Un encuentro esperado

Después de mucho tiempo hablando, por fin llegó el momento de la niña y su papi se encontraran y se pusieran al día. Dominación y un pequeño toque de ageplay

Llegamos a la habitación y me tumbas en la cama. Lo tienes todo preparado, para saber dónde encontrar cada juguete en el momento oportuno.

Me atas las manos al cabecero para que no me retuerza. Me conoces tan bien, sabes que cuando me empieces a putear voy a intentar resistirme. Me atas también los tobillos a los laterales y me pones un antifaz. Durante todo ese rato he estado callada, no es normal en mí, normalmente habría soltado algún comentario para comenzar a tensar la cuerda, como sabes que me gusta, pero te he visto tan concentrado que he preferido callar.

Una vez que estoy completamente inmóvil, puedo oír tus pasos alejándose y me quedo ahí esperando. Imagino que estás delante de la cama, mirándome, deleitándote con las vistas, hasta que algo toca mi piel:

-Tienes que adivinar lo que es, te reto.

El objeto me toca la barriga, está frío, es duro, pero suave, ese tacto, esas características:

-Fusta.

Acierto y recibo mi premio. Empiezas a darme con ella por todo el cuerpo. Azotes pequeños y rápidos que recorren mis tetas, brazos, barriga, piernas y coño. Me empiezo a calentar, mi respiración empieza a agitarse, y de pronto paras.

Se me dibuja esa media sonrisa que tanto te gusta, estoy concentrada, quiero ganar, ya lo sabes.

De repente, noto como la cama se hunde, te pones delante de mí y puedo notar como de golpe clavas tu polla en mi coño hasta el fondo, estoy tan empapada que no opongo ninguna resistencia. Me agarras las tetas y empiezas a follarme muy fuerte.

-Gracias Mi Señor, te digo con la respiración entrecortada.- Sé que te gusta que sea agradecida.

Me sueltas una bofetada y aumentas el ritmo de las embestidas. Te lo sigo agradeciendo, buscando así que no pares ese clímax, pero cuando estoy a punto de correrme… Paras, sales de mí y noto como vuelves a coger algo.

Me lo pasas por el cuerpo muy suave, aprovechas que aún me estoy quejando por haber parado en tus embestidas. Está duro y frío, rasco. No puede ser un flogger, dudo…

-Pala, te digo finalmente.

Estoy nerviosa y casi segura que he fallado.

-Es una vara- me dices.

Me coges del pelo y me escupes.

-No sabes distinguir tus propios juguetes. Te has ganado 8 varazos que te daré cuando a mí me apetezca.

Pasas otro objeto, ahora no me atrevo a decir lo que es, pero toca mi cuerpo de manera suave. Cada vez estoy más segura. Roza mis pezones duros.

-Tu mano.

En ese momento me desatas.

-¿Para eso me has atado papi?

Me levantas las piernas y empiezas a azotarme como a una niña pequeña. De menos a más, en esa posición tan humillante, con los pies a la altura de los brazos, dejándote a la vista me vas calentado, vas subiendo de intensidad y paras:

-¿Todo eso es lo fuerte que puedes dar papi?

Te lo digo porque quiero que me azotes más fuerte. Tú ya lo sabes. Y consigo mi objetivo. Tu mano impacta una y otra vez sobre mis cachetes. Puedo empezar a notar el picor, grito e intento bajar los pies, así que me los atas a las manos, dejándome totalmente expuesta. Vas subiendo la intensidad de los azotes con la mano y coges la fusta con la que antes me habías dado en el culo y me azotas desde lejos, dándome con la punta.

Mi culo debe estar empezando a coger color. Con cada fustazo me retuerzo un poco y te agradezco que me estés azotando de esa manera. Entonces cambias la dinámica y me introduces dos dedos para masturbarme. Vas aumentando la intensidad:

-¿Puedo correrme Mi Señor?

-Es obvio que no.

Sigues masturbándome a esa intensidad y cuando notas que no voy a poder aguantar más: un azote duro, consistente y seco llega a mi nalga derecha. Es la pala, mi criptonita. Sé que me vas a putear por los comentarios de antes. Vuelves a masturbarme, pero ahora intento disimular. No quiero darte pistas sobre cómo va mi excitación, pero cuando estoy a punto de correrme no puedo evitar que se me escape un pequeño gemido, lo justo para que la pala impacte en mi nalga izquierda con la misma intensidad que lo ha hecho antes. Empiezo a sollozar y decides que es el momento.

