Un Fin De Semana Inesperado
Lydia ha preparado el fin de semana para cumplir la fantasía de Miguel, servir de urinario a varias mujeres, pero él nunca imaginó la manera en que lo haría ni mucho menos que es lo que haría Lydia mientras tanto.
Lydia, mi mujer desde hace diez años, ha preparado un fin de semana en el qué me ha prometido que cumpliremos algunas de nuestras fantasías más perversas, aunque no me ha querido decir nada más.
Un coche nos ha recogido en casa y traído hasta una especie de hotel, es como una mansión de las que se ven en las películas de época, con tres plantas, rodeada por una finca muy amplia y situada en el claro de un pequeño bosque que impide verla hasta que llegas a ese claro.
Lysia se ha encargado de hacer la maleta, en la cual no puede haber demasiada ropa por lo pequeña que es y he tenido que repetirle hasta la saciedad que confiaba en ella y dispuesto a disfrutar con lo que hubiese preparado.
Llama a la puerta, nos abre una mujer de casi sesenta años, aunque se conserva bastante bien y es muy atractiva, además, su atuendo es un corpiño negro que solo le cubre hasta la mitad de las tetas dejando parte de sus pezones a la vista, unas botas hasta medio muslo con un tacón bastante alto y sin falda, aunque el corpiño le llega hasta las caderas con lo cual quedá como un minifalda excesivamente corta y apenas le tapa el sexo. Verla así me provoca una erección, la cual es anulada por el dolor que me provoca el cinturón de castidad que Lydia me puso hace quince días. El cinturón le compró Lydia hace varios meses, aunque nunca le había llevado puesto más de un fin de semana.
La mujer nos da la bienvenida, se presenta como Ágata, nos da dos besos, e indica que la sigamos hasta un despacho, ella se sienta tras el escritorio y nosotros en las sillas que hay frente a el.
Ágata – Bueno Lydia, por lo que tengo apuntado venís a pasar un fin de semana y quieres que tu marido sirva de urinario y bidet a todas las mujeres que deseen usarlo como tal.
Lydia – Así es. Antes de casarnos ya me confesó su deseo de que le usase como urinario, al principio accedí sin demasiadas ganas, aunque no tardé en disfrutar usando su boca para mear y hace años que es el único lugar donde lo hago, pero Miguel me confesó hace tiempo que su mayor fantasía es ser usado como urinario por varias mujeres, así que quiero que la haga realidad.
Me quedé sin saber que decir, Lydia tenía razón, disfrutaba bebiendo sus meadas y una de mis fantasías era servir de urinario a desconocidas durante varias horas seguidas, pero nunca pensé en cumplirla ni tampoco habíamos de este tema con nadie más, era nuestro secreto. Fui a decir algo pero Lydia me lo impidió.
Lydia – No digas nada, llevo preguntándote si confiabas en mi y no has parado de decirme que si, que harías todo lo que yo quisiese, así que ahora cállate y cuando volvamos a casa hablaremos.
Me callé y me mentalicé de que ese fin de semana iba a ser único.
Ágata – Antes de seguir necesito saber si estás de acuerdo con hacer lo que haya decidido tu mujer para este fin de semana sin necesidad de que te demos más detalles. ¿Lo estás Miguel?
Miguel – Sí, estoy de acuerdo.
Ágata – En ese caso firma este contrato en el que das tu consentimiento a pasar el fin de semana en nuestras instalaciones haciendo todo lo que tu mujer quiera y si ella no está presente harás lo que quiera cualquier otra mujer.
Firmé con la sensación de estar cometiendo el mayor error de mi vida y al mismo tiempo excitadísimo pensando en hacer realidad mi fantasía, pero nunca podría haber imaginado todo lo que mi mujer había preparado.
Ágata – Bien, vayamos a preparar a Miguel y luego seguimos con los detalles de vuestra estancia.
Ágata me ordenó desnudarme y seguirlas hasta una sala que había en el primer piso. Era una sala toda de azulejo blanco, con un desagüe en el centro, varias tomas de agua y un sillón ginecológico.
Allí estaba otra mujer, llevaba una máscara de látex que ocultaba su rostro, pero por el cuerpo parecía algo más joven que Ágata ya que estaba completamente desnuda, sus tetas eran grandes y algo caídas, con sus pezones adornados por piercings, su coño estaba depilado y también con varios piercings que mantenían sus labios unidos.
Ágata le dijo quienes éramos y que me fuese preparando mientras ella se llevaba a Lydia para enseñarla el resto de instalaciones. Se fueron y esta mujer me dio un vaso con algún líquido que me tuve que beber, a continuación me ordenó sentarme en el sillón ginecológico y me sujetó de tal modo que me era imposible moverme. Una vez inmovilizado lubricó mi culo para proceder a vaciar mis intestinos con enemas de agua caliente.
Los enemas no eran algo nuevo, yo mismo me los ponía casi a diario para estar preparado por si Lydia me quería follar el culo, pero los que me puso esta mujer no tenían nada que ver con los que yo estaba acostumbrado a ponerme. La cánula tendría unos tres centímetros de diámetro, unos treinta de largo y no era rígida del todo, además estaba conectada a una de las tomas de agua para que al introducirla en mi culo el líquido entrase con un flujo constante.
El proceso para limpiarme los intestinos duró casi una hora, no se las veces que mis tripas se llenaron y vaciaron de líquido, lo único que se es que, tras las primeras veces que lo hizo, la cánula entraba entera, mi estómago se hinchaba como un globo por la cantidad de líquido que llegaba a ser capaz de retener en el antes de que volviese a salir por mi culo a presión, el caso es que dio por terminada la limpieza cuando vio que el agua salía tan limpia como al entrar y yo sentía que mis intestinos estaban completamente vacíos. La mujer me explicó que la bebida era un evacuante rápido, el cual, junto con los enemas, había servido para dejarme todo el sistema digestivo libre de residuos.
