Un Encuentro Espontáneo

Un encuentro espontaneo con una mujer de los más deseable y voluptuosa, acaba en hotel con la práctica de las perversiones que ambos protagonistas llevan dentro aunque sin el pleno consentimiento de uno de ellos. Es un relato clásico de sexo oral, vaginal, anal y un pequeño giro hacia la Dominación.

UN ENCUENTRO ESPONTANEO

Se llamaba Bianca y desde hacía meses la veía siempre en el mismo sitio cuando terminaba de trabajar.

Un día de verano no pude con la tentación y la saludé. Como no iba hacerlo si día tras día me sonreía cuando pasaba junto a ella.

No se sorprendió en absoluto y mientras me presentaba y nos dábamos dos besos, pude notar al pegarse más de la cuenta a mí, que no llevaba sujetador debajo de la camiseta de tirantes.

Era bastante obvio y ya lo había adivinado, pero me pareció demasiado fuerte mirarle los pechos directamente mientras me acercaba a ella.

Me agradó mucho la frescura con la que se fue desarrollando la conversación que fluía de forma natural hasta que en un momento dado se me ocurrió sugerirle que nos tomáramos algo en la cafetería que teníamos al lado.

No dijo que no, es más, pareció encantada y mientras caminaba delante de mí, no pude evitar, ahora sí, fijarme bien en el vaivén a un lado y otro de sus pechos. Me iba a costar mucho centrarme…

Al rato y tras una larga y divertida conversación y alguna que otra pillada infraganti mirando su escote, me preguntó con toda la naturalidad del mundo, que si me gustaba lo que veía.

Por su mirada supe que no se ofendería si decía la verdad, es más, creo que me estaba retando a ir más allá y por una vez, decidí arriesgar.

Bianca, no sé si puedes imaginar lo que para un hombre supone ver un cuerpo como el tuyo. No es descortesía, es puro fuego, pasión y desenfreno. Es dejar volar a la imaginación y abandonarte a los impulsos más primitivos esperando que con ello, podamos colmar de placer tanto tu cuerpo como el mío.

Semejante cursilería me salió sin más y cuando creí que o se partiría de risa o me partiría la cara, se acercó a mí sin dejar de mirarme con profundidad y cogiéndome del mentón, introdujo su lengua húmeda en mi boca sin ningún reparo.

Sin mediar palabra, fuimos al hotel de enfrente y mientras me registraba en recepción Bianca me miraba con lujuria. He de confesar que me llegó a asustar la posibilidad de no estar a la altura de las circunstancias. No sonreía, tenía los ojos entornados, la boca semiabierta y los labios mojados. El aire acondicionado hizo que sus pezones se endurecieran lo que produjo un efecto demoledor en su ajustada camiseta. Ahora sí que me fijé sin el más mínimo pudor y fui consciente del volumen y el peso de sus tetas que por un efecto irracional, se sostenían ingrávidas mirando hacia arriba.

Mi imaginación volaba y solo deseaba introducir mi mano por una manga y abarcar todo un seno suave y turgente mientras que con la otra despejaría su cuello y lo mordería sin piedad…..

El volumen de sus peras, se insinuaba en los lados de la camiseta junto a los tirantes y al trasluz, adiviné su culo y su entrepierna debajo de la falda volada.

─         ¿Llevará bragas? - Pensé para mis adentros.

Deseaba que no y que no estuviera depilada. Me encanta bucear en el coño de una mujer con bello, corto, pero presente al fin y al cabo.

En el ascensor me mantuvo a raya y solo me dijo una cosa:

─         Fóllame por donde quieras –

Eso no me lo esperaba y todas las alarmas saltaron. Esa libertad que me otorgó, la aproveché bien aprovechada y en el fondo creo, que a ella la sorpresa y lo inesperado la excitaba más que cualquier otra cosa.

Sin desnudarla siquiera, la puse a cuatro patas sobre la cama y empecé a acariciarle los muslos por encima de la falda.

Poco a poco fui subiendo hacia su sexo que acaricié al principio con pudor y luego con lujuria.

