Un fin de semana inolvidable

Cuando Amor necesariamente es sexo y libertad entre dos personas que se encuentran y anhelan gozarse mutuamente.

Me incorporé de la cama y tomando de la mesilla el paquete de tabaco, me encaminé hacia la terraza.

-¿Adónde vas?- me preguntó desde la cama Elisa.

-Voy a echar un cigarro...-

-Espera... ven aquí, dame un beso-

Me eché sobre la cama para aproximarme a ella a gatas... entre penumbras supe y certifiqué el atractivo de su rostro. Nos besamos y ella me tomó por el miembro, saciado y aún en fase de recuperación.

-Lo quiero en condiciones en seguida...-me susurró aprovechando para propinarme un mordisquito en el lóbulo de la oreja- me has dejado con las ganas esta vez...

-Si...- sonreí pero un tanto forzado, ya que su mano me oprimía tanto mi flácido miembro, como mis pelotas- mmm...no seas brusca...

Ya asomado en el balcón fumando, contemplé la oscuridad de la madrugada de aquel viernes. ¿Era un sueño hecho realidad?. Ella 41 años, con dos hijas, divorciada... yo 25 y aún dentro del contexto, me sabía atrapado por aquella mujer, vulgar, liberada, activa... con la que estaba viviendo experiencias no concebibles.

Vivíamos una relación furtiva, construida en los márgenes de nuestras vidas cotidianas y basada únicamente en los placeres que nos obteníamos. No seríamos novios que pasearan de la mano, ni nos comeríamos a besos en la calle... Aquel fin de semana, teníamos la intención de encerrarnos en su casa, ya que sus hijas estaban con su Ex, y gozar... Hasta la fecha, en las casi tres semanas que habían transurrido desde que nos conociéramos, por nuestras diferentes circunstancias vitales, yo estaba a su absoluta disposición. Ella me llamaba o me mandaba un wasap y, como vivíamos en el mismo barrio, yo me acercaba discretamente a su casa, follábamos y yo me iba de nuevo a la casa de mis padres, donde aún vivía.

-No me gusta que salgas a la terraza. Te podrían ver algún vecino- me dijo desde el umbral de la puerta.

Me giré y mis ojos devoraron aún en la penumbra, sus curvilíneas formas, acaderada, contundente, casi podría decirse que poderosa. Era de mi altura y detecté una sonrisa en su rostro. Cuando la defino como vulgar, ni mucho menos adquiere un sentido peyorativo. Era sexy, con tatuajes, piercings, malhablada y con una apariencia que buscaba la atención de los hombres. Me fascinaba su forma de expresar su necesidad de follar... y la verdad es que desde el primer momento estaba claro que ella era la que me follaba a mi, lo que me producía sensaciones que no había experimentado con otras chicas.

-Vamos, ven aquí- me indicó entrando al dormitorio y tiré el cigarrillo ya casi consumido por la ventana para seguirla. Me tomó por la cintura y sus labios acudieron a mi boca besándonos de manera intensa, húmeda, con lengua... sintiendo su piercing. Sus manos en mis nalgas me empujaron hacia ella aún más, sintiendo la oquedad entre sus piernas y ella mi miembro aún dormido.

Su coño comenzó a alimentar mi boca con sus fluidos, y sus gemidos aumentaron de intensidad... sus fluidos se extendían por los aledaños de mi ansiosa boca, por mi nariz... sabores y aromas de su deseo... de estar erguida aposentada sobre mi lengua, se acomodó con las palmas de sus manos sobre mi vientre, una de sus manos buscó mi erección aún defectuosa, entre sus gemidos me espetó sin miramientos “vamos, quiero dura tu polla, cerdo...”, me agarró con brusquedad las pelotas y comenzó a mover su pelvis sobre mi rostro...

-El culo... vamos... cómeme también el culo...- gritaba enloquecida y separé sus nalgas para acceder a las humedades de su puerta trasera.