Limpió y secó toda la estancia antes de avisar a Ágata de que ya estaba limpio, pero seguí sujeto a la silla hasta que de nuevo entraron Ágata y Lydia, que venía cubierta por una capa, acompañadas de otra chica enfundada en un mono de látex. Esta chica se dirigió hacia mi, para cambiarme el cinturón de castidad que traía por otro cuya jaula era de metal con un agujero a la altura de la uretra pero bastante más pequeña, apenas tendría cuatro o cinco centímetros de largo de tal modo que mi pene quedaba completamente constreñido aunque estuviese flácido.
La chica me soltó, salimos de allí guiados por Ágata y me llevaron hasta una puerta en la cual indicaba que estaba el retrete, pero al entrar tan solo vi un aparato que no tarde en descubrir que servía para convertir a una persona en un retrete humano. La chica me indicó como situarme, me puse siguiendo sus indicaciones, reclinado sobre mi espalda, con mis piernas flexionadas y abiertas, entonces comenzó a sujetarme con varias correas hasta que me quedé completamente inmovilizado. Tan solo habíamos pasado la chica y yo por que el cuarto no era demasiado grande y pensé que Ágata y Lydia habrían estado observando todo desde la puerta, pero cuando miré hacía la puerta vi que Lydia se había abierto la capa y estaba vestida tan solo con un corpiño, mucho más corto que el de Ágata con lo cual sus tetas quedaban a la vista al igual que su coño ya que no llegaba más que hasta un palmo por encima de sus caderas, también se había puesto unos zapatos de tacón de aguja y en el cuello llevaba un collar como los que solían llevar las sumisas en las películas porno.
Ágata – Bueno Miguel, ya casi estás preparado, pero antes de terminar contigo tengo que terminar con Lydia y que firme su contrato.
Lydia, lo primero es saber si te parece bien que Miguel pase aquí encerrado e inmovilizado todo el fin de semana sirviendo de urinario. Lo único que podrá ingerir será orina, pero estará monitorizado para comprobar que su cuerpo responde sin problemas y también se le pondrá una vía a través de la que le administraremos los nutrientes necesarios.
Lydia – Me parece perfecto, es muy excitante verle así y espero que realmente disfrute convertido en un urinario de uso público.
Ágata – Seguro que lo hará y no dudo en que deseará repetir la experiencia, pero ahora repasemos tu contrato. Tu deseo es ser exhibida y usada sexualmente por quien yo decida durante todo el fin de semana. ¿Es así?
Lydia – Sí. Hace tiempo que a Miguel le he prohibido follarme, al principio me conformaba con sus comidas de coño y suplía su poya, que sinceramente nunca fue gran cosa, usando dildos y vibradores, pero hace un año le convencí de que necesitaba follar con un hombre de verdad, al principio no quería que lo hiciese, pero no hace mucho me confesó que le gusta ser un cornudo, así que cada dos o tres semanas me voy a ligar y que me echen un polvo en condiciones, aunque lo que Miguel no sabe es que mi fantasía es ser prostituida.
Ágata – Muy bien, entonces firma el contrato. En el aceptas que durante este fin de semana trabajaras en nuestras instalaciones como prostituta. Los ingresos que generes servirán para pagar la estancia de Miguel. Realizarás cualquier servicio, individual o en grupo, sexo anal incluido, aunque se que nunca te han follado el culo, los clientes solo usaran condón si ellos quieren, pero la mayoría te follaran a pelo y se correrán donde quieran, no pondrás objeciones a tragarte su semen, tampoco a la lluvia dorada ni al sexo lésbico y si te preguntan tu nombre responderás que te pueden llamar puta, zorra o como más les guste.
Miguel – Pero…
Lydia – Cállate Miguel. No quiero que digas nada hasta que volvamos a casa. Ya está firmado Ágata.
Ágata – Muy bien. Desde este momento no eres más que una zorra a mi servicio y al de quien yo te diga. ¿Alguna duda?
Lydia – No Señora, espero no defraudarla.
Ágata – Yo también. Por cierto, si lo haces serás castigada. Rosa, termina de preparar a Miguel.
Lydia – ¿Castigada?
Pude ver como Ágata cogió el pezón de Lydia retorciéndoselo con fuerza y haciéndola bastante daño, pero antes de que la soltase, Rosa me sujetó la cabeza al soporte donde estaba amarrado con unas correas y me tapo los ojos, lo hizo con unos parches adhesivos y a continuación usó algo elástico que me impedía cualquier movimiento por pequeño que fuese. A partir de ahí tan solo pude escuchar a Ágata regañar a mi mujer y a continuación como se alejaban mientras Rosa seguía con su trabajo.
Ágata – Esto es un aviso, no vuelvas a hablar sin permiso. Ahora acompañame al salón. Te presentaré a tus compañeras.
Sentí un pinchazo en el brazo, supongo que era la vía mencionada por Ágata y antes de que me atreviese a decir nada me puso algo en la boca, una especie de mordaza que me impedía cerrarla, luego sentí sus manos en mi culo extendiendo alguna sustancia lubricante y también metiendo sus dedos, tal y como lo hacía era para dilatarle, así que di por supuesto que me iban a meter algún tipo de dildo, pero antes de que lo hiciese pude sentir que mi culo estaba más dilatado de lo que nunca, creo que llegó a meterme la mano entera antes de introducirme un dildo bastante grande. Finalmente puso algo rígido sobre el cinturón de castidad y la escuché colocar otras cosas que no pude adivinar.
Cuando terminó la escuché salir y cerrar la puerta sin haberme dicho ni una sola palabra y tras un rato allí solo, sin poder ver nada, lo cual intensificaba las sensaciones del dildo metido en mi culo y la presión que el cinturón de castidad mantenía sobre mi poya, escuché que alguien abría la puerta.
