Un estudiante de intercambio II
Un adolescente afroestadounidense es estudiante de intercambio en un remoto pueblo pampeano y se transforma en objeto de los deseos de jóvenes y maduras mujeres por igual. Este relato contiene poco sexo, y describe el acercamiento del chico a la mujer que le brinda alojamiento.
Esta es la segunda parte del relato “ Un estudiante de intercambio: El pajote de la vicedirectora ” (https://www.todorelatos.com/relato/142848/). Recomiendo leer eso primero para comprender mejor a los personajes y las circunstancias. Pero dejo un brevísimo resumen para los que elijan no leer la primera parte
Capítulo 1: Desmond es un Estudiante Afroamericano de 19 años que se encuentra de intercambio en Argentina. Por su complexión física, sus agraciadas facciones y su carisma cae muy bien a su madura anfitriona, Virginia, a la vicedirectora de la escuela, Malena (que son amigas entre sí) y a la sobrina de Malena, Andrea, que asiste al mismo instituto privado que Desmond. Malena, intrigada por comprobar si el rumor sobre el tamaño del miembro de los africanos termina haciendo una paja al muchacho extranjero.
Desmond regresó a la casa donde se hospedaba, aturdido por lo que acababa de ocurrirle. Malena era una mujer realmente atractiva, pero era mucho mayor que él, además de ser la vicedirectora de su escuela, y, por si fuera poco, estaba casada. Y, sin embargo, todo eso no le había impedido a aquella maravillosa hembra hacerle una paja de campeonato. El chico recordaba todo lo ocurrido con lujo de detalles. Especialmente se dibujaron en su memoria las expresiones faciales de aquella experimentada mujer. Era obvio que, del miedo y la duda iniciales, Malena había pasado a la sorpresa y luego a la lujuria y lascivia total. Incluso, al despedirlo, parecía estar rodeada por un aura maléfica.
Fuera como fuere, recordar todo aquello tuvo como consecuencia para Desmond una nueva erección. El chico apenas podía caminar naturalmente y sólo pensaba en llegar a su casa para encerrarse en la habitación y masturbarse, a pesar de que hacía menos de quince minutos su reserva seminal había sido literalmente agotada por la paja de Malena.
Tal era el ensimismamiento de Desmond que al entrar a su casa no reparó en la sexy indumentaria que vestía su anfitriona, Virginia, sino que se limitó a besarla en la mejilla y buscar una excusa fácil para ganar la privacidad de su cuarto.
—Hola Má, me ha ido genial, ya hice toda la tarea con Malena y estoy llegando tarde a una llamada que les tengo prometida a mis padres en Wisconsin. —Dijo el joven atropellado, apenas besando a su “mami de intercambio” y corriendo a encerrarse en el cuarto como hacía siempre que hablaba por Skype con su familia en USA.
Virginia estaba completamente desilusionada. No podía creer que Desmond no se hubiera fijado en ella. Se había puesto un mini-short bien ajustado (para lo cual se había ido a hacer una depilación integral) que marcaba las redondeces de su cola, y lo había combinado con una camisetita que le marcaba los pechos parados (gracias al corpiño push up). Además, estaba maquillada y producida sólo para su “hijito postizo”. Aquello no era normal. En general Desmond se quedaba embobado mirándola, o, al inclinarse a darle el beso de cachete con que se saludan los argentinos, aprovechaba a espiarle la canaleta de su escote, pero esta vez no había pasado nada de eso.
Por el otro lado, a Virginia le habían sobrado los breves instantes del saludo del muchacho para chequearlo de arriba abajo y había creído notar que su pantalón de jean estaba muy abultado. ¿Sería una erección? La madura y atractiva anfitriona entró en pánico, por miedo a que Desmond hubiera andado por ahí morreándose, o incluso peor, toqueteando a una borreguita del secundario. La sola idea que la culpable de la erección podría haber sido Andrea, la casquivana sobrina de su mejor amiga la hizo temblar de terror. Obviamente, si Desmond, se agarraba un metejón con Andrea, ella podría olvidarse de seguir provocando al chico. Porque a sus 40 no se sentía capaz de competir con una pibita de 18. Al borde de una crisis, Virginia atinó a llamar a su mejor amiga
Cuando sonó el móvil mostrando el número de Malena en el caller ID, Malena estaba preparada para lo que viniera.
—¡Hola, Vir! ¿Cómo va todo? ¿Llegó Desmond a tu casa porque de acá salió hace rato? —Respondió la vice pajeadora.
