Un estudiante de intercambio IV: El Secreto de Vir

Un adolescente afroestadounidense es estudiante de intercambio en un remoto pueblo pampeano, se transforma en objeto de los deseos de jóvenes y maduras mujeres por igual. En este capítulo, Desmond descubre que la mujer que lo hospeda, tiene fantasías con él y ambos hacen algo al respecto.

Después de un largo paréntesis, acá es la cuarta parte de los relatos publicados previamente “ Un estudiante de intercambio” . Recomiendo leer esos primero para comprender mejor a los personajes y las circunstancias. Pero dejo un brevísimo resumen para los que elijan no leer las entregas anteriores.


Capítulo 1: Desmond es un Estudiante Afroamericano de 19 años que se encuentra de intercambio en Argentina. Por su complexión física, sus agraciadas facciones y su carisma cae muy bien a su madura anfitriona, Virginia, a la vicedirectora de la escuela, Malena (que son amigas entre sí) y a la sobrina de Malena, Andrea, que asiste al mismo instituto privado que Desmond. Malena, intrigada por comprobar si el rumor sobre el tamaño del miembro de los africanos es cierto, termina haciendo una paja al muchacho extranjero.

Capítulo 2: Desmond regresa a su casa y comienza los coqueteos mutuos con Virginia, su madura anfitriona, inducidos por consejo de Malena, la profesora que también desea al chico. La obsesión de las mujeres por el estudiante comienza a afectar el comportamiento de ellas para con sus esposos.

Capítulo 3: La tensión sigue creciendo entre Desmond y Virginia, su anfitriona, que se aleja de su esposo y no duda en masturbarse pensando en el muchacho. Malena continúa gozando sexualmente de Desmond con una mamada de antología en la que son casi descubiertos por su esposo, Mario. La lujuria de la profesora por el chico africano la lleva a ser mejor y más cariñosa esposa con Mario.


Desmond caminaba a su casa, mitad asustado, mitad excitado. Él y Malena casi habían sido descubiertos por Mario en plena mamada, y sin embargo Malena actuaba como si nada. Incluso la forma en que la vicedirectora del instituto se había comportado con el esposo, molestaba al joven amante. Parecía cariñosa y amorosa al recibirlo.

El muchacho era demasiado joven e inexperto para comprender lo que ocurría. Que de por sí hubiera confundido incluso a muchos hombres creciditos: Desmond era un juguete sexual de última generación para Malena. Un juguete que la ayudaba, incluso, a ser mejor esposa.

Por eso le era difícil a Desmond comprender la frialdad con que Malena se comportaba después de una caliente sesión de sexo desenfrenado con el chico. A pesar del estrés de tener que lidiar con esa situación, Desmond, bastante más inteligente que el hombre promedio, se dijo a si mismo que intentaría sacar provecho de aquello mientras pudiera sin preocuparse demasiado.

Por otro lado, lo que le hacía bastante ruido era “traicionar” a Mario de aquella forma. Después de todo Mario parecía un buen hombre. Sin embargo, Malena era tremenda mujer, y puesto a elegir entre una cosa y la otra, era obvio que Desmond no dejaría de gozar a Malena.

Mientras Desmond caminaba a la casa, Virginia, sin saberlo, miró la hora. Era temprano. Desmond demoraría al menos tres cuartos de hora, tal vez más, en terminar la tarea en casa de su amiga. Y su esposo e hijo menor no regresarían hasta la hora de cenar.

Pensar en Desmond le volvió a provocar una impúdica descarga de feromonas que la hizo excitar y decidió darse el gustazo de hacerse otra pajita (la segunda del día) pensando en su hijo postizo. Así que sin mas demora se fue a su habitación, se desnudó y se tiró en la cama a recordar las miradas con que el calenturiento adolescente la desnudaba mentalmente cuando estaban a solas. Virginia recordó también los consejos de su amiga para provocarlo, y el imaginarse que una mujer de su casa, como ella, podría generar descomunales erecciones en un chico como Desmond la hizo humedecerse y comenzar a tocarse.