Se me hacía difícil respirar y Elisa había pasado de la brusquedad a directamente oprimir mis pelotas... Ya no gemía, pasó a gritos de placer que sin duda oirían todos los vecinos, e incluso puede que despertara a alguno... se irguió y literalmente comenzó a cabalgarme la boca, mientras se corría de una manera que mi limitada experiencia sexual no había conocido en ninguna mujer, pues su sexo literalmente comenzó a chorrear... Fueron segundos de eternidad, hasta que la tempestad en su cuerpo fue pasando y se dejó caer a mi lado, pero a la contra, respirando agitadamente y sin poder proferir palabra alguna.

Yo permanecí boca arriba, relamiendo y degustando el amargor de su placer líquido. Llevé instintivamente mi mano a mis partes pudientas, doloridas y mi miembro totalmente retraído. Mi otra mano carició sus rotundas nalgas. Ella ni se movió y cuando me incorporé para sentarme, ella se giró abriendo los brazos para indicarme que me abrazara a ella y nos besamos.

-Buff... parece que estoy besando un coño- rió ella.

-Ya te digo... me has puesto perdido...-

-La culpa la tiene tu boquita... y tu lengua. Me están entrando ganas de mear...-

Me retiré para que pudiera ir al baño y encendí otro cigarrillo. Era extraño, era la primera vez que una mujer se corría sin que yo lo hiciera. De pronto, escuché que me llamaba desde el baño y acudí apagando el cigarro cuidadosamente para fumarlo más tarde.

Sentada sobre el inodoro, con su cabello ondulado y negro salvajemente despeinado, sus tetas... la pequeña pancita que se le formaba... su... coño depilado, pero con algún que otro milímetro de vello suelto, que le daba un toque de descuido... y me miró con esa media sonrisa enloquecedora, sensual, sexy, pícara. Me hizo un gesto con la mirada hacia abajo... soltó un chorrito de orina y volvió a mirarme. No hubo palabras, sólo mordí mi labio inferior y lentamente me fui agachando sin despegarnos los ojos. Mi mano busco su sexo, lo acaricié... y mi mano comenzó a mojarse... era tibio y mientras me mojaba, yo acariciaba su vulva, sintiendo en la palma de mi mano los rugosos labios internos de su vulva.

-Vaya... veo que te gusta mi meada...-su pie alcanzó mi recién formada erección- ¿te pone?

-No sé...- respondí yo de manera un tanto estúpida- yo...

-¿Quieres limpiarme?-se acomodó exponiendo su sexo, y me acomodé entre sus muslos. Besé la hendidura que me ofreció- mmm... que marranito habías sido...

Se incorporó cuando consideró ya excesivos mis lametones. De hecho hubiera jurado que su sexo comenzaba ya a reaccionar y quedó de pie ante mi.

-Estoy reventada...-bostezó- vamos a dormir, pero antes lávate la cara, anda... ja,ja,ja.

Me propinó una cariñosa palmada en las nalgas.

CAP II

Abrí los ojos. La luminosidad del día ya penetraba a través de las rendijas de la persiana. Me giré y ella me observaba acostada sobre su codo.

-¿Sabes?- me dijo- me encantó como me comiste ayer...

-Pero al final me quedé yo con ganitas...-simulé morritos de disgusto.

-Oh, pobre cerdito...-su sonrisa... su sonrisa y un beso- te quería bien lleno de leche para desayunarte... ¿mmm? ¿me darás para desayunar una buena ración de leche?

No sé que me excitaba más, su tono pícaro y mimoso o su mano agarrando bajo las sábanas mi miembro que reaccionó como accionado por un resorte.

-Si... si...- tragué saliva, extendí mis manos sobre la almohada y ella me destapó para encontrar mi polla vibrando sobre mi bajo vientre.

