Un error para disfrutar

Sin querer, consigo ver a mi esposa entregada a los caprichos de un reconocido empresario.

Hola, mi nombre es Marcos, tengo 38 años y casado desde hace diez con Mariela, una morocha tres años menor. Residimos en una ciudad del interior de la provincia de Córdoba, Argentina y ambos nos dedicamos a la actividad del seguro.

Perdonen si surge alguna improligidad en mi relato, pues no soy de los mejores para escribir. Desde hace un año soy lector de esta página y nunca se me había ocurrido escribir, ya que no tenía mucho para contar, salvo las relaciones con mi esposa. Pero hace algunas semanas ocurrió algo que quiero compartir.

Con Mariela tenemos una agencia de seguros. Mi esposa se encarga de la administración y yo de la venta. Nuestra agencia es muy reconocida, pues es la tercera generación de la familia que se dedica al rubro.

Lo cierto es que un día recibo el llamado de Julio de aproximadamente 50 años, un reconocido transportista de una localidad que se encuentra a 30 km., informándome del robo de su camión en la ciudad de Buenos Aires. Obviamente que intenté tranquilizarlo, argumentando la solidez y el respaldo de la empresa aseguradora.

Las cosas se empezaron a complicar cuando al querer hacer la denuncia a la aseguradora, Mariela se dio cuenta que la póliza no había sido renovada desde hacía tres meses, es decir que por error administrativo, no contaba con cobertura.

Después de varias visitas a la aseguradora, logré que el Gerente ofreciera el pago de la mitad del valor. El resto, por cierto una suma importante, deberíamos afrontarlo por nuestra cuenta.

No quedaba otra salida que hacer frente al error. Mi intención era abonar lo adeudado en cuotas. Cuando le comenté lo ocurrido a Julio, no solo que no aceptó la financiación, sino que amenazó con hacer público lo ocurrido y desprestigiar a nuestra organización.

Luego de varias reuniones, estaba claro lo que buscaba. Sin ningún reparo me comentó que en su vida estuvo con muchas mujeres, pero había una a la cual no había podido acceder y que desde que visitó por primera vez nuestras oficinas, le daba vuelta la cabeza. Era Mariela, y para salvar el error quería cogerla.

Ante mi propia sorpresa, la idea no me disgustó, ya que desde que leo estas páginas, corre por mi cabeza la idea de ver a mi esposa con otro hombre.

Luego de varios días de meditarlo, me decidí. Llamé a Julio y le informé mi decisión. Nos reunimos y acordamos una reunión con cena incluida en su casa de fin de semana. Él se encargaría de los detalles.

Le pedí a mi esposa, que no escatimara esfuerzo para vestirse lo más sexy posible, no solo para impresionar a Julio, sino porque de vuelta a casa haríamos una parada en el motel.

Estaba hermosa. Por mi interior, corría una especie de bronca porque sentía que estaba entregando a mi mujer a los caprichos de otro hombre, pero por otro lado pensaba que también tenía que pagar por su error y de paso cumplir con mi sueño.

Se vistió con pantalones negros ajustados, marcando muy bien su entrepierna y su cola y una remera de lycra color beige, ajustada al cuerpo, lo cual demarcaba muy bien sus hermosos pechos. La ropa interior me dijo que era una sorpresa. Les cuento que mi esposa es una morocha de 1,70 que no le falta nada. El gimnasio y la natación la mantienen en muy buena forma.

Llegamos a su domicilio y desde allí nos dirigimos a la casona. Allí nos recibió Alex, un simpático cubano. Nos ofreció algunos tragos, bastante fuerte por cierto. Era obvio que Julio estaba preparando el ambiente. Nuestro "amigo" nos mostró las instalaciones y nos presentó al chef Pablo y a un par de guardaespaldas que parecían dos roperos, a los cuales ya conocía de anteriores reuniones.

La cena se realizó en las galerías de la casona, con vista a la pileta: Transcurrió entre charlas sobre distintos temas y regada de buen vino, que seguramente comenzaba a hacer efecto en la cabeza de Mariela, que si bien está acostumbrada a beber, no es habitual que lo haga en esa cantidad.

Luego Julio solicitó el champagne y al momento del brindis, invitó al "Topo" y al "Burro", los guardaespaldas y recordó el motivo principal de la reunión.

Julio: Quiero brindar por un final feliz y por una pronta resolución de mi caso. Espero que traigan una buena propuesta. Los escucho.