Ágata – Bueno Miguel, espero que disfrutes haciendo realidad tu fantasía, aunque me he permitido añadir algunos detalles. Empecemos poniendo en marcha ese dildo que tienes en el culo.
Al decirlo escuché el click de un interruptor y el dildo comenzó a moverse entrando y saliendo de mi culo.
Ágata – Así está mejor. Para tu información, el mecanismo está conectado a un ordenador que controla el movimiento de manera aleatoria, habrá veces que te penetre más profundamente que otras y su cadencia también variará, incluso habrá momentos en los que se detendrá, pero no te hagas muchas ilusiones, en todo el fin de semana no se detendrá ni una hora en total.
A continuación escuché otro interruptor y sentí como el aparato que Rosa había puesto en contacto con el cinturón de castidad comenzaba a vibrar.
Ágata – Esa vibración hará que te corras aunque no quieras y lo mejor sin que te puedas empalmar, tu mujercita ya me explicó que al correrte se te baja la libido y de eso se trata, de anular tu excitación y que te sientas realmente como un urinario, creo que al principio no te gustará demasiado, pero estoy segura que terminarás disfrutando tanto como si llevaras semanas sin correrte.
Intenté protestar, pero al tener la boca abierta por esa mordaza, lo único que pude hacer fue emitir sonidos guturales y al hacerlo sentí unas descargas eléctricas muy dolorosas.
Ágata – Eso es lo que pasará cada vez que intentes protestar y también si no te tragas las meadas completas, así que te aconsejo que te limites a hacer tu función como urinario. Por cierto, tu mujercita no sabe nada ni del dildo ni del vibrador, ni de las descargas, todo eso ha sido cosa mía. Ahora voy a comprobar que hagas tu función correctamente.
Escuché como se movía y al momento sentí la orina cayendo en mi boca, estaba mucho más fuerte que la de Lydia y era muy abundante, pero a pesar de todo conseguí tragármela toda.
Ágata – Bien, bien. Lo has hecho muy bien. Disfruta del fin de semana. Ah, una última cosa, Lydia también me dijo que solo te usasen mujeres, pero no te aseguro que vaya a ser así, cabe la posibilidad de quiera que te use alguno de mis conocidos, aunque no lo podrás saber.
La escuché reírse mientras cerraba la puerta y me quedé allí solo pensando en que todo esto se me había ido de las manos. No era capaz de saber el motivo por el que Lydia había preparado todo esto ni mucho menos quien era realmente esa Ágata y como había dado con ella. Por otro lado el vibrador cumplió su función y terminé corriéndome a pesar de que el cinturón había realizado su servicio perfectamente impidiendo que pudiese empalmarme, además, el dildo que me follaba el culo empezaba a ser molesto y ni me imaginaba como podría terminar después de estar dos días así.
El vibrador se había parado tras mi corrida, pero pasado un rato se puso en marcha de nuevo hasta que volví a correrme, tras lo cual se volvió a parar, me asombró correrme dos veces en tan poco tiempo, aunque realmente no sabía cuanto tiempo había pasado creo que no habrían sido más de un par de horas como mucho, el caso es que, a pesar de esas dos corridas, estaba cada vez más cachondo, me encantaba la situación en la que estaba, seguía con el sabor de la meada de Ágata en boca y sentir como el dildo entraba y salía de mi culo me gustaba cada vez más.
Cuando el vibrador se puso en marcha por tercera vez entró alguien, no dijo nada, tan solo escuché como se movía para ponerse sobre mi y una nueva meada llegó a mi boca tragándome hasta la última gota con miedo a las descargas eléctricas si derramaba algo. A partir de ese momento, cada cierto tiempo escuchaba que alguien abría la puerta, entraba, meaba en mi boca y se iba.
Habíamos llegado allí sobre las diez de la mañana, por lo que cuando Ágata me uso por primera vez deberían ser más o menos las doce del mediodía, al abrirse la puerta por décima o duodécima vez, ha esas alturas ya había perdido la cuenta, escuché algo música, sonaba algo lejos y amortiguada por las paredes, pero esa música me hizo pensar que había alguna especie de fiesta, así que di por supuesto que podrían ser más de las nueve de la noche.
Si hubiese acertado llevaba allí nueve horas durante las cuales me había corrido cerca de una decena de veces, aunque las eyaculaciones habían sido cada vez menos abundantes, de hecho en la última tuve la sensación de que apenas salieron unas gotas y fue una sensación más dolorosa que placentera, además, aunque el cinturón había impedido que pudiese empalmarme desde el primer momento, a estas alturas mis erecciones habían desaparecido por completo y ni siquiera sentía la más mínima reacción en mi poya en ningún momento. Por otro lado, mi culo estaba dolorido por el constante movimiento del dildo entrando y saliendo de el, curiosamente le sentía como acorchado y me preguntaba si me podrían quedar secuelas de todo esto.
El caso es que lo más placentero era saborear la orina que cada cierto tiempo caía en mi boca sin que pudiese decir nada ni hacer otra cosa que tragármela. Me sorprendió que el sabor de cada meada era diferente, la mayoría tenían un suave sabor salado, a veces un poco ácido y ninguna fue tan fuerte como la de Ágata, aunque si que hubo dos o tres que se le acercaron bastante. Me sentía el estómago algo hinchado por beber tanto a pesar de que me había meado encima dos o tres veces, no es que me hiciese mucha gracia mearme encima, pero sabía que sería imposible aguantar sin mear todo el fin de semana con toda la orina que estaba bebiendo.
