Un fin de semana especial

Una panda de amigos deciden ir a pasar juntos un fín de semana al campo. Unas copas, unas conversaciones picantes, el ambiente se caldea...

La casa era estupenda. Construido totalmente en madera el edificio estaba en completa armonía con la arboleda que había detrás. Solo se escuchaban los cantos de los pájaros y el ulular del viento que agitaba las ramas de los arboles. Cuando la pandilla decidió montar esta excursión de parejas sin niños al campo, no podían imaginar que encontrarían esta maravilla a 3 Km de cualquier civilización en medio de la montaña.

Abrieron la vieja puerta de hierro con la llave que les había dado el dueño y entraron al enorme salón con chimenea. En la planta baja también había un baño, una cocina rustica y una pequeña despensa. Unas vertiginosas escaleras daban acceso a la segunda planta donde un largo pasillo daba acceso a las habitaciones y a otro pequeño baño. Una para Raquel y Antonio, otra para Elena y Fernando, otra para Juan y Belén, otra para Pilar (al final había conseguido traerse a un "amigo" para no dormir sola).

Una vez instalados, encendieron la chimenea y cenaron con los bocadillos que habían traído de casa. Una vez hubieron acabado, los chicos se retiraron a jugar a las cartas mientras que las chicas se quedaron en los sofás del salón al abrigo del calor que desprendía la chimenea.

Bárbara sacó un par de botellas de ron y se prepararon un par de cubatas. En lo agradable de la conversación, la tranquilidad del lugar y el calor de la chimenea, cuando se quisieron dar cuenta ya había caído botella y media de ron.

Quién sabe si por el calentón del ron o por la complicidad y tranquilidad de la situación, la conversación derivo hacia temas más calientes. Comenzaron hablando de la reunión de tupper-sex que habían organizado. Todos se reían recordando los primeros momentos de corte y de falsas risitas que habían vivido cuando la chica abrió la maleta y comenzó a mostrarles pequeños artefactos con formas sugerentes.

En un momento dado, Pilar dijo: "Tengo que confesaros algo. ¿Os acordáis de las bolas chinas que finalmente cogí tras vuestras insistencias? ¿Aquellas que os dije que no me pondría nunca?" Todas respondieron afirmativamente con la cabeza, esbozando una pequeña pero picarona sonrisa. "Pues finalmente un día que estaba sola en casa, decidí que ya que las tenía… pues… que por que no iba a probarlas". En ese momento, Raquel y Belén no pudieron contener la carcajada.

Pilar torció un poco el gesto, pero continuo con sus explicaciones: "Al principio me costó empezar a introducirlas, pero como también había comprado un poco de lubricante, las embadurne bien y también me introduje dos dedos en la vagina para lubricar bien y facilitar así la entrada de las bolas. De repente, entre los dedos entrando en mi vagina y la situación de estar sola en casa de mis padres haciendo algo tabú, note que estaba teniendo un cierto calentón". "Normal" dijo Elena.

"El caso es que esta vez entraron sin problemas, a la primera. Espere a ver si notaba algo, pero nada, aquello no funcionaba. Después de un rato y cuando ya decepcionada iba a sacarlas, sonó la puerta de la calle. ¡Eran mis padres! Pero qué coño, si iban de compras y contaba con que estarían fuera toda la tarde. Me vestí rápidamente como pude, pero como comprenderéis no tuve tiempo de sacarme las dichosas bolitas"

El resto de chicas reía sin parar. "Callar callar, que lo peor vino ahora. Mi madre vino al cuarto y me dijo que tenía que acompañarla al médico, que mi padre tenía que ir a hacer otra cosa. Aunque quise poner excusas, cuando me quise dar cuenta estaba metida en un autobús, con las bolitas metidas ahí, con mi madre hablando de no sé que del precio del pan. Y cuando el autobús se puso en marcha, el traqueteo y los empujones de la gente comenzaron a hacerme sentir algo. Que leches, a hacerme sentir muchos algos. Y yo empecé a tener sudores, le dije a mi madre que que calor hacia en el autobús ¿no?. Después de tres o cuatro paradas, no pude más y me estremecí de tal manera que hasta mi madre me pregunto qué me pasaba. Y yo ahí diciéndola que debía haberme sentado mal la comida, porque tenía como dolores en el estomago"

Las otras chicas estallaron ya a reír, algunas casi lloraban. El caso es que esta pequeña confesión de Pilar hizo que una a una fueran haciendo sus pequeñas confesiones. Salieron temas de posturas, manías, juguetes, situaciones, lugares que iban subiendo en intensidad y caldeando el ambiente.

