Un fin de semana ajetreado

Como una temporada en el dique seco hace a una mujer cometer alguna locura.

Había pasado ya año y medio desde mi separación, un tanto traumática, y aunque me quería seguir manteniendo fuera de "mercado" llevaba una temporada un poco "revoltosa".

Aquel fin de semana mi hermano me había propuesto ir a pasarlo a su casa, con su mujer y su hijo. Estábamos en mitad del verano y faltaban pocos días para que ellos se marchasen de viaje de aniversario, dejándome a cargo de mi sobrino; como si con 18 años no supiese cuidarse sólo, y querían que me familiarizase un poco con su casa. Iban a pasarse 15 días fuera de España y mi cuñada me previno de que Pablo, su hijo, era un negado para las labores de la casa.

He olvidado presentarme, soy Susana, tengo 36 años, mido un metro setenta, morena de pelo y piel, normalita. Si tuviese que destacar algo de mi, es que soy muy lanzada, y físicamente, de lo que más orgullosa estoy es de mi culo, sus ejercicios y cuidados me cuesta.

El primer día que llegué, el viernes, apenas me quedó tiempo para nada después de volver del trabajo e instalarme en el cuarto que tienen para los invitados. Recorrí la casa para comprobar que todo seguía como las últimas veces que la había visitado. Os la describiré por encima, es un chalet con piscina y rodeada por pinos que te aíslan completamente del exterior, tiene un garage subterráneo, una primera planta con la cocina, el salón, un cuarto (en el que yo dormiría) y un despacho; en la planta de arriba esta el dormitorio principal, el de mi sobrino y otro despacho, que usa mi hermano.

Rosa, mi cuñada, y yo nos fuimos a la cocina, a preparar algo de cena y tomarnos un vino mientras los chicos llegaban. No llevábamos ni 15 minutos cotilleando, cuando llegaron los hombres de la casa reclamando la cena. Apenas acabados de cenar, nos fuimos cada uno a su cama, para coger fuerzas para el día siguiente.

El sábado me desperté con el sol entrando por la ventana, hacia un día fantástico. Cuando llegué a la cocina Rosa estaba con el bikini y un pareo, preparando el desayuno:

  • Buenos dias cuñada, espero que trajeras bikini. - me saludo Rosa.

  • Si, lo he traído, pero no porque tu marido me avisara del tiempo. - le respondí.

  • Pues venga, no seas tonta y prepárate mientras acabo de preparar el desayuno para estos zánganos, que todavía tardarán una hora o más en levantarse.

No tuvo que repetírmelo dos veces, en menos de 5 minutos estaba con el bikini y una camiseta puestos, desayunando. Y menos de 20 minutos después nos encontrábamos las dos tiradas en las tumbonas, disfrutando de los primeros rayos. Como se nota que los conoce, cuando ya llevábamos una hora tomando el sol, apareció Ramiro, mi hermano, desperezándose cual gorila, para poco después irse a desayunar. Unos minutos más tarde aparecía Pablo, que mientras demostraba, con sus gestos, que era hijo de su padre, desperezándose, miraba mi bikini (uno negro muy sencillo) más tiempo del que hubiese sido correcto, aunque no le di mayor importancia.

En media hora estábamos los cuatro tirados en las tumbonas. De vez en cuando, veía por el rabillo del ojo como Pablo echaba ligeras ojeadas a mi cuerpo, lo que hizo que tuviese una sensación rara entre turbación y excitación. Como podía ser que le interesase a un crio de 17 años! Me lo tomé como un juego, así que me dedique, de vez en cuando, a ponerme en posturas que, sin ser sexuales, si fuesen sensuales, y a seguir observando sus reacciones.

