Un encuentro inesperado
Un encuentro en el baño de la facultad.
No solía salir de fiesta, y menos a las de la facultad, pero estar rodeado de gente más joven me hacía sentir mucho más vivo. Esta era mi segunda carrera, y aunque yo aparentaba mucho menos edad de la que tenía, me solía sentir desplazado y entablaba más amistad con profesores que con alumnos. Aquella era la fiesta de navidad y me sentí obligado por mi clase a ir, pese a que al avanzar la noche les perdí la vista a todos y acabé en el hall observando a todo el mundo con curiosidad. Allí había unos sofás naranjas y un piano de cola, al lado de las mesas del bar y de una escalera que subía a la sala de actos. Yo esa noche no había bebido mucho, era todo muy de garrafón y me sienta fatal, pero mis compañeros eran muy porreros y yo había acabado bastante fumado. Me tumbé en uno de aquellos sofás naranjas y me dediqué a fantasear con todos aquellos chicos disponibles, pensando a cuales no me importaría follarme o que me follaran.
Me llamó especialmente la atención un chico joven, con mucho carisma, que hablaba con todo el mundo. Se le notaba que iba bastante pasado y un poco cachondo, las chicas no hacían más que quitárselo de encima porque iba muy pedo. Me encantó su sonrisa y algo latió en mi pantalón, y pensé, por que no? Me levanté y me dirigí hacia donde estaba él, y empecé a reírme de sus ocurrencias y le propuse ir a hablar a un sitio más tranquilo. Yo tenía la llave de una de las aulas del sótano, el profesor confiaba mucho en mi y me la dejó para terminar un trabajo. Bajamos juntos hasta el aula y le dije: mira que tengo. Y de dentro del armario saqué una botella de alcohol que nos habían regalado al equipo, no recuerdo que licor era. Empezamos a beber y charlar de todo: su vida, la mía, anécdotas de clase...los dos estábamos en primero. A lo que yo cada vez me sentía más atraído por sus ojos brillantes y su sonrisa pícara, y haciendo una broma le manché la cara con algo de pintura sobrante que había en un cuenco del aula. Riéndome y viendo como cerraba los ojos le dije, aquí al lado hay un baño, ven. Me parecía muy tierno verle como un niño desorientado mientras lo guiaba a aquél baño apartado. Le acerqué mi mano mojada con agua y le lavé cuidadosamente la cara, viéndole de nuevo los ojos a escasos centímetros de mi cara. Ya estás limpio. Y sin más le besé. El no hizo nada pero abrió los labios y dejó que mi lengua buscara la suya en su boca mientras mi mano acariciaba su nuca. Al apartarme le dije: lo siento, pero me gustas. Él me contestó y me dijo: no soy gay. Y yo le contesté sonriendo: nadie tiene por qué saberlo. En ese momento algo se encendió en él y me abalanzó contra la pared y empezó a besarme con energía, sus manos recorrían mi cuerpo con ansia, y notaba como me levantaba la camiseta mordiendo y besando mi pecho, pero luego volvía a mi boca demostrando su habilidad para besar con lengua. Mi brazo escapó lo suficiente como para cerrar aquél lavabo de minusválidos y contener nuestra privacidad. Yo jamás me había liado con un desconocido, pero aquél chico y yo teníamos una conexión especial, lo supe desde la primera vez que le vi. Empecé a besarle el cuello, olía tan bien que me volvía loco, y el fue guiando mi cabeza hasta encontrarme de rodillas delante de la hebilla de su cinturón. Desabroché sus pantalones liberando su polla, que me miraba erecta y pedía a gritos ser engullida. Me agarró de la nuca y empezó a mover sus caderas, realmente estaba muy caliente y su polla taladraba sin piedad mi garganta.
Cuanto más fuerte me embestía más me excitaba. Yo notaba mi polla mojada mojar mis bóxers, pero en estos momentos solo podía disfrutar de aquella follada de boca salvaje mientras que com una mano agarraba su culo duro y redondo y con la otra masajeaba sus huevos. Noté como su polla palpitaba, signo de que se correría si seguía dandole mi garganta de aquella manera...él lo notó y me levantó con energía, sin decir una palabra me giró contra el lavamanos y me bajó los pantalones y la ropa interior, dejando mi culo lampiño a su alcance. Escupió en sus dedos y noté como exploraban mi culo, entrando sin miramientos. Un gemido surgió de mi boca y fue suficiente señal para él, que se abalanzó metiendo su polla todavía mojada de mi saliva dentro de mi. Empecé a jadear de placer mientras él me follaba entre dulce y salvaje, acariciando mi cuerpo pero también poseyéndome con habilidad, yo me entregaba sin pensar en lo que estábamos haciendo, dos desconocidos follando a pelo en un lavabo de la facultad...pero no era una noche de pensar, los dos habíamos desfasado y nos dejamos llevar por nuestro instinto. Él cada vez follaba más y más fuerte, mordía y besaba mi cuello mientras yo gemía y notaba como me llenaba una y otra vez. Sus gotas de sudor iban cayendo sobre mi culo mojándome y podía ver en el espejo que aquella cara dulce y esa sonrisa ahora eran de vicio y placer. Esa otra cara todavía me gustó más, así que paré. La saqué y me giré poniéndome sobre aquél lavamanos cara a cara, le ofrecí de nuevo mi agujero mientras empezaba a besarle, devorando sus labios, su lengua, como si realmente fuese mío. Él me agarraba de las piernas atrayéndome a su cadera y empujando una y otra vez con fuerza, sabía que no duraría mucho y le agarré la cabeza hacia mi mientras le besaba. Él amablemente liberó una de sus manos y empezó a pajearme, pero no era necesario, si seguía follándome de aquella manera me correría irremediablemente sobre mi pecho. Podía ver el suyo con todo su vello empapado en sudor y me pareció muy sexy, lo atraje hacia mi para notar su piel contra mi piel y mi polla contra su abdomen mientras mis piernas le abrazaban en cada embestida. De pronto noté su cuerpo tensarse y un jadeo acelerado y empezó a derramarse en mi interior, no se cuantas veces, pero sentía mis entrañas llenas de su leche caliente. Yo sin poder evitarlo empecé a correrme también, salpicando su barbilla, que limpió con su dedo que metió en mi boca con una sonrisa encantadora. Acabamos besándonos y una vez limpios y vestidos, abandonamos el baño discretamente. Creo que voy muy pasado, me dijo él. Le besé y me fui por el pasillo mientras él cogía el ascensor en dirección contraria.
No creí que volvería a verle, pero el destino nos volvió a juntar años después. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.