Un encuentro afortunado (4)

-Abre las piernas para mi Cheryl- No era una petición , era una orden, y sonó de lo más erótico, obedecí al instante subiendo las piernas al asiento y abriéndolas, ella cerro los ojos y olfateo el aire como deleitándose de lo que sea que olía...

La noche estaba floja, eran las 3 de la mañana y solo había tenido dos clientes, estaba a punto de declarar cerrada la “tienda” por hoy, pero de pronto unos neumáticos chirriaron doblando la esquina, un precioso Chevrolet Impala color rojo sangre alboroto a todas las chicas, todas (incluyéndome) nos arreglamos las melenas, nos cogimos las tetas y contorsionamos nuestras cinturas para que el culo se viera más grande de lo que en realidad era, el auto avanzó despacio pero sin detenerse, evaluaba la mercancía, las lunas estaban tintadas así que era imposible ver al posible cliente, yo estaba al final de las 3 cuadras donde nos era permitido trabajar, media cuadra antes de mí, estaba tyra, una Jamaiquina recién llegada, sus prominentes curvas y el exótico color oscuro de su piel la hacían la favorita de los clientes, el auto ya estaba cerca a ella y Tyra mostro sus atributos, pero para sorpresa de todas el auto siguió de largo, ya solo quedaba yo, quizás no elegiría a nadie por hoy, pero por si las dudas, pose como siempre, el enorme auto paro frente a mi e impostando mi mejor sonrisa me acerqué a la luna del copiloto, mi reflejo estuvo a punto de hacerme desmayar, dios tengo que dejar esta vida, haciendo de tripas corazón sonreí como una reina de belleza y espere que bajara la luna

-Hola papi quieres…

Pero el shock de ver a mi posible cliente me hiso retroceder, nunca me había tocado algo parecido

-¿Cuánto?-

La voz era ronca pero a la vez sedosa con un ligero acento que no reconocí

-Es una clase de broma-

Pregunte mirando fijamente a esos ojos cubiertos por gafas oscuras

-No es una broma cariño, necesito tus servicios, así que dime cuanto-

La voz era seda pura aunque se empezaba a impacientar

-50 la hora-

Espere a que regateara un poco el precio (siempre lo hacen)

-Te daré 300 pero serás buena niña-

La sonrisa que me dedico me puso la piel de gallina, pero eran 300, eso no lo podía dejar pasar

-Mientras no aparezca muerta o sin un órgano todo está permitido-

Sonreí tratando de parecer casual pero no era broma lo de no querer aparecer muerta

-No te preocupes, sube-

Me monte en el vehículo, le di la  dirección de un motel barato cercano pero declino mi sugerencia, condujo por cerca de 40 minutos y ya me estaba empezando a poner nerviosa cuando por fin aparco en uno de los muelles de la ciudad, el olor a mar entraba por las ventanillas, la sirena de alguna embarcación rompía la monotonía de la noche neblinosa

-Solo quiero que te relajes-

Parecía adivinar mis pensamientos y mi poca experiencia en estos asuntos, y no lo digo por el sexo, en ese tema yo era una profesional, pero nunca en mis dos años trabajando como prostituta una mujer tan hermosa como ella me había pagado por sexo, nunca, su cabello largo y negro caía en ondas perfectas sobre el ligero top de tiras color negro que usaba, la minifalda de cuero se ceñía perfectamente a sus piernas blancas y torneadas, unas botas taco aguja de charol  negro hasta el muslo remataban su impactante presencia, jamás había estado con una mujer, pero por ella haría una excepción

-Cómo te llamas-

Me pregunto, su voz era pura seducción

-Cheryl-

Le respondí tratando de imitar su sensualidad

-Muy bien Cheryl esto será toda experiencia-

Dijo mientras se sacaba las gafas, unos ojos violetas con ligeros destellos de rojo me observaban, alargo una de sus manos y tomo un mechón de mi cabello dejándolo resbalar entre sus dedos, su cuerpo se arqueo hacia el mío, y pude captar un perfume picante pero agradable, sus labios llenos parecían estar haciendo un puchero, se amoldaron perfectos  a los míos, era estupenda besando, su lengua quemaba, busco la mía y jugueteo con la punta, mientras tanto sus manos no dejaban de acariciarme los pechos y las piernas, su tacto era suave pero a la ves rudo, es muy raro que me excite con un cliente, pero ella tenía un modo, que haría llover en el desierto mas árido, con agilidad saco ambos senos del pequeño sostén que llevaba, mis pezones durísimos le dieron la bienvenida a sus labios que enseguida empezaron a chupar y mordisquear, la otra mano subía por el interior de mi muslo, con una lentitud que enloquecía, mis jugos desbordaban de mi tanga

