Un escenario que huele a sexo.
Cualquier sitio es bueno para que un animal luzca su cuerpo.
Mi pecho recostado sobre ella, mi rostro, cubierto por mi melena rizada, desmadejada, acaricia su madera, mis brazos abiertos, mis manos aferrándose a los bordes. Mis piernas firmes y torneadas, una pulsera tobillera le da el aire canalla a los zapatos de tacón alto que las levanta, que realza, aún más, la curva perfecta de mi trasero, libre de grasa.
Desnuda, expuesta en está mesa, grande, de madera maciza que tenemos en el salón, compañera de juegos, su lugar favorito, plató improvisado de incontables imágenes. Con mis ojos cerrados, como juguete que soy, estoy segura de que es una imagen apetecible para cualquiera que pudiese verla, para cualquiera que pueda imaginarla.
Sobre ella, me han quitado cientos de vestidos ajustados, todos los tangas de mi cajón, y algúna que otra pieza de lencería, sobre ella, me han vestido, con cuerdas, introducido esos tangas en mi boca, ahogando los gemidos, está mesa es puro sexo, y me encanta.
Si abro los ojos, puedo adivinar los arañazos que dejo la argolla de mi collar de cuero en otras batallas, los golpes, que ha modo de muescas dejó mi cadena de acero ante los vaivenes de mi cuerpo. Puedo oler el vino derramado, las copas de cerveza, mi sudor en verano, puedo ver, si me esfuerzo, las pequeñas manchas, los cercos, de las perlas de oro líquido que brotaron de mi coño y se alojaron en ella. Está mesa huele a sexo, y me encanta.
Miles de fotos, he posado boca arriba, con mis dientes mordiendo mis labios, mientras sus dedos redescubrian el interior de mi sexo, boca abajo, con mis pezones ejerciendo de freno sobre ella, ante las embestidas de sus manos en mis nalgas, acelerando. Arrodillada, con las manos en mi espalda, con una de sus manos sujetando mi cadena, y con la otra agarrando mi melena, con mi boca llena del sabor de su polla. Está mesa es testigo de las guerras que libro, cómplice de ellas.
Sigo pensando en mí cuerpo recostado sobre ella, acaricia mi culo, suave...
Siento sus dedos jugando en mi entrepierna, pronto descubrirá que el oro líquido ya fluye entre ellas, estoy desnuda, pero quisiera tener un tanga enredado en mis tobillos, para que la imagen para ti, fuese más perfecta. Sube mi pierna izquierda sobre la mesa, la de la pulsera tobillera, la visión de mi coño, que ya brilla, me viene a la mente, me penetra. Se inclina sobre mi, besa mi nuca, con cuidado con ternura, mientras su miembro, sin pedir permiso, avanza en mi interior, empuja mi bajo vientre sobre el canto de esa mesa. Mis gemidos, la luz del día entra por una persiana mal bajada, baña la mesa, baña mi cuerpo, sus manos levantan ahora mi cabeza, tirando del collar, abriendo mi boca, sus dedos la profanan, mientras los míos, dejan su huella sobre las tablas, alzan mi espalda, y mis pechos asoman, soy un animal calzado con tacones, follado sobre una mesa.
Ella lo sabe, lo ha vivido otras veces, seguramente parará, dará la vuelta para llenarme la boca, me hablará en el oído, dejara descansar mi cuerpo sobre ese lecho que huele a sexo, jugará conmigo, con su juguete exclusivo.
Ella lo sabe, acabaré rendida, con la cadena colgando, en algún momento me habrá quitado los zapatos, mis pies desnudos, tomará otra foto, otro momento. Esa mesa sabe todo, y me encanta.
Muy bien juguete.
A ti que conoces mi cuerpo, visualiza conmigo.