Un fin de semana muy movidito
Esto empezó a gustarme demasiado.
UN FIN DE SEMANA MUY MOVIDITO Muchos de vosotros/as habréis leído mi anterior relato con mayor o menor entusiasmo. Agradezco tanto las críticas positivas como negativas, pues estas me ayudan a mejorar mi capacidad descriptiva y mi actuación en el sexo. Muchos/as discutiréis la veracidad de estos relatos, pero que sean ciertos o no es lo de menos, o ese es mi parecer. Como quiera que el verano se acerca y con él las vacaciones (al menos para la gente normal), mis padres decidieron marcharse todo el fin de semana. El destino: Ardales; el porqué: ni idea. Pero como tengo una mente espabilada llamé a mi compañera de juegos, mi diablilla terrenal, mi fiel y única aliada. Por supuesto acudió (o no escribiría esto). Como quiera que ese sábado me hicieron de trabajar por cuestiones de producción, tuve que dejarle las llaves de casa en la droguería situada bajo mi bloque. Yo salía a las 14:00 así que durante las horas que pasé en el trabajo pensaba mayoritariamente en ella, en aquel dulce ser creado por los dioses.
Así pues me puse en la cola de salida de los primeros, por delante incluso de los "primerillos" de siempre. Piqué y salí velozmente hacia el coche. Por suerte los fines de semana no hay el tráfico que suele haber el resto de días, pero tampoco me excedí en velocidad, no fuera a pegarme un tortazo padre. Mientras viajaba en el coche (y digo viajaba pues el trayecto del trabajo a mi casa es largo) tramaba la forma de procurarle a ella (y permítaseme dirigirme así a mi pareja) un placer digno de recordar.
Entre mis amigos y mi familia soy bien conocido por mi capacidad de sigilo, de irme de casa por la mañana temprano o volver de madrugada sin que nadie se diese cuenta. Así que decidí poner en práctica una vez más mis dotes de discreción. Mi actuación me recordaba al relato de Poe "El corazón delator", concretamente aquel instante en el que el asesino abría la puerta pausadamente. Así pues introduje la llave con sumo cuidado, la música que ella había puesto era mi cómplice (estaba muy fuerte y eso que le dije que procurase no llamar la atención debido ante tanta vecina cotilla), y la giré suavemente. Ahora pienso en cuanto me hubiera fastidiado el hecho de que un vecino hubiese abierto la puerta en aquel mismo instante.
Lo dicho, giré la llave y comencé a abrir la puerta lentamente. Gracias a los cuadros-cristal que hay en la entrada pude ver que ella estaba en la cocina. Por el olor deduje que estaba haciendo unas tortitas francesas de esas que tanto me gustan. Sin duda era todo un detalle. Mas no me entretuve, cerré la puerta con la misma eficacia con la que la había abierto y deposité mis cosas en el mueble de la entrada.
Con agilidad felina me apoyé sobre las puntillas de mis pies y anduve hasta el lugar donde se encontraba mi ángel, mi vida. Ella tenía una faldita, las piernas al descubierto, el pelo recogido y una camiseta tremendamente abultada por lo que debajo yacía. ¿Estáis ansiosos por saber lo que hice? ¿verdad?.
Doy gracias por haber nacido ambidextro, porque de lo contrario me habría preocupado por la postura a tomar. Ya situado a sus espaldas agarré su hombro derecho con mi amplia mano derecha, y con la contraria avancé, desde arriba, por debajo de su falda, apartando su tanga y comenzando a frotar su delicioso sexo. Ella lo se lo esperaba así que imaginad su sobresalto, tanta sorpresa y placer al mismo tiempo. Dejó caer la espumadera y lanzó un pequeño gritito que me ayudó a meterme, aún más si cabe, en la situación.
Distraje aún más su atención besando su desnudo cuello, con lo cual ladeó la cabeza sobre la mía. Momento en el cual aproveché para apagar la hornilla, no quería que ella tuviese que preocuparse de nada. Ahora que me doy cuenta espero que pensase desde un principio que era yo el que le hacía esas cosas.
Comencé a frotar mi miembro contra su trasero, tan hermoso como... imposible de decir. Y ella lo notó (ejem, claro que lo notaba, ejem ejem). Excitado como estaba la agarré de un puñado y la puse sobre la mesa contigua. La abrí de piernas en plan bestia y comencé a comer de allí como aquel que come una sandía en el campo (pero son pepitas). Lo tenía recién afeitado, sólo un diminuto corte en la zona superior difuminaba un ligero ápice de su hermosura. Así que lamí, mordí, chupé, de todo, ella se echó sobre mí, momento en el cual decidí que había que trasladarse.