Junto a Mariela, cruzamos las miradas sin respuestas. Los hombres se miraban con sonrisas cómplices. Para romper el silencio, Julio invitó a Alex a poner música y a invitar a mi esposa para que lo acompañara con la salsa cubana. El cubano la tomó de la mano y se trasladó hasta el verde césped. Le pidió que se descalzara para que estuviera más cómoda y además para que no lo sobrepasara en altura.

Los hombres acompañaban con palmas, mientras Alex tomaba cada vez con más sensualidad el cuerpo de mi esposa, podía notar como el cubano disfrutaba cada vez que quedaba pegado a la espalda de ella y le apoyaba el bulto a la altura de su cola. Pasaron dos temas hasta que Julio rompió con aplausos.

Nuevamente estábamos sentados, cuando Julio solicitó que le traigan la carpeta con los números. Luego de revisar, nos preguntó como sería el pago. No obtuvo respuesta que lo conformara.

Julio: me parece que mi deseo no se cumplirá, salvo que Mariela tenga otra solución.

Muy inocente mi esposa consultó que podía ser.

Julio: Topo, cuéntale como se puede saldar parte de la deuda.

El ropero se acercó al oído y le hizo la propuesta. Al ver su cara de asombro, le consulté de qué se trataba. Al notar su vergüenza, Julio se dirigió a ella.

Julio: dile, cuéntale. Es por el bien de todos.

Se hizo un silencio y luego mi esposa se animó.

Mariela: nos descuenta la mitad, si me dejo coger por Alex y le chupo el pene a todos ellos.

Simulé una discusión con Julio, pero ante la insistencia de éste, intenté convencer a Mariela. La aparté hacia el jardín e insistí con que era lo más conveniente para ambos y para nuestra familia. A esa altura Mariela estaba desconcertada por el alcohol y por mi decisión. No le quedó otra que aceptar.

Le contamos la decisión. Julio se dirigió a Mariela y la tranquilizó.

Julio: desde este momento, papito manda en esta casa. Ven conmigo.

Mariela fue y el hombre la hizo sentar sobre sus faldas, las manos del viejo recorrieron gran parte de sus piernas, mientras los otros miraban con atención y seguían bebiendo champagne. Se había sumado Pablo, el chef.

Julio: qué hermosas piernas tienes. No cierres los ojos bebé, porque me voy a enojar.

Las manos de Julio recorrían centímetro por centímetro las piernas de mi mujer hasta llegar hasta la entrepiernas, ella intentó cerrarlas, pero las manazas del camionero lo impidió.

Julio: quietita. Quiero sentir que tienes aquí. Ohhhh, que lindo se siente este coño.

Comenzó a frotar sus manos a la altura de la concha, mientras con la otra mano acariciaba su cuello y cabeza. Alex le convidó una copa de champagne a ambos y Julio propuso otro brindis.

Julio: por lo que está por venir mi linda putita.

Las palabras me calentaron aún más. Nunca había visto a mi mujer en los brazos de otro hombre y además dominándola a su antojo.

El hombre hizo una seña a uno de los guardaespaldas y éste se acercó por detrás para tomarle las tetas. Julio mientras tanto, intensificaba los movimientos en las entrepiernas de Mariela.

Burro: Qué lindos pechos Jefe. Son de los mejores.

Julio: quítate la remera.

Mariela obedeció y sus firmes pechos quedaron sostenidos por los sujetadores blancos. Los pezones se notaban duros. Esto fue descubierto rápidamente por el guardaespaldas, que comenzó a pellizcarlo por encima del sujetador. Julio desabrochó los pantalones de mi mujer e introdujo su mano en su interior.

Julio: Haber que tenemos acá!!!.

Algo había descubierto.

Julio: pero eres una putita de verdad. Párate. Alex quítale los pantalones.

El cubano se acercó y sin delicadeza les bajó los pantalones de un tirón.

Allí estaba el cuerpo casi desnudo de mi esposa, de pie ante la mirada atenta de cinco desconocidos y descubriendo la sorpresa que me tenía preparada. Estaba con su conjunto de portaligas blanco. Podía notar las caras de satisfacción de todos. Yo continuaba tomando champagne para tolerar la situació, que por cierto se estaba tornando morboza.

Julio: creo que si te portas bien, la deuda será saldada. Ven aquí.

Mariela se acercó y Julio sentado, le metió manos por todos los rincones de su cuerpo, luego la dio media vuelta y se dedicó a chupar su hermosa cola. ´

Julio: una perrita como tú, merece ser castigada.

La hizo estirar boca abajo sobre su cuerpo y le dio varias palmadas en su cola, alternando con caricias en su concha.