Esta vez, en vez de usar el vibrador, Virginia decidió meterse dos dedos de la mano izquierda mientras se dibujaba lúbricos círculos sobre el clítoris usando el índice derecho previamente ensalivado. Que rico se sentía aquello. ¿Cómo sería la verga de Desmond? ¿Mas gruesa que dos dedos? ¿tres? ¿Y de larga? La del inútil de Francisco era pequeña, aunque él se creía un semental, como suele pasar con muchos tipos así.

Virginia tenía la certeza que el chico la tendría mas gorda y mas larga, como en las películas porno de africanos que su esposo le hacía mirar. Pensar en todo aquello la excitaba sobremanera. Especialmente en la posibilidad de vengarse del cerdo de su esposo jugando a sus espaldas con una verga negra de carne y hueso.

En ese trámite estaba Virginia cuando, sin saberlo ella, Desmond entraba a su casa anticipadamente, producto del inesperado (por todos) prematuro regreso a casa de Mario.

El estudiante de intercambio iba enfrascado en sus conflictivos pensamientos respecto de Malena y Mario cuando llegó a la casa donde se hospedaba y vio estacionado en la puerta el auto de Virginia. Obviamente la mujer estaba en la casa. Y por eso precisamente hallar la casa en total silencio le llamó la atención. Aquello no era común, por el contrario, porque Virginia siempre tenía la música o la tele encendida cuando estaba en su casa.

Intrigado, o acaso por instinto, en lugar de llamar en voz alta, el estudiante de intercambio decidió iniciar un silencioso escrutinio de la vivienda. Y conforme se acercaba a la puerta del cuarto principal creyó escuchar inequívocos jadeos y suspiros que le hicieron poner los pelos de punta. Desmond se acercó a la puerta del cuarto de Virginia con el sigilo de una pantera que acecha a su presa y espió por la puerta entreabierta.

Para su mayor sorpresa, el chico pudo comprobar que las onomatopeyas de placer provenían de Virginia, que se encontraba completamente desnuda acostada de espaldas sobre la cama, tocándose la concha y retorciéndose de gusto. Aquello era un espectáculo impresionante. La cuarentona mujer era bajita, pero tenía un cuerpo envidiable. Un cuerpo tonificado producto del gimnasio y de haber tenido una vida fácil desde siempre. Era blanca, más blanca que Malena, porque no tomaba tanto sol. Sus cabellos rubios se desparramaban sobre la almohada. Y su cadera se movía hacia adelante y hacia atrás mientras una mano lo hacía en sentido contrario, enterrándose sus dedos hasta la última falange. La otra mano parecía acariciar, y por momentos, pellizcar cierto lugar de la entrepierna. De haber sido más experto, y no un chico de la escuela, Desmond hubiera sabido que aquella parte a la cual su anfitriona daba tanta atención era el centro de todo su placer: el clítoris.

Por si faltara algo para impactar al chico, la lujurienta madura, inadvertida de la presencia del estudiante, comenzó a gritar impúdicamente sus fantasías.

—¡Así Desmond! ASIIII Hasta el fondo, mi vida, ¡a fondo! —Aullaba Virginia mientras se embestía a si misma con sus dedos imaginando que era la verga del chico que se alojaba en su casa.

Desmond no creía lo que veía y escuchaba. Era algo magnífico. ¿Le hablaba a él?

Hipnotizado y casi involuntariamente, ajeno al peligro de ser descubierto, el chico comenzó a frotarse la verga por encima del pantalón y a abrir la puerta para mirar mas de cerca.

La madura parecía a cada estar mas desquiciada de lujuria, y el chico comenzó a jadear como un perro sediento. Mientras la mujer encadenaba orgasmos entre estertores de placer. Pero de repente, y cuando sus orgasmos iban menguando, la madura abrió los ojos y se miraron entre los dos.