Durante las siguientes horas pude escuchar que mucha gente pasaba por delante de la puerta, las voces y las risas me confirmaron que en efecto había alguna fiesta y paulatinamente se intensifico bastante el uso que hicieron de mi, llegué a perder totalmente la noción del tiempo y de cuantas meadas me tragué, la puerta se abría, alguien entraba, meaba, yo me tragaba su orina y se iba, casi nunca decían nada, tan solo un par de chicas hablaron y lo hicieron para insultarme y humillarme por ser tan cerdo y repulsivo como para dejarme convertirme en un vulgar retrete, también hubo un par de ocasiones en las que entraron varias chicas juntas, las cuales, mientras iba tragando sus meadas, hablaban sobre lo divertido que era disponer de alguien como yo, por supuesto de manera humillante e incluso hubo un grupo de tres chicas que comentaron cosas sobre “la nueva”, supuse que se referían a Lydia y me dio mucho morbo escuchar el éxito que estaba teniendo y de lo mucho que parecía disfrutar cuanto más duro la usaban, pero me quedé con las ganas de que saber más detalles de lo que estaba haciendo.
Las horas fueron pasando y por suerte cada vez se espaciaron más las visitas para usarme, me sentía realmente mal, mi culo se había convertido en una fuente de dolor constante, sentía como si mi poya solo fuese un pellejo hipersensible al que el vibrador torturaba una y otra vez, además sentía un escozor constante en la uretra que se intensificaba cada vez que meaba, mi estómago parecía que fuese a estallar por la gran cantidad de orina que había ingerido y en el resto de mi cuerpo sentía calambres constantes por estar tantas horas inmovilizado, pero en mi cabeza, no se muy bien por qué, todas esas sensaciones me excitaban y aunque nunca me habría imaginado que mi fantasía pudiese hacerse realidad, mucho menos de manera tan extrema, he de reconocer que llegué a desear que no terminase nunca.
No soy capaz de recordar muy bien las últimas horas, tan solo estar medio inconsciente cuando escuché a Ágata hablarme.
Ágata – Bueno Miguel, estás siendo uno de los mejores retretes que hemos tenido, desde luego el que más ha aguantado, en cuanto a tu mujercita ha sido todo un descubrimiento, tengo la intención de ofrecerle que venga habitualmente a prostituirse para mi y espero que acepte. Ahora me voy a dormir descansa un poco antes de que las chicas se despierten y vengan a usarte.
Me lo dijo mientras me obsequiaba con una meada muy copiosa y de sabor muy intenso, aunque me pareció que este no era tan fuerte como la primera que bebí. Ágata salió, pero antes de cerrar la puerta escuché el click de un interruptor, creo que desconectó el dildo por que este se quedo quieto, aunque bien metido en mi culo. No se si me dormí o me desmayé ni el tiempo que estuve así, pero cuando me desperté gracias a un par descargas eléctricas seguía igual que antes y de nuevo alguien estaba meándose en mi boca, volví a tragar como pude esa meada y las diez o doce siguientes que recibí de manera consecutiva, todas tenían un sabor muy fuerte, lo cual no fue impedimento alguno para disfrutar de ellas.
Apenas terminaron escuché a Ágata dando instrucciones a alguien.
Ágata – Recoger sus propios meados y que se beba todo lo que sea capaz, si es menos de un litro castigarle.
Según terminó de hablar mi boca empezó a recibir lo que debían ser mis propios meados, a diferencia de la orina que había bebido directamente cuando meaban, esta no estaba caliente y no me resulto tan agradable, pero me esforcé por ingerir la mayor cantidad posible a pesar de que la cantidad de orina que llegaba a mi boca era muy superior a lo que yo era capaz de tragar y esta no dejaba de rebosar. Llegué a tener la sensación de que me iba a ahogar, por suerte pararon y por lo que les escuché decir a Ágata, había sido capaz de beberme casi tres litros de mi propia orina.
Ágata se mostró muy satisfecha, me volvieron a dejar solo y de nuevo me dormí. Al despertarme lo hice tumbado boca arriba sobre una superficie de plástico, empapado en líquido que no tardé en darme cuenta que era orina por el olor y aunque no estaba sujeto por nada era incapaz de moverme. Mi boca, ya sin la mordaza, estaba pastosa, mi paladar saturado por el sabor de la orina, la mandíbula dolorida, mi culo bastante más dolorido aún, por suerte ya no tenía el dildo metido dentro y tampoco me pareció que tuviese puesto el cinturón de castidad. La habitación era blanca y a mis ojos les costó poder acostumbrarse a la luz tan intensa que había en ella, pero antes de que lo hiciesen pude escuchar de nuevo la voz de Ágata.
Ágata – Hmmm. Muy bien zorrita, sigue lamiéndome el coño, lo haces tan bien que parece mentira que nunca lo hubieses hecho hasta hace dos días y está claro que te gusta hacerlo.
Ágata debía tener razón por los gemidos que emitía esa mujer, además pude escuchar un sonido igual al que me acompañó durante todo mi servicio como urinario cuando Ágata conecto el dildo y el vibrador. Con bastante esfuerzo pude mover mi cabeza hacía el lado donde estaba Ágata con una chica y poco a poco fui capaz de ver lo que estaban haciendo. Ágata estaba sentada en un sillón similar al ginecológico, pero lo suficientemente bajo como para dejar su coño a la altura de la boca de la chica que estaba a cuatro patas, esta tenía un dildo entrando y saliendo de su culo y ambas estaban completamente desnudas, a excepción de las botas que llevaba Ágata.
Me fijé que el cuerpo de Ágata mostraba claramente su edad, al no llevar el corpiño con el que la vi cuando llegamos a la mansión vi que sus generosas tetas estaban flácidas colgando hacia sus lados casi como dos pellejos, con michelines en su abdomen y la carne de sus caderas arrugada. De la chica apenas podía ver su culo, un buen culo aunque con bastantes marcas rojas indicativas de que alguien había disfrutado azotándole, sus tetas colgaban al estar a cuatro patas y me pareció ver que llevaba sus pezones anillados.
