Un enfermero muy caliente
Especial para ellas. El género erotico de enfermeros muy complacientes.
Un enfermero muy caliente
En mi consulta pasa el tiempo, prácticamente en un día como hoy he tenido pocos pacientes citados. La tarde no invitaba a estar de un buen humor, pues llovía y hacía algo de fresco. De repente, bajo mi sombro, aparece una paciente que no estaba citada para mi consulta. Se llamaba virginia y tendrá unos 24 años. Es de piel morena, ojos marrones, pelo largo oscuro, esbelta y, sobretodo, muy guapa.
Entonces la recibo:
hola Virginia, ¿cómo estás?
Bien, estaba lloviendo y tenía que traer a una vecina hacia aquí y había venido para hablar contigo si no estás ocupado, claro. No es nada importante.
OK, siéntate. Creo que ya no tengo más gente citada
verás, hace un mes que rompí con mi chico y bueno estoy algo fatal.
¿ah sí? le pregunto con empatía y tratándola de comprender
Sí, me ha dolido mucho y había pensado que como tú eres tan bueno con tu trabajo y con la gente que me podrías escuchar durante un rato.
Sí para eso estoy- le contestó ofreciéndole mi apoyo
Bueno en realidad no es para escucharme, es que mi novio me hacía algo que estoy echando mucho de menos
¡vaya! Y ¿qué es?- le pregunto con curiosidad
Pues comerme el coñito- me lo dice con toda naturalidad
Me quedo un poco sorprendido y mis pensamientos más lascivos se me pasan por la cabeza.
venga cariño hazme pasar un buen rato, te lo tendré en cuenta (insiste ella)
está bien pero sólo por esta vez.- contesto con voz insinuante.
En aquel instante cerré la puerta y de pie nos empezamos a besar. Acaricié su pelo suave y hermoso. Comencé a besar sus mejillas y su cuello. Ella se quitó la blusa y se dejaba llevar. Desabrochó su sujetador y le magreé sus bellas tetas y le bese los pezones., entonces ella me dijo:
fóllame con tu boca
Sabía cual era su deseo así que bajé por su cuerpo besándolo. Bajé su pantalón ajustado y contemplé un bonito tanga color rojo que me puso muy cachondo. Ella se deshizo de sus caros zapatos y de su pantalón y fuimos a la camilla.
ahora cómemelo, cariño. me ordena, algo que yo obedezco.
Yo agachado y ella sentada en la camilla. Comienzo a lamerle el coñito por encima del tanga. Ya notaba como su chocho empezaba a humedecerse. Ella no dejaba de gemir y yo insistía en mis lametazos por encima del tanguita, especialmente por el clítoris. Ella no paraba de insistir que no parara, así lo hice. Esta vez sobre su coño con toda mi boca por encima de su tanga. La chica se retorcía de placer sobre la camilla de tal modo que me dijo:
así, así cabrón.
A lo que yo le contesté:
si es que tienes un sabroso coñito - le dije con mucha dulzura.
Ya aparté el tanga y pude ver un precioso coño, con unos labios carnosos. Así que no me lo pensé dos veces y los chupe con mis labios, mientras le frotaba el clítoris algo que hizo que gritara de gusto. Ella echaba más de sus ricos jugos así que aproveché para saborearlos y meter un dedo y sacarlo. Chupé mi dedo y me acerqué a su boca para decirle:
¡qué coño!
Volví a bajar a mi tarea. Esta vez le penetré con mi lengua no sin dejarle de chupar por dentro varias veces mientras ella me agarraba el pelo y gemía. Pasé sin despegar mi lengua sin despegarla por todo su coño, desde abajo hasta arriba. Entonces le puse de nuevo el tanga y froté y froté todo su coño sin parar y le di un golpecito. De nuevo aparté su tanga y ya me moría de ganas que se corriera y me diera todos esos jugos. Así que metí 4 dedos juntos (algo que podría equivaler a una polla como la mía) y los metí sin cesar y muy muy fuerte. Tan fuerte que ella solo gritaba e incluso salpicaban sus jugos por fuera. Ella gemía cada vez mas fuerte, puso los ojos en blanco y se corría:
¡Joder me corro, me corro, me corro! ¡Sigue así, dios que gusto ahhhhhh, ahhhhh!
Aproveché para volver a sobar todo el delicioso chocho que disfrute con mucho placer.
Tras su gran orgasmo y exhausta, se incorporó. Me dio un beso en mi boca y me dijo
gracias cielo. Me has hecho recordar viejos momentos
espero haberlo hecho- le digo con entusiasmo
Ella se vistió y se despidió de mí.
Había mirado el reloj y me faltaban 5 minutos para marcharme. Desde luego un turno que nunca olvidaré.