Elisa se acomodó de forma que agarró mi erección con una mano y sus labios se posaron el el glande violáceo. Me miró y guiñando un ojo sus labios húmedos comenzaron a deslizarse por el tronco, haciendo que me estremeciera. Cerré los ojos y sentí como con su lengua jugueteaba y la ligera succión que me hacía gemir como un gatito. Aumentó la velocidad y a intensidad de las succiones, y su lengua... de vez en cuando paraba de chupar y acariciaba con su lengua el glande y la zona del frenillo... era algo sublime, me encontraba sumido en un estado de animalización, en la que ya no existen pensamientos y el mundo desaparece, sólo la necesidad de acabar, vaciarse, saciarse...

Mis ahogados gritos fueron el testimonio de mi orgasmo, arqueé ligeramente la espalda y me cacié en su boca, mientras Elisa seguía chupando y acogiendo en su boca el producto de estallido. Literalmente me exprimió hasta que ella entendió que no me había dejado un resquicio de “su leche”. Se echó sobre mi, sus ojos a escasos centímetros de los míos... y no dudamos, un beso largo nos hizo compartir el desayuno, de lengua en lengua, de labios a labios, con gemidos de ansiedad por ambas partes.

Permanecimos un rato abrazados sobre la cama. Me gustaba sentir sus tetas en mi espalda y sus besos en mi cuello.

-¿Quieres que nos duchemos?- apuntó ella- apestas...cerdito...

-Pues tú tampoco es que desprendas aromas celestiales-

Ambos reimos y se incorporó para a continuación ubicarse a horcajadas sobre mi vientre. Resultaba enloquecedor tenerla así, y mi furtiva mirada exploró sus axilas expuestas al recogerse la melena con una goma. ¿La razón por la que unas axilas en las que comenzaban a despuntar los vellos me excitaban? Nunca lo he sabido. El caso es que la visión de sus “descuidadas” axilas, sus tetas, muy diferentes a las de las chicas con las que había estado, pero deliciosas... con piercings en los pezones y en el ombligo...carnosa... La verdad es que en ese momento estaba muy cerca de la felicidad.

Desayunamos charlando animadamente, le conté cosas de mi vida y ella de la suya.

-No voy a poder irme mañana...- dije de pronto tras tomar un trago de café solo y cargado.

-Qué dulce...- me acarició la mejilla con el envés de su mano- ojalá no debieras irte..

-Es que... me gustas mucho- mis palabras eran intensas y reales.

-Y tú a mi, cerdito...-

Nos besamos mediante un suave piquito. Ella suspiró y nos agarramos de la mano.

-Pero pensemos en qué hacer hoy... no en tonterías- ella se encargó de romper el silencio- vamos... dime qué te gustaría.

-Dime tú. Al final yo te he hecho el desayuno...

-Si...con mucha leche además- dijo con tono pícaro- ¿habías hecho alguna vez un “beso blanco”?

-¿Estás loca?- repliqué- nunca...

-Pero supongo que ya habrías probado tu leche, no?-

Me removí incómodo en la silla. Bajé un poco la mirada.

-Bueno, si... -

-Vamos no pongas esa cara de niño vergonzoso- deslizó su mano por mi muslo- eres muy cerdito... no parecías así, pero me encanta. Lo del pis no lo esperaba, la verdad...

-No digas así, que me da palo...- me ruboricé- estaba caliente, por eso lo hice...

-Ja, ja, ja... me imagino. Oye... a mi no es algo que me ponga, pero si quieres...

-Dime tú- la interrumpí un tanto incómodo- dime qué es lo que te pone a cien.

-Oh, bueno...-Miró hacia el techo con el labio inferior solapando al superior, adoptando una divertida expresión- en realidad... que me coman el coño...buff, me pone loca... mi ex no lo hacía, porque le daba asco... pero me gusta pensar...cosas, situaciones cuando estoy sola y uso a mi amiguito...

-¿Tu amiguito?-

-Si, el vibrador que te enseñé ayer, el azul..-

-¿Y qué cosas piensas?-

Me miró y llevó la mano a mi miembro ya erecto, comenzando a acariciarlo como de manera diría que distraída, como si en realidad fuera mi mejilla o mi mano.

