Un encuentro esperado (4)

-Quiero que te corras para mi- Le dije y ella gimió tirando la cabeza para atrás -No Abril, mírame, quiero verte cuando termines- Ella reposiciono su cabeza y me miro, sus manos se aferraban con fuerza a la cama, abrí los labios y saque la lengua para que ella apreciara lo que se venía...

La tarde había sido estupenda, por unas horas Gerardo me había hecho olvidar todo, él no se merecía mi traición, pero que podía hacer, tenía que ser fiel a mi raza, ¿pero eran enserio mi raza?, a pesar que había vivido siempre con los licántropos su rechazo era lo mismo que vivir sola en algún lugar aislado, pero después de todo me habían recibido cuando los vampiros me rechazaron siendo una recién nacida, ser mitad lobo y mitad vampiro era como estar en el limbo, nunca pertenecería a ningún sitio, jamás tendría la oportunidad de tener un compañero, alguien que me ame y me cuide, los lobos me soportaban pero en el fondo me aborrecían por tener en mi venas la sangre de mi madre una vampira, Jesús , la soledad era algo aplastante, pero cuando estaba con él, me sentía aceptada e incluso querida.

No podía seguir con esto, usándolo para los propósitos de una raza que en realidad no era la mía, sería mejor si solo desaparecía, no importaba cuan malo fuera lo que los vampiros planeaban contra los licántropos era mejor permanecer al margen que usarlo a él.

La ropas de Gerardo hacían un ruido muy gracioso al caminar, estaba empapado hasta los huesos y solo por hacerme reír, nunca nadie había hecho eso por mí, nunca nadie me había hecho sentir lo que sentía por él. Me iría lejos, no participaría más de esto, se lo debía, me detuve unos segundos, quería recordarlo siempre, y quería llevarme algo de él, voltee a mirarlo, su cara era de sorpresa y preocupación, su cabello castaño se veía más oscuro por estar mojado todo echado hacia atrás, sus ojos color miel eran tan bondadosos y profundos, sus labios rosados y la piel bronceada eran toda una invitación, me acerque lo más rápido que pude sin sobresaltarlo, no quería que se diera cuenta de lo que pretendía, mis labios pensaron por sí mismos y en milésimas de segundo estaban sobre los de él, espere que me alejara como la otra ves pero no lo hiso, me tomo entre sus brazos acercándome mas a su cuerpo, su beso fue tierno, anhelante, como si él también lo deseara, quería quedarme horas fundida contra su pecho, pero era imposible, lo solté demasiado pronto, y corrí, hui de él, podía escucharlo llamarme, pero aun así no voltee, cuando por fin estuve detrás de un edificio me transforme, deje que el calor se apoderara de mi ser, el cabello me creció hasta más abajo de la cintura, el cuerpo menudo se llenó de curvas muy pronunciadas, los senos enormes al igual que las caderas, las piernas se alargaron, mis dientes se transformaron en colmillos, las manos en horribles garras, los ojos se tornaron amarillentos, me sentía libre siendo así, con la fuerza de un lobo en mis músculos y la velocidad y astucia de un vampiro, mis poderosas piernas emprendieron la huida.

Ya estaba cerca al bosque a las afueras de la ciudad, cuando sentí la presencia del rey licántropo y su guardia personal, corrí más aprisa para que no captaran mi esencia, de pronto el viento nocturno me azotó y con el traía un olor que reconocí, frene en seco y olfatee, ese olor…era Gerardo, dios no , estaba con ellos, le habían apresado, yo no había podido conseguir la información que querían, así que lo harían ellos, le torturarían y luego matarían, corrí dispuesta a enfrentarlos, pero ellos eran cuatro lobos, y yo solo una hibrida, no tendría oportunidad de derribar si quiera a uno, haría que me mataran y conmigo se iría la oportunidad de salvarlo, desesperada enterré las garras en el suelo, por mi culpa, por mi culpa, por mi… solo tenía una alternativa


Los tres monigotes que eran el “regalito” de mi tío para cuidarnos permanecían apartados  sin hablar, eran como unas estúpidas estatuas, estúpidos hijos de puta, porque no se largaban, no necesitaba ser cuidada por nadie

-¿Aun no contesta?-

Pregunto Rage a Eduardo que continuaba llamando al celular de Gerardo, ¿Dónde mierda se habría metido ese humano imbécil?