—NOOOOOOO DESMOND ¿QUE HACES?—Gritó la pudorosa mujer saltando de la cama e intentando infructuosamente tapar sus tetas con un brazo y su pubis con el otro. Sus manos estaban brillosas, pringadas de jugos corporales.

—PERDONnnn—Gritó el chico congelándose por unos segundos, antes de desaparecer corriendo, como un venado sorprendido por los reflectores.

Virginia quedó paralizada, luego corrió a cerrar la puerta y finalmente se desplomó victima de una crisis nerviosa. Aquello era su peor pesadilla. Entre sollozos apenas atinó a cubrirse y llamó a Malena, su confidente. Cuando por fin pudo comunicarse, desparramó todo sin siquiera saludar.

—¿Podemos hablar? Decime que sí, porque me quiero morirrrrr me pasó algo horrible—Gritó entre sollozos Virginia.

—Amiga, claro que puedo, calmate, no me asustes. ¿Qué pasó? —Preguntó Malena.

—Algo terrible. Desmond me… descubrió….— confesó, vacilante, Virginia—…masturbándome, Malena!

—¿QUE??? ¿Pero cómo pasó eso? —Inquirió Malena

—No importa cómo. Llegó antes, no se… Yo estaba en mi cama desnuda, masturbándome y de repente miro a la puerta y Desmond estaba parado mirándome sorprendido y tocándose. ¡Se frotaba su entrepierna mientras me miraba! —Describió alarmada la anfitriona a su amiga.

—¡No te lo puedo creer, Virginia! ¿Y ahora?

—¡No sé qué hacer, amiga! Muero de miedo y de vergüenza— Confesó la asustada Virginia.

Malena comenzó a maquinar un plan sobre la marcha y se animó a improvisarlo.

—Vir, tenés que hablar con él—La perversa vicedirectora lanzó la carnada y esperó el pique.

—Si. Pero ¿Qué le digo? —Picó la inocente Virginia.

—Decile la verdad. Sin arrugarte. Que sos una mujer con necesidades insatisfechas y que él te gusta mucho y que fantaseás con él. —Instruyó alocadamente Malena

—¿Vos estás loca? —se escandalizó la pudorosa Virginia.

—Para nada. Tenés que blanquear y al menos arrancarle un compromiso de silencio. De lo contrario, esto puede tener consecuencias serias— Dijo gravemente Malena, acorralando a su amiga.

—Pero… ¡no me animo!— rompió en sollozos.

—Virgina. Escuchame porque esto es lo que vas a hacer: —Sentenció Malena con mas autoritarismo que autoridad— Ahora vas y le decís a Desmond que lo que vio va a ser el secreto entre ustedes dos, y que si él sabe guardar un secreto vos lo vas a saber recompensar.

—Peroo…— intentó resistirse Virginia

—Pero NADA. —Dijo implacable su manipuladora amiga. —Vas y se lo decís. Y tenés que hacerlo con la mayor naturalidad posible, restándole dramatismo y con un toque de pircardía, para mantenerlo entusiasmado y caliente. Eso te va a ganar tiempo, después vemos que hacemos.

Malena estaba pergeñando un plan complejo, pero excitante. Y estaba dispuesta a sacar provecho de la situación.

—OK. Si vos lo decís…. Lo intento—balbuceó Virginia, que siempre había sido furgón de cola de las ideas de su amiga.

—Y no olvides arreglarte y ponerte DIVINA. Provocalo. Hacé que te desee para que no hable— Aconsejó de manera totalmente contraintuitiva y alocada Malena, confiando que Virginia le haría caso.

—Bien. Bien. Deseame suerte—Imploró la desconcertada Virginia.

—Suerte y no temas. Todo va a salir bien, vas a ver.