Noto como te alejas y como de pronto el Hitachi está contra mi clítoris a máxima potencia. Comienzo a chillar. Paras. Ahora me das un palazo en cada nalga y justo después Hitachi al clítoris. Estoy desesperada, suplico y oigo tu risa mientras me das un palazo en cada nalga y paras.

Oigo como la puerta de la habitación se abre y luego se cierra. Me dejas ahí a ciegas, atada, cachonda y con el culo palpitando por el último azote.

Me voy tranquilizando poco a poco. Sé que me tienes demasiadas ganas como para dejarme allí sola mucho tiempo, en algún momento volverás. Imagino que lo que quieres es que te llame, que llore, que suplique, pero soy demasiado cabezota y orgullosa para hacerlo. Supongo que por eso te demoras más de lo que pensabas. Pero cuando vuelvo a oir la puerta, suspiro más relajada. Voy a decir alguna de mis frases para chincharte, pero recapacito y me doy cuenta que es mejor callarme, aunque me cueste. Te noto acelerado, y te lanzas directamente a por mis tetas.

Me empiezas a lamer un pezón, a juguetear con la lengua, me rozas con los dientes, me chupas fuerte y lo muerdes. Me encanta. Inicias una ronda de pellizcos y retorcimientos de pezón, acompañados de algunos azotes y bofetones. Estoy desesperada, llevo demasiado tiempo atada y quiero revolverme, pero no puedo.

En un momento dado, te alejas, vuelves y noto como algo me toca el pezón y hace presión. Una pinza… Me colocas una en cada pezón, juegas con ellas moviéndolas para todos lados.

Entonces lo oigo, el sonido del mechero. Y al momento noto el calor del fuego cerca del muslo derecho. Me estremezco.

-Gracias Mi Señor.

Pasas la llama cerca de mis brazos, del lateral de mi pecho y de la barriga. Entonces llega, una gota impacta en mi pecho, después otra y una más, acercándose al otro pecho. Vas bajando la dirección de las gotas hasta la barriga. Me estremezco. Vuelvo a notar el calor de la vela y la c era cayendo en mi monte de Venus. Dibujas sobre mí un lienzo de cera. Sonrío, pero estoy tan cachonda que empiezo a desesperarme.

Debes haberlo notado, porque ya no noto el calor de la vela. Ahora vuelvo a notar el peso en la cama y tu polla me penetra sin aviso, me vuelves a empotrar. Me follas como si no hubiera un mañana, mientras tiras de las pinzas de mis pezones, no voy a aguantar mucho. Te suplico que me dejes correrme y me abofeteas como respuesta, pero no atiendo a razones, lloriqueo y te digo que no voy a aguantar más, así que cambias el ritmo.

-¿Tantas ganas tienes de correrte?, pues ahora te jodes y te voy a putear un rato, pero antes, te voy a dar los varazos que te has ganado antes. Si los aguantas bien, te dejaré correrte.

Vuelves a levantar mis piernas, dejando mi culo totalmente expuesto y a tu disposición y la vara impacta como un rayo. Me retuerzo, pero no sale ni un sonido de mi boca. Con los siguientes 7 varazos puedo notar como reduces un poco la intensidad.

Dejas la vara a un lado y vuelvo a notar la cama hundirse. En ese momento tu lengua recorre mi clítoris, de abajo arriba, despacio. Después de haberlo ensalivado, tus dedos lo toca y hacen círculos, abren los labios y lo vuelven a lamer. Tu lengua se centra ahora en dar vueltas alrededor de él, mi respiración se acelera y paras. Cuando me calmo, vuelvo a empezar el mismo proceso, intercalando rápido y lento. Estoy desesperada, apunto de llorar…

-Papi, por favor, deja de putearme, he sido buena, deja que me corra.

Y muy cerca de mi oído me dices:

-¿Yo? No me lo pidas a mí, me quitas el antifaz, pídeselo a ella…