuando estuvo recuperada y lista para un segundo asalto se incorporó en la cama, yo me puse de pie a su lado. Acercó su mano a mi polla y empezó a acariciarla. Desabrochó mi cinturón, bajó mis pantalones y calzoncillos y solté un suspiro ante la liberación de mi polla de su cautiverio. Se le cortó la respiración por un instante, tragó saliva y se hizo con ella. La agarró de la base, comprobando que tan dura era.

— No me la voy a poder tragar toda cabronazo, es enorme. — Acerqué su cabeza a mi polla, puse el glande en la entrada de su boca. Dudó un instante pero empezó a chuparlo. Poco a poco iba comiéndose más trozo hasta que con la punta noté que estaba al límite y no entraba más. Quedaban unos centímetros fuera pero ella estaba dispuesta a comérsela entera, y lo hizo.

Empezó a hacerme una mamada como pocas me habían hecho. Succionaba mi glande dejándome varias veces al borde de la pérdida de mi autocontrol. Chupaba mis huevos a la vez que me hacía una paja.

— Córrete para mi, se que lo estás deseando. — Abrió su boca y aunque si lo estaba deseando me reprimí. Lo que de verdad quería era llenarle el culo y el coño de semen. Le agarré de las caderas la puse en 4 y empecé a azotarla. Sus gemidos se presentaban en mi cuerpo en forma de corriente eléctrica desde mi columna hasta la punta de mi polla. Me agaché y mordí una de sus nalgas.

Le di la vuelta, puse sus piernas encima de mis hombros, pellizqué sus pezones y entré en ella lo más despacio que pude. No estaba dispuesto a ir a su ritmo. Aquella posición me dejaba llegar hasta lo más profundo de ella. Y a ella le gustaba. Empecé lento, repetía una y otra vez en mi cabeza que no acelerara por mucho que quisiera. Estela gemía, me miraba con los ojos entrecerrados pidiéndome más pero yo no se lo daba.

La obligué a subir y besarme. Nuestras lenguas jugaban de manera sublime, y estaba dispuesto a prolongar aquello tanto como pudiese, pero tenía la necesidad de oírla estallar a mi alrededor. Decidí cambiarla de posición. La puse de lado, le agarré una teta, le di un azote y empecé a entrar y a salir de ella, de forma que gemía y me incitaba a seguir con ese ritmo, a mantenerlo. Empezó a contraerse alrededor de mi polla, me estaba llevando al límite y no podría aguantar mucho más, así que recurrí a la única opción que me quedaba.

— Esteban por dios, córrete, no creo aguantar otro asalto de tu pollón.

— Si quieres que me corra hazlo tu, como la buena puta que eres, y si, tendrás que aguantar otro asalto. — Sabía que aquellas palabras la harían estallar, y así fue, tuvo un segundo orgasmo con squirt incluido de nuevo. Le agarré del pelo y empecé a aumentar el ritmo, quería reventarla y que me recordara como e mejor polvo de su vida.

Pronto se corrió de nuevo, unas tres veces antes de hacerlo yo, aunque estuve al borde muchas veces lo prolongué tanto como pude. Volví a cambiarla de posición, el misionero no fallaba, recuperé el ritmo y una vez más se corrió, clavando sus uñas en mi cuello y espalda (cosa que me vuelve completamente loco) eso hizo que explotara en su interior.

— Cabronazo, me has llenado el coño de semen, me vas a preñar. — Aún estaba corriéndome cuando salí de ella y la puse en 4 nuevamente. Estaba maldiciéndome, diciéndome que no podía más, que estaba agotada. Metí un dedo en su ya no tan apretado coño. Lo lubriqué con sus jugos y con mi semen y lo coloqué en su otra entrada. Se puso tensa. — No se te ocurra, no pienso dejarte, no, no lo ahhh hagas ahhh.

Metí mi dedo en ella, a la vez que volvía a meter mi polla la cual ya estaba dura otra vez en su coño. Cuando pensé que ya estaba lo suficiente húmeda, la saqué y se la coloqué en el ano de nuevo, volvió a tensarse. — Tu pollón no, mi culo no lo resistirá, es demasiado grande, ahhh, me vas ahh a ahh romper ca…ahhh…brón.

Ya le había metido la mitad cuando la obligué tirándole del pelo a incorporarse, la besé para que se relajara y acabé de metérsela de golpe. Soltó un gemido que retumbó en toda la casa. — Me las vas a pagar, Esteban, lo harás. — Le pegué un fuerte azote como respuesta. Yo gruñía y suspiraba contra más cerca estaba de correrme. Estaba dejando a Estela al borde del orgasmo en muchas ocasiones, la torturaba deteniéndome justo cuando empezaba a correrse.

Sin salir de ella me senté en la cama, le cedí todo el control y ritmo a ella. Me cabalgaba como si fuera un caballo y retrasó su orgasmo hasta que notó el mío cerca, sabía que yo también buscaba corrernos a la vez.

Gimiendo con nuestras lenguas entrelazadas nos corrimos, le llené el culo de semen lo más adentro que fui capaz.

Estela cayó rendida encima de mi y yo la abracé.

— Déjame sacártela. — Negó con la cabeza. Me besó de forma muy tierna.

Me desperté a las 9 de la mañana. Llegaba tarde a trabajar, tenía resaca y no me importaba. Llevaba tanto sin follar que me dolía todo. Estela estaba abrazada a mi. Empezaba a creerme que le gustaba desde hacía dos años y yo me negaba a hacerle daño. La desperté con un par de besos.

— Buenos días. — Me dijo con una tímida sonrisa sin soltarme. La volví a besar para dejarle claro que quería repetirlo. Ninguno teníamos claro que decir así que solo nos besábamos, una y otra vez. Mi polla empezaba a reaccionar como si no hubiese sido suficiente la noche anterior. Estela se subió encima de mí y empezó a follarme. Y digo follarme porque lo hacía muy deprisa, como si supiera que tenía que irme y quisiera aprovechar. No tardamos mucho en corrernos.

Estuve diez minutos con ella encima de mi. Me besaba las marcas de sus arañazos. Miré mi reloj, llevábamos dos horas despiertos besándonos.

— Me tengo que ir. ¿Te llamó luego y quedamos para comer? — Me levanté y empecé a vestirme. No respondía. Estaba mirándome fijamente.

— Llámame. — Dijo finalmente cuando subí al coche. Nos sonreímos y no pude evitar rogarle un beso.

Continuará…

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