Ni bien colgaron el teléfono las dos amigas no perdieron paso en dar el próximo paso. Virginia se arregló, peinó y maquilló levemente. Se puso ropa que le marcaba las curvas y que ella sabía atraerían la atención del chico. Luego, borrándose sus miedos de la cabeza comenzó a planear unas líneas. Conforme mas lo pensaba, mas se convencía que los consejos de su amiga eran lo mejor. Siempre le ocurría eso.

Por otro lado, Malena no hizo mas que colgar y llamó a Desmond que la atendió tartamudeando.

—Shhh. No digas nada. Vir acaba de llamarme y contarme todo. Escuchá lo que va a pasar. —Sentenció Malena sin decir siquiera “hola”.

—Si. Si— murmuró aterrorizado Desmond.

—Virginia va a bajar a decirte que le guardes el secreto. Va a intentar provocarte, yo se lo aconsejé. Y vos vas a hacer lo siguiente: —Malena de dio instrucciones como si se tratara de un estudiante en su clase—Vas a comportarte lo más naturalmente que puedas. Vas a mirar mucho sus curvas y su boca y le vas a decir que se quede tranquila, que será el secreto de ustedes dos. ¿ENTENDISTE, Desmod?

—Ehhh.. Si. Entendí. Si. Si. —La mente del muchacho iba a mil por hora.

—Y quiero que la mires muy provocadoramente. Ella te desea y vos a ella. Lo sé. Jugá a la seducción con Virginia. Y si ves que se deja, besala, acariciala, mostrale tu instrumento y deja que juegue con él.  ¿Está?

—Sssssi. Ssssi. Lo haré, Malena. Lo prometo—El muchacho creía estar en un mundo de locos, y lo estaba. Y le encantaba.

—Y una cosa más: Jugá con ella, pero no te la cojas hoy. Si te la cogés me voy a enterar y no nos vamos a ver más. Espero haber sido clara— Amenazó lapidaria la perversa vicedirectora.

—No. Eso no. Haré lo que dices—mostró la hilacha el chico.

—¡Bien! Bueno. Te dejo, preparate y pasalo lindo. Nos vemos mañana, bebé. Besitos—terminó zalamera la abusiva docente.

El chico comenzó a temblar pensando en todo lo que estaba ocurriendo. Pero se recompuso imaginando las enormes oportunidades que se abrían si el deseo entre su anfitriona y él se “blanqueaba” (el chico africano odiaba que los argentinos usaran esa palabra para referirse al sinceramiento: a él le sonaba a prejuicio racista).

De inmediato el chico comenzó a maquinar como responder a Virginia. Y pensó que, si de sincerarse se tratara, el mejor acto de sinceramiento de sus deseos sería el de mostrar su miembro erecto. En ese momento, claro, los nervios le iban en contra y su miembro estaba totalmente flácido, Pero recordando la conversación con Malena no tuvo dudas que, si Virginia se mostraba juguetona y seductora, él tendría algo para mostrar al respecto. Eso le dio confianza.

Estaba rumiando esos sucios pensamientos cuando Virginia tocó suavemente a su puerta.

—Desmond—dijo con suavidad Virginia sobreponiéndose a todos sus miedos— Necesitamos hablar. ¿Puedo pasar?

—Si. Virginia. Pasa—respondió el chico que aguardaba recostado en su cama.

Virginia estaba espléndidamente vestida y arreglada. De “entrecasa”, hubiera dicho ella, pero de todos modos espectacular. Desmond de solo verla se distendió y comenzó a desnudarla con la mirada. Eso fue decisivo para calmar a Virginia, que sintiéndose deseada, y calculó que aquel chico haría cualquier cosa por ella. En efecto, incluso la mas inocente de las mujeres tiene ese instinto básico que le dice cuando un tipo se muere por ella es pasible de ser manipulado.

—¿Puedo? — Preguntó la coqueta anfitriona mientras hacía el ademán de sentarse en el borde de la cama del chico con las piernas elegantemente recogidas

—Sí, sí, claro— Respondió Desmond embobado y moviendo levemente las piernas para darle lugar, pero no tanto, como para asegurar contacto entre la mujer y él.