—¿A qué hora exactamente salió de tu casa? —Se atropelló a preguntar la desesperada “mami” sin responder a su amiga.
—Virginia, ¿pasa algo? ¿No llegó? No me asustes, te lo ruego, pero no se fue hace tanto… 15 minutos, 20, ¿media hora? No miré el tiempo exacto. ¿Qué te pasa? —fingió angustia la acosadora.
—Disculpame, amiga, sí llegó hace un ratito. Está en su habitación, pero…—Virginia no sabía por dónde comenzar sin quedar como una babosa y una abusadora.
—Pero ¿qué? —inquirió Malena fingiendo preocupación. —¿Está todo bien? ¿A qué viene semejante angustia en tu llamado, Vir?
Malena ya intuía que, si Virginia había descubierto algo, no lo asociaba con ella, pero así y todo quería asegurarse.
—Ufff… no sé por donde empezar, pero…. Desmond llegó y casi ni me miró, y se fue a encerrar en el cuarto— Explicó la desconcertada virginia.
—Bueno… ¿y eso es algo malo? —auscultó la responsable de la calentura del muchacho.
—No. No es malo. Pero tampoco es común. En general el llega y conversa conmigo, me mira mucho… y… hoy nada… no me prestó atención a pesar de que me había vestido… ¡ay! ¡Me da vergüenza! —Virginia era una bola de nervios.
Malena comprendió lo que pasaba y decidió jugar con su amiga y simular ser confidente de sus bajos instintos.
—Tranquila, Amiga, podes confiar en mi—Invitó seductora la pérfida docente.
—Es que… bueno… vos sabes como se pone Desmond mirándome. Y no te voy a negar que a mi me halaga, entonces hoy me puse super linda para esperarlo y cuando llegó ni me dio bola. Además, noté algo…—Confesó Virgninia.
—¿Qué notaste? —preguntó Malena ocultado sus nervios
—Creo que entró a la casa y traía una erección. Pero… si era eso… no era por mí, porque ni me prestó atención—Hipotetizó Virginia desnudando todos sus sentimientos, miedos y pensamientos frente a su pérfida amiga.
Malena pudo ocultar su felicidad y euforia gracias a que la conversación era telefónica.
—¡Qué raro! Que raro que no te mirara, porque conociéndote imagino que debes estar espectacular. Pero lo que no me resulta raro es que tuviera una erección. ¿no es eso normal en los adolescentes? —Quiso distender Malena
—Bueno… si… es normal… pero mi preocupación es que puede estar en algo con alguna chica. ¿Vos sabes dónde está Andrea ahora?
—jajaja. Tranquila, Vir, tranquila. Andrea estuvo con Juanpi toda la tarde, recién hablé con mi hermana que la pasó a buscar por la casa de los García Etchegoyen y ella SI tiene motivos para preocuparse de lo que estuvo haciendo “la nena” hoy, no vos—Malena sonó algo irónica.
—Pero ¿entonces, por qué estaba así mi Desmond? ¿Vos no notaste…? —interrogó Virginia mostrándose enfermizamente posesiva con el joven semental africano.
—Jajaja. ¡Pero como voy a notar! Que se yo. ¡Seguro que en el camino a casa los amigos le mandaron por whatsapp un video porno y a Desmond se le levantó todo! —Teorizó la madura que era la verdadera causa de la erección.
—Tenés razón. Seguro es algo así—Coincidió aliviada Virginia y luego volvió a mostrarse vulnerable—Entonces ahora debe estar “estimulándose en su cuarto”…
—¡Amiga, basta! Quedate tranquila y esperá que salga. Si tu preocupación es si se fija en vos o no, provocalo un poquito, ponete cerca, tocalo un poco. —Sugirió inapropiadamente la profesora.
Al escuchar eso Virginia se alarmó. No solo había confesado sus inmorales preocupaciones de mujer ignorada por un crío, sino que ahora recibía lascivas sugerencias de su mejor amiga y profesora del chico. Sin embargo, la ceguera que provocaba el deseo, pudo más que la razón.
—Si, ¿verdad? Debo ser mas expresiva y tomar la iniciativa, ¿verdad? —Pidió apoyo Virginia.
—¡Obvio! Pero tenés que calmarte. Date unos minutos y serenate. Sentite confiada. ¡Sos una bomba, querida! —Malena acarició el ego de la madura con baja autoestima.
