Un estudiante de intercambio: El pajote de la vice
Un adolescente afroestadounidense es estudiante de intercambio en un remoto pueblo pampeano y se transforma en objeto de los deseos de jóvenes y maduras mujeres por igual, hasta que termina sucumbiendo a los más bajos instintos de una atractiva mujer que es vicedirectora del colegio.
En el momento en que ocurrió esta historia Malena era profesora de ciencias sociales y vicedirectora de un instituto secundario privado en un pueblo de la Provincia de La Pampa, Argentina. A sus 40 años, ya llevaba 15 casada con un acaudalado abogado casi diez años mayor que ella. No habían tenido hijos por decisión unilateral de Malena y a pesar de los incesantes reclamos de Mario, su esposo. Malena era una típica mujer moderna de clase media-alta provincial Argentina: Liberal, en ciertas cuestiones sociales (especialmente de género), pero profundamente conservadora en política económica. El aspecto de Malena era el de una mujer casi 10 años más joven. Extremadamente delgada, relativamente alta, jovial, sin arrugas en su cara, de sólido pelo castaño (teñido?) y portadora de unas tetas y un culo siempre parados (gracias la inteligente combinación de dietas, ejercicios y ropa apropiada). Malena era una líder natural: presidenta de la asociación cooperadora del instituto, tesorera del capítulo local de la sociedad protectora de animales. Rotaria.
Mario, por el contrario, representaba algo más de los 48 que tenía, por ser canoso, panzón y por acumular un buen número de arrugas en su cara. Su mayor energía siempre estaba puesta en su estudio de abogado y en la consecución de deportes elitistas: Rugby y Polo en su juventud. Pesca con mosca y golf más tarde en su vida. Todos deportes de gente de alto poder adquisitivo con la cual tanto él como Malena adoraban codearse.
A pesar de las diferencias que siempre tuvieron con respecto a formar una familia, Malena y Mario eran esposos, amigos y compinches, y habían pasado por muchas cosas juntos. El corto noviazgo y los primeros años de matrimonio fueron de lujuria e idilio gracias a que Malena estaba totalmente deslumbrada por el joven Mario. Juntos recorrieron La Argentina y el mundo e hicieron el amor apasionadamente en cada sitio que visitaron. Cuando Malena se adentró en los 30, las discusiones entre ellos por la materninad/paternindad los enemistó e incluso los volvió hostiles a uno con el otro. Durante este período Mario se refugió en el trabajo, ganó mucho dinero y más peso. y Malena comenzó a flirtear con otros hombres, aunque casi nunca en su pueblo, donde guardaba las formas de una señora bien. Eso la llevó a protagonizar una serie de infidelidades, e incluso a considerar abandonar a Mario. Casi todos los discretos amantes de Malena habían sido idealistas e intelectuales: un profesor de universidad, el agregado cultural de un consulado europeo, con quien se frecuentaba por su actividad rotaria, un amigo de su adolescencia que trabajaba en médicos sin fronteras y visitaba la provincia durante sus vacaciones, entre otros. En cierto modo, la infidelidad no era por descontento sexual sino por hastío intelectual. Pero en años recientes, los esposos se habían reencontrado, reconectado y re-descubierto. Malena dejó de ver a sus amantes (y de buscar nuevos). Mario se dio por vencido y aceptó que no tendría hijos, y el matrimonio volvió a vivir un “noviazgo como al principio” (según palabras de ellos a sus amigos). Sin embargo, en la intimidad, los dos esposos reconocían que algo no era como al principio: La performance sexual de Mario pasados los 45 ya no era la misma de cuanto tenía 30. Sin embargo, eso no parecía afectarlos.
El otro protagonista de esta historia es Desmond. Desmond era un joven Afro-estadounidense de 19 años que se encontraba de estudiante de intercambio en USA. Desmond pertenecía a un circulo social muy particular. Desmond no era el típico Afroestadounidense promedio, proveniente de una familia (posiblemente quebrada) de ingresos bajos y criado en un barrio duro. Desmond no había sufrido las privaciones de otros niños afroamericanos. No había sido perseguido por la policía. No había sido presionado por las bandas y pandillas del getto para tomar partido. Desmond ni siguiera provenia de un Getto urbano. Desmond había crecido en una ciudad universitaria del Midwest gracias a que su padre (que sí había pasado todas las penurias descriptas y algunas más) había podido asistir a la universidad y había obtenido un doctorado que finalmente le redituó en un trabajo de profesor en la universidad de Wisconsin Madison, ciudad cosmopolita y liberal. A pesar de la posición de privilegio económico en la que había crecido, Desmond había recibido de su padre y de su madre una educación basada en la conciencia de clase y de raza. Desmond estaba plenamente al tanto de las penurias que pasaban el 95% de los afroestadounidenses. A pesar de su corta edad, el muchacho conocía la historia de la esclavitud y del movimiento por los derechos civiles como pocos (y me atrevo de decir, como ningún otro adolescente de 19). Los ídolos del chico no habían sido Justin Biever o Selena Gomez, sino Malcolm X (su ídolo máximo y absoluto). Rosa Parks y MLK. El inicio de la educación formal de Desmond había sido retradasa 1 año por recomendación de su madre (una pedagoga afroamericana y vice-rectora de univerdad) que consideraba ventajoso que su hijo empezara la escuela más tarde. Por lo tanto, en vez de llegar al doceavo grado escolar con 17 años, lo hizo con 18. Y por si eso fuera poco, Desmond eligió realizar un “13avo” año de educación secundaria en el exterior. Muchos pensaron que era una locura retrasar su ingreso a la universidad dos años e ingresar a los 20 en vez de a los 18, como todos los otros chicos. Pero sus padres lo apoyaron firmemente con la condición que fuera a un país del hemisferio sur, para acrecentar su experiencia y diversidad académica. Así fue como Desmond acabó en un pueblito perdido de La Pampa, con 19 años, tomando clases en español con chicos un par de años menores a él.
Desmond resaltaba en esa clase de intercambio como una mosca en la leche. Primero por su color de piel: un africano en medio de una clase de argentinos descendientes de Alemanes, Italianos y Vascos (las etnias predominantes aquel pueblito agrícola pampeano). Segundo por su acento: hablaba un español correcto, pero agringado y con pinceladas de mexicano (lo que se enseña en USA, bah) que contrastaba con el argento profundo de los otros chicos. Y tercero, por su complexión física, en parte consecuencia de origen racial y en parte de su edad, ya que en el momento del “estirón” dos años hacen gran diferencia. Desmond medía casi 1 metro 90, era todo músculos y fibra: un deportista nato e, incluso, estrella del equipo de basket de su escuela.
Pero había otra cosa en que Desmond era MUY distinto de sus compañeros de clase, tanto en La Pampa como en Wisconsin. Muy pocos lo notaban porque se concentraban en lo superficial. Y Malena lo notó de inmediato: Desmond era un joven extremadamente inteligente e instruido. Leído como pocos. Capaz de mantener conversaciones de los temas mas diversos: deportes, historia, política, derechos humanos, economía, películas, música. Eso fue una de las cosas que cautivó a Malena. Pero no nos adelantemos.