El caso es que llegó la hora de ir a acostar y todos se retiraron a sus cuartos. Cada cual apagaría su calentón a su manera pero todo quedo dentro de la intimidad de cada una de las habitaciones, al ser una casa antigua, las gruesas paredes de piedra aislaban acústicamente las habitaciones.

Por su parte, Belén cogió por la espalda a Juan en cuanto hubieron cerrado la puerta de la habitación. El alcohol la había desinhibido por completo y comenzó a susurrarle frases al oído a Juan mientras lo desvestía a un ritmo vertiginoso. Le dijo que se iba a enterar, y le arrojo a la cama de un empujón. Ambos comenzaron a besarse apasionadamente, pero Belén era claramente la que llevaba las riendas, mordisqueando y lamiendo por todas las partes del cuerpo de Juan.

Belén arrojo a Juan boca arriba en la cama, y le dijo que se quedara quieto. Luego lentamente comenzó a desnudarse, diciéndole: "Tu ahí quieto, quiero que me mires bien mientras me desnudo. Que pienses en cuanto me deseas, y que me lo digas, a ver si soy buena y te dejo hacerme algo". Juan observaba atónito, pero el bulto que crecía en su pantalón denotaba que la táctica de Belén estaba surtiendo efecto.

"Belén me estas poniendo muchísimo, me encanta cuando te pones en este plan salvaje y cachonda". Belén le respondió "Aun ni siquiera he empezado, bonito, prepárate que vienen curvas".

Belén se coloco de rodillas sobre Juan y comenzó a llevarle sus pechos a la boca. "¿Te gustan mis pechos? Chúpalos, muérdelos, pero con cuidado eh? Que si me haces daño te voy a tener que castigar, niño malo." Juan obedeció con gusto y comenzó a hacer círculos con su lengua por toda su teta, rodeando el pezón. De repente introdujo el pezón ya duro dentro de su boca, y lo mordisqueo suavemente mientras posaba la punta de su lengua en el.

Pero las manos de Juan de repente sorprendieron a Belén, atacándola por donde no esperaba. Y rápidamente encontraron su objetivo, Belén tenía el coño humedito y los dedos se humedecieron de inmediato. Juan introdujo un poco la punta del dedo en la vagina y luego lo desplazo de arriba abajo, rozando intencionadamente el clítoris de Belén. Realmente estaba muy cachonda.

Así que Belén notaba como jugaban con sus pezones con la lengua y con su coñito con unos dedos. Y aquella combinación la volvía loca, se estaba poniendo a mil. Y no era la única, el pene de Juan estaba duro como la piedra.

Belén se puso a 4 patas y le ordeno a Juan que la follara. Le dijo que quería sentirla dentro y que la hiciera suya. Juan no se hizo de rogar y rápidamente se puso un condón. Se acerco por detrás y juntando su cadera a las nalgas de Belén, aproximo su pene a la vagina. Pero no la metió de primeras, sino que jugo con su miembro, moviéndolo juguetonamente por toda la zona, de manera que algunos ratos rozaba la entrada de la vagina de Belén, su clítoris, su ano, ect

Belén suplicaba mentalmente: "Métemela maricón, métemela ya". Y finalmente, Belén noto como esa polla dura, que ella había puesto así, comenzaba a introducirse en su chochito lentamente. Estaba tan lubricada que entraba con una suavidad extrema, pero la sensación para Belén era realmente deliciosa. Notaba todas y cada una de las protuberancias del pene erecto rozando las paredes de su vagina.

Juan comenzó a penetrarla una y otra vez, y Belén no podía evitar proferir algún gemido que otro. El miedo a que alguien pudiera escucharles no existía a esas alturas. Probablemente los demás estaban igualmente entregados a la lujuria.

