Un extraño y yo teniendo una maravillosa noche
Un viaje de estudios terminó en una noche de pasión deliciosa
Conocí a Leonardo un domingo de invierno, es guapo y tierno… pero sobre todo es muy sensible.
Coincidimos debido a que por causas de trabajo tuve que viajar a tomar un curso y esté se terminó antes de lo que pensé, por lo que me quedó tiempo libre para conocer la ciudad. Visité museos, una biblioteca y varias librerías, en la última fue donde literalmente tropezamos. Entre la sección de thrillers y Best Sellers chocamos, y fue tan inesperado que yo caí al suelo y él casi sobre mi. Se puso rojo pero mostró una hermosa sonrisa y unos ojos muy brillantes. Me ayudó a levantar y cada quien siguió por su lado en la librería. Cuando me dirigía a pagar nos volvimos a encontrar y en ese momento se presentó diciéndome… Me llamo Leonardo y como vi que te gusta la lectura, te quiero regalar este libro (“El Psicoanalista” de John Katzenbach). Me llamó la atención, pocos saben que me gusta este libro y me pareció raro, pero me dijo… - Te vi leyendo sus primeras hojas, así que me pareció que debía regalártelo, como disculpa de haberte tirado en ese pasillo – Yo sonreí y le conteste - Hola, me llamo Linda – y como si fuéramos viejos conocidos comenzamos a platicar y juntos salimos de la librería y comenzamos un paseo que no habíamos planeado, era cerca de las 6 p.m. cuando compramos un café y nos fuimos a sentar en la orilla mas apartada de un parque, que por la hora ya estaba bastante solitario, platicamos de nosotros como si nos conociéramos de toda la vida me enteré que es contador mientras yo le platiqué que soy enfermera y no nos dimos cuenta en que momento comenzó a hacerse de noche, pero aparte las nubes de tormenta que se formaron, se escondían sobre las copas de los arboles que nos cobijaban. Cuando se oyó el primer trueno, ya era muy tarde, la lluvia comenzó a caer de forma por demás copiosa y de forma casi instantánea quedamos completamente mojados… Leonardo, yo y los libros que llevábamos.
Comenzamos a correr y Leonardo me dijo que su casa estaba cerca, que vivía con sus abuelos así que no tenia nada de que preocuparme… Llegamos a su casa que efectivamente estaba cerca, y cuando llegamos solo alcanzamos a ver como arrancaba el auto de sus abuelitos… Así que solo nos quedó entrar para guarecernos de la lluvia. Me guió hacia una linda cocina decorada hermosamente, como solo las abuelitas lo saben hacer y en el centro yacía una mesa impecablemente arreglada con cena… para uno. Junto al plato había una carta que decía más o menos – Leo, hijo… Tu abuelo quiere ir a ver a la familia y decidió que estaremos allá toda la semana, mañana en la mañana te hablamos. Te dejé cena y por favor, pórtate bien hijo. - Y un par de cosas mas que no recuerdo bien… Leonardo se disculpó por tener solo cena para uno y comenzó a quitarse el suéter que destilaba por completo lo cual me recordó que estábamos calados hasta los huesos… comencé a reír nerviosamente, ya que no encontraba la forma de decirle que estaba mojada también y que tenia frío, pero Leonardo me tomó de la mano y me llevó al baño, me dijo que me desvistiera y tomara un baño caliente, que él llevaría la ropa a secar al cuarto de lavado y me dejaría una bata de su abuelita para cuando saliera de bañar.
Me desvestí en silencio, en el único baño de la casa y deje mi ropa mojada junto a la puerta, para que la pudiera tomar Leonardo… entré en la regadera y el sentir recorrer mi cuerpo por el agua caliente me devolvió el calor que estaba perdiendo.
Creo que habían pasado algunos minutos, cuando volví a abrir los ojos, sentí que estaba siendo observada y me encontré con unos ojos intensos, la voz le tembló y me preguntó si me iba a tardar mucho ya que estaba muriendo de frío. Le vi los labios morados y sin pensar en otra cosa lo metí a la regadera conmigo. Poco a poco lo desvestí en la ducha, para quitarle el frío y lo abracé al sentirlo tan helado. Él rodeó mi cuerpo con sus brazos y lo sentí temblar intensamente. Lo apreté contra mi pecho desnudo y poco a poco se fue desvaneciendo ese frío que tenía su cuerpo. A cambio, mágicamente su cuerpo comenzó a tomar ciertas “dimensiones”. Inesperadamente en mi vientre sentí su hombría y subí la cara para toparme con sus labios, los cuales no resistí el impulso a darles un pequeño mordisco.