-Abre las piernas para mi Cheryl-

No era una petición , era una orden, y sonó de lo más erótico, obedecí al instante subiendo las piernas al asiento y abriéndolas, ella cerro los ojos y olfateo el aire como deleitándose de lo que sea que olía, continuo mamándome las tetas alternando suavidad y fuertes mordiscos que me hacían gritar y gemir, esta mujer sabía perfectamente lo que hacía y lo que quería, llevo uno de sus dedos a mi hendidura y lo metió hasta el fondo, luego otro y después un tercero, metía y sacaba los tres dedos de mi interior, yo me aferraba al asiento jadeando como un perro sediento, súbitamente dejo de lamer mis senos y bajo esa lengua como braza a mi pepita, la tomo entre sus labios y la chupo con fuerza, me doble de placer y solté el aire de mis pulmones en un gemido desgarrador, empezó a darme de lametones por toda la raja tomándose mis fluidos, los tres dedos no dejaban de torturarme con su continuo mete y saca, los dedos de mis pies se retorcieron dentro de mis tacones, el orgasmo estaba cerca, sin poder contenerme la tome por el cabello y le hundí más la cara, ella ronroneo como un gato frente a la leche y presiono más los labios, la lengua se sentía casi como una polla dura, la movió en círculos rápidos alrededor de mi clítoris, un cuarto dedo entro al juego y el mete y saca se hiso veloz, pude ver que mis fluidos le chorreaban hasta el antebrazo, un orgasmo animal me azoto desde mi centro expandiéndose por todo mi cuerpo, ya no gemía, gritaba, solo podía pedirle massss, masss, y ella me dio más, siguió metiéndome dedo y lamiendo mi clítoris, un segundo orgasmo me hiso temblar las piernas, sentí que mi raja iba a estallar  pero no me dio tregua, metió un quinto dedo, y la lengua se movió a una velocidad sorprendente en círculos pequeños, el tercer orgasmo me cegó por completo, sonriendo como una tarada la mire, pero algo estaba mal, había algo en su boca, ¿eran dientes?, no, por dios, eran colmillos, largos caninos terminados en punta, quise gritar pero su mano voló a mi boca frenando mi grito, de pronto sentí un terrible dolor en mi muslo derecho pero solo duro unos segundos, una voz en mi cabeza me compelía a dejarme llevar, a relajarme, y así lo hice, cerré los ojos y me deje ir


Mi mente era un revoltijo de pensamientos, frente a mi estaba la mujer a la que amaba pero en cierto modo no era ella, era algo mas y frente a ella estaba un monstruo que decía ser su hermano y que la instaba a contarme algo, una verdad

-Ya es hora que le cuentes la verdad hermanita-

El monstruo sonreía pero sus ojos permanecían duros y carentes de emoción

-Cómo has podido Rage, ¿Cómo?-

Laldia lloraba pero su voz estaba cargada de furia

El monstruo avanzó dos pasos hacia nosotros, amenazante, y el instinto protector se apodero de mí, era una lucha que yo no ganaría pero no importaba, tenía que proteger a mi mujer, la rodee con mi brazo y la puse tras de mi

-Aléjate-

Mi voz estaba plagada de autoridad, no había ni una pisca de miedo, el monstruo pareció confuso por mi valentía suicida

-Eduardo no-

Suplico Laldia tras de mi

-Rage, déjame….déjame hablar con él, por favor-

Me molesto que le rogara de esa forma, pero el monstruo asintió y un momento estaba frente a mí y al siguiente ya no estaba, había desaparecido ante mis ojos

-Pero qué demonios…

-Eduardo, estas bien-

Sentí la mano temblorosa de Laldia tomarme del brazo, pero recordé esos colmillos en sus labios, la mire y retrocedí, ella me miro con terror, llevándose una mano a la boca

-Explícame-

Mi voz era neutra al igual que mi expresión, no había emociones que pudiera expresar en ese momento

-Eduardo lamento tanto todo esto-

Ella continuaba llorando y a pesar de su nariz enrojecida se veía hermosa, no podía soportar verla llorar, me acerque a ella y la abrace reconfortándola, sus ojos tenían una pena y remordimiento que estuvieron a punto de hacerme llorar a mí también