Desmond se hospedaba en la casa de unos íntimos amigos de Malena y Mario: Francisco y Virginia. Aunque no sea tan relevante (por ahora), debo aclarar que Virginia había sido estudiante de intercambio en Wisconsin mas de 25 años atrás y ahora, recibir a este joven y tener la oportunidad ella y su hijito Silvio de 13 años de practicar inglés a diario en la casa la emocionaba. Francisco, por otro lado, siendo un brutísimo ex corredor de motocross devenido en administrador rural (por haberse enganchado a la culta única hija de un rico estanciero pampeano) resentía la visita del muchacho, porque no entendía una sola palabra en inglés, y porque siendo gran aficionado al porno, no podía dejar de sentirse intimidado por el esbelto y renegrido Desmond, imaginando que cargaba una poronga enorme y siempre dura. Tal era el desprecio que Francisco sentía que incluso se refería despectivamente a Desmond como “El grone”.
Atenta a proporcionar la mejor experiencia de intercambio posible al chico americano, Virginia invitó a sus amigos a cenarm para hacer las presentaciones del caso y para que Desmond llegara a su primer día de clase conociendo a alguien (nada menos que a la vicedirectora). Apenas verlo Malena quedó prendada. Desmond era y lucía extremadamente apuesto, por su gran altura y por su elegante y moderno vestir, que en USA se hubiera descripto como “preppy”. Luego de la primera gran impresión, al escucharlo hablar, Malena supo que el chico era muy especial: culto, educado, caballeroso como pocos, y que hablaba con un acento divertidísimo. Por algún motivo, la gran estatura y un acento exótico suelen ser cartas valiosas para un hombre, en el juego de seducción de casi cualquier mujer. Este caso no era excepción.
Después de la cena con una conversación sumamente animada entre las dos mujeres y Desmond (para hastío de los hombres que se dedicaron a burlarse tontamente), Desmond se quedó haciendo sobremesa con Francisco y Mario, que le dieron sus primeras lecciones de cómo jugar al “Truco” y Malena salió con Virginia a caminar por el enorme patio de la casa de campo de los anfitriones.
—¿Y? ¿Qué te pareció, no es divino? —Preguntó Virginia exultante.
—¡Es un dulce! Parece mucho más grande, en cuerpo y madurez, que mis estudiantes— Ratificó Malena.
—De cuerpo ES más grande, jajajaja, ¡me saca casi cabeza y media imaginate a esos borreguitos de la secundaria! —Bromeó Virginia con un brillo especial en sus ojos
—Jajaja y también es mas maduro. Ya quisiera yo que nuestros alumnos de 5to año puedan sostener conversaciones como lo hace él—Aseguró Malena.
En ese momento Virginia expresó su leve preocupación.
—Bueno… con respecto a eso, debo confesarte que me da miedito, los chicos de ahora están todos en la pavada total, temo que se burlen de él al sentirse intimidados por sus… conocimientos. Y vos sabés bien como son los chicos: se burlarán de su color, de su tamaño y de su acento. ¿Me lo vas a cuidar, Male? —Imploró la “madre adoptiva”.
En efecto. En el movimiento de “familias de intercambio” es muy común que la mujer anfitriona asuma un rol de madre, incluso muchos estudiantes llaman “mamá” a la mujer que los recibe, así había sido el caso de Virginia y así se sentía ella ahora con Desmond.
—Tranquila, Vir, que te lo voy a cuidar como si fuera mío—Bromeó Malena
—Te digo de verdad. ¿Será posible que lo conectes con los mejores de la clase, para que tenga un grupo en que se sienta identificado? —Insistió Virginia sin ocultar sus miedos a las consecuencias del bullying sumado al shock cultural de los primeros días de intercambio.
—Te digo que sí. Va a estar en la división de mi sobrina, Andrea. Y ahí también está su novio Juanpi, el chico de los García Etchegoyen, ¿te acordas? ¡que es abanderado! Lo voy a presentar con ellos—Explicó Malena— Pero haceme un favor. No lo traigas al principio de la primera hora, Traelo 45 minutos más tarde, porque voy a necesitar hablar con la clase, advertirles que no se pasen y todo eso que prefiero que sea hecho antes que Desmond llegue.
—Genial idea, amiga, no sabés cuanto te lo agradezco— Expresó Virginia.
De regreso a casa Mario y Malena casi no conversaron (como de costumbre). Ella (también como de costumbre) vino mirando su celular mientras el esposo conducía la 4x4. Pero esta vez dos cosas fueron levemente diferentes. Malena pasó todo el viaje a casa espiando el Instagram de Desmond (de quien recibió una invitación para conectar casi al mismo tiempo que se subía a la camioneta), en particular, miraba al chico en fotos con amigas, para ver si tenía novia en Wisconsin, porque quería saber lo más posible de aquel exótico muchacho. Y Mario, como casi nunca, intentó sacarle tema de conversación cuando iban llegando a la casa.
—¿Y qué te pareció el pibe ese? Parece un abuelo comparado con los chicos del secundario de acá, ¿no? Me hizo acordar a los nigerianos de la “sub-17” jajaja— Dijo jocosamente el leguleyo esposo aludiendo a los jugadores juveniles del futbol del continente africano, que siempre suelen tener mas edad real de la declarada en sus partidas de nacimiento.
—¿Sinceramente? Me pareció un chico DI-VI-NO— Retrucó Malena sin ocultar su enojo— Y no. No parece un abuelo. Parece un joven adolescente con los pies en la tierra, no un chiquilín malcriado como los que suelo tener en el instituto. Y si se parece a un deportista de alto rendimiento, es porque debe ser tan bueno en deportes como en sus materias académicas, algo que, más que motivo de burla, debería ser admirable, ¿Sabés?
La conversación se cortó ahí, con un “!MA! ¡SIiiii! Que se vaya a cagar el negro ese” que se gestó en la mente de Mario, pero que no salió de sus labios para no generar mas discordia en el tenso clima hogareño que acababa de crearse por su “inocente broma”.
El silencio aparentemente manso del abogado ante el reproche marital le compró algo de misericordia con su esposa (que estaba agazapada esperando que el pobre tipo contestara para destrozarlo). Pero, de todos modos, y al observar la reacción de Malena, Mario se tuvo que resignar a saltear el sexo y los mimos esa noche. Seguro que ahora su esposa ya no estaría de humor.
Al día siguiente, antes que sonara el timbre de entrada, Malena se acercó a su sobrina Andrea y a Juanpi, que iban de la mano por la galería y los llamó aparte. Los adolescentes se soltaron las manos y acercaron algo temerosos por ser retados por la (tía) vicedirectora por andar “de la manito”.
—Chicos, les tengo que pedir un favorcito—Dijo Malena
—Si, ya se, tía, pero todos los novios se dan la mano en…—Intentó protestar Andrea que no solo era la sobrina favorita, sino que era la ahijada y casi-hija-adoptiva de la docente, que la consentía en absolutamente todo.