-No, pero le deje un mensaje en el buzón de voz para que se comunique-

-Entonces Rage, que es lo que tenían que decirnos-

Pregunto Laldia sentada en el regazo de se novio

-Sera mejor que tú lo digas Adiel-

Dijo Rage mirando de reojo al estúpido G. I. Joe

-Todas las noches patrullamos los alrededores del campus, anoche nos encontramos con una huella…de lobo-

Todas las respiraciones (incluyendo la mía) se detuvieron

-Ellos están cerca aunque no hemos podido seguir su rastro para saber dónde se esconden exactamente-

Adiel miro a sus compañeros y estos asintieron apretando la mandíbula

Eduardo abrazo a Laldia por la cintura, y ella se aferró a su cuello, ambas expresiones eran de terror, Rage trataba de verse sereno pero el movimiento nervioso de sus pies le delataba, y yo, yo estaba dispuesta a morir y si era luchando contra esos mal nacidos mucho mejor

-Sera mejor que todos permanezcamos juntos, no deseo que nos separemos, en caso que vengan por nosotros los podremos detener más fácilmente-

Adiel hablaba como un general enseñando tácticas de guerra a su pelotón, me ponía los pelos de punta, sobre todo por su parecido con… mejor no pensar en el pasado

-Pretendes que todos vivamos juntos-

Pregunte aburrida

-Eso es lo que pretendo y lo que se hará-

-Tú a mí no me vas a decir que tengo que hacer-

Me pare de la silla enfrentándolo, el permaneció sentado sin mirarme

-Lalvia siéntate-

Gruño Rage apretando las manos en fuertes puños

-Vete a la…

Pero mis palabras fueron ahogadas por el sonido de la puerta, alguien la aporreaba con desesperación, todos nos miramos entre sí, las dagas de los soldaditos volaron fuera de sus fundas, Rage se movió a la velocidad de la luz y al segundo regreso con una espada tipo samurái, Eduardo soltó a Laldia y ella se sacó los palillos chinos con los que se amarraba el cabello, de las puntas salieron unas afiladas cuchillas, todos los colmillos se alargaron

-No creo que si fuese un lobo llamaría a la puerta-

Dijo Eduardo mirando estupefacto a Laldia que gruñía aferrando en cada mano un palillo, seguro que nunca la había visto en modalidad atacar, matar, destruir

-Yo voy-

Se ofreció Eduardo, Laldia trato de detenerlo poniéndole una mano sobre el hombro

-Es mejor que el abra-

Dijo Adiel, Laldia le lanzo una mirada de “te matare si le pasa algo”

-Yo iré tras de el-

Aseguro Adiel, Laldia no se relajó pero le soltó el brazo

-¿Quién es?-

Pregunto Eduardo sin abrir la puerta

-Soy Abril-

La voz era entrecortada y nerviosa

-¿En qué te puedo ayudar Abril?-

-Por favor necesito hablar con…Laldia-

Todos nos miramos entre si

-¿conoces alguna abril?-

Pregunto Eduardo en voz baja, Laldia negó al instante

-Ella no están en este momento puedes venir…

-Por favor es sobre Gerardo, por favor-

Eduardo se paralizo a la mención de su amigo, no dudo y al instante abrió la puerta a pesar que todos negamos y Adiel se lanzó sobre la puerta, un extraño olor entro por la rendija que había logrado abrir, algo así como naftalina, pero había algo más, algo que disparo mis instintos