No tardé en notar que empezaba a humedecerse y le levanté la falda, le hice agacharse en esa posición y me regodeé con el espectáculo de su coño y su culo todo para mí mientras ella hundía su cara en la almohada.

Empecé por acariciarle los labios mayores con los dedos pero rápidamente pasé a lamerla y a introducirle la lengua en la vagina. Al principio no me atreví con su culo, pero al rato me pidió entre gemidos y ronroneos, que no me cortara.

Mientras hacía esto, la tenía cogida bien fuerte de las caderas y entonces recordé sus pechos. Empecé a subir por sus costados y al encontrar el dobladillo de la camiseta, no dude e introduje las manos por dentro.

Que placer al encontrar esas tetas turgentes, pesadas, suaves y calientes. Al principio las acaricié suavemente mientras seguía lamiendo su coño y su culo, pero me puse muy burro y le amasé y pellizqué bruscamente los pezones. Gritó, pero no dijo nada. Yo estaba a reventar, pero no quería acabar aún.

Dejé lo que estaba haciendo y le quité la falda y así, tal cual estaba le metí la polla en la boca.

Al estar en cuatro, ella no pudo controlar mi movimiento que al principio fue suave y superficial, pero poco a poco noté como movía su cabeza enérgicamente y empecé a profundizar más.

Nunca había llegado tan lejos. Al principio notaba algo de oposición en la que debía de ser su garganta que dicho sea de paso estaba muy salivada y caliente, pero al ver que no rechistaba, cosa que tampoco podría haber hecho, me envalentoné y apreté cada vez más y más fuerte hasta que llegué al fondo.

Sé que me hubiese corrido, pero aún era pronto y visto lo que tenía por delante, no pensaba irme de allí sin habérmela follado por el culo.

Me tumbé en la cama y dejé que se recuperara. Tenía los ojos vidriosos del esfuerzo y toda la boca salivada. Se quitó la camiseta y volvió a chupármela así, sin manos y hasta casi los huevos.

─         ¡Para! – le dije – Me voy a correr.

Ella no me oyó o hizo como si no lo hiciera y siguió chupando y succionando como nunca antes me lo habían hecho. Era todo humedad, calor, presión y placer. En unos segundos me correría y cuando empezaba a arquear la espalda a punto de eyacular, paró en seco…

Me concentré todo lo que pude para detener esa erupción mientras ella me miraba como una loba en celo. Se recostó junto a mí y empezó a masturbarse sin concesión.

Más relajado, me incorporé para ver el espectáculo mientras ella seguía a lo suyo y sacaba de su bolso un consolador. Me lo dio y no hizo falta que preguntara por dónde. Mientras se tocaba el clítoris, yo embadurné el juguetito con sus propios fluidos y se lo introduje en el culo poco a poco.

Es fantástico ver como se abre despacio y se traga esos 20cm de goma. Me volví a acercar a su conejo y lo lamí como un helado en verano. Era estupendo, la tía haciéndose un dedo, con un consolador vibrando en el culo y con mi lengua tan a fondo como me era posible.

La observé completamente absorto y cuando abrió lo ojos, me dijo con voz baja y ronca de placer: - “Fóllame ahora…”-

No me lo pensé dos veces. Bajé de la cama, la cogí de las caderas y la acerqué bruscamente al borde del colchón.

El vibrador seguía en su culo y ella no dejaba de mover los dedos dentro de su coño, volvió a cerrar los ojos y sin esperar a que los sacara la penetré sin miramientos, sin delicadeza y tan fuerte que gritó cuando mi pelvis chocó con su mano y esta con su clítoris. Ahora sí que abrió los ojos y me grito: ¡¡¡Sigue!!!, ¡¡¡Fuerte!!!, ¡¡¡Fóllame!!!

Le caían las lágrimas, pero no sé si de dolor o de gozo y yo desde luego no paré a preguntar. Seguí embistiendo tan fuerte como podía. La sujeté de las muñecas y tiré de ella hacia mí. Ella subió las piernas para poder pegarse más aún y solo podía pensar en aguantar lo suficiente para encularla.

