Un estudiante de intercambio V: La instrucción

Un adolescente afroestadounidense es estudiante de intercambio en un remoto pueblo pampeano y se transforma en objeto de los deseos varias mujeres. En este capítulo Malena entrena a Desmond para ser amante de Virginia.

Quinta entrega de los relatos publicados previamente bajo el título: “ Un estudiante de intercambio” . Recomiendo leer esos primero para comprender mejor a los personajes y las circunstancias. Pero dejo un brevísimo resumen para los que elijan no leer las entregas anteriores.


Capítulo 1: Desmond es un Estudiante Afroamericano de 19 años que se encuentra de intercambio en Argentina. Por su complexión física, sus agraciadas facciones y su carisma cae muy bien a su madura anfitriona, Virginia, a la vicedirectora de la escuela, Malena (que son amigas entre sí) y a la sobrina de Malena, Andrea, que asiste al mismo instituto privado que Desmond. Malena, intrigada por comprobar si el rumor sobre el tamaño del miembro de los africanos es cierto, termina haciendo una paja al muchacho extranjero.

Capítulo 2: Desmond regresa a su casa y comienza los coqueteos mutuos con Virginia, su madura anfitriona, inducidos por consejo de Malena, la profesora que también desea al chico. La obsesión de las mujeres por el estudiante comienza a afectar el comportamiento de ellas para con sus esposos.

Capítulo 3: La tensión sigue creciendo entre Desmond y Virginia, su anfitriona, que se aleja de su esposo y no duda en masturbarse pensando en el muchacho. Malena continúa gozando sexualmente de Desmond con una mamada de antología en la que son casi descubiertos por su esposo, Mario. La lujuria de la profesora por el chico africano la lleva a ser mejor y más cariñosa esposa con Mario.

Capítulo 4: Desmond pesca a Virginia masturbándose y los dos caen en la trama de Malena que los incita telefónicamente a hacerse cómplices en el deseo. El taboo entre la madura anfitriona y el estudiante de intercambio se rombe cuando el chico afroamericano se pajea frente a la deseosa madura.


Desmond a duras penas pudo conciliar el sueño, luego de semejante día de emociones fuertes. Pensaba en la mirada de Virginia cuando él se pajeaba como un mono alzado frente a ella y rememoraba la mamada magistral que había recibido de Malena. Desmond también enfrentó el dilema de qué hacer al día siguiente después de ir al colegio. ¿Iría, como estaba habituado a lo de Malena o regresaría volando a la casa de Virginia? Por un lado, estaba seguro que con Malena continuarían escalando las sesiones de sexo que ya tenían, lo cual significaba penetrarla y cogerla tal cual llevaba días deseando. Pero la idea de pasar la tarde a solas con Virginia también lo enloquecía, porque quien sabe que cosas llegarían a hacer juntos. Y así, entre rememorar el intenso día que terminaba y dudando de lo que le deparaba el siguiente, cayó dormido muy tarde por la noche.

Virginia no podía parar de pensar en el chico que tenía en la casa. Diecinueve años y tan… ¡Viril! (pensó la mujer). Frente a sus ojos cerrados flasheaban recuerdos del día. El musculoso cuerpo de Desmons recostado en la cama mientras ella le sobaba las piernas. La verga enorme e imponente, venosa, gorda, dura, larga. La mano del muchacho subiendo y bajando frenéticamente por el falo mientras la devoraba a ella con los ojos. Y finalmente la eyaculación mas poderosa que hubiera podido imaginar. El semen espeso y abundante. Aquello superaba cualquiera de las películas porno que su esposo le hacía mirar (algo que ella odiaba). En ese momento, recordar al desagradable de su esposo, acostado a sus espaldas, le dio asco.