Al cabo de un rato, Rosa le dijo a mi hermano y a mi sobrino que tenían que arreglar la estantería del garage. Ninguno de los dos se mostró muy cooperante y al grito de, "Al agua patos!" se tiraron al agua. Lógicamente, a mi cuñada no le sentó nada bien y les echó una pequeña bronca, lo que llevó a Ramiro a decirle a su hijo, mientras salía de la piscina, que se diese prisa en ir a ayudar, antes de que su madre se cabrease más. Cuando yo me estaba levantando, ella me dijo que no me preocupase, que iría ella a supervisarles, que yo me quedase tranquilamente cogiendo fuerzas, mientras se llevaba a su marido para casa.

Pablo estaba ya saliendo de la piscina y cogiendo la toalla para secarse cuando se me ocurrió una maldad. Empecé a echarme crema solar, empezando por las piernas y luego subiendo, lo más provocativamente que podía, sin ser vulgar, mientras miraba de reojo a mi sobrino. Él seguía secándose, pero mucho más despacio, supongo que alargando lo más posible el momento. Cuando llegué a las tetas eché el resto, y el magreo que me dí, por encima del bikini, fue de campeonato. Al pobre se le salían los ojos de las cuencas, y por lo que pude entrever, debajo del bañador otra cosa se le había puesto juguetona. Entre tartamudeos se despidió y se metió corriendo en casa, mientras una gran sonrisa se dibujaba en mi boca.

Cuando ya me quedé sola empecé a recapacitar, tal vez me había pasado un poco con el pobre chico. En esas estaba cuando oí un ruido, al mirar hacia la terraza de donde procedía el mismo, en encontré a mi sobrino, móvil en mano, tratando de esconderse. Vaya, vaya, tal vez no me había excedido tanto, pero tenía que hacerme con ese móvil, para comprobar si mis sospechas eran fundadas.

El resto del día, paso sin pena ni gloria, hasta que después de la cena nos sentamos los cuatro en el salón, a tomar, primero, unas cervezas y luego algunos cuba libres, excepto Pablo, que se tuvo que conformar con las birras.

Después de un buen rato mi sobrino dejó su móvil sobre la mesa cuando terminó de usarlo y vi mi momento. En una rápida maniobra me levanté, agarré el teléfono y me marché contoneandome al baño, sin que Ramiro y Rosa se percatasen de nada raro y quedándosele a Pablo una cara de tonto que era un poema. Tan pronto como me encerré en el aseo estaba registrando el móvil, yendo directamente a las fotos. Entre las últimas, había unas cuantas mías de por la mañana, en bikini, pero se veían muy mal debido al zoom. La diablilla que hay en mi tomó el control y me hice unas cuantas fotos, primero enseñando el escote y como ya estaba lanzada acabé haciéndome una en tanga y sujetador, de espaldas, para que tuviese un buen recuerdo. Por ultimo, le escribí una nota:

"Si querías unas fotos, tan sólo tenías que haberlas pedido. Espero que estas, que tiene un poco más de calidad, te gusten más".

Volví al salón, dejé el móvil sobre la mesa y me senté en el sillón que estaba frente a mi sobrino, no quería perderme su reacción por nada del mundo. Fue discreto y esperó un poco a recoger el teléfono y que sus padres no viesen nada raro, pero en cuanto lo tuvo entre las manos empezó a manejarlo febrilmente. De pronto se quedó paralizado, levantó la vista y ahí estaba yo, con un cacharro en la mano y una sonrisa de oreja a oreja, mientras sus padres comentaban lo que salía en la tele. Después de ponerse rojo como un tomate, siguió inspeccionando el móvil. Se tiro la siguiente hora jugando con el teléfono, hasta que su madre le llamó la atención:

  • Qué es eso tan importante que no haces más que usar el móvil? - le preguntó Rosa.

  • Nada mamá, estoy hablando con unos amigos. - respondió Pablo.

  • Pues déjalo para mañana y haz un poco más de caso a tu tía, que no está con nosotros todos los días.

Él pobre no sabía donde meterse, ni mi cuñada lo equivocada que estaba.

  • Deja al pobre chico, que parece que esta muy entretenido. - Dije yo, riéndome.

  • No te preocupes mamá, ya dejo el teléfono. - Zanjó él.