No podía apartar la mirada de su entrepierna y he de reconocer que ver cómo mi polla se perdía en lo profundo de su cuerpo me excitaba muchísimo. Fue en ese momento cuando al levantar la vista,  observé cómo de sus labios mojados manaba un hilillo de saliva y sin pensarlo dos veces, me puse a horcajadas sobre sus tetas y le volví a meter la polla en la boca.

Le sorprendió tanto que su primera reacción fue la de retirar la cara pero, se la había metido tan profundamente que no le fue posible escabullirse. Aspiró profundamente por la nariz y una vez más relajada se dejó hacer. Lo cierto es que la tenía tan dura que le frotaba sobre todo el paladar, así que me incorporé un poco y se la metí hasta el fondo de la garganta. Dios, era brutal pero, me dio un poco de reparo y le di un descanso. Al retirarme, Bianca me cogió de las nalgas y me trajo hacia sí, metió su boca debajo de mí, y empecé a notar como su lengua se introducía en mi culo. Joder, me pilló desprevenido, pero he de reconocer que era muy placentero así que me di la vuelta y le devolví el favor y durante una eternidad, continuamos comiéndonos el uno al otro. Su coño, con un bello corto y claro era delicioso, sus pliegues rosados y cálidos sabían a mar y su olor tan profundo me excitaban todavía más si cabe.

En esas estábamos cuando noté que Bianca empezaba a moverse de forma especial y supe que empezaba a correrse. Elevaba su cadera y apretaba su pubis contra mí. Dejo de lamerme y me empujó fuertemente.

Al principio me sorprendí hasta que le vi la cara y supe que necesitaba desesperadamente que la follara. No me dio tiempo ya que se puso a horcajadas sobre mi y sin esperar ni un segundo se clavó sobre mi polla y empezó a subir y bajar. Despacio al principio, y más rápido a medida que su climax se iba acercando. Entreabría los ojos y con el ceño fruncido emitía un gemido bajo y grave. Sus manos se apoyaban en mi cuerpo y sus pechos se agitaban eróticamente. Los cogí de la base y los comprimí suavemente. No se inmutó. Abrí las palmas y abarqué todo su volumen para dejarlos caer poco a poco y repetir la operación varias veces. Ahora sí que observé su reacción. Los pezones se endurecieron y las areolas, enormes y rosadas como fresas se arrugaron fruto del cambio en la piel. No pude evitar pellizcarlos y estirar poco a poco notando que, a más fuerza, mayor era la profundidad de su gemido. Apreté nuevamente y un grito agudo me dio la señal.

La volteé sin miramiento y la puse debajo de mí. Me pidió por favor que siguiera metiéndole la polla. Le sonreí maliciosamente y muy despacito al oído le dije que sí, que lo haría pero que por el culo.

La atraje nuevamente al borde de la cama y le abrí las piernas todo lo que pude. Le ordené que las sujetara mostrándome la plenitud de su coño y culo mientras un chorrito de flujo le corría humedeciendo la entrada de su ano.

Me acerqué con la polla más dura que en toda mi vida y sin ningún miramiento y sabiendo de antemano que la aceptaría plenamente, la penetré hasta los mismísimos huevos. El golpe la sorprendió por el dolor de la primera vez y su reacción a huir fue inmediata, pero la sujeté de las caderas para evitar que lo hiciera y la volví a penetrar fuertemente.

La sensación era única. Un calor profundo y sobre todo una presión sinigual me otorgaban un placer que no había conocido hasta el momento y sí, he de reconocer que saber que a ella le provocaba cierto dolor, me calentaba aún más.

Aumenté el ritmo y poco a poco se fue relajando. Las tetas hacían un recorrido circular sobre su pecho y los pezones estaban tan erectos que lo hubiese dejado todo por succionarlos.