-Me excita... me excitaría que... por ejemplo- se acercó con su silla a la mía y me lamió el cuello- que sólo pudieras echar la leche cuando yo te diera permiso... por ejemplo...

-Vaya- repuse con un atisbo de sonrisa y separando mis muslos para que su mano pudiera magrearme- ¿y esposarme?

-Para abusar de ti...-

-Y hacerme cosas feas...- formamos un beso.

-Muy, muy feas-

CAP III

Me cabalgó... y montó de manera salvaje sobre la alfombra del salón. Elisa estaba tan caliente, que acabó a los pocos minutos con un orgasmo monumental, antes de que yo terminara. Se echó sobre mi haciéndome sentir su agitación y su corazón latiendo a toda velocidad... El aroma que nos invadía a ambos, la sensación pegajosa de sudor y nuestros bajos empapados del manantial de su extasiado sexo.

-En serio... me vuelves loca...- posó un intenso beso en mi boca y cuando yo quise moverme dentro de ella, lo impidió- no...espera, espera que tengo el chocho de cristal...

Aún así, pude realizar unos ligeros de fricción dentro de ella, que hicieron no poder evitar vaciarme dentro de ella... un raro orgasmo en el que mis intentos por no correrme, no me dejaron gozarlo.

-Joder... te has corrido...- me miró de manera desaprobatoria mientras se despegaba de mi, y comenzó a recoger en la palma de su mano mi leche. Yo la observaba... y extendió mi placer por sus tetas, de manera untuosa... arrodillada entre mis muslos y terminó de vaciarme con su boca, haciéndome gemir de sobreexcitación incómoda en mi miembro.

Nos duchamos antes de malcomer unos macarrones con tomate fríos de la nevera y nos tumbamos en el sofá con las piernas entrelazadas.

-Es raro...- dije mientras veíamos una película sin demasiado interés.

-¿Uhmmm?-

-Si... así, con la polla pelada...- pasé mi mano por mi pubis en el que sólo una fina línea de vello lo cruzaba verticalmente y acaricié la zona escrotal y mi miembro, suaves y totalmente depilados. La verdad es que cuando me propuso depilarme “ahí abajo”, me dio un poco de pánico... y hasta que no me dijo que había acabado, no volví a respirar... pero no me había hecho ni un rasguño.

-Me gustas más así... además incluso se ve más grande- magreó con su pie mi miembro.

Una idea me acudió. El grado de libertad que me hacía sentir Elisa, resultaba sublime... Me ubique a gatas sobre la alfombra presentándole mi trasero en pompa y mis piernas ligeramente separadas. Ella rió y sentada en el sofá, llevó su pie hacia mis partes que colgaban y mi pene se erguía.

-Mira mi cerdito... como quiere que le haga cositas... ¿te gusta que te haga cositas, eh?-

-Si... hazme cosas feas-

-Eres muy marrano, ¿lo sabías?- su empeine acariciaba mis partes...- ¿te quieres frotar en mi pie? Vaya... que dulce, mi perrito...

Ese “MI” de “mi perrito”, me generó una extraña sensación. Froté mi duro miembro en su empeine, pero de espaldas a ella, la placidez del frotamiento, era netamente inferior a la placidez de estar a sus pies sintiéndome “SU” perrito.

-Basta...basta- rió ella a mi espalda- que veo que te estás animando demasiado...

Advertí que se colocó detrás y empezó a acariciar mis nalgas con sus manos. Las magreó y las separó... posando un beso en mi puerta trasera. Di un respingo cuando lo que supe uno de sus dedos,buscó penetrarme... un azote hizo que no me moviera.