—jajajaja pará, Andre, y déjame hablar. Primero, que ustedes son SUPER juiciosos y recatados en la escuela, y me parece genial como lo hacen. Segundo, el favor no tiene nada que ver con eso, sino con un nuevo estudiante que llegará hoy. Se llama Desmond y es Estadounidense. Quiero que ustedes lo acompañen y apoyen en los primeros días de clase. Cuídenlo especialmente de las burlas de los bestias de siempre, ¿sí?
Andrea hizo una mueca de desagrado. Ella solo quería morrearse con Juanpi, el chico más apuesto, más fachero y más inteligente de la clase. NO quería hacer de niñera de un “pibito yanqui”. Por el contrario, Juanpi, un tipo muy canchero y divertido, se apuró a ofrecerse de guía del huésped.
—Por supuesto, Profe, cuente con nosotros, yo encantado de practicar mi ingles con él— Dijo Juanpi, intentando impresionar a Malena, porque estaba secretamente enamorado de la tía de su novia desde el primer año del segundario, cuando la tuvo de profesora de educación cívica.
—Sí tía, tranquila, lo vamos a orientar hasta que haga amigos. Cuanto antes, mejor— prometió a desgano Andrea asumiendo que ellos no serían sus amigos y se desharían muy pronto del niñito extranjero.
—Una cosa mas chicos. El Estudiante es afroamericano y…
—¿UN NEGRO??? —Interrumpió la malcriada Andrea poniendo cara de rechazo
—Andre, porrr favvvvorrrrr— dijo Malena con su mejor voz de vicedirectora—¿Qué clase de manera de hablar es esa? ¿Así es como te educamos?
Andrea estaba furiosa. No solía ponerse así con su tía, esos desplantes los reservaba para su mamá (la hermana de Malena), pero la frustración de tener que hacer de niñera de un chiquito yanqui y el reto de su madrina frente a su novio la hizo enojar mucho.
—Emmm…. Yo me ocupo, profe, tranquila, todo estará bien—Terció Juanpi —¿Podemos ir?
—Si. Gracias Juanpi. Confio en VOS, vayan, vayan—Espetó la profesora en tacita alusión al mal comportamiento de la sobrina.
Malena vio a los dos tortolitos alejarse, Andrea enojada, revoleando altanera su hermoso y parado trasero adolescente (la chica era realmente una bomba y su hermoso cuerpo florecía en la primavera de la adolescencia deslumbrando a todo el mundo). A su lado iba Juanpi, un chico con los pies en la tierra, maduro y culto, como el mismo Desmond, hablándole a su noviecita, moviendo las manos y bromeándola, empujándola y haciéndole payasadas hasta arrancarle una relajada sonrisa.
—¡Ufff! Hombres. Pueden ser nuestra perdición o nuestra bendición, y éste es la bendición de mi sobri— Pensó para sí la vice.
Una vez que todos estuvieron en sus aulas, Malena visitó el 5to A para avisar y advertir sobre el estudiante que se les uniría en unos minutos. Explicó que era un estudiante de intercambio de Wisconsin, que era de etnia africana y que era un poco mayor que ellos. También les dijo que tenía un expediente académico y deportivo DE PRI-ME-RA (a las docentes les encanta hablar separando en silabas para impresionar a los chicos), porque era el mejor de su clase y capitán del equipo de basquetbol de su escuela, campeón del estado en la temporada pasada.
Malena recordó a todos los estudiantes los valores del “Instituto Sarmientino de Enseñanza Media” y dijo que discriminar, burlarse o insultar usando la nacionalidad, el color de la piel, la religión o, incluso, el hablar castellano con acento extranjero, eran causal de “SUS-PEN-CION”. Y que, en el caso de Desmond, ella sería implacable con los que ofendieran el estatuto de la escuela.
Luego, para distender, explicó que quería dejar un banco libre antes que llegara el chico, para que se sintiera “esperado” y obligó a su propia sobrina y a su novio, el estudiante estrella del curso, a separarse y dejar un banco vacío de por medio. Finalmente, mirando se reloj se retiró para ir a esperar al estudiante en la puerta del colegio.
La sincronización fue perfecta. Cuando Malena salía a la puerta del instituto, Virginia estacionaba su camioneta en la puerta y Desmond, enorme, se bajaba del vehículo.
El chico rodeó la chata de su “mamá postiza” y se encorvó para darle un beso en la mejilla al despedirse. El saludo con beso era rara costumbre argentina que al chico americano le encantaba, realmente, porque podía besar a mujeres bellísimas, como, por ejemplo, a Virginia. Luego del efusivo saludo, el muchacho se dio vuelta y vio a Malena agitando la mano como diciendo “adiós”, en verdad se lo decía a su mejor amiga, Virginia. El chico comprendió enseguida y se acercó sonriendo.
—¡Wow! ¡Que chico hermoso! — Pensó Malena correspondiéndole la sonrisa y abriéndole los brazos en un clásico gesto de bienvenida.
Desmond estaba vestido para impresionar. La campera roja y blanca tenía una W enorme debajo de ella lucía una camiseta tan blanca como sus dientes, los jeans tight-fit lo hacían parecer mucho más alto de lo que ya era, las zapatillas NIKE y la mochila Columbia colgando de un solo hombro le daban el inconfundible aspecto de “estudiante yanqui de las películas”. Cuando llegó frente a Malena, ella se puso en punta de pies, alargó el cuello y le ofreció la mejilla. El chico comprendió y se encorvó levemente para darle el “beso de cachete”.
Hay algo, queridos lectores, que gusta mucho a las mujeres cuando deben besar una mejilla masculina poniéndose en puntas de pie. No se lo que es, pero es algo que suele prendarlas. Y a Malena le ocurrió eso precisamente. En se momento se sintió atraída por ese chico como nunca se había sentido antes por un estudiante de la escuela. Desmond, adolescente e inexperto, no se enteró, claro.
Caminaron juntos, ella hablando animadamente y el observándola e intentando decidir cuál de las dos maduritas estaba más buena: ¿Virginia o Malena?. Cosas de adolescente calenturiento, que sólo piensa “en eso”, claro.
Cuando entraron a la clase se hizo un silencio sepulcral. Los pibes se sintieron un poco intimidados. La mayoría de las chicas creyeron que se les saltaba el corazón. ¿ESO era el nuevo compañerito de intercambio? Andrea, hasta ese momento fastidiada y quejosa, quedó boquiabierta. ¿Por qué no le había dicho su tía que el estudiante era un bombón? ¡Le hubiera ahorrado un mal rato! Juanpi, el fachero y seguro de sí mismo Juanpi, inmediatamente buscó la reacción de su novia, y se sintió inseguro por primera vez en su vida escolar. Si encima de buen alumno y deportista, este pibe era así de canchero, tal vez Andrea lo preferiría a él.
Desmond se sentó donde le indicaron y fue Juanpi, ocultando todas sus inseguridades, el primero en extenderle la mano y hablarle.