—¡MY GOD, WHAT A MILF! — Pensó sin hablar Desmond.

—Des… Es sobre lo que viste… Tengo algo que pedirte— Dijo pausadamente, pero confiada la mujer.

—Lo que sea, Virginia—Murmuró Desmond mirándola a los ojos y a la boca alternativamente, mucho mejor de como lo había planeado.

—Desmond. Eso que viste. Debe ser nuestro secreto, mi amor. —Dijo zalamera la, hasta recién, mojigata mujer.

—Si. Si. Será nuestro secreto, Virginia, lo prometo— Respondió el chico embobado.

—Sé que te tomó por sorpresa. Pero si me guardas el secreto, prometo responder cualquier pregunta que tengas al respecto. Lo que sea—Invitó Virginia.

El plan era engatusarlo haciéndolo preguntar cosas íntimas.

—¿Puedo preguntarte lo que sea? ¿ahora? —Inquirió el chico incorporándose y devorándola con la mirada al tiempo que sentía su verga crecer en sus pantalones.

—Emm. Si. Claro. Y ahora… bueno… no tenemos mucho tiempo, pero si hay algo urgente, preguntame—Coqueteó la mujer ocultando todos sus miedos detrás de una sonrisa y de un atrevido guiño.

Al hacerlo, Virginia se sintió genial. Comportarse así la hacía sentir en control y poderosa. Algo que nunca había sentido en su vida.

—Bueno… claro… Unas preguntas rápidas…—Auscultó Desmond cada vez mas excitado.

—Si, mi vida. Preguntame—Invitó Virginia sorprendiéndose a si misma (y al chico) mientras apoyaba una de sus manos en las piernas del chico.

—¿Tú tienes fantasías pensando en mí? — Preguntó el chico Afroamericano sin anestesia y dejando que los nervios le hicieran olvidar del sujeto tácito del español.

La pregunta descolocó a Virginia por lo directa. Pero la mujer, sabiéndose en control, se dio permiso de intentar envolver al chico en su telaraña.

—Si, Desmond. Las tengo, mi vida. Me gusta imaginarte… Imaginarnos… juntos, bah. ¿Puedo confiar en que me guardarás el secreto? —Maniobró hábilmente la mujer, compartiendo nada nuevo, realmente, pero invitando al chico a ser su cómplice.

—Si. Si. Claro… y para que sea nuestro secreto, quiero compartirte uno yo—Retrucó el chico recordando que tenía luz verde de Malena para avanzar sobre Virginia hasta todo, menos la penetración.

Virginia no respondió, pero lo invitó a seguir con la mirada, y con las caricias en sus piernas y muslos.

—Yo también fantaseo mucho contigo. Muchísimo, Virginia. Y… Me toco cuando lo hago. Y… si vieras como me pongo…— Desmond ya lo había hecho. Había arrojado el espinel encarnado y estaba esperando que el pez picara.

Virginia no se hizo rogar y mordió la carnada con total seguridad que dentro de ella había un anzuelo del cual no podría zafar. Y no quería zafar.

—¿Cómo, mi amor, cómo te ponés? Contale a mami—Invitó Virginia sintiéndose totalmente y felizmente sucia llamando de “hijo” al muchacho que intentaba seducir.

—Me pongo muy duro acá, Vir…—Dijo Desmond frotándose sin pudor alguno la verga por encima del pantalón mientras seguía explicando—Acá en el miembro. Se me pone duro y enorme y sólo hay una manera de calmarlo cuando pienso en ti de esa manera

Aquello era una locura. Era saborear las mieles de la lujuria mas prohibida. Y el sabor estaba agradando a Virginia.

—Contame cual es esa manera, Desmond. Contame ese secreto— Invitó seductora Virginia con su cerebro saturado de deseos por aquel joven hombre.

—Debo acariciármela mucho, mucho, imaginado que eres tu la que lo haces, hasta venirme. Tu sabes, ¿NO? Venirme mucho.