-Ey yo te conozco-

Dijo Eduardo mirando a la mujer que estaba al otro lado de la puerta, pero no hubo tiempo de presentaciones formales, la mujer empujo la puerta derribando a Eduardo, todos gruñimos dispuestos atacar, la mujer entro en la habitación y vio seis pares de colmillos y numerosas armas brillar, ella tembló de pies a cabeza mostrando sus dientes, la visión fue algo cómica al principio, el menudo cuerpo tratando de parecer fiero pero al instante cambio a bizarra, el frágil cuerpo de la mujer se empezó a transformar, sus extremidades se alargaron, el cabello le creció, los senos y las caderas se le abultaron y le salieron ¡COLMILLOS!, no solo los caninos, toda su boca era una hilera de afilados dientes, las garras se le curvaron peligrosamente

-¿QUE MIERDA ES ESO?-

Todos nos agazapamos dispuestos a saltar sobre el monstruo, pero Eduardo se paró frente a ella bloqueándonos

-SAL DE AHÍ-

Grito alguien, probablemente Laldia

-¿Le paso algo a Gerardo?-

Pregunto Eduardo asustado por la bestia pero más interesado en su amigo, la monstruosidad pareció recordar porque estaba aquí, movió la cabeza a ambos lados como tratando de aclarar su mente

-Lo tienen, los licántropos lo tiene-


El dolor en mi cuerpo y el frio a mi alrededor fue el recordatorio de que no había sido una pesadilla, no quería abrir los ojos y encontrarme con aquellos monstruos, pero el mal ángulo en el que estaba mi cuello me hiso acomodarme, un gruñido me sobresalto, abrí los ojos y ahí estaban las bestias, del tamaño de un oso pero más parecidos a un lobo súper desarrollado, las enormes lenguas les caían a un lado de las fauces abiertas, como si rieran burlones, el aliento fétido capaz de corroer metal

-Buenos días rayito de sol-

Dijo uno de los animales, pero los animales no hablaban, y este ni siquiera había movido los labios, boca, hocico, o lo que sea que tenía

-Necesitamos respuestas humano y nos las vas a dar-

Esa voz era un gruñido animal, los ojos amarillentos se posaron sobre mí y las fauces se abrieron para mostrar los colmillos del tamaño de mi dedo anular

-Lindo perrito-

Dije con una risa temblorosa

-No somos perros imbécil, somos lobos-

El animal que estaba más cerca de mí mostro sus dientes puntiagudos y afilados, entonces me desmaye


La mujer se había vuelto a transformar, su cuerpo volvía a ser frágil y diminuto pero aun así tenia cierta belleza turbadora, sobre todo sus ojos que a pesar de recorrer la sala nerviosos irradiaban una luz cegadora

-¿Qué eres?

Pregunto Adiel tratando de sonar cortes, sus manos aun aferraban sus dagas listo para atacar si era necesario

-Mitad vampiro mitad licántropo-

Era poco común esta clase de mezcla, normalmente el cruce de ambas especies daba criaturas salvajes y sin razonamiento, viles bestias sin moral que solo pensaban en sangre, atacaban tanto a vampiros y humanos, la habitación empezó a zumbar como un enjambre de abejas rabiosas

Eduardo nos miró a todos como suplicando calma

-Dijiste que los licántropos tenían a Gerardo-

Abril apretó los labios y los ojos se llenaron de lagrimas

-Es mi culpa, se lo llevaron por mi culpa

-¿Qué?-

Dije tratando de controlarme

-Ellos me enviaron para averiguar sobre ustedes, saber dónde Vivian, cuantos eran, trazar un plan para atrapar alguna de las sobrinas del rey vampiro, para así cambiarla por la hechicera-

-¡PERRA!-

La ira recorrió mi cuerpo en forma de temblores descontrolados, quise lanzarme por ella, destrozarla, triturarla con mis dientes hasta dejar solo huesos, mis músculos se tensaron dispuestos atacar, pero Adiel se paró frente a mí en un segundo abriendo los brazos a manera de escudo, no dejaría que me detenga, pero en lugar de no dejarme pasar me encerró con su brazos en un abrazo de consuelo, pero que mier…, mi confusión era tal que no me moví, por culpa de aquella hibrida lo tenían, por culpa de ella Gerardo podía morir, eche la cabeza hacia atrás, abrí la boca y los colmillos se alargaron, un rugido lastimero y furioso salió de mi pecho, el cuarto retumbo y las ventanas estallaron por la onda expansiva de mi pena

-¡No!-

Dije dejándome vencer por el llanto, mi cabeza callo contra el pecho de Adiel empapándolo con mi lágrimas, el me acuno en sus brazos reconfortándome. La habitación se había paralizado, todos se concentraron en otra cosa para darme la privacidad que necesitaba

-Lo siento-

Dijo Abril y dejo correr las lágrimas que había estado aguantando

-¿Pero por qué?