Precisamente, en la misma cama, pero a kilómetros de distancia emocional, el esposo de Virginia rumiaba qué haría. La solución era retirarse por una semana al campo, invitar a algunos amigotes con la excusa de una cacería de Jabalíes, y llevarse otras tantas putas del cabarulo del pueblo, El Gato Azul. Como en todo pueblo chico, el cabarulo tenía un potpourri de mujeres dispuestas a cualquier cosa. Alguna era criada en el pueblo, incluso conocida de Francisco y de Virginia desde la niñez. Alguna que otra era una puta vieja venida a menos, llegada desde capital federal, escapando de quien sabe qué cosa en un pueblo ignoto del interior. Y finalmente las extranjeras. Uffff…. Alguna morenita del caribe siempre le gustaba llevarse al campo. Y ahora, este deseo tomaba otra dimensión. Se le antojaba romperle el culo violentamente a una mujer de la misma raza que Desmond, el culpable evidente de su falta de sexo.

En efecto, el animal de Francisco asumía que si Virginia se negaba al sexo era porque la llegada de Desmond la había sumido en una oleada de “pudor maternal” que la hacía ser especialmente reacia a practicar el sexo.

—Como cuando nació Silvito— Elucubraba en silencio Francisco, auto convenciéndose estúpidamente que Virginia vivía una especie de “segunda maternidad” tardía.

Su plan era anunciar a la mañana que se iría por una semana al campo. En general cuando eso ocurría Virginia intentaba retenerlo enfermizamente. A veces inventando discusiones o peleas. Creando compromisos de ultimo momento, o incluso, dándole sexo. Porque, como suele ocurrir en ese tipo de relaciones, la mujer sabía perfectamente que el marido era un putañero sin remedio que se iba al campo a dar rienda suelta a su lujuria con las cabareteras que pudiera contratar.

Pero cuando sonó la alarma por la mañana, Francisco se llevó una sorpresa.

—Yo no me voy a levantar ahora—Sentenció Francisco calculadamente— Voy a descansar porque a la tarde me voy al campo a cazar chanchos con los muchachos del taller mecánico.

—Ok. Dale. Quedate haciendo fiaca que te alcanzo el mate— Respondió con seca cortesía y sin ninguna emoción la esposa, desconcertando al hombre.

—Me voy una semana completa. Capaz más.—Advirtió Francisco esperando, ahora sí, inducir una reacción negativa en su mujer.

—Lleva abrigo. Está re frio y en el campo no es como en casa. Más si salen a reflectorear con estas heladas que están cayendo—Alcanzó a aconsejar Virginia mientras se retiraba sin siquiera mirar a su esposo.

En verdad, si Francisco hubiera podido ver la cara de Virginia la hubiera visto brillando de felicidad. La inminentemente infiel esposa ya maquinaba la posibilidad de estar “a solas” con Desmond. A solas era una manera de decir, por Silvio, el niño. Pero ya se buscaría una manera de manejar eso.  Virginia estaba tan feliz y tan expectante que tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para sonar desapasionada y hastiada como había estado sonando en las últimas semanas.

Desmond bajó a desayunar empalmado esperando encontrarse a Virginia sola en la cocina, como siempre. Y eso ocurrió. Y cuando la vió, decidió jugar con ella descaradamente.

—¡Buenos Días, Vir! ¿Tomamos la leche juntos? —Dijo con evidente doble sentido el estudiante, utilizando una expresión coloquial argentina que significa merenar/desayunar

Malena se volvió con cara de horror y le hizo señas de guardar silencio, luego le dijo en voz baja que guardara silencio, porque el esposo estaba acostado y podía escucharlos.

Desmond se quedó congelado de miedo por haber sido escuchado.

Desde la habitación principal, el celoso esposo escuchó que Desmond estaba en la cocina y se dispuso a acaparar a su esposa, mas que por interés en ella, para que no sirviera el desayuno al chico.

—¡VIRGINIAAAAA QUE PASA CON ESE MATE, CHE!!! —Gritó autoritario, como siempre.

—¡Ya va! —Contestó Virginia que, juntando termo y mate encaró para su habitación, no sin antes tomarse el tiempo para morrearse alevosamente con el chico antes de exclamar una queja vana.—¡Y si estabas tan apurado, hubieras venido a buscarlo vos, che!