La cogí en brazos mientras ella me besaba furiosamente, con una pasión inconcebible. Casi anduve a tientas por toda la casa, hasta que al fin la dejé sobre la cama, estrellándola con fuerza contra el colchón. Ella me miró con aire de complicidad, me agaché y le quité los zapatitos. Ella se metió la punta del dedo en la boca y dejó ir una sonrisilla malvada. Sospeché lo que quería hacer así que desabroché mi pantalón y lo dejé caer. Mientras me afanaba en mi ardua tarea ella empleó sus inmaculados pies para tocar mi aún oculto miembro. Era tal su maestría en el manejo de los pies que casi parecíame tentáculos.
Yo sentía un inmenso goce, por lo que me bajó los calzoncillos y continuó masturbando mi miembro ahora al descubierto. Necesitaba más de aquello, era tremendo, no podía imaginar que tan bellos pies... uuuf, casi eyacularía ahora mismo con sólo recordarlo. Me puse de rodillas sobre la cama y le bajé falda y tanga. Hice una ligera pausa para quitarme los zapatos pisando el talón de cada uno con el pie contrario (técnica empleada por muchos/as). Libre de mis zapatos me abalancé sobre ella y comencé a frotar, no a introducir, mi miembro contra su dulce chochito. El roce era perfecto, los dos afeitados, limpitos, fue espectacular. Ella estaba muy mojada con lo que el roce se hizo más gozoso aún si puede. Era demasiado para mí, aguantaría muy poco, el roce era demasiado bueno como para resistirse. Ella gemía y yo cerraba los ojos en un esfuerzos por concentrarme en evitar lo irremediable. Finalmete me corrí sobre ella sin más, manchando todo su abdomen, pringando su ombliguito e incluso parte de la camiseta que aún llevaba puesta.
Sin mediar palabra me levanté y me dirigí al baño para limpiarme un poco. Ella hizo lo propio, aunque sus intenciones eran tan picarescas como las mías en un principio. Tras limpiarse un poco yo me encontraba quitándome la camisa, así que aprovechó para agarrarme por la espalda y tomarse la revancha. Agarró mi miembro, no recuerdo con qué mano, y comenzó a masturbarlo. Sin duda alguna sabía que le debía una, así que la metí en la ducha y las puse en funcionamiento (a ella y a la ducha). Nos besamos, apasionadamente. Ella se apartó, de pie, levantó una de sus piernas y me mostró todo aquello. Con un gesto de su mano me dio a entender que me acercara. Ni tonto, me acerqué.
Introduje mi miembro y le di lo más fuertemente que mis fuerzas me permitían en aquel momento. Comencé a penetrarle casi sin darme cuenta. Ella gozaba enormemente pero quería prolongarlo al máximo, quería que yo volviera a correrme nuevamente antes que ella, y eso no lo podía permitir. Como os habréis dado cuenta nos gusta jugar al dominio, ella se hace la fuerte y yo el débil, pero es una mera táctica. La cosa continuó en ese plan, le penetraba una y otra vez, con fuerza, con rapidez. Sus gemidos no eran normales, al menos en este planeta. Chillaba, estaba muy mojada (estábamos en la ducha), nuestro roce era limpio, sin pelo de por medio, mi miembro entraba y salía con fluidez pero con consistencia.
Al fin ella, tras un desgarrador grito que jamás olvidaré, se corrió toda sobre mí. En ese momento di un paso hacia atrás para ver tal proeza, cual volcán en erupción. Fue una escena digna de plasmar en un lienzo. Sin embargo ella era consciente de que me había dejado poco más que a medias, así que se sentó en el borde de la bañera y me miró. No hizo falta que dijera nada, nos entendíamos a la perfección. Entre sus voluminosos pechos introduje mi miembro y ella los apretó con fuerza, con tanta que casi caigo al suelo de puro placer. Seguidamente comencé a moverme verticalmente mientras que ella chupaba la punta de mi capullo para lograr así un goce aún mayor.
Mi miembro era como la locomotora atravesando altas montañas, ¿qué digo montañas?, riscos, las montañas de la locura descritas por Lovecraft. Era tremendamente magnífico. Mis gemidos no eran propios de un hombre, estaba ardiendo, me frotaba, me gustaba mucho como para dar fin a aquello. Mas mi aguante tiene límites, así pues mi corrida se hizo inminente y ella recibió my semen de buen grado.
El fluido aquel era más líquido que nuca, no sé el porqué, pero al contemplarla sentadita, con toda la cara y los pechos manchados, mientras hacía surcos con su dedo índice, me quedé perplejo ante tan maravillosa imagen. El resto del fin de semana continuó por el mismo guión. Todos nuestros polvos y demostraciones de amor son dignos de mencionar aquí, pero quiero mantener al público en vilo. Cuando vuelva a tener un encuentro volveré a escribir, pues plasmar este tipo de escenas para la posteridad es sin duda un buen recurso para no olvidarlas. Gracias a cuantos me leéis, espero vuestras críticas y una mejoría por mi parte en la capacidad de narración y en mi propia actuación en las relaciones sexuales. Os remito a mi primer relato: "Depravación", para que entendáis mejor este segundo y siguientes. Viva el sexo.