—Hey, man, ¡welcome! I’m Juanpi count me in if you need anything, OK?— Le dijo en un excelente inglés.
—Hola, ¿Juuanpe? Gracias. ¡Tus inglés es mucho más mejor que mi español! — Respondió Desmond con cortesía y con un fuerte acento americano, y le estrechó la mano con firmeza
Los dos muchachos conversaron un brevemente sorprendiendo a toda la clase. Juanpi hablaba en inglés y Desmond contestaba en español y en pocas palabras acordaron hablarse en la lengua local para que Desmond pudiera absorber el “argento” más rápido.
Malena disfrutaba viendo eso y se regodeó especialmente viendo como estaba embobada su sobrina. Una mujer sabe cuando otra mujer gusta de alguien, y obviamente Andrea estaba prendada del nuevo estudiante.
—Y yo soy Andrea, ¡bienvenido! — dijo la pizpireta niña y ofreció su mejilla al “yanqui”.
Obviamente Desmond no la rechazó y se inclinó sobre su banco para rozar su piel con la de la atractiva chiquilina.
—Bueno, chicossss, después se presentan todos en el recreo, ahora deben seguir en clase, gracias profesora— Dijo la vicedirectora y se retiró.
La profesora de matemáticas se presentó con el chico, le dijo brevemente de lo que estaban tratando en clase e intentó continuar como mejor pudo.
Desmond estaba maravillado. La clase era muy distinta a su escuela de Wisconsin, pero se sintió encajar bien en ella. La maestra hablaba rapidísimo, pero escribía ecuaciones en el pizarrón usando el lenguaje algebraico universal. “Easy stuff” pensó para sí el muchacho. Realmente aquello era un repaso para él. Y mientras seguía la clase lo mejor que podía, Desmond no le sacaba el ojo de encima a Andrea que también lo miraba y le sonreía, por momentos divertida, por momentos coqueta. Cuando la profesora estaba de espaldas, Desmond sintió un tironcito en su manga derecha, era Juanpi.
—Es mi chica— susurró en una especie de espanglish mientras cabeceaba en dirección a Andrea.
Desmond demoró unos segundos en comprender y notó que la maestra lo miraba, así que se hizo el que prestaba atención.
—Te felicito, Juanpi, ella es una chica muy bonita— murmuró Desmond inclinándose hacia su improvisado confidente cuando la maestra no miraba. Usaba un español bastante correcto, pero “raro” que indujo la risa de Juanpi.
—Jaja Se dice “Está re-buena”, y no olvides el sujeto tácito—Lo corrigió el orgulloso Juanpi, ansioso por encontrar algo en que sentirse avanzado con respecto al nuevo de la clase.
Andrea escuchaba todo y se sintió en las nubes cuando Desmond la describió, pero hizo una mueca de desagrado cuando su novio la presumió. Decidió intervenir cuando la maestra no miraba.
—No le hagas caso, Desmond, prefiero que me digan que soy bonita a que me digan esa guarangada que te enseñó Juanpi— le dijo sin dejar de sostenerle la mirada e ignorando por completo la presencia de su novio, ahora visiblemente preocupado.
—jajaja Gracias, Andrea, me encanta tener una perspectiva femenina de la lengua española— Dijo Desmond, nuevamente en un español que sonaba exótico (y por tanto seductor).
—CHICOSSSS Conversen en el recreo. No me distraigan a Desmond, o los siento SE-PA-RA-DOSSSS—advirtió la maestra haciendo sonrojar a los dos argentinos (a Desmond no se le notaba, pero también estaba algo avergonzado por atraer el fraternal reto de la maestra).
La clase siguió sin mayores novedades y a la hora del recreo un grupito de curiosos estudiantes ser reunió en torno a Desmond, con Andrea y Juanpi llevando la voz cantante y sonante. Andrea había notado de inmediato la incomodidad de su novio y decidió aprovecharse de ella, se le colgó del brazo y del cuello, dándole seguridad, pero a la vez mirando pícaramente a Desmond, intentando dar señales positivas al africano que se sintió inmediatamente atraído por la novia de su “primer amigo argentino” como comenzó a llamar a Juanpi. Andrea, a sus incipientes 17 años, ya estaba manipulando a dos tipos a la vez.
A la salida de la escuela, Virginia estaba esperando a Desmond y para su tranquilidad lo vio salir conversando animadamente con Juanpi y con Andrea. El americano saludó a los dos chicos y se acercó a Virginia, para volver a darle el infaltable beso en la mejilla (Desmond exageraba en las cartas a su madre: “los argentinos se saludan hasta 20 veces en el día con un beso en la mejilla”).
Cuando se quedaron solos Andrea dio un breve piquito a su novio y se excusó que había prometido ir a casa de su tía Malena. Se fue saltando y moviendo la colita, dejando a Juanpi un poco excitado porque él pensaba que irían a “hacer la tarea a su casa”, donde aprovecharían la ausencia paterna para morrearse y manosearse como lo hacían casi a diario.
—¡Sos mala tía! ¿Por qué no me dijiste que Desmond era un bombonazo? —Reprochó Andrea a Malena ni bien entró a la casa.
—Jajaja. ¿Ahora no te haces la fastidiada, eh? —se burló la tía-confidente
—Tía, ¡es demasiado lindo! —Dijo la adolescente coqueta, improvisando un bucle al retorcer su largo y rubio cabello lacio con el dedo índice.
—Vos, tranquila, chiquita, no juegues con Desmond ni con Juanpi, que son dos chicos buenísimos. Acordate que tenés novio— Advirtió la tía jugando con su sobrina
—Sí. ESTAN buenísimos los dos jajaja. Pero para serte sincera, tía, ya no estoy segura si tengo novio…— Se burló Andrea.
—Andre, en serio te digo, ojo con lo que haces. Juanpi es tu amigo de la infancia y creo que puede ser un buen amigo de Desmond, no juegues con eso— instruyó seria la tía, que ahora se comportaba más como su mamá
—No sé, no sé, lo voy a pensar— Dijo Andrea y fue a preparar mate para compartir con su madrina
Malena sabía que cuando Andrea se ponía así era imposible hablar, se tornaba burlona y chiquilinezca, al punto de no poder sostener una conversación, entonces optó por cambiar de tema.
Por la noche, Virginia llamó a Malena para ponerla al día.
—No sabes cuanto te lo agradezco, amiga, Desmond no ha parado de hablar maravillas de vos, de la escuela, de todo. Ha llamado a su familia en Wisconsin, los puso en Skype y les contó todo. Les habló de los chicos, de las clases, nombró mucho a Juanpi y a Andrea—Parloteaba excitada la mami postiza.
—Ahhh, pero que lindo que me cuentes esto, no sabes la alegría que me causa, Vir—Dijo Malena emocionada al saber que Desmond hablaba mucho de ella.
—Y no te imaginás la cara que puso Desmond cuando le dije que Andrea es tu sobri, jajaja— Bromeó Virginia
—¿Qué cara puso?, ¡dale contame! —Preguntó intrigada la vicedirectora que sentía una extraña necesidad por saberlo todo sobre aquel muchacho.
