Un extraño trio

Carta de una mujer a su amante en la que le explica su última noche de placer con su marido.

Hola amor,

Pienso en ti continuamente, paso el día pensando en llegar a casa y volver a estar contigo, aunque sea en la distancia, separados y unidos a la vez por la red.

Ayer por la noche, Roberto debía llegar tarde y me estaba entreteniendo en releer tus e-mails. Me estaba masturbando mirando tus fotos, cuando llegó de improviso y me sorprendió gimiendo y jadeando soñando con tu polla en mi boca, en mi culo, en mi coño, en mis tetas.

Diciéndome que había sido una mala chica y que tenía que castigarme, desnuda, me ató a una silla con los ojos vendados, los brazos sujetos al respaldo y las piernas abiertas y ligadas a las patas.

En la oscuridad de mi situación, oí como se iba quitando la ropa sin que me dijera una sola palabra, sólo escuchaba su respiración pausada y profunda. Lo intuía mirándome y acariciándose el sexo mientras yo aislada del mundo esperaba ansiosa lo que iba a suceder. Sentí su aliento en mis pezones; pero antes de que sus labios me rozaran, sus dedos penetraron en mi sexo. Su lengua recorrió mi pecho y mi vientre; pero al alcanzar el monte de venus, desapareció todo contacto. Su verga golpeó mi cara mientras ansiosamente intentaba alcanzarlo con mis labios y mi lengua. Sus manos, su boca y su sexo me proporcionaron docenas de excitantes e inesperados estímulos y sensaciones y tras cada uno de ellos quedaba expectante a la espera de un nuevo contacto.

Estaba tan excitada que sentía mi coño como una fuente. Roberto se percató y su boca bebió de ella elevando mi excitación y mi deseo, Su boca sorbía mi sexo; pero la lengua ni se insinuaba en mi vagina ni en el clítoris. Con sus labios recogía mis fluidos superficialmente pero evitaba entrar en mí de una manera desesperante. Le grité varias veces que de una vez me metiera la polla, que yo intuía dura y erecta.

Finalmente me levantó, me tumbó en la cama y me penetró con un salvaje golpe de pelvis que me hizo saltar de placer cuando su pelvis chocó con la mía. A diferencia de su modo rítmico y pausado de follarme, lo hacía como un caballo desbocado, cabalgándome con un ritmo trepidante. De vez en cuando, la sacaba totalmente y me dejaba por unos instantes con el miedo a que no siguiera; pero volvía a penetrarme cada vez más frenéticamente. Este comportamiento y mi imposibilidad de verle, hicieron que mi imaginación de disparara y fantaseara con que estaba follando con otro hombre; en realidad, cada vez que la sacaba y volvía a metérmela, pensaba en que era otro hombre distinto, en que había una cola de machos esperando para gozar de mi cuerpo.

Con las manos atadas, sin poder tocar el cuerpo de mi amante, ni poder asirme a nada, estallé en un tremendo orgasmo sin que Roberto se detuviera, como suele hacer, dejando su polla clavada hasta el fondo de mi coño para sentir mis espasmos estrujando su verga.

Exhausta, rendí mi cuerpo y quede inerte mientras Roberto seguía con su mete y saca. Se retiró de golpe, sin previo aviso y yo volví a quedar aislada y sin saber que iba a suceder a continuación.

Pronto note como rozaba mis labios con la cabeza de su polla queriendo entrar de nuevo en mí cuerpo. Mi propio olor y sabor fue lo primero que percibí; pero pronto un familiar gusto seminal inundó mi boca. Inmovilizada contra la cama y con los brazos hacia arriba, no podía hacer nada. Era él quien entraba y salía de mi boca, que yo ajustaba al calibre de su verga, moviéndose, ahora sí, suave y rítmicamente. Mi amado Roberto había vuelto; su sabor, su olor y su modo de hacer son inconfundibles. Creía que se iba a correr; pero no tenía intención de hacerlo en mi boca directamente.

La sacó de mi boca y le oí respirar hondo conteniendo la eyaculación. Había perdido el contacto con su polla; pero no con su cuerpo, pues estaba colocado encima de mí. Tras unos instantes de incertidumbre, me puso un cojín bajo la cabeza haciendo que doblara el cuello levantándolo, colocó su húmedo sexo entre mis pechos y con sus firmes y suaves manos, presionó hacia el centro para aprisionar su verga entre ellos. Roberto se movía deslizando su polla entre mis tetas haciendo que, al final del recorrido, el glande se encajara en mi boca donde mi lengua lo esperaba para acariciarlo.

Roberto estaba a punto de reventar y en poco tiempo varios chorros de esperma viscosa y caliente golpearon mi cara y llenaron mi boca. Se derrumbó sobre mí agotado, nuestras caras quedaron una junto a la otra, y tras desatarme y quitarme la venda de los ojos, nos besamos ardientemente.

Ya sabes que tú entrada en nuestra vida sexual ha supuesto una entrada de aire fresco que nos ha devuelto a nuestro mejores tiempos; pero lo de ayer fue extraordinario.

Bueno amor, espero haberte excitado tanto como las veces anteriores y que me devuelvas tus sensaciones.

Mil besos de tu amante virtual