Virginia entró como una tromba en el dormitorio, le dio el mate y el termo y salió por donde vino sin siquiera mirar a su esposo a los ojos. Sabía que eso le dolía a él: ser ignorado por ella. Para mayor efecto, le puso algo que estaba segura le daría celos y rabia.

—Tomá, tomá. Cuidado, no vuelques en la sabana que las manchas de mate no salen tan fácil. Yo me voy a desayunar con Des.

Esa última frase.  Era el golpe de gracia.

—Puta de mierda. Negro de mierda. ¡¡¡¡Soretes de mierda!!!—Masculló enfurecido el rebajado esposo— ¡Que desayunen esas mariconadas de café con leche y masitas con mermelada light y se vayan a la concha de su madre!!!!

Para reconfortarse, el cornudo ignorante, se ocupó de imaginar el resto de su dia.

—Mañana a esta hora, la Yessi del Gato Azul va a estar limpiándome la mierda de la pija. La mierda de la Yanina que me voy a culear toda la noche. —Y estos dos pelotudos que tomen lechita descremada La Serenisima. Imbéciles.

Virginia y Desmond desayunaron en medio de un silencio de miradas cómplices. Se besaron furtivamente lengua a lengua un par de veces ahogando risitas y exigiéndose mutuo silencio. Mirando por encima del hombro con miedo de ser descubiertos. Miedo que hacía todo mucho mas excitante, especialmente para Virginia, una mujer que estaba cansada de saberse cornuda y ahora, corneando, se redescubría y se vengaba simultaneamente.

En voz muy baja Virginia le contó los planes a Desmond

—Francisco se va al campo por la tarde. Estaremos solos una semana. Será mejor que no vengas hasta que él se vaya. Esta tarde hacé tiempo en lo de Malena, porfa—Instruyó Virginia sin saber que aquello venía a Desmond como anillo al dedo.

—Si. Si. Tranquila. Tengo tarea por terminar con Malena—Dijo Desmond con la cara iluminada y usando un doble sentido que ahora sólo entendía él y no Virginia.

Desmond desayunó y se marchó a la escuela sintiéndose feliz y poderoso. Ahora tenía la certeza de poder cogerse a dos MILF ese día: Malena por la tarde y Virginia por la noche. ¿Quién hubiera dicho que un sabático de intercambio en un ignoto pueblo de las planicies del sur, a miles de kilómetros de su Madison, Wisconsin, iba a ser tan espectacular?

Virginia decidió salir más tarde y dar una visita a su amiga vicedirectora, pidiéndole una audiencia privada con la excusa de monitorear el progreso académico del estudiante que se alojaba en su casa, pero en verdad, con la intención de contarle de la ausencia de Francisco y para pedirle consejos de como consumar el sexo con el muchacho. Porque estaba claro que Virginia no daría ningún paso al respecto sin el consejo cómplice de su amiga.

En su despacho privado, Malena escuchó atentamente las novedades y sintió una mezcla confusa de lujuria y de celos. Por un lado, le encantaba la idea de poder influenciar en esa relación taboo de su amiga y su joven amante. Por el otro lado, sintió celos de Virginia que pasaría la noche entera cabalgando el pijote de Desmond. Entonces tuvo una certeza: tendría que esmerarse a fondo esa misma tarde para plantar bandera en el cerebro de Desmond. Para mostrarle lo que era una mina con todas las letras. Para que siguiera volviendo a ella independientemente de lo que Desmond tuviera regalado en su propia casa.

—Quedate tranquila y dejalo por mi cuenta, Vir. Voy a entretener a Desmond para que llegue después que se vaya tu esposo. Y me voy a asegurar que tenga toda la tarea lista, para que por la noche, no pierda el tiempo jajaja—Ofreció Malena ocultando sus ulteriores motivos.