Con el atizonamiento de su mejor amiga, Virginia se retiró a su habitación a recostarse, descansar breves minutos y prepararse para asediar con sutiles provocaciones al chico adolescente que se hospedaba en su casa. Aun tenia al menos dos horas antes que su esposo Francisco regresara del campo con el hijo de ambos.
Del otro lado de la línea, ni bien colgó, Malena llamó a Desmond. El chico estaba desnudo en su cama, recuperándose de otro brutal orgasmo que se había autoinfringido imaginando que era la mano de Malena la que volvía a ordeñarlo. El zumbido del móvil lo sobresaltó. Y ver que era una llamada de Malena lo enloqueció aún más.
—Hola, ¿profe? —Preguntó el joven sintiendo que se le volvió a parar la verga de tan solo saberse buscado por la fémina fatal.
—Hola Desmond, escúchame porque no tengo tiempo. Virginia sospecha algo— Le soltó sin anestesia.
—¿QUE? —El chico sintió que entraba en pánico.
—Callate y escúchame. Me llamó porque entraste a la casa y no le prestaste atención como solés hacer. También dijo que tenías una erección— La madurona hablaba con la frialdad de una espía de la KGB.
—Yo no….—El chico no sabía dónde meterse.
—jajaja tranquilo. Si la erección era pensando en mí y mis habilidades, me siento alagada, bombón. Pero tenés que ser menos obvio—Instruyó Malena y prosiguió— A mi me vas a poder tener cuando quieras, pero no podés desatender a Virginia. A ella le gusta que la mires y le prestes atención.
Malena disfrutaba jugando de aquella manera con el chico, sabiendo que cuanto mas caliente llegara de su casa (sin importar quien le provocara la calentura), mas lo iba a gozar ella.
—¿Si? —Desmond estaba aturdido.
—Si. Ella se viste provocativa para vos. Le gustas mucho. Y cuando a una mujer le gusta un hombre, percibe todo. Vos no podés darte el lujo de dejar de prestarle atención a Virginia. ¿Entandes? —Malena instruía con perfidia al chico, iniciándolo en una espiral incontenible de lujuria prohibida.
—Si. Si. Entiendo— Contestó el chico, aceptando el juego y sintiendo que se le volvía a parar la verga, ahora acaso por lo que acababa de escuchar Virginia, tanto como por estar hablando de ello con Malena.
—Bueno. No tengo mucho tiempo. Cuando termines tus cositas—dijo juguetonamente Malena—Salís y le das la atención que Virginia merece. Y no olvides ser MUY discreto, no te pases de la raya, y no dejes que nadie sepa esto. El flirteo entre vos y Virginia será el secreto de nosotros tres, porque ella me contará todo.
Malena acababa de convertirse en la mente maestra y manipuladora de un pérfido esquema erótico prohibido, y ella disfrutaba ese rol enormemente. Desde que había tenido su ultimo amante regular, años atrás, que no se sentía tan empoderada por una relación prohibida. Aquello era increíble.
Virginia se acomodó el pelo, la ropa y se miró al espejo. Estaba realmente buena. era inexplicable que Desmond no se fijara en ella. Regresó a la cocina respirando profundo.
Desmond rumió lo que le había dicho aquella terrible mujer fatal y no pudo evitar tener otra erección. Se acomodó el paquete de la manera en que se notara lo menos posible. Era increíble que esas mujeres adultas estuvieran tan obsesionadas con él. Pero claro, luego recordó la fama de los africanos y pensó en la falta de diversidad a la que estaban expuestas esas mujeres casadas en la remota Pampa Central, y por lo tanto era obvio que iban a sentir curiosidad. Acaso estaba en él permanecer atento a que tan lejos estaban ellas dispuestas a llegar en su curiosidad. ¿Acaso, podría tener a Virginia y a Malena a disposición para que lo pajearan diariamente? El mero pensamiento de eso lo llevó a imaginar una “paja cooperativa” entre las dos, al estilo trio-porno ,y sólo el dolor provocado por la erección reprimida por su pantalón, lo hizo volver a la realidad. Se volvió a acomodar y salió a la sala a buscar a su “mamita postiza”. La encontró en la cocina, aparentemente concentrada en cocinar y se le acercó decidido a darle toda su atención.