—¿Sí Desmond? ¿Mucho? ¿Cuánto? —Virginia ya no sabía cómo parar aquello, y  por lo tanto se decidió a empujarlo a continuar.

—¿Quieres verlo? —Preguntó el chico empujando al gol la pelota que la madura anfitriona le había servido en la puerta del área.

—¿Ahora? —Intentó recular Virginia

—Estoy tan caliente que no voy a durar mucho, lo prometo—Desmond cortó la retirada de la mujer.

—Bbbueno. SI. ¡Dale! —Se escuchó decir Virginia, como si fuera espectadora de una fantasía ajena.

Desmond comenzó a frotarse entusiasmado mientras Virginia se hizo levemente hacia atrás para observarlo.

—Primero me quito la ropa así—Explicó el chico. Y sin dar tiempo se deshizo de la camiseta exhibiendo su musculatura a la sorprendida Virginia.

—¡Wow! Sos muy fuerte y sexy, Desmond— Azuzó Virginia al chico que no paraba de tocarse por encima de su pantalón

—Y eso que aún no has visto todo— Fanfarroneó el muchacho

—¡No me hagas esperar! ¡Dale! —Rogó Virginia tironeando de los pantalones del chico y mirando el bulto que se estaba tocando el adolescente.

Desmond comenzó a desprenderse el pantalón mientras Virginia tironeaba del mismo sin ningún pudor ni decoro. En la habitación ahora reinaba el silencio y sólo se escuchaban el roce de las manos con la tela, el tintineo de la hebilla del cinturón y la respiración agitada de los dos cómplices.

Cuando Desmond terminó de desprender el pantalón, se apoyó sobre sus codos y levantó el culo de la cama. Y entonces los (hasta ahora) infructuosos tironeos de la desesperada madura surtieron efecto y Virginia se encontró aferrada al pantalón a las alturas de las rodillas del muchacho, al tiempo que un renegrido obelisco de carne se elevó de un violento chicotazo frente a sus atónitos ojos. En efecto: en la puja ardiente había arrancado pantalón y calzoncillos en un solo saque.

Virginia quedó con la boca abierta tan grande como los ojos, sin poder ocultar una mirada de sorpresa. Y Desmond aprovechó la confusión para volver a recostarse y aferrarse la verga con su mano, para comenzar a auto-estimularse.

—¡WOW! Es… ¡ENORME! —Exclamó Virginia tironeando aún más de los pantalones, para seguir bajándolos hasta hacer tope con las zapatillas, pero sin dejar de mirar aquel fenómeno.

Era una verga grande, muy grande. Oscura. No tenía prepucio y la cabezota era rozado oscuro. La mano del chico no la podía cubrir toda, claro, y subiendo y bajando dejaba entrever que gruesas venas engorgoritadas de sangre la surcaban en todo lo largo. Los huevos estaban depilados y se veían abultados e inflamados, Y ella se los imaginó cargados a rebozar de leche, porque no sabía que ya habían sido vaciados un rato antes por la boca de su mejor amiga. La voz del chico la sacó del trance en que estaba.

—Tú la haces poner así. Grande, gorda y dura—Dijo Desmond ahora seguro de sí mismo.

Virginia era una autómata. Lo miraba a los ojos y a la verga alternativamente mientras se humedecía o se mordía los labios. Seguía con la mirada la mano subiendo y bajando por el enorme falo y a la vez, inconscientemente, quitaba el calzado del chico para poder liberarlo de los pantalones.

Desmond Seguía pajeandose fanfarronamente, decidido a acabar como un animal. Pensó incluso que, si ella no se animaba aquella noche a pajearlo, él no la presionaría, porque una paja con audiencia era también una experiencia nueva.

—¡Oh siii! ¡Me gusta tocarme así imaginando que es tu mano, Virginia! —Jadeó Desmond mientras abría las piernas y la anfitriona se le acercaba acariciándolo cautelosamente en las renegridas extremidades.