—jajaja. No lo podía creer. Y después, todo modosito me dijo que debió haberlo sospechado porque es muy parecida a vos, dijo que las dos son “super-bonitas”. ¡Imaginate
“Super-bonitas”! jajaja— Rio Virginia bromeando con las palabras que usaba su hijito postizo.
—¡Que divino! ¡Me lo como! —Dijo Malena
—jajaja Que no te escuche decir eso, amiga, a ver si entiende otra cosa—Cargó con doble sentido Virginia, induciendo las risas de su cómplice amiga. En efecto, como suele suceder con muchas cuarentonas de familia bien, las dos mujeres eran sumamente recatadas y correctas frente a otrsos, pero gustaban de hablar con doble sentido cuando conversaban en privado.
—No, che, hablando en serio, le dije a Desmond que se comportara con Andrea, porque tiene novio y es un muchacho genial. Pero... ¿sabes lo que me dijo el muy pillo? —Preguntó retóricamente Virginia—Me dijo: “Las mujeres bonitas no tienen dueño, mami, son de quien las conquiste”, ¿Podés creer, Male?
—jajaja Miralo vos a Desmond. Jajaja. Le voy a decir a Mario que se cuide, porque yo soy también una “mujer bonita” según Desmond jajaja. —Bromeó Malena pícara y prosiguió— Te cuento que con Andrea tuve una conversación similar, porque OBVIO que vino de la escuela enloquecida por “tu nene”, pero le advertí que no jugara con esos dos chicos. La voy a tener vigilada, quédate tranquila—Informó Malena a su mejor amiga.
Lejos de quedarse tranquila, Virginia estuvo algo preocupada después de la conversación. Andrea era una “borreguita terrible” (al decir de Virginia). O como hubiera dicho el putañero Francisco: “Esa pendeja está buenísima, y lo sabe”. Por otro lado, de solo pensar a Desmond enroscado con una chiquita del secundario, a Virginia se le ponían los pelos de punta con lo que ella consideraba “natural preocupación materna” pero que en verdad eran unos “enfermizos celos femeninos”.
Del otro lado de la línea telefónica, luego de colgar, Malena también acusó consecuencias. Que Desmond la considerara “tan bonita como su sobrina” la enfurecía y a la vez la excitaba. Pero después se consoló a si misma:
—¿Qué sabe un pendejo tan chico lo que es una flor de mujer, si no la puede distinguir de una nenita caliente?
En tanto, Desmond resolvió la tarea de la escuela en menos de 20 minutos, llamó a sus padres y luego se dedicó a sacarle humo al celular posteando cosas en Snapchat e Instagram, y mensajeando en privado a sus amigos y amigas de Wisconsin, la mayoría de ellos ya en sus universidades. A las chicas les contó sobre las clases, y que ya tenia un amigo llamado Juanpi, y a los varones les contó que la mujer que lo alojaba era una “MILF”, y que la vicedirectora de la escuela también lo era y después les habló largamente de Andrea, a quien describió como “the hotest blondy ever”. Después de reportarse con todos en su terruño natal, Desmond se ocupó de mensajear a sus nuevos compañeros, especialmente a Juanpi, con quien sentía un cierto conflicto interno. Por un lado, era un tipo genial, con quien tenia muchas cosas en común, por el otro, era el novio de Andrea, y eso se tornaba un problema, porque la chica le gustaba mucho.
Los días en la escuela fueron transcurriendo sin mayores novedades. Desmond se tornó en “el chico mas popular de la escuela”, como era de esperarse, y se hizo muy amigo de Juanpi. Varias chicas intentaron llamar la atención del estudiante de intercambio sin mayor éxito, y Andrea, se dedicó a interesar sutilmente a Desmond, sin despertar demasiadas sospechas ni celos de Juanpi. Desmond comprendió el juego de la chica fatal y le costaba decidirse a jugarlo.
En la sala de profesores, o, mejor dicho, de profesoras, Desmond era tema continuo de conversación, en general todas las profesoras estaban deslumbradas con la performance académica del joven americano, y algunas, las mas sacadas, no ocultaron sus opiniones más políticamente incorrectas.
—Si es así de churro ahora, ¡imaginate cuando termine la facultad! Que pedazo de hombre va a ser ese pibe, ¡por dios! —Blasfemaba “La Sabaletti”, una cincuentona soltera y profesora de historia que tenía fama de promiscua en aquel miserable pueblo.
—Cheeee, ¡asaltacunas! ¡Que es un menor! Que esté para comérselo, puede ser, pero no podemos decirlo porque podemos ir en cana jajaja—bromeaba Eva Schneider, la profe más joven de colegio: 26 años (apenas siete más que Desmond), recién casada con un acaudalado empresario transportista del pueblo.
—Bueno, chicas, yo se que estamos en confianza, pero hay que guardar las formas. En la era de redes sociales, un comentario jocoso como estos, grabado y filtrado en redes sociales puede ser DE-SAS-TRO-SO par el colegio— Puso orden Malena, hablando a sus subalternas como si hablara a una clase de revoltosos adolescentes.
—Uhhhh….. no le gusta que le toquen el futuro sobrinitoooo— Se propasó “La Sabaletti” en clara alusión al obvio afair que se gestaba entre Andrea y el estudiante de intercambio.
—BUENO, BUENO, BUENO—Terció ahora el director del colegio, Rinaldi, un señor mayor, misógino, amanerado y soltero (llamado despectivamente en el pueblo “El Puto Rinaldi”) que negaba ser homosexual declarando que “había tenido novia alguna vez, pero se había hartado, porque las minas eran muy locas”—EN ESTA SALA DE PROFESORES NO SE HABLA DE ESA MANERA DE LOS ESTUDIANTES, SIN DISTINGUIR SEXO, COLOR NI NACIONALIDAD.
Malena agradeció el apoyo de su jefe con una mirada certera y luego fulminó con una mirada igualmente contundente a las otras profesoras.
Conociendo los comentarios generalizados sobre “el trio”, como muchos llamaban ahora a Juanpi, Desmond y Andrea, porque andaban siempre juntos, Malena decidió invitar a Desmond a estudiar en su casa regularmente. De esa forma separaba al chico de su sobrina y el novio. Para lograrlo aprovechó la complicidad de Virginia, que también estaba empezando a sentir celos de Andrea.
—Bueno. Si es por una causa justa te lo presto. Pero cuídamelo mucho, eh— Bromeó Virginia de manera casi enfermiza.
—Tranquila, que no te lo voy a gastar— Retrucó Malena.
—Está bien. Pero con una condición. Que me cuentes TODO. Absolutamente TODO lo que hace y dice Desmond en tu casa—Condicionó enfermizamente Virgninia.
Realmente aquel exótico e inocente adolescente, estaba haciendo perder los estribos a esas dos maduronas.
Las visitas de Desmond a la casa de la vicedirectora se empezaron a hacer cada vez mas frecuentes. Malena lo pescaba mirándola, chequeandola. Y lo compartía con Virgnia, que, aunque por momentos se sentía celosa, se mofaba fanfarroneando con que el chico también la miraba a ella en la casa.