A partir de entonces la noche transcurrió sin más contratiempos, entre gracias, bromas y tonterías, entre algún que otro guiño que le dediqué a Pablo. Cada vez que me levantaba trataba de que mi sobrino tuviese buenas vistas de mi escote y de mi culo. A eso de las 3:00 de la mañana, mi hermano y mi cuñada llevaban una buena borrachera encima, así que decidieron irse y decidimos irnos todos a la cama.

Con el tonteo, Pablo y yo apenas habíamos bebido, yo pendiente de exhibirme y él de disfrutar del espectáculo. Una vez en mi habitación me desnudé, quedándome solamente con unos calcetines por la rodilla, de andar por casa y el tanga blanco que llevaba. Me puse una camiseta grande y me senté en la cama. Entonces me di cuenta de que estaba realmente caliente, entre mis piernas tenía un volcán. Empecé a darle vueltas y después de 5 minutos decidí darle una vuelta más de tuerca al asunto.

Me levanté y me fui al piso de arriba, cuando puse la mano en el pomo de la puerta de mi sobrino, tenía el corazón a mil por hora. Estuve casi un minuto, congelada, pensando lo que estaba haciendo y, sobre todo, que iba a decir al abrir la puerta. Finalmente me lié la manta a la cabeza, y con el mayor sigilo del que fui capaz, abrí la puerta. En ese momento, la sorpresa me la llevé yo. Me encontré a Pablo sentado en su cama, con la camiseta puesta, los calzoncillos en las rodillas, en una mano el móvil y en otra su polla. Al cerrar la puerta, él levantó la cabeza y me vió. En su cara vi reflejadas mil sensaciones, pero creo que la que destacaba por encima de todas, era... Esperanza.

Rápidamente dejo el móvil sobre la cama y se subió el calzoncillo, aunque poco podía disimular. Entré caminando lo más sensualmente que pude, y me quedé apoyada en la mesa, que estaba enfrente de la cama.

  • Que estabas viendo en el móvil? - le pregunté.

  • Nada.

  • Claro, y por eso tenías las dos manos ocupadas, no?

  • Estaba mirando las fotos que te hiciste - me respondió entre susurros y mirando al suelo.

  • Entonces te han gustado? - seguí preguntando.

  • Si, mucho - dijo, levantando tímidamente la mirada.

  • Por qué no te levantas y me dejas comprobarlo? - pregunté, mordiéndome el labio inferior.

Pareció dudarlo unos segundos, pero finalmente se levantó, tratando de colocarse el bóxer y la camiseta. Su vista estaba clavada en mi pecho, aunque no entendía por qué, ya que la camiseta no era ni mucho menos sexy, y lo único que tenía a la vista eran las piernas.

  • Qué miras tan fijamente? - le interrogué.

  • Nada.

  • Algo será, venga dímelo. - le invité con la voz más suave que pude poner.

  • Es que me da vergüenza...... tus pezones. - dijo muy tímidamente.

Miré hacia abajo y lo pude comprobar yo misma. Era tal mi grado de nerviosismo y excitación que no me había dado ni cuenta, pero se marcaban perfectamente en la camiseta, grandes y duros. Haciéndole un gesto, para que se acercase, le dije:

  • Por qué no te acercas un poco?

  • Puedo? - preguntó dubitativo.

  • Claro que sí. - le respondí guiñándole un ojo.

  • Te gusta más lo que ves ahora o lo que tienes en el móvil? - le pregunté cuando estaba cerca de mi.

  • Lo de ahora, lo de ahora. - dijo precipitadamente.

  • Y ya que estamos en un ambiente relajado, querrías ver algo más?

Respondió moviendo la cabeza afirmativamente, mientras trataba de taparse como podía con las manos, pero la erección era ya bestial. Lentamente me di la vuelta e inclinándome hacia adelante, me subí un poco la camiseta, dejando la mayor parte de mi culo a la vista, sólo cubierto por el tanga. Giré la cabeza para mirarle.

  • Qué te parece? - le consulté.