—UFFF se sienten suaves tus manos en mis piernas. Muy suaves—Incitó el joven a la madura, que siguió subiendo como imitando un masaje, hasta llegar a las ingles.

El chico aceleró primero la paja jadeando y subiendo y bajando la mano sobre aquel imponente pene.

—Si si sii, asíii ¡suave! — Dijo el chico pajeando freneticamenmente mientras las manos de la madura se acercaban más y más a sus huevos.

—No pares, Desmond, no pares—Dijo la madura retirando ahora las manos y volviéndolas a subir, para luego prometer—Hoy lo hacés vos, así yo aprendo lo que te gusta, mi amor, para hacértelo la próxima vez.

—Ahhggg sí, yo me lo hago, tu mira, Virginia, mira como me pones—El chico ya estaba decidido a pajearse hasta el final.

La mujer masajeaba y sobaba los muslos, a veces en su cara interna, llegando a rasguñar los enormes y negros huevos del estudiante de intercambio sin parar de mirar al chico a los ojos y a la verga alternativamente.

—Ahh ahhh agghhh voy a venirme, Virginia, voy a venirme! —Anunció el chico al tiempo que el glande de su verga comenzaba a supurar gotas de líquido viscoso.

—En tus abdominales, mi amorrrr échalo todo en tus abdominales—Sugirió Virginia poniendo al descubierto su fantasía.

—¡Ahí me vengoooo siiiii para tiiiii! — Dijo el chico haciendo caso omiso a los pellizcos rabiosos de aquella desbocada mujer. Y de inmediato un soberbio chorro de viscoso y blancuzco semen brotó de la punta de la renegrida verga y fue a dar violentamente en el pecho del chico, desde el cual resbaló al abdomen

—¡SI! ¡ESOOOO MASSSS! —Imploró Virginia montandose de rodillas en la cama entre las piernas del chico.

Y el muchacho no la desilusionó, chorro tras chorro de esperma viscoso se fueron estrellando sobre el pecho y abdomen del joven adonis hasta quedar totalmente agotado, con la verga aún dura y erecta en la mano.

—¡UFFFFF increíble! — Dijo la madura mirando al chico, que resoplaba entre estertores de placer y le sonreía diabólicamente.

—Así me haces poner, Virginia. ¿Me guardas el secreto? —Invitó con perfidia el muchacho

Virginia atinó a lanzarse a su cuello, abrazándolo y besándolo como una posesa, sin importar que su ropa se manchaba del pegajoso semen que colgaba del pecho y vientre del chico. Desmond, tomado por sorpresa inicialmente, no tardó en estrecharla contra su cuerpo y comerle la boca de la manera que le había enseñado Malena. Con lamidas y mordiscos en los labios.

—Bueno, bueno, bueno, amor, calma, calma—Dijo la madura, entre besos, tanto al chico como a si misma. —¡Debemos cuidarnos mucho! Y ahora debemos actuar como que nada ha ocurrido, para que sea nuestro secreto. ¿Si?

Era increíble. La pudorosa e inocentona mujer que se avergonzaba de pajearse en soledad, ahora estaba tornada en una fatal esposa infiel.

—Si. Si. Claro— Dijo el chico entre beso y beso— Debemos cuidarnos. Alguien puede venir en cualquier momento.

—Si, mi amor. Ahora no podemos seguir. Pero ya cuando estemos solos podremos hacer más cositas, ¿si? —Prometió a modo de soborno la flamante esposa infiel.

—Por supuesto, Claro… Imagina como me voy a venir cuando tu estés desnuda—Se apuró a sugerir el muchacho sabiendo que aquella sesión terminaba. Y logró arrancar una promesa de Virginia para la próxima vez.

Después de pocos segundos (y de muchos besos), Virginia abandonó la habitación para ir a cambiarse y Desmond comenzó a limpiarse el semen y a vestirse con premura. Para cuando Desmond intentó llamar a Malena se encontró con el buzón de voz, porque la línea estaba ocupada por Virginia que le contaba los detalles a su amiga mientras se cambiaba de ropa.