Las cargadas entre las mujeres en torno a las babas que Desmond derramaba por ellas se tornaron en el secreto más íntimo que poseían esas dos amigas. Incluso las dos justificaron eso diciendo que cuanto más estuviera Desmond babeándose con ellas, menos atención prestaría a Andrea. Y realmente tenían razón, porque a medida que pasaban los días Desmond se mostraba más y más mirón con Malena y con Virginia y dejó de interesarse por Andrea, para alegría de las dos señoras y de Juanpi y para desagrado e incógnita de la chiquita caprichosa, que ignoraba la razón por la cual sus encantos no funcionaban con el Americano.
Y por si todo fuera poco, las dos mujeres adultas no paraban de chusmear y contarse las intimidades de cómo descubrían a Desmond chequeándolas de reojo. Y con cada anéctdota competían entre ellas y se volvían más perras, vistiendo y posando frente al chico incrementalmente provocadoras.
—No sabés cómo se puso cuando me vió el otro día en bikini limpiando en casa jajaja. Se tuvo que acomodar todo ahí abajo jajajaja—Alardeó Malena.
—¡No podés! ¡Sos tremenda! ¡Pero dudo que se haya puesto peor que cuando me ve a mí en camisón— Compitió virginia— No me puede mirar a los ojos y se oculta para que no le mire la entrepierna! Se le debe poner dura, ¡por eso se avergüenza! Jajajaja.
Realmente las dos mujeres habían cruzado la raya de lo moralmente aceptable hacía rato, pero como se retroalimentaban mutuamente, procedían sin cuidarse de ocular su comportamiento a la otra.
En la escuela Desmond seguía brillando y en la feria de ciencias sociales presentó un impresionante trabajo sobre “la esclavitud durante la conquista y colonización del nuevo mundo y sus consecuencias en las sociedades actuales”.
Docentes, chicos (y chicas) y padres (y más aún, madres) del colegio quedaron profundamente impresionados. Desmond no solo había documentado todo su trabajo, sino que era un verdadero showman contándolo. Una cosa que tocó profundamente a todos fue cuando les explicó que para los esclavistas, los esclavos africanos eran realmente equivalentes al ganado. Les contó las atrocidades que realizaban, como, por ejemplo, forzar “cruzamientos” entre los esclavos y esclavas, que percibían más valiosos, para que sus descendientes fueran “mejores”.
También explicó que seleccionaban a muchos por su buen estado dentario (como si fueran caballos) y que eso podría explicar el hecho que los descendientes actuales tuvieran mejor salud bucal que los blancos. Incluso llegó a explicar que los pechos abultados en mujeres y el miembro masculino de gran tamaño eran asociados con alta fertilidad por los odiosos esclavistas y que había teorías que usaban eso para explicar ciertas características anatómicas de los afrodescendientes en las américas. Esta parte atrajo burlas y risas de algunos chicos, que fueron rápidamente sancionados por las autoridades escolares. Pero a su vez picó la curiosidad de Malena, que no pudo resistir preguntarle a Desmond una vez que estuvo a solas con él durante una de las sesiones de estudio en su casa.
Aquél día llegaron los dos juntos de la escuela a casa de la vicedirectora. Y ella no atinó a cambiarse el trajecito de ejecutiva con que asistía al instituto por ropa de entrecasa, y ya estaba preguntándo al chico por el tema.
—Desmond, hay algo que quería preguntarte sobre tu comentario de cómo elegían a ciertos esclavos durante la colonización… — dijo Malena algo dubitativa
—Sí. ¿Qué quieres saber? —Ofreció Desmond, que estaba casi seguro de que lado venia la pregunta, pero le daba morbo escucharlo de labios de aquella sexy madura
—Emm…. El tema de… EL miembro, emmm… de los africanos. ¿Es… ehh… cierto lo que dijiste? —Malena preguntaba casi balbuceando y tocándose nerviosamente el cabello, como si fuera una adolescente curiosa y a la vez insegura
—Todo lo que dije es cierto. A mis ancestros posiblemente los eligieron por cosas así. Y los resultados están a la vista— Respondió el chico sonriendo y disfrutando del momento, a la espera de picar la curiosidad de aquella mujer que lo enloquecía mostrándose y flirteando con él a diario.
—oh… Si… Pero… ¿es tán así que hay una diferencia? Es decir… ¿no es leyenda urbana? —Desafió Malena
—Leyenda urbana ¿qué? ¿Que los afroamericanos estamos mejor dotados que los blancos? ¡Claro que no! ¡Es un hecho! jajajaj— Se soltó Desmond, usando alusiones totalmente explicitas, pero guardando el vocabulario, como siempre.
—Mmmm…. No sé, no sé—Desafió Malena y se lanzó con todo ignorando los agitados latidos de su corazón—Hay que ver para creer.
Se hizo silencio y se miraron. Y luego estallaron en risas: la Madura pampeana de 40 y el adolescente Afroamericano de 19 estaban a punto de cometer una locura.
—¿Acaso Querés ver?… ¿Y después creer? —Auscultó el chico muerto de nervios, sabiendo que aquello podía salir horriblemente mal, pero también reconociendo que era en ese momento o nunca.
—jajaja ver por ver, no. Pero me interesaría saber la verdad al respecto—Era ahora Malena la que se lanzaba, entendiendo que Desmond la estaba habilitando.
—Si querés te puedo mostrar…. para que veas… y creas— Insistió juguetonamente Desmond mirándola fijo
—Ehhh… ¿Queda entre nosotros? —Malena se jugaba al todo por el todo sabiendo que aquello podría acarrearle muchos problemas.
—Por supuesto. Será nuestro secreto, te lo prometo— Dijo el chico.
—Bu… bueno. Dale. Quiero ver. — Malena dijo eso y sintió que se le aflojaban las piernas.
Desmond, sintiéndose ganador y perdiendo muchas inhibiciones, tomó la iniciativa de proponer.
—Si te sientas en el sofá yo me desnudaré por completo. A menos que sólo quieras ver mi “pene” —El chico usaba términos formales para intentar disfrazar de “actividad académica” lo que en verdad era puterío descarado.
Malena se sentó, juntó elegantemente las piernas, que se descubrieron debajo de la falda tubo que formaba parte de su elegante traje, y dio luz verde al chico a quitarse todo. Por dentro sentía un escozor intenso en sus partes íntimas, porque estaba cruzando líneas que no había imaginado algún día cruzaría.
—Por supuesto que es mejor que te quites todo. Sólo mostrar el “miembro” sería demasiado vulgar—Dijo la profesora.
Desmond se quitó la camiseta y alardeó sus pectorales y abdominales de “guerrero zulu”. Luego se deshizo de las zapatillas y calcetines. Y finalmente comenzó a desabotonar su jean sin quitar la mirada de la cara de su profesora. Podía percibir un ligero temblor en las pestañas y boca de Malena y notó que su respiración era algo agitada.