Dijo Eduardo aferrando el respaldar de una silla

-El rey lobo piensa que quieren usar a la hechicera para esclavizar nuevamente a su gente, las leyendas cuentan que ella tienen grandes poderes y es capaz de hacerlo-

-uhmmm…así que el rey lobo piensa que es por eso que la he estado buscando…interesante-

Dijo Rage adoptando su pose de niño sabelotodo

-Pero nosotros no queremos eso solo queremos que cambie a Eduardo en uno de nosotros-

Explico Laldia acariciando las manos de Eduardo

-pensé que no era posible-

Dijo Abril abriendo demasiado los ojos

-Es posible y eso es lo que queremos, no esclavizar a los licántropos-

Dijo Rage mientras se ponía de pie y serraba todas las cortinas de la habitación, el amanecer estaba cerca y con el venia la frustración de no poder salir y masacrar a los malditos lobos que tenían a Gerardo

Adiel que había permanecido en una esquina pensativo hablo

-Sabes donde se esconden-

Abril asintió secándose el rostro con el dorso de la mano

-Por qué nos quieres ayudar…quiero decir, te lo agradezco pero ¿Por qué?…pensé que eran tu raza y que trabajabas para ellos, podría ser una trampa-

Eduardo miraba fijamente a Abril, su rostro estaba desprovisto de emociones, solo era pura lógica

-Yo…yo lo amo-

Por alguna extraña razón un aguijón se clavó en el centro de mi corazón, lo retorció y lo paralizo, ella le amaba, ¿y el?, bueno no era posible, ella podía ser bella a su manera pero no era su tipo, ¿o sí?, dios que no lo sea, ¿pero qué mierda me importaba a mi si se amaban?, él era un humano insignificante, entonces, porque temía perderlo

-Iremos al anochecer-

Adiel miro a sus compañeros y estos asintieron solemnemente

-Sera demasiado tarde, justo ahora podrían estarle torturando o…-

Sollozo Abril parándose de su silla lista para correr

-Recuerda que no podemos salir de día, solo podemos esperar-

Dijo Adiel soltándome despacio sin mirarme, esperar iba a ser muy difícil, demasiado.

-Les aconsejo que descansen y guarden fuerzas para…más tarde-


La manera como había llorado Lalvia me desconcertó, solo podía ser una cosa, le amaba, ¿se amaban?, la vampira era espectacular, alta y de cabello negro azabache, ojos violetas que a pesar de ser violentos irradiaban amor, claro que la amaba, a él le gustaban las mujeres así, bellas, no como yo. gracias al cielo que me habían prestado una habitación, podía estar sola con mis pensamientos, quería saber si estaba bien, o al menos vivo, mire por la ventana, el sol quemaba con fuerza, aún faltaban horas para el anochecer, dios no permitas que este muerto , mire al vacío unos minutos o tal vez horas, podía intentar entrar en sus sueños usando mi habilidad, como aquella ves, rogué por que estuviera durmiendo, me senté cruzando las piernas en posición de meditación, cerré los ojos y relaje mi mente, la deje vagar, hasta que mi alma salió de mi cuerpo, vago por la habitación y me vi abajo sentada, volé atravesando la ventana como un fantasma, avance a toda velocidad, crucé el campus, pase por la ciudad y seguí hasta los límites de la misma, ahí estaba el bosque, solo un poco más, la formación rocosa apareció delante de mí, avance con cuidado como un fantasma incorpóreo por la cueva, los lobos estaban agitados, agucé mi mente para captar la conversación