Todo aquello me ponía muy cachondo, pero mi poya no mostraba reacción de ningún tipo, sobre todo cuando me di cuenta que el pelo de esa chica era muy parecido al de Lydia, pensar en que ella fuese mi mujer me causó una sensación incomoda, estaba casi seguro que mientras yo estuve sirviendo de urinario, Lydia habría sido una vulgar puta, pero lo que no era capaz de creer es que hubiese permitido que la azotasen como para dejarle esas marcas y mucho menos que hubiese consentido que le anillasen los pezones.
Ágata no tardó en correrse y cuando terminó reparó en que me había despertado, la chica, tras conseguir que Ágata se corriese, había bajado su cabeza hasta el suelo y al hacerlo había colocado su culo de tal modo que el dildo le entraba algo más profundamente.
Ágata – Veo que te has despertado, no te preocupes si no te puedes mover, es el efecto de un anestésico y aun estarás así entre una y dos horas, pero como habrás notado solo te afecta de cuello para abajo.
Mientras Ágata me hablaba escuché los gritos que dio la chica al correrse y mis peores temores se confirmaron cuando Ágata le habló.
Ágata – Ven aquí Lydia, el cornudo de tu maridito ya se ha despertado y seguro que tiene ganas de verte.
La chica se sacó el dildo de su culo, se levantó y al darse la vuelta pude verle la cara, efectivamente era Lydia, mi mujer, su rostro estaba radiante como pocas veces recordaba habérselo visto, pero su cuerpo estaba tan lleno de marcas como su culo y efectivamente, sus pezones estaban anillados. Vino hacia mi corriendo y se subió a la cama de un salto poniéndose a horcajadas sobre mi para besarme apasionadamente restregando su cuerpo con el mio sin importarle que mi boca estuviese sucia de haber sido usada de urinario durante dos días, ni mancharse de la orina que me rodeaba. Sentía sobre todo como su coño se restregaba en mi poya, la cual estaba totalmente flácida y mientras Lydia me besaba Ágata siguió hablando.
Ágata – Tienes suerte Miguel, tu mujer es una de las mejores putas que he tenido, pero está enamorada de ti, así que es la pareja perfecta para un cornudo como tú.
Lydia terminó de besarme, me abrazó poniendo su cara junto a la mía y también me habló.
Lydia – Te quiero cariño, siempre te he querido, pero después de este fin de semana se que nunca podré vivir sin ti.
Miguel – Yo también te quiero Lydia, pero estoy muy confundido.
Lydia - ¿No te ha gustado que hiciésemos realidad nuestras fantasías?
Miguel – No… Si... No se, no pensé en cumplirla de esta manera, pero lo que nunca me habría imaginado es que tu verdadero deseo fuese ser una vulgar puta, mucho menos que te sometieses y te dejases castigar como parece que han hecho por las marcas que he visto en tu cuerpo.
Lydia - Hace tiempo yo tampoco, pero es un deseo que nació al someterte, cuanto más te dejabas someter más deseaba que me sometiesen y desde que follé con otro hombre con tu consentimiento tuve claro que deseaba sentirme usada como una puta y te juro que no he gozado tanto en mi vida.
Me quedé sin saber que decir, deseaba abrazarla, acariciarla, pero seguía paralizado.
Ágata – Tranquilo Miguel, lo que le ha pasado a Lydia es mucho más habitual de lo que puedas pensar. Ahora he de atender unos asuntos, pero volveré antes de que puedas moverte. Lydia, oblígale a que te coma el coño, el semen le da un sabor muy especial.
Lydia – Es verdad cariño, estoy deseando que lo hagas.
Lo dijo mientras rápidamente colocaba su coño sobre mi boca sin darme tiempo a decir nada y no dejándome otra opción que comenzar a lamérsele. Lo primero que pude comprobar fue la gran cantidad de flujos que chorreaban de su interior, algo que siempre me ha encantado, lo segundo fue que Ágata tenía razón, el sabor era diferente, di por supuesto que era por el semen de quienes se hubiesen corrido dentro y pensar en ello me hizo ponerme aún más cachondo, a pesar de que nunca antes había pensado que me pudiese gustar hacer algo así.
Lydia tenía sus manos agarrándome el pelo mientras movía sus caderas restregándome en coño por la cara para facilitar que mi lengua llegase a todos los rincones y gemía al tiempo que me explicaba como había sido su fin de semana.
Lydia – Si, sigue así cariño. No se cuantos tíos se han corrido dentro, pero han sido bastantes y Ágata no me ha dejado lavarme en ningún momento, ni siquiera limpiarme y tampoco ha permitido que nadie me lo comiese, quería que estuviese lo más sucio posible para ti y parece que te gusta. Ahora que estamos solos te voy a contar todo lo que he hecho mientras tu no hacías otra cosa que beberte las meadas de mujeres a las que ni siquiera has visto y que posiblemente nunca verás.
Lo primero que tuve que hacer una vez que Ágata me presentó a las otras chicas fue lamerlas el coño una por una hasta que se corrieron todas y eran siete chicas, al hacerlo he entendido el por que te gusta tanto chuparme el coño, es delicioso. Mientras le comía el coño a alguna de ellas, el resto se dedicaba a dilatarme el coño y el culo por orden de Ágata para que los clientes me pudiesen usar sin preocuparse, me habría gustado correrme, pero Ágata me lo prohibió expresamente, es más, me ordenó que siempre pidiese permiso a los clientes para correrme y sólo hacerlo si ellos me lo permitían. Por suerte muy pocos se negaron a que lo hiciese.