Julio: Les gusta la cola que le s traje.

Al mismo tiempo todos asistieron con las cabezas.

Julio: ahora de rodillas, quiero que te esmeres con mi verga..

Julio se bajo el pantalón y descubrió una pija gruesa a medio parar.

Julio: tómala y chupa!!!.

Ante la orden del hombre, tomó el miembro y poco a poco lo fue metiendo en su boca. El hombre le sobaba las tetas, acariciaba su cabellera y de a ratos la empujaba para que la metiera aún más en su interior. Antes de acabar, el hombre apartó el miembro.

Julio: espera que hay tiempo para seguir disfrutando. Topo y Burro, es su turno.

Ambos roperos se bajaron los pantalones y allí estaban sus porongas en proporción al tamaño de su cuerpo. Tampoco eran muy largas pero si gruesas.

Topo: A ver perrita que bien la mamas.

Ante mi sorpresa, mi esposa ya no dudó, inclinó su cuerpo, tomó las pijas y la empezó a pajear mientras alternaba alguna chupada de cabeza y huevos. Parecía que le costaba introducirla.

Julio: cómo la estás pasando Marcos??. Se te nota la pija dura.

Tardé en contestar.

Yo: la verdad que me cuesta ver a mi mujer de esta manera. Pero bueno, de alguna manera tenía que pagar el error.

Estas palabras parece que no le gustaron para nada a Mariela. Me dirigió una seria mirada y con su lengua me marcó la cabeza de del pelado. Luego intensificó sus movimientos bucales, alternando algunas miradas provocativas hacia mi.

Burro: a ver putita, acuéstate por aquí.

Le hicieron un lugar en la mesa y la desplazaron sobre ella. Uno se dedicó a las aureolas y pezones de sus pechos y el otro tras correr sus braguitas, lamió y chupó el rasurado coño de mi mujer.

Burro: bebé!!! estás chorreando lechita de tu coño. Estás muy mojada. Nótalo.

El burro tomó una mano de mi esposa y lo llevó hasta su almeja. Casi sin dudarlo y sin que se lo pidan, comenzó a masturbarse. El Topo continuaba amasando sus pechos. Los tres dedos del Burro, ayudaron a cumplir con el primer grito de la noche. Mariela vaciaba un orgasmo como pocas veces le había visto. Para apagar la calentura, Julio desparramó un poco de champagne sobre su cuerpo.

Julio: Pablito es tu turno.

Hasta el chef iba a disfrutar del cuerpo de mi esposa.

La hizo poner de pie y apoyada con la vista a la mesa. Se dedicó a lamer su cola y su orificio trasero. Mientras chupaba su culo, le metía algunos dedos en su concha. En eso como buen chef, sacó de entre sus ropas, un pepino de dimensiones considerables y lo metió en la abertura de su coño. Ella disfrutaba, con suaves movimientos de cadera.

Pablo: lo quieres más adentro?? Qué linda puta eres.

Julio: todos queremos sentir lo que eres. Dilo fuerte.

El pepino iba ingresando cada vez más adentro, al tiempo que mi esposa trataba de esbozar alguna palabra.

El Burro la tomó de los pelos y levantando su cabeza, le ordenó.

Burro: dinos lo que quieres y que eres!!

Mariela: Soy una puta y quiero que me cojan yaaaaa!!!.

Mientras el chef continuaba jugando con sus agujeros, el Topo se arrodilló arriba de la mesa y le metió la pija en su boca y en no más de treinta segundo, luego de algunas embestidas, desparramó sus espeso semen en la cara de mi esposa.

A todo esto apareció el cubano totalmente desnudo. Entre sus piernas colgaba un miembro de aproximadamente 25 a 27 cm. y denotaba un grosor importante. Por algo lo tenían preparado para el final.

Cuando casi toda la dimensión del pepino entraba y salía de la concha, Julio pidió un alto. Sentado en su sillón y con la poronga al cielo, llamó a mi esposa.

Julio: ven a cabalgar en mi pija, amazona putita.

El Burro la llevó de los pelos y la sentó encima de la poronga de Julio. En pocos segundos Mariela se comportaba como una auténtica amazona. Cabalgaba con fuerza, mientras el viejo le chupaba las tetas a placer. El Topo se acercó por detrás y con el pepino intentó abrir el cerrado culo, cosa que logró a medias. Mientras tanto la pija del cubano iba ganando tamaño, sin que Mariela se percatara de ello. Julio seguía cabalgando y enunciando obscenidades sobre Mariela. La trataba de putita, zorra y le anticipaba lo que le esperaba con el cubano. En algunos minutos, sacó la poronga de su interior y con movimientos bruscos le ordenó a mi esposa que se arrodillara para echar la leche sobre sus pechos.