-Maldita sea el humano no ha dicho ni una palabra-

-Lo sé, y eso que trabaje sobre el muy bien-

Ambos lobos rieron, le habían torturado y Gerardo no había dicho ni una palabra, su lealtad me conmovió

-¿Ya aparecido Abril?-

-Esa pequeña sabandija ha desertado, que se podía esperar de una fenómeno como ella-

No se imaginaban mi traición, ni siquiera pensaban que había ido donde los vampiros, sonreí al saber esto, teníamos el factor sorpresa a nuestro favor, deje a los lobos y avance más profundo en la cueva buscándole, una figura ovillada en la esquina más alejada llamo mi atención, si hubiera sido corpórea de echo que me habría desmayado por la impresión, Gerardo estaba tirado en el suelo, sangrando por todos lados con una mueca de dolor, sus ojos estaban cerrados, su pecho subía y bajaba despacio, solo estaba dormido (o desmayado), me recline sobre él, y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, podía sentir mi presencia, me concentre y penetre en su mente


El dolor era tal que solo rogaba por morir de una vez, no sabía cuánto tiempo había pasado, podían ser horas o años, por fin el cansancio me había vencido.

El sueño era hermoso, estaba en una habitación blanca, la cama se sentía mullida y cómoda, todo mi dolor había desaparecido al igual que la sangre, suspire aliviado, una gran ventana me mostraba un paisaje que quitaba el aliento

-Gerardo-

Me llamo alguien desde la entrada de la habitación, no tenía que ver quien era, esa voz ronca pero amable me lo decía todo

-Mi mes favorito-

Dije sonriendo, Abril entro con timidez, vestía una túnica blanca que arrastraba por el piso, un pequeño escote dejaba ver el comienzo de sus senos pequeños pero hermosos, aquellas gafas que tanto odiaba habían desaparecido y podía ver sus ojos verdes que tanto adoraba, su cabello rubio bronce le caía en delicadas ondas por el pecho y la espalda, ella me miro y las lágrimas llenaron sus ojitos

-¿Por qué lloras?-

Le pregunte parándome de prisa, le tome el rostro y con mis pulgares le limpie las gotitas que caían

-Gerardo cuanto lo lamento-

-¿Por qué?...estas aquí, estás conmigo, no lamentes nada… esto es solo un sueño pero quiero decirte que…

-No lo digas…-

-Te amo-

Me acerqué con cuidado a sus labios y los bese una y otra vez, rozándolos, sus manos temblorosas se posaron en mi pecho, su olor ya no era a naftalina, ahora olía como a bosque, flores salvajes, ríos, olía a naturaleza, aspire todo lo que pude y contuve su esencia en mi mente

-Eres preciosa-

Le susurre al oído mientras le besaba bajo la oreja, ella suspiro y sus manos me abrazaron por la cintura, mis labios saborearon su cuello hasta llegar a la clavícula, su respiración estaba acelerada al igual que su pulso, baje un poco más hasta llegar a la cima de su pecho, lo bese con ternura y luego el otro, mis manos subieron por sus costados y acariciaron sus senos por los lados, ella gimió bajito y mi verga respondió con decisión

-Gerardo yo…-

-No digas nada por favor, es un sueño y solo quiero disfrutarte, nada más, quiero ser lo último que vea antes de morir-

-NO…

-Shhh…no llores-

Empuje su cuerpo despacio con el mío hasta caer los dos con suavidad en la comodidad de la cama, nuestras miradas se trabaron unos instantes, sus piernas cerradas bajo las mías lucharon por abrirse, pero yo la cogí por las muñecas calmándola