—Te voy a confesar algo, Malena— Dijo Desmond mientras se desabotonaba y bajaba los pantalones, descubriendo un bóxer apretado que marcaba un bulto enorme, pero semi-flácido— Uno de los problemas que acarrea tener un “miembro tan grande” es cómo acomodarlo y como hacer para manejar… emmm… cuando se pone….
—¿Cómo manejar las erecciones? — Propuso Malena sugiriendo un término lo más vainilla posible
—Eso mismo. Las erecciones pueden llegar a ser dolorosas. Y se pueden notar fácilmente— Dijo el chico que ahora estaba parado frente a la profe en calzoncillos
—Ya lo creo que sí—Dijo ella mirando alternativamente el bulto y los ojos del chico. Incluso creyó percibir que el bulto crecía. Y de hecho crecía.
—Por ejemplo, ahora. Se me está… ¿Ereccionando? —El chico no encontraba la palabra
—Parando. Se te está parando, Desmond— Dijo Malena temblando de lujuria e intentando guardar las formas.
—Perdón. Nunca pensé que esto me ocurriría al mostrártelo— Se disculpó sin realmente sentir culpa alguna aquel formidable muchacho.
—Tranquilo. Es normal. O bueno… Suele pasar—Intentó distenderlo ella rogando internamente que la erección continuara, porque estaba ahora emperrada en verlo completamente parado.
—Bueno. Esto és— Dijo el muchacho separando las piernas y mostrándose en calzoncillos con su verga morcillona y creciente debajo de la tela del boxer
—¿Cómo eso és? Yo todavía no he visto nada— Dijo con malicia Malena, que sentía ahora humedecer su cerrada vulva de mujer madura que nunca ha parido
—Es verdad. Y no quiero que dudes de lo que he dicho, pero no me gusta mostrarla si no está completamente erecta, para que no pienses que no es tan grande…— Dijo el muchacho, como pidiendo permiso
—¿Y crees que si te la acaricias por sobre el calzoncillo se terminará de parar? —Sugirió mas que preguntó la caliente madura que estallaba de lujuria
—Es posible. Aunque estoy muy nervioso por tu presencia— Dijo el chico mientras comenzaba a fregarse el bulto sin dejar de mirar a aquella increíble y expectante mujer. —Sería para mí una gran vergüenza que no me ocurriera delante de tuyo
Malena sintió que era el momento de actuar. Dentro de ella el miedo pánico a ser denunciada por abuso se debatía con la lujuria extrema de poder comerse un pendejo negro con una poronga gigantesca. Y finalmente dio el paso.
—Emmm…. Los nervios en estos momentos pueden jugar una mala pasada. ¿Querés que te acaricie yo, para que te vos distiendas y tu verga se endurezca? — Se escuchó ofrecer soez y poéticamente, sabiendo que aquellas palabras equivalían a cruzar el Rubicón y quemar el puente a sus espaldas
—Qué nervios—Dijo Desmond mostrando una impoluta y embarazosa sonrisa blanca—Pero sí que me ayudaría… y mucho
—Acercate, vení—Ordenó la madura que sentía que su rol, por doblar en edad al chico, era el de tomar las riendas de aquel lujurioso momento.
El corpulento afroamericano se acercó sin dejar de acariciarse y se paró frente a Malena, sin interrumpir el auto-toqueteo. Ella se sentó enderezando la espalda, adquiriendo una pose perfecta, con las manos se retiró los cabellos y los aprisionó detrás de las orejas, como queriendo mostrar mejor sus hermosas facciones de mujer entrada en años, y puso las manos en la caderas del chico, que quedó congelado.
—Vos dejame a mí. Tranquilo— Le ordenó guiñando el ojo, sonriendo y usando las manos para apartar las de Desmond que ahora cubrían el bulto como si fuera defensor en una barrera de tiro libre.
Las manos de Malena eran perfectas. Tenía unas largas uñas, pintadas de color lila y lo primero que hizo fue rasguniar el bulto con ellas
—Esto suele gustar mucho a los hombres— Explicó ella, dando a entender que era una mujer de amplia experiencia.
Desmond se sintió en el cielo y no pudo evitar un resoplido
—jajaja Y parece que vos no sos excepción— bromeó la Madurona intentando prestar naturalidad al momento (que en verdad era moralmente aberrante por tratarse de una profesora casada y un estudiante de secundaria).
Con las caricias y los arañazos de Malena, la verga de Desmond comenzó a crecer, embriagando de lujuria a la profesora que se esmeraba cada vez mas en propinarle placer al adolescente y oscuro adonis.
—Ahora es cuando no sé bien como ponerla y esconderla jajaja— Bromeó el chico induciendo las carcajadas de la mujer
—¡La idea es que no la escondas! — sancionó Malena totalmente lanzada a ver el vergote de su estudiante de intercambio
—Bajame el bóxer. Porfa—rogó el chico
—uhhh, ¿tenemos un haragán? —Coqueteó impunemente la vicedirectora del instituto privado y mirando a los ojos al chico tiró hacia abajo del calzoncillo para acabar con todo aquel suspenso fálico que la estaba enloqueciendo. Lo que vio, no se lo esperaba.
La verga salió dando un chicotazo y al estar bastante, pero no completamente erecta quedó a apuntando a unos 45 grados con respecto a la vertical y quedó a milímetros de su frente. Era un falo enorme, gordo, largo, negro, cabezón, palpitante, venoso…
—¡POR DIOS! —Blasfemó mirando, casi bizca, semejante vergote—¡Esto es enorme!
—Todavía no está “en todo su esplendor” — Dijo Desmond usando una expresión coloquial que lo revelaba como un avanzado hablante del español como segunda lengua
—Eso dejámelo a mi, bebé— Dijo Malena embriagada de emputecimiento y aferrándose, a dos manos, de aquella enorme tranca azabache.
Aquello era realmente descomunal comparado con lo que Malena estaba habituada a ver. Sus manos, obviamente, no alcanzaban a rodear el grosor del pijote negro, y puestas una sobre la otra las dos gráciles manos de Malena no abarcaban la completa longitud del tronco, ni hablemos del glande enorme, color bermellón oscuro que coronaba el tronco como una cabeza fúngica.
Cuando comenzó el subeybaja manual de la vicedirectora, el adolescente sintió que iba a desvanecerse de placer, y apoyó las dos manos sobre los hombros de aquella sexy mujer y comenzó a acariciar su cuello.
Ella estaba descontrolada, pajeandolo cada vez más rápido, y diciéndole asquerosidades que sabía terminarían de excitar a cualquier macho
—Si vos querés mostrar esta semejante poronga en todo su esplendor, mi vida, dejá que tu profesora se va a encargar, vas a ver—Decía agitada mirándolo a los ojos con lascicia y luego mirando a la pija para volver a hablarle— Te voy a dejar esta hermosura dura como una piedra, bebé.