También he descubierto el placer de que me follen el culo, cuando terminé de comer el coño a todas las chicas me pusieron un plug en el culo que he llevado durante todo el fin de semana, salvo cuando algún cliente quería sodomizarme y han sido unos cuantos los que lo han hecho, pero lo más sorprendente fue cuando participé en un gangbang con varios clientes, me encantó la sensación de que, mientras chupaba las poyas de dos tíos, otros dos me follasen el culo y el coño a la vez, fue fantástico.
La escuchaba y me la imaginaba rodeada de hombres, cabalgando sobre la poya de uno de ellos mientras otro la sodomizaba, chupando las poyas de otros dos o tres situados frente a ella y como se iban turnando hasta correrse en todos su agujeros incluyendo su boca.
Lydia – Se que te ha sorprendido verme llena de marcas y con los pezones anillados, pero para mi también fue una sorpresa desear saber que se sentía al ser azotada, se lo dije a Ágata y le di permiso para que me entregase a quien ella considerase el adecuado, creo que se lo dije por que estaba demasiado excitada, aunque no me arrepiento.
Me hizo acompañarla a una sala del sótano, ató mis manos juntas y las sujetó a un gancho que bajaba del techo, luego activó un mecanismo subiendo el gancho hasta que mis brazos quedaron totalmente estirados hacia el techo, luego colocó una barra en mis tobillos que me obligaba a mantener mis piernas muy abiertas y finalmente metió un dilo en mi culo y otro en mi coño, ambos estaban sujetos a soporte que a su vez estaba unido a la barra de mis tobillos para evitar que se pudiesen salir.
Una vez que terminó de prepararme me volvió a preguntar si estaba segura de querer ser azotada, le dije que si y me indicó que podría gritar y suplicar todo lo que quisiese, pero que el cliente no pararía hasta que se quedase satisfecho, tensó un poco más el gancho del techo dejando mis pies rozando el suelo.
Escuche que alguien entraba, Ágata le dijo algo que no pude entender, a continuación ella se sentó frente a mi, abrió sus piernas y empezó a acariciarse el sexo mientras me miraba sonriendo. Alguien acarició mi culo y me dio un azote muy suave, luego otro y otro y otro, cada vez más fuerte hasta que empecé a sentir que mi culo se calentaba, pero a pesar de que los azotes ya eran dolorosos me resultaban muy excitantes.
Todavía no había visto quien era esa persona, podría haberme vuelto a mirar, pero preferí no hacerlo y cuando Ágata se puso a masturbarse frente a mi no fui capaz de apartar la vista de ella y de su coño. Cuando esa persona se puso frente a mi pude ver a un hombre bastante mayor, de unos sesenta años, no muy alto, con barriga, estaba vestido con un pantalón y una camisa, además sudaba bastante y tenía cara de pervertido. Se dedicó a magrear mis tetas pellizcándome los pezones lo bastante fuerte como para provocarme un ligero dolor y ponerles duros antes de empezar a golpearles con la mano abierta como me había hecho en el culo y siguió una cadencia parecida hasta que el dolor empezó a ser intenso y empecé a dar pequeños quejidos con cada golpe.
Cuando paró me cogió la cara para besarme metiéndome la lengua hasta el fondo, me resultó bastante desagradable que lo hiciese, era baboso y su boca desprendía muy mal olor. Volvió a ponerse a mi espalda y casi inmediatamente sentí que me golpeaba la espalda con algo que luego supe que era un flogger, una especie de sacudidor con varias tiras de cuero de unos treinta o cuarenta centímetros de largo que no tardé en comprobar el dolor que podían causarme. Ese hombre me azotó por todo mi cuerpo, con especial énfasis en mi culo y en mis tetas, pero también en la espalda, las piernas y el abdomen, iba moviéndose alrededor mio golpeándome una y otra vez sin cesar, cada vez golpeaba con más fuerza y no tardé en subir el volumen de mis quejidos hasta que terminaron por ser verdaderos alaridos, en algún momento empecé a suplicar que parase, pero no obtuve respuesta alguna, él se limitó a seguir golpeándome sin cesar.
Los dildos que Ágata me había introducido estaban vibrando, no me di cuenta de cuando se pusieron en marcha, pero el caso es que empecé a sentir que esa vibración, a pesar del dolor que me causaban los golpes que recibía, me estaba llevando a un orgasmo. Fui incapaz de reaccionar y terminé por estallar en un orgasmo brutal mientras aquel hombre me propinaba los golpes más fuertes de todos que lo único que hicieron fue intensificar mi orgasmo. De repente el hombre paró de golpearme justo al tiempo en el que los vibradores también pararon, él simplemente se fue y yo me quedé allí sollozando, con mi cuerpo dolorido, agotada, temblando, sudando e incapaz de entender como esa paliza me había podido dar tanto placer.
Cuando pude recuperarme un poco vi que Ágata parecía haberse corrido, el suelo mostraba salpicaduras que tenían toda la pinta de haber salido de su coño, el cual estaba brillante rojo y muy mojado a simple vista su respiración era fuerte y ella estaba con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.
Tardó un poco en recuperarse, pero cuando lo hizo vino hacia mi, me cogió la cara y me besó en la boca metiéndome su lengua todo lo profundo que pudo. Luego me bajó un poco, lo justo para que pudiese apoyar mis pies en el suelo, eso hizo que los dildos me penetrasen un poco más, no demasiado, tan solo lo justo para sentirles más y empezó a extender por todo mi cuerpo una loción que, según me dijo, desinfectaría las heridas y calmaría un poco el dolor, lo hizo despacio, deleitándose al acariciar mi cuerpo y volviendo a subir mi excitación a tal punto que terminé pidiéndole que me masturbase.