-hay muchas cosas que tienes que saber-

Laldia tenía el rostro severo de alguien que ha tomado una decisión importante

-Hablemos-


Tumbado en mi cama seguía repasando una y otra vez toda la información que se me había dado, en resumidas, Laldia era una vampira, o si, una vampiresa, de esas que toman sangre de humanos, aunque me juro que no los mataban, solo tomaban lo que necesitaban y luego borraban su memoria, trato de explicarme también que ellos a diferencia de lo que común mente se cree no eran criaturas diabólicas sedientas de sangre y muerte, en esencia eran prácticamente igual que nosotros (los humanos) podían herirse y sangrar, su piel era cálida y no fría, eran más evolucionados tanto física como mentalmente , podían vivir durante siglos pero no eternamente, eventualmente sus cuerpos se desgastaban, las mujeres podían concebir y tener hijos, y claro, estaba el asunto que no podían salir al sol, en este sentido su evolución había fallado haciéndolos sensibles a los rayos ultravioleta, sus instintos primarios como el amor, la pertenencia, el sexo, etc. eran unas diez mil veces más fuertes que en el caso de los humanos, eran una raza completamente distinta, con una cultura muy diferente, se podría decir que entre ellos y nosotros había el mismo parentesco que el de los monos con la raza humana, Laldia había venido al mundo de los humanos para probar por un tiempo como era vivir aquí, pero entonces me conoció y bueno paso el resto, no le pregunte que paso en su mente cuando me conoció, el resto de la historia me importaba más, en su mundo ella era una muchacha de la aristocracia vampírica, y desde su nacimiento  sus padres la habían prometido en matrimonio a un vampiro proveniente de una familia influyente y poderosa entre los de su especie, pero se dio cuenta que apreciaba su libertad y deseaba quedarse a vivir entre los mortales, pero un juramento como el que se había hecho no se podía romper tan fácilmente, su familia caería en la deshonra, así que ella aún se encontraba debatiendo sobre que hacer, si regresar a su mundo o quedarse acá, valla, después de haber escuchado su explicación una sensación de traición y desamparo me hicieron pedirle algo de espacio, ella no pareció muy contenta con mi petición pero al final accedió, solo había una única idea en mi cabeza, solo una, que me carcomía el cerebro, yo no entraba en su vida, no podía, por cualquier lado que lo mirase yo no entraba en la ecuación, y por más que quisiera ser romántico y decir que el amor lo puede todo, en este caso no era así, ella era una vampira, por dios, ni siquiera éramos de la mismas especie, ella tenía un prometido que probablemente me podría partir en dos con sus pestañas, y yo no era más que un pobre infeliz , y también estaba (y era lo que más me dolía) que no me había contado la verdad, era cierto que solo nos conocíamos unas tres semanas pero el hecho de ser un vampiro y estar comprometida eran cosas que debían ser dichas desde la primera cita, suspire y me pare de la cama, afuera estaba anocheciendo, Gerardo había tocado a mi puerta en repetidas ocasiones, debía estar preocupado, salí para que viera que aun respiraba, pero no estaba por ningún lado, sobre la mesa del comedor me había dejado una nota

Laldia llamo al teléfono del departamento por que no contestabas tu móvil, me pidió que la encontraras en el bar a las 10

Gerardo


La noche volvía a ser despejada, mientras caminaba rumbo al bar, una luna llena salida de entre las nubes me hiso recordar la primera vez que vi a Laldia, era tan hermosa que no podía creer en ese encuentro afortunado, más allá estaba la piscina y otro recuerdo me puso rígido en la zona sur de mi cuerpo, entre al bar y mire a las pocas personas que había, Gerardo sentado en nuestro acostumbrado sitio me saludo con la cabeza al verme, no se me acerco, ni me pidió que me le uniera, el sospechaba que algo importante estaba a punto de ocurrir entre Laldia y yo, tome aire como si estuviera a punto de tirarme de cabeza a una piscina de aguas turbias, ella me esperaba en una de las mesas de la esquina, era la misma mesa donde se había sentado la vez que me busco y dejo a todos estupidisados, camine por el medio del gentío, ella se mordía el labio inferior ansiosa

-Hola, puedo sentarme-

Dejavu, esta noche todo era tan familiar y a la vez desconocido

-Claro-

Respondió tratando de sonreír, el silencio se hiso eterno, no sabía cómo empezar, pero ella decidió romper el hielo, estaba parada a mi lado con la mano extendida

-Quieres bailar-

-Con una pareja como tu claro-

La tome por la cintura y ella llevo sus manos a mi pecho, nos mecimos despacio, ella acomodo su cabeza en mi hombro y yo aspire su aroma floral, quería retenerlo en mi nariz por siempre