Entonces note como sus manos acariciaba mi espalda, mientras su lengua comenzaba a invadir mi boca, sus caricias fueron bajando cada vez más, hasta que cada una de sus manos me sostenían por mis redondas nalgas tan firmemente que repentinamente me elevó y mis piernas por instinto rodearon su cuerpo. El beso ya no era beso, era sexo entre nuestras bocas, mis manos recorrían su espalda con ansiedad y mi interior exigía a gritos ser poseída por este hombre a quien apenas conocía, pero que mi cuerpo necesitaba desesperadamente.
Se recargó en la pared, con un movimiento experto y en ese momento entró en mí, fue su primera incursión en mi vagina. Su pene me penetró con un movimiento rápido y preciso y comenzó a bombearme salvajemente, mientras su boca mordía mi cuello, mis hombros y parte de mis brazos. Repentinamente se salió de mi… con voz muy ronca me dijo – Eres preciosa, ven – y me llevó así como estábamos a su habitación, me puso en su cama y lentamente comenzó a recorrer mi cuerpo con sus labios, nos fuimos acomodando hasta lograr un hermoso 69. Mi boca entonces tomó posesión de su hermoso pene, con mi lengua lo recorrí de punta a base hasta hacerlo enloquecer de gusto, y mi boca succionó sus testículos una y otra vez, primero uno después el otro y a ratos los dos; Leonardo me hacia ver estrellas ya que mientras yo jugaba con su durísimo miembro, él recorría mi vulva de arriba abajo con su lengua mágica y me llevaba al cielo e infierno repetidamente, hasta que no pudimos mas y al unísono nos entregamos al placer de un orgasmo simultaneo. Yo disfruté del sabor agridulce de su semen reteniéndolo en mi lengua unos instantes, mientras abría mi boca para que Leonardo pudiera ver como tenía su semen en mí. Agotada cerré los ojos y dejé que su boca siguiera recorriéndome, ahora subía por mi estómago para jugar con mis pequeños senos, encontrándose con mis muy erectos y enormes pezones, los cuales exigían se les prestara atención. Los succionó como bebé hambriento, hasta que quedaron rojos y calientes de tan hinchados. Y entonces me comenzó a penetrar, lentamente y tan lleno de ternura, como si me fuera a romper. Fue subiendo de intensidad el ritmo de sus embestidas, hasta que logró arrancarme una serie de orgasmos encadenados. Fuera de mí misma comencé a gritar “mas, mas mi vida, mas” hasta que sentí perder el sentido, y cuando me di cuenta yo estaba sobre de él, cabalgándolo violentamente mientras mis senos brincaban y él jugaba a atraparlos entre sus labios. El sudor perlaba mi frente y resbalaba copiosamente por mi cuerpo, mi cabello estaba totalmente enredado y mis uñas se clavaban en su cuerpo, dejando marcas rojas, mudos testigos de nuestra totalmente inesperada entrega.
Entre los espasmos de mi orgasmo numero no se cual… sentí como su pene se endurecía aun mas, para fustigar el interior de mi vientre con su corrida, dejando dentro de mi su semilla.
Mas que agotados nos dejamos sumir en un sopor reparador, hasta que el sonar de un teléfono me despertó, levanté la bocina y la puse al oído de mi amante, quien solo gruño unas pocas palabras hacia su abuelita que le decía no se cuantas cosas, repentinamente su voz cambió, de malhumorada a divertida, cuando empezó a sentir que su pene era succionado fuertemente, incluso llegó a suspirar y dejar de prestar atención a su abuela, de la que se despidió de prisa diciéndole que ya sabia lo que desayunaría, porque repentinamente se le había ocurrido algo. Y apenas había colgado cuando la que desayunó fui yo, recibiendo su leche calientita en el fondo de mi garganta. Como buena chica limpié a conciencia su pene, dejándolo brillante de limpio y totalmente listo para penetrarme, cosa que no hizo de inmediato, primero tuvimos un preludio pleno de juegos, donde el me llenaba de satisfacción y luego yo le correspondía, finalmente me penetró, tan tierna y delicadamente que parecía que no quería que se acabara ese momento jamás, después me volteo para quedar en 4 y así me fue penetrando con mas fuerza cada vez, hasta que nos sumamos en un solo gemido extasiado, tocando al mismo tiempo la cima del clímax.
Esa fue la forma como conocí a Leonardo. Por cierto, los libros se quedaron mojados.