Julio: Hermoso. Frótate los pechos putita.

Mariela desparramó los líquidos sobre los pechos y comenzó a acariciar sus pezones con muestras claras de placer.

Luego fue el turno del Burro, la echó sobre la mesa, levantó sus piernas y le clavó su verga gruesa, que ingresó sin ningún tipo de inconveniente. Ante las órdenes del guardaespaldas, mi esposa seguía frotando sus pechos, mientras la pija entraba y salía de su coño. Pablo acercó su miembro para que Mariela le haga una intensa mamada.

Julio en cada momento me hacia señas con su pulgar de que todo estaba OK y me señalaba el aparato de Alex.

Una vez acabado el Burro, la colocaron nuevamente frente a la mesa con su cola parada. Todos creyeron que era el turno del Topo, pero el que se acercó fue el cubano. Su pija estaba dura y tiesa. Con el pepino en su mano, comenzó el trabajo de dilatar el culo de Mariela, mientras tanto el Topo se arrodilló debajo de mi esposa y comenzó a jugar con su mojada concha. Poco a poco el pepino fue abriendo camino.

Julio: Listo. Es el momento.

El cubano, sabiendo de sus dotes, tomó la mano de mi esposa y le hizo comprobar el tamaño.

Alex: son 27 cm. que vas a tener en tu culo, putita. Pórtate bien, porque el jefe te castigará. Arriba la colita.

Mariela intentó convencerlo para que no lo haga.

Mariela: por favor, hago lo que quieran, pero por el culo no. Es muy grande. Me va a doler.

Alex: todas dicen lo mismo y después piden más. Para los culitos como el tuyo no hay verga que no entre. Toma putita.

No hubo marcha atrás. Después de varias palmadas, introdujo la punta. Un grito de dolor salió de la boca de Mariela, que fue tranquilizada por los dedos del Topo en su concha. Lo demás fue cuestión de minutos, con suaves movimientos, un parte importante de la pija negra ingresó en su interior. Cuando Mariela se olvidó del primer grito, el Topo la separó de la mesa y de pie nomás, intentó ingresar por delante, mientras el cubano la sostenía con su poronga por detrás. En poco tiempo mi esposa tuvo las dos pijas en su interior. Los movimientos eran algo desprolijos pero de todas maneras los dos miembros entraban y salían. El Topo se recostaba sobre la mesa mientras el cubano le rompía el culo a pijazos. Los demás mientras tanto, intentaban poner en pie sus miembros.

El Topo logró sentarse en uno de los sillones, mientras el cubano de pie, seguía martillando el culito de mi querida esposa.

Alex: qué hermoso culo tiene esta perra. Merece ser cogida como tal.

El cubano pidió que lo dejaran solo. La acomodó en el suelo en posición de perrita y de un solo empujón le metió más de la mitad de la verga. La cabalgaba con fuerza al tiempo que le decía que era una perra muy puta y calentona. Mi esposa solo gemía. Julio se acercó y le preguntó si la estaba pasando bien.

Mariela: siiii. Me duele un poco.

Julio: quieres que pare el negro.

Mariela: no está bien.

Alex: se da cuenta jefe, son todas iguales. Mientras más grandotas, más les gusta.

Julio: Qué putas eres

Mariela: muy puta

Uno a uno de los chicos fueron pasando por delante para que le chupe las vergas y una vez endurecidas volvían por detrás para disfrutar de su culo. Julio me invitó, a lo cual no dudé y también disfruté de su culo.

En un sillón esperaba Alex con su poronga aún dura. Al rato se la llevaron nuevamente y la sentaron con su culo encima de los 27 cm., de espalda al cubano y con la concha depilada abierta a nuestros ojos. Mientras cabalgaba con cierta incomodidad, uno a uno pasamos por delante para llenarle su coño, a la vez que alguno le pasaba la pija por su cara. Estuvimos más de quince minutos llenando sus tres agujeros.

Luego hicimos una ronda con mi mujer en el medio. Uno a uno fuimos escupiendo lechita en el cuerpo de mi mujer. A todo esto mi mujer todavía tenía las ligas puestas.

La deuda estaba saldada.

De vuelta a casa, tal como lo prometí, pasamos por el hotel. Estuvimos cogiendo durante una hora, en todas las posiciones.

Estamos dudando de repetir la visita.

Marcos.

Conta_38@hotmail.com