Virginia lo escuchó venir y simuló desentenderse, concentrada en preparar algo para la cena. Un frio eléctrico le corría por la espina, provocado por la inseguridad, como si fuera una adolescente a la cual le acaban de colocar ortodoncia y no sabe como lo va a tomar el chico que le gusta. Lo escuchó venir, pero pretendió no notarlo fingiendo ensimismamiento en la cocina. Pero se sobresaltó genuinamente cuando sintió la mano de Desmond en la cintura.
—¿Qué hacés, má? — Dijo el joven gigante poniéndose a la par de Virginia y aferrándola en un abrazo por la cintura.
Virginia sintió por un lado a Desmond apoyado en su costado izquierdo, el brazo en su espalda y su manota en el hueso de la cadera del lado derecho. La firmeza del toqueteo supuestamente fraterno la hizo enloquecer
—¡Ay! Me asustate jajajaja— Mintió ella largando los utensilios y volteándose a abrazar al chico.
Desmond la correspondió aferrándola y sintiendo sus pechos apoyarse en los pectorales
—Perdón, Vir, no quise asustarte— dijo el chico separándose de ella para chequearla de manera descarada—wow, má, que bonita estás hoy. ¿Te cambiaste ahora o no lo noté al llegar?
—jajajaja. ¡No seas pavo! —Jugó coquetamente Virginia como no lo hacia desde su adolescencia— Y ya estaba así. ¡No lo notaste! Que apuro llevabas, ¿eh?
—¡ups! ¡Perdón! Es que le había prometido a mi madre que….— el chico fingió vergüenza con maestría y siguió adulando a la hipnotizada madre de familia—Pero ¿Cómo pude no haber notado esto? ¡Estás fantástica!
Desmond le miraba descaradamente los pechos y hacia girar a su “mami postiza” y le miraba la cola. Virginia sabia que aquello era totalmente inapropiado, pero le importaba un comino, porque se sentía en la gloria observada y desvestida por la indiscreta mirada de aquel aparentemente inocente gigante de ébano. Incluso posó para él sugestivamente, inflando su pecho, parando la cola y poniendo sus brazos en jarra apoyados en sus caderas.
Para redondear el engaño pergeñado por Malena, Desmond se dedicó a conversar distendidamente con Virginia, contándole nimiedades de la escuela y novedades inventadas sobre lo que ocurría en Wisconsin (a pesar de no haber hablado con su familia). Durante esa charla se le hizo obvio que Virginia estaba embobada con él y aprovechó el momento para bromear y tocarla. Le tomó las manos, le apoyó el brazo en la espalda, o le acarició los brazos, haciendo temblar de emoción a la madura e insegura mujer. Al final, los dos sellaron un inapropiado pacto de connivencia para mentir a la familia de Virginia.
—Desmond, mi vida, debo terminar esto y cambiarme, no quiero que Francisco me vea así porque se pone re-pesado— dijo con frialdad Virginia
—Si, si, claro. Yo me voy a hacer el que estuve todo el rato en el cuarto tonteando con mi teléfono—se hizo cómplice descaradamente.
Se dieron otro beso, ya innecesario y fuera de toda costumbre y uso local, y esta vez ella lo besó muy cerca de la comisura de los labios mientras Desmond la sostenía firmemente por la cintura. Pero lo mas sorprendente fue que cuando el chico se volteó para retirarse ella le dio un chirlo en la cola.
Desmond se volteó y la tomó de las manos y forcejearon como dos adolescentes en celo. Bueno… al menos uno de ellos era adolescente (pero ambos estaban en celo). Luego, entre guiños y miradas provocadoras se separaron y cada uno atendió a lo suyo.
Al llegar a su habitación, Desmond sentía que le dolían los testículos de la calentura. Llamó a Mariana y la puso al día de lo ocurrido. Ella se sintió enormemente excitada y lo azuzó y provocó cargándolo y prometiéndole resarcirlo en el próximo encuentro. Antes de cortar la comunicación, la Madura vicedirectora decidió reafirmar su autoridad.
—Desmond, tengo un pedido más—Dijo Malena cuando casi se despedían—No te alivies, bebé, aguántalo y vení a verme a casa mañana después de la escuela. ¿Si?
—¿Eh? ¡Si si si claro! —Prometió Desmond antes de cortar, enloquecido de lujuria.