-Quieto... estate quieto, cerdito...-

De una manera que me resultó incomprensible, tiró de mi erección hacia atrás, mientras uno de sus dedos ensalivados, jugaban con mi virginal puerta trasera. Por alguna razón, su dedo y mis prejuicios con respecto a lo que era mi trasero, hacían que mi erección perdiera intensidad, lo que posibilitaba que mi polla pudiera volverse hacia atrás, a lo que ayudé directamente apoyando mi mejilla sobre la alfombra y de esa forma mi miembro surgía hacia atrás … era incómodo, pero la situación, lo que estaba haciendo, me excitaba sobremanera... gemí mezclando simultáneamente placer y displacer... Pero lo increíble fue que, manteniendo mi polla en su mano de manera firme es esa posición antinatural, comenzó a felarme lentamente...

-Pero si ya te sale leche... ya le sale leche a mi perrito...poquita pero le sale- y siguió felando mi miembro, y jugando a chupar y morder con los labios mis pelotas- ni se te ocurra echar la leche...

Cerré los ojos, mordí el labio inferior y gocé... en mi mente llegué a pensarme como un perro al que su dueña usa y abusa para su deleite. Gemí, la posición me estaba resultando cada vez más incómoda... mi erección comenzó a perder fuerza, pero la excitación alcanzaba un nivel supremo.

-Quieto... así... ¿te gusta lo que te hago con el dedito?-

No respondí, en realidad porque no sabía si me gustaba o no...bueno, si lo sabía...

-Te sale lechita... unas gotitas...- musitó ella jugando con su dedo en mi interior.

-Eli... Eli...por favor...estoy...estoy...-

Soltó mi polla y tomó mis huevos con una mano y con la otra procedió a pajearme el miembro de manera desesperadamente lenta para lo que yo necesitaba en ese momento. De nuevo estaba en un éxtasis en el que nada existía salvo su mano en mi polla y la necesidad animal de vaciarme y aliviarme... gemía, gemía de manera animal y descontrolada... todo era su mano y el movimiento con el que me oprimía mi pene.

-¿Quieres soltar la lechada, perrito?- su voz era suave, mimosa, sensual- ¿quieres que te saque la leche?

-Si...si...sácame la leche... por favor...Eli...por favor...- rogué con una voz que incluso se quebró.

Mi eyaculación fue sustanciosa y el placer desgarrador... grité como un animal antes de derrumbarme sobre la alfombra saciado, destruido...

CAP IV

La tarde del sábado transcurría más rápido de lo que ambos hubiéramos deseado. Sentados en el salón, Elisa encendió un porro, mientras yo bebía mi tercera lata de cerveza. Eli me deseaba desnudo y así permanecí y ella vistió unos leggings de algo parecido al látex, que ejercían un efecto fetichista sobre mi. Lo del sujetador fue cosa más bien suya, pues como me explicó, no era cómodo llevar las tetas “en libertad” todo el tiempo.

-Eli...-

-Dime..- me alargó el porro, pero lo rechacé. No me sienta bien el hachís.

-Lo de esta tarde...-

-¿Te ha gustado?-

-Si... ha sido... no sé... me ha encantado. Lo que pasa es que tú... bueno, tú te has quedado con las ganas...-

-¿Seguro?- rió y movió la cabeza a un lado y a otro- ¿no sabes que hay placer tanto en dar como en recibir? Luego podemos echar un polvo y corrernos los dos, pero yo he disfrutado haciendo que te corras así tan... intensamente. ¿Qué has sentido?

-Pues imagínate...- reí de manera tontorrona- menuda pasada.

-No, no, al margen de correrte...-

-Bueno...-

-¿No hubieras querido en ese momento que te hiciera una paja rápida y ya está?- me preguntó con media sonrisa.

-Si...-

-Pero te quedaste quieto. Estabas ansioso por correrte y yo movía la mano taaannnn despacio- rió y se acercó a mi para abrazarme y acurrucarse- eras tan perrito en ese momento... tan mío...

Nos besamos. Y nuestras cabezas se acomodaron una junto a la otra.

-¿Te gustó que te metiera el dedo?- me preguntó en voz baja.