Juan la ordenó: "Quiero que te toques mientras te follo. Quiero que te masajees el clítoris. Quiero que goces". Y Belén claro está, tampoco se resistió y comenzó a tocarse el clítoris con su mano derecha. Colocaba su mano de manera que la punta de sus dedos acariciaba los labios de su vagina y la parte central de los dedos agitaba violentamente su clítoris.

Belén estaba tan cachonda que tardó poco tiempo en correrse. Se estremeció de tal forma que Juan pensaba que se iba a romper. El estremecimiento fue tan tremendo que Juan eyaculo a borbotones, estaba muy puesto y ese frenesí final hizo que se corriera irremisiblemente.

Se limpiaron mutuamente, se vistieron, se besaron y se entregaron al sueño acurrucados uno junto al otro en la pequeña cama de madera.

De repente Belén se despertó, tenía unas ganas enormes de ir al servicio. ¿Qué hora sería? Por lo menos las 5 de la mañana, ya hacía un rato largo que se habían dormido. Después de llegar a la convicción de que no podría aguantar, comprobó que Juan dormía plácidamente y abrió lentamente la puerta de la habitación para no hacer ruido. Avanzo por el oscuro pasillo camino del baño. La noche era fresca y en el pasillo se notaba bastante la diferencia de temperatura con la cálida cama que acababa de abandonar.

Cuando ya estaba alcanzando la puerta del baño, escucho unos susurros. Parecían provenir de la parte de abajo de la casa. Escucho con atención y pareció escuchar : "Hola Jenny, eres muy guapa, cuanto necesitarías para hacerme feliz". Otra voz contestó "Hola papi, si me das 20 te hago la mejor mamada de tu vida. Por 50 soy toda tuya para lo que quieras"

Los ojos de Belén se abrieron como platos, se había despejado instantáneamente. Lentamente y poniendo un cuidado mayúsculo en no hacer ni el mas mínimo ruido, se acerco lentamente a la barandilla que daba al salón. La barandilla era alta, a Belén le llegaba un poco más debajo de los hombros. De esta manera Belén simplemente tuvo que agacharse ligeramente para poder ver lo que acontecía en el salón sin ser percibida por los extraños que parecían estar allí.

Aunque las luces estaban apagadas, la chimenea aun tenía lumbre y sus llamas iluminaban tenuemente los sofás del salón. Justo delante de ellos había dos siluetas. Una de ellas, la que parecía pertenecer a un hombre vestía una larga gabardina beis, rematada por un sombrero colocado de medio lado que le ocultaba el rostro pero permitía vislumbrar la pequeña luz de un cigarrillo que sin lugar a duda estaba fumando. Enfrente de esta figura se encontraba una figura femenina, ataviada con lo que parecía ser un traje ceñido de cuero negro. Belén podía apreciar poco más, ya que esta segunda figura se encontraba de espaldas a ella y en la penumbra de la habitación. Ninguno de los dos pareció apreciar su presencia o girarse hacia ella.

El hombre saco algo del bolsillo de la gabardina al tiempo que exhalaba con chulería el humo de su cigarro. "Toma tus 20 Jenny, si merecen la pena ya iremos luego a por el premio gordo". La mujer cogió el billete y se lo guardo en el escote. Cogió al hombre con fuerza, lo giró y lo lanzó violentamente al sofá. Una vez que le tuvo sentado, se arrodilló delante de él.

En ese momento la luz de la chimenea les iluminó más directamente y Belén pudo vislumbrarles con mayor claridad. La mujer portaba gafas de sol, iba pintada de manera excesiva con unos labios en rojo pasión y unos coloretes muy evidentes. El pelo parecía ser pelirrojo, aunque al no haber mucha luz podía confundirse. El hombre daba prácticamente la espalda a Belén, con lo que el sombrero ocultaba su rostro, pero Belén pudo alcanzar a ver que se trataba de alguien bastante alto y con una cierta corpulencia.

