Un encuentro en el autobús
Mi cuerpo me pedía sexo y me encontré con un hombre en el autobús dispuesto a dármelo.
Era un típico día de verano, ya a primera hora de la mañana el calor se hacía insoportable, acabada de ducharme y de ponerme la ropa más fresca que había encontrado en el armario, una simple blusa sin mangas muy escotada, de las que el primer botón a abrochar está justo en el empiece del sujetador, y un pantalón muy fino de lino de color rojo, y aún con este atuendo, ya estaba empezando a sentir demasiado calor. Y odio, si estoy de vacaciones, levantarme temprano para ir a realizar papeleos o tener alguna obligación a primera hora de la mañana, ya que en verano me gusta quedarme a tomar algo en una terraza por la noche o irme con los amigos al parque a tomar la fresca, pero esa mañana tenía que ir al ayuntamiento a rellenar unos formularios y en resumidas cuentas, había tenido que madrugar para así no ir a mediodía y asfixiarme en el intento. La verdad es que esa noche había tenido unos sueños que habían provocado que en la ducha me tocase, estaba en uno de esos días en los que el cuerpo te pide sexo y quería, al menos, alegrarme un poco la mañana después del madrugón que me había dado.
Mientras iba a la parada del autobús, gracias al delgado cinto del bolso que llevaba colgado al estilo bandolera, me di cuenta de que uno de los botones se había desabrochado, el primero de la camisa, con lo que iba enseñando parte del sujetador, y claro está, lo que sobresalía de mis tetas. Lo abroché, más que nada, porque siempre hay algún conocido del barrio que mira con las intenciones de ver algo más de lo que enseñas y no son jóvenes, sino mayores, de los que casi se les cae la baba con solo mirarte. Cuando subí al autobús me fije en que había vuelto a abrirse, y en ese momento, preferí seguir con una mano en la barra de seguridad y la otra en el bolso, ya que nunca se sabe lo que puede llegar a faltar de un bolso si no se presta atención al mismo. Al principio yo iba tan tranquila, además, tenía la ilusión de que algún chico de mi edad se pusiese delante de mi y yo pudiese llegar a ver sus ojos fijos en mis pechos, pero cuando quise darme cuenta, el autobús ya estaba lleno de gente debido a que era hora puntual de entrada al trabajo y justo delante de mí, había un hombre mayor que yo, tendría como 35 o 40 años, pero se mantenía muy bien y tenía algo que llegaba a atraerme, no sé si sólo era mi deseo de sexo o que realmente, ese hombre era puro encanto, además de la sonrisa que me estaba ofreciendo, a la cual yo respondí sin ningún pudor.
La cuestión es que me desilusioné al creer que tendría pareja estable y una vida sexual suficientemente activa como para tener que fijarse en la delantera de una chica como yo, pero parecía que la suerte iba a estar de mi parte esta vez, ya que como en todos los viajes de autobús que están abarrotados de personas, los roces son casi imposibles de evitar, y en esta ocasión no iba a hacer nada por remediarlo. Hubo una curva, con la que el chico cayó sobre mis pechos, yo estaba apoyada en el cristal y en ese momento era el interior de un sándwich, el intentó disculparse, casi preocupado por el roce que habiamos tenido, pero yo sonreí muy pícara y contesté que no pasaba nada. Vino otra curva, esta vez era yo la que tenía que hacer que caía sobre él, pero suavemente, ya que se supone que estaba bien agarrada a la barra de seguridad, y lo único que hice fue marcar un balanceo con el que nuestros sexos se frotaron. En esta acción el hombre ya no se cortaba en mirar mis tetas, yo tenía ya dos botones desabrochados, con lo que se veía claramente mi delantera. Vino una curva y el hombre no hizo mención de pedir disculpas, sino que se quedó allí, haciéndome prisionera entre su cuerpo y el cristal, paseando su miembro, ya erecto, por mi entrepierna. Acto reflejo, solté la barra se seguridad y coloqué mi mano en su cintura, con lo que él sonrió y colocó su mano en la barra.