-Mucho. Nunca me habían hecho eso-

-Eres muy rarito, ¿sabes?. Tengo un montón de lencería guarra y me pides que me ponga estos leggings.

-Me encanta como se pegan a ti como una segunda piel... me encanta...- y acaricié su muslo.

Comenzamos a besarnos. Ella se acomodó sobre mi a horcajadas sobre mis rodillas y nos besamos, nos comimos y nos deleitamos. Luego ella se puso de pie ante mi y se deshizo de los leggings y del tanga negro, quedando sólo con el sostén. Se acomodó y su sexo comenzó a acoger mi erección. Unidos de esa guisa, seguimos comiéndonos a besos, y ella de vez en cuando hacía bailar su pelvis para gozarme en su interior...

-¿Tu polla está inmensa, sabes?- me susurró- está muy gorda... me encanta...

-Es tuya...- me apresuré a decir antes de que sus labios volvieran a buscar los míos. Nuestras lenguas danzaron y deslicé su sostén para poder chupar los duros pezones.

-Me gusta que e digas así...-

-¿Que es tuya?-

-Si... que me digas que es mía...- empezó a moverse con más intensidad. Su rostro mostraba el placer que recibía en su interior- joder... no exagero, tu polla está... tremenda... eso... cómeme las tetas, chupa... así, así me gusta...

Con lo caliente que yo estaba, me sorprendió cómo estaba aguantando sin correrme. Eli se movía lenta pero intensamente. Y sus gemidos suaves, delicados... expresaron su orgasmo.

-Qué rico...qué rico- decía mientras seguía moviéndose- uhmmm....si... que bien

Se abrazó a mi con fuerza. Y nos besamos.

-Te quiero...- dije sin poder evitarlo.

-No digas tonterías...- besó la punta de mi nariz- ni puedes, ni debes quererme. Yo no quiero eso...

Sin salirme de su sexo con el mío, nos acomodamos de forma que ella quedó debajo y yo encima.

-Quiero ser tuyo...-volví a decir comenzando a moverme yo dentro de ella.

-Qué dulce eres...- mi embestida hizo que su rostro se desencajara y que abriera la boca soltando un extraño gritito de placer.

-Si...quiero ser tuyo...- me movía dentro de ella, desde la punta de mi glande hasta el pubis- dime que lo soy...

-Oh...si... si... eres...eres...mío... mi perrito...- su segundo orgasmo fue más intenso, me fascinó su rostro cuando yo seguí moviéndome dentro de ella acompañado de lo que ya no eran gemidos, sino gritos de placer que me llevaron a correrme a mi también y caer en su abrazo... nuestros cuerpos palpitaban sudorosos y saciados.

Pedimos un par de pizzas y cenamos. Había tomado mucha cerveza y ella, además del porro, se había preparado su tercer gin-tonic. Las caras internas de sus muslos, estaban pegajosos de mi leche y sus fluidos. Riendo sin orden y concierto, ebrios, pero felices y con la sensación de no existir más mundo que nosotros, terminamos en la cama.

-¿Sabes?- me acomodé a su espalda, haciendo la cucharita con mi miembro aposentado en sus nalgas. Besé su cuello y mi mano magreó sus tetas...

-¿Qué?-

Ella buscó mi erección para lentamente acogerla y llenarse...

-¿Qué?-volvió a decirme ya conmigo dentro.

-Que me siento tuyo... sólo eso...-

-¿Sólo? Eso es demasiado... No quiero eso de ti, sólo que cuando estemos juntos nos gocemos y sintamos que no hay más...

Fue el último polvo de aquel fin de semana. Ella se movía un rato y luego me movía yo... así hasta que primero yo y luego ella, nos gozamos estallando de placer. Yo tenía que irme antes de las diez de la mañana, pues su Ex le mandó un wasap para decirle que le llevaría a las niñas antes de lo previsto.

Como último acto, ella accedió a que yo no practicara el autoerotismo para que cuando nos encontráramos, mi deseo y el suyo estuvieran en el infinito.