  • Bi..bi... Bien - dijo tartamudeando, mientras movía ligeramente la mano.

  • Te apetece tocarlo?

  • Si, me muero de ganas.

  • Es todo tuyo, cariño. - le invité mientras me inclinaba más todavía, apoyando los codos en la mesa y dejando el culo en pompa.

Muy tímidamente mi sobrino puso una mano sobre mis nalgas, giré la cabeza para ver su cara, que en ese momento era de concentración absoluta. Como él no hacía nada, fui yo la que moví ligeramente el culo de un lado para otro. Cuando Pablo me miró a la cara, yo tenía sonreía, y le saqué la lengua, con un gesto tan golfo como pude. Lo tomó como una invitación, primero colocó las dos manos en mis cachetes, después empezó a amasarlos y poco después, pegó su cintura a mi. Sólo su bóxer y mi tanga separaban su polla de mis nalgas.

  • Por lo que noto, te lo estas pasando muy, muy bien, verdad? - le pregunté.

  • Si, me gusta mucho.

  • Por qué no te desnudas? Me gustaría verte. - le dije.

En menos de 10 segundos se quitó la camiseta y el bóxer. Cuando iba a volver a pegarse a mi, llevé una de mis manos hacia atrás y le agarré el pene. Estaba duro y muy caliente.

  • Uffff, la tienes como una piedra. - comenté mientras me daba la vuelta y posaba mi culo, de nuevo, sobre la mesa.

  • Es por tu culpa. - respondió mi sobrino.

  • Si es así, tendré que hacer algo para solucionarlo, no crees?

Mientras respondía, solté su badajo y me fui quitando la camiseta lo más lento y sensualmente que pude. Cuando la tenía levantada y me tapaba la cabeza con ella, noté como Pablo se abalanzaba sobre mi. Sus manos fueron directas a mi pecho, seguidas segundos después por su boca. Como pude acabé de quitarme la camiseta y, mientras una mano se posaba en su cabeza, agarrándole por el pelo, la otra fue a parar a su polla; con una le dirigía la cabeza, haciendo que su boca se centrase, sobre todo, en ambos pezones, mientras con la otra iniciaba una lenta paja.

  • Suave amor, son todas tuyas, no seas ansioso. - jadeé.

  • Huuuummmm, fale. - respondió él con la boca ocupada.

  • Cúbrelas bien de saliva, pequeño. - le advertí.

Poco después tiré de su pelo, separándole de mis tetas y dirigí su cabeza hacia la mía. Mientras seguía haciéndole la paja le bese, aunque besar sería decir poco, le comí la boca. Él se dejaba hacer.

  • Apóyate en la mesa, que te voy a comer la polla. - le susurré al oído.

Rápidamente se sentó en la mesa. Momento que aproveché para arrodillarme delante suya. Recorrí suavemente su pene con una mano, a la vez que con la otra le acaricié los huevos. Acerqué mi boca a su polla, entresacando mi lengua:

  • Si vas a correrte, avísame, vale? - le prevení con voz queda.

  • Aja. - fue su respuesta mientras hacia gestos afirmativos con la cabeza.

Seguidamente fui metiéndomela en la boca muy despacio, recorriendo su polla con mi lengua, sin dejar de mirarle a los ojos. Llevaba más o menos la mitad engullida cuando él cerró los ojos y posó sus manos sobre mi cabeza. Continué hasta que mi nariz chocó con su pubis. Estuve unos segundos quieta, acostumbrándome a su tamaño, masajeando sus pelotas, mientras unas lágrimas se me escapaban, debido al esfuerzo.

Saqué su polla de mi boca y jadeando tomé aire. Él volvió a abrir los ojos y me miró con ojos suplicantes.

  • Déjame tomar un poco de aire, cariño, pero no te preocupes que vas a recibir una buena mamada.

  • Muchas gracias. - fue lo único que dijo.