Estabamos dándonos placer con solo rozar nuestros bajos y nuestros pechos y yo quería más, así que aún saqué más mi culo con la intención de que nuestros sexos se frotasen con más ímpetu. Este hombre sabía qué hacer, dejó de agarrar la barra de seguridad y con esa mano, debido al espacio que yo había dejado libre, colocó su mano sobre mi culo. Esperó a mi aprobación y como no hice mención de molestia, comenzó a moverla, pero no entera, era más como un movimiento de dedos con el que rodeaba el contorno de mi cachete, cada vez me sentía más caliente, ese hombre de unos diez o quince años mayor que yo, me estaba dando un placer que nadie había conseguido. El seguía con su movimiento de dedos, cada vez más cercanos a mis agujeros, los acariciaba, los apretaba y llegué al límite, solo pude esconder mi cabeza en su cuerpo, y con la boca sobre su camisa, ahogar el sonido de placer. Estaba encantada, pero quería más así que cuando recobré el aliento, lo miré y al oído le dije:
-Quiero notarte dentro, pero no aquí.
-No hay problema, María.
El alma se me cayó al suelo, quién era ese hombre? Conocía mi nombre y yo no tenía ni idea de qué podía conocerme, no tenía nada a mano como para que el hubiera podido conocer mi nombre al verlo y al mirarle a la cara, debió de notar mi ignorancia. Volvió a sonreír y me dijo:
-Soy el tío de Raquel Palacios, coincidimos una tarde en su casa, vosotras teniais que hacer un trabajo y casi no tuvimos tiempo de conocernos, pero allí ya me gustaste.
-Perdona, no te había reconocido.
-Bueno, a donde nos dirigimos? En mi casa no hay nadie, pero no sé si te apetecerá ir allí.
-Si a ti no te importa...
-Quieres dejarlo para otro día, verdad? Ya no quieres hacer nada con el tío de tu amiga.
No podía decir que tenía razón, que el que el me conociera, me había cortado el rollo, así que lo único que se me ocurrió fue...
-Quería ir a algún sitio cercano, estoy que no aguanto más, quiero hacerlo ya contigo, pero no aquí.
-Cogeremos un taxi, si lo prefieres, llegaremos enseguida y allí no nos molestará nadie
Toqué entonces el timbre para solicitar parada y cogiendole de la mano que seguía teniendo en mi culito, me dirigí a la puerta.
-Espero que no digas nunca lo que ha ocurrido, Raquel se enfadaría mucho al saber que tu y yo...
-Tranquila María, es algo que a los dos nos está apeteciendo, pero es algo para nosotros, no para los demás.
En ese momento ya nada me importo, ya que él seguía acariciando mi culo, yo estaba ya a mil y lo único que se me ocurrió hacer fue tocar su pecho mientras me alzaba para poder besarle. Y que beso, como todo lo hiciera como besaba la boca, me podía esperar una buena mañana. Su lengua era tan experta, tan cariñosa, que mi boca sentía como se deshacía con ella, no podía ni imaginar el placer que me daría esa lengua si llegaba a entrar en mi cueva. Paso entonces un taxi, lo paro él y ya sin miramientos, seguimos besándonos, acariciándonos, y gracias a que el coche no era el nuestro no llegamos más allá, solo metía la mano entre mis piernas, claro está todavía por encima de mi pantalón, mientras la otra la pasaba por mi pecho, yo... estaba tan caliente que solo llegaba a sujetar su cabeza con una mano y acariciar su espalda mientras intentaba darle el mismo juego a mi lengua que el había practicado antes en mi boca. No sé si el taxista miraba por el retrovisor o que era lo que hacía, simplemente los dos lo ignoramos, ya teníamos ganas de llegar a casa, ya queríamos sentir nuestros cuerpos unidos. Cuando llegamos el taxista tartamudeo para decir el importe, enseguida metí la mano a mi bolso y saqué el dinero, mi compañero no iba a dejarme pagar, pero yo guiñé el ojo y volví a besarle.
