Un extraño me pide fuego
Creo que es la primera vez en mi vida y posiblemente la última, que un chico me ofrece a la chica con la que está follando, y resulta que no era esquimal.
Voy a contarlo deprisa, no tengo demasiado tiempo. Cuando regreso a mi casa del trabajo por la noche, tengo que atravesar un parque, árboles enormes, callejuelas, está bien iluminado y eso hace que se produzca un juego de sombras muy sugerente; en verano huele a hierba y me gusta atravesarlo pisando el césped
Habitualmente se ven parejas jóvenes haciéndose caricias. Juegan con sus manos recorriéndose lentamente, alguna vez he escuchado un jadeo que provenía de los matorrales. En una ocasión vi como una chica le hacía una mamada a un chico, pero rápidamente él le tapó la cabeza con un abrigo.
En otra ocasión vi a una pareja de homosexuales satisfacerse mutuamente, los dos las tenían las pollas fuera de sus pantalones y se estaban acariciando. Pasé a su lado y ni se inmutaron, siguieron besándose, a lo suyo.
Pero lo que no había visto nunca es una pareja follando, y eso fue precisamente lo que ocurrió hace dos días. Al principio no me di cuenta, pero de repente vi un culo brillando a la luz de una farola, que se movía de forma frenética. Traté de desviarme del camino para no interrumpir su intimidad, pero un enorme perro estaba suelto merodeando por la ruta alternativa; decidí pasar deprisa, sin mirar, total si estaban allí así, no les importaría demasiado.
Cuando estaba a su altura, el chico que tenía a la chica moviéndose sobre él, cara a cara, llegué incluso a ver su polla como se metía en el coño en un instante, me dijo algo que no entendí, me volví entonces y él sin sacar la polla, sin siquiera inmutarse, volvió a repetir sus palabras.
Tiene fuego.
Me sorprendió su desvergüenza pero me acerqué, la situación era tensa para mi, no para él. Saqué un mechero y encendí el cigarro que ya tenía en su boca. La chica seguí moviendo el culo. Entonces él me dijo algo que me dejó de piedra.
Por treinta euros amigo, mi chica le hace una mamada mientras me la sigo follando, ¿que le parece? -; mientras volvía a acercar el cigarrillo a sus labios, me quedé pensativo, pensé que ese muchacho era un imbécil, pero no quería quedarme con cara de pingüino así que le espeté a bocajarro.
Y cuanto me costaría follármela y que te haga a ti la mamada, siempre me han gustado más los coños que las bocas -, me reí pensando que él no me respondería, pero el muchacho tenía agallas, a pesar de ser joven, tendría unos 19 años, la chica parecía un poco mayor y no dejaba de follar la muy zorra.
Bueno, por 50 euros cerramos el trato, ¿le parece bien?-, lo que me parecía es que estaba viviendo una experiencia alucinante, y realmente me había excitado mucho todo aquello, le dije que sí, entonces el bajó a la chica de su cuello, ella estaba muy excitada y le dijo:
Montse, este señor te va a encular, así que ponte de rodillas en el banco, y mientras quiero que me hagas una mamada -, ella obedeció de forma sumisa, era una chica rubia de melena, con un cuerpo delicioso, a la que realmente no llegué a verle la cara, pero estaba muy, pero que muy caliente.
Al ver su culo, su coño, saqué mi polla y se la metí sin pensarlo más. Ella comenzó a moverse como una experta puta. El chico mientras tanto le metía la polla en la boca, y formamos una escena singular, parecíamos un mecanismo humano, una máquina de placer. Seguimos moviéndonos hasta que los tres nos corrimos, yo fui el primero, no aguantaba más. Ella se corrió y el chico también.
Me subí el pantalón, saqué los cincuenta euros se los di al chico, el los recogió. Y no tuve palabras para decirle, miré a la chica pero tampoco logré verle la cara, su melena le tapaba el rostro. Miré a todos los lados para comprobar que nadie nos había visto, y el parque estaba desierto. Entonces volví a retomar el camino. Antes de irme del todo, el chico me dijo.
Me puede volver a dar fuego, este cigarrillo no he podido fumarlo tranquilamente-, se lo dí, y aceleré mi marcha, estaba comenzando a asustarme, estaba confuso, pensando que realmente aquello había ocurrido, miré hacia atrás, el chico fumaba, la chica se vestía, y yo me había quedado sin cincuenta euros y con una historia para contarles.
Realmente este mundo está cambiando demasiado deprisa.