Miré hacia abajo y me encantó ver como mi polla se perdía en su culo. Ella comenzaba nuevamente a venirse y aproveché para meterle tres dedos en la vagina mientras que con el pulgar le frotaba el clítoris. Fue como subir al paraíso porque soltó sus piernas y me cogió con ambas manos por la muñeca para que imprimiera más vigor y velocidad a la masturbación. Sus gemidos se convirtieron en un pequeño grito constante y grave que en pocos segundos se traducirían en algo indescriptible. Perdí el control sobre mí propio ritmo porque su cara expresaba un placer que ya me hubiera gustado para mí. La cogí por los pechos y continué follándole el culo tan profundamente como me era posible. De repente, un chorro de algo cálido y dulce me dio en la cara y ví por primera vez en mi vida, como una mujer eyaculaba físicamente. Aquello fue demasiado y mi excitación llegó a un punto que en pocos segundos me correría. Recordé entonces su promesa: - “Puedes follarme por donde quieras” - y sin pensarlo dos veces me salí de ella, la bajé al suelo y con su cabeza únicamente apoyada en la cama empecé a follarle la boca sin pensar en nada más que en mi placer. No tuve cuidado, no fui precavido, solo se la metía hasta el fondo de su garganta para sacarla del todo y poder notar sus labios apretados y fruncidos antes de volver a metérsela tan a fondo como podía. Le follé la boca con una fuerza y pasión tan desesperada que por unos segundos pensé que podría estar haciéndole daño, pero al mirarle la cara, observé que me miraba fijamente con ojos de sumisión voluntaria y que además la saliva le corría por las tetas hasta llegarle al pubis.

No podía más. Aquello era el paraíso. Empecé a notar que mi orgasmo daba comienzo y deseé que fuese eterno, pero el placer de tener a mi alcance esta diosa del sexo que me otorgaba todos mis deseos fue demasiado y cogiéndola fuertemente de la cabeza y apretándola hacia mí, le metí por última vez toda la polla en la boca y no la solté hasta haberme corrido totalmente.

Cuando terminé, me tumbé mareado sobre la cama mientras notaba que ella se aproximaba despacio hacia mí. La miré de reojo y me pregunté que habría hecho con mi lefa pero claro, se la había tenido que tragar a la fuerza.

A cuatro patas, se acercó como una gatita en celo y al llegar a mi polla la cogió entre sus manos y la lamió y succionó hasta dejarla limpita mientras se relamía con la lengua la comisura de sus labios. Me encantaba la situación. Esta mujer era insaciable y vi en sus ojos que quería más.

Yo dese luego no podría darle nada, al menos de momento y como si me leyera el pensamiento y supiese que estaba equivocado, tal cual me encontraba, se puso en cuclillas sobre mi cara y me acercó el coño super abierto para que lo lamiera a placer.

Aquello era depravado. La visión era muy cerda. Todos sus labios hinchados, la vagina chorreando flujo, el ano dilatadísimo y mi lengua lamiendo e introduciéndose en sus agujeros como si la vida me fuera en ello. Ahora ella se cobró el favor y sin recato frotó todo su sexo por mi boca sin ningún miramiento. Me ordeno que le lamiera el clítoris y antes de volver a correrse en mi cara, me cogió la cabeza y me apretó contra sí. Aproveché para cogerle las nalgas y mientras metía mi dedo en su culo, con la otra mano le pellizcaba de nuevo los pezones. Desde mi posición, las tetas le colgaban groseramente y decidí darle un cachete a la derecha. Me lanzó una mirada de sorpresa seguida de un rictus de complacencia y mientras seguía succionando su sexo y empezaba a notar como su fluido me corría por la cara y la boca, noté como empezaba a empalmarme de nuevo.

Bianca se corrió otra vez llenándome la boca de un líquido caliente y amargo. Ahora fue ella la que lacia, se quedó sobre las sábanas como si ya no importara nada.

Durante unos minutos nos miramos el uno al otro sabiendo que había sido una experiencia inolvidable y mientras me deleitaba con la perfección de su cuerpo, confirmé que no quería que aquello terminara.

Fruto de ese pensamiento, un impulso primitivo y lujurioso me lanzó sobre ella y sin darle tiempo a reaccionar, la até a la cama. Aquello no le gustó en absoluto y empezó a pelear con los nudos de tobillos y muñecas sin éxito.

No dijo nada pero sé que si en ese momento me hubiese acercado a su boca, me hubiese mordido de forma agresiva.