Subimos a su casa, vivía en un primero y había que subir por las escaleras, entre besos y caricias, conseguimos llegar a la puerta y abrirla, fue cuando ya la habíamos cerrado que él puso directamente sus manos sobre mi pantalón y lo desabrochó. Me quitó la ropa en un momento, mientras yo hacía lo propio con la suya y volviéndome a besar fue llevándome hasta el dormitorio. Yo iba de espaldas y él, con cuidado, me iba guiando hasta que me acosté entera sobre la cama, me besó todo el cuerpo, empezó por la boca, fue bajando por el cuello, hasta que llegó a mis montañas, las besó, las tocó, jugó con mis pezones mordisqueándolos, succionando de ellos, y yo no paraba de moverme, conseguí poner mi mano sobre su polla y la intentaba guiar para que me penetrase, pero él no me dejaba, me estaba haciendo sufrir y entonces le dije
-Dejame notarte dentro, quiero tenerte dentro
-No tengas prisa María
Seguía besándome, bajo por mi tripa, yo ya no tenía su verga a mi alcance, así que empecé a acariciarme los pechos mientras él seguía con su trayecto y llegó por fin a mi cueva, jugó con mis labios, con mi clítoris y metió su lengua en mi coño, qué lengua, como he dicho antes sabía hacer maravillas, y ya, con una de mis manos le amorraba a su abrevadero, no quería que saliese de él, si no me daba zanahoria, que me diera lengua, qué placer me estaba dando, consiguió que me corriese y allí no necesite ahogar mis sentimientos, con qué dulzura y con qué arte... Tenía que recompensárselo, así que en cuanto pude me dirigí a hacerle una limpieza de bajos. Sin besos por el cuerpo, directamente puse una de mis manos en sus cojoncillos y con mis labios empecé a jugar sobre su polla. La fui acariciando con ellos, los humedecí un poco y empecé a darle finos besos, casi imperceptibles pero que hacían que su miembro fuera hinchándose, fui exagerando un poco los besos hasta que llegué a su capullo, donde el primero fue como los otros, pero el segundo ya fue abriendo un poco mi boca y lo acaricié con mi lengua, lo lamí un poco y después lo metí muy despacio, jugando todavía con mi lengua sobre él, acariciándolo con mis labios, con mis dientes, haciendo que tocase fondo en mis mofletes, haciendo que llegase al fin, poco a poco fui aumentando el ritmo, su polla ya estaba lo suficientemente erguida como para desaprovechar la ocasión, así que de un solo gesto, me puse sobre él, quería cabalgarlo en ese mismo momento y metí su verga en mi cuevita, qué placer, notaba como estaba en el principio y llegaba hasta el final, tocando fondo, y él solo gemía de placer y cuando alcanzó a decir
-ya viene
yo solo pude contestar
-quiero limón para mi almeja, dame limón, damelo ya
En cuanto noté su limón en mi interior, me vine de nuevo, no quería que eso acabara pero cuando conseguí abrir los ojos vi que ya eran las once de la mañana y todavía tenía que hacer el papeleo. Lo mire y sonriendo dije
-Me ha encantado, pero tengo que ir al ayuntamiento y ya se está haciendo tarde.
-Si María, será mejor que nos vistamos y sigamos con la rutina.
-Hoy tenía ganas de sexo, no sé que hubiera hecho si no te hubieras cruzado en mi camino.
-Seguramente no habrías gozado tanto. Toma, mi dirección ya la sabes y mi número es este (alcanzándome una tarjeta de agente de seguros), si algún día quieres ¿limón para tu almeja? -sonrió- y no tienes quien te lo de, llámame, haré lo posible por complacerte.
-No dudes que lo haré si se tercia.
Le di un beso apasionado y salí de su casa, sabía que si bajaba con él, volveríamos a subir y no disponía ya de mucho tiempo.
Era un chico mayor y me había dado un placer que hacía que deseara volver a encontarme con él o con alguien que pudiese tener su experiencia, ese día agotó mis ansias de sexo, pero quién sería la siguiente persona que me saciara???