-Ya tomaste tu decisión verdad-

Había olvidado que entre sus “habilidades” vampíricas estaba el leer mentes

-si-

Le dije apretándola aún más contra mí, ella sollozo bajito

-Te voy a extrañar-

Su voz salía ahogada producto de las lágrimas que trataba de retener

-Yo también-

Le dije besándole la frente, la música termino y ella me soltó, aun la tenía entre mis brazos pero ya podía sentir ese vacío interminable que se agrandaba entre los dos, levanto esos ojos violetas que tanto me habían turbado la primera vez que los vi, sonrió tan tiernamente que estuve a punto de cambiar mi decisión, se puso de puntillas y me beso en los labios, algunas de sus lágrimas cayeron en mi camisa, sin decir nada más ella salió del bar y de mi vida


-Eduardo, tío, venga, abre la puerta-

Desde hacía tres días me había encerrado en mi habitación, no quería ver a nadie solo quería dormir y dormir, Gerardo intento todo para hacerme dejar mi cuarto, desde usar la alarma de incendios hasta decir que se estaba suicidando en el baño, pero yo no salía, obligándome a mí mismo me puse de pie y abrí la puerta, Gerardo me miro y trato de no parecer sorprendido por mi apariencia, tenía la barba crecida, olía mal y mi habitación era un caos

-eh pedido comida china-

Dijo Gerardo señalando la mesa, yo solo asentí y fui directo a devorar todo, no le preste atención a él, solo me di cuenta de lo que había hecho cuando regrese a mi habitación y vi todo ordenado y limpio

-Gracias cariño-

Le agradecí haciendo una mueca muy parecida a una sonrisa

-De nada dulzura-

Respondió sentándose a ver televisión

Tenía que dejar de tener lastima por mí mismo, los finales estaban cerca y era hora que siguiera con mi vida aunque no supiera como diablos hacerlo, pero primero lo primero, darme un baño, el agua caliente se  sentía tan bien en mis músculos entumecidos, tome una máquina de afeitar y empecé a despejar mi rostro, el timbre del departamento sonó a través del ruido del agua, seguro seria alguna de las chicas de Gerardo, pero un golpe en la puerta del baño me hiso escuchar con atención, otro golpe esta vez más fuerte, de pronto la puerta del baño había sido removida de sus bisagras , las cortinas de la ducha se descorrieron de golpe, Una mujer impresionante estaba parada sosteniendo aun la cortina, me refregué los ojos, y las piernas me fallaron, no podía ser cierto, Se parecía a Laldia, podía ser ella, pero no, no era, aunque sus rasgos eran idénticos, la misma cara delicada aunque esta mujer tenía los ojos rasgados como un gato, el mismos color violeta pero con un toque rojizo, estaba maquillada, mucha sombra y lápiz de ojos negro, los labios rojo escarlata, el cabello oscuro, largo y ondeado en las puntas, y sus ropas definitivamente no eran las que usaba Laldia, minifalda súper corta de cuero negro, top de tiritas del mismo color y botas de charol negras, sus ojos calculadores me recorrieron de pies a cabeza, recordé que estaba completamente desnudo y tire de la cortina para cubrirme

-Así que tú eres el humano hijo de puta eh-

Su voz tampoco eran las campanillas repiqueteantes de Laldia, sonaba más a un ronquido aterciopelado

-¿Quién eres?-

Pregunte anqué la respuesta era obvia, Gerardo llego corriendo casi sin aire con su bate

-Me ha empujado no la pude detener-

Se disculpó Gerardo, la mujer me tomo por el cuello y me levanto como si no pesara nada sacándome de la ducha, sus ojos resplandecían, parecía que echaban fuego

-La verdad no sé qué te ha visto pero te ama-

-¿Me ama?-

Trate de articular aunque solo salió un quejido, ella pareció darse cuenta que apretaba muy fuerte porque su mano aflojo un poco pero no me soltó

-Sí, te ama, y tú la has mandado a volar, eres un completo imbécil-

-Lo sé-

Respondí con tanto pesar que no me importo que volviera apretar mi cuello

-Bueno imbécil tendremos que remediar toda la mierda que has hecho-

Me soltó y caí sobre el frio piso del baño, el cuello me ardía

-Pero es mejor así, yo…

-Pero nada, ya hable y es mejor que no me contradigas-

Sus colmillos brillaron bajo la luz fluorescente del baño, no estaba dispuesto a discutir con ella

-¿Quién mierda eres?-

Gerardo había levantado el bate a manera de amenaza pero la mujer ni se inmuto, simplemente respondió

-Soy Lalvia, gemela de Laldia y hermana de Rave, y eh venido ayudarte a recuperar a mi hermana-

Continuara…