Y luego se dedicó a darle consejos de cómo avanzar al chico. Lo que Virginia no sabía era que los consejos eran certeros porque Malena contaba con advertirle a Desmond para que todo saliera como ella lo “anticipaba” (o mejor dicho: “planeaba”).

Desmond salió de clases enloquecido de lujuria. Tenía toda la tarea terminada y órdenes de “aguantar” en casa de Malena hasta que el esposo de Virginia partiera al campo.

Ni bien llegó a la casa de la vice, el chico se abalanzó sobre su profesora como un perro alzado. Malena lo correspondió con lúbricos y babosos besos de lengua.

—¡uhhh como estamos hoy! —bromeó Malena y lo provocó—Y yo que pensaba que ahora que tenés a Virginia dispuesta a todo ibas a perder interés en tu profesora

—Eso nunca, Male. Nunca—Balbuceó el chico jadeando entre besos y lamidas

—Bueno, bueno, bueno. Calma. Calma. Primero es lo primero. Mostrame la tarea—Indicó la profesora.

—Perooo… ¡Si sabes que la tengo bien! —Intentó protestar el estudiante de intercambio.

—De eso nada. Dale, mostrame todo

Malena sabía que el éxito de su plan dependía del rendimiento académico sobresaliente del muchacho. Sin eso, todos empezarían a sospechar de ella. Hasta Virginia.

Malena revisó la tarea, preguntó por el progreso en cada materia y se tomó su tiempo para cumplir su rol de mentora académica. Desmond, sin comprender bien el juego de la profesora, decidió hacer su parte y responder de la manera mas natural posible. De no haber sido por algún que otro roce de manos y por las intensas miradas que ambos cruzaban, nadie hubiera sospechado nada. Pero cuando Malena estuvo tranquila que Desmond no bajaba su performance académica, volvió a comportarse como la madura fatal que era.

Lentamente, a medida que la conversación escolar iba menguando, la intensidad de las caricias y sobeteos de la madura al chico iban in crescendo. Hasta el punto que el chico dejó de responder y comenzó a bufar y resoplar mientras la profesora lamía su cuello y sobaba su paquete.

—Hoy quiero darte una lección, para que sepas como tratar a Virginia—Dijo Malena sin dejar de pajear al chico por encima de la tela del pantalón.

El muchacho se mostró asombrado, pero la mujer prosiguió.

—Virginia nunca ha sido infiel. Tampoco ha disfrutado el sexo con su esposo. Ni siquiera cuando eran novios. Necesita un trato especial. Y yo te voy a preparar para eso. ¿SI?

—Si, si, claro—Asintió Desmond, que con la calentura que tenía, hubiera dicho que si a cualquier cosa.

Malena lo llevó a la habitación y sin parar de besarse y morderse se fueron desnudando.

—Con ella tenés que hacerlo despacio. Sin apurarla. Besala mucho y acariciala y tocala mucho por encima de la ropa. Si ella atina a quitársela, mejor. Si no, con mucho tacto desprendele botones pausadamente. Esperala. No la presiones—Instruía la madura que ya estaba semi-desnuda, encaramada jineteando al renegrido amante.

—Muchos besos. En la boca. En el cuello. Acariciala. No intentes metérsela de golpe. No seas bruto con ella—Explicaba Malena que ya estaba desnuda mesiendose y fregando su vulva empapada sobre el falo erecto y pringado de jugos del chico que no paraba de mover las caderas acompasadamente.

En uno de esos ir y venir de la mujer sobre el muchacho, la punta del glande de Desmods calzó en la raja de Malena y de un certero empujón hacia abajo, la mujer se clavó el vergote de un solo saque.

—¡!!SIIIIII! ¡COGEME ASI BEBE!!!! —Empezó a aullar la madura mientras el chico la embestía desde abajo con empujones bestiales. Se mantuvieron así por varios minutos, hasta que Malena comenzó a convulsionarse por un orgasmo y fue bajando el ritmo para volver a dar instrucciones a un Desmond que creía que la leche le iba a brotar por las orejas.