Ágata se negó hasta conseguir que le suplicase que lo hiciese y fue entonces cuando me dijo que solo me masturbaría si aceptaba que me anillasen los pezones, intenté resistir, pero finalmente acepté y Ágata me hizo una paja increíble. Aún tenía los dildos metidos en el coño y el culo, pero sin ningún tipo de vibración y pensé que los pondría en marcha, pero no fue así, se limitó a usar sus dedos sobre mi clítoris mientras me mordisqueaba los pezones y no tardé en sentir que me correría pronto, Ágata también se dio cuenta y me ordenó que no me corriese hasta que ella me lo indicase. Tuve que hacer un gran esfuerzo para evitar correrme antes de que me diera permiso y cuando lo hizo estallé en un orgasmo tan brutal que mis piernas fallaron, por suerte seguía colgada por mis muñecas del gancho del techo lo que evitó que me cayese al suelo, pero lo que sucedió fue que los dildos me penetraron aún más, al doblar mis rodillas, todo el peso de mi cuerpo cayó sobre ellos.
Me quedé completamente agotada, colgando del gancho y esperando que Ágata me soltase, pero no lo hizo, sin decirme nada se fue de allí dejándome sola un buen rato. Cuando volvió lo hizo con un par de tipos, debían de ser gemelos, pero su aspecto era atemorizante, tan solo vestían unos delantales como los carniceros con sus cuerpos llenos de tatuajes y piercings, no eran muy altos y además tenían unos estómagos considerables. Ágata les dijo algo en un idioma que no reconocí y volvió a sentarse en el sillón.
Lo primero que hicieron fue manosearme con bastante rudeza mientras hablaban entre ellos riéndose, luego soltaron el soporte de los dildos, pero sin quitarme la barra que separaba mis piernas, para sacar los dildos de mis agujeros y así poder meterme sus dedos sin ninguna delicadeza, puede que te parezca increíble, pero me volví a excitar con sus toqueteos, algo de lo que evidentemente se dieron cuenta y comentaron entre ellos diciéndome algo que no entendí, pero que me sonó a insulto de algún tipo.
Cuando por fin se cansaron de manosear mi cuerpo me descolgaron del gancho para tumbarme sobre una mesa, mi cabeza la dejaron fuera de ella con lo cual quedaba colgando y como tampoco era demasiado larga, apenas llegaba a mi culo el cual también quedaba al aire, sujetaron la barra de mis tobillos al gancho de tal modo que mis piernas quedaban elevadas permitiendo un fácil acceso a cualquiera de mis agujeros, luego soltaron mis muñecas, pero solo para sujetarlas a las patas de la mesa y finalmente sujetaron mi cuerpo con varias correas.
Una vez inmovilizada se quitaron los delantales, uno de ellos se situó delante de mi y metió su poya en mi culo, el otro se puso frente a él y metió la suya en mi boca, el que estaba en mi culo si bombeaba, pero el otro no se movía, así que empecé a mover mi lengua y mis labios como pude con la intención de que se corriese, en ese momento sentía que era mi obligación servirles sexualmente sin que me dijesen nada.
Sentí como cogió mi pezón derecho, le pellizcó hasta ponerle duro, luego le estuvo manipulando y de repente le puso algún tipo de pinza, apretaba bastante y dolía, pero cuando sentí como me atravesaba el pezón no pude hacer otra cosa que gritar, aunque la poya que tenía en la boca le amortiguó. Luego siguió manipulándole, sentí como soltaba la pinza y finalmente estiró mi pezón tirano del anillo que le atravesaba. Cambaron sus posiciones y repitieron la operación en mi pezón izquierdo.
Una vez terminaron se fueron, Ágata se acercó sonriendo, me soltó, me ayudó a levantarme y me llevó frente a un espejo, no me podía creer que esa puta con el cuerpo lleno de marcas y los pezones anillados fuese yo, pensé en que llevaba horas siendo usada como un un objeto sexual por hombres de todo tipo, totalmente desconocidos que cuanto peor me habían tratado más había gozado, me acordé de ti y de repente me eché a llorar por el pánico a las consecuencias que podríamos tener por haber preparado todo esto y le dije a Ágata que quería parar todo.
Ella me tranquilizó, su actitud dominante desapareció y se mostró tierna, incluso maternal, me abrazó consolándome y me convenció de que me fuese a dormir, descansase y al despertar vería todo con más claridad. Le pregunté por ti, me dijo que no me preocupase, que estabas perfectamente y me llevó hasta una pequeña estancia que parecía una celda, apenas tendría dos metros de largo y poco más de uno de ancho, sin ventanas, la única luz que había era la que entraba por la puerta y unicamente había un camastro, pegado a uno de los rincones, que ocupaba casi toda habitación. Al tumbarme pude notar que el colchón parecía estar relleno de paja, la sábana era áspera y rozarme con ella me causaba algo de dolor debido a mis heridas, Ágata me arropó con una manta aún más áspera que la sabana, me beso en los labios con ternura, me dijo que no saliese de allí hasta que viniese a buscarme y me indicó que si tenía ganas de mear lo hiciese sobre el sumidero que había junto a la cama.
No fui capaz de decir nada, me limité a hacer lo que Ágata me había dicho, me encogí sollozando debajo de esa manta, escuche como cerraba la puerta, los pasos Ágata alejándose y dejándome allí en completa oscuridad. Tardé un poco pero finalmente me dormí, aunque me desperté un par de veces con ganas de mear, lo tuve que hacer en el suelo después de buscar a ciegas el sumidero que había mencionado Ágata.
Escuchaba todo lo que Lydia me estaba contando, me resultaba casi imposible dar crédito a sus palabras, pero había visto las marcas de su cuerpo y sus pezones anillados con mis propios ojos, tampoco me era posible decir nada, Lydia seguía sentada sobre mi cara restregando su coño por ella para que no parase de comérselo, aunque por como se movía estaba claro que no quería que la hiciese correrse.