No entraremos ahora en detalles de la conversación. Pero basta decir que Malena extrajo de Virginia el relato que acabo de contar con lujo de detalles. Y, por supuesto, festejó y aplaudió cada movida, siempre fingiendo ignorancia y sorpresa sobre las dimensiones y atributos del chico que ella conocía en detalle.

Finalmente, la conversación se cerró con otra serie de interesados consejos de Malena a Virginia, entre los cuales le dijo que debería seguir avanzando con el muchacho, pero cuidándose mucho de levantar sospechas y no cambiando las rutinas del chico, el cual debería seguir asistiendo normalmente al colegio y a las clases de apoyo con ella para no levantar ninguna sospecha. Virginia intentó protestar alegando que las horas después de la escuela eran aquellas en la que ella y Desmond podrían estar juntos. Pero Malena, pérfidamente inflexible le indicó que debían ser pacientes y confiar en ella.

Más tarde Malena llamó al chico, que la atendió a escondidas y confirmó lo contado por Virginia. Entonces Malena procedió a instruirlo.

—Por haber sido tan buen chico, mañana vas a recibir una recomensa especial de mi parte, bebé. Pero debes hacer todo lo que te diga.

—Lo que ordenes—Se sometió Desmond.

—Por la mañana, cuando estén a solas, tenés que provocarla y excitarla. Debes tomar la iniciativa sin pedir permiso: besarla, abrazarla, decirle cosas excitantes. Tocarla por todos lados. —Indicó.

—Será un placer—Bromeó el chico.

—Y deberás ser muy disciplinado. No debes ceder a desnudarte por las mañanas. Ni llegar tarde a clase por ningún motivo. No importa cuan caliente estés, debes cortarla cuando corresponda. ¿OK?

—Si. Si. Lo que tu digas. —Aceptó el muchacho.

—Así me gusta jajaja. Y a la salida de la escuela te venís a casa. Que vas a recibir el premio— Prometió Malena.

Desmond, loco de contento, prometió cumplir todo, sabiendo que lo que hiciera, Malena sería la primera en enterarse por su amiga.

Finalmente, los ruidos de la sala indicaron que el resto de la familia de Virginia había llegado: su esposo y su hijito Silvio.

Aquella noche fue tremenda para todo el mundo. Malena, muerta de lujuria por su propia experiencia mamatoria y por la historia del pajote de Desmond con virginia como espectadora la pusieron terriblemente excitada, lo suficiente para tener delicioso sexo con su esposo al tiempo que se preguntaba cómo sería tener adentro a Desmond.

Desmond no pudo dejar de pensar en los acontecimientos del día. Aquellas dos mujeres estaban dispuestas a tener sexo con él diariamente. Malena, sin dudas, tenía algo tramado con su amiga. Y Virginia ahora estaba a su disposición en la casa en que él vivía. ¿Qué más podía pedir?

Virginia, por otro lado, no paró de fantasear con Desmond. Aquello era espectacular. Poder hacerlo y contárselo a su amiga lo hacía doblemente delicioso. También eso profundizó su asco y repugnancia por su marido. Quien, como cada noche, intentó acercarse a ella infructuosamente.

Mario, se durmió feliz y agradecido de tener una esposa tan dulce y fogosa. Mientras que Francisco maldijo a la suya y se prometió retirarse por una semana al campo, a donde llevaría varias prostitutas del burdel del pueblo para darse los gustos que en su hogar le negaban. Tomó la decisión creyendo que su ausencia de casa sería un castigo a su esposa, pero sin saber que aquello sería en verdad una bendición para Virginia.

Agradezco los comentarios, y sobre todo la paciencia, de los lectores y lectoras. He andado con poco tiempo, pero he intentado hacer tiempo para escribirles esto por el buen feedback que he recibido.