La mujer bajo sus manos rápidamente por el cuerpo del hombre, y tras abrirle un poco la gabardina desabrocho la cremallera del pantalón con maestría. Rápidamente apareció ante ella un pene completamente erecto y de grandes proporciones. La mujer inclinó su cabeza sobre el hombre, y comenzó a lamer la punta de aquella polla que había liberado. Empezó lentamente, intercambiando grandes lametones con suaves pasadas en las que su lengua simplemente parecía rozar la punta del pene.

Belén no se podía creer lo que estaba viendo, y se giro hacia atrás para comprobar que no había nadie más en el pasillo que pudiera estar observándola. Cuando se hubo cerciorado, volvió a levantar su mirada hacia los dos extraños individuos del salón. La mujer sacudía ya violentamente la cabeza arriba y abajo introduciéndose el pene bien dentro de su pintaba boca, manchando de carmín todo aquel miembro que entraba y salía. En uno de esos movimientos, el hombre se estremeció hacia atrás y perdió su sombrero. De repente du rostro quedo totalmente a la vista de Belén. No había duda, se trataba de Fernando. Belén tuvo que taparse la boca con la mano para no soltar un grito de sorpresa.

Belén volvió entonces a fijar su vista en la mujer, con la nueva información de la que disponía se fijo un poco mas y pudo apreciar un pequeña franja de pelo rubio bajo lo que parecía ser una peluca. Belén no lo podía creer, se trataba de su amiga Elena. Las gafas, el maquillaje y el color del pelo no le había dejado reconocerla, pero no había ninguna duda. ¿Quién la iba a reconocer en ese traje de cuero ceñido del que salían una largas piernas decoradas con unas sugerentes medias de rejilla, con un escote generoso a través del cual se dejaban ver dos pechos resaltados por la estrechez de su prisión?

Belén se escondió entonces debajo de la barandilla. No se lo podía creer, no podía creer que esto estuviera sucediendo. Por un momento pensó en irse rápidamente a la habitación, meterse en la cama y hacer que no había pasado nada. De hecho comenzó a andar en cuclillas por el pasillo, pero de repente se detuvo. En ese momento comenzó una dura pelea entre su pudor y lo morboso de la situación. Tras unos instantes y un par de miradas de nuevo al pasillo para asegurarse que todo estaba en calma, la curiosidad morbosa venció y Belén volvió de nuevo a asomarse a la barandilla.

La escena era similar pero el ritmo de Elena chupando una y otra vez la verga y los espasmos de Fernando hacían presagiar que el desenlace estaba cercano. Y efectivamente, Fernando pego un respingo y se tenso como la cuerda de un arco mientras Elena no dejaba de lamer su falo. De repente llegó la calma, Elena saco la polla de su boca y beso a Fernando de manera apasionada, era evidente que sus lenguas se entrelazaban en sus bocas compartiendo el fruto de su mamada.

Fernando se levanto entonces del sofá y se coloco cara a cara con Elena. Sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, comenzó a desabrochar el traje de ella, liberando así sus dos pechos a la par que la decía: "No ha estado mal mi putita, pero veremos a ver si ahora podemos mejorarlo"

De un movimiento rápido se coloco detrás de ella, tomando con sus manos los dos pechos que ahora estaban completamente al aire y abarcándolos en su totalidad mientras hacía movimientos circulares alrededor de sus pezones. Belén empezó a sentir los calores de la situación, aquello superaba cualquier hecho imaginable y unido al hecho de estar escondida presenciándolo, la iba excitando cada vez más. Tanto, que ella misma introdujo sus manos bajo la camisa del pijama y comenzó a imitar los movimientos que la pareja de abajo realizaba. Se rozaba y pellizcaba los pezones, notando como se le endurecían por momentos.

En esto, Fernando empujo a Elena sobre el sofá, colocándola en la posición del perrito. Con un movimiento rápido y certero, desbrocho una cremallera trasera que dejo todo el trasero a su antojo. Belén observaba toda la escena desde atrás, sabiendo que era difícil que se giraran hacia ella estando tan concentrados. Fernando comenzó a pasar su dedo índice por la parte trasera de Elena, deteniéndose brevemente en sus orificios pero sin profanarlos. Luego se chupaba los dedos y repetía la operación.