Entre la agitación del pajote y las caricias de Desmond, Malena comenzó a despeinarse y el chico recogió sus cabellos con las manos, formándole una coleta, como solían hacer los actores porno de internet. Malena sintió eso, especialmente la presión en la nuca, como una invitación a la mamada, pero se contuvo intentando evitar ir demasiado lejos en su primera vez.
—Eso hoy no. Bebé. Hoy dejá que tu profe use las manos. Vamos despacito— Instruyó la mujer que sabía que contaba con todo el año lectivo
El muchacho aceptó en silencio y se dejó pajear por la madura, como ninguna jovencita se lo había hecho en su vida.
—ufff. Sí. Sí. Claro. Oh ¡Shit yeah! ¡Fuck!— Repondió mesclando insultos en su idioma nativo al sentir cosquillas orgásmicas.
Malena, tentada por la forma bestial en que insultaba y se excitaba aquel inocente jovencito negro, paró de pajearlo de repente, observando ahora el enorme obelisco de carne totalmente vertical y apuntando al techo entre estertores y latidos pre-eyaculatorios.
—¿Ahora sí está “en todo su esplendor”? ¿Esto es lo que me querías mostrar? —Bromeó con malicia la mujer que sintió poder manipular al chico a su antojo.
La cara del chico fue un poema. Estaba orgulloso, desesperado, desilusionado, asustado, caliente. Todo junto
—Ehhh Sí. Esto es. Perooo— El chico, avergonzado, quería pedir que lo hiciera acabar y no se animaba, ni encontraba las palabras
Malena, juguetona volvió a colgarse con ambas manos del falo y a pajear lentamente, disfrutando de cada corcoveada que daba el vergote de su flamante juguete sexual humano
—Pero qué, ¿mi amor? —Preguntó la madura poniendo pico de pato—¿Querés que siga?
—Si, por favor, no pares ahora—Imploró el chico acariciando dulcemente los hombros de su masturbadora.
—¿Y para qué querés que siga? Si ya está en todo su esplendor—Preguntó con malicia la madura mientras arreciaba progresivamente el subeybaja manual. —¿Para qué querés que siga? Si querés que siga, tenés que decirlo, bombón.
—Oh yeah, si… Quiero que sigas para…. Para…—El chico no hallaba palabras porque no podría concentrarse a causa del placer que le provocaba la firme paja de aquella experta mujer
—¿Para que? —Insitió Malena disminuyendo la velocidad del pajote y aflojando la firme empuñadura en claro amague a parar la paja sin llegar a parar del todo
—To.. I… I wanna’ cum! !No se como se dice! —Imploraba el chico.
—Querés venirte, ¿bebé? ¿Querés acabar? —Sugirió ella aumentando el ritmo.
—Sisisisiiiii quiero eso, ve…nirse, ¡acabar! —respondió el chico sin poder concentrarse en conjugar verbos
—¿Querés que Malena te saque la leche?—Intentó aleccionar Malena.
—¡Oh Shit Yeah! Sácame la leche, por favorrrr— El chico comenzó a tensarse al escuchar semejantes groserías de labios de la correcta docente y al sentir como le tironeaba el pellejo de la verga hacia arriba y hacia abajo.
Mientras lo hacía, Malena admiraba cada detalle de aquella exótica y enorme verga que estaba pajeando. No solo sus características visuales la impresionaban, sino su dureza y tersura al tacto la enloquecían. Pero la notó seca, a pesar de las gotitas de liquido pre-seminal que manaban del imponente agujero, y se lo dijo.
—Está seguita, Des, vamos a lubricarla un poco— Indicó Malena y tomó de su cartera un pomito de crema para manos, se lo exparció en los dedos y comenzó a manosearle la verga al chico, transfiriendo el suave y perfumado ungüento.
Desmond la miraba atónito y al sentir la suavidad de la mano embadurnada de aquella experta mujer.
—Uhhh así sí. A que se siente mas rico—Buscó feedback Malena
—Siiii espectacular! asíiiii—exhaló el chico
La madura arreció el pajote y se tornó en una autentica zorra.
—Dame leche, chiquito, dásela a la profe, dame esa lecheeee—gritó totalmente fuera de control Malena teniendo la certeza que el chico iba a explotar en fracciones de segundo.
—SIIIIIIIIIII—Gritó Desmond y comenzó a expulsar sendos latigazos de su espeso semen sobre Malena. Ella tornó su cara y bajó la verga, sin poder evitar que un primer lechazo se estrellara en sus labios y barbilla, y cuando tuvo la certeza que el resto iba a su cuello y escote lo miró con lujuria, sabiéndose embadurnada de semen.
Malena observó alternativamente los ojos y la verga de Desmond expulsando leche. Aquella fue una corrida épica para ambos. Y a los dos les pareció interminable de larga y voluminosa.
Malena acabó literalmente de ordeñar el glande del chico presionando con pulgar e índice para sacar gotas de esperma del enorme orificio peniano a la vez que usaba la punta de su dedo y su larga uña para esparcir los restos por la brillosa cabezota del desfalleciente chico y le ofreció asiento en el sofá, palmeando el espacio vacío junto a ella.
—Sentate acá, mi vida, y relájate. Yo me voy a limpiar y vengo. Esperame acá, bebé—Instruyó la profesora que ya había bautizado a su chico africano.
Desmond se desplomó y ella se fue sonriendo al baño, moviendo provocadoramente las caderas. Recibió, casi petrificado, un sensual beso de su profesora en la comisura de los labios y la vio alejarse exultante de felicidad.
El chico quedó despatarrado en el sofá, boca arriba. Su cabeza latía mas fuerte que su verga. Se sentía aturdido, feliz, sorprendido, asustado. Lo que acababa de ocurrir había superado cualquier fantasía que había tenido mientras se pajeaba pensando en esa mujer (y vaya si lo había hecho). ¿Y ahora? ¿Podrían repetirlo? El chico no podía hacer que su cabeza parara de trabajar. Pero estando solo, y al darle el bajón post-orgasmico lo invadieron los miedos y las inseguridades.
Malena se vio en el espejo del baño. Tenía la cara, el cuello, el escote y la blusa de su trajecito completamente empapados de semen. Aquello era espectacular, pero tenía que apurarse, ya se daría el lujo de rememorar el morboso episodio, ahora debía ser pragmática. Se quitó la ropa sucia y la tiró en el canasto de la lavadora, se limpió cara y el cuello de semen mirándose al espejo y sonriendo malévolamente, se acomodó el pelo y fue a por una blusa limpia, para regresar a la sala donde Desmond estaba despatarrado en bolas sobre el sofá, con todo su musculoso cuerpo reluciente, empapado de sudor, y con su verga brillosa y untuosa (por la crema del pajote) aun palpitando y dando estertores post-eyaculatorios. El chico la miró con una carita de perrito mojado que poco reflejaba la mirada lasciva y descontrolada de la bestia de ébano que la había bañado en esperma.
—¡Que macho increíble! ¡Que hermosa esa dualidad de inocencia y perversión en un adolescente tan bien dotado! —Pensó Malena, convencida que ella se iba a beneficiar del programa de intercambio mas que nadie en todo el pueblo.