Entonces continué con la faena, primero lamiendosela como si fuese un helado, para después continuar con la mamada. Trataba de hacer ruidos con la boca, mientras le succionaba la polla, jugaba con sus huevos y no le quitaba ojo, no me quería perder ni uno sólo de sus gestos. Así estuve unos minutos, durante los cuales no se movió ni un milímetro.

  • Te esta gustando o debo esforzarme más? - pregunté poniendo voz de niña buena.

  • Me encanta, es una pasada.

  • Qué te parecería follarme? - le dije, poniendo especial énfasis en la última palabra.

  • Uffff. - exclamó.

  • Entenderé eso como un si. - terminé.

Me levanté y sujetando las manos de mi sobrino, las llevé a mis pechos. Después puse mis manos en mis caderas y a la vez que él me sobaba tetas, contoneandome fui bajando el tanga hasta que cayó al suelo. Agarrándole del culo lo atraje hacia mi, poniéndole de pie y mientras giraba nuestros cuerpos, le comía la boca.

Separándome de él, me subí a la mesa, quedando sentada en ella con las piernas abiertas y él mirándome a medio metro. Eché mi cuerpo hacia atrás, apoyandome con las manos en la mesa, e inclinando mi cabeza le dije:

  • A qué estas esperando para echarme un polvo? - estirando mis piernas hacia él.

  • Esto es mejor que un sueño. - respondió.

Se acercó, le rodeé la cintura con mis piernas. Él no sabía a donde mirar, sus ojos pasaban de mis tetas a mi coño una y otra vez. Una de sus manos fue a parar a mi pecho, mientras que con la otra apuntaba su polla al epicentro de mi placer. Cuando su glande se posó sobre mis labios mayores fue como si me diesen una descarga de electricidad tan fuerte que incluso me moví.

  • Te pasa algo, tía? Te he hecho daño? - me preguntó, echándose hacia atrás.

  • Ni mucho menos cariño, es que me tienes cachondísima y deseando que me pegues una buena follada. - contesté.

  • Puedo pedirte un favor? - consultó.

  • Tu pide por esa boquita, mi niño.

  • Me pone mucho que digas cochinadas. - respondió poniéndose rojo.

  • Te gusta que la madurita esté ansiosa porque le atravieses su coñito con tu polla, y encima lo demuestre? - le dije mientras me relamía sensualmente.

  • Si. - fue lo único que salió de su boca.

  • Entonces ya estas tardando en metérmela hasta el fondo, que me muero de ganas de notar tus huevos chocando con mi culo. - le interpelé echándome hacia adelante con la boca entre abierta buscando la suya.

Entendió perfectamente el mensaje y echándose hacia adelante, su pene entró milímetro a milímetro en mi, a la vez que tapaba mi boca con la suya, donde quedó ahogado mi gritito de gusto. Cuando la noté en el fondo de mi coño, le sujeté firmemente rodeándole con mis piernas, durante unos segundos quería sentir esa sensación de estar llena de él y notar como palpitaba. Sus manos ya estaban ocupadas en mis tetas, pellizcándolas y amasándolas. Me abracé a su cuello y acerqué mi boca a su oído:

  • Follate a esta golfilla con toda la calma del mundo, su cuerpo es todo tuyo, para que disfrutes de él cuanto quieras. - susurré.

  • Aaaahhhhh - gemí cuando de un golpe de cadera me la sacó y metió con todas sus ganas.

Empezó un suave mete y saca, lento. Estaba disfrutando de cada momento, jadeando y gimiendo en su oído. No se por qué, pero quería demostrarle que era un poco puta. Le empujaba el culo con mis piernas, llegó un momento que era yo la que estaba marcando el ritmo, él solo era un títere en mis manos. Mi sobrino estaba concentrado en mis tetas, las amasaba, jugaba con mis pezones... Para facilitarle un poco el trabajo, me eché hacia atrás, apoyando mi espalda en la pared, quedando completamente expuesta. Él se quedó quieto, parece que no había entendido que era una maniobra para su comodidad.

  • Te gustan las tetas de esta putilla? - pregunté llevando mis manos a ellas y moviéndolas.