Aquel espectáculo me excitó muchísimo y aunque la polla me dolía por el orgasmo reciente, la tenía como una piedra.

Cogí su consolador y se lo metí en la boca. Lo escupió sin decir nada.

Lo volví a coger y traté de metérselo por el culo, pero ella lo apretó y me resulto imposible. Así que se lo introduje en la vagina y aunque era obvio que hizo un gran esfuerzo, aquello no pudo impedirlo. Al principio entraba y salía con cierta resistencia, pero unos segundos más tardes, corría suavemente y noté como Bianca lo buscaba aunque con cierta reticencia fruto del orgullo.

Lo dejé vibrando dentro de ella y me agaché para lamerle los pechos en círculos empezando por las areolas para llegar a los pezones que en ese momento estaban suaves y escondidos. Con la punta de la lengua y los labios, conseguí que poco a poco se fuesen irguiendo y Bianca, que seguía enfadada, me escupió a la cara. Al principio no supe cómo reaccionar, pero luego cogí su saliva y la extendí entre sus tetas. Le escupí para aumentar la cantidad y antes de masturbarme entre sus senos le mordí un pezón como castigo.

- Hijo de puta, - me gritó.

Yo le sonreí mientras metía mi polla entre sus enormes tetas. El volumen era tal, que mi verga desaparecía totalmente y solo cuando la introducía a fondo, aparecía la punta por el otro lado. Pensé en acercársela a la boca, pero opté por ser precavido puesto que aún era peligrosa. Me masturbé a placer durante un rato y de vez en cuando le sujetaba y le estiraba los pechos por los pezones. Ella gritaba y yo me calentaba.

Me retiré y la observé indefensa como estaba. Le acaricié los pechos al principio muy despacio pero luego con fuerza. Eran tan turgentes, que se me salían entre los dedos.

Me acerqué a su coño y le saqué el consolador. Lo lamí para degustar la esencia de la mujer. Le froté con toda la palma el sexo que estaba completamente húmedo, cálido y blando y cogiéndola de las caderas, me acerqué tanto como pude y le introduje muy despacio la polla en su vagina.

En esta ocasión fui cuidadoso. La metía y sacaba sin prisa, cuidando de comprimir en cada ocasión su clítoris. Le acaricié el lateral de los senos con el dorso de la mano y rodeé suavemente las areolas y los pezones.

Después de la agresividad de los minutos anteriores, nuestros cuerpos estaban hipersensibilizados y eso se notaba en los movimientos de ambos.

Bianca continuaba excitándose, pero quería soltarse, cosa que le impedí. Quería hacerla sufrir a sabiendas que la falta de control sobre lo que acontecía haría que su orgasmo fuese muy intenso.

Me acuclillé y le subí la cadera con la almohada. Así, mi peso hacía el trabajo cada vez que la penetraba. Me la follaba muy despacio y empezaba a percibir su ansiedad y demanda para que aumentara el ritmo y la fuerza en mis embestidas. Pero no. Yo quería que su orgasmo fuese extremadamente lento y conseguí mi objetivo.

Empezó a gemir, pero, en esta ocasión era un aullido desesperado por lo angustioso de la espera. Me pidió que lo hiciese más rápido y cada vez que lo rogaba, yo reducía el ritmo.

- ¡Cabrón, fóllame! –

Yo la miraba retador y reducía aún más el ritmo.

- ¡Que me folles! – volvió a gritar

Con una angustia en su expresión y ahora sí, con la mayor de las humildades me lo pidió por favor y aun sin aumentar el ritmo, aumenté la presión contra su sexo mientras le sujetaba los pechos y le introducía un dedo en la boca.

Se corrió con un grito desesperado y lágrimas en los ojos. Le solté las muñecas y mientras seguía buscando mi propio orgasmo se apartó de mí, subió cual malabarista sus caderas y me ofreció su culo para correrme dentro. De pie sobre la cama, me la follé de nuevo y no descansé hasta haberme vaciado dentro de ella.

Al terminar y dejarme caer, vi con cierta morbosidad como mi leche salía de su ano y rodaba hasta la cama dónde nos quedamos satisfechos y dormidos.