—Bueno, bebé. Bueno. Con ella vas a ir mas despacio, ¿Si? —Pero si la hacés acabar como a mí, dale unos minutos para que se recupere. Y para que vuelva a excitarse. No temas, No te vas a quedar con las ganas.

Esta última frase ¿lo decía por ella o por un eventual encuentro con Virginia?

La morocha mujer se descalzó la enorme y parada verga negra y comenzó a besar al chico y a dejarse besar por él. Cuando el muchacho le besaba el cuello o el pecho, ella gemía mas fuerte y empujaba su cabeza hacia abajo, en clara señal de lo que debía hacer.

—Eso, eso bebé. ¡Seguí bajando!

El chico comenzó a lamer los senos y luego el vientre de la mujer. Y cuando pudo percibir el fuerte olor a concha que emanaba de entre las piernas de Malena, se sintió atraído hacia ella como por un poderoso imán feromonal. Fue bajando, dando besos suaves a Malena en su vientre. Y pareció intimidarse viendo la vulva pelada de su profesora.

—Seguí para abajo. Salteá la conchita, amor. Seguí por los muslos—Sugirió Malena.

Desmond pegó sus babeados labios carnosos a la cara interior del muslo de Malena y ella comenzó a suspirar. Ya no le hablaba, sino que le guiaba la cabeza con las manos: de un lado a otro, de una pierna a otra. Hacia arriba, hasta las ingles, y luego para abajo.

En alguna de esas subidas, el chico se atrevió a dar una estocada lingual a los labios vaginales de la vicedirectora, y ella gimió de placer, pero lo alejó, enseñándole que esos lengüetazos debían ser fugaces y furtivos al comenzar. Pero a medida que transcurría el cunnilingus, dejó que el chico se ocupara cada vez mas tiempo de lamerle la parte externa de la vulva.

Finalmente, cuando lo puso delante de su clítoris y el chico no atinó a más que sorberlo torpemente como si fuera una bombilla del mate, la mujer intervino verbalmente.

—¡SUAVE CON ESO! Muy suave, bebé. Es el clítoris. Dale muy despacio con la lengua bien lubricada…

Desmond era tan buen estudiante de sexo como de ciencias sociales. Lentamente comenzó a lamer y estimular la pepita de Malena, atento a sus reacciones. Y cuando se quiso dar cuenta se encontró a si mismo lamiendo el clítoris palpitante de la mujer y metiéndole dos dedos por la concha. Los dedos babeados entraban y salían acompasadamente, rozando la parte superior del interior de la vulva mientras la lengua rozaba frenética, pero suavemente, el clítoris de Malena que latía como un segundo corazón.

En ese momento la mujer tuvo su segundo orgasmo clavando las uñas en la musculosa espalda del adolescente africano.

—¡SIIIIII ME VENGOOOOOOO!!!!

Desmond estaba emborrachado de sexo. La verga parecía que iba a explotarle de dura. Los huevos le dolían rebosantes de leche aprisionada en la testis. Su cara estaba totalmente embadurnada de los licores de hembra que destilaba su madura profesora. Y sus dedos sentían las apretadas contracciones vulvares de la mujer.

—No doy más Malena. No doy más—Imploró el chico a medida que era empujado por la mujer para que alejara su cara y sus dedos del clítoris y de la vagina enrojecidos por el frotamiento e hipersensibilizados por el orgasmo.

Consiente de lo que ocurría, la mujer lo hizo tumbar boca arriba nuevamente y lo cabalgó como una amazona.

—¿Que no dás más? Mostrame, ¡dale! —Lo provocaba la fatal madura rebotando sobre la verga del chico que se hundía sin resistencia en las encharcadas carnes de Malena.

No tuvo que insistir. El chico la aferró de las caderas, la clavó hasta el fondo y se descargó en ella con un volumen y una presión seminal brutales.

—SIIIII ¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! —Aulló el muchacho.

Y con cada grito, venía un empujón y una descarga de semen hirviente y fértil en el útero (infértil) de la mujer.