-Regálame un orgasmo-

Le dije, pude ver su confusión en los ojos, despacio baje una mano y le subí la falda hasta la cintura, ella inhalo un suspiro y exhalo un gemido, puse mi palma sobre su centro, a pesar de la tela que separaba nuestras pieles la sentí tibia, moví la mano sobre su monte despacio, su espalda se arqueo , y mordió sus labios , mis caderas se movieron llenas de anticipación, pero esta vez solo le daría placer a ella, quería verla tener un orgasmo brutal, y quería hacerlo con mi boca. con la otra mano le descubrí un pecho, una aureola rosada se erguía en dirección a mis labios, la succione con deliberada calma, todo su cuerpo se puso rígido , y sus piernas temblaron, su humedad había empezado a empapar la tela, su néctar se derramaba y no podía esperar para saborearlo, con lentitud baje sobre ella mirándola a los ojos, cuando llegue a su abdomen lamí la hendidura de su ombligo y sople, ella rio por las cosquillas, tome con ambas manos su ropa interior y la baje rozando sus muslos, la piel se le erizo ante mi tacto, la tome por las pantorrillas y la abrí para mí, sus labios eran una delicia, brillantes por su liquido

-Quiero que te corras para mi-

Le dije y ella gimió tirando la cabeza para atrás

-No Abril, mírame, quiero verte cuando termines-

Ella reposiciono su cabeza y me miro, sus manos se aferraban con fuerza a la cama, abrí los labios y saque la lengua para que ella apreciara lo que se venía, lamí su sexo solo por encima una y otra vez, sintiendo su suavidad, la fina textura de terciopelo, sus caderas empezaron a botar sobre la cama así que la detuve con una mano sobre su vientre y con la otra le abrí los pliegues de su sexo, enterré mi rostro en su carne, mi nariz rozaba su clítoris y mi lengua la penetraba

-Oh…dios-

Se quejó ella entre suspiros

Con ambas manos la tome por las caderas enterrándole los dedos, metí mi lengua entre sus labios y juguetee con su pepita hinchada, ella convulsiono, su orgasmo estaba cerca, la penetre con mi pulgar y mi lengua rodeo su centro, su exquisito olor se hiso mas fuerte, me embriago su sabor y su olor, llene mis pulmones y mi boca de ambos, quería recordarla así, sonrojada por la excitación, con carita de placentero dolor, su interior vibro, su orgasmo había llegado, apremie mis arremetidas con el dedo, y mi lengua se movió más aprisa, ella grito mi nombre mientras su caderas se ondulaban, su cuerpo se elevó arqueándose, los pechos se mecían por sus movimientos involuntarios, ella lucho tratando de mantener los ojos abiertos pero el placer que la invadia se lo impedía, segundos después sus miembros cayeron laxos, sus piernas temblaban así que las junte y las acomode sobre la cama cerrándolas, su rostro tenía la más adorable de las sonrisas, quise ir por ella y besarla en los labios, tomarla en mis brazos y verla dormir a mi lado, pero todo se cortó con un abrupto dolor, grite y mis ojos se abrieron, uno de los lobos me aferraba por el tobillo

-Despierta humano, hora de la tortura-


-NO…

Salí de mi trance expulsada de su mente lanzada por los aires, antes de regresar a mi cuerpo vi la horrible forma sobre el mordiéndolo, mis sollozos fueron tan fuertes que en un segundo la habitación donde estaba se llenó de caras asustadas

-¿QUE PASA?-

Pregunto Lalvia

-Oh…dios…Gerardo…lo están torturando-

Dije a media voz, todos me miraron desolados, afuera aún era de día y no había nada que hacer

-Aun está vivo y eso es lo que importa-

Dijo Adiel sin demasiada convicción mientras salía del cuarto, el resto le imito, solo se quedó Lalvia, no me miraba, ni miraba nada especifico, sus ojos vagaban en la nada

-Dijiste que le amabas-

-Lo hago-

Le respondí parándome del suelo

-Entonces ve, sálvalo-

Me quede pasmada, hacer eso era como suicidarme

-No tendré oportunidad de rescatarle-

No había miedo en mi voz, no temía morir

-No lo salvaras pero le darás algo de tiempo-

Yo no importaba en lo más mínimo, mi muerte no era algo de relevancia, pero salvar la vida de el sí lo era, y después de haberlo visto, después de ver como lo torturaban y aun así permanecer leal, después de haberle escuchado decirme que me amaba, Lalvia tenía razón, le daría tiempo, ellos llegarían y lo salvarían, morir por él era la mejor forma de irme, lo más honorable que habría hecho en toda mi vida

-iré-

Continuara…