  • Aja. - respondió con la cabeza.

  • Y no te apetece comértelas y mordisquearlas? Porqué yo me muero de ganas porque lo hagas.

Por toda respuesta se abalanzó sobre ellas, con la boca abierta. Yo las junté con mis manos, moviéndolas, y moviéndome yo para que fueran una y otra pasando bajo su lengua. Sus manos acabaron mi cintura, donde me sujetó firmemente y empezó a embestirme con más fuerza, como si quisiese atravesarme.

  • Tienes miedo de que me escape? - pregunté.

  • Perdona, te he hecho daño? - dijo, aflojando la presión de sus manos.

  • Al contrario, me pone muy cachonda, no notas que tengo el coño chorreando? - susurré.

  • A mis pezones, les encanta lo que estas haciendo con ellos, mordisquealos cuanto quieras, son todo tuyos.

Retomó las embestidas, parecía que quería clavarme a la pared. Me abrí bien de piernas, para que tuviese total libertad y me follase a su antojo, como a él le diese la gana. Él placer que me estaba dando este niñato era indescriptible, me imagino que el año y pico que llevaba a palo seco algo tendría que ver, pero él estaba poniéndole muchas ganas.

  • Estas disfrutando follandote a tu tita? - pregunté con la voz rota por sus penetraciones.

  • Muchisimo.

  • Déjame levantarme, por favor, que empiezo a estar un poco incómoda.

Se retiró hacia atrás, con cara de decepción, debía estar pensando que esto tocaba a su fin. Pero nada más lejos de la realidad, me di la vuelta, apoyé mis codos sobre la mesa, separé las piernas cuanto pude, quedando mi coño totalmente expuesto. Giré la cabeza, y mirándole por encima de mi hombro le dije:

  • Que te parece el culo de la madurita?

  • Ufffff, una pasada.

  • Es todo tuyo, mi niño.

  • Vas a seguir jodiendome o te vas a quedar ahí mirando? - le increpé poniendo voz enfadada, viendo que se había quedado paralizado. - Estas tardando en volver a metérmela hasta el fondo.

Dicho y hecho. Se afianzó detrás de mi, agarrándome las nalgas y separándolas. Yo no le quitaba los ojos de su cara, y él a mi de mi culo. Me hacia gracia su cara de concentración. No le hizo falta ni ayudarse de las manos, de un solo golpe me metió toda su polla.

  • Ahhhhh, diiiiiosssss!! - suspiré.

  • Te he hecho daño? - dijo él, quedándose quieto.

  • Cállate y pégame un buen polvo, que me tienes cachonda perdida. - respondí mirándole a los ojos.

  • Como tu mandes, cachonda. - dijo, escupiendo, con algo parecido a desprecio, la última palabra.

  • Al niñito parece que le gusta follarse a la madurita putona. - contesté con el mismo desprecio.

  • Te voy a reventar. - se vino arriba.

  • Ya era hora de que me tratases como es debido, cariño. - terminé.

A partir de ahí, pareció que se transformaba, empezando a follarme con violencia. Sus manos alternaban mi culo, llegando a dejarme sus manos marcadas en él, y mis tetas, que usaba como asidero, para embestirme con más fuerza. Si antes estaba disfrutando, ahora me estaba matando me gusto, y me encargué de hacérselo saber, moviéndome constantemente, siendo yo la le embestia, follándome, de vez en cuando, mientras no dejaba de gemir y suspirar. Llevé una de mis manos entre mis piernas, donde alternaba jugar con mi clitorix, con sus huevos.

  • Parece que el pequeño sabe como follarse a una golfa, me estas matando de gusto. - susurré entre jadeos.

No respondió, pero bajó el ritmo de las embestidas, llevó una mano a mi pecho, estrujando la teta, de un golpe de cintura me la metió hasta el fondo, quedándose quieto y tirando de mi pelo hizo que me incorporase.

  • P U T A. - deletreó con rabia en mi oído.

Llevé mis manos a su cuello, y girando me cabeza, le respondí al suyo.