—SIIIII ESOOOO MASSSSS—Pedía Malena

Finalmente, ambos se desplomaron exhaustos… Por unos minutos. Porque a los abrazos y las caricias (e instrucciones) siguió otra frenética sesión.

—Y cuando te vengas en ella, no la abandones, no te alejes, ni quieras seguir cogiendo como un burro alzado— disertó la experimentada docente—Al contrario. Sé tierno con Virginia. Abrazala. Decile que estuvo bien, reafírmaselo, pero sin groserias. Con dulzura.

Los abrazos, besos y caricias eran tiernos, amorosos. Pero fueron creciendo en intensidad rápidamente

—Eres increíble Malena—Dijo Desmond.

—Y vos, mi amor, y vos también, bebé. Sos impresionante—La madura acarició el ego del chico para volver a excitarlo.

Y no tuvo que insistir. Los besos y caricias se tornaron en mordiscones y sobeteos que acabaron con Malena a cuatro patas en la cama y Desmond arrodillado detrás de ella clavándola sin piedad al ritmo de los gemidos de la madura que lo animaba a partirla al medio.

Desmond se vino nuevamente, y Malena le dijo que no podía parar.

—¡No pares ahora! ¡NUNCA dejes a una mujer a medias! ¡COGEME! ¡HACÉ QUE ME VENGAAAA!

La juventud y los factores étnicos jugaron a favor del chico que después de su segundo polvo en menos de media hora siguió con su vertiginoso mete-saca. La verga, apenas perdió algo de rigidez, pero le sobraba dureza y tamaño para terminar la faena. Y así ocurrió momentos después.

—ESOOOO ASIIIII ME HACES VENIIIIIIRRRRRRR—Gritó Malena hasta convulsionarse por su tercer orgasmo de la tarde.

Siguieron los dos amantes riendo y besándose. El chico preguntando y aprendiendo de la mujer. Y ella elogiando su aguante y su estamina para continuar aun después de eyacular.

Por supuesto que volvieron a la faena mas tarde. Hubo un segundo cunnilingus, mas relajado e instructivo, donde Desmond aprendió unas cuantas cosas y Malena se lo volvió a pasar genial.

Luego lo hicieron de pie con Malena apoyada en el marco de la puerta y el chico cogiéndola de atrás con si siguiera el ritmo de los tambores del áfrica profunda.

Y para cuando Malena decidió terminar la sesión de la tarde, era hora que Desmond regresara a su casa. Donde lo esperaba Virginia, seguramente.

—Bueno, bebé. Últimos consejos—Explicó Malena con aires de profesora sexóloga. —¡Cuidado con no confundirte los nombres! No vayas a llamarla Malena jajaja. Sé muy tierno y dulce con ella. No la apures. Asegurate que goce ella primero. No se la metas muy fuerte, deja que se acostumbre a esta enormidad que cargás. Ella no tiene la cancha que tengo yo. Y sé muy respetuoso y atento. Deja que ella te lo pida todo. No seas grosero. Sé un caballero. Ella necesita eso en el primer encuentro.

Desmond intentaba recordar todo como si fueran datos de una clase de geografía o historia. Y prometió seguir todo al pie de la letra.

Malena se encargó de arreglar al chico para que el lujurioso encuentro no dejara rastros visuales ni olfativos en el muchacho y lo despidió con apasionados besos.

Ni bien cerró la puerta detrás de su amante, Malena llamó a Virginia para el chico avisarle que iba en camino a su casa y para darle las ultimas instrucciones para avanzarlo, sin que la mojigata Virginia supiera que el chico tenía instrucciones más detalladas que ella misma.

Para cuando el chico iba de camino de lo de Malena a lo de Virginia ya tenía nuevamente una erección de caballo. Y no podía saber si era por lo que le acababa de ocurrir o por lo que estaba por pasarle. Pero no importaba. Después de todo, una cosa y otra eran parte de un paquete. El paquete de sus experiencias de intercambio en La Pampa.

CONTINUARÁ