Belén deslizo su mano hacia abajo introduciéndola bajo su pantalón. Solo con palpar sus braguitas pudo notar que la escena la había puesto bastante a tono, así que no dudo en levantarla con cuidado para poder manosear su sexo. Comenzó a masajearse suavemente, pasando por encima de sus orificios pero sin penetrar al igual que estaba viendo en la escena de que era espectadora.

De repente no que alguien la agarraba y le susurraba: "¿Te puedo ayudar?". Sin girarse supo que se trataba de Juan, que al notar su ausencia había acudido a buscarla. La estaba amarrando de la cintura y besándola la espalda. Pero por la posición que estaba, no parecía estar viendo nada de lo que ocurría abajo. Y como ahora abajo estaban en silencio, no creía siquiera que fuera consciente de lo que ocurría.

Juan siguió besándola por la espalda a la par que sus manos masajeaban sus senos. El hecho de notar estas sensaciones a la vez que presenciaba la escena del salón era algo impresionante, Belén notaba que estaba cachonda como nunca. Juan bajo entonces el pantalón del pijama de Belén y comenzó a acariciarla el culo, a ratos aproximaba su cintura de manera que ella podía notar claramente la erección.

Juan comenzó entonces a mordisquear el cuello y los lóbulos de la oreja. Sus manos en los pechos, su verga restregándose por el culo de Belén. Y Belén poniéndose a 1000 al tiempo que veía a Fernando empezar a penetrar a Elena.

Entonces Belén quiso seguir con el juego y cogiendo la polla de Juan la acerco de un tirón a su vagina para seguir sincronizando las situaciones. Juan se dejo hacer y comenzó a meter su polla dura y tiesa dentro del húmedo chochito de Belén que estaba más que lubricado. Belén estaba viendo como penetraban a su amiga a la vez que sentía una y otra vez los empujones que le daban a ella. De repente observo como Elena comenzaba a mover su dedo por la entrada de su ano, lo retiraba, se lo chupaba y volvía al mismo sitio. Tras varios viajes, aquel dedito penetro casi hasta la mitad en su culito. Elena se agitaba como una loca mientras la penetraban a la vez su dedo y el pene de Fernando.

Belén vacilo unos instantes, pero se dijo a sí misma : "¡Qué diablos! ¿Por qué no?" y comenzó a chuparse el dedo y dar viajes del mismo modo que había observado unos segundos antes. Al principio aquello le resultaba raro, pero como estaba muy cachonda siguió hasta que el dedito penetro en su ano. En ese momento noto que aquello le gustaba, que la sensación de ser doblemente penetrada la ponía aun mas si podía.

Juan al percatarse de lo que hacía Belén pareció incrementar de manera evidente el ritmo de la penetración. Los empujones prácticamente hacían saltar a Belén que se estaba derritiendo por dentro. Pero aun así, Belén no apartaba la vista del salón donde la situación se reproducía.

Casi como por magia, las dos parejas llegaron al éxtasis prácticamente sincronizadas. Ambas parejas se quedaron unos instantes encajadas para luego abrazarse calurosamente. Belén le hizo el gesto a Juan de que guardara silencio, y subiéndose rápidamente los pantalones le indico que fueran hacia la habitación. Una vez allí cerraron rápidamente la puerta y permanecieron callados. Unos segundos después oyeron unos pasos furtivos que subían la escalera, una puerta abriéndose lentamente y luego un ligerísimo portazo que indicaba que ya todo el mundo estaba donde debía.

Juan y Belén se fueron a dormir. Al día siguiente, al despertar Belén dudaba si aquello había ocurrido realmente o solo había sido un sueño tremendamente tórrido. Por vergüenza no se atrevió a comentar nada al respecto a Juan, que por su parte tampoco hizo comentario alguno. Al ir al baño noto en sus braguitas una cierta humedad, pero ¿habría sido solo el sueño?

Nunca lo sabría, pero lo que si supo es que durante el desayuno, cada vez que miraba a Fernando o Elena no podía dejar de pensar en una gabardina beis o un traje de cuero negro.