  • No. Soy T U puta. - dije con arrogancia, poniendo un tono que demostrase que lo era.

Me empujó con violencia contra la mesa y asiéndome de la cadera empezó a follarme con fuerza. Ya sabía lo que me esperaba, así que apoyé mis codos, traté de levantar el culo lo más posible y me puse a jadear ostentosamente. Me quedé quieta, dejando que fuese él quien llevase el control de la situación.

  • Si sigues así, pequeño, vas a conseguir que me corra. - le anuncié.

  • Eso es, fóllame con ganas, te noto en el fondo de mi coño. - dije alentándole.

  • Si joder, si.... Me corro, me corroooooooo. - gemí, mientras notaba que mi coño se encharcaba.

  • Muy bien zorra, ahora me toca a mi. - fue lo único que dijo.

  • Hazlo ya cariño, te lo estas ganando. - contesté.

  • Una puta no es una buena puta, si su cliente no se corre abundantemente. - apostillé.

Mientras, trataba de contraer los músculos de mi vagina, quería darle todo el placer que pudiese. Sus dedos estaban clavados en mis caderas. Trataba de hacer cuantos ruidos y gestos era posible para ponerle más cachondo. Y comencé a moverme adelante y atrás, haciendo más profundas sus penetraciones.

De pronto sacó su polla de mi, y empezó a pajearse. Me incorporé ligeramente, y levanté mi culito, si quería cubrirmelo de semen, no le iba a poner dificultades. Giré la cabeza, y mirando su polla, con la voz ronca de la emoción le dije:

  • Me vas a bañar con tu leche? Podrás cubrirme este precioso culo? - le invité, dándome un cachete en la nalga, relamiéndome.

  • Aquí la tienes zorra, toda tuya.

Él primer chorro me llegó hasta el omoplato. Rápidamente me eché hacia atrás, quedando su polla en mi culo, y ayudándome con mi mano, continué ordeñándole.

  • Déjame a mi pequeño, es mi trabajo, no? Quiero que te corras hasta que te vacíes. - le incentivé.

Él no paraba de bufar, mientras disparo tras otro, mi espalda y mi culito se iban cubriendo con su corrida. Después de 6 o 7 chorretones, completamente congestionado, se desplomó hacia adelante, apoyándose sobre la mesa. Su respiración era entrecortada. Yo seguía masajeando su polla, muy despacio, mientras notaba como iba perdiendo volumen lentamente.

  • Te ha gustado, amor? - pregunté.

  • Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.... Perdona si he sido muy brusco, o te he faltado al respeto.

  • Me alegro. No tienes que disculparte, me ha encantado verte disfrutar, además, me ha puesto muy caliente que me tratases bruscamente. - diciendo eso, empecé a comerle la boca, a la vez que él me sobaba las tetas.

  • Pásame el tanga, con algo tendré que limpiarme, que me has puesto perdida con tu leche.

Así lo hizo, le costó un triunfo separarse de mi, pero lo acabó haciendo. No quitó ojo mientras me limpiaba, justo será decir que me recree más de lo necesario.

  • Me las regalas? - preguntó tartamudeando y señalando el tanga.

  • Estas son muy feas, además, están sucias. Si te portas bien, te regalaré otras más sexys. - respondí guiñándole un ojo.

Se le iluminó la cara. Yo me puse la camiseta. Llevando el tanga en la mano, me acerqué a él para despedirme. Le besé, profunda, suave y lentamente, disfrutando del contacto como no había hecho hasta entonces. Con toda la fuerza de voluntad que conseguí juntar, me fui hacia la puerta y la abrí.

  • Para tener 17 años, no follas nada mal. - le dije, volviendo la cabeza y sacándole la lengua pícaramente.

  • Para tener 36, me has dejado destrozado. - contestó mi sobrino, dándome un cachete en el culo.

Tuve qué hacer un gran esfuerzo para no lanzarme sobre él y volver a tirarmelo, pero ya me había sobrepasado demasiado.