Malena se regocijó de lo que ocurría. Con Virginia provocando continuamente a Desmond, pero siendo ella sumamente mojigata, nunca se atrevería a dar el paso y el chico dependería de Malena para satisfacer sus necesidades. Incluso cuando cruzó por su mente la remota posibilidad de Virginia sucumbiendo a sus bajos instintos y avanzando carnalmente sobre el chico extranjero, se sintió intensa excitada. Mientras todos esos pensamientos cruzaban por su cabeza, Malena recibió el esperado llamado de Virginia que le contó todo lo ocurrido con lujo de detalles. La docente la estimuló a compartir y la alentó a continuar el juego enfermizo de provocar al chico del cual debía en verdad ser una “segunda madre”.
Virginia colgó totalmente excitada y envalentonada, al sentirse validada por su amiga. Luego actuó con premeditación y alevosía, cambiándose la provocativa ropa a un pantalón de yoga abultado y a un buzo poco revelador. Se quitó el maquillaje y bajó a la cocina a terminar la cena y a reunir a la familia en torno a la mesa vespertina. Por primera vez en su vida, Virginia engañaba deliberadamente a su esposo. Pero en su mente, aquello no era infidelidad.
Mas tarde, al ir a la cama con sus respectivas cónyuges, los esposos de las dos tentadas maduritas tuvieron actitudes completamente distintas. Francisco, como casi siempre avanzó autoritario, intentando manosear a Virginia como un corto paso previo a quitarle la ropa y montarla. Mario, al contrario, intentó conversar con su esposa sobre los sucesos del día abrazándola dulcemente y sin mostrar intención sexual alguna. Los dos se llevaron una sorpresa.
Virginia le quitó las manos y le dijo que no tenía ganas. Ni siquiera tuvo la delicadeza de fingir un malestar para esconder el rechazo, sino que directamente lo enfrentó diciéndole que no le apetecía. Francisco intentó insistir, haciéndose el sordo primero, y luego haciéndose el payaso, y no consiguió nada. Entonces, enfurecido, se dio la vuelta y se dispuso a dormir. Virginia, volteada hacia el otro lado, se dedicó a imaginar que era Desmond con quien compartía la cama. Sintió amor, lujuria, culpa, calentura. Y luego se durmió feliz recordando las impúdicas manos del chico tocándola en sus caderas y espalda.
Malena, al contrario, sin prestar atención a lo que decía su esposo, comenzó a besar apasionadamente a Mario diciéndole cuanto lo amaba y deseaba. Se montó a horcajadas del hombre y le pidió sin anestesia que la cogiera. Mario, gratamente sorprendido, intentó bajar a darle un cunnilingus, para ponerla a punto antes de penetrarla, como siempre acostumbraba a hacer, pero Malena lo rechazó y le exigió ser penetrada sin demoras. Se quitaron las ropas salvajemente y reposicionada sobre su esposo, dejó que la verga de él se deslizara fácilmente en su concha. Unas pocas entradas y salidas de la respetable verga de Mario en la encharcada vulva de su esposa bastaron para hacerla venir entre gritos y gemidos. Aquello no era normal, pero Mario lo aceptó encantado. Si bien no tuvo tiempo de eyacular, se sintió poderoso de haber hecho que su mujer alcanzara el orgasmo tan fácilmente. Posiblemente se sintió así porque no sabía que Malena estaba imaginando ser poseída por el joven semental afroamericano y esa era la causa de semejante excitación. Mariana se durmió agotada, abrazada a su esposo y pensando que en la próxima visita de Desmond le iba a dar algo más que un pajote.
Desmond, por otro lado, en la oscura soledad de su cuarto, tuvo que morderse los dedos con tal de no pajearse. Se lo había prometido a Malena. Las fantasías luchaban en su mente con cierta culpa. Por momentos pensó en Andrea, una chica de su edad que realmente le gustaba mucho, y comprendió que ahora ya no podría salir con ella, porque no podría contarle que tuvo sexo con su tia, y mentirle sería injusto. También pensó en su propia mamá en Wisconsin, y la indignación que le provocaría saber que su hijo tenía sexo con una mujer de 40 que se suponía debía cuidarlo. También sintió malestar al pensar en Silvio, el hijo de Virginia que lo admiraba y seguía como a un primo mayor. ¿Qué pensaría ese chico si se enterara que Desmond estaba jugando a flirtear y toquetear a su madre? Pero entre tanta inseguridad, le bastó al joven forastero recordar la manera en que Malena se colgaba del pellejo de su verga, subiéndolo y bajándolo mientras le gritaba que le diera leche, para convencerse que al día siguiente visitaría a la vicedirectora en busca de una segunda vuelta, y que si se le presentaba una oportunidad similar con Virginia, la aprovecharía.
CONTINUA.