Lydia – Tuve muchos sueños, pero en todos nos pasaban cosas parecidas a lo de esta noche, cuando me desperté lo hice masturbándome excitada por un sueño en el que era subastada como esclava y me corrí fantaseando con que mi nuevo dueño me llevaba a uno de sus burdeles en un país extranjero para ser prostituida en su beneficio durante el resto de mi vida.
Pase un buen rato esperando a que Ágata volviese, estaba sola, completamente a oscuras, el silencio era total, el roce de la sábana y la manta, a pesar de se doloroso y desagradable me excitaba, empece a recordar todo lo que había vivido antes de dormirme, sobre todo el inmenso placer que había sentido, también me acordé de ti, me pareció muy excitante verte allí sujeto y con tu poya encerrada en ese cinturón tan pequeño, me habría gustado usarte en algún momento, pero Ágata me lo prohibió. Todo me resultaba tan excitante que no pude resistir a masturbarme y justo cuando me estaba corriendo escuché como se abría la puerta. Erá Ágata, temí que se enfadara por masturbarme y correrme sin haber pedido permiso, pero por suerte no fue así y cuando mi orgasmo acabó se sentó junto a mi para extenderme una loción por todo el cuerpo que calmaba bastante la sensación de ardor y escozor que tenía en la piel debido al azotamiento que había recibido horas antes.
Mientras lo hacía me estuvo preguntando sobre mis sentimientos ante lo vivido y también explicando muchas cosas sobre el funcionamiento de la organización para la que trabaja, esa organización no solo controla la casa donde hemos pasado este fin de semana, además controla multitud de negocios sexuales, desde productoras de porno hasta locales swinger y por supuesto burdeles, agencias de escorts e incluso servicios muy especiales siempre que se tenga el dinero para pagarle.
También me propuso que si lo deseásemos podríamos trabajar para ellos de manera ocasional, de ese modo sacaríamos algún ingreso extra disfrutando de sexualmente de nuestra sumisión y la verdad es que me tienta la idea, pero eso lo hablaremos cuando estemos en casa. Ahora solo quiero correrme en tu boca.
Me puso su coño justo en mi boca y por fin pude coger su clítoris con mis labios y succionarle como si estuviese bebiendo a través de una pajita, eso era una de las cosas que más le gustaban que le hiciese, así que se corrió en cuestión de segundos, pero lo mejor es que no se apartó, se quedó como estaba y yo seguí trabajando en su clítoris con ansia consiguiendo que enlazase un orgasmo tras otro sin parar. Lydia gritaba y jadeaba como nunca la había escuchado, me tiraba del pelo, alternaba insultos como cornudo e impotente con órdenes para que no parase y me decía lo mucho que había disfrutado siendo follada por todos esos desconocidos sin oponerse a nada de lo que deseasen. Ver a mi mujer gozando así gracias a mi, imaginármela siendo follada por otros tal como me había contado y verla magrearse las tetas, tirando de ellas como si se las fuese a arrancar, cogiendo los piercings para retorcer sus pezones y sobre todo saboreando el flujo que chorreaba de su coño inundando mi boca me ponía como loco, a pesar de lo cual mi poya seguía sin reaccionar lo más mínimo.
No se el tiempo que estuvo corriéndose, pero fue más de que nunca me habría imaginado, cuando por fin se apartó lo hizo dejándose caer hacía atrás sobre mi cuerpo. Antes de que Lydia se recuperase del todo volvió Ágata, venía completamente vestida, muy sensual, pero al mismo elegante y discreta.
Ágata – Bien, veo que has hecho gozar a tu mujer como se merece, creo que debes tener bien presente que tu obligación es hacerla gozar siempre que ella quiera.
Fui a decir algo, pero Ágata me hizo callar y se dirigió a Lydia.
Ágata – Bueno Lydia, yo tengo que ir a la ciudad, por el interfono podéis llamar para cualquier cosa que necesitéis mientras Miguel se recupera del todo, una vez que lo haga podréis ducharos e iros, en la puerta hay un coche con la orden de llevaros donde le digáis y ya sabes espero tu respuesta, sin compromiso alguno, aunque me encantaría que aceptases.
Lydia se había incorporado mientras hablaba Ágata volviendo a poner su coño sobre mi boca, pero lo bastante alto como para que no pudiese llegar a el y comenzó a mearse. Me pilló de sorpresa, pero no tardé en reaccionar tragándome la mayoría de su larguísima meada
Lydia – Muchas gracias por todo Ágata, he disfrutado muchísimo más de lo que habría imaginado y en cuanto pueda hablar con Miguel te llamaré para decirte lo que decidimos.
Ágata – Estupendo. Esperare tu llamada. Hasta pronto. Ah. Por cierto. En el coche encontraréis un dossier con todos los detalles sobre lo que implicaría trabajar para la organización en función del compromiso que aceptases, está personalizado para ti, pero hay un anexo en el caso de lo aceptéis como matrimonio.
Lydia – Gracias Ágata, así Miguel sabrá todo de primera mano. Hasta pronto.
Ágata se fue sin que yo pudiese decir nada, ni siquiera despedirme debido a que Lydia seguía meándose en mi boca. Cuando terminó se volvió a tumbar sobre mi besándome de nuevo sin importarle el saborear su propia orina.
Tardé un buen rato en poder moverme y cuando por fin salimos de allí eran como las doce del mediodía del lunes. Lydia no me quiso dar ningún detalle sobre lo que había hablado con Ágata, lo que si me pidió fue que de camino a casa le contase como me había sentido allí encerrado convertido en un urinario y lo hice con todo lujo de detalles, aunque no dejaba de pensar en cual sería la propuesta de Ágata y sobre todo